Partida Rol por web

-Necesito que le digas esto exactamente a Wu Gao, memorizalo bien: "Xie, Xie" y lo acompañas con una botella de lo que más le guste beber, me dices lo que cuesta y te hago la transferencia-

Colgó, no estaba para zarandajas con ese idiota. Regresó a su conversación con Jonas, lo que acababa de hacer merecía una explicación -Gracias pero no las merece... mi madre es...era la culpable de cuanto está pasando. Una perra que se encamaba con todo bicho viviente incluidos los Wu, seguramente como mi padre la dejó fuera del testamento ya no les era útil y se la han quitado de en medio- suspiró tamborileando los dedos en la mesa, no le hacía ni puta gracia tener que ir ella a instalaciones policiales, bien sabía que les goteaba el colmillo deseando echarle el guante -Pues... tengo que ir al anatómico forense... sabes donde es?- tenía el coche en la quinta puñeta e iban a perder mucho tiempo llendo a por él osea que o le acercaba alguien o tocaba taxi

La oficina del forense tenía, desde hace años, unas nuevas instalaciones. San Fierro es tan "light" en materia policial que el forense se llamaba "examinador" (de cuerpos). Era curioso como un cuerpo de policía trataba de calmar las suspicacias de una ciudadanía compuesta mayoritariamente por gente de izquierdas, libertarios y una comunidad gay, trans y lesbiana fortísima, mediante un lavado de cara y cuestiones de tipo semántico.

Quint la dejó en un embarcadero cercano, en aquel barrio, la zona oeste de la ciudad. Desde allí solo había un paseo de quince minutos, o una combinación complicada de autobús. El metro era en su mayor parte circular, y tardabas lo mismo caminando desde la orilla del agua que saliendo desde la boca más cercana.

Más que un forense parecía una tienda de muebles pija, tan cuqui con su parterre en la entrada con flores. Algunos policías merodeando por la zona, gente particular que entraba y salía, y otros con uniforme de médico (esos uniformes verdes de camiseta de manga corta que resultaban tan monótonos). Preguntó por el cadáver de su madre en recepción, y le indicaron que permaneciera en la sala de espera.

Al cabo de un buen rato, como diez minutos, llegó una señora con bata de médico y una de esas acreditaciones de clip con pase de seguridad. Le llamó la atención lo bien cuidadas que tenía las uñas, a pesar de su trabajo, y el pelo tan bonito. Venía acompañada de un agente de policía de rostro serio, que iba de uniforme. Le llamó la atención la cantidad de condecoraciones y divisas que llevaba en la solapa del uniforme. Una le sonaba de su estancia en el ejército surcoreano, de sus aliados americanos. Era una medalla de reconocimiento por ganar un campeonato de excelencia en el tiro con armas de fuego.

-¿La señorita Choi? Soy la doctora Hunt, y éste es el inspector Ludlow, encargado del expediente del asesinato de su padre, ahora también de éste caso. Primero, mis condolencias...

Sonrió brevemente.

-Deseamos comunicarle que ya está disponible para su recogida y entierro el cuerpo de su difunto padre. Pueden enviar a los servicios funerarios cuando lo estimen oportuno, pero recomendamos que sea en las próximas 48 horas, por motivos de conservación del cuerpo.

Hizo una seña para que la acompañara.

-Venga por aquí. Le aviso que puede ser un shock. El cuerpo de su madre se encuentra en un estado tal que... que es necesaria la identificación por parte de un familiar. También nos gustaría tomarle una muestra de ADN, para cotejarlo.

Aquello tenía mas truco que una convención de magos.
Queen era perfectamente consciente de la que se le venía encima, de ahí su movimiento con Gao (a ver si eso le hacía ganar la “simpatía”, por llamarlo de algún modo, del príncipe dragón) y que procediera a poner sobre aviso a todo Cristo, a su tío, a su hermano, al taller y, por más que le doliera preocuparle, a Golan. Había sopesado seriamente la situación, no habían llamado ni a tío Gun ni a su hermano, eso fue lo que le hizo desconfíar, además bien pensado, a sabiendas de que era una encerrona, mejor que fuera ella, a su hermano lo harían fosfato en  segundos y si pillaban a Gun los jodían a todos pero bien. Se sintió un poco “Jesucristo” en ese momento. Respiró hondo antes de entrar.
Encima le hicieron esperar “Hijos de puta” la estarían observando o la querrían poner nerviosa, en cualquier caso estaba sensible y cabizbaja, atenta, pero jodida “Papá está aquí…”.

Por fin apareció la forense, que parecía recién salida de “Praga”* y no del depósito, acompañada de un agente con mirada de estar muerto por dentro “y encima buen tirador…”, todas las alertas de Queen se dispararon, tuvo la certeza de que era el típico agente sin alma que hace el trabajo sucio dejando la placa en casa. Blanco y en botella “El doberman de Hooker”. Le tendió la mano para estrechársela sosteniéndole la mirada. Joder, ese tío… era la pena personificada y ella estaba ternica…
Escuchó a la doctora con los labios arrugados, oir hablar de su padre la estremeció y de repente empezó a sentir frío, se frotó un brazo asintiendo compungida –Avisaré a mi hermano, él…- tragó saliva –él es el encargado de organizarlo todo…-
Frunció el entrecejo con los datos preparatorios sobre su madre ¿Si estaba tan mal como podría identificarla? Le pareció una excusa para atraerla paupérrima pero en fin, había que seguir la mascarada, con suerte podría hacer una de sus maniobras como con Gao.

Bajaron a la planta inferior usando el ascensor. El policía y la forense no parecían tener las mejores relaciones del mundo mundial, por que entre ellos reinaba el silencio. Llegaron al depósito de cadáveres, que siendo un condado tan grande y poblado, era grande (ocupaba toda la planta) y constaba de varios módulos con una sala de disecciones por cada uno de ellos.

El olor dulzón de la putrefacción se mezclaba con el frío que emanaba de aquellos armarios/nevera. Era todo muy impersonal, descarnado. Una puerta de chapa con un número, que se abría con un tirador, y una camilla dentro con unos rieles para que se pudiera correr hacia afuera. Nicho nº47.

Corrió la camilla hasta que se podía examinar el rostro. El cadáver estaba contraído en una postura muy fea, adivinada aún debajo de la sábana. La doctora lo explicó.

-Hemos establecido una identificación parcial a través de un molde dental, según el antiguo registro dental de inmigración. La huella dactilar del pulgar derecho es idéntica. No obstante, debo prevenirla. La víctima cayó desde una gran altura en una zona caliza, fracturándose varios miembros en la caída, entre ellos ambas tibias y el hueso radio del brazo izquierdo. Calculamos que pasó unas cuarenta y ocho horas expuesta a los elementos y la fauna salvaje.

Parpadeó.

-Creemos que un coyote se dedicó a comerse éstos restos. La piel de la cara está retirada casi en su totalidad, haciendo difícil la identificación por fotografía. También fue eviscerada y perdió el brazo izquierdo a la altura del codo. En fin...

No dijo nada sobre la causa de la muerte, eso le llamó la atención. El policía parecía estar atento a ella, a sus reacciones.

-En fin. ¿Da su consentimiento para la prueba de ADN? Con ella tendríamos un 99% de certeza en la identificación del cuerpo.

El silencio, el ambiente, el olor, el frío... estaban bajando al infierno, todo en ese lugar le ponía los pelos de punta y eso que no era una persona aprensiva, pero pensar que todas esas puertas, decenas y decenas, había cadáveres con a saber que historia detrás, helados, rígidos y despiezados, hurgados en sus entrañas, deshonrados, con un simple número por nombre y entre todos ellos su padre, allí tan solo...
Cada vez estaba más blanca y con los ojos más rojos, cuando llegaron al armario correspondiente el corazón se le iba a salir del pecho, apretó los puños cuando la doctora retiró la sábana de lo que una vez fue una cara, la cara de su madre. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos horrorizados, se llevó una mano a la boca, temblaba. Por un segundo pareció que aquellas cuencas vacías la atrapaban, retrocedió un paso y tropezó con una camilla cercana a la que se agarró. Retiró la vista.
"Karma" bombardeaba su cerebro, parecía un castigo budista a la vanidad y el egoísmo, descarnada y abandonada ¿Que le pasaría a ella que tantos muertos llevaba a la espalda?...
De pronto le vino una arcada (mariscada para 4 y olor a muerto, no digo más) que intentó contener, apretó el estómago cruzando los brazos.
A ver quien era el bonico que aguantaba el tipo delante de semejante estampa (aparte de la forense y el poli zombi claro), le palpitaban las sienes -Perdón... ¿De que ha muerto?- sollozó de espaldas -no me lo ha dicho...- sacó un kleenex de un bolsillo y se sonó la nariz, necesitaría agua para quitarse el escozor y el mal sabor - creo que es ella pero...- no había huevos de quedarse mirando un rato para fijarse en los detalles -... no llevaba nada con ella? No, se, su bolso, sus cosas...- 

Era un cabrón astuto. Por eso, cuando hizo la pregunta sobre la causa de la muerte, se adelantó a lo que pudiera decir la petarda de la forense. La típica gilipollas con la crisis de los cuarenta, que se las daba de estupenda. Prefería trabajar con otros médicos, pero ésta no ponía muchas pegas si el departamento le pagaba sus caprichos en pagos B, en su sobrecillo, durante cafecitos y charlas intrascendentes.

-Alguien le disparó en la cabeza, justo como a su padre -en eso fue sincero- Mismo tipo de arma y calibre. No hemos encontrado el casquillo. Parece que es obra del mismo asesino, posiblemente un pistolero contratado por los enemigos de su familia.

Eso la dejó de piedra. ¿La poli se lavaba las manos?, ¿que ganaba él con enunciar algo que era estrictamente cierto? Quizá detrás de sus modos de asesino se escondía un poli que seguía creyendo en que lo que hacía era justo. Que estaba sacando la basura de la sociedad. Lo malo era que, al parecer, su familia formaba parte de esa "basura". Y eso ya no le gustaba una mierda.

Se le veía mala cara. Tenía temple, por que cualquiera hubiera vomitado.

-El servicio forestal y la policía del estado no encontraron sus efectos personales. Por eso la hemos llamado, obviamente. Lo único que hemos encontrado es un dispositivo intrauterino y restos de semen que hemos analizado. Posiblemente no tengan conexión con el asesinato, pues no parece un crimen pasional.

Parpadeó, tratando de no ser demasiado inflexible. Pero debía mantener su fachada profesional.

-Si pudiera usted confirmar que es el cadáver de su madre, tendría un 100% de validez a efectos jurídicos.

Ella parecía no compartir aquella opinión tan arcaica, no en casos como aquel.

-Haga memoria. ¿Tenía alguna característica física particular, un antojo, berruga, tatuaje o similar?

-Osea que ya no es un robo como dijeron en un principio...- "osea que..." la cara de sorpresa le vino muy bien para apoyar la frase "el matón de esa noche..." su cerebro hacía cábalas rapidamente. Aún estaba apoyada en la camilla y giraba la cabeza para hablarles procurando evitar la visión del cadaver. Lo del semen la dejó en silencio, apretó los ojos -esa persona... con quien fuera que se acostara...- inspiró, tenía la nariz un poco taponada -puede que fuera la última que la vio...- la miró con cara de ¿En serio? Claro que la tía se veía más untada que un bollo con mantequilla -puede que fuera un secuestro que salio mal, que la violara...- había que mantener la charada -¿Lo han cotejado?- se peinó el pelo hacia atrás intentando despejarse. Tenía narices... seguramente Raúl supiera mejor de las marcas que pudiera tener su madre, hizo memoria -ella... tenía una cicatriz en la espalda, muy antigua, de joven se escurrió en una piscina y se clavó un escalón, siempre se quejaba mucho porque cicatrizaba en queloide y por eso no podía ponerse vestidos con la espalda al aire, era muy vanidosa...- soltó aire como si fuera una especie de sonrisa melancólica en plan "No somos nada" -hace casi un mes se esquinzó el tobillo derecho, le pusieron una férula, no se si eso se notará o algo...- 

Lo que le dijo la dejó pensativa. Así que trató de poner el cadáver de lado mientras le contestaba.

-El ADN del semen ha sido entregado a la policía. Pero puede que no se pueda cotejar con nada, ya que una mínima parte de la población está dentro de ese registro. Con suerte, si es alguien con antecedentes... -miró al agente- Ayúdeme.

El poli la ayudo a inclinar el cadáver. Ella sacó una pequeña linterna de bolsillo y analizó la espalda el busca de la famosa cicatriz, que halló rápidamente.

-Efectivamente, una cicatriz queloide de aspecto antiguo.

Buscó en un archivador cercano, las radiografías que habían hecho al cadáver, especialmente la de la zona del tren inferior, por las roturas de los fémures durante la caída.

-Y aquí hay muestras de un antiguo esguince, con una desviación ósea típica. Si.

Guardó el documento y volvió a dejar el cadáver como estaba, mirándola con una pequeña sonrisa, muy fugaz.

-Mi opinión como profesional es que en vista de las evidencias señaladas, la difunta es efectivamente su madre. ¿Lo suscribe?

Tenía que firmar unos papeles reconociendo el cadáver, que el poli tenía a mano. Previsor.

Asintió lanzando una mirada lastimera con la que, por el rabillo del ojo, atisbó la silueta del cuerpo. Ojeó los papeles por encima (no fuera que le hicieran alguna treta como colarle una confesión falsa o alguna mierda de esas), efectivamente eran un dossier de autopsia, firmó con un trazo rápido sin siquiera apoyar la mano sobre el folio.
-Doctora... puedo ver a mi padre?- dijo extendiendo la carpeta aún con los ojos y la nariz enrojecidos

Firmados los papeles y reconocido el cadáver, quedaba decidir a la familia que hacer con los restos. Se cumplirían los plazos legales y todo eso. Pero tendría que consultarlo con la familia. No era una decisión que pudiera tomar sola. 

-Por supuesto -dijo, cerrando la nevera.

La acompañó hasta una sala contigua. Refrigerador 74. Lo abrió, sacó la camilla y dejó que ella misma se acercara y lo mirara. A diferencia del cadáver de su madre, éste si estaba entero y era reconocible. Solo un orificio de bala y la parte trasera del cráneo rota. Pero el resto era él. Su padre, frío, con la piel entumecida, muerto.

La doctora notó que ella tenía mucho más apego por éste familiar que por el otro. Y el policía se dió cuenta también.

-¿Desea que la dejemos un rato a solas?

No hubiera echo falta retirar la sábana ella solo quería cogerle de la mano y decirle "Ya estoy aquí papá, ya no vas a estar solo", los coreanos para las cuestiones de los muertos son muy peculiares.
Bajó la vista y efectivamente le tomó la mano, como lo hizo aquel jueves que volvieron al parque de atracciones y comieron helado, como cuando era niña y él le parecía enorme como un gigante, su superpapá, su protector... así permaneció un momento, los labios no respondían correctamente como para responder. Inspiró y exhaló fuerte para poder hablar -No seré tan estúpida ni hipócrita de fingir... delante de ustedes. Mi madre es la causa de todos los males de esta familia, no nos quería y se ganó a pulso nuestra antipatía- miró a su padre -pero esto...- empezaba a fallarle la voz -esto...- señaló con la otra mano en la dirección donde reposaba su madre -esto no es lo que queríamos nadie- eso era tecnicamente cierto, palabras elegidas a conciencia -¿Que le voy a decir a mi hermano pequeño cuando me pregunte?- se le despeñaban unos lagrimones como puños, se pinzó el puente de la nariz, hubo un silencio -me dejan un momento por favor?-
Esperó que salieran, no se irían muy lejos pero al menos no los tendría allí como dos pasmarotes morbosos. Se inclinó para besarle en la mejilla y acariciarle el pelo -tengo tanto que contarte...- y sin soltarle mano se sentó en el suelo hinchandose a llorar balbuciento entre sollozos.

La situación estaba tensa pero la caballería estaba a punto de entrar. El personal había salido corriendo también, pues no les había dicho nada de mi plan. Estaba solo y necesitaba ganar unos segundos muy valiosos. 

Los individuos no parecían dispuestos a irse y, antes de lo que esperaba, se pusieron agresivos.

- Señores clientes. - dije enseñándoles las palmas de mis manos en alto - Deberían abandonar el local lo antes posible. Si no evacuan pueden acabar heridos.

Si hacerme el tonto no funcionaba probaría otra cosa, pero por ahora había que ganar tiempo. Tenía un poco los huevos de corbata pero intentaba que no se notara y estaba preparado para saltar tras el mostrador si se ponían violentos.

Pasó un buen rato allí sola. Quizá la miraban, o quizá no. Pero justamente cuando empezó a tranquilizarse, o al menos a no llorar tanto, vió su figura, de pie, mirándola con fijeza. Pensaba en qué hacer con ella, con las manos en los bolsillos. Pensaba en si era mejor matar a un líder mafioso para otro mucho peor mantuviera su poder en la ciudad. Aquella era la parte de su trabajo que no le gustaba. Podía entender que matar a un traficante o a alguien poderoso del submundo criminal, había que cruzar la línea de la legalidad y dejar claro a la escoria, aún mediante "trucos procesales", que no escaparían sin castigo.

Había investigado sobre ella, por que ese era su trabajo. Eran sus órdenes. Sabía que posiblemente uno de sus cómplices fuera el hijastro de su tío, que salía en las grabaciones de video del restaurante el día del asesinato de su padre. Pero aquello le parecía, simplemente, una venganza por la pérdida de un ser querido. Una escalada de tensión que había llevado a lo personal.

Él sabía mucho acerca de lo personal. Acerca del círculo de destrucción que comportaba la venganza. Un círculo que nos afecta a nosotros, nos convierte en peores personas. Un círculo que no podía detenerse.

Y sin embargo, no simpatizaba con la clientela política del capitán. Entre Guatemala y Guatepeor, le parecía que los Wu eran peligrosos, sanguinarios y sedientos de poder. Pero él solo era un mandado. No podía tocar a los grandes. Ella si podía, y de hecho formaba parte de su cruzada. Por eso la miró, calibrando bien si todo aquello era una exageración, o ciertamente quería a su padre y estaba vengando su muerte.

-Quiero garantías -dijo, de repente.

Hizo una pausa, hasta que ella le miró sin entender.

-La espiral de violencia debe acabar cuando finalice la guerra contra los Wu. De otro modo, seré yo mismo quien termine con vosotros.

Parpadeó.

-Y necesito garantías de que mi jefe será apartado de la división. Hasta entonces, no puedo hacer auténtica justicia. Solo permitir que te marches por donde has venido, y darte un nombre: Chev Parker. Esa es la mano que apretó el gatillo.

Sacó un chicle, pues había dejado de fumar, y lo comenzó a masticar.

-¿Puedo tener garantías por tu parte?

La alternativa, estaba claro cual era. Y él tenía las de ganar, por que estaba en un sitio lleno de polis, y con un arma en la cartuchera.

No tenían intención de marcharse. Más bien parecían dispuestos a pegarle una paliza, o matarle en último término. Pero antes, tenían ganas de divertirse. Como no le vió ningún arma de fuego encima, se acercó a una distancia imprudente, con la pistola en la mano, todavía con el seguro puesto.

-¿De que vas, gilipollas? Sabemos que eres un choi. De ésta no sales, pero antes nos vamos a divertir contigo.

Dicho ésto, trató de darle un culatazo en la cara.

Como heraldo de la muerte desde luego el tío hacía bien su trabajo, esa silueta oscura, inexpresiva, triste y quieta recortada sobre los azulejos blancos, el acero y la luz aséptica de la morgue. Por Dios! Ese tío estaba más muerto que todos los cadáveres juntos de aquel lugar.

Queen era muy consciente de que estaba en un punto de no retorno ”Vaya sitio para morir…” Ladlow no podía haber elegido mejor… Ya se veía con los sesos desparramados y la sangre colándose por el sumidero del suelo. Le miró esperando agarrando con fuerza la mano del cadaver, se limpió las mejillas y decidió jugar su carta maestra. Por sus muertos que no acababa ahí, no, de ninguna manera. Iba a abrir la boca cuando lo hizo el propio Ladlow dejándola realmente extrañada. “¡¿Qué?!”
Besó la mano de su padre y la colocó cuidadosamente sobre la camilla sin levantarse del suelo. El policía acababa de confirmarle lo que sospechaba, había perdido a alguien sumiéndole en una espiral de mierda tal que lo consumió, pero aún tenía un alma, o eso parecía. Otro como Mike, tan acostumbrado a la basura que no sabe llevar una vida normal.
Tardó en responder, sopesando que decir y con que palabras, se agarró las piernas cruzadas estilo loto, exhaló -¿Garantías?...- sonrió irónica -El último día que vi a mi padre le conté que había conocido a alguien, una persona honrada, trabajadora y de buen corazón- tenía la voz cascada por la llantera –quería que nos diera su bendición. Nos vamos a casar… y queremos tener niños…- se sonrojó -y eso no es compatible con una vida de crimen y destrucción. Ahí está mi madre para confirmarlo… Mi padre nos trajo a América para llevar una vida honesta, se lo prometí. No estudié administración para pasarme la vida pegando tiros- se llevó la mano al pecho –Acabaré con esta guerra, te doy mi palabra, es todo lo que tengo- apoyó las manos en el suelo incorporándose, cubrió cariñosamente el cuerpo con la sábana, como si le arropara. Ya en pie, sin apartarse de la camilla volvió a mirarle –Chev Parker… creo que se quien es ¿Es el matón que va siempre con Gao, verdad?- chasqueó entre dientes –Sobre tu jefe… Torres más altas han caído, y junto a los Wu caerán muchos más- besó sobre la tela la frente de Jon Hoo –hasta luego papá…- susurró.
Avanzó hacia el hombre triste y le extendió la mano para estrecharla de nuevo y cerrar el trato -¿Confiará en mi entonces?- su gesto era firme pero amable a la vez, joder el tío le daba tanta pena que le entraban ganas de darle un abrazo y acunarlo –dicho esto… me acepta un café y un donut?- parpadeó de ese modo tan suyo ¿Qué mejor manera de demostrar buena voluntad? Queen style.

Estrechó su mano, aunque siempre albergaba ciertas reservas. La experiencia le demostraba que los tratos con delincuentes eran una paz poco duradera. Sin embargo, esperaba que ella, al no ser una delicuente habitual, tuviera un poquito más de palabra que sus congéneres "profesionales".

-Me temo que debo declinar la oferta. No deben vernos juntos en esa tesitura, y estoy de uniforme.

De hecho, ya estaba contradiciendo las órdenes del jefe, al no llevarla a algún descampado y meterle otro tiro entre ceja y ceja. Ese era uno de los motivos por los que pagaba a los forenses. Esa visita suya no había ocurrido "oficialmente", y por lo tanto, no tenía que justificarla ante el jefe.

-Si, es él -dijo, entregándole una sencilla tarjeta gratuita con su nombre y su número de móvil y extensión del despacho- Mantén el contacto, por que cuanto más avance ésta venganza, más problemas tendrás con la justicia.

Se marchaba. No le dijo donde encontrar al tal Chev. Tendría que usar a sus contactos en el mundo criminal. Posiblemente, Lester supiera como contactarle.

-Ten cuidado ahí fuera. Espero no volver a verte, no antes de que se solucione el principal obstáculo. Si no, tendré que cumplir con mi deber.

Y la dejó sola en la sala de la morgue.

Estaba en lo correcto pero bien podían haberse ido al bar de Otis, en fin… ¿Qué clase policía rechaza un donut? De verdad que el personaje le daba mucho sentimiento y la dejó con mal sabor de boca. No obstante… lo que acababa de pasar no era moco de pavo, le había perdonado la vida, sin exagerar… el tipo se fue dejándola allí sola. Lo pillaba, allí no había pasado nada “Reunión? ¿Qué reunión?”. Se asomó al pasillo y antes de que se metiera en el ascensor solo le dio tiempo de decir -Gracias…- el café quedaba pendiente, él había escuchado sus mierdas sentimentales y era justo darle la oportunidad de réplica.
De pronto el estómago le dio un latigazo, la bilis subió y vomitó la mariscada al completo. Gracias a Buda le dio tiempo de llegar al fregadero donde se limpian los forenses así que se fue todo por la tragona del lavabo. No estaba acostumbrada a potar de esa manera, le temblaron las piernas e incluso notó una bajada de azúcar que le hizo apoyar el trasero en una banqueta de plástico. Con la cabeza apoyada en una mano aun mirando el lavabo se quedó un momento digiriendo lo sucedido. “Joder…” Acabó tumbándose con las piernas en alto, le pitaban los oídos. Después de respirar hondo un rato le volvieron las fuerzas.Hizo gárgaras con agua del grifo y se refrescó la cara.
Miró hacia atrás un momento a modo de despedida y salió de allí pitando, empezaba a metérsele el frío en los huesos.
La luz del sol la cegó al salir pero agradeció el calor, no se detuvo, se alejó del lugar tapándose el pelo con la gorra “por si las flies” en busca de un sitio donde pillar un cafetazo calentito y echar algo a la tripa. Mientras caminaba guassupeaba a todo el mundo anunciando que seguía viva incluyendo un mensaje para Raúl:
-Si t tirast a mi madre l otro día stas jodido
-La tienn n la morgue
-Con rests d semen
-...