Partida Rol por web

Voy totalmente concentrado en el camino. Se que mis dotes como jinete y como espadachín dejan bastante que desear por lo que mi prioridad es llegar pronto a la posta propuesta por el hombre que ahora tiene un nombre, Lord Deison. He de recordarlo pues le debo mucho más que mi libertad.

- Antes de Astas hay una posta Lady Waters, es una posada a unas dos horas de donde nos encontrábamos. Según me dijo Lord Deison allí habrá hombres para protegerla y hacer más sencillo el viaje a Astas. Lamentablemente no se mucho más al respecto. Si me permite el comentario a pesar de que lamento la pérdida de sus valerosos hombres, aprecio mucho esta oportunidad de conocernos mejor.

A la mierda. Una masa de pelo y músculos se arroja contra mi proveniente del bosque. Morten imagino. Nunca me gustaron los animales...

Bien parece que hemos llegado a una fiesta a la que parece no habíamos sido invitados.

Dejo caer el escudo. Ya toda esperanza perdida. Sólo me queda rezar para llevarme a mi enemigo conmigo.

Lanzo una salvaje estocada con mi espada Braavosi, olvido la defensa y la autoprotección. Sólo intento hacer el máximo daño posible.

Vuestra señora, sería la heredera. Una bastarda... heredaría la casa de la luz. Sólo... sólo teníais que habernos dejado ir...

Al ser herido de nuevo, Hurón deja sentir su ira. no le duele. hace mucho que dejo de sentir. Tampoco siente furia ni frustración. Sabe que morirá en combate. Fue criado para esto. lo sabe y no le importa. Alisa... Alisa le salvo la vida una vez. No significó nada para él. Sólo un ligero contratiempo, una prorroga antes de encontrar por fin el descanso final. Debía ayudarla como fuese.

Su vida no valía nada. Pero menos que la de Alisa.

El leal guardaespaldas de alisa se abalanzó contra el pelirrojo que atacaba una y otra vez a Alisa.

Alisa se lanza sobre Grauhai en un último intento de acabar con su enemigo.

Su espada braavosi trata de colarse entre la defensa del mercenario pero este repele el ataque fácilmente con su escudo y, a continuación, lanza un ataque contra la cabeza de la sacerdotisa. La mujer de rojo se agacha a tiempo y arremete con su escudo contra Grauhai, el cual usa la fuerza de Alisa para esquivarla con una experta finta y lanzarle una estocada en la espalda, otorgándole una nueva cicatriz a la ya malherida mujer.

La hija de R´hollor, tras lanzar una plegaria a su señor, se da la vuelta con rapidez y golpea al guardaespaldas de Sylven Water con su escudo, durmiéndole el brazo derecho. Su espada vuelve a bailar, regalándole a Grauhai un tajo en el rostro, herida que logra acertar en el ojo del guerrero.

Afectado por la ceguera y la furia "el Rojo" da una fuerte patada frontal que empuja a Alisa contra un árbol y se lanza a la carga sobre ella, empuñando su arma con fuerza. Su enemiga, viendo la muerte cerca, se deshace de su escudo y lo lanza contra los pies de Grauhai en un acto desesperado para tratar de detenerlo.

Tras tropezar con el escudo, que hace un momento no estaba ahí, la carga del guerrero pierde fuerza y se estrella contra el árbol en el que anteriormente se encontraba la sacerdotisa. Esta, aprovechando la ceguera del lado izquierdo de su enemigo, escapa de su ataque y se coloca en una posición privilegiada, justo tras él. Alisa, sin tiempo ni intención de hacer ningún tipo de floritura, trata de dar un tajo al cuello de su enemigo. Nuevamente el filo de la espada no llega a cortar la carne pues Morten se lanza contra la sacerdotisa en un intento de salvar a su amo.

Clériga y animal ruedan por el suelo, lanzándose ataques el uno a la otra, mordiscos, patadas y arañazos que debilitan aún más a ambos. Mientras tanto el dueño de la criatura consigue sobreponerse y entra de nuevo en el combate, encajando una patada en el costado de la sacerdotisa y lanzándola junto a la hoguera.

La mujer, completamente desarmada, introduce sus manos en el fuego, recogiendo un palo medio consumido y brasas al rojo vivo -Que el Señor de la Luz haga justicia -grita lanzándole a Grauhai las brasas a la cara, cegándolo aún más, mientras le rompe su improvisado garrote en el estómago, desarmándolo en el acto.

Una vez más el soldado ha sido cegado y las fuerzas abandonan con rapidez su cuerpo. Lanza un par de puñetazos a ciegas y consigue golpear con uno en el rostro de la mujer. Esta, dada su agilidad, responde con una finta y una fuerte patada que rompe la rodilla del soldado y le hace caer.

Alisa aprovecha esas milésimas de segundo para recoger su espada del suelo, sujetándola con ambas manos. Su figura se yergue sobre el cuerpo de Grauhai para encajar el mortal golpe justo en el momento en que este logra recoger su espada y apuntar hacia arriba con ella.

Honor, coraje, verdad. -susurra Kyllian Dan Ar aún tratando de gritar esas palabras que tanto significado tienen para él. La sacerdotisa, demasiado ágil como para caer ante la espada del soldado, clava su arma en el pecho de este, dejando que la espada enemiga se mantenga a unos centímetros de su pecho, impidiendo que el soldado pueda alzarla más y empalarla con ella.

Mientras Alisa retuerce su arma para acabar con la agonía de su enemigo este la mirada con frialdad. Kyllian no grita, sus ojos no reflejan dolor ni pena, su rostro, aún herido, sigue mostrando orgullo y sus labios, sus labios lanzan un largo silbido.

Morten, nuevamente recompuesto, se lanza sobre la espalda de Alisa tras escuchar la llamada de su amo, provocando que esta caiga hacia delante sobre la espada de Kyllian, siendo empalada completamente de lado a lado.

Ambos asesinos, ambos guardaespaldas, ambos fieles devotos de sus creencias. Los dos se miran a la cara fíjamente, sin posibilidad de girar sus rostros, mientras la vida de ambos abandona sendos cuerpos para siempre.

Ella me ha vencido, la sacerdotisa me ha traído la muerte, y sin embargo no siento odio. No siento nada.

Estoy agotado, sin fuerzas, y el dolor invade todo mi cuerpo, lejano, como si estuviera envuelto por un frío manto. Todo me resulta extraño, como si no estuviera allí; aunque sé que estoy tendido en el llano en la penumbra, con la sangre escapando por mis heridas, llenando mi garganta.

No debería haber sido así.

Un guerrero sabe que siempre puede morir; vivir por la espada es morir por la espada, pero nunca imaginé que fuera a ser así. Debería haber caído en una batalla, recuperada la dignidad de mi familia, sirviendo con honor a mi señor, habiendo dejado descendencia que perpetuara el nombre de los Dan Ar. Pero muero ahora y con Kyllian hijo de Owen termina la estirpe de los Dan Ar; en otros quedará la búsqueda de la justicia que yo no pude lograr para mi nombre.

Uno muere como vive, solía decir mi padre. Ahora sé que es cierto, porque si yo muero hoy en el claro es porque no merezco más. Años de lamentos y odio, planeando la venganza entre vino y vino me han llevado hasta aquí, sin gloria, ni honra, ni nombre… No. No más lamentos. No tienen sentido ahora, porque yo muero ahora, pero he caído por algo. Recuerdo por qué llegué hasta aquí y luché; lo único que le puede dar sentido.

-Sylven… -mascullo ensangrentado. Apenas puedo pensar-. Morten… ¡Morten, busca a Sylven! – con gran esfuerzo doy dos silbidos cortos para que obedezca-. ¡Busca!

Siento un hormigueo en las manos y la boca seca. A mis oídos llega el rugido de las llamas, las imágenes de la morada de los Dan Ar ardiendo, los cuerpos calcinados. Inconscientemente busco con los ojos la espada de mi padre, pero ya no veo nada.

-Perdonadme y no sintáis vergüenza… Vosotros me dejasteis y yo hube de hollar solo este mundo; quizás fue demasiada la carga –murmuro sin fuerza-. Ahora, he de cruzar el umbral para reencontrarme con vosotros...

Muero junto al cuerpo del hombre que me ha dado muerte, mi vista se desenfoca pero puedo ver su fuego. Dos hombres tocados por el fuego yacen moribundos en este claro perdido. Nuestros destinos unidos en la muerte. R´hllor, el señor de la Luz así lo ha querido.

Sonrío con amargura al tener ese pensamiento. Seguidores todos del señor de la luz, dandose muerte en la intimidad de la noche. Ellos seguían al falso Azor Ahai, el señor de la luz en la tierra. Y yo... yo no he hecho otra cosa que seguir los designios de mi Dios.

R´hllor... tu hija entrega su alma con alegría. Tu fuego y el suyo serán uno por toda la eternidad -mi voz se apaga, casi un susurro, la boca llena de sangre -Tu luz brillará con más fuerza ahora. Tu luz iluminara -con un gorgoteo de sangre muero. Con una sonrisa satisfecha en el rostro, sabedora de que R´hllor me espera.

Supongo que Lord Desmond pretendía haberse encontrado en esa posta con más hombres leales... ¿Cómo explicarles ahora que tanto él como los demás han muerto, que sólo yo sobrevivo porque he huido? ¿Qué pensarán de mí...?

-Conocernos... -repito las palabras de Drake aún perdida en mis pensamientos. Debería empezar a ser amable con él, me ha sacado de la batalla cuando podría haber escapado solo, y si quisiera todavía podría abandonarme en este bosque. Suspiro, porque no tengo ganas de hablar pero debo hacerlo-. Muy bien, Drake, entonces cuéntame algo de ti: ¿estás casado, tienes hijos? ¿Cómo son tus tierras en las Islas del Hierro? -Esto es absurdo, ¿hace unas horas estaba interrogándole sobre los planes de Asha y ahora me intereso por su familia? Chasqueo la lengua con fastidio-. Escucha, no sé cómo te recibirán los hombres de mi padre cuando lleguemos a la posta. No puedo asegurarte que no te detengan de nuevo, así que si quieres llévame hasta los alrededores y después márchate. No les diré que llegué contigo y recordaré el favor que te debo para cuando quieras cobrártelo.

- Le agradezco su fingido interés Lady Water, pero mucho más le agradezco que no lo soporte. Es esta característica suya la que la vuelve tan interesante. Me habrá escuchado decir más de una vez entre patada y amenaza, que la admiro enormemente. Permítame contarle cómo pude ver sus virtudes por primera vez. Fue en la lectura del testamento de la difunta reina. En aquella ocasión, que provocó todo el lío en el que estamos metidos, tuvo usted palabras y conceptos brillantes. Admirables en su decisión y por su atrevimiento. Ahora me hace una nueva demostración de que no tolera los rodeos y la hipocresía. Soy un firme creyente de que las cortes de Poniente necesitan más doncellas como usted. Respecto de su inquietud sobre la reacción de sus hombres, prefiero volver a ser prisionero suyo a que me atrapen los fanáticos religiosos. No le pediré a usted otro favor que el de interceder por mí para que su padre me conceda una entrevista, sabiendo que usted no tiene la potestad de decidir sobre los asuntos que me interesan, puntualmente Dagon Harlaw. También quisiera discutir con usted algunos conceptos sobre el mejor destino para Poniente, pero quisiera hacerlo en condiciones más cómodas que las actuales.