Partida Rol por web

El recorrido de Oliver continuó, tal y como él dijo, en dirección a dónde podría encontrarse Katherine. No supo qué o cómo tuvo claro donde encontrarla a pesar de que ya le había perdido la pista, pero su instinto le llevó hasta el puente de madera donde su última conversación había quedado interrumpida.

Katherine se encontraba en medio del puente, apoyada en la barandilla de madera, mirando el horizonte mientras el fresco aire de Septiembre hacía bailar su largo cabello. ¿En qué estaría pensando? A lo mejor simplemente decidió dejar la mente en blanco y dejarse llevar.

Ante la presencia del chico ésta le miró y volvió a dirigirle la misma sonrisa enigmática.

- ¿Cansado de tanto acto extraño? ¿Qué será lo próximo? ¿Tú novia con Lewis?

El resto de gente del Gran Comedor parecía estupefacta ante la inconsciente reacción de Carrie Lewis que mostraba sangre hirviente en su interior. Jack dejó de comer, atento a todo lo que se relacionaba con sus dos compañeros, Jackie puso los ojos en blanco y Deidre se levantó ante aquella acción pero se quedó en el mismo sitio, mirando a ambos con una expresión de claro desconcierto y confusión. No se atrevió a meterse pero ello no quería decir que no le importase que su mejor amiga y su novio se enfrentasen de manera tan violenta. ¿Qué habría en la carta?

Oliver se marchó pero Carrie continuaba quieta. A sabiendas de que a Carrie no había que irle preguntando directamente cuando se encontraba en tal estado, tanto Deidre como el resto permanecieron allí, quietos y pendientes del siguiente movmiento de la chica. ¡Hasta Nixie y Bolton, sentados juntos en la mesa de Slytherin no perdían ojo al momento! Al fin y al cabo, que dos Slytherins se comportasen de esa manera en público era algo que les incumbía.
 

Se había quedado quieta en el sitio en el que la había dejado Oliver, sin reparar en el zumbido furioso de voces que la rodeaba ni en las miradas que la fulminaban. Ni siquiera se había dado cuenta de las palabras de su acompañante ni de los puntos que le había restado, parecía medio ida, como si su realidad se hubiera transformado de forma repentina en algo inesperado.

Sin volver la vista atrás, abandonó el Gran Comedor a grandes zancadas.

Nunca Carrie Lewis había sentido tales emociones imbuyendo su ser de una desagradable energía, y si bien hace poco había deseado experimentar fuertes sentimientos, ahora sólo quería dejar de sentir aquellos que iban hacia una misma dirección: odio y miedo. Nunca había sentido el odio, no uno tan corrosivo que no le dejaba ni respirar y que le hacía ver el mundo a través de un filtro de color rojo. Deseaba golpear a alguien a lo muggle, o a algo, no le importaba darle a una pared. Casi hubiera sentido satisfacción si aquello le hubiera roto la mano. El miedo era simplemente la emoción más desagradable que había conocido nunca. Le estaba removiendo el contenido del estómago de puro nervio mientras maldecía en voz alta.

Sus pasos largos se conviertieron en una desesperada carrera en dirección al exterior, mientras su cerebro se preguntaba que desde cuando estaban conspirando contra ella para condenarla a la misma posición que su madre y hacer de ella una sucia ramera sin honor ni moral a la que habían vendido al mejor postor. A Carrie Lewis no la habían educado para ser un objeto y no iba a aprender a serlo ni ese día ni ningún otro.

Sin darse cuenta había salido de los jardines y penetrado en el Bosque Prohibido varios centenares de metros cuando por fin se quedó sin aliento. Se había apoyado de cara a un árbol, jadeando, cuando sin previo aviso se puso a gritar. Sus manos arañaron la corteza del árbol, haciéndose daño entre las uñas y sangrando mientras sus chillidos dispersaban a los pájaros que la rodeaban.

Veinte minutos de blanco y puro silencio siguieron a sus lamentos, sentada en el suelo y abrazándose las rodillas, con la mirada perdida al igual que los pensamientos. No fue hasta entonces que sus dedos buscaron la pulsera y cambiaron el color de la piedra por el del color de la nieve.

Durante todo el trayecto había dejado que mis pies fueran los que me guiaran, una labor en absoluto difícil teniendo en cuenta lo ocupada que estaba mi mente en esos momentos. - Así que esto es mi futuro, acabar casado con una prepotente y caprichosa snob.

No sabía como sentirme. Siempre había tenido muy claro que el matrimonio era un negocio más y que yo me casaría con quien mi familia estipulase. Quizá por esa razón (entre muchas otras), nunca me había permitido enamorarme de alguien. O al menos, esteriorizarlo. Pero esto era demasiado. Solo con que una parte de mi hubiese estado predispuesta a contradecir los deseos de mi linaje, mi ruta habría cambiado radicalmente por completo y ya estaría en la lechucería mandándole a mi padre un ultimatum. Por suerte o desgracia, yo no era ese tipo de persona.

- No lo sé, pero solo espero que ese próximo tarde en llegar - contesté nada más llegar a su altura, visiblemente cansado. Me dejé caer sobre la estructura de madera, quedando ligeramente inclinado hacia delante. Mi look, usualmente impecable y serio, estaba extrañamente desenfadado. Ni siquiera había salido del Gran Comedor que me había visto obligado a desajustarme la corbata y abrirme un botón de la camisa. Aun todavía sentía que me iba a ahogar.

Mantuve la posición y el silencio durante largo rato. A pesar de nuestros más y nuestros menos, la presencia de Katherine no se hacía molesta ni incómoda. En realidad, en esos momentos me resultaba reconfortante. Por supuesto, una verdad como esa solo la reconocería después de una amplia ronda de chupitos de fuego.

- Aunque no me importaría que en estos momentos fuese Deidre la que acabara con Lewis - no me daba cuenta de lo malinterpretable que eera mi comentario. Mis palabras surgieron movidas por el resentimiento y, en una pequeña parte, por la misión de fomentar mi ruptura pública con el resto de miembros de mi casa. Estaba molesto, pero no dejaba de ser un Carrow. Y los Carrow, siempre trabajamos por nuestros objetivos. - ¿Cómo es que tú no te has quedado a la 'fiesta'?

Cinco minutos más tarde, las pisadas apresuradas de un ser humano inhundaron el silencio del lugar en que se encontraba Carrie. Diez segundos después Zac aparecía ante ella, jadeante y vestido solo con camisa blanca y pantalones negros, el pelo revuelto un poco por causa del frío viento y de su carrera para encontrarse con Carrie tras la "llamada" de emergencia.

Permaneció callado unos segundos, observando a una chica cuya mirada distaba de la pasividad con que siempre se había mostrado al mundo. Notó que tenía sangre en las manos y el chico imaginó, uniendo lo ocurrido en el Gran Comedor, su desaparición y su llamada, que Carrie, a pesar de su fachada inexpresiva estaba siendo invadida por la tristeza y la desesperación. Zac no entendía en aquellos momentos qué podía haber causado tal caos en la mente de Carrie, pero en su interior se removió algo que nunca antes había experimentado: impotencia.

Su corazón y mente conectaron y como impulsado ante la necesidad de proteger a Carrie, salvó la distancia que le separaba de ella, se agachó y sin emitir ningún tipo de sonido la abrazó con fuerza, dispuesto a bloquear con su cuerpo cualquier mal que pudiera atormentarla.

Por alguna razón el deseo de aquel próximo entre Carrie y Deidre de parte de Oliver no sorprendió a Katherine que se limitó a sonreír, a sabiendas de que todas sus sospechas, o más bien todas sus certezas, se corroboraban.

- ¿Que por qué no me uní?.- permaneció mirando al horizonte unos segundos en silencio aún con la misma expresión en el rostro, antes de girar la cabeza y mirar al chico al que le dio un pequeño codazo amistoso.- Porque sabía que vendrías.

El amistoso codazo de Katherine le provocó una sonrisa que le permitió sacar una parte (ínfima) de la tensión que acumulaba en su interior. - ¿Tan predecible soy? - contestó divertido, mientras reajustaba su postura para quedar de frente a la chica. El peso estaba echado hacia la barra del puente, lo que le obligaba a mantener el brazo algo estirado, acortando las distancias con Katherine con respecto al resto de su cuerpo. - Sea como sea, me alegro de que seas tú la que estás aquí. No estoy de humor para.... estupideces. - A pesar del desprecio de sus palabras, sabía a ciencia cierta que la noticia que acababa de recibir no era ninguna tontería. Sin poder evitarlo, introdujo su mano izquierda en el interior del bolsillo de la túnica, tocando el sobre que todavía no se había atrevido a abrir. - Por suerte nos queda tiempo. Ya sabes - alzó las cejas de forma pícara - hay que buscarse un buen disfraz.

La expresión simpática y de saberlo todo por parte de Katherine cambió momentáneamente a causa de la sorpresa en las palabras de Oliver que provocaron una especie de brillo inusual en su mirada. No supo muy bien si era lo que realmente estaba pensando o no, una idea bastante remota y que no había sido para nada predicha por parte de la chica; si bien Katherine no tenía intención ninguna de quedarse como una boba mirando a Oliver y pasar pensando día sí y día también acerca del significado de sus palabras. Zanjaría aquello allí mismo, pronunciando la sonrisa para llevarla a una mucho más pícara y divertida. Miró la mano de Oliver, la parte más cercana a ella y después, aún con la cabeza algo agachada alzó la vista hacia sus ojos.

- ¿Es tu forma de invitarme al baile?

Su pregunta le pilló con la guardia baja. Tanto, que la sorpresa se reflejó a la perfección en sus ojos amplios y su boca entreabierta. - K...Kat... yo no... - Era raro ver a Oliver así. Descentrado, dudoso y sin mantener su perfecta compostura. Parecía que acababa de darse cuenta del alcance de su comentario. - No puedo ir con nadie al baile. Con nadie que no sea Deidre - aclaró al final. Por retiró su brazo hacia sí, de alguna manera intentando protegerse de lo que, seguramente, estaba a punto de llegar. - Al fin y al cabo, es mi novia.

Un ápice de decepción se dibujo en el rostro de la chica que dejó de sonreír con picardía; no obstante, estaba segura de que no se equivocaba con respecto a él. A pesar de los contínuos desaires cuando se encontraba delante de Deidre, a pesar de que en público se mostrase tan frío de actitud insondable... a pesar de todo eso... ¿Estaba ahí, no?

Dio un paso hacia él cuando apartó el brazo, restando por completo la distancia que los separaba y le miró.

- ¿Por qué no pruebas a hacer por una vez lo que realmente sientes?- lo miró a los ojos de forma directa, casi sin pestañear.

Creo que no queda más remedio.

Algo que nunca había ocurrido entre ellos, a pesar de los momentos pícaros y los momentos a solas con las típicas palabras de tonteo. Algo que quería hacer hace tiempo, cada vez que le miraba a los ojos. Era el momento, sin duda. Debía aprovechar aquel momento de duda en un Oliver más humano. Se puso de puntillas y alcanzó sus labios. ¿Qué haría Oliver? ¿Se dejaría llevar? ¿O no?

Cuando Zac irrumpió en el claro, Carrie no dio muestras de haberle visto, con la mirada perdida clavada en el suelo. Sin embargo, y a pesar de que ella no le había llamado para que la consolara, no rechazó aquel abrazo, incluso apoyó la cabeza en su hombro dejándose consolar.

Pasados cinco minutos más en silencio, los músculos entumecidos de Carrie se movieron poco a poco para soltar la arrugada carta en las manos de su acompañante.

- Léela - se podría decir que el siguiente minuto y medio transcurrió con una Carrie esperando pacientemente a que finalizara la lectura, pero en su quietud no había paciencia, sólo una relativa desolación y una incapacidad de reaccionar más allá. Parecía que se estuviera convirtiendo en piedra -. Sabes desaparecerte, ¿verdad? - preguntó cuando por fin alzó la mirada hacia ella -. Tengo que ir a casa y hablar con mi padre...por favor - pronunció las palabras mágicas que nunca antes habían salido de sus labios, demostrando cuán importante era todo aquello para ella.

Zac leyó la carta, pronunciando aún más una expresión de molestia en su rostro. La releyó rápidamente intentando encontrar soluciones o algún fallo por donde poder revocar aquella idea tan absurda, pero las palabras suplicantes de Carrie le interrumpieron.

La miró unos segundos y después se limitó a asentir devolviéndole la mirada.

- Pero antes tenemos que salir de los terrenos del castillo. Debemos tomar un pasadizo y alejarnos de aquí.

A sabiendas de que Carrie diría que sí Zac se levantó tirando de la mano de Carrie para alzarla junto a él. La miró unos momentos. ¡Quería ayudarla! Jamás había sentido una necesidad tal pero aquello en esos momentos le abrasaba. El solo pensar que iba a ir al baile con un palurdo le había provocado una sensación extraña en su interior y cuando se acababa de enterar de aquel matrimonio con Carrow supo que se trataba de celos.

- Pídeme lo que sea y lo haré.

Cuando Katherine acortó distancias, Oliver no dijo nada. La miró a los ojos, como si nunca antes hubiese sido consciente de quien era la persona que tenía delante, y se limitó a dejarle hacer. Hasta que sus labios se encontraron. Entonces respondió, lentamente. Primero abriendo la boca, presionando sus labios y moviendo pausadamente su lengua en busca de la de su nueva compañera. Sus movimientos casaban de tal forma que, si no fuese porque era imposible, cualquiera hubiese pensado que ese beso había sido precedido por cientos más.

Necesitó poco tiempo para separar su mano de la carta, sacarla al exterior y rodear la cintura de Katherine. Su mano presionó con fuerza la espalda de la gryffindor, obligándole a pegar su cuerpo contra el suyo. Para entonces, su cabeza ya se había separado y sus labios recorrían el lateral derecho de su sinuoso cuello.

Solo entonces, embriagado por el fresco olor de Katherine, se permitió reaccionar ante su pregunta. ¿Por qué no prueba a hacer por una vez lo que realmente siento? - se repitió para sí, sintiendo - Porque es lo que siempre hago. Porque me funciona.

Pese a mi intento de ignorar el tema, todos estaban ansiosos por saber qué había pasado. Sin embargo, no me apetecía dar demasiados detalles, pues me parecía una falta de respeto a la intimidad de la pobre Nixie, que no había hecho daño a nadie.

Sin embargo me libré de contestar porque en ese momento un sordo sonido cruzó el comedor. Al girarme vi que provenía de un tortazo bien dado por parte de Carrie a Oliver. Tras la primera reacción de incredulidad (Carrie nunca perdía el control, al menos yo nunca la había visto así), empecé a levantarme. Un ataque físico a otro alumno y encima público, era motivo de sanción. Sin embargo, Oliver tenía los mismos derechos que los Prefectos en cuánto a castigos con lo que suponía que él preferiría hacerse cargo, aunque el hecho de que fuesen de la misma casa... Esperé unos segundos sin darme cuenta de que mi culo se había quedado a medio camino entre sentarse y levantarse y finalmente Olvier habló. Y la sancionó. Me volví a sentar y me uní a la conversación de "¿qué ha pasado?" con un simple pero claro encogimiento de hombros. Hoy el día estaba siendo de lo más raro.

Me terminé el desayuno y me incorporé. Las pruebas de Quidditch comenzaban y los nervios se me estaban acumulando en el estómago. Había intentado llevar en secreto que me presentaba para evitar comentarios innecesarios, pero ahora que ya iba a ocurrir no importaba más. Me giré entonces a Kaitlin con una sonrisa nerviosa en la cara.

- Si no haces nada... - le pregunté ya que Leo estaba castigado al parecer - Tal vez puedes echarle un ojo a Bikkel..y venir a animarme en las pruebas de Quidditch.

Carrie se dejó levantar por Zac mientras intentaba hacer funcionar su cerebro. Pero no podía, nada parecía acudir a su pensamiento, lo cual por otra parte era un alivio si tenía que afrontar el conflicto subyacente a todo el silencio de su mente. Las últimas palabras mientras se dejaba arrastrar le hicieron parpadear, aún sin cambiar la expresión, para finalmente asentir lentamente.

- Gracias - no era una palabra por cumplir como cuando la llevó a la enfermería, esta vez era sincera -. Aunque por ahora sólo llévame a casa.

Media hora después Zac y Carrie estaban fuera de los terrenos del colegio tras coger un pasadizo oculto en el interior del castillo. Apenas habían hablado durante el camino pero la mano de Zac sostuvo en todo momento la de la chica, intentando imprimirle confianza, protección y valor.

Tras las indicaciones de a donde debía aparecerse, Zac le aconsejó que se agarrase con fuerza y cerrase los ojos. Tras una sensación algo mareante y extraña, ambos estaban frente a la casa de Carrie. En la ventana del segundo piso se veía a su padre leyendo El Profeta, sentado en su escritorio.

Zac:- Ya estamos.

Esperó a que Carrie tomase la iniciativa.

Sí, será mejor. Miró a su alrededor. Tienes razón, vamos. Aun de pie, miró a Kyle cuando le preguntó sobre lo sucedido. Se encogió de hombros, sin saber que contestarle. No tengo ni idea, tío. Vamos a preguntarle... Luego os contamos. Bueno, yo estaré castigado, así que... cuando todos mis pecados sean perdonados, volveré a buscaros.

Y traedme un ovillo de lana... ¡Ah! Y suerte en las pruebas. Iría a animaros, pero... ya sabéis. Si salgo a tiempo, iré a buscaros para animaros. Cuando fue a marchar, Peter lo detuvo Aun hay gente aquí, tengo unos minutos... solo quiero preguntarle qué ha pasado, no te preocupes tío. Levantó el pulgar, guiñándole el ojo con una media sonrisa.

Después, marchó hacia fuera junto a Kaitlin. ¡Hasta ahora!

Apenas se dio cuenta del trayecto que seguían, sólo consciente de la mano de Zac envolviendo la suya y de ese vacío mental que cada vez le costaba más mantener. Sólo reparó en que ya estaban llegando al fin cuando el slytherin la instó a cogerse con fuerza, con la sensación de que un gancho se clavaba en su estómago y tiraba de ella como aviso de lo que vendría a continuación.

Por fin se encontró ante su casa, o tal vez debería decir mansión, contemplando la ventana tras la que se hallaba el estudio de su padre. Su mirada descendió poco a poco por la puerta, hacia la que se dirigió para abrir acto seguido con suma brusquedad, golpeando con el pomo contra la pared y despertando un eco que anunciaba su llegada por toda la casa. En algún momento durante el ascenso por las escaleras, su mano soltó la de Zac sin darse cuenta, en sus prisas por llegar hasta él. De nuevo, la misma escena de la puerta de entrada se repitió con la del despacho de su padre, penetrando como una exhalación en el interior del despacho y observándole con unos ojos que echaban chispas.

- ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO? - gritó blandiendo el arrugado pedazo de pergamino ante el hombre -. ¿HAS TENIDO QUE ESPERAR A QUE ME FUERA PARA DECÍRMELO? - esta vez, a pesar de decirlo de nuevo a voz en grito, había una clara acusación en sus palabras: cobarde. Su padre era un cobarde.