Partida Rol por web

En algún lugar de Hà Đông, en el ensanche de Hà Nội...

El taller se encontraba en algún lugar del distrito Hà Đông, situado al este del río. Aunque hace varios años que la frontera entre los distritos se ha difuminado en un suave degradado en el que no quedaba claro qué edificación pertenecía a un distrito y cuál a otro; la ubicación del mismo era lo suficientemente evidente como para que no hubiese dudas.

Taller Nguyễn rezaba el letrero luminoso compuesto por multitud de luces led, varias de estas luces se habían fundido dando al cartel un aspecto granular. Bajo el mismo se recortaba una puerta basculante cuyo tercio superior se encontraba pintado de color amarillo mientras que los dos tercios inferiores eran de color rojo. Y de fondo, una edificación idéntica a las aledañas salvo por el cartel y la puerta que parecía algún patético intento de reinterpretar los colores de la bandera. El edificio era algo más ancho que los de al lado, a cambio tenía una planta menos (teniendo sólo una planta adicional a la baja) y el mismo diseño de mierda que cualquier edificio del ensanche vietnamita.

Ése era el lugar de encuentro que les habían proporcionado a los visitantes. Todos ellos llegaron de manera escalonada y sufrieron el mismo trámite: desconcierto ante lo que veían para a continuación revisar los datos que les habían proporcionado intentando certificar lo que tenían delante. Hasta que, finalmente se rendían y acababan por preguntar a uno de los variopintos transeúntes que por allí deambulaban. No era para menos aquella desconfianza, llegar a aquel taller fue toda una odisea una vez certificaron en el Velo que había nada menos que medio centenar de sitios con aquel nombre. Uno de ellos contaba con entradas recientes al respecto de un altercado que se había producido tres días atrás.

En comparación con el misticismo del lugar y la dificultad de llegar al mismo, nada en aquel lugar presagiaba nada especial. 

El interior era diáfano a excepción de cuatro máquinas elevadoras de vehículos, un mostrador y tres matones. Uno de ellos sentado en una mesa. La iluminación era escasa, apenas una luz titilante; las paredes de aquel garito estaban desconchadas y contaban con un color antes blanco, ahora más bien un marrón amarillento. Todas ellas estaban empapeladas por carteles con caracteres de diferentes idiomas asiáticos en su mayoría, aunque de cuando en cuando se adivinaban los familiares caracteres latinos de occidente y que acostumbraban a usar en Vietnam.

—Espera ahí —fue diciendo conforme llegaban, señalando un asiento libre en un extremo de la sala, el hombre que se encontraba sentado en la mesa. Algunos sólo verían a un tipo de calva tatuada, otros reconocerían al que les convocó allí —Aún no estamos todos.

Lo que debería ser cosa de pocos minutos acabó por convertirse en media hora desde que la cuarta persona tomó asiento. Nadie sabía qué esperaban.

De pronto Bocas (así descubrieron los que aún no lo sabían, que se llamaba el tipo sentado en el despacho) aspiró fuertemente por la nariz dando así por concluida la espera.

—Bien, bien. De puta madre, veo que ya estáis todos. –Dijo tras incorporarse y dirigirse a la improvisada "sala de espera". Hablaba al tiempo que giraba la cabeza como si calibrase a todos los allí presentes. Sus palabras tras la larga espera eran un dolor en el orgullo, sin embargo la mayoría no había tenido muchas opciones.

—Seguidme anda, tenemos que hablar de negocios— dijo adelantándose. Sus hombres, armados, quedaron atrás confirmando que las instrucciones eran cumplidas. 

La búsqueda del lugar había sido… interesante. No solo por lo intrincado de su localización al existir muchos locales con el mismo nombre, sino por el hecho de que el local que al final resultó ser, era el que parecía más anodino y vulgar. No pude evitar sonreír al recordar la entrada a la sancata santorum de mi clan ¿Es que estaban todos cortados por el mismo patrón? Si se convertía en algo común, dejaría de ser útil.

Sin decir una palabra accedí al lugar y fui recibida por dos… no, tres matones que se me quedaron mirando. Simplemente enseñé la tarjeta que Bocas me había dado a lo que respondieron solicitando que me sentara. Pero no lo hice, nunca lo hacía cuando estaba de caza. Me gustaba estar siempre preparada, nunca se sabía cuando sería necesario saltar, correr o luchar. Prefería no partir de una posición nada ventajosa.

Me presenté con un mono elástico y ceñido de color beige que se pegaba a mi cuerpo, pero me permitía movilidad. Un cinturón con algunas cosillas que podría necesitar y una pequeña mochila donde llevaba todo lo que necesitaba.  Por supuesto, el compartimento que llevaba dentro de mi también llevaba cosas, pero ahí solo llevaba lo importante, lo que no podía perder bajo ninguna circunstancia. El mono no era mi única vestimenta pues mi chupa cubría toda mi parte superior  y la capucha de la misma cubría parte de mi cara, dejando ver mi largo pelo negro salir por entre los bordes y dejando ver solo parte de mi rostro, unos ojos inexpresivos y una sonrisa burlona. Estaba de caza y eso siempre me relajaba, me mantenía ocupada en el ahora y no…

“Monstruo”

Deseché rápidamente el pensamiento pues solo podía traerme complicaciones. Sin embargo, no pude eliminarlo del todo. Al fin y al cabo, no podía olvidar por qué había aceptado esta reunión.

Apoyada en la pared, esperé con los brazos cruzados mientras veía como llegaba más gente.

“Mierda, así que va a ser una misión de esas ¿eh?”

Mientras esperaba, me fui fijando en los que entraban para intentar entender que tipos de personas eran.

Ni los matones esperando ni el lugar parecían sorprender a YengHa. Entró con paso diligente y cierto aire ceremonial avanzando hacia el tipo que en la mesa al final de la habitación les esperaba. Fué su indicación de sentarnos lo que hizo que YengHa se detuviera y observara los asientos vacíos.

Yeng tenía unos brazos y complexión delgada. Nada musculosa ni atlética. Tenía rasgos asiáticos pero era fácil adivinarle rasgos de mezcolanza occidental. Vestía una hakama azul con los bordes blancos, como si fuera una de aquellos samurais extintos hace más de doscientos años, su único ornamento en la ropa era un mon de loto amarillo y en su obi blanco y azul llevaba su daisho.

No pasaba por su mente las causas que le habían traído hasta aquí, sino las consecuencias que iría a tener.

No obstante en su rostro se reflejaba una perfecta calma cuando tomó asiento junto a Nairobi, dedicándole una sonrisa cortés al tiempo que le destelleaban unos ojos biónicos y azules bastante llamativos, pero sin decir ninguna otra palabra, y recibiendo de igual forma a todo aquel que llegara a continuación.

Durante esos minutos eternos solo perturbaba el silencio el sonoro sorbido de Brandon Lee. Y es que aquel hombre envuelto en aquella gruesa chaqueta marrón, tenía un lado de la boca algo debilitado y, de vez en cuanto, necesitaba sorber la saliva que, de otro modo, caería por el lateral derecho de su cara.

En ese mismo lado de la cara todavía cicatrizaba una herida en torno al ojo, claramente implantado, de Brandon. Pero, aunque callado, Brandon era hábil para ocultar sus defectos. Cuando notaba que los ojos de los que iban llegando poco a poco al lugar, se centraban en su cara, estiraba el pulido brazo azul brillante que sobresalía por la manga de su chaqueta. Aquel brazo contrastaba con la ajada chaqueta que había visto días mejores; el brazo era nuevo o recién pulido. Solo alguien con un buen ojo podía ver como, en algún alarde de su funcionamiento, Brandon arrugaba el gesto, quizá dolorido. Probablemente era un implante reciente o algo que no había cicatrizado del todo bien. Fuera lo que fuera, parece que los pocos implantes visibles de aquel tipo eran de todo menos profesionales.

Mezclado con el sonido proveniente de su boca, se elevaba el sonido de sus zapatos al repiquetear contra el suelo nerviosos. Situación que se resolvió por fin cuando aquel Bocas les llamó a filas. Brandon dio un respingo y se levantó rápidamente en dirección al lugar donde les habían emplazado.

Recoloco con firme precisión las solapas de la chaqueta del traje y ajusto la tensión del nudo de la corbata justo después de que el matón que esta noche hace las labores de "portero" me deje pasar. Otra vez en uno de estos malditos talleres Nguyễn, salvo que hoy, al menos, no vamos a practicar aquí ninguna improvisada operación de urgencia y tampoco hay una banda de pirados corporativos con intención de matarme pisándome los talones.

Doy una calada y el humo inunda mis pulmones. Tabaco natural cultivado en américa y liado a mano. Nada de esas mierdas transgénicas o sintéticas. Exhalo y mis antinaturales implantes oculares pasean tranquilos por el taller. Entonces los veo. Allí están, todos ellos: la muchacha del mono ceñido y el cuerpo de infarto, el tipo que parece haber metido la cara en un triturador de basura, y la buscadora de ojos fríos que va vestida de manera tradicional. El aspecto de esta última me trae recuerdos y transporta momentáneamente mi mente a algún momento indefinido de mi infancia. Es agradable sentir esa sensación hasta que el anfitrión la interrumpe con su voz...

Observo largamente la punta encendida del cigarro y luego miro a Bocas. Me está mirando fijamente, como si esperara algo. Yo asiento levemente con la cabeza en señal de aprobación. Ha elegido bien.

Después, todos le seguimos...

—Así que sois de los silenciosos... Si eso significa que sois buenos, me vale —dijo al llegar de nuevo a su improvisado despacho, aquel mueble en medio de ninguna parte parecía responder a alguna necesidad patológica de decir aquí estoy yo, y al otro lado estáis los demás.

Llevó entonces su mano a su parte posterior, a la altura de la cintura y sacó de improviso una Smith & Wesson modelo 2460 provocando un breve momento de tensión que acabó por esfumarse en cuanto la depositó en el borde de la mesa más próximo a él. Ajeno a todo acabó por sentarse aguardando que los cuatro extraños hicieran lo propio.

Cuando se dio por satisfecho hizo una seña a uno de sus subordinados que se había peinado todo el pelo hacia atrás, no sin aderezarlo de algún producto que hacía que éste brillase como la cera. Portaba un maletín que depositó en la mesa, no sin antes apartar con delicadeza un par de trastos. Entonces abrió el mismo y pulsó un botón.No tardó en dibujarse un holograma tridimensional que retrataba una ciudad.

Bocas se aproximó y empezó a navegar moviendo sus manos sobre el holograma provocando que titilase con cada interacción con aquella ciudad tridimensional: lo que mostraba inicialmente era un barrio decrépito que podía estar en cualquier parte de Vietnam, podía estar recreando incluso el lugar en el que estaban en aquel momento, con sus construcciones decadentes.

Con los movimientos acabaron por llegar a una zona de los suburbios con viviendas altas y peatonales, sin embargo aquella imagen no parecía ser la que buscaba pues siguió moviendo a toda velocidad la ciudad hasta que de pronto las construcciones que buscaba aparecieron. Todas tenían en común su porte más estilizado y la zona, disponiéndose en torno a un lago.

—Esto es lo que necesito —dijo entonces señalando una de las edificaciones. Gao Chen señalando la cúspide de una de las grandes construcciones-. La torre de SIGMA TECH^INC.

Un velo cayó silenciando toda la sala, SIGMA TECH^INC eran palabras mayores, no un pijo al que joder con un golpe millonario; tampoco un secuestro exprés o un robo. Aquello parecía cosa mayor, contrabando de información, espionaje industrial... Diablos, nada bueno podía venir de aquello.

La única forma de no haber oído hablar nunca de aquella corporación es ser un ermitaño en algún país aborigen de los que existían en tiempos pasados hasta que la colonización acabó por ocupar cada centímetro cuadrado de la superficie del globo terráqueo. Todos sabían que era la compañía líder en ventas en cualquier producto relacionado con implantología: implantes militares, protésicos, incluso los chip neurales para la conexión del Velo, el 90% de los productos del mercado tenían el sello y los estándares de calidad de SIGMA TECH.

Y por si fuera poco estaba el asunto de su ubicación, en torno al lago más famoso de Hanoi: el Hoan Kiem situado en el distrito del mismo nombre. El otro mundo en el que viven la privilegiada minoría sobre la que el estado no ejerce su poder. 

Brandon dio un respingo cuando dijo esas palabras. Había visto ese nombre en muchos de los cacharros que no podía permitirse e incluso estuvo a punto de adquirir uno antes de decidir que él podría hacerlo por si mismo.

—Sigma Tech —respondió casi de inmediato, sin pensar—. ¿Y exactamente qué quieres de allí?

Por un instante sobrevoló por su mente la idea de que aquel tipo quería ese gargantuesco edificio pero pronto se convenció de que no había acabado su explicación y que lo que quería era algo de allí. En cierto modo a Brandon le encantaba la idea. Entrar en un edificio de Sigma Tech y tener acceso a su tecnología... era algo increíble.

Miró al resto de sus compañeros, que parecían callados quizá aturdidos ante la contundencia de la primera idea que permeaba de las palabras de Bocas.

Me mantengo callado. Espectante. Quiero ver de que pasta están hechos mis nuevos "compañeros", y escuchar las preguntas que tienen para Bocas es una buena manera de irlos calando.

Sobre mi cuerpo cubierto de tatuajes escondidos llevo un traje oscuro, demasiado formar para el lugar, y una camisa de seda blanca. El titanio de la cadena del reloj tintinea cuando alzo de nuevo el tabaco y lo llevo hasta mis labios. Doy una profunda calada y antes de que termine de soltar el humo llega la primera y más directa pregunta. Es el tío de la cara triturada quien la hace. Yo sonrío para mi mismo. Estoy convencido de conocer de antemano la respuesta a todas la posibles preguntas que van a hacer. Todas menos una: ¿Cómo cojones vamos a entrar en SIGMA TECH?. Y ese, sin duda, es precisamente el motivo para haber reunido a un grupo tan variopinto...

Y finalmente nos decían algo sobre lo que teníamos que hacer. O más bien a quien debíamos joder por así decirlo. Lo cierto es que tanta teatralidad era algo exasperante. Suponía que tanta parafernalia buscaba sorprendernos o quizás asustarnos pero el echo de siquiera intentarlo me resultaba ridículo, casi insultante. El resto de los acompañantes permanecían en completo mutismo hasta que finalmente uno de ellos hizo la pregunta más obvia.

“SIGNMA-TECH ¿Y exactamente qué quieres de ahí?”

Y ese era el quid de la cuestión. Realmente no había dicho nada por lo que era absurdo tanta fanfarria para algo que debía ser simple.

- Estoy de acuerdo con el caballero aquí presente – dije señalando con la cabeza al hombretón – Seguramente estés acostumbrado a tratar con novatos o inútiles y por eso esperabas que nos mostráramos asustados o perplejos. Pero, aunque no puedo hablar por el resto aquí presente, si conoces mis antiguos trabajos sabrás que todo esto está de más. Más bien necesito un objetivo claro, detalles que puedas darnos, información de la zona. –

Estaba centrada en la misión, era lo que más quería. Sabía que sería la única forma de acallar las voces que seguían gritando en mi interior. Además, sabía que “Daremo” estaría mirando, siempre lo estaba. Si llevaba a buen puerto, tal vez pudiera demostrarle que estaba preparada para volver.

—Me he hecho de rogar pero quería estar seguro del tipo de público que tenía delante. Asegurarme de que todos, los cuatro erais conscientes de lo que tenemos aquí —dijo tras señalar a todos con su dedo índice para acabar usándole para golpear la mesa que tenía delante.

—Debemos robar un prototipo con el que pretenden mediante el velo, manipular a toda la maldita sociedad. Controlarlos a todos como un maldito gran hermano. ¿Habéis leído el libro? No importa, yo tampoco... Pero básicamente SIGMA TECH quiere que todos los que tengamos implantados su chip neural seamos sus putitas, compremos sus productos o simplemente... BAM

Golpeó la mesa provocando un fuerte estruendo  que hizo que alguno se sintiera sorprendido.

—Y eso no nos mola la verdad, me gusta tener acceso al Velo y me gustaría tener la certeza de que no voy a tener la maldita ciudad persiguiéndome. Quiero saber que cuando coja a ésta —agregó tomando su pistola y levantándola apuntando el cañón hacia arriba— quién la controle sea yo.

—A mis empleadores les pasa lo mismo... Y supongo que a vosotros también.

Entonces se dejó caer en el asiento esperando una respuesta de ellos.

—Sabemos que lo han desarrollado ellos y está ahí, en la maldita sede de SIGMA TECH. Debéis buscar haceros con eso como sea y entregárnoslo. No sé si el plan es una infiltración o si sois de algo más sutil... Pero tienen su propia seguridad y no es moco de pavo.

—Nosotros podemos manipularlo para devolverles el golpe de una manera que no lo verían venir... ¡En la puta vida, joder! Nuestro negro* será capaz de hacerlo.

Escuché con atención todo lo que el calvo nos contaba y casi no pude evitar esbozar una sonrisa mientras escuchaba sus proclamas apocalípticas sobre lo que la empresa podía hacer con lo que estuvieran desarrollando. Era casi patético. Cuando terminé, no pude evitar volver a intervenir.

- Teniendo en cuenta el lugar que es, creo que antes de planificar nada, deberíamos hacer un primer acercamiento de inspección. Verificar in situ defensas, guardias, actos que vayan a tener lugar y en definitiva, todo lo que pudiera darnos un punto de acceso. –

Me giré y miré al resto de mis “nuevos” compañeros.

- No sé qué opinará el resto, pero yo bien podría hacer la inspección perimetral. Se me da bien moverme por las alturas y mantenerme oculta. También sería interesante saber cuándo tienen pensado hacer la presentación de este nuevo prototipo. Dudo mucho que vayan a engancharlo al Velo sin más. Siempre deben, aunque sea por protocolo, mostrárselo a los chupatintas –

Entonces, en lo que esperaba a que el resto diera su opinión, volví a mirar a Bocas.

- Y por cierto, muy emotiva tu charla sobre el fin del mundo. Supongo que se la cuentas a los niños para meterles el miedo ¿Verdad? Porque dudo que creas semejante tontería. No somos libres. Todo lo que hacemos deja una marca en el Velo y en otras personas y compañías conectadas a él. - Tal era la creencia de los mios y la razón de que toda acción tenía una consecuencia - ¿Qué SIGMA TECH quiere un pedazo más grande de la tarta? Perfecto ¿Qué queréis ese pedazo para vosotros? Perfecto también. Pero dejémonos de tonterías. –

Normalmente no hubiera sido tan contestona, pero el tiempo fuera de la organización me había dado cierta perspectiva. Además, este trabajo no estaba atado a ningún juramento. A pesar de todo, no estaba dispuesta a dejar que una empresa como SIGMA TECH tuviera semejante control sobre las vidas de la gente. La cosa era ¿Dejaría que semejante poder lo tuviera un tipo que se hacía llamar Bocas? De momento solo podía seguirle el juego y cumplir la misión.

Brandon sonrió y volvió a sorber por la comisura de sus labios.

—No podemos ser libres porque somos imperfectos y no tenemos una mente pensante capaz de guiarnos. Y por lo que parece, SIGMA TECH sí la tiene... o parece tenerla. Pero me gusta el plan. Conocer ese prototipo nos ayudara a todos a conocer la verdad sobre la Máquina y quizá sea usted —dijo señalando a Bocas—, un nuevo mesías capaz de guiarnos a todos en la dirección correcta.

No se había levantado de la silla en ningún momento pero desde su posición de inferioridad transmitía cierta seguridad.

—Pero hay una pregunta de... —señaló a Nariobi—, que me parece muy acertada. ¿De cuánto tiempo disponemos? Por cierto, si vamos a trabajar juntos, quizá sea bueno tener un nombre por el que llamanos, ¿no pensáis? A mi podéis llamarme Brandon.

Di un respingo ante la pregunta del hombretón.

- Tienes toda la razón y te pido disculpas. No estoy acostumbrada a trabajar con más gente. Podéis llamarme Nairobi –

He hice una ligera reverencia con la cabeza hacia todos mientras esperaba que Bocas contestara

Yeng Ha había permanecido con la espalda recta en su asiento. Observando con falsa sonrisa que enmascaraba una gran serenidad el holograma proyectado, escuchando a aquél tipo de escrúpulos cuestionables y sus intenciones. Escuchó, a todos, Yeng Ha era extremadamente calmada y se había dedicado a una vida contemplativa, sus movimientos eran lentos quizá incluso podría decirse que iba con delay y parecía no entender demasiado la finalidad de todo aquello. No obstante, si tenía algo que decir no se pronunció en absoluto ni hizo indicios de tener nada que opinar

No obstante pensaba, con inconsciencia y parte de ignorante fe ciega ¿No pensamos por nosotros mismos? Claro que pienso por mí misma, yo sigo las sendas que la sede del templo nos indica. ¿Acaso eso no es pensar por uno mismo? 

Parecía que tras un rato muerto esperando por fin decidían presentarse. La mujer del Hakama pronunció su sonrisa a las tres personas que le acompañaban dando su nombre - Yeng. Usted es un hombre poderoso y de muchos recursos, ¿De qué disponemos? ¿Tiene usted un despacho u oficina en ese edificio? ¿Podría tenerlo? -

Las palabras de Nairobi provocaron se dibujase una sonrisa irónica en la faz de Bocas que le hizo doblar el labio hacia su cara más derecha. Iba a responder pero parecía que todos los cachorros querían decir algo.

Cabeceó un par de veces antes de hablar y entonces terminó por interrumpir aquella retahíla que amenazaba por alargarse: 

—Sí, sí, sé vuestros nombres, ese es Kazuo y a mí me llaman Bocas. En mi caso, no soy un pez gordo... No soy más que un mercenario: me pagan, hago el curro y cobro los Creds. En este caso el curro viene grande, mi estilo es más bien... Directo. Eso no es lo que requiere esa misión o al menos lo que buscan lo que pagan y por ello les he convencido de este proceder.

Meneó un par de veces su pistola como si quisiera subrayar lo de su estilo de acción directo.

—Ahí entráis vosotros. Por supuesto habrá una paga... 100 Creds a la finalización de la misión. —Aclaró abriendo sus manos como si mostrase algo invisible.

—Así que ya os podéis imaginar la respuesta vuestras preguntas... El cómo queráis hacer el acercamiento, recabar la información, etc. Es cosa vuestra. Eso sí Nairobi... ¡Me suda la polla que no te lo tragues! No quiero pararme a descubrir lo que pueden hacer con esto que tengo en la cabeza, pero me niego a ver todos mis garitos como un puto estercolero o apuntarme a una secta religiosa... No sé si me dejo algo.

—En realidad sí —replicó Brandon—. ¿De cuánto tiempo disponemos? Supongo que si tenemos que evitar algo directo, tendremos algo de tiempo para obtener información fiable.

Buscaba con la mirada a sus compañeros tratando de reafirmar sus palabras. A fin de cuentas Brandon era un novato en este mundo y había entrado por casualidad pero había demasiado en juego y tenía que hacer ver que era competente.