Partida Rol por web

El salón del edificio principal es muy amplio. Tiene muchas sillas, sofás, mesas y trofeos de caza. A la derecha de la entrada, hay una chimenea apagada. Hay leña acumulada a su lado. Todos los muebles están viejos, deteriorados, y llenos de polvo.

Un extraño olor flota en el aire... una mezcla de pescado podrido, marihuana y el clásico olor a carne que se impregna en las paredes tras cocinar.

Hay tres salidas: una al fondo, en la pared de la izquierda, otra enfrentada, en la pared de la derecha, y una tercera en la pared del fondo. Las tres están abiertas y llevan a distintos pasillos.

El salón:

Visto desde la entrada, la puerta principal está al principio de la alfombra

Visto desde el lateral; la puerta de entrada está a la izquierda, al final de la alfombra.

Alphonse observaba la vasta habitación, un salón bastante completo son su bar y su chimenea, trofeos de caza y cuadros de estampas campestres colgaban por todos los rincones de la enorme sala.

Observó que había tres puertas, y decidió entrar en la que quedaba más a su izquierda, por ser la mas cercana a la entrada, Seguro que esos tipos vendrán corriendo a buscar la siguiente habitación libre. Tendría que darse prisa si quería quedarse con alguna de ellas.

Avanzó por la sala, el suelo crujía bajo sus pies y se acercó a la puerta de la izquierda. Extendió la mano hacia el pomo y lo hizo girar. La puerta se abrió con un crujido.

La puerta daba a un breve pasillo, al final del cual había una sala de juegos. Tenía dos p¡mesas preparadas para jugar al ajedrez, estanterías llenas de antiguos juegos de mesa y un billar destrozado que daba pena de verlo. El suelo estaba cubierto de cascos de botellas de cerveza, la mayor parte rotos. Esa habitación no tenía salidas.

La puerta de la derecha conducía a un pasillo análogo, al final del cual había una biblioteca. Varias estanterías llenas de libros antiguos y polvorientos. Al fondo, una mesa larga con sillas y lámparas de lectura. Esta habitación tampoco tenía salidas.

La peurta del fondo daba a otro pasillo, con cinco salidas. Las dos de los extremos apuntaban a sendas habitaciones. Cada habitación con su cama doble, su mesita de noche y un pequeño aparador como para guardar algo de ropa o pertenencias varias.

Las otras puertas daban a un cuarto de baño, un comedor con dos grandes mesas preparadas para comer, con cubertería fina y cubierta por una increíblemente densa capa de polvo y la última... a una inmensa cocina. Una de las más grandes que podrías haber visto en tu vida. Casi quinientos metros cuadrados de superficie, llena de armarios, fogones, neveras, pilas para lavar platos, una gran mesa para el servicio, superficies de trabajo y una gama de utensilios de cocina de última gama que te hicieron perder el aliento por un segundo.

Cuando El doctor Scotch te ofreció que cocinaras, tu le pediste una serie de condiciones mínimas en tu espacio de trabajo. La cocina que se desplegaba ante tus ojos superaba tus más salvajes sueños. Todo estaba limpio, ordenado, nuevo... el paraíso de un auténtico chef. Las oledas de buen humor y entusiasmo que te inundaron cuando viste la cocina, disiparon por completo tu enfado anterior... Aquí no sólo podías cocinar... aquí podías soñar.

Sin decir nada a nadie, Alphonse colocó toda su ropa en uno de los armarios de una de las habitaciones. Puso algunas pertenencias encima de su cama para que si alguien venia viera que la habitación estaba ocupada.

Ya tengo habitación y no la tengo que compartir con nadie, se dijo a si mismo contentísimo.

Entonces decidió volver a la cocina, empezaría a crear en aquel mismo instante, así pues fue a la cocina y la inspeccionó cajón a cajón, utensilio por utensilio, a la vez iba seleccionando los que le harían falta para preparar el almuerzo, calculó en una hoja de papel las cantidades para todos los que allí comerían, de la inmensa alegria que le producía aquella cocina incluso olvidó al cretino de Thorwood. 

Esta vez, el doctor Scotch parecía haber cumpido con su palabra. Sifones de espuma, flambeadores, cubas para nitrógeno líquido, biberones para salsas, cuchillos de todas las formas posibles, batidoras, escalfadores de huevos, jabones de todo tipo para diferentes olores y suciedades, cantidades industriales de papel de cocina, herramientas de decoración gastronómica, tres cafeteras impresionantes, varillas de repostería, hornos eléctricos y a gas para diferentes cocciones, microondas de tamaño gigante, fuentes, sartenes, cazos, ollas, moldes y blondas de distntas formas y tamaños, picadoras automáticas específicas para cebollas, ajos, carne y verduras varias, cepillos para limpiar setas, máquinas para batir claras a punto de nieve, robots de cocina de todo tipo... Si el cielo existía para un cocinero, estabas dentro. La cocina estaba mejor equipada que la de tu restaurante. Al fondo, la cámara frigorífica. Al lado de su puerta había un montón de cajas apiladas; cognac, alcohol de todo tipo, frutos secos, mucho tabaco y especias de todo el mundo.

Al abrir la puerta de la cámara te diste cuenta de que sólo se abría desde fuera. En su interior, había paquetes de carne, de pescado, de verduras y de frutas. Todo lo necesario para cocinar para once personas durante veinte días, sin necesidad de cortarte a la hora de hacer delicatessen ni de racionar los alimentos. Todo lo que podías imaginar, lo podías cocinar. En el techo de la cámara frigorífica había ganchos para colgar trozos de carne particularmente grandes, pero la carne que tenías ya venía troceada, lista para filetear como desearas.

Picó ajo, cebolla y pimiento, lo mezcló y lo metió en la batidora, creanddo una pasta olorosa. La dejó reposar mientras cortaba el salmón, tendría que ahumarlo... lo untó con la pasta de cebolla y lo metió al horno combi, un horno magnífico. Pensó.

Incluso podré preparar un delicioso postre. En menos de una hora estaba todo casi listo, suponía que todos sus compañeros estarían a punto de llegar al comedor. Si no era así, tendría que salir a llamarlos para comer y alguien debería limpiar esas mesas del comedor cubiertas de polvo.

La puerta de la derecha daba a un breve pasillo, al final del cual había una sala de juegos. Tenía dos mesas preparadas para jugar al ajedrez, estanterías llenas de antiguos juegos de mesa y un billar destrozado que daba pena de verlo. El suelo estaba cubierto de cascos de botellas de cerveza, la mayor parte rotos. Esa habitación no tenía salidas.

La puerta de la derecha conducía a un pasillo análogo, al final del cual había una biblioteca. Varias estanterías llenas de libros antiguos y polvorientos. Al fondo, una mesa larga con sillas y lámparas de lectura. Esta habitación tampoco tenía salidas.

La puerta del fondo daba a otro pasillo, con cinco salidas. Las dos de los extremos apuntaban a sendas habitaciones. Cada habitación con su cama doble, su mesita de noche y un pequeño aparador como para guardar algo de ropa o pertenencias varias.

Las otras puertas daban a un cuarto de baño, un comedor con dos grandes mesas preparadas para comer, con cubertería fina y cubierta por una increíblemente densa capa de polvo y la última... a una inmensa cocina. Una de las más grandes que podrías haber visto en tu vida. Casi quinientos metros cuadrados de superficie, llena de armarios, fogones, neveras, pilas para lavar platos, una gran mesa para el servicio, superficies de trabajo y una gama de utensilios de cocina de última gama.

Es una casa vieja estilo americano no? Si no me equivoco, y por lo que me dijo el especialista, estas casa, suelen tener un fallado escondido, se suele aceder delde una trampilla en alguno de los pasillos, casisiempre es una argolla en el techo y se baja la escalera con una cuerda o algun palo con una punta algo asi... Quiero mirar si hay un fallado, podria ser una buena forma de encontrar herramientas, o alomejor un arma que no interesa que nadie tenga... despues de todo hay multiples trofeos de caza... y no quiero correr pelogro con locos armados...
Pongo una pota grande de agua a herbir, como se que tarda mucho en calentarse... corro a buscar el aceso a una segunda planta o fallado.

Max entró en el salón. Tras un par de vueltas por las habitaciones, encontró la cocina. Ahí se encontró con Roussignon terminando de preparar el almuerzo. Aquí el olor era, al contrario que en el salón, extremadamente agradable; la obra de Roussignon era más que artística en su sencillez.

Salivando de forma casi incontrolable, Max puso una olla de agua a hervir y se fue de la cocina, dando un paseo por la casa.

Tienes que decirme por dónde vas buscando.

El sitio que me parece mas logico, seria en el techo del salon de juegos, o algun pasillo que fuera a dar a las habitaciones.

Por supuesto, has entrado en el edificio principal. Estoy copiando la misma descripción para varios jugadores. Tienes en tres posts toda la primera impresión del edificio principal. Lo escribí originalmente para Alphonse, pero ahora habéis entrado varios.

José Cesar entró en el edificio, siguiendo a Max Thorwood. Paró un momento en el salón, contemplando el estado de deterioro de las instalaciones y el fuerte olor a pescado y marihuana.

El doctor se asomó al salón principal, con un hatillo de ropa bajo el brazo. Allí se encontró con Max y José, que al parecer, estaban conociendo las instalaciones principales del lugar.

-Max, José ¿habéis logrado instalaros a gusto?

Sonriendo amistosamente se acercó a los dos hombres.

-Estaba por tomar una ducha, pero antes quería ver al buen cocinero pues me pareció que ya había actividad en la cocina.

Luego dirigió su mirada al salón y la misma se ensombreció un instante.

-Al parecer, las cabañas no son lo único que necesitan un poco de cuidado. Parece que tendremos unas buenas jornadas de actividad grupal en estos quince días.

Nuevamente sonreía. A pesar de todo, su buen humor aún no se veía empañado por los inconvenientes que venían sufriendo hasta ahora.

Si Doctor, ahoramismo, iva a prepararme algo de comer, aunque me tienta mucho provar lo que esta cocinando nuestro compañero, quizas luego me anime a provar un poco.

Mira el paquete de ropa que lleva bajo el brazo
Despues de comer, creo que me pondre a limpiar un poco y luego una ducha no es mala idea.