Partida Rol por web

-Esto para mi, y esto tambien.- Dijo mientras se hacia con todo lo que fuera de utilidad de ese tipo, no lo iba a necesitar.

Miró las pantallas y trató de encenderlas, a ver si podia controlar algo de lo que pasaba desde esa garita.

Los goblins os observan y se lanzan al ataque, ellos no estaban allí para parlamentar, sino para robar y matar si la situación allí lo requería.

Si alguna de ustedes mueve siquiera un ala, vamos a prescindir de sus servicios. - gruñe un goblin a modo de advertencia a las pixies.

De momento la situación resultaba beneficiosa para sus atacantes, pues ellos no iban a permitir que dos humanos tontos les fastidiaran el robo.

Te resulta extremadamente fácil pillar las cosas del guardia, sin embargo, cuando intentas encender los monitores, notas que los mismos, pese a parecer apagados, en realidad están encendidos y no están registrando nada.

Cada uno de los monitores emite la estática propia de un electrodoméstico encendido, fuera cual fuese el problema, sin duda no era la falta de fluido eléctrico.

Parecía que aquellos seres estaban bastante asustados y no hicieron nada, o al menos eso le parecía a Martina que observó a ver que pasaba. Mientras lo hacía, aprovechó su velocidad y dejó que su adversario se confiara para que se acercase a ella primero, mientras la joven le esperaría para darle un puntapié con toda la fuerza que podía, tratando de dejarlo fuera de combate, si es que podía.

Su miedo se difuminó al ver a aquellos seres asustados. Sus valores, inculcados por su abuela, no le permitían quedarse mirando y ver como sufrían aquellos extraños seres a manos de otros mayores, igual de extraños, como sacados de cuentos. Pero no había tiempo para la duda, tenía que defenderse y poner a salvo a aquellos pequeños seres, si es que estaban de su lado, al fin y al cabo.

- ¡Métete con alguien de tu tamaño! - Le gritó a su agresor, mientras le propinaba el golpe.

Roberto torció el gesto cuando aquellos seres amenazaron a las hadas.

Resoplo mientras adoptaba una pose de pelea. No es que se dedicase a ello, ni siquiera de pequeño se había apuntado a ningún tipo de arte marcial. Pero en aquel momento se encontraba entre la espada y la pared así que se defendería como fuese necesario, al menos para darle una oportunidad a la mujer para escapar.

Aunque tuvo que tragarse esos pensamientos cuando la mujer fue la primera en actuar y propinarle una patada a uno de los tipos verdes.

Roberto aprovecho la sorpresa para cargar y darle una patada al otro.

-Pues si no vas a huir, tendremos que acabar con ellos.

Dijo viniendose un poco arriba

-Hm. Han debido de joder todo de alguna manera...Terroristas o algo así...Esta mierda me huele mal.- Reflexionó. Armada con el taser y la porra, se asomó fuera de la garita, ahora su objetivo era salir de allí como fuera, asi que hizo aquello; con suerte podia escapar de lo que fuera que estuviera pasando, contarselo incluso a la policia y colgarse alguna medalla.

Cuando intentas escapar por la puerta principal, notas que la misma se encuentra firmemente cerrada, por lo que te diriges al estacionamiento del edificio en donde te topas con un enano elegantemente vestido que se disponía a entrar al lugar.

Con la prisa que llevabas, ambos terminan derribándose mutuamente, el enano rezonga con bastante fuerza y te mira con rabia.

Maldita mocosa flacucha, humana tenías que ser, no se supone que deberías estar dormida. Vale eso tiene arreglo, sólo debo... - dice el enano mientras se palpa su pecho como buscando algo.

Las sendas patadas que les propinaron a los goblins resultan ser bastante efectivas pues ambos goblins empiezan a gruñir de dolor y se lanzan en un asalto frenético contra ustedes fallando cada uno de sus golpes.

Sin embargo la herida de Martina seguía sangrando mientras una calidez bastante peculiar empieza a manifestarase en en el interior de la mujer, al tiempo que una rabia desenfrenada se va adueñando de Roberto

De pronto una voz femenina empieza a resonar en sus cabezas. - Hijos míos voy a brindarles mi fuerza, pues su devoción es tan grande que no puedo permitir que esas viles criaturas los dañen.

Martina siente como la luz del cielo arde en tu interior y revierte esa herida pronto que aún no es tu hora.

Y tu mi buen Roberto, deja que tus manos canalicen la furia del cielo y castiga a esos seres de negro corazón.

Tras el golpe se dio con el culo en el suelo, cayendo y viendo a un hombre bajo, pero fuertote. Le recordó a una imagen de película el verle así, pero claro, no iba con botas de hierro y un pico.

-¡Eh tío…! ¡Para para para…! No me jodas. ¿Qué está pasando? No sé qué te han hecho estos tíos de aquí, yo no tengo nada que ver con esta gente…-Dijo mientras se ponía en pie, extendiendo las manos para que viera que ella no quería hacerle daño. Si al menos pudiera sacarle algo de información...- No hace falta que me vueles por los aires ni nada así, no diré ni pio. No te he visto, ¿vale?

Dando un paso atrás, para poner tierra de por medio con su agresor, Martina, lejos de amedrentarse por el aspecto de aquellos seres, se  vino arriba en cuanto escuchó aquella cálida voz que le recordaban a la virgen a la que rendía plegarias y de la que era devota desde muy pequeña, inculcada por su difunta abuela.

Haciendo caso a las palabras, se concentró, llevándose la mano a la herida que le habían ocasionado, para ver como, en efecto, sanaba, sintiendo una luz que le embriagaba y sanaba a partes iguales.

Viendo que el enemigo, poco acertados seguramente por verse sobrepasados por la voz y la luz que se proyectó en el lugar, estaba en desventaja fallando sus ataques, Martina dirigió sus miras a su compañero de pelo largo, para que hiciese lo propio y aprovechase sus dones recién otorgados.

- ¡Roberto! ¡Castiga a esos seres! - Gritó a Roberto.

No sabía como, pero al oír el nombre que mencionó la voz, pensó que era la identidad del joven que estaba luchando a su lado y esperaba que también tuviera un as en la manga, como había anunciado la voz.

Roberto desconocía de donde venía aquella voz tan cálida.

Pero lo cierto era que el temor que sentía por enfrentarse a esos seres había desaparecido casi por completo, sustituido por una ira casi fanática contra aquellas criaturas.

No podía perdonarles, habían mandado al traste aquella gala, estaban utilizando y chantajeando a aquellas pequeñas hadas, y uno de ellos había pretendido envenenar la comida que tanto esfuerzo le había costado sacar adelante.
Que fallaran sus ataques ayudo a embravecerse aún más.

Cuando Martina grito, supuso que esa mujer seria Martina. Él sonrió confiado.

-No me lo tendras que decir dos veces, pienso hacer que se arrepientan de haber venido aqui.

Dijo en medio de aquella ira ciega, mientras de manera inconsciente, canalizaba todo aquel odio que sentía en su puño, nunca había sido un gran luchador, pero se sabía defender bastante bien, y de una manera u otra, se sentía más fuerte en aquel momento.

Lanzo un puñetazo contra la cara del ser que llevaba las dagas, dispuesto a dejarlo KO de un golpe.

El siguiente golpe de Roberto fue tan brutal que el cuerpo de su adversario salió proyectado cinco metros hacia atrás perdiendo por completo la conciencia.

El otro goblin al ver lo ocurrido con su compañero dejó caer las navajas y echo a correr despavorido. - ¡No yo con ustedes no me involucro! ​​​​​- exclamo el goblin mientras corría hacia la salida dejando en el suelo a su compañero.

Malditos inquisidores entrometidos. 

La criatura no habia dado más de veinte pasos cuando una pequeña gnoma le cerró el paso y lo puso a dormir golpeándolo pesadamente con un bastón de combate.

- Muchas gracias por su ayuda señores inquisidores, creí que los guardianes de la fe no se involucrarían con este trabajo, seguro son miembros de la orden de la espada. ¿Me equivoco? - pregunta la pequeña gnoma quien era tan alta como un niño de doce años y bastante menuda.

Aquella mujer no tardo en lanzar unos aros de metal que inmovilizaron a los inconscientes goblins.

Mierda, dónde quedó el puto broche, ni modo será a la antigua. - rezongo el enano mientras se remangaba la camisa exponiendo sus musculosos brazos y empezaba a avanzar hacia ti.

Mira muchacha llegaste al lugar equivocado en el momento equivocado, el puto polvo de hadas no va a durar toda la noche y necesito sacar esa reliquia de aquí antes que lleguen los putos guardianes, esos entrometidos siempre terminan aguándome la fiesta cuando me pongo creativo con los mundanos como tu.

Así que prepárate para ir a dormir. - dijo el enano mientras levantaba los puños y se dispuso a atacarte, un potente golpe directo a tu abdomen el cual te hizo tambalearte.

Todo había sucedido muy rápido para Martina. De pronto, tanto Roberto como ella habían conseguido unos poderes que los convertirían en superhéroes, como en las películas. Era todo mezcla entre irreal y fantástico, pero con realidad de por medio.

En cuando vio a la gnoma se sorprendió aún más. No por ella misma, sino más bien por su atuendo y sus capacidades para con los supuestos goblins.

- Hola. Me temo que hay un error señorita. No somos inquisidores... Bueno, al menos yo no lo soy. ¿Podría explicarnos que está pasando aquí? - Preguntó a la gnoma.

Mientras tanto, se acercó a la jaula donde estaban aquellas pequeñas criaturas con alas. Seguían siendo fantásticas, un sueño en su cabeza, pero reales al fin y al cabo. Con todo y con eso, el corazón de la joven era grande y tenía que liberar a las criaturas. Así, se agachó y abrió la puerta de la jaula que las apresaba.

- Ahora sois libres. Salid de ahí. - Les indicó.

Roberto no podía dejar de pensar que se encontraba en algún tipo de sueño extraño, o que aquel polvo lo había drogado, no entendía como había lanzado un puñetazo tan potente contra aquella criatura, pero aquella voz cálida, la sensación que lo envolvió cuando canalizo aquella ira, el impacto de su puño contra aquel ser, todo aquello se sentía tan “real” que le constaba asimilar que fuera alguna fantasía.

Entonces llego aquella ¿Chiquilla?, se fijó mejor y fue cuando se dio cuenta de que era una Gnoma, eso si lo conocía, había cocinado para más de uno en alguna ocasión.

-¿Inquisidores? El que noqueaste con el bastón nos llamó lo mismo, pero no le quise prestar mayor atención.

El cocinero se rasco la cabeza.

-De donde vengo los inquisidores eran famosos por buscar a los enemigos de dios y quemarlos en la hoguera, pero de eso fue hace mucho. Y yo, lo único que meto en el fuego son ingredientes para cocinar, así que no, al igual que la señora Martina, no soy un inquisidor.

El joven hizo una pausa, mientras veía como Martina liberaba a las hadas.

-Pero todo esto que está ocurriendo es muy raro, así que si nos pudieras iluminar un poco, te lo agradecería, me gustaría creer que no me estoy volviendo loco… ni un monstruo.

Dijo visiblemente preocupado.

La gnoma los miró con curiosidad y tras unos breves segundos de silencio. - Vaya suerte la mía dos durmientes, esto va a ser mucho papeleo.

Soy Monique Renau, maestre de la orden de los guardianes de las sombras y ustedes mis amigos son guardianes de la fe, por alguna razón que no comprendo del todo, el Altísimo los ha elegido como campeones.

Así que enhorabuena supongo, creo que voy a tener que llamar a un inquisidor para que los ponga al tanto, pero, antes de eso... ¿Dónde está el enano?

Se supone que Prescot Bourbon estaría también aquí. ¿Les importaría ayudarme a buscarlo? - pregunta la gnoma mientras terminaba de poner bajo custodia a los goblins.

Roberto se encogió de hombros, no entendió la mitad de las palabras que aquella gnoma había dicho, no sabía si se había metido en algún tipo de “juego” o que narices pasaba ahí, pero lo cierto es que si sentía que algo había cambiado dentro de él, algo le decía que aquello era la realidad, y tenía dos opciones en ese momento, negarlo todo y esconderse lo más lejos que pudiera, esperando que algo así no volviese a ocurrir, o seguir con aquello y ver a donde le llevaba.

El joven cocinero era un amante de la aventura y de conocer cosas nuevas, así que, por qué no, porque no seguir aquella locura.

Inspiro aire intentándose calmar, aun había restos de aquella adrenalina y furia recorriendo su cuerpo.

Puesto como estaban las cosas, saco un cigarro para encendérselo y calmar los nervios.

-Ni idea de donde se encuentra ese Bourbon, solo sé que tengo el mío en la cocina.

Dijo sonriendo por su propia broma mientras se encendía el cigarrillo.

Miro a su compañera, suponía que tendría dudas, al igual que él.

-Imagino que cuando llamen a ese “inquisidor” conseguiremos más respuestas, por ahora no creo que tengamos nada mejor que hacer que buscar a ese enano.

Le dijo a ambas mientras le daba una gran calada a su cigarro.

Mientras la gnoma iba hablando, algunas cosas empezaban a tener sentido, aunque Martina seguía sin comprender a quién o a qué se refería con eso de los inquisidores. Debía ser algún grupo religioso, pues no paraba de hacer referencias al Altísimo y a la fe.

La joven, de pronto recordó que durante la subasta había algunos enanos e incluso le pareció ver algún que otro elfo por el lugar, así que lo comunicó.

- Echemos un vistazo en la sala de subastas. Casi todo el mundo estaba allí en el momento en que estas criaturas que acabo de liberar, nos rociaron el polvo adormecedor. Si el enano del que hablas está por aquí, debería estar ahí. - Comentó a la gnoma que les preguntaba por el enano, al no conocer a ninguno que respondiera a dicho nombre.

- Por otro lado... Todos se durmieron al respirar ese polvo que nos lanzaron los seres con alas. Todos menos Roberto, yo misma y otra chica. No se que habrá sido de ella. Puede que escapara. - Dijo mirando hacía ambos lados con la cabeza, por si aparecía por el lugar.

- Bajemos a buscarles si están en la sala de subastas. - Añadió.

Trastabillo hacia atrás tras el golpe, solo tenia que darle a ese enano un poco de tecnologia del siglo 21, asi que activó el taser y se dispuso a darle en donde le pillase, tampoco iba a ser muy exquisita sobre donde le cogiera, como si se moria ahí mismo.

-¡Argh! ¡que te den jodido enano!