Partida Rol por web

- Esto no es una puta niña!!! - Grito casi histérico desde el suelo al tiempo que saco mi puñal - Tiene la fuerza de un oso!!

Primero me había apiadado de la niña pues se la veía inofensiva, pero ya no pienso correr ningún riesgo. Intento hundir mi arma en la pequeña.

-¡Hay que salir de aquí! -grito tratando de protegerme tras el soldado Baratheon-. Prendamos fuego a la sala, que estas aberraciones ardan hasta los huesos.

Tal vez antes fueran humanos, pero ya no, y en cualquier caso prefiero preocuparme de las vidas de mis hombres antes que de las de unos salvajes desconocidos que pretenden matarnos.

-¡Vamos, hacia la salida! ¡Ya!

¿Fuego? Claro, quizás además, si estos cuerpos son de hombres muertos, ardan con mayor facilidad.

Rehuyendo el combate, pues nada puedo hacer, rápidamente mis ojos buscan entre los cautivos con la esperanza de encontrar una antorcha caída o entre los ropajes.

No es descabellado pensar que quizás alguno se adentrara bien equipado en Harrenhal.

Ser Huss logra quitarse de encima al anciano propinándole un fuerte cabezazo que le rompe la nariz y una patada en el pecho, levantándolo en el aire. Lleno de furia el guerrero se levanta con rapidez y lanza un golpe rápido a su enemigo, abriéndole un tajo en el estómago por el que sale lentamente sangre negruzca. Aun así su agresor no cae presa del miedo y trata de volver a abalanzarse contra el caballero.

Mientras tanto Stannis saca su espada del pecho del hombre y la clava con un golpe corto en su mandíbula abierta, haciendo uso de su peso para clavarla lentamente en el cráneo de su enemigo, acabando con su vida.

Drake clava su puñal casi a ciegas en la cría, logrando acertar en su cuello. La sangre oscura vuelve a brotar, ensuciando su cuerpo desnudo, aunque esta no cesa en su empeño de matar al Greyjoy. Por suerte para él el guardia liberado logra colocar la cadena que ha rescatado en el cuello de la cría y, al apretarla con fuerza, consigue que los eslabones hagan penetrar aún mas la daga y que la muevan de un lado a otro del cuello, degollando a la infante que se debate contra toda lógica mientras su piel pierde color.

Mientras tanto Lady Sylven y Jano buscan algo para quemar a esos seres pero no ven nada que puedan usar como combustible o como iniciador del fuego. Es el joven pastor el que ve por la ventana como un débil fuego se acerca por las murallas hasta la torre en la que os encontráis.

Por un instante me quedo petrificado. La fuerte imagen de la niña degollada me deja sin aliento. La veo en un pataleo final, mientras se le va la vida. ¿Aún le quedaba algo de la pequeña que fue en aquella bestia? Es su momento final es sólo una niña. La miro fijo y me quedo sin aliento, la sensación no es fría, por el contrario enrojezco conforme sube una leve ira. ¿Quién es capaz de semejante crueldad?

Es tan inocente, deliciosamente inocente. Las ropas casi inexistentes, la expresión retorcida en la cara. Siento el fuego de aquel demonio que se apodera de mí subir desde mis entrañas. Me sube la temperatura de la sangre al punto que no puedo evitar que me asalten mis viejos, mis secretos pensamientos. La bestia está hace mucho atada, pero vive. Se alimenta de mis oscuros pensamientos en momentos como este, respira el perfume de Sylven Water. Una vez más consigo volver en mí, pero sé que tengo que hacer algo pronto o el monstruo que soy me traicionará en el peor momento.

-¡Fuego, veo fuego! -grito sin contener el miedo de verme atrapado en un sitio tan pequeño con esas bestias-. ¡Alguien se acerca!

Agudizo los ojos para intentar a ver en la penumbra quien se acerca por la muralla.

-¡No consigo identificar a quienes se acercan!

-¡Vámonos! -ordeno a todos echando a correr hacia la puerta.

Sea lo que sea lo que se acerca, mejor si nos pilla lejos de estos monstruos.

No fue buena idea entrar a Harrenhal con un grupo tan pequeño. Mi primera decisión como líder de esta Casa y ha sido equivocada...

Pero de los errores se aprende, y sin duda la lección de esta noche es: prudencia.

Stannis, Ser Huss y el soldado que acabáis de liberar logran acabar con la vida del tercero de los hombres locos que habéis liberado.

Rápidamente salís del lugar, volviendo a ascender por la torre, buscando un sitio por el que salir. Cuando aún estáis a medio camino escucháis gritos y alaridos en el interior de Harrenhal, sonidos fantasmales y terribles.

Y, para complicar aún más la situación, veis desde vuestra posición privilegiada, en lo alto de la torre que debéis descender escalando por el exterior, un gran número de fuegos que se acerca al campamento de vuestros hombres.

-¡¿Qué es eso?! ¡¿Dónde nos hemos metido?! -chillo sin poder refrenar mi miedo, aunque lo intento-.-¿Quiénes habitaban en este lugar.

Pareciera que sobre la fortaleza hubiera caído una suerte de maldición, y nosotros nos hubiéramos adentrado en ella de cabeza. ¿Qué había detrás de toda aquella oscuridad? ¿Quién estaba detrás de aquel martirio impuesto a aquellas pobres gentes?

-Por los Siete, no... -murmuro tan pronto avisto el ejército que amenaza nuestro campamento, demasiado turbada para ser consciente de haber apelado a unas divinidades en las que no creo-. ¿Qué más, ahora?

¿Qué debo hacer? ¿Bajar y arriesgarme a morir o ser apresada, si es que son enemigos? ¿O permanecer aquí y aguardar?

Con el ceño fruncido y el gesto tenso observo el campamento. Desde aquí no lo veo, pero imagino a mis soldados preparándose apresuradamente para resistir un ataque.

¿Por qué dudo siquiera? Soy la señora de todos esos hombres, debo estar con ellos para lo bueno y para lo malo. Y sea quien sea el general del ejército, ya es hora de que me descubra como cabeza de la Casa Baratheon.

-Bajemos -ordeno a los que me acompañan-. Stannis, adelantaos y pedid en mi nombre parlamento a quien lidere esa fuerza.

¿Un ejército acercándose? ¿Pero qué diablos ocurre, acaso hemos ofendido a los Ocho?

Yo, que ni tengo ni idea de política o grandes asuntos, ni sé en qué negocios andaban metidos esta tropa de abanderados del venado, aguardo a que la señora dé las órdenes, pues además de estar al mando parece que tiene las ideas bastante claras.

Lo que no termino de saber es qué estrellas lucían en el cielo el día en que se me pasó seguir a estas gentes y compartir sus peligros.

Intentando apartar esos pensamientos voy bajando tras los soldados en cuanto hagan mención de abandonar la torre y descender al campamento

-¿Cabe la posibilidad de que esas fuerzas sean hostiles? No a Harrenhal, claro, sino a al venado... -una voz me impele a callar, pero mi curiosidad es mayor, siempre lo ha sido- ¿Qué haremos entonces? ¿Y qué vamos a hacer respecto a lo que ocurre aquí? Alguien habrá obrado estos maleficios... Si las cosas se torcieran con ese ejército siempre podríamos usar la maldición que nos ha atacado para tender alguna acechanza en caso de peligro... -hago que murmuro para mí pero con el suficiente volumen para que la señora o los caballeros lo escuchen y pueda "ocurrírseles" a ellos.