Partida Rol por web

El otro Ogma miró al original. —Ben. Nos volveremos a ver.— dice, aunque sus ojos revelaban la ceguera persistente. Y el cuerpo lentamente se desvaneció como un vapor en el aire de la habitación, abandonando el espacio que ocupaba y desmaterializándose. Lo último que podéis ver es una expresión compungida en la cara semi-translúcida del falso Ogma antes de que no quedase nada en su lugar.

—Lira, corazón. La próxima vez espero que podamos jugar tú y yo... a solas— dice en dirección a Niamh la falsa sirena, guiñándole el ojo antes de que su cuerpo también se desvanezca, no dejando ningún rastro de su existencia o de su paso por vuestro ático. Lentamente el silencio llena el lugar que ocupaba la atractiva doble de vuestra compañera de Cábala.

Sólo quedaba tirado el falso Tyrr, mientras Niamh le toca y se concentra, lanzando un hechizo en Alta Lengua, que todos podéis reconocer como tal. Un hechizo para conocer y sondear a aquella criatura, y a medida que lo hace, las heridas negras y oscuras, como raíces abismales en el brazo de la Thyrsus, comienzan a crecer llegando casi hasta su hombro. El dolor es soportable, pero el daño está hecho, y la Nimbus de Niamh revela su obrar en progreso.

Sin embargo, los otros han desaparecido, no sin antes llevarse una pieza de información importante: vuestro verdadero nombre. Estas entidades, resistentes y extrañas, tenían un conocimiento que os pone directamente en peligro y lo que es peor, parecen tener alguna relación con vosotros. O al menos parecen haber sido atraídos por alguna razón.

El otro Tyrr comienza a moverse lentamente, recuperándose de la confusión, aunque aún dándoos suficiente tiempo para reaccionar un poco. Hay preguntas en el ambiente, dudas, y Niamh, quien conoce y controla el extraño Arcano de Espíritu podía daros algunas respuestas en cuánto terminara su hechizo.

Lira dedicó una mirada despectiva a su gemela cuando esta se despidió de ella, y entonces empezó a entonar el imago de su hechizo. Su voz se quebró cuando las grietas reaparecieron en su mano y corrieron hasta cubrirle el brazo entero, pero en lugar de cesar en su empeño, abrazó el dolor y se esforzó por mantener la concentración. 

Cuando Morrigan subió se encontró con una escena dantesca: cada uno de sus amigos también tenía un doble, y ella llegó en plena pelea. Aún más: los dobles, al desvanecerse, lo hicieron demostrando que también conocían el nombre verdadero de sus amigos... igual que la falsa Morrigan conocía el suyo.

Además, Niamh... su brazo tenía un aspecto horrible, y Morrigan estuvo a punto de abrir la boca para protestar. En lugar de eso, se acercó al falso Tyrr, apuntándole con la varita de hueso.

—Déjala hacer — le ordenó con seriedad — O te voy a hacer mucho daño.

Y estaba dispuesta a hacerlo, si al intruso se le ocurría si quiera levantarle la voz a Niamh.

Ben no se relajó ni cuando su doble comenzó a disiparse, ni cuando el resto de dopplegangers también lo hicieron.

Fuera como fuese aun quedaba ahí el doble de Tyrr, y Ogma mantuvo su concentración para que su escudo funcionase un rato más. Sabía que era la hora de las preguntas. Necesitaban información y respuestas, pero si por lo que fuera ese ser se liberaba y le daba por atacarles, o tocar a alguno de ellos para absorber parte de su esencia... Ogma no iba a ponerle las cosas fáciles.

El Mastigo esperó pacientemente a que Niamh acabara su hechizo, y esperó con cierta impaciencia las respuestas que tanto necesitaban. ¿Qué o quiénes eran esos seres y por qué habían irrumpido de aquella manera en su refugio? ¿Cómo habían dado con su guarida? Y algo que Ben temía todavía más... Aunque creía saber la respuesta. ¿Cómo habían averiguado sus nombres verdaderos? ¿Y qué pensaban hacer con ellos?

Ladeó un poco la cabeza mientras observaba la situación manteniendo la guardia activa.

Las palabras del doppleganger se quedaron flotando en los oídos de Jack aún cuando su doble se esfumó. El mago tenía el ceño fruncido cuando se giró hacia sus compañeros. No solía dudar cuando apostaba a una carta, pero aquel encuentro le había dejado estremecido por dentro, en lo más profundo de su esencia, lleno de preguntas y sin ninguna respuesta... por el momento. 

Se acercó hasta colocarse al lado de Niamh y miró al ente tendido en el suelo. Podía sentir la nimbus de su compañera crecer y vibrar y respiró profundamente con los ojos clavados en el falso Tyrr y la moneda en la mano. Era hora de saber más. 

Cuando mi doble cayó contra la mesa y todo salió por los aires mi sonrisa se marcó más. Un poco de diversión de vez en cuando tampoco venía mal. No me acerqué un par de pasos, aunque quería. En lugar de eso me quedé con los demás, por si volvía a hacer falta proteger a los otros, o cubrir a Niamh mientras terminaba con aquel hechizo.

Al ver que tres de ellos huían, sin embargo, sí me acerqué. No quise acercarme lo suficiente para tocarlo, pero me preparé para patearlo si intentaba levantarse.

Te concentras en el nombre del Espíritu, cierras los ojos y frente a ti se forma la imagen de una bóveda llena de monedas de oro y una figura descansando sobre ella. Puedes sentir el deseo de acumular más y más, nunca es suficiente, el apetito por acumular más riquezas de aquella sombra crece y crece. Y en tu mente te acercas hasta ver que la sombra se parece mucho a la silueta de Tyrr. 

Luego, intentas dibujar en tu cabeza su Prohibición y Perdición. Al ver lo primero, observas como la sombra sobre aquel tesoro extiende la mano hacia ti con un puñado de monedas, pero como su oscura silueta comienza a humear y cómo este grita y maldice, para finalmente guardarse aquello, siseando un "mio" oscuro y avaro. Para lo segundo, la situación cambia. Alrededor del espíritu-Tyrr ves figuras humanas desnudas acercándose y sientes la reacción hostil de aquella entidad. Hombres y mujeres desprovistos de cualquier objeto material, caminando y haciendo que la sombra quiera huir, escapar, sientes su odio virulento extendiéndose hacia aquellas imágenes, a medida que se hace más y más pequeño. 

Cuando te despiertas, estás en medio de la habitación, mientras tus compañeros te observan fijamente, como esperando que hables finalmente.

Niamh termina y sale de su trance, casi al tiempo que el otro Tyrr comienza a tomar un aspecto translúcido hasta desaparecer. No sin antes lanzar una mirada cuando se siente seguro y casi no queda de él más que los detalles nebulosos de su rostro que siguen siendo reconocibles como los del Italo-americano.

—Anthony Licavoli— Es lo último que dice, como un susurro débil, sin adornarlo. Las solas palabras era una amenaza velada, una última burla mientras el cuerpo físico de la criatura dejaba de existir.

Todos sabéis que los Espíritus son seres inescrutables y difíciles de destruir. Se necesita conocimiento y aunque habíais ganado esta batalla, la última carcajada iba para los 5 doppëlgangers que habían escapado con vuestros nombres e identidades. Lentamente el murmullo del mar retoma su ritmo, las suaves oleadas cargadas de magia os avisan que la tranquilidad ha vuelto, pero esta vez... esta vez sabéis que aunque haya tranquilidad alrededor vuestro, vosotros mismos no podéis disfrutar de esa paz.

Cuando Morrigan guardó su varita, tenía el ceño fruncido. Había estado a punto de decir una palabrota: algo que sus compañeros nunca habían visto. Pero se contuvo.
—Nos han dejado una cabeza de caballo en la cama — dijo, en referencia al Padrino — ¿Alguno de vosotros ha hecho algo para enfadar a alguien?
Para la Moros, que unos espíritus allanaran su casa para intentar poseerles y les llamaran por su nombre verdadero antes de desaparecer, sólo podía interpretarse como una amenaza.
—Tenemos que decidir qué hacemos. Porque esto no se puede quedar así, ¿no?
Por lo pronto, Morrigan pretendía interrogar a los espíritus de los muertos: quizá ellos hubieran visto algo que les fuera de utilidad. Pero quería saber primero qué opinaba el resto de su cábala.

Unos segundos más de tensión tras la desaparición del último enemigo, y por fin Ogma se permitió relajarse. Notaba la espalda tensa, los músculos de los hombros, todo. Levantó el brazo izquierdo y se limpió con el antebrazo la sangre de la nariz.

Se adelantó unos pasos, para acercarse a Niamh, y en general al grueso del grupo.

- ¿Estáis todos bien? - Fue lo primero que preguntó. Obviamente, dentro de lo complicado y peliagudo de la situación. Comprobó con cierto alivio que Morrigan parecía estar en perfectas condiciones, y su comportamiento era tan firme como siempre.

- Esos espíritus... cuando llegaron... juraría que formaban parte de una misma mente. Se dividieron en pequeños fragmentos y cada uno se dirigió a uno de nosotros. - Explicó lo poco que había averiguado durante el encuentro.

- Era como si cada uno se centrara en uno de nosotros... en nuestros pecados, en nuestros vicios. - Añadió sabiendo cuál era su debilidad, de la que se había apropiado el falso Ben.

Observó a los demás con atención. Él estaba demasiado preocupado, pero quizá alguno de sus amigos supiera algo más que pudiera ayudar a tranquilizar a todos. Porque esos espíritus se habían largado con sus nombres verdaderos, y distaban mucho de estar derrotados.

- No, esto no puede quedar así. Pero nos falta información. - Ben tampoco recordaba haber ofendido tanto a algún posible enemigo como para que éste ahora estuviera preparando una venganza de semejante magnitud.

Lira se dejó caer en una de las sillas con expresión consternada, evitando mirarse el brazo a cualquier precio. ¿Cómo podía haber sido tan torpe? ¿Dos deslices en una misma noche? ¡Idiota, idiota, idiota! Con gran esfuerzo, como si en vez de una concha estuviera levantando un coral, volvió a colgarse la herramienta del cuello y solo entonces empezó a prestar atención a lo que Morrigan y Ogma decían.

Que ella supiera, no había cabreado a ningún espíritu, pero eso no era lo que más la preocupaba. Los reflejos, sus reflejos, sabían sus nombres… y eso no era bueno. El porqué, en cualquier caso, tendría que esperar. La prioridad era ponerse a salvo. Tenían que protegerse… o, mejor dicho, tenía que protegerles. Al fin y al cabo, el Arcano de Espíritu era su supuesta especialidad, por mucho que los acontecimientos recientes la hubieran pintado ante el resto de la cábala como a una ilusionista de segunda, no, tercera división.

Cuando Ben mencionó los vicios ella agachó la mirada y la desparramó por el suelo, recordando la lascivia con la que se había comportado la otra Lira. La hipótesis del Mastigos, por hiriente que resultara, era la más probable, especialmente después de haber visto lo que había visto, y las implicaciones le hicieron sentirse desnuda en el peor sentido de todos los posibles. La vulnerabilidad no le sentaba nada bien, y mientras miraba uno a uno a sus compañeros, Lira se preguntó qué pesaría más en cada uno de ellos: ¿la vergüenza de haber sido expuestos, o el haber visto tan de cerca los pecados de los demás?

—Sí… —contestó, con voz cansada—. Ogma tiene razón. Sean lo que sean, eran nuestros reflejos más oscuros.

Pareció que podía decir algo más, pero miró a Tyrr y por algún motivo sus intenciones mutaron a un silencio incómodo. Pasados unos segundos demasiado largos retomó la palabra:  

—Por lo que pude averiguar gracias a mi imago, son criaturas bastante elementales. Se me antojó... simple. Por ejemplo, el de Ogma dijo que se llamaba Gula, ¿verdad? Pues su Prohibición sería contravenir ese pecado, y su debilidad, la virtud contrapuesta a la gula. Así que... ¿la templanza? No sé —era evidente que no quería difundir lo que fuera que había visto al examinar al falso Tyrr, y que por eso usaba a Ogma de ejemplo—. Sea como sea, tenemos que cubrirnos las espaldas. 

Cuando el último de los espíritus desapareció, Jack empezó a moverse por el ático, dando vueltas erráticas que, sin embargo, sí tenían un patrón invisible. Las preguntas de Morrigan le parecieron muy pertinentes y se la quedó mirando un momento, antes de que Ogma tomase la palabra y sus ojos se fueran hacia él. 

—Una presencia acercándose a toda velocidad, sí. Yo también lo noté —convino, con una mueca—. Luego algo se metió en mi cabeza, hurgó en mis recuerdos y extrajo mi nombre. Quien fuese sabía bien lo que buscaba.

Contempló a Niamh y dio algunos pasos más, hilando lo que decía uno, con lo que decía la otra y buscando cómo relacionarlo con lo que él mismo había notado y visto. 

—Me robó mi esencia —dijo entonces, alzando la mirada—. Solo con tocarme. 

Sus ojos terminaron en Morrigan de nuevo y negó con la cabeza.

—Que yo sepa no he cabreado a nadie, mucho menos alguien tan poderoso. Pero tienes razón: no podemos dejarlo correr. Nos han atacado directamente y estamos en peligro. 

Dejé que los otros hablasen primero. Sabían más que yo, eso era seguro. Mis ojos seguían en el espacio que un instante antes ocupaba mi doble, y permanecieron ahí hasta que Niamh dijo aquello de los reflejo más oscuros.

Entonces la observé a ella. Sostuve mis ojos en los suyos, consciente de cómo se extendía aquel silencio por la habitación.

—Sí, está claro que eran precisamente eso —le dije, con un tono que tanto podría estar impulsado por la incertidumbre de no saber cuánto sabía ella o ser una acusación.

Después de eso volví a escuchar, frunciendo el ceño a medida que mis compañeros se explicaban.

—Hay algo que no entiendo —enuncié, alternando mi mirada entre los que más parecían saber del tema... Que eran todos, menos yo. No me molestaba. Hoy por ti, mañana por mi—. ¿Por qué se quedaron dentro de vosotros? Si está claro que ya sabían nuestros nombres, y que lo de intentar alimentarse de nosotros también lo hacían era estando fuera... ¿Qué motivo podían tener? ¿Intentaban llevaros a alguna parte?

Entonces me giré hacia Morrigan.

—¿Cómo fue para ti? A nosotros nos pillaron a todos a la vez, y antes de que subieras casi se los llevan a ellos dos por la puerta.

Si bien sabes que podrías proteger a tus compañeros, la apuesta era riesgosa. Estos Espíritus poseían información y dicha información podría serle útil no necesariamente a ellos. Sin embargo, su modo de actuar y su hambre por Mana (o por Esencia) suele ser comportamiento de un Espíritu que ha sido forzado al Mundo Caído de alguna manera: naturalmente, necesitan alimento para subsistir o de lo contrario se desvanecen con el tiempo. Un Espíritu con experiencia sabe que es más fácil usar mortales que Magos y estos, por alguna razón, parecen haber aprendido recientemente esta lección.

Ben miró a Morrigan cuando Tyrr le preguntó por cómo había sido su experiencia. Ella no había estado en el piso de arriba con los demás, y el propio Ben no había tenido tiempo de pensar o de angustiarse por no saber cómo estaba su compañera. Aunque cuando escuchó su voz, firme y directa como siempre, desde abajo, Ben supo que ella se encontraba bien aunque siguieran en lucha con los espíritus.

- Tenemos que averiguar de dónde han salido esos espíritus y quién los manda. O la próxima vez puede que acaben con nosotros aunque estemos preparados. - Comentó. - Ahora mismo estoy falto de ideas... Quizá podamos consultar a alguien. - Por su parte estaba pensando en otros Guardianes del Velo... aunque ellos quizá no supieran nada del tema. El mundo de los espíritus no era la especialidad de Ben. De hecho conocía bastante poco al respecto.

Miró a Niamh por un momento. - Si dices que sus debilidades son lo opuesto al pecado que representan, ante el mío por ejemplo tendría que ser algo como dices... templanza, o inapetencia. ¿Me declaro en huelga de hambre hasta que solventemos esto? - comentó a modo de broma para relajar un poco la tensión del momento. Se notaba que estaban todos nerviosos y preocupados por lo ocurrido, pero tenían que mantener la cabeza fría si querían pensar las cosas bien y actuar como el equipo inteligente que eran.

Morrigan respondió a Jack.
—Ahora que lo pienso: a mí intentó tocarme, pero no se lo permití. Ya veo lo que pretendía — concluyó, refiriéndose a cómo había robado la esencia de su compañero.

En cuanto a la pregunta de Thyrrenus, la bruja se encogió de hombros.
—Intentó tomar el mando, pero la expulsé de mi cuerpo. Entonces se puso chula, y tuve que bajarle los humos — añadió sonriendo — Ahora sí que tiene motivos para estar enfadada conmigo.

La parte de la debilidad no le gustó. Su doble se había esfumado entre vítores y aplausos, por lo que Morrigan podía deducir que su debilidad era la vanidad. Entendía lo que aquello podía significar, pero no estaba en absoluto de acuerdo: ella ya era tan humilde como tenía que ser. Se sentía incómoda ante esa revelación, por lo que evitó compartirla con sus compañeros.

Decidida a hacer algo, se acercó a su habitación, y, de un cajón de su viejo escritorio de madera, tomó una copa de plomo, baja y ancha, que llenó de agua de una botella, y regresó junto a los demás.

—Si los espíritus pudieron ver algo, nos lo dirán — explicó, mientras sus dedos trazaban tenues líneas en el agua, símbolos efímeros que acompañaban una letanía arcana que entonaba en voz baja, casi en un susurro. Si había espíritus en la casa, se manifestarían en la copa, al otro lado del espejo que creaba el agua.

Asentí en dirección a Ogma cuando dijo que debíamos averiguar más. Después puse atención a las palabras de Morrigan, aunque lo que aportó no cambió mucho las cosas. Luego miré a Jack y a Niamh, por si a ellos se les ocurría algo.

—¿Puedes explicar más esa idea? —le pregunté a ella, para luego hacer un gesto hacia su brazo y hablar con un tono un poco menos altivo—. ¿Estás bien?

Con las últimas palabras de Morrigan me dirigí a ella.

—Te ayudaré —le dije.

Tomé mi crucifijo y comencé a hacer unos gestos que probablemente algunos conocieran bien: una receta capaz de ayudarles con su magia. Después decidí aprovechar yo mismo.

—... Y veamos qué podemos averiguar —comenté antes de proceder con otra receta diferente.

Niamh empezó a masajearse el brazo mientras pensaba en formas de proceder. Empezaba a pensar que, aunque pudiera proteger su esencia, probablemente los espíritus pudieran hacerles daño de otra forma. Como se solía decir, la mejor defensa es un buen ataque, y en esas circunstancias, atacar significaba recabar información.   

—Algo no encaja —dijo en voz baja, para no interrumpir la magia de Morrigan y Tyrr—. Los espíritus normalmente no son tan agresivos, ni tan hambrientos. No deberían estar en el Mundo Caído, eso desde luego.