Partida Rol por web

Si, vayamos. Con tal de moverme a mi me basta. Está la cosa como para quedarnos quietos. Miré de reojo al sistema de inteligencia artificial que nos observaba en todo momento. NO me extraña que todos perdieran la cabeza... con ese trasto. Tomé mi arma y comprobé el cartucho de combustible que había acoplado debajo, también extraje el cargador de energía y tras soplarle para quitarle la suciedad o el polvo que tuviera en el conector, lo volví a encajar en la ranura. Estoy poniendo mogollón de mala leche, ya os lo digo colegas. Este lugar me trae de cabeza. Eché el rifle al hombro y comencé a andar arriba y abajo, compulsivamente. Me cago en la lecha puta... Escupí al suelo antes de echarme el pelo hacia atrás.  ¿Entonces a los aposentos de Smith?

Yo os vigilo, acólitos.

Plaga
La verdad no está para ser contada, ni escuchada

Abandonaron el puente de mando, aquel agujero en el techo no le daba buena espina a Nicodemus, ni los cadáveres del suelo, por añadidura. Avina, la IA, les siguió con a mirada mientras abandonaban el puente; Linus iba con el arma en la mano, dispuesto a disparar al primer bicho que se les cruzase, pero no hubo ninguno. Jeremy, en sus trece, iba feliz, avanzando a saltitos; aunque hablaba con algo más de sensatez.

¿Por qué no recuerdo nada? -pregunta que no obtuvo respuesta, por el momento.

El monorrail arrancó sin problemas, con la energía restablecida, y avanzó veloz por las líneas internas. Hubo un instante de tensión cuando uno de los xenos pequeños se plantó en la vía, buscando la carne de los acólitos, se convirtió en una mancha roja en el frontal del vagón cuando éste le arrolló.

Son muy molestos -la aportación infantil de Davies.

Entonces, llegó el miedo; el túnel desembocaba a una gran zona abierta, elevado el monorraíl a unos 50 metros del suelo ofrecía una vista amplia de una de las dársenas de la nave. Allí podían ver naves que aún debían estar operativas, sí, pero también había cientos de criaturas junto a ellas. Pequeñas, de las grandes y letales y una de ellas...¡Trono Dorado! Tenía un tamaño gigantesco con unas garras más grandes que un hombre común. Aglutinadas en una gran biomasa, alzando sus cabezas hacia el monorraíl que sobre ellas cruzaba, con los acólitos dentro.

Nicodemus se volvió a su extraño compañero: ¿Cuántos bichos crearon? ¿Hay más salsa como esa?

¿Crear? No, no. Criar. Criar. ¡vaya! ¡Son muchos!

Los xenos se agitaron, sesenta metros bajo ellos y empezaron a moverse, después, desaparecieron, el monorraíl se había adentrado en un túnel y de nuevo a través de los ventanas sólo se vio las metálicas paredes semiluminadas de las vías.

Próxima parada: laboratorios científicos, cubierta D -dijo una voz.
Próxima parada: laboratorios científicos, cubierta D -repitió Davies.

Nicodemus siguió intentando hacerse un cálculo mental de la cantidad de bichos que habían visto y rogaba al Dios-Emperador que estuvieran encerrados.

- ¿Hay bichos vivos en el laboratorio actualmente? - preguntó de nuevo a Davies

¿Cuál es su postura respecto a los xenomorfos, inquisidores? -el holograma de Avina se materializó en el interior del vagón.

- Pues...-

dijo dubitativo el tecnosacerdote. Lo cierto es que su posición respecto a esas bestias era la siguiente: había que exterminarlos a todos. No dejar uno con vida, eran tan peligrosos como una granada sin anilla. Pero no se fiaba de AVINA, la condenada IA quizá intentara jugársela y Anton no quería más problemas.

Le hizo un gesto a Nicodemus y al psíquico

-¿Qué le decimos?-

inquirió con voz muy baja.

- Hasta el momento solo hemos podido eliminar a los que nos han atacado, necesitamos poder acceder a las notas del Doctor Smith y evaluar si son peligrosos o útiles para la Inquisición, AVINA ya estaba lo suficientemente cabreada con ellos como para dejarle claro que querían destruir el trabajo de su amado doctor.

El Doctor Smith cometió el error de considerar a los xenomorfos válidos para a Inquisición. No lo son. Su adiestramiento fue un fracaso.

- Entonces ¿estarías de acuerdo y nos ayudarías a destruirlos?, intenta sonsacar a la escurridiza Avina

Sí. No es posible su exterminio mediante el uso de armas; y han demostrado resistencia al gas liberado. Deben permanecer en la nave.

Mientras lo decía el vagón llegó a su destino, la cubierta científica.

Bichos. Muchos bichos en el laboratorio. Lo sé. Los ví. Los maté, pero no del todo. Smith los cuidaba.

- Pues estaremos alerta, muy alerta-

dijo el tecnosacerdote. Ya había tenido bastante con un par de encontronazos con aquellos bichos, si volvía a verlos se aseguraría de reaccionar con presteza y apretar el gatillo a tiempo. Además, había que tener mucho ojo con el tarado, podía írsele la cabeza en cualquier momento y cometer alguna estupidez que les costara cara. Slavick lo tendría vigilado.

Encerrarlos en la nave no es la solución. Seguirán estando aquí.

Nicodemus mira al Dr. Linus como si éste estuviera pasando algo por alto, no lo iba a decir con Avina pendiente pero ¿seguro que no podía ser el primer paso de la solución?

Lo que habría que hacer es pegarle un buen misilazo a esta nave y mandarla a hacer puñetas. Preferiblemente después de habernos marchado. Sí, soy consciente de el incalculable valor de las investigaciones que aquí se llevaban a cabo, pero el riesgo es atroz.

El tecnosacerdote se calló la boca; el tal Linus... bueno, no le hacía sentir muy tranquilo. No era del grupo. No se fiaba de él.