Partida Rol por web

 La situación pintaba cada vez peor. Estaba claro que debía dejar de tratar de engañar a esos vampiros, o eran mas astutos que yo o ciertamente, el estar cada vez mas y mas nervioso solo hacía peor cada intento de salirme indemne de toda agresión. Y lo que definitivamente no contribuía a mis nervios, eran tres detalles muy puntuales: el movimiento de la bolsa de lona, la sensación del hierro frío tan cercana y los disparos que no paraba de escuchar.

 Todo ello me tenía hiperventilado e histérico. Desde la bolsa se escuchaban los chillidos de la rata encantada que trataba de mantener entre sus patas aquella piedra pues cualquier castigo de su monarca podía ser mejor que ser un bebedero público de vampiros; y con ello dedicar todos sus esfuerzos a tratar de salir de aquel saco cuanto antes. Como lo haría, como todo roedor acorralado, cavando, o en este caso puntual, tratando de desgarrar la bolsa con sus dientes en frenéticos mordiscos con los que atacaba el telar, esperando hacer la abertura necesaria para poder salir. 

 O cuando el efecto de su magia se acabase, quedaría enredado en esas cadenas con las que quería tener el menor contacto posible.

 Siendo que su mente se habría alineado con el típico comportamiento de un roedor en esa situación, su desesperación daría frutos al crear el mismo su propia ruta de escape entre el telar, pero mas importante, entre el frio y a la vez ardiente abrazo del hierro. Solo sentir como este le presionaría partes del cuerpo al escurrirse entre las cadenas, debido a la falta de huesos de su nueva forma, eso no le hacía inmune a sentir el dolor por el contacto con ese material, solo la adrenalina del momento le haría ignorarlo el tiempo que le tomase el correr a toda velocidad para encontrar refugio, oséa, cerca de sus compañeros que asustaban mil veces mas que aquellas sanguijuelas y ahora que no estaban en la obscuridad absoluta, ellos tenían mas las de ganar.

Chuma desenfundó su arco, cargó una flecha con deliberada parsimonia, apuntó y lanzó. La flecha cortó la lluvia y fue a clavarse en uno de los neumáticos delanteros de la furgoneta. Chuma gruñó con satisfacción, y al hacerlo, se dio cuenta de que el costado volvía a dolerle. La herida de la daga no había parado de sangrar, y tenía la ropa completamente empapada de sangre.

De los tres vampiros que quedaban, uno se metió en la parte de atrás con el saco, otro se subió al asiento del copiloto, y el tercero se quedó en tierra. El conductor de la furgoneta arrancó, incluso con un neumático a media presión y con un astil clavado, y aceleró para intentar salir de allí. Mientras, el vampiro que se había quedado, empezó a avanzar de forma amenazante hacia ellos.

En ese momento, una motocicleta apareció tras la esquina, dejando un reguero de llamas en el asfalto conforme avanzaba. Liza subió encima e invitó a Chuma a hacer lo mismo, mientras Grigor evaluaba la situación...

Dentro de la furgoneta, Pietro la rata llevaba un rato intentando abrir un agujero en la tela del saco. Finalmente consiguió mordisquear lo suficiente para sacar la cabeza... y por donde una rata mete la cabeza, puede meter el resto del cuerpo. Salió del saco, pero al hacerlo, la furgoneta en marcha cogió un bache y se quedó enganchada en la cadena de hierro frío.

Con un chillido animal, la rata luchó hasta que pudo liberar la cola de la ardiente mordida del metal, que le había dejado quemaduras. Pero ese no era el menor de sus problemas. Estaba en la parte de atrás de una furgoneta cerrada, y un vampiro lo miraba con ojos de lechuza al acecho.

 Escapar del saco parecía ser el menor de mis problemas en ese momento, y eso lo sabría solo con ver el rostro del vampiro al que parecía haber importunado con mi escape infructuoso.

 No me lo pensaría mucho y aprovecharía mi tamaño pequeño para escurrirse bajo el asiento del conductor y de ahí hacer lo que mejor sabe hacer una rata, ser una plaga.

 Les distraernos hasta tener la oportunidad de ser quien pisará el freno de golpe, para que la inercia del vehículo hiciera lo suyo con las sanguijuelas.

No era la primera vez que Chuma veía el truco de la moto fantasma, y ciertamente era algo más agradable y divertido de ver que la carne de Liz consumiéndose, peor en aquel momento, si se reía le dolía... Y fue entonces cuando recordó que... Coño... Si le habían dado una puñalada... Se miró al torso viendo la tela negra de su ropa con un ligero tono carmesí que no debía de estar allí, peor prefirió esperar a haberse subido en su montura, a la espalda de su compañera, antes de echar un vistazo y tratar de roperse la camiseta de tal forma que pudiese apretar la herida para que aquello no terminase siendo aún más dramático, peor aun así se sentía palidecer sin necesidad de verse la jeta, al tiempo que trataba de echar mano del hierro que Liz le había indicado que encontraría en sus alforjas.

- Lizzy... Creo que vas a tener que poner toda la carne en el asador y servirla tú mayormente, que no sé si voy a ser capaz de levantarme de la moto cuando nos toque pararnos.- Pero mientras hablaba no dejaba de tratar de apuntar a las ruedas de la furgoneta. A una ya la había dejado para el arrastre, peor los colmilludos eran, cabezones no, lo jodidamente siguiente. Aun así temía que si le largaba otro tiro pudiese hacer que la furgoneta se saliese de madre y diese unas cuantas vueltas de campana, o incluso que ellos mismos se la comiesen... Así que optó por tratar de apuntar a una altura decente de las ventanillas, completamente convencido de que el hada era tan alta como un tapón y podría esquivarla. Esta escopeta no estaba consagrada, pero los vampiros no tenían por qué saberlo... Puede que con la confusión alguno se lo tomase como un placebo y les deparase una gran viñeta humorística, pena que no la fuesen a ver desde la moto. - PARAD, IMBÉCILES, U OS ABRO UNA VENTANILLA AL PARAÍSO.

En el mundo espiritual uno raramente tenía prisa. Daba igual a dónde quisieras ir, te sobraba tiempo para llegar andando. Grigor había conocido una vez a un espectro que aseguraba haber cruzado el océano Pacífico en seis años de caminar sin parar (se había perdido varias veces).

Naturalmente, a veces había que perseguir un coche y entonces todo se complicaba. 

Grigor agarró la mano del vampiro arrollado*.

-Levanta, Zorva-le ayudó a levantarse. La criatura entrecerró los ojos clavando la mirada en su silueta recortada por el aguanieve-Maldito incompetente, se supone que era un trabajo sencillo... ¡abre un coche o algo!¡Hay que perseguirlos!

A lo largo de los años, Grigor había asistido a varias universidades para ganar en sabiduría. Si pudiera, se sonrojaría al reconocer que todavía no sabía conducir. 

Al sentarse nuevamente en el asiento de su vehículo, Liza sintió una oleada de euforia y entusiasmo. Se hizo hacia adelante para que Chuma pudiera subirse e hizo rugir el motor una vez.

—Sostente de mi cintura, no de mis hombros, ¿Preparado?— antes de recibir respuesta, el motor estalló una vez más, lanzando una llamarada a través de los escapes, las gomas chirriaron contra el asfalto, y la moto se disparó hacia la noche con una aceleración vertiginosa.

El vampiro que se había quedado atrás apenas reaccionó a rodar hacia un lado para evitar que el vehículo que pasara por encima y el fantasma tuvo que quedar atrás. Seguramente ya encontraría cómo alcanzarlos.

Casi enseguida habían alcanzado la furgoneta, que aún sin la rueda rota habría tenido problemas para competir contra el motor infernal. Liza desaceleró para quedar a la par del vehículo y a la amenaza de Chuma añadió:

—¡FRENA AHORA ANTES DE QUE TE FRENEMOS NOSOTROS!— los carbones ardientes de sus ojos se fijaron en la ventanilla del conductor y llamearon al mismo tiempo que la moto.

Chuma se cogía a la cintura de Liza con una mano, mientras con la otra se sujetaba el costado para que no se le salieran las tripas. Todo aquello, unido a la cabellera de llamas que amenazaba con dejarlo sin cejas, no hacía de aquel el mejor viaje en moto que había disfrutado...

Liza dio gas a fondo y pronto se puso a la par de la furgoneta, que no iba muy estable que dijéramos. Las amenazas que tanto Chuma como ella lanzaban parecían no llegarle al conductor, que miraba al frente frenéticamente, y de vez en cuando a algo que tenía entre los pies. Pietro había conseguido pasar a los asientos delanteros, y correteaba por entre los pies del tipo, lanzando dentelladas a sus tobillos, y corriendo de un sitio a otro, evitando al vampiro que estaba de copiloto.

La furgoneta empezó a dar bandazos de lado a lado de la calle, y Liza tuvo que reducir para no ser arrollada. Mientras seguía a la furgoneta a escasos metros, vio que estaba perdiendo el control, y cada vez más se acercaba a los edificios de los laterales. Si seguía así, pronto se estrellaría.

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El vampiro aceptó la mano de Grigor, se levantó y miró al espectro con la cara torcida.

- Que abra un coche, claro. No tan rápido, amigo sin huesos. Ahí dentro no has sido de mucha ayuda. Y te he visto salir de la nave junto a los otros dos. Más te vale explicarme qué pasa aquí.- dijo Zorba, con tono amenazante.

-¿Y quién crees que le ha quitado la munición a esa escopeta sagrada.? Si no fuera por mí, estarías desparramado por el suelo del almacén. Además,  Mozorov dijo... no, espera, quiero decir Kutuzov...

Si hubiera podido, Grigor se habría ruborizado. Tal vez el flujo de sangre fantasmal a su rostro invisible fuera lo que hiciese que el vampiro se tensara cada vez más. 

Ay, Dios mío, no dejes que me vea.

—¡Ha perdido la cabeza!— se sorprendió Liza al ver la furgoneta dar volantazos cada vez más peligrosos. Esperar a que se estrelle era una opción, pero dudaba que el hada pudiera sobrevivir al choque.

La corrompida condujo hasta estar tras el furgón, separada de este solo por unos pocos metros, enganchó el primer eslabón de su cadena a la moto y agito el extremo que llevaba el gancho en círculos sobre su cabeza. Si lograba enganchar el parachoques trasero y clavaba los frenos, quizá pudiera frenar parcialmente si no detener del todo al vehículo descontrolado. 

Chuma ya se veía extendido sobre el asfalto como una capa de Nutella sanguinolenta si Liz no conseguía domar su propia moto, pero sabía que ella era capa de eso y de más... Pero como la furgoneta parecía apunto de perder el control y no terminaban de saber a qué se debía, decidió tratar de abrir la puerta trasera por las malas, para ver si así arrojaban luz sobre el asunto, así que se hizo a un lado de Liza y trato de apuntar como buenamente pudo...

- Y una mierda. Estaba con ellos, lo he visto.- la voz no provenía de Zorba, sino de la espalda de Grigor. El fraile se giró para ver al otro vampiro salir de la nave, el que Liza había dejado medio muerto, con graves quemaduras que ahora siseaban cuando la lluvia tocaba su piel. Iba cojeando con dificultad.

Grigor volvió de nuevo la vista a Zorba, pero al hacerlo vio que este se había acercado y, antes de poder reaccionar, lo había cogido del cuello con su garra y alzado del suelo con un solo brazo.

A pesar de saber que le bastaba con volverse incorpóreo de nuevo, Grigor no pudo evitar que el miedo (o un recuerdo de lo que era tener miedo cuando estaba vivo) recorriera su espíritu.

- Maldito fraile mentiroso. Es lo que digo siempre, no puedes fiarte de alguien que lleva hábitos, incluso después de muerto.- dijo Zorba, apretando el cuello de Grigor.- Escúchame bien, meapilas. Ahora mismo vas a hacer lo que Kolya y yo te ordenemos, o si no, me encargaré de que Kutuzov nos haga un caldo con tus huesos, ¿entendido? Para empezar, puedes decirnos dónde vive el hada irlandesa.

Boom!

Después de hacer equilibrismos sobre la moto para desenfundar el arma sin caerse ni desangrarse, Chuma usó la escopeta que le había prestado Liza para descerrajar de un tiro la puerta de la furgoneta, que se abrió de par en par, desestabilizando aún más al vehículo. Allí en el cajón trasero vieron a un vampiro que se cogía como podía a los laterales para no salir disparado, mientras los miraba con rabia, considerando si llegaría de un salto hasta la moto...

Liza por su parte empezaba a balancear sus cadenas... ¿estaría tan loca como para intentar enganchar la furgoneta?

La silueta dibujada por el aguanieve que Zorba sujetaba por el cuello se desvaneció de repente. El vampiro miró su mano, incrédulo y después a su alrededor pero parecía que estaban solos.

-¡Maldito...! ¡Sé cómo encontrarte! 

Cerca de allí, pero a la vez muy lejos, Grigor se alejó por las calles del Moscú Espectral. Sabía que, a pesar de sus bravatas, los vampiros no eran grandes amigos de Kutuzov: seguramente prefiriesen utilizarle contra el mago antes que simplemente causarle daño.

 Enloquecer al piloto, copiloto y hasta a la sanguijuela del asiento de atrás con su pequeño tamaño parecía haber sido la idea más acertada que había tenido el irlandés. Quizás demasiado dado los bruscos movimientos de la furgoneta y la actitud alterada de aquellos dentro, incluido el mismo.

 Necesitaba una oportunidad para escapar, una ruta a seguir que al menos le permitiera la posibilidad de saltar del auto en movimiento, con suerte podría lograr no matarse en el intento.

 Y cuál luz celestial, o infernal en este caso la oportunidad se habría presentado de mano de la motera prendida fuego. No sería ni lento ni perezoso, por lo que buscaría una vez más escabullirse de sus perseguidores para tomar aquella falta de puerta como su medio para saltar hacía su libertad, y a un sitio en aquella motocicleta o de sus compañeros de dónde poder agarrarse con sus patas.

 "Que el par de músculos se den cuenta por amor a todo lo verde"

 Decirles lo que planeaba hacer antes de tiempo resultaba imposible, solo esperaba que aquel par entendieran que si una rata habría saltado de una fuego en movimiento, fuera por algo más que una mala higiene en la misma.

 Solo había habido un fallo en su escape y uno inmenso para alguien como el, haber dejado atrás la piedra que representaba su pertenencia a su corte y claramente, eso acarrearía consecuencias; cuando la adrenalina se esfumarse y le premitiera notarlo.

Después de que Chuma abriera la puerta de un tiro, Liza lanzó su cadena contra el parachoques trasero, enrollándola con precisión. Entonces frenó de golpe, ató bien la cadena a la moto, agarró el manillar con fuerza y plantó los pies. La furgoneta siguió unos metros más, mientras la cadena se iba desenrollando hasta tensarse... y se frenó como si hubiera chocado contra una pared de roca.

El vampiro dentro de la caja de la furgo salió disparado por la inercia hasta chocar contra los asientos delanteros. En esos momentos, una rata saltó del asiento delantero, corrió hacia atrás hasta salir de la furgoneta y recorrió los metros que la separaban de la moto, hasta meterse en una de las alforjas. Ningún animal corriente se hubiese acercado jamás a menos de diez metros de Liza y su moto llameante, así que tanto Liza como Chuma entendieron que se trataba de Pietro (ya lo habían visto hacer aquel truco antes).

Cuando Chuma vio saltar aquel bicho peludo hacia la moto se asustó por medio segundo, aun teniendo muchos de esos de paseo por su refugio secreto, peor algo le dijo que aquella alimaña apestaba a cierto elemento irlandés que les habían arrebatado de las manos. El bicho terminó dentro de una alforja, con tan maa suerte que esta se descolocó, rozándose con el asfalto y amenazando con desprenderse, pero el cazador se las apañó para levantar la saca y colocarla bajo su dolorido peso.

 - Creo que volvemos a estar todos menos la mortaja, que ni tan siquiera sé qué diablos pintaba allí. Pon rumbo al distrito Tagansky, te daré las indicaciones para llegar a un lugar en qle que estaremos seguros, y donde el fantasmón también podrá localizarnos con facilidad, si es que no tiene problemas, ya que alguna vez me siguió allí.- Le coemtó Chuma al humeante cráneo de su compañera, contando los minutos hasta que esta reculase y recuperas su quemado rostro, era mil veces mejor que aquella atrocidad llameante.

Liza condujo hacia un callejón cercano y, una vez segura de que no los seguían, dejó ir sus conexiones infernales. Tanto la moto como su propia cabeza dejaron de llamear, y su piel recobró el tono rosado de antes, ahora casi blanco por el frío. El aroma a llanta quemada se suspendió en el aire unos cuantos segundos más.

Conducir así era más lento, pero así serían solo un par de personas en moto, y no algo que dejaría un imborrable rastro de fuego y testigos. Liza salió por el otro extremo del callejón, y comenzó a seguir las instrucciones de Chuma, esperando que el copiloto no se le desmayara antes de llegar a destino.

—Aguanta, que ya casi estamos.

 El roedor irlandes vio su vida pasar por sus ojos cuando la alforja se desprendio de su sitio, pero para su fortuna, el cazador era lo suficientemente ágil y despierto para notar aquello y ponerlo a resguardo. Aun estaba con su pequeño pecho agitado, pero a salvo por lo menos. 

 No se movería de aquel sitio pues debía concentrarse en mantener su magia activa, de lo contrario traería mas problemas si lo debían llevar en su forma humana, sin su ropa, alguno de los inconvenientes de su magia, pero no es como si le fuera difícil obtener mas ropa, mejor eso a ser un chupito viviente para las sanguijuelas.

A Chuma no le hacía especial gracia el llevar a aquella singular corte a su picadero personal, pero el imperativo de la herida en su costado era del suficiente calibre como para el que le tuviese que bastar el refunfuñar entre dientes para aplacar sus inquietudes.

Mientras miraba de reojo a la rata que asomaba de la alforja donde antes asomaba el cañón de la escopeta de Liz, el cazador indicaba a su dealer armamentística qué callejones seguir, desde Tagansky hasta barrios de peor ralea hasta que le indicó que parase 100 metros más adelante.

El hombre se bajó de la moto como pudo y tomó una llave que escondía bajo su camiseta, colgada de una de esas horribles plaquitas falsas de veteranos de algún ejército extranjero, renqueando camino del portalón de garaje de un edificio de dos plantas en ruinas. Lo abrió e indicó mediante gestos a la motera que podía meter allí su montura.

Una vez que todos estuvieron dentro, Chuma encendió una linterna alógena y los guio, sin dar muchas explicaciones, hasta unas escaleras de caracol que permanecían ocultar bajo un panel de uralita en el fondo de aqul primer piso, donde todo parecía estar o arruinado o quemado. 

El cazador se quedó a la cola para cerrar una puerta de seguridad que había permanecido oculta y siguió a sus compañeros escaleras abajo, hacia una galería subterránea mucho más alta que el propio edificio que habían dejado arriba. Lo más pasmoso de esta zona era que en su centro se encontraba una capilla pagana, cubierta de runas, símbolos, arañazos y líquidos sobre los que sería mejor no elucubrar, cerca de una serie de muebles rescatados de la calle en los que Chuma tenía comida no perecedera, ropa igual de sucia que la que llevaba, un botiquín bien surtido (En el que hizo una parada rápida) y una estructura bastante precaria de barras de hierro en las que se presentaban algunas de sus armas.

- No preguntéis por esa mierda, no tengo ni idea de para qué diablos la usaban. a veces emite luces de colores, como una puñetera discoteca, acompañadas de los gritos más horribles que podáis imaginar, pero nunca me he metido a curiosear y nunca ha salido nada de ahí.

- Puedes recuperar tu forma, leprechaun, aquí estamos a salvo... O eso creo. 

Comentó mientras iba hasta la despensa a coger una botella de vodka de la que comenzó a abrevar sin rebajarla con nada.

- Dame algo para el dolor... Y mierdas de esas. Estoy deseando que venga el polvoriento, a ver si él nos sabe decir qué coño ha sido todo eso de la nave.

Otras cosas que destacaban en aquel lugar eran un grupo de celdas cubiertas con más símbolos arcanos, que hicieron que a Prieto se le erizasen los pelillos de la nuca, escuchando los gritos de mil hadas y monstruos, sin terminar de saber si los escuchaba realmente o solo era su imaginación, y una bonita colección de explosivos de todo tipo que asomaban incrustados por los recovecos más inesperados de aquella madriguera, que claramente se hundirían a nada que Chuma soplase en su dirección.