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Casa de Campo (Mundo Muggle)

La Casa de Campo es un jardín histórico y el mayor parque público del municipio de Madrid, en España. Situado al oeste de la ciudad, pertenece al barrio administrativo de Casa de Campo (distrito de Moncloa-Aravaca). Linda al sur con el distrito de Latina, y al oeste con el término municipal de Pozuelo de Alarcón. El parque está prácticamente anexo al monte de El Pardo y tiene una extensión de 1722,6 hectáreas, incluyendo los terrenos del Club de Campo Villa de Madrid, al que cedió parte de su superficie.

En su interior se encuentran diversas instalaciones, como el Parque de Atracciones de Madrid, el Zoológico, el teleférico (que conecta la Casa de Campo con el parque del Oeste, al otro lado del río Manzanares), parte de los recintos feriales de IFEMA (Institución Ferial de Madrid), el pabellón multiusos Madrid Arena, la Venta del Batán (lugar tradicional de encierro de los toros en los días previos a su lidia en la plaza de toros de Las Ventas) y diferentes espacios deportivos.

Mercado Negro (Mundo Mágico)

Ningún mago puede entrar en el Mercado Negro de Madrid si no recibe una invitación previa. Las grandes autoridades del mundo mágico sabe que está escondido en algún lugar de este parque, pero aún no han averiguado cómo llegar a él.

Casa de Campo (Mundo Muggle)

La Casa de Campo es un jardín histórico y el mayor parque público del municipio de Madrid, en España. Situado al oeste de la ciudad, pertenece al barrio administrativo de Casa de Campo (distrito de Moncloa-Aravaca). Linda al sur con el distrito de Latina, y al oeste con el término municipal de Pozuelo de Alarcón. El parque está prácticamente anexo al monte de El Pardo y tiene una extensión de 1722,6 hectáreas, incluyendo los terrenos del Club de Campo Villa de Madrid, al que cedió parte de su superficie.

En su interior se encuentran diversas instalaciones, como el Parque de Atracciones de Madrid, el Zoológico, el teleférico (que conecta la Casa de Campo con el parque del Oeste, al otro lado del río Manzanares), parte de los recintos feriales de IFEMA (Institución Ferial de Madrid), el pabellón multiusos Madrid Arena, la Venta del Batán (lugar tradicional de encierro de los toros en los días previos a su lidia en la plaza de toros de Las Ventas) y diferentes espacios deportivos.

Mercado Negro (Mundo Mágico)

Ningún mago puede entrar en el Mercado Negro de Madrid si no recibe una invitación previa. Las grandes autoridades del mundo mágico sabe que está escondido en algún lugar de este parque, pero aún no han averiguado cómo llegar a él.

Lo primero que hizo Melker al llegar a la Casa de Campo, fue admirar el lugar. Si bien era cierto que al ser casi de noche podía disfrutar de la vista completa, le gustaba lo que veía y le agradaba estar en una zona con tanta naturaleza en mitad de una ciudad enorme.
Después de unos instantes respirando un aire más puro que el de las calles de Madrid, Melker se dirigió al embarcadero y buscó a gente que pareciese del mundo mágico. Cuando encontró a una persona que pudiera serle de utilidad, Melker se acercó lo suficiente para hablarle sin que nadie más pudiese escucharles - Buenas noches, estoy buscando al vampiro de los Valles, ¿Sabe dónde podría encontrarlo? Preguntó Melker esperando que la persona pudiera ayudarle y no le tomase por un loco.

El sol se ocultaba entre los árboles del parque de la Casa de Campo y sus rayos ya no incidían sobre el terreno, lo cuál dotaba de cierta penumbra y oscuridad al lugar.

Al haber llegado el ocaso era mucho más sencillo localizar al tipo que Sanguini le había dicho. Aunque también era cierto que el lugar estaba repleto de muchas personas, especialmente de mujeres ligeras de ropa que cuando vieron a Melker se acercaron hasta él ofreciéndole propuestas deshonestas.

Hubo un momento en que una de esas mujeres, vestida con ropas de cuero negro y enseñando más de lo que se consideraba correcto y los labios pintados de un color rojo carmesí le enganchó del brazo. Pero qué guapo eres, maguito. Le dijo mientras retozaba su mejilla sobre su hombro. Dime, ¿de qué color es la sangre del Príncipe?

Cuando una mujer a medio vestir se le acercó a Melker, este se sintió incómodo y más aún cuando le agarró del brazo. Melker estuvo a punto de librarse del agarre con un tirón hasta que escuchó la palabra "maguito" y a continuación la pregunta que estaba esperando.
- No tiene. Dijo Melker mirando a la mujer sorprendido ya que esperaba a un vampiro y no una vampiresa.

La mujer sonrió cuando Melker respondió correctamente a la contraseña y, mientras seguían cogidos del brazo, lo llevó hasta un bote que había en el lago. La mujer cruzó la pasarela con muy poca agilidad y después subió a la diminuta embarcación indicándole a Melker que lo siguiera. 

Después de aquel gesto, la mujer abrió una pequeña trampilla en el bote y saltó.

Melker repitió el mismo gesto y segundos después habían llegado a un extenso mercado lleno de criaturas y seres mágicos. Mirase donde mirase había algo interesante que ver, alguien a quien preguntar o algún espectáculo que admirar.

Desgraciadamente no había ni rastro de la vampiresa que le había acompañado hasta el lugar. Así que, quisiese lo que quisiese Melker, tendría que apañárselas solo.

El lugar era realmente increíble, y Melker habría deseado tener más tiempo para examinar cada rincón de aquel mercado, aunque eso tendría que ser otro día que no estuviese ocupado con esa misión. Cuando el mago se giró para hablar con la vampiresa y preguntarle dónde fabricaban las varitas, esta había desaparecido dejándole solo en aquel lugar desconocido - Genial, adiós a mi guía.

Antes de ponerse a buscar al fabricante de varitas, Melker se percató de que todo lo que llevaba estuviera en su sitio y lo acopló en los bolsillos secretos de su gabardina para evitar que sus posesiones desaparecieran, ya que no se fiaba de la gente que pudiera pulular por ese lugar.
Una vez listo, caminó mirando hacia todos lados quedándose lo justo para asegurarse de que vendían y si era el lugar que necesitaba.

En el mercado negro había gran cantidad de magos de apariencia siniestra y a cada paso que daba le ofrecían algún artículo la mar de interesante. Desde huevos de dragón, pasando por alfombras voladoras e incluso máscaras de aspecto malévolos u ojos de cristal que siempre te miran.

Y mientras Melker miraba a todas partes, y sentía como si le estuvieran observando pudo ver, al fondo de un callejón una figura idéntica a él. ¿Acaso estaría visitando su hermano el Mercado Negro? ¿Debía ir tras él, o sería preferible preguntar por el fabricante de varitas mágicas?

La visión de su posible hermano dejó petrificado a Melker, y por unos instantes no supo muy bien cómo reaccionar. Era cierto que estaba allí por una misión concreta, pero si esa persona era su hermano, no podía dejar que se le escapase. Además, siempre podía volver sobre sus pasos para seguir buscando al fabricante de varitas y continuar con el pedido de Sanguini.
Decidido a investigar esa figura idéntica a él, Melker se dirigió a aquel callejón con su mano derecha dentro de un bolsillo de su gabardina, donde tenía guardada su varita, para prepararse por si se trataba de alguna trampa. Mientras caminaba hacia allí, Melker no dejaba de mirar a todos lados para ver cualquier movimiento extraño y preparar un posible contraataque.

Melker decidió dejar atrás la búsqueda del fabricante de varitas para correr detrás de lo que creía haber visto. Cuando se giró por la esquina del callejón por donde había visto irse a su gemelo se dio cuenta de que lo había perdido de vista. Ahora no parecía haber ni rastro de él, quizá se lo habría imaginado o quizá se había dado cuenta y había sido capaz de huir antes de que lo descubriesen.

En cualquier caso, nadie en el Mercado Negro parecía alborotado por la presencia de ninguno de los dos Westerberg. Era como si aquella gente no se inmutase porque un mago negro y otro idéntico a él estuviese suelto por allí.

Al llegar al callejón y no ver rastro alguno de la presencia de su hermano, Melker comenzó a preguntarse si no estaría perdiendo la cabeza. Era posible que se hubiese implicado emocionalmente en el caso, y eso nunca era bueno ya que le llevaría a cometer errores de novato. 

Melker regresó a la zona principal del mercado para continuar su búsqueda, sin dejar de mirar por encima del hombro por si volvía a ver a su hermano y para asegurarse de que nadie le seguía. El juego psicológico era una táctica bastante usada por los mortífagos para desconcertar a sus enemigos, así que Melker tendría que aprender a controlarse para no caer en su trampa.

Cuando Melker regresó a la zona principal casi se choca con un tipo de aspecto sumamente desaliñado. Llevaba ropa muy andrajosa, llena de rotos y un poco sucia. Además llevaba una gabardina con multitud de bolsillos y cuando le miró a la cara le sonrió. 

Su sonrisa resultaba desagradable, le faltaban dientes, muchos estaban descolocados y el resto estaban sucios o podridos. Pero su mirada, limpia y cristalina caló hondo en su mente, como si estuviese usando un conjuro de legeremancia sobre él le dijo:

Creo que tengo lo que buscas. Dijo el hombre abriéndose el abrigo. La prenda poseía infinidad de bolsillos, algo incomprensible para la vista muggle, pero a Melker no le sorprendió. En cada uno de los bolsillo había una caja que probablemente tendría una varita mágica como la que el colaborador del MIM estaba buscando.

Cuando Melker notó el choque con otra persona, su mano derecha buscó su varita instintivamente, aunque después de mirar bien al hombre, lo que hizo fue repasar discretamente con sus manos sus objetos de valor para asegurarse de que no le había sustraído nada aprovechando el contacto.

A Melker no le gustaba que le leyesen la mente, aunque precisamente en ese momento casi lo agradeció para no tener que andar todo el mercado de arriba a abajo buscando lo que necesitaba. Melker vio lo que el hombre le ofrecía, y no podía estar muy seguro de que aquella mercancía era de elaboración propia o se había adueñado de ella de malas maneras. - ¿Las has hecho tú? ¿Cómo se que son de calidad?

El hombre alzó la ceja bastante molestos con la pregunta de Melker. Entonces cerró su gabardina ocultando todos los productos que tenía  y le contestó casi escupiendo las palabras. La duda ofende. Claro que son artesanas, creadas por mi y de una manofactura extraordinaria. Suponía que un hombre como usted podría valorar mi producto, pero está claro que lo he sobrevalorado. Una lástima. Dijo el hombre molesto dándose la vuelta y con intención de marcharse.

La noche había llegado al Mercado Negro y apenas había casi luz allí. Melker estaba realmente cansado. Había sido un día de muchas emociones. Era momento de tomar una decisión, o se hacía con la varita ahora o sería mejor ir al día siguiente con más calma, menos prisa y averiguar algo sobre si ése era el fabricante de varitas que estaba buscando.

Melker imaginaba que el hombre estaría usando la típica táctica del ofendido al hacer el gesto de irse, y la verdad es que le habría salido muy mal una situación diferente, pero Melker ya estaba muy cansado y quería acabar con aquello lo antes posible. Además, al no ser para él la varita, tampoco le iba a importar mucho que no fuese de Ollivander o del fallecido Gregorovitch, con que funcionase le valía. 

- ¡Espera! Me interesa. Pero quiero una nueva con un ingrediente especial, y la quiero para ya. Le dijo para que el hombre le llevase a su taller y pudiera fabricar esa misma noche la varita - Tiene que llevar este pelo en el núcleo y ser de madera de serbal, para un hombre de este tamaño Añadió poniendo la mano a la altura de lo que medía Sanguini. - ¿Puedes hacerla?

El hombre tomó el pelo y lo miró detenidamente para después tendérselo de nuevo y negar repetidamente con la cabeza. ¡No! ¡No voy a hacer una varita con ese centro! ¡Ni hablar! ¿Está usted loco? Preguntó asustado. Y segundos después el hombre se desvaneció de allí dejándolo con la palabra en la boca, el pelo entre sus dedos y boquiabierto. Melker no había terminado de entender si ese era o no el creador de varitas, pero lo que estaba claro es que hoy no iba a lograr fabricarlo.

Así que lo mejor sería regresar a su apartamento y descansar. Mañana sería un nuevo día, quizá habría nuevas noticias sobre su hermano y con un poco de suerte podría investigar algo sobre el creador de varitas en el Mercado Negro y averiguar si ese hombre era o no el verdadero o un farsante.

Melker se quedó perplejo ante la reacción de aquel hombre al pelo de Sanguini. Al principio pensó que sería alguna estrategia para sacarle más dinero para hacer la varita, pero al ver su cara de asustado y ver que no regresaba, entendió que había hablado en serio.

El día había sido demasiado largo y Melker no aguantaba más tiempo despierto, por lo que decidió regresar a su hotel y continuar al día siguiente. Quizás, después de una buena cuera de sueño, vería el caso desde otra perspectiva sin tener que realizar acciones ilegales.

Nada más aparecerse en su habitación de hotel, Melker se desvistió y se metió en la ducha para meterse en la cama sintiéndose limpio. Tenía que descansar muy bien, ya que tenía planeado comenzar pronto el día siguiente para avanzar todo lo posible en el caso.