Partida Rol por web

Oscuridad. Eso es lo primero que siente Travis Casmir. Luego llega el dolor y con él la certeza de que, sin saber como, continúa vivo. Pero está bajo tierra. El aire se agota: si no hace algo rápidamente el regalo de la vida, su llama sagrada, se verá extinguida con certeza.

El avestita mueve sus brazos. Siente un dolor intenso en las costillas: tiene algunas rotas. Es muy posible que haya sufrido daños en su cuerpo graves. Quizás la esperanza de supervivencia sea vana. Pero Travis nunca se ha rendido y tampoco lo hará ahora.S

Sin embargo antes de que pueda hacer nada siente como la tierra a su alrededor se mueve. ¡Alguien está cavando sobre su cabeza! La presión de las piedras se amortigua y, repentinamente, el aire entra acompañado de una tenue penumbra. Eso es lo que siente el sacerdote antes de desmayarse de nuevo.

***

Cuando abre los ojos de nuevo lo primero que nota es el que está tumbado sobre algo mullido. ¿Un colchón? Casi: un haz de paja y hierbas. Hace calor. Hay una vela alumbrando el lugar en el que está. Se intenta levantar pero un dolor fuerte en la espalda se lo impide. Siente un nuevo mareo y a punto está de desmayarse nuevamente.

Una voz conocida susurra a su lado:

- No te muevas... Estás vivo de puro milagro y esas heridas tardarán en curarse. Si hicieras ahora algún esfuerzo probablemente no podrías volver a andar. Tu columna vertebral está entera de milagro pero no deberías forzar a la suerte.

Travis reconoce la voz: es la criatura de la caverna, el simbionte amistoso. ¿Cuál era su nombre? La cabeza le da vueltas. ¿Dónde está? Es una cueva... las paredes son de piedra caliza.

La radio... no escucho nada. ¡Mierda! Espero que hayan escapado con vida pero... no puedo respirar... tengo una piedra del tamaño de un Tindalo es mi pecho y ni siquiera puedo moverme. El aire... es aire está completamente lleno de tierra es... imposible respirar así... creo que ha llegado el final. No más aventuras para mí.

¿Qué es eso?

¿Movimiento?

¿Otro temblor?

Repentinamente siento como la presión de las rocas que tengo a uno de los lados de la cabeza se hace menos fuerte... ¿eso es aire? ¿Luz?

Unos ojos extraños aparecen en mi campo de visión... ¿estoy alucinando? ¿Es así como Pancreator viene a buscar a los suyos?

Sólo espero que ellos estén bien...

***

La consciencia vuelte lentamente a mi cuerpo mientras mi cabeza parece encenderse de nuevo, después de un largo letargo. Aún tengo las ideas un poco amuermadas, sin embargo... creo que estoy vivo. Siento algo blando en mi espalda... también siento como se mueve mi pecho y el sonido de mi respiración, entrecortada, pero respiración al fin.

Mis ojos se mueven dentro de sus órbitas con los párpados aún cerrados mientras que mi lengua se despega de un paladar completamente seco.

Muevo los dedos de mis manos y los de mis pies, comprobación rutinaria y parece que están bien, aunque un dolor me recorre la espina dorsal de arriba abajo cuando lo intento volver a hacer...

Cita:

¿Esa voz? La reconozco... ¿dónde estoy?

Mis ojos se abren lentamente para poder ver en el lugar en el que me encuentro y allí me veo nuevamente, en una cueva, vivo y con la criatura que había luchado a mi lado antes de caer...

- ¿Es esto el Infierno? - Pregunté sin esperar respuesta alguna.

- No entiendo por qué si vuestro dios es tan benigno cuenta con algo como el Infierno para castigaros.

La voz se mueve del lado de Travis. Ahora, en el ángulo de visión derecho aparece Kisereth con su extraño aspecto. El alienígena mira a Travis con serenidad. Podría adivinarse una sonrisa en su rostro humanoide.

- Si todo va bien podrás levantarte en un par de días y nos pondremos en camino. Pero por el momento procura no moverte... los huesos rotos podrían quebrarse y eso dificultaría tu sanación. No podrás combatir en una temporada. Me sorprende que tu endeble organismo haya sobrevivido al enterramiento.

Así que era él.

Así que he sobrevivido.

- Supongo que Pancreator de alguna manera me ha protegido. - Dice Travis casi sin poder moverse. - Mi equipo... ¿se ha salvado? ¿Ha podido escapar? - Pregunta acto seguido.

Lo último que recuerdo es caer bajo las plantas y... ¿era su rostro lo último que vi?

Su rostro alienígena parece sonreirme, aún así, me desconcerta.

- ¿En camino? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Por qué me has salvado? -

- Quiero que veas cosas: a mi gente. Es una oportunidad de que comprendas que no todos los simbiontes tienen por qué ser vuestros enemigos. Y lo que es más importante: quiero que mi gente te vea a ti. Quiero que entiendan que la esperanza de la Red Vital es real... que puede tejerse realmente. Los tuyos... los tuyos son los que han provocado lo que viste en los túneles. Ese bosque... ha surgido a partir de la intervención de los humanos. Por algún motivo que no comprendo tu propia raza ha provocado a los Ornzai a una mayor actividad. No sabemos si se trata de un error o se ha hecho con intencionalidad, pero los guerreros han aprovechado esta oportunidad para convertirlos en armas efectivas.

- Bien. No puedo negarme a tu petición, después de todo, me has salvado la vida y has logrado que comprenda algo que, aunque intentaba negarlo, está allí. Puede ser que Pancreator en su sabiduría, también tenga un plan para vosotros en su gran libro. Me gustaría si es posible, conocer ese plan que Él tiene para vosotros y como nos afectará a nosotros. - Dijo Travis mientras caminaba con cuidado.

Aunque en ese momento, pensó en las consecuencias, en todo lo que iba a remover en la especie humana un descubrimiento así.

Iba a ser increible.

- Aunque hay algo que no logro comprender... si vosotros no sois como los demás simbiontes, con esos... guerreros... ¿qué vamos a hacer con ellos? Quiero decir... ¿ellos también entran en ese plan? -

- Todos los simbiontes somos iguales... todos los seres compartimos la Red Vital. Nuestras razas podrían llegar a un entendimiento si cuentan con los portavoces adecuados. Para los nuestros somos traidores... pero es la historia quien determina quien es un traidor o un iluminado.

Kisereth apoya una mano sobre el hombro de Travis.

- Debes dormir. Habrá respuestas para ti, pero ahora debes curarte...

Y aunque Travis quiere contestar sus párpados se cierran. Está tan cansado...

Tiempo después

El tiempo ha pasado para Travis de forma extraña, como a través de una burbuja de sueño. En ocasiones abrió los ojos para comprobar que seguía en la misma caverna. En otro momento creyó vislumbrar una pared de madera. Luego un espacio al aire libre. Lo que nunca faltaba era la presencia de Kisereth a su lado. En ningún momento pudo el avestita levantarse o actuar... ni tan siquiera hablar. De alguna forma sabía que sus heridas habían sido tan brutales que su supervivencia era sólo un regalo del Pancreator. ¡Tenía una misión! Pero ¿cuál era?

Finalmente esta mañana abre los ojos. Mira alrededor confundido, temiendo volver a caer en el duermevela que lo lleva acosando desde el derrumbamiento. Pero esta vez es diferente. Logra incorporarse. Tiene cicatrices por todo el cuerpo y aún le duelen las costillas, pero ya puede respirar con normalidad. En cuanto comprueba que sus fuerzas han regresado se incorpora. Está desnudo pero al lado del sencillo catre donde duerme hay una silla con sus ropas. Alguien las ha cosido y reparado, pero no hay ningún arma.

Mira alrededor: es una pequeña habitación de madera. Parece una cabaña de leñador o algo parecido. No hay ventanas, sólo una puerta. Mientras recoge sus ropas y se las pone comprueba que tampoco le han dejado ningún arma.

Por primera vez al despertar Kisereth no está presente.

Mierda, todavía me duele.

Es extraño, estoy casi curado pero... ¿cuanto tiempo ha pasado desde que me han herido? ¿He estado dormido durante todo ese tiempo? Recuerdo lo que ha pasado, y también, recuerdo que en algún momento de mi convalescencia, me han trasladado de un sitio a otro.

- ¿Hola? - Preguntó Casmir mientras se acercaba a su ropa, remendada, y comenzaba a vestirse.

Buscó con la mirada en la habitación de paredes de madera y no encontró nada que pueda usar como arma...

Tal vez podía romper la silla, para usar una pata como estaca, sin embargo, si está aquí es probable que lo destrocen antes de que pudiera siqueira hablar.

¿Y dónde estaba el simbionte que lo había salvado?

Se acercó por fin a la puerta, e intentó abrirla, aunque con algo de cuidado.

La puerta se abrió sin demasiadas complicaciones. Conducía a una especia de cocina-comedor-sala, correspondiéndose efectivamente con una cabaña del tipo que usan los campesinos o los leñadores. Había un pote en el fuego de la chimenea y fue su olor lo que le recordó a Travis lo hambriento que estaba. Una chica joven, de unos dieciséis años, vestida al estilo campesino, removía la comida con una gran cuchara.

El instinto militar de Casmir hizo que tomara en cuenta las posibles salidas de la habitación: una puerta al exterior y tres ventanas. Afuera el día estaba nublado y el bosque parecía llegar justo al borde de la casa. En la estancia aparte de la chimenea había una gran mesa con cuatro taburetes y un jergón al fondo. También un cofre de madera junto a la puerta.

- Has despertado.- dijo la muchacha sin girarse para no perder de vista el fuego - Supongo que tendrás hambre. El Hombre de los Árboles dijo que eras un soldado del Imperio. Me dijo también que te cuidara hasta que volviese. Llevas una semana delirando, pero te curas muy rápido para no ser de la Raza.

¿El señor de los árboles?

¿La raza?

Travis supuso rapidamente que El señor de los Árboles era Kisereth y que la raza se refería a la raza simbionte, pero no a la conocida por Casmir durante su servicio en el ejército, sino, seguramente, los simbiontes pensantes como el que lo había rescatado.

- Si, acabo de despertarme. - Dijo Travis mientras se acercaba al cuenco con comida. - Soy Travis, gracias por cuidar de mi. - Continuó agradecido. - Y tienes razón, estoy famélico. ¿Necesitas ayuda con algo? -

Crisis de fé, que le dicen.

Te enseñan una cosa, te la marcan a fuego en el alma y después, viene alguien y trastoca tus cimientos como si fueran de papel.

¿Dónde estás Kisereth? Tenemos mucho que hablar.

La muchacha llenó un cuenco con el potaje y se dio la vuelta. En ese momento Travis se dio cuenta de que estaba ciega. Sin embargo no tuvo ningún problema en esquivar al sacerdote para servirle el potaje sobre la mesa y, acercándose al arcón, sacar una cuchara de palo.

- El Señor de los Árboles ha ido a hablar con uno de los de tu estirpe. Cree que hay cosas que debéis poner en común. Dijo que volvería al mediodía, así que debe estar a punto de llegar.

Cuando la chica le tendió la cuchara de madera Travis se fijó en su brazo. No era del todo normal: las venas se dibujaban bajo su piel con fuerza y palpitaban como si la sangre fuera brillante. Aquella chica, pese a su apariencia general, no era humana.

- Gracias. - Dijo mientras cogió el cuenco y comenzó a comer un poco de potaje.

Al principio, la comida caliente que entró por primera vez en su estómago, le hizo sentir un poco de nauseas, sin embargo, al cabo de un par de cucharadas, el calor llenó su cuerpo. Hacía varios días o semanas que no probaba bocado y esto era algo impresionante. Sabía a hierbas y a carne y a otra cosa que no podía descubrir, pero era lo más delicioso que había probado nunca.

Mientras comía, miró a la chica, la ciega y le sonrió.

- Esto está muy bueno... por cierto... ¿cómo te llamas? -

Por lo menos Kisereth regresará pronto.

¿Pero dónde me encuentro?

Si ha ido a hablar con humanos... ¿estaré cerca de una base humana? ¿Qué será de la vida de mis compañeros en Estigma?

Antes de que la muchacha pueda contestar la puerta de la cabaña se abre. En el umbral aparece Kisereth. Viste ropas de viaje, con una capa con capucha que en un momento dado puede cubrir sus peculiares facciones. Al ver a Casmir levantado sonríe y cierra la puerta. La chica va hacia la habitación de Casmir sin contestar la pregunta del sacerdote mientras el alienígena se sienta a la mesa.

- Me alegra verte recuperado. Hoy te llevaré a las cavernas: quiero que veas algo con tus ojos. Nuestros enemigos comunes han asestado un duro golpe a tu raza. La base de la que procedes, aquella que llamáis Gulliver, ha sido destruida totalmente.- al ver como Travis se queda en silencio, anonadado por la noticia añade torpemente: - Lo lamento. Supongo que es una noticia dolorosa para ti aunque creo que los humanos no tenéis nexos reales con vuestras madrigueras.

Travis sólo pudo dejar el cuenco en la mesa y apretar fuerte los puños hasta que los nudillos se les pusieron blancos como la leche.

- Probablemente no... - Respondió al comentario de nexos reales. - Pero allí tenía buenos amigos... muchos soldados que lucharon a mi lado... yo... -

En ese momento, el Avestita, se quedó sin palabras.

¿Dónde estaba Pancreator en este momento?

¿Es qué nos había abandonado a nuestra suerte?

¿Por qué su camino se ha cruzado con el de Kisereth? ¿Qué le tiene preparado el destino?

- Kisereth... quiero venganza. Quiero destruir a nuestros enemigos y expulsarlos para siempre de nuestros sectores. Voy a ayudarte en todo lo que me pidas, simplemente, pídelo y haré lo que quieras. ¿Has contactado con los de mi raza? -

El alienígena asiente:

- Sí, he contactado con los de tu raza... pero no con los que tú consideras tus compañeros. Hay un hombre que quiere, como tú, buscar el punto común entre ambas razas. Yo no quiero venganza: busco la paz, la armonía... Mi raza, al igual que la tuya, está enferma por el odio.

Kisereth comprueba que Travis había acabado de comer.

- Afuera están tus armas. No las necesitarás... de momento. Pero sé que tu raza se siente más tranquila cuando cuenta con herramientas para defenderse. Te llevaré a las cavernas y luego veremos al hombre. Vamos.

Se levanta esperando a que Travis lo siga.

Travis asintió.

Tal vez la venganza no sea el camino.

Aún así, él quería que los que destruyeron Estigma paguen por lo sucedido, de cualquier manera.

Estar tanto tiempo en contacto con Kisereth, había ablandado un poco al bueno de Travis, sin embargo aún se sentía mejor con el lanzallamas sobre su espalda y las armas que le habían dado en Estigma.

- ¿Sabes una cosa, Kisereth? Creo que cuando regrese, tendré más problemas que alegrías. No sé como mis superiores se tomarán que no te haya matado cuando te vi. -

Y diciendo esto, el Avestita siguió al simbionte... o lo que sea que fuera esa criatura.

Afuera están las armas de Travis. El avestita las recoge y, tal como dice Kisereth, se siente más seguro. Su mente y su alma son ahora torbellinos en ebullición.

Kisereth no vuelve a abrir la boca durante la caminata. Salen de la cabaña que resulta estar rodeada por un espeso bosque y avanzan por senderos que si no fuera por la guía del simbionte habrían pasado totalmente desapercibidos para Travis. ¿Cuánto tiempo caminan? Quizás una media hora. Durante el camino Kisereth no vuelve a hablar. Travis sigue pensativo por lo que ni siquiera se da cuenta.

Sólo cuando llegan a la entrada de la caverna el alienígena se detiene para dirigirse a su acompañante:

- Estas son las cavernas. Aquí verás La Vida. Mi señora no puede salir de aquí pero tampoco lo necesita. Si nuestros enemigos descubrieran este lugar probablemente sufriría un infortunio peor incluso que el que sufrió tu hogar. 

Dicho lo cual se introduce en el interior de la caverna, seguido siempre por Casmir.

La entrada es estrecha y el túnel desciende. Travis no puede evitar un escalofrío al recordar la última vez que estuvo bajo tierra. Sin embargo hay algo en el lugar. Ha sentido algo así en alguna ocasión: es como cuando se entra en una catedral bendecida. Hay paz. Es desconcertante sentirse seguro en un lugar desconocido pero eso es lo que siente el soldado.

Cuando alcanza el otro lado del túnel se sorprende ante lo que descubre. Es una caverna colosal. Las estalagcitas y estalgmitas han esculpido las paredes con la mayor habilidad e imaginación que cualquier artesano. 

En el centro hay un lago. Su agua cristalina brilla iluminando todo el lugar. Travis siente una extraña congoja. El lugar irradia tal belleza que resulta casi dolorosa.

En ese momento sus ojos se fijan en una figura que está al fondo de la caverna, entre las estalagmitas, junto al lago. Podría parecer el tronco de un árbol que se hubiera enraizado en la mismísima piedra, pero se mueve. Sus ramas parecen abrazar las rocas a su alrededor y las enormes raíces se hunden en el lago. En su superficie se dibujar formas que parecen rostros. La criatura emite un sonido apaciguador, una canción. 

Kisereth se aparta a un lado e hinca una rodilla en el suelo mientras te presenta:

- Mi señora: éste es Travis Casmir... al que han llamado la Llama Purificadora.

¿Pero esto que es? ¿Es un Templo? ¿Es así su religión?

La paz que irradia la cueva hace que el sentimiento de opresión que sentía Casmir al entrar en ella se apague rápidamente.

Kisereth confía en mí, y yo en él, después de todo, me ha salvado la vida hace algún tiempo. Pero ahora, al mostrarme este lugar, sé que seguramente, algo de mí necesita. ¿Cómo puede ser que un humano normal como yo pueda ver esto? Como él ha dicho, si los enemigos se enteraran de la existencia de este lugar... ¿Pero quienes eran los enemigos ahora?

¿Estigma? No. Desaparecida.

Y los Simbiontes con los que hemos combatido no eran nada parecidos a estos.

Estos... son... más humanos.

Casmir pensó esas últimas palabras tragando saliva.

Al llegar hasta la criatura, el Simbionte me presenta a ella... ¿Llama Purificadora?

Ante esas palabras Casmir se gira para mirar a Kisereth, sin embargo, la mirada sólo dura unos momentos, ya que acto seguido, se quita la capucha de la túnica de Avestita y se gira para colocarse frente a esa especie de árbol milenario.

- Señora. - Dice inclinando un poco la cabeza, a modo de respetuoso saludo.

La contestación parece provenir de todos los lugares de la caverna o quizás solo resuena en la mente de Travis.

- Nosotros no profesamos la religión en el mismo modo que vosotros los humanos.- contestó aquella voz que parecía leer también los pensamientos - Y sin embargo nuestros pilares son los mismos: la Llama de los Soles se apaga y ello es por culpa de la vanidad de los hombres que sin comprender utilizan la tecnología para forzar la Red Vital.

La Red Vital: aquel término resonó en la cabeza de Casmir. ¡Era la religión de aquellos traidores!

- Los seguidores de la Red Vital que tú conociste estaban equivocados Travis. Vieron la luz pero, como otra gente, se quedaron ciegos ante ella. Confundieron la necesidad de hacer comprender con la obligación de entender. Por desgracia otros se aprovecharon de su ceguera...

Hubo un momento de silencio:

- Tu raza y la mía no están tan distantes. En ambas hay grupos que intentan un acercamiento y otros que buscan la solución en la violencia. Ahora mismo este planeta sufre por la violencia de ambas partes... nosotros queremos detener esta locura.