Partida Rol por web

Taberna clásica situada junto a Plaza España. Tiene terraza y dentro es bastante pequeña. Buen sitio con terraza para desayunar un café muy rico con una tostada de café. Siempre ambiente agradable

No era a lo que Evangeline estaba acostumbrada, pero le pareció que podía ser divertido para disfrutar del cómo eran los bares de Madrid.

Entró con una sonrisa, y pidió un capuchino grande (aunque luego se diera cuenta de que el tamaño era estándar), y se sentó en una mesa de cuatro, donde esperaría tranquilamente a los demás.

Con el café hirviendo, sacó de la mochila el móvil, y envió un mensaje de WhatsApp al grupo que acababa de crear para indicar a los demás dónde estaba.

Trad enviarlo, se puso a matar el tiempo leyendo algún hilo interesante de Reddit.

Llamar a eso "un capuccino" era decir demasiado. El café que le sirvieron a Evangeline era un café quemado con leche y un poco de crema. Por ahí no había ni cacao, ni espuma de leche, ni tamaño grande como había solicitado. La taberna parecía bastante más transitada de lo que a simple vista merecía y la terraza empezaba a llenarse porque empezaba a ser la hora de comer. 

Un cliente se acercó hasta ella para preguntarle algo sobre las sillas donde estaba Raven; ¿Está ocupada?

Aquello era duro. No estaba acostumbrada a un café tan malo, pero sí a mostrar su descontento con la dejada o no de propina. Y, efectivamente, ni por asomo dejaría propina (o, al menos, no mucha) en aquel sitio. Y, por supuesto, dudaba mucho que volviera a tomar nada allí.

Tras un escalofrío al tomar el café, siguió enfrascada en el móvil hasta que escuchó la voz. Alzó la mirada, dejando el móvil aparte, y miró con atención a quien se dirigía a ella.

Pestañeó varias veces, tratando de descifrar el sentido de esa pregunta, y contestó un simple:

—No.

Y no añadió nada más porque no estaba segura de a qué se refería. ¿Se refería a si ella, Evangeline, estaba ocupada, y podía atenderlo? ¿O se refería a si el asiento estaba siendo ocupado por alguna persona?

Fuera lo que fuese, la respuesta era la misma.

Tras la respuesta de Raven, el hombre retiró la silla y se la llevó junto a un grupo de personas de su misma edad. Todos parecían vestidos con traje y corbata con la misma gama cromática. Daban la sensación de ir vestidos con algún tipo de uniforme, lo que probablemente implicase que eran compañeros de trabajo.

Evangeline seguía esperando al resto del grupo, aunque no había recibido respuesta por arte de ninguno.

Bueno, no es que fuera a esperar una gran conversación, y tampoco es que estuviera segura de que estuviera hablando de ella y se refiriera a ella cuando dijo aquello de “ocupada”, pero, ¿en serio? ¿Ni un “gracias”?

Le habían llegado rumores feos, estereotipados y prototípicos de la población del mediterráneo. Y estaba empezando a pensar que no iban del todo desencaminados: impuntuales y maleducados eran dos cosas que había ya sentido. Y apenas llevaba un par de días de en el país.

Suspiró, un poco amargada, y comprobó si tenía alguna notificación de WhatsApp en el móvil. Se extrañó al ver que no había nada. Básicamente, la habían dejado en “visto”, porque al dar a la información de su mensaje, pudo comprobar que su mensaje había sido visto por todos los destinatarios, y no se habían molestado en responder.

Eso le molestó un poco, pero consideró que no tenían la suficiente confianza como para decirlo en un grupo de WhatsApp. Ni siquiera para preguntar un “¿cómo va todo?” cuando en realidad era un “¿qué cojones hacéis que ni contestáis ni venís?”.

Guardó el móvil en el bolsillo pequeño de la mochila, con el volumen algo para escuchar el tono de tonificaciones, y sacó el expediente que le había dado el secretario.

Comenzó a matar el tiempo en leer el caso que se le había asignado, y tratar de averiguar más acerca de todo ello.

Taberna clásica situada junto a Plaza España. Tiene terraza y dentro es bastante pequeña. Buen sitio con terraza para desayunar un café muy rico con una tostada de café. Siempre ambiente agradable

Gheorghe se acercó buscando a Raven y se sentó a su lado. Cuando el camarero le preguntó que quería pidió una pinta de cerveza y lo que tuviese de comer de tapeo o aperitivo.

- Buen día Raven. De nuevo.

Cuando sintió la vibración y escuchó la notificación del móvil, se alegró. Por fin daban señales de vida. 

Miró la pantalla del móvil, y vio que se trataba de Gheorghe. Contestó de manera rápida, y guardó el teléfono para seguir mirando el expediente que le habían dado.

La verdad era que se trataba de algo un tanto extraño. Había desaparecido un auror. Se fijó en su nombre y en el lugar de residencia. Sacó el móvil de nuevo, y dejó guardada la dirección en la aplicación "maps" para ir luego a echar un vistazo. Revisó a lo que el hombre se dedicaba y en qué departamento del Ministerio trabajaba. También buscó información acerca de cuándo era la última vez que lo habían visto, y se dijo que debía de volver al Ministerio para hablar con sus compañeros de departamento. Por si podían comentarle alguna cosa. 

Alzó la mirada cuando una sombra le tapó algo de luz, y sonrió al encontrar una cara conocida.

Alzó la vista del expediente, y lo guardó en la mochila al ver a Gheorghe. No quería ser maleduacada, y leer mientras tuviera visita.

—Hi!— saludó efusiva—. Sí, yo también estoy hambrienta— añadió, recordando su mensaje de WhatsApp.

Le hizo sitio para que cupiera y estuviera más cómodo, y lo miró, inquisitiva.

—¿Cómo está todo?— preguntó, curiosa—. Creía que no venís— dijo, equivocándose en el tiempo verbal, tomando un sorbo de su café—. ¿Algo interesante?

Lo miró, expectativa, y se atrevió a preguntar acerca del su propio expediente:

—¿Qué tienes tú?— dijo, interesada—. Yo tengo un auror desaparecido.

- Ayudar a Andrés a cazar un monstruo, creo que me dijo que una quimera.

Taberna clásica situada junto a Plaza España. Tiene terraza y dentro es bastante pequeña. Buen sitio con terraza para desayunar un café muy rico con una tostada de café. Siempre ambiente agradable

El nombre del auror desaparecido era Hugo Sevilla y la última vez que se le había visto era saliendo de su domicilio cuya dirección venía adjuntada en el expediente. Era uno de los aurores que habían empezado a investigar todo aquel asunto tan misterioso, pertenecía al departamento de Misterios y había desaparecido hacía unos 10 días. Los acontecimientos habían empezado a suceder hacía unas dos semanas.

Jurina llega al lugar, parece un lugar bastante normal, donde sin duda podrán tomar algo tranquilamente mientras hablan. Antes de acercarse hace una foto con su móvil y tras editarla levemente la sube a Instagram.

Camina con tranquilidad y con el dosier bajo el brazo mientras busca a las personas con las que ha quedado, lo bueno es que al menos el gigantón es bastante sencillo de localizar o al menos eso espera.

Sintió la vibración del móvil al llegarle la notificación, pero se le pasó mirarla. Normalmente, cuando estaba con gente, miraba el móvil bastante menos, y, además, estaba interesada tanto en su caso como en el de Gheorghe.

No sabía muy bien cómo enlazar ambos casos, y, la verdad, tampoco tenían por qué estar relacionados. Le dio un par de vueltas, y miró hacia la sombra que había aparecido por la puerta.

Alzó la mano, que apenas destaca comparada con la corpulencia de Gheorghe, y saludó a Jurina, sonriente.

Miró el móvil, y, efectivamente, había sido ella quien había avisado que venía hacia la cafetería.

Le indicó con un gesto que se sentará con ellos, y la miró, señalando a Gheorghe.

—Compartimos información acerca de nuestros casos. A mí me ha tocado un auror desaparecido, y a Gheorghe lidiar con una quimera. ¿Y a ti?— preguntó, curiosa.

Al ver a la pareja Jurina se acerca y saluda con la mano, toma asiento y deja la carpeta para arreglarse un poco el pelo, con cuidado saca el móvil mientras dice:

Una plaga de murciélagos cerca del teatro real, el cual veo que se trata del lugar que frecuentan los vampiros.

Extiende su brazo y coloca su móvil apoyado frente a ella, con un temporizador, cambia su mirada y postura y espera a que se haga la foto, una vez se hace toma el móvil y comienza a editar un poco la imagen mientras habla:

Un Auror desaparecido, una Quimera y murciélagos. Parece que sí, que la cosa esta bastante animada aquí en Madrid. ¿Por cierto, ya habéis pedido?

- No, aún no. Por ahora no es fácil establecer una relación. Mi quimera es, bueno, ayundando al chico argentino, es su caso, yo solo he de ayudarle. Lo de los vampiros parece peligroso, si lo deseas te acompañaré cuando te acerques, sin compromiso alguno, estoy totalmente seguro que podrías apañártelas sola sin problema, pero tiendo a tener miedo de que ninguno sobreestime sus capacidades y le pase algo. Yo desde luego os pediría que me acompañáseis, pero soy bastante cagueta.

Alzó las cejas al escuchar lo de los vampiros. Para nada esperaba que hubiera vampiros allí, y mucho menos que tuvieran un sitio donde reunirse. Es más, estaba alucinando al saber que Jurina sabía dónde se encontraban exactamente. Luego pensó que estaría en su expediente, y meditó un rato acerca de lo bien que tenía el Ministerio controladas a ciertas criaturitas... pero luego se le desaparecían agentes.

Después de apurar de nuevo el café asqueroso que le habían servido, negó con la cabeza al tiempo que Gheorghe respondía a la pregunta de la compañera. No, no habían pedido nada para comer, y lo cierto era que Evangeline no tenía ganas de comer. Tenía el estómago cerrado, y le empezaba a dar vueltas a su caso.

—Es raro, ¿no?— dijo Evangeline, rascándose la nariz—. Cuántas cosas le han pasado al Ministerio Ibérico. En tan poco tiempo...

Dejó que muriera la frase porque quería dar a entender que parecía que podía haber algo más, pero, no tenía ninguna prueba para sostener tal pensamiento, por lo que lo descartó.

—¿Por dónde empezaréis a buscar?— preguntó, curiosa—. Yo volveré al Ministerio— dijo, señalándose—. Necesito que me den más información.

- Yo estoy a la espera de Andrés, tengo que ayudarle a él con la quimera. De todos modos, la verdad es que no hago esto por dinero, tengo unos ahorros que me dan para vivir bien varias décadas. Así que no me importa hacer horas extras, o jornadas extras, si alguna quiere ayuda. En serio, solo tenéis que decirlo, no voy a convertir el agua en vino, pero tengo arma y escudo y mi piel tiene una cierta resistencia a los conjuros, puedo ser un aceptable guardaespaldas. Y discreto, no quiero protagonismo ni nada parecido.

Gheorghe insistía siempre en lo mismo. No sabía como conseguir que aceptasen su oferta de ayuda. Los vampiros podían ser criaturas muy peligrosas, como los hombres lobo, las quimeras, o simplemente magos tenebrosos. Aquellos chicos eran todos jóvenes y vitales. Sería terrible perder a uno solo de ellos. Y teniendo en cuenta que el ministerio ya había perdido a sus propios magos, era un pensamiento inquietante.