Partida Rol por web

El recién llegado, el tal Aimirgin Fay asiente mientras parece intentar memorizar los nombres y títulos que le han dado. Luego, comienza a hablar. -A medianoche vióse destello de luz deste puesto del Bifrost, enviáronse a los Eiherher e allí fuéredeis allados cerca del puesto, tiempo ha destruido por la Sierpe. Portábais el signo de la Sierpe en las vuestras prendas.- señala a uno de vosotros, vestido aún con harapos de la ropa del soldado nazi, y en concreto el símbolo que usan los miembros de la Ahnenerbe, una serpiente mordiéndose la cola. -Vuestros motivos no satisficieron a Abjörn e os otorga la merced de repetirlos ahora. No conoscen desta Noruega que nombrareis ni de la Inglatera. No pareceisme del sur, mas nada hay al norte de donde pudiéraeis venir. Ni de las tierras de los muertos que levantáronse contra las tierras del oeste, Asgard, Fay-le-Galatia e Albión.-

Las tierras de los muertos... Increible. Esto ya roza la locura absoluta. ¿Estamos en una novela pulp o es impresión mia?

-Estas ropas son botín de batalla. Las mías estaban destrozadas, y el frío aquí es cortante cual cuchilla.
Provengo de Albión, de una zona llamada Inglaterra, pero hace muchas lunas que no estoy allí. ¿Tendría a bien contarme qué ha pasado? El tiempo se hace eterno lejos de casa, y me gustaría conocer las nuevas de mi tierra.

Hilda solo podía pensar en la palabra Einherjer... como podía ser? Ella había escuchado esa palabra, eran gurreros.

De repente, los ojos de Hilda se abrieron de par en par, ahora lo recordaba! De la mitología, los Einhejer eran los guerreros muertos que estaban en el valhalla y descendían a la Miðgarð cuando comenzaba el ... -Ragnarøkkr!- dijo en voz alta Hilda sin percatarse.

Luego, observando al... elfo dijo -Ellos están aquí porque ha comenzado el Ragnarøkkr- no podía creer lo que estaba diciendo. Esas cosas eran verdad? El Asbrú, el elfo, los Einherjers... todo era demasiado.

-Debe ser el Delirium Tremens...- Comentó para si mismo el irlandés, que miraba a propios y extraños con la misma incredulidad en los ojos. -Hace mucho que no bebo, tiene que ser eso...

- ¿Del qué? - dijo Thrud visceralmente - ¿Del Bifrost?

Entonces... entonces...

La noruega no daba crédito a lo que acababa de escuchar. Se dio vuelta hacia los ingleses, y el resto de los noruegos.

- Hemos cruzado - les dijo, tan seria como si fuera una piedra - No sé cómo lo han hecho los nazis, hemos cruzado del mundo de los hombres a la morada de los dioses. O estamos en el medio de los dos reinos, bajo la mirada de Heimdall. Esto no puede ser el Midgard, Hilda... no puede ser. Estoy confundida. Ha nombrado sitios conocidos, pero, Asgard...

Giró lentamente hacia el... lo que fuera. Venía de las mismas tierras que los ingleses, ¿no? ¿Galatia? Le sonaba de algo, pero de algo... conocido, histórico, extranjero, para lo que nunca había tenido ni demasiada atención ni demasiada memoria.

Gladstone abrió los ojos desmesuradamente.

-¿Que qué?¿Estamos en el Ragnarok...ragna...como diablos se diga?- algo entendía del noruego, pero hablar el antiguo ya era demasiado.-¿El fin del mundo y esas cosas?¿Dónde hasta los dioses mueren?
Venga, no me jodais. Decidme que es broma y pellizcadme paraquedespierte.

Involuntariamente, al escuchar lo del Ragnarok, se llevó la mano a donde debía estar su cartuchera con la pistola reglamentaria.

-Malditos nazis.- musitó.

-Parésceme entender alguna cosa de lo que decís. El Ragnarok es leyenda antigua e conoscida entre los hombres de Asgard. Mientan una suerte de profecías tales que el mundo habría de acabarse e así creen que algunas hubiéranse ya cumplido. La mi tierra, que aquí conocen por el nombre de Alfheim ha sido ocupada por las huestes de Nidavellir. Sidhe e Asgard han quedado así separados e temen sus próceres que Jotunheim hubiérase unido a la guerra e no del nuestro bando. Mas si de verdad estos nombres no conosciéreis, si de verdad hubiérais venido por través del Bifrost, pudiera ser que las leyendas que de Midgard se cuentan fuesen ciertas e que en verdad hubo un tiempo en que entre nuestro mundo e el vuestro caminasen Heimdall e otros poderosos seres. Mas esperad un tanto.-

Tras estas palabras, se vuelve a los que le acompañan y traduce al menos parte de vuestra conversación o eso creéis, ya que hablan un sonoro y cantarín lenguaje que ninguno entiende. Parece pedirles algo y ellos asienten.

-Al cabo estos son los tiempos en que habéis llegado. Erik El Traidor e líder de los Loke acecha para derrocar al Odín, Rurik Corazón de Roble. La vuestra llegada pudiera anunciar algo peor, e quizá una profecía más hubiera de cumplirse. Ahora os apremia demostrar que no sois enemigos nuestros traídos por Erik desde más allá del Bifrost. E facer las preguntas que os pudiésemos responder.-

Intentaba comprender lo que este hombre decía, pero todo era a medias. Pero había entendido seguro que ellos querían que nosotros hiciéramos preguntas. -Usted dijo Asgard verdad? Ahora mismo donde estamos? Estamos en Asgard?-

-Bien, deseais comprobar que no somos enemigos. ¿Os sirve para ello saber que no tenemos ni idea de lo que hablais?¿O acaso preferís alguna otra demostración? Venimos de un sitio, lejos de aquí en tiempo y espacio, donde vuestras mayores fantasías se verían colmada. Armas que matan a gran distancia entre un gran estallido, vehículos que no necesitan animales para moverse, máquinas parlantes que muestran cualquier parte del mundo, por alejada que esté... Y una gran guerra donde unos luchamos por la libertad y la vida y otros luchan para aniquilar una raza.

Preguntemos pues para satisfacer dudas. ¿Dónde estamos exactamente?¿Qué sabeis sobre aquellos que llevan este emblema?- con la mano cogió la serpiente y se la mostró a la concurrencia.- Os recuerdo que ya maté a uno de ellos, que son vuestros enemigos tanto como los nuestros.

A simple vista se notaba que las ropas que llevaba no eran de su talla, que el uniforme no era suyo.

Aimirgin escucha tanto la breve pregunta como el discurso apasionado sin inmutarse, sereno. Luego, responde con el mismo tono calmo.

-A fe que lo que habéis facido e dicho aquí en mucho os libera de la sospecha. Sí, estáis en el país que llaman de Asgard, al norte del nuestro continente. Han aquí leyendas e medias verdades que hablan del país de Midgard, más allá de donde al mundo se da término, donde aquestas maravillas de que habláis tienen lugar. La leyenda diz que en tiempos antañones del primer Odín, uno de sus más fieles vasallos, Heimdall, de quien toman apellido los guerreros desta aldea, vigilaba la costa que hay del otro lado destas montañas. E que la mesma guerra que entonces hubiere e que diese principio al fin del mundo e de Asgard, pudiera reproducirse si ciertos signos se diesen de nuevo. Mas de todas estas cosas poco sé yo, que soy hombre de armas, e menos aún los Heimdall o estos Einherjer a los que acompaño. Todo esto que me decís yo lo compartiré con aquestos vuestros anfitriones e pronto os haré llegar la respuesta. Ahora descansad un tanto, que veré de que se os permita acompañarnos en la cena e el sueño de la casa grande.-

Diciendo esto, se vuelve hacia los otros dos y les dice algo en ese idioma que ninguno conocéis, a lo que los tres se vuelven de inmediato para abandonar la estancia por donde entraron. Os dejan solos en la oscuridad de nuevo.

Se quedaron en completo silencio y sumidos en la oscuridad cuando los tres extraños hombres se marcharon por la puerta. Fue Liam quién rompió ese silencio.

-Acabo de tener un sueño extrañísimo...

Para el irlandés todo aquello solo tenía una explicación: se estaba volviendo loco. Tal vez fuera la falta de alcohol en su sangre que le hacía ver visiones. Decían que los afectados por el delirium tremens acababan viendo un elefante rosa en sus alucinaciones, tal vez él viera... tíos extraños. O tal vez a la falta de sueño, ¿cuándo había dormido por última vez? ¿Se acababa de despertar? Tenía que ser eso. No había entendido ni una palabra de lo que decía aquel hombre extraño de orejas picudas.

Thrud se había quedado callada. Suyo no era el don de palabra, y frente a ello, y ante la sensación de que de palabras dependían sus vidas, se había replegado para dejar espacio a quienes de elocuencia supiesen lo que ella de Escandinavia. Porque lo que estaba escuchando... Comenzaba a comprender que no era exactamente lo que había pensado. Era otra cosa, y no podía decir que fuera menos extraña. ¿Le habría entendido bien? ¿Era como... otro mundo? ¿Como un doble del mundo de verdad? Su padre siempre le había dicho que las mitologías cogían raíces de la realidad. ¿Sería que los vikingos habrían hecho fe de aquella realidad, y que aquellos hombres habían hecho fe de lo mismo, sin saberlo?

Seguía callada cuando fueron dejados en soledad, y cuando Liam despertó, o algo, diciendo lo que decía. Finalmente, la noruega mueve la cabeza.

- ¿Cómo es que los nazis han llegado al conocimiento de todo esto? ¿Qué diablos estaban haciendo en la planta de agua pesada?

Para Fiske aquello no tenia ningun sentido. Todo se habia ido por el mismo desague que por el pequeño charco de agua nazi que habia atravesado hasta llegar a este lugar. Quiza los ingenieron alemanes habian logrado encontrar algun tipo de mecanismo para desplazarse pero fuese como fuera aquello no parecia estar bien, ni su mundo, ni sus palabras, ni nada a su alrededor concordaba mas alla de la pura fantasi que podia haber escuchado de niño.

Jugueteo un momento con sus manos entre las ropas que aun le cubrian. Era un afortunado pero estaba claro que tendria que hacer gala de toda su inteligencia para poder salir de aqui con vida... y con sus "compañeros".

Miro a aquel estupido que se hacia el gracioso, Liam, y esbozo una mueca que apenas si se parecia a una sonrisa forzada.

Lo que mas le preocupaba ahora mismo es lo que ese hombre que les habia abandonado pudiese decir a sus captores aunque estaba claro que alli fuera, solos, no durarian ni un momento... al menos hasta que encontrasen otro lugar por el que volver a casa.

- Creo que la pregunta exacta deberia ser ¿donde podemos encontrar otro de esos "cristales" para volver a casa?. Me parecio que los nazis estaban en busca de uno de ellos distinto al que utilizamos para entrar lo que debe llevarnos a la conclusion de que hay otro que nos devuelva a nuestro lugar... sea donde sea... no se vosotros pero creo que aqui estamos de mas con lo que deberiamos buscar la manera de que nos llevasen donde este esa "puerta".

Pasado un tiempo, la puerta vuelve a abrirse. Flanqueado por dos guardias, el hombre o lo que sea quien os ha hablado antes aparece sonriente. -Os hacen la merced de acogeros en la casa grande y yantar de junto a nosotros. Espero que el cabrito y la patata sean de agrado a vuesos estómagos.-

Os hace un gesto señalando la casa más grande de todas, alargada y situada en el centro, para que le sigáis.

El cabo Gladstone abrió la marcha, preparado para lo que pudiera pasar. No es que desconfiase de ellos (o al menos, no más de lo habitual en él) pero el líder ha de ir siempre delante de sus hombres. No cómo ese al que llamaban Führer.

Conforme andaba comenzó a darle vueltas a su cabeza.

¿Debería pedirles ropas y pertrechos, o sería de mala educación? Le preguntaré a Thrud.

-Thrud, deberíamos pedirles pertrechos y ropas? Creo que son muy necesarias ahora.

Cuándo volvió a abrirse la puerta y apareció aquel hombre de orejas picudas que hablaba con palabras y una forma que al bueno de Liam le costaba entender, comprendió que realmente no era un sueño. Sintió una desesperación enorme en su interior y se sintió agotado y confuso. Pero hubo una palabra que si que entendió. O al menos así lo hizo su estomago con un rugido. Tenía mucha hambre, llevaba mucho sin comer. Cuándo pensó en el cabrito y la patata su boca se hizo agua y sin darse cuenta se había levantado para seguir al extraño hombre hacía donde fuera que dieran la comida.

Mientras caminaban hacía el edificio donde iban a darles de comer a Liam poco le importaba que realmente los llevaran al matadero. Desde su punto de vista si los mataban terminaba su agonía y su locura, y si no al menos terminaría su hambre...

Escuchó entonces al cabo Gladstone comentarle a Thrud lo de la ropa. Liam que iba semidesnudo y tiritando de frío se mostró de acuerdo.

-A menos que quieran ver mi blanco culo irlandés tiritando de frío mientras comen...

-Mejor será, porque no queremos que vomiten su comida de asco.

Maldito Liam, siempre de buen humor. La madre que te parió debió ser magnífica, porque gracias a ti aun no nos hemos vuelto locos.

Al llegar a la entrada del edificio apartan sus puertas y pasáis al interior. La vaharada de calor que os recibe os hace olvidar por un momento la necesidad de pieles o ropas. El interior está compuesto de una sola sala de enorme tamaño. Dos grandes mesas alargadas ocupan su centro, la una junto a la otra. Allí ya hay gente reunida y comida servida. Entre ambas mesas hay colocadas dos hogueras en agujeros excavados cuyos humos salen a través de una abertura en el techo. Unos asientos corridos van a lo largo de las paredes, decorados con pieles y tapices. Observáis que tienen una tapa como los ya vistos en la cabaña que encontrasteis al llegar a este mundo. En el centro de cada una de las hileras de bancos hay un asiento más grande, imagináis que para jefes o invitados de renombre. En este caso el hombre mayor que acompañaba a quien os interrogó y otro hombre de edad avanzad al que no habéis conocido hasta ahora están allí sentados. De un par de armarios de las esquinas las mujeres sacan víveres: carne y pescado secos, un queso mohoso, pan negro, etc. Pero el menú principal parece ser en efecto, patatas y carne sacados de las ollas que hay sobre los fuegos. No veis ni camas ni otras comodidades, pero tras señalaros un grupo de asientos libres cercanos a la puerta y alejados de los líderes, se os provee de unas camisas y pantalones de piel. Nadie parece esperar que mostréis pudor al vestiros ni a que empecéis a comer cuando queráis, pues ellos ya están sobre sus propios platos, devorando con las manos.

Thrud no había sabido qué responder a Gladstone, por lo que sólo había levantado las manos demostrando la incapacidad de dar una respuesta coherente. Lo cierto era que la noruega no estaba segura de poder tensar la cuerda con sus anfitriones llenándolos de demandas, aún las más básicas, y menos aún cuando habían aceptado tenerlos consigo en el que debía ser el centro comunitario. No estaba segura de nada. Realmente el hombre de las orejas puntiagudas le generaba un gran desconcierto, y no conseguía centrarse para aceptar la realidad cual era. Aunque comenzaba a sentirse cómoda en ella, aún con la insoportable cantidad de dudas que cargaba sobre los hombros.

Sí, comenzaba a sentirse cómoda. Frente a sus ojos se desplegaba mucho de lo que había escuchado hablar, y de lo que había aprendido de boca de su padre. Sus ojos recorrieron los alrededores un par de veces antes de coger la ropa que le era tendida, con un gesto de agradecimiento. Giró hacia los demás.

- No mostréis pudor. Ninguno de nosotros tiene nada que ocultar, y eso se espera de nosotros.

Tras decirlo, Thrud se quitó la ropa sin más, sin la timidez que podría llegar a tener porque su cuerpo no correspondiera a los mandatos femeninos que transformaban a Hilda en una belleza. Se calzó la camisa y los pantalones, acariciando la piel con las manos, y esperó por un momento a que los demás hicieran lo propio.

- Comed con ganas y también sin pudor. Creo que demostrar remilgo desmerecería la hospitalidad de nuestros anfitriones, que nos han entregado su comida.

Miró las sillas, dispuesta a sentarse en cualquiera de ellas y empezar a comer. Ahora que había entrado en calor, y que percibía de lleno el aroma de la comida...

Genial, no hace falta tener verguenza para llevarse bien con nuestros anfitriones.

El cabo comenzó a desnudarse, arrojando las ropas al suelo en un montón desordenado y se puso las que le tendían.

-Ya estaba harto de vestir como un nazi. Prefiero ser un vikingo.

Se sentó al lado de Thrud y comenzó a devorar sin ningún tipo de remilgo todo aquello que caía a su alcance. El hambre atrasada era considerable, y las viandas resultaban todo un manjar en el estado en que se encontraban.