Partida Rol por web

PRÓLOGO

Ya han pasado varias semanas desde que os conocisteis. Formáis parte de la última caravana de viajeros que ha llegado a Saltmarsh. Algunos sólo pararon aquí para descansar y luego continuar su camino por la costa. Otros buscaban pasaje para ir más allá del Mar Azur. Y por último, algunos llegasteis buscando nuevas oportunidades en la villa. Desde que la corona puso su vista en ella, hace casi tres años, este pueblo está en constante crecimiento, y eso supone posible trabajo para aventureros como vosotros. Pero seguramente no sólo sea el trabajo lo que os mueva. Cada uno tendréis vuestras motivaciones y anhelos personales, y quién sabe si este pequeño rincón del reino de Keoland os ayudará a conseguirlos.

Saltmarsh no parece gran cosa cuando llegas por primera vez. De hecho, algunos la describen como un montón de pescado podrido, y no es de extrañar, pues el olor se percibe desde mucho antes de atravesar sus puertas. La pesca es la industria principal, y su presencia se nota en cada esquina. Por supuesto, los muelles son el foco de esta actividad, donde  pescadores y marineros de todo pelaje se mueven de arriba abajo trabajando u holgazaneando. 

No obstante, una vez exploras un poco más la villa, te das cuenta de que posee también unas agradables zonas verdes, casas y gentes de alto postín, y unas maravillosas vistas. Vale, todo inundado del fastidioso olor a pescado, sí, pero también es cierto que uno no tarda en acostumbrarse.

Actualmente os hospedáis en la posada 'La Cabra de Mimbre'. En los escasos días que lleváis aquí os habéis percatado de que este es el sitio donde se suelen reunir los forasteros que pretenden quedarse un tiempo indefinido. Tanto los enanos que llegaron del norte hace años para comenzar una operación minera, como la nueva guardia de Saltmarsh enviada por la corona, frecuentan este local. De vuestra caravana de viajeros, sólo vosotros continuáis en el pueblo.

En estos momentos degustáis unas bebidas que os acaba de servir Lankus Kurrid, el propietario.

También observáis que, en otra mesa apartada, está Manistrad Copperlocks, la enana encargada de dirigir la operación minera, leyendo papeles. Es habitual que la encontréis por aquí, al igual que a otros enanos, cuando no están trabajando.

Por ahora sólo habéis tratado personalmente con Lankus Kurrid y con Eliander Fireborn, jefe de la guardia.

-No voy a acostumbrarme nunca al hedor de este sitio--confiesa Lía a sus compañeros--¡Menos mal que aquí dentro, gracias al olor a lúpulo fermentado, apenas se nota! 

-Tú es que eres muy sibarita--apunta el burlón de Poppy antes de beberse media jarra de cerveza de un trago y luego soltar un eructo--¡Ah, así está mejor! ¡Sí, señor!

-Tis quiris mi sibiriti--se mofa la maga elfa del pícaro mediano.

-Al menos yo sé comportarme en un sitio público...

El pícaro guiña un ojo a la maga antes de cambiar de tema:

-La verdad es que necesitamos encontrar trabajo ya mismo o tendremos que hacer como el resto y seguir buscando en otro lado. ¿Alguien ha oído algo al respecto? 

Vokryl no acababa de acostumbrarse a los pocos modales mostrados por la gente corriente. Había sido educado en las mejores escuelas de Keolandia y era gran conocedor del protocolo en cualquier situación. 

Sus compañeros eventuales eran demasiado variopintos para él. Pero como siempre, el paladín trataba de ponerse en su lugar y nunca dijo ni una palabra de desaprobación.

A todas luces Lía le atraía, era una bella elfa. Pero Vokryl intentaba casi inútilmente no cruzar su mirada con ella ni entablar conversaciones en las que no interviniera nadie más.

Poppy le resultaba gracioso, creía que si no tuviera ninguna preocupación en la cabeza, podría disfrutar de las cosas buenas de la vida como el propio mediano. Sin duda ambos eran muy diferentes a él.

Por el momento el dinero no es un problema - contestó a Poppy haciendo ver que la cuenta correría de nuevo por la cuenta del paladín - Pero antes de que empiece a serlo quizá deberíamos poner remedio. ¿Habéis visto la enana de esa mesa? Estoy prácticamente seguro de que es Manistrad Copperlocks, la capataz de las minas. Quizá tenga algo para nosotros.

Vokryl era un hombre fuerte y, justo cuando acabó su frase, miró a Lía y Poppy y se dio cuenta de que quizá ellos no eran idóneos para trabajar en la mina. Pero si fuera necesario, Vokryl trabajaría por los tres. Eran sus amigos y de momento no tenía a nadie más.

-¿Bajar a la mina y mancharme las manos mientras me parto el lomo? No, gracias. Se me ocurren infinitas formas de conseguir dinero mucho menos mundanas y aburridas.

-Mira que eres corto--reprende Lía al mediano--Sin ánimo de ofender, eh. No es por tu tamaño. Quiero decir que Vokryl seguro que se refiere a, por ejemplo, proteger alguna caravana de cargamento o similar, no a trabajar de minero.

-¿Verdad, cielo?--busca confirmación la elfa maga en el aguerrido paladín mientras le mira con esos ojos verdes de dorados destellos y le dedica una encantadora sonrisa.

-¿Tamaño? Una cosa te iba a enseñar yo a ti que te iba a sorprender por su tamaño--se guarda para sí el pícaro mientras se gira para observar a la enana embutida en aburridos papeles.

-Sí, es posible. Quizás tenga algo para nosotros.

Después de discutirlo durante un rato, finalmente os animáis a acercaros a la mesa de Manistrad. La enana levanta la vista de sus papeles y se os queda mirando durante unos segundos. Toma su jarra de cerveza y se recuesta en la silla.

-¿Y bien?-os dice.

Bien avenida sea usted - dice Vokryl haciendo gala de su encanto personal - Si no me equivoco es usted la señora Copperlocks, capataz de las minas de este lugar.

Permítame presentarme, mi nombre es Vokryl, fiel servidor de San Cuthbert - afirma señalando alguno de sus emblemas -. Mis compañeros y yo somos nuevos en este lugar y estábamos preguntándonos si quizá usted necesitaría de nuestros servicios o bien podría indicarnos dónde encontrar alguna ocupación.

Como puede comprobar somos un grupo variado y muy nutrido en habilidades diversas y le doy mi palabra sagrada de que somos gente confiable y decente.

Para Vokryl no era difícil parlamentar con mujeres enanas o cualquier otra raza que no fuera elfa o humana. De haber sido el caso, hubiera dejado esta charla para otro compañero. En cualquier caso, miró de soslayo a Urgrim quién, a pesar de haber permanecido en silencio durante todo el día, compartía parentesco con Manistrad y quizá era el más idóneo para estos menesteres.

Saboreo la cerveza que nos acaban de servir mientras intento empezar un nuevo día con optimismo, hasta que Lía y Poppy comienzan a parlotear, y entonces una pregunta vuelve a mi cabeza

"¿Por que decidí quedarme con estos en el pueblo y no me fui con la caravana?"

 "Puede ser que los dioses hayan preparado algo para mí en este lugar" me contesto intentando no darle más vueltas a la situación.

En fin..., pego un nuevo sorbo a mi jarra. En ese momento Vokryl comenta que no podemos permitirnos el lujo de no hacer nada durante mucho tiempo. Tiene razón. Seguidamente nos habla de una enana que ha visto en la taberna, está situada unas mesas más allá de nuestra posición. Parece ser que la conoce, y puede darnos trabajo. Eso puede ser bueno. Veo a Vokryl dirigirse hacia ella.

"Le ha echado valor" me digo a mi mismo.

Dejaré que hable el paladín a ver que nos dice la enana. No se por qué pero, hay algo sospechoso en ella. No me fío. Vuelvo a beber. 

-Su intuición no le falla, maese Vokryl. Saltmarsh se ha convertido, desde hace unos años, en un lugar con oportunidades para aquellos que vienen de otras partes del mundo. Como quizá ya sepa, mi gente y yo nos establecimos aquí hace un tiempo y, como nosotros, han ido llegando al pueblo otras personas extranjeras. La corona facilita y alienta esta circunstancia, pues espera que la villa crezca y se convierta en un centro comercial importante para el reino. 

Manistrad hace una pausa para dar un trago de cerveza.

-El problema, como era de esperar, es que no todos aquí ven con buenos ojos estos cambios. Y en verdad les entiendo. La corona nunca se preocupó por Saltmarsh. Largo tiempo estuvo esta región asediada por los piratas que campaban a sus anchas hasta el punto de crear su propio dominio al sur de aquí, al que llaman el Principado del Mar. Sólo cuando el reino ideó sus planes expansionistas para la villa fue cuando se dignó a enviar barcos y hombres para combatir a los piratas. Eso estuvo bien, y los lugareños habrían estado agradecidos si la cosa hubiese quedado ahí. Pero no. Cuando algunos de los soldados del norte se quedaron en Saltmarsh como guardia y luego llegamos nosotros con un permiso real para explotar las minas, la gente se dio cuenta de que todo estaba empezando a cambiar.

La enana apura la jarra y se pasa el dorso de la mano por la boca. Luego lanza un suspiro y sonríe con resignación.

-Discúlpeme, a veces me pierdo en mis pensamientos. Sólo quería decirles que sí, que aquí podrán encontrar trabajo con facilidad, pero quizá se encuentren a gente arisca con ustedes y hay un motivo tras esto. Vayamos al grano. Ahora mismo podría ofrecerles un trabajo como escoltas de un carro de suministros. Tengo que enviarlo cuanto antes para recoger unas cajas en la ciudad de Seaton, al sur. Sería un trabajo de dos días, uno para ir y recoger la mercancía y otro para volver. El pago son de 3 piezas de oro por día, más provisiones para el viaje, si este ocurre sin incidentes. Si surge algún problema por el que tengan que desenfundar las armas y protegen a mis hombres y el cargamento, a este pago se le añadirá 15 piezas de oro adicionales. Esta es mi tarifa, y no es negociable. Si la aceptan, partirán mañana al amanecer desde las puertas de la villa.

Entiendo - dice el paladín habiendo atendido muy interesado a las palabras de la enana -. Cuente con mi determinación, mi fe en San Cuthbert y con mi consagrado mayal si fuera necesario. 

Volviendo la vista atrás por un momento, Vokryl observa al resto del grupo para asegurarse de que todos se han enterado de las palabras de la enana y de su conformidad con el trabajo. Después se gira de nuevo hacia su interlocutora.

Bien, uno de mis objetivos aquí es difundir la palabra de "El del Garrote" y, si no conoce ninguna capilla dedicada a mi patrón, donaré mi parte a la iglesia tan pronto me sea posible.

Su voto de pobreza no permitía a Vokryl obtener demasiados beneficios ni ser codicioso. Este trabajo lo haría por ayudar a sus convecinos, sentirse útil y despejar la mente de los turbios asuntos de su pasado. Ya se había desprendido de su fortuna en favor de sus hijos y no le costaría rechazar unas cuántas monedas mientras tuviera lo suficiente para sobrevivir.

-¡Hombre, por fin! Ya era hora de estirar las piernas--asiente el mediano, que se suma gustoso a la caravana.

-Tú también te apuntas, ¿no?--se vuelve Poppy hacia Lía--¿O prefieres quedarte a seguir oliendo a pescado?

-No, no... digo... sí, sí--sonríe la maga elfa--Y no sólo es por el hedor. Siempre es bueno viajar y conocer nuevos horizontes. Claro que me apunto.

"Parece un trabajo sencillo, ¿Por qué no?" pienso mientras bebo de mi jarra.

—Yo también me apunto— señalo a mis compañeros.

Asiento con la cabeza cuando Vokryl mira hacía nosotros para indicarle que yo también acepto las condiciones, además, tengo curiosidad para saber que clase de suministros necesitan tanta escolta.

"¿Tan valiosos son?"

Manistrad sonrió complacida.

-Estupendo. Sobre su pregunta, sir Vokryl, desgraciadamente no hay ningún templo de su deidad en Saltmarsh. El único templo que hay es uno dedicado a Procan, en el extremo este de la villa, justo al lado del cementerio. Su colega seguro que estará interesado, por la insignia que le veo lucir-dice señalando a Urgrim-. Este templo está dirigido por un humano llamado Wellgar Brinehanded. 
También pueden encontrar un pequeño santuario en honor a Ulaa, construido en los laterales de la herrería 'El Yunque Enano'. Me intriga saber cómo una herrería como esta, a todas luces erigida por los de mi raza, está regentada por humanos. Pero bueno, tengo ya demasiados asuntos entre manos como para buscarme otros nuevos...

La enana se pasa una mano por la nuca y estira el cuello.

-Por último le daré un consejo. Hay una comitiva de otra deidad aquí en Saltmarsh, se trata de unos enviados del Imperio de Iuz. Se lo cuento porque, aunque no soy experta en temas religiosos, creo que su congregación no se lleva especialmente bien con este Semidiós. Mi consejo es que no se meta con ellos. Llegaron aquí, como nosotros, con una orden de la corona para establecer un enclave comercial. Supongo que en esto tiene mucho que ver que el Imperio de Iuz actualmente ande metido en guerras con adversarios de la corona. Como se suele decir, el enemigo de mi enemigo...

Manistrad sonríe.

-En fin, que la guardia tiene órdenes de que nadie les moleste mientras no creen problemas, y hasta ahora no los han creado. De hecho, ni siquiera les he escuchado hablar a ninguno excepto a la que parece su líder, la capitana Xendros. Es una tiefling directa, pero educada. Me caería bien si no fuera porque su voz tiene algo que me pone los pelos de punta.

La enana se levanta y comienza a recoger sus papeles.

-Recuerden, mañana al alba en las puertas de la ciudad. Estaré allí para presentarlos a mis hombres mientras les doy las últimas instrucciones. Luego les esperaré de regreso en un par de días.

Vokryl se quedó paralizado como un témpano de hielo al escuchar el nombre de Iuz, deidad malvada y archienemigo de su deidad patrona San Cuthbert.

A todas luces, los sectarios de Iuz se habían adelantado a su orden en la "evangelización" de Saltmarsh y eso no eran buenas noticias para nadie.

Vokryl no dijo nada, mantuvo el tipo lo mejor que pudo, a pesar de que su corazón le había dado un vuelco escalofriante. Pero no era el momento de buscarse enemistades y menos de una persona tan influyente en aquel lugar. El paladín tomó buena nota del nombre de su líder, una tieflin, cómo no.

Estaremos listos - sentenció con gesto serio -, cuente con nosotros.