Partida Rol por web

De alguna manera Timo sabía que aquella situación por si sola no sería nada fácil de enfrentar, si bien le dolía en el alma tener que ver cómo los monos mataban a las lechuzas, la cuestión era que habíamos dado con el tablero y la varita del hermano. 

En la mente del gemelo surgieron miles de ideas, obviamente se trataron de usar magia porque así se movía él y así prefería ser. Pero un mínimo error con su varita y su hermano que ya había salido a buscar la suya, podrían afectar que lo logre.

—En cuánto pilles la varita, yo la lío aquí dentro. Así el tablero es nuestro. 

Así que comenzó a moverse lo más sigiloso que pudo, aunque eso implicó que sin querer pise alguna rama seca y haga ruido. Pero tenía un plan b y lo de las lechuzas no quedaría impune. Eso lo tenía claro. 

Zack se movió como un gato por la lechucería sin llamar absolutamente la atención de ningún mono, por lo que logró recuperar su varita sin ningún tipo de problema y regresar al lugar de donde había venido.

En cambio, al gemelo le pasó todo lo contrario. Justo cuando fue a coger el tablero, se resbaló con un excremento de lechuza y se golpeó el culo contra él, manchándose su túnica y llamando la atención de todos los monos que le miraron coléricos. Todos dejaron lo que estaban haciendo y se dirigieron a gran velocidad a recuperar el tablero. 

Zack había conseguido recuperar su varita sigilosamente, aunque su hermano estaba teniendo desde luego mucha peor suerte que él, ya que resbaló con un excremento de lechuza, provocando un gran ruido que llegó a atraer a los monos. No podía dejarlo a merced de aquellas criaturas o dejar que se salvara por su cuenta, por lo que Zack empuñó su varita y apuntó con ella en dirección a los monos antes de que pudieran lanzarse contra su hermano.

-¡Ey, Timo! ¿Y si subimos un poco la temperatura? -le preguntó, en tono jocoso, mientras pronunciaba las palabras para conjurar un encantamiento ígneo que quemase a los monos-. ¡Chorro de llamas!

Ya lo había pensado, quería hacer algo con fuego así espantaba a los monos y por esa razón tenía en mente aquel gemelo conjurar el fiendfyre así un inmenso tejón los corría por toda la lechucería. Pero su hermano estuvo rápido y no dudó en conjurar aquel mismo hechizo así podía coger el bendito tablero para terminar el juego de una vez por todas. Además Adam estaba dentro y Sigma se había perdido.

¿Cómo jugarán siendo dos? ¿El juego lo permitirá?

Esas preguntas surgieron en la mente de Timo, pero no le dio voz. Si lo que hizo fue alzar su varita y con ese aire travieso que siempre compartía con Zack, dijo con fuerza:

—¡Chorro de llamas! 

Y espero que con el efecto de aquel conjuro, los monos le dieran esa libertad para pillar el tablero y salir de allí. ¡Malditos monos!

Los gemelos gritaron al unísono el conjuro y todos los animales que había en la lechucería quedaron totalmente calcinados. La potencia de ambos ataques había sido devastadora y se habían llevado consigo alguna de las lechuzas de sus compañeros, al menos las que aún quedaban vivas, porque lo cierto era que los primates también habían hecho un gran estropicio.

Al menos había salido algo bueno de todo aquello, habían logrado recuperar la varita y también el juego. Y también habían averiguado por qué Sigma había desaparecido, estaba en la casilla número 9, la misma de Adam.

Cuando se disipó la humareda de la lechucería y el olor a pollo frito se había disipado, el tablero dio un pequeño bote y los tambores volvieron a resonar por la estancia. Quería que siguieran jugando, le daba igual que solo quedasen ellos dos...

¡Y además ahora era de nuevo el turno de Timothy!

Lo habían logrado, aquello resultó ser un inmenso fuego que dejó a todos los monos calcinados cuando en realidad Timo odiaba hacerles daño pero ante la necesidad de deshacerse de ellos por el tablero, no había opción a retraerse. 

—Lo hemos logrado Bro, pero que áspero esto—dijo a Zack y cogió el tablero—. Hay que seguir el juego pero salgamos de la lechuceria, parece que se puede seguir porque escucho el sonido de los tambores. 

Y sin dudar, caminó hacia el exterior de aquel lugar y apoyó sobre las escaleras de la misma aquel juego mientras miró a su hermano cuando cogía los dados. 

—Toca seguir, bro. A ver qué sucede. 

Ya tras lanzar los dados, esperó impaciente y con los brazos cruzados. Era evidente que ese número podía rescatar a Adam, aunque el asunto es que no tenía claro si iba a servir. 

A Zack le apenaba que algunas de las lechuzas también hubieran muerto quemadas por los hechizos junto con los monos, pero no había forma alguna de revertirlo. Al menos habían recuperado el tablero de juego y también la varita, si bien aún no sabían en qué estado podía encontrarse Adam y Sigma, ni si conseguirían traerlos de regreso.

Varita en mano, Zachary siguió a su hermano hasta el exterior de la lechucería, viendo que Timothy se disponía a lanzar los dados, ya que ahora era su turno.

-Suerte -le deseó, cruzando los dedos y esperando que el resultado de Timo fuese algo no tan peligroso como lo habían sido los monos-. Quizá consigamos traer de vuelta a Sigma.

Timothy había decidido continuar jugando y había llegado el momento de que le volviera a tocar. Esta vez su peón avanzó 8 casillas pero siguió sin haber rastro, ni de Adam, ni de Sigma. No parecía que el hecho de que ellos sacasen un 5 o un 8 fuese suficiente para rescatarles.

Entonces, la esfera que había en el centro del tablero volvió a materializar en el aire unos versos:

De afilados colmillos.

Tu sabor le atrae.

Más vale que corras,

o en sus garras caes

Y entonces un terrible sonido se escuchó a pocos metros de la espalda de ellos:

Cuando miraron hacia atrás, todos pensaron que se trataba de un león. Pero esos animales eran más habituales del mundo de los muggles. Aquello era mucho más terrorífico y peligroso, porque en su cuerpo había alas de águila y una cola de algún tipo de serpiente o mucho peor, de un dragón. Aquel animal mitológico solo lo habían visto en los libros de Cuidado de Criaturas Mágicas, era una quimera y lo habían calificado con XXXXX, es decir, era una criatura mágica muy peligrosa.

Lo mejor no iba a ser precisamente enfrentarse a él, si no... ¡¡huír!!

Y los dados eligieron que hacer, pero Timothy no dudó en absoluto cuando tras escuchar aquellas palabras era consciente de que una criatura iba a aparecer. Sin miedo el joven de Hufflepuff pensó en lanzar un conjuro y así lo hizo, con fuerza e ímpetu conjuró aquel hechizo que posiblemente pueda ayudar u obstaculizar mientras podían salir corriendo de allí con el tablero en mano. 

— No soy de los que huye. ¡Incarcerous! 

Ya no había marcha atrás, de última le daría tiempo a su hermano para correr y así estar a salvo. No era de las personas que salían huyendo sin más, prefería hacer frente y darlo todo. Por esa razón es que forjó su esperanza en aquel conjuro pensando que tal vez le daría unos minutos. Unos que sin dudas le permitirían pensar en un segundo plan.

Su hermano había tirado de nuevo, y esta vez el desafío al que se enfrentaban desde luego era mucho peor que cualquier bandada de murciélago o grupo de monos. El rugido a sus espaldas le hizo pensar que debía ser un león, pero al darse la vuelta, Zack supo que se trataba de una criatura más grande y peligrosa, contra la que no tendrían muchas oportunidades. Combatir contra una quimera era prácticamente una sentencia de muerte.

-¡No, bro! ¡Hay que huir! -exclamó Zachary, al ver que su hermano se mantenía en pie frente a la quimera para hacerle frente, tratando de lanzarle un incarcerous. El joven Hufflepuff sabía que Timothy no tendría posibilidades contra una bestia tan grande y tan mágica, por lo que se apresuró a dirigirse hasta él, tomándolo con fuerza por un brazo-. ¡Corre, insensato! -le gritó, homenajeando a un famoso mago-. ¡Aquí las varitas no valen!

Agarrando el brazo de su hermano, Zachary trató de tirar de él con todas sus fuerzas mientras echaba a correr para poner toda distancia posible con aquella temible bestia.

Mientras los gemelos debatían sobre si enfrentarse o no a la quimera que había aparecido, un extraño remolino volvió a salir del tablero y segundos después materializó al chico que había desaparecido. Adam volvía a estar junto a ellos, pero ahora mismo se encontraba en una situación bastante más complicada que antes. 

Tras ellos había una gigantesca y peligrosa quimera, Zack le decía a Timothy que salieran huyendo y éste lo que decidió fue lanzar un encantamiento para atar las patas de la criatura que no tuvo ningún efecto. 

Zack logró llegar hasta la puerta del castillo junto con Adam y el tablero, pero Timothy había perdido un gran tiempo y la criatura lo alcanzó encajándole un gran zarpazo en el estómago y estampándolo contra la puerta por la que habían huido su hermano.

Al menos, en el interior de Hogwarts estarían a salvo. La puerta no era suficientemente grande para que la criatura pudiera cruzarla. Pero aquel ser en el exterior resultaba algo por lo que estar realmente preocupado.

Desgraciadamente, ahora Timothy tenía tres cortes en el estómago provocado por las garras de la bestia. Las heridas sangraban a gran rapidez y tenían muy mala pinta.

Zack había conseguido ponerse a salvo al llegar hasta la puerta del castillo, pero Timothy no había tenido tanta suerte, ya que había recibido tres cortes en el estómago que a primera vista parecían ser bastante grave. Sabía que si no ayudaba a su hermano, lo más probable es que terminase muriendo sin remedio alguno, pero no podía simplemente lanzarse al exterior para combatir a la quimera. Y aquellas criaturas eran lo suficientemente mágicas y poderosas como para que fuesen capaces de encajar los hechizos que le lanzase sin detener.

Pero tenía que salvar a Timothy, fuera como fuera. No podía perder a su hermano.

Fue entonces cuando reparó por primera vez en que no estaba solo, sino que Adam había llegado a la puerta junto con él. Puede que entre los dos tuvieran más posibilidades de salvar a Timothy.

-¡Adam! ¡Necesito que te centres en atacar a la quimera con lo mejor que tengas! -le pidió Zack a su compañero, en tono apremiante-. ¡Yo sacaré de ahí a mi hermano! -Apuntando en dirección al cuerpo de Timothy con su varita, Zack pronunció las palabras de un hechizo con el que tratar de atraer levitando a su hermano hasta su posición-. ¡Wingardium leviosa!

Al menos si iba a morir, prefería que fuera de una forma épica no por una tontería. Lo había intentado, el conjuro de haber salido como lo esperaba sería un obstáculo para la quimera. Sólo que no tuvo la potencia, no tuvo la presteza que necesitaba y por ello es que Timmo fue atrapado por aquella criatura. El desgarro producido por esas inmensas garras le hizo ver las estrellas, pero no gritó de dolor. Él era valiente, era fuerte, podía. 

Y ya apretando los dientes debido a lo que estaba padeciendo, fue lanzado contra la puerta de aquella entrada mientras las heridas no dejaron de emanar sangre. En su desesperación con la voz temblorosa, se apuntaba a las heridas y pronunciaba. 

—Vulnera Sanentur... Vul-nera Sanentur... Vulne-ra Sanentur. ¡Vulnera Sanentur!

Quería curarse, la probabilidad de sobrevivir era escasa pero él no perdía la sonrisa. Quizás para no desesperar aún más a su hermano, quizás porque necesitaba esa actitud para sobrevivir a ello. Aunque vaya a saber que destino le guardaba aquel juego, aquella quimera y su nerviosismo al conjurar hechizos. 

Las varitas de fibra de dragón a veces resultaban más complicadas de dominar que otras y eso Zack lo sabía. Ya llevaba junto a ella seis años y a veces hechizos tan sencillos como un simple Wingardium Leviosa no salían como uno esperaba. El encantamiento golpeó a Timothy como si se tratase de un puñetazo en la espalda y lo dejó por unos momentos sin respiración. Era como si un gólem lo hubiese atacado por la espalda y le hubiese querido quitar el sentido.

El gemelo cayó de rodillas frente a la quimera sin poder hacer nada por curar las heridas que la quimera le había proporcionado y esta vez el monstruo logró encajarle otra nueva herida. El gemelo perdió la consciencia por la cantidad de sangre que estaba perdiendo..

Zack estaba viendo como su conjuro había resultado casi mortal para su hermano, y ahora todo estaba en su mano y en la de Adam. Entre los dos tendrían que hacer algo para salvarlo de las garras de ese terrible animal mitológico, o quizá no viviría para contarlo...

Todo sucedió muy rápido. Nada más aparecer, la inercia le hizo correr siguiendo a otro muchacho. Por un momento pensó que Gabor y Gina habían vuelto con él y que su idea había funcionado. Pero el chico al que seguía era Zack. Si él había vuelto al lugar dónde desapareció la primera vez, puede que a los otros dos les hubiera pasado lo mismo. No lo sabría de momento.

El escenario en el que apareció era totalmente distinto al que se encontraba hacía apenas unos segundos. Había pasado de estar perdido, pero relativamente tranquilo, a estar en un lugar conocido, pero en peligro.

Una vez dentro del castillo se sintió a salvo. Pero Zack no le dejó relajarse ni un segundo y con toda la razón del mundo. Timothy se había quedado fuera y el monstruo que estaba allí lo había herido gravemente. -Pero, ¡¿que está pasando aquí?! No había tiempo para conversaciones. Adam preparó la varita, abrió la puerta del castillo, cogió todo el aliento que pudo y gritó bien fuerte: -¡Petrificus totalus! Es el primer hechizo que se le vino a la mente. Parecía bastante indicado para la situación, conseguiría paralizar a la quimera y tendrían tiempo suficiente para meter a Timothy dentro y curarlo.

-¡Nooooo! ¡Timothy! -vociferó Zack, incapaz de creer lo sucedido, plenamente seguro de que estaba a punto de perder a su querido hermano.

Su intento de atraer a Timothy levitando no había salido como esperaba, empeorando aún más la situación de lo que ya lo estaba. Una parte de él le decía que era mejor ignorar lo sucedido y tirar los dados del tablero de juego, como si su hermano pudiera recuperarse si obtenía una buena tirada de dados. No obstante, pese a sus impulsos de querer siguiendo jugar a aquel extraño y macabro juego, Zack no lo dudó ni un instante y echó a correr hacia Timothy, aprovechando a que Adam estaba enfrentándose con la quimera.

-Aguanta, bro, aguanta -murmuró, con preocupación, sin prestar atención a la quimera y apuntando con su varita en dirección al cuerpo inmóvil de su hermano-. ¡Vulera sanentur! -exclamó, con la intención de que sus heridas resultasen sanadas.

Quizás el destino tenía un funesto final para el gemelo, nunca se sabe. Pero al menos Timmo si debía morir lo haría con una sonrisa, aunque llena de dolor, de sufrimiento, no se apagaría con facilidad. 

Las voces se escucharon lejanas, cual susurros que perdidos se difuminan en la misma inconsciencia del gemelo. Posiblemente ya no había retazos de memoria que perenne se obliguen a recordar. Todo estaba muy oscuro, demasiado. 

Sin embargo, una pequeña llama nunca se extinguió por completo. Había esperanza. 

El que recordase el libro "Criaturas Mágicas y Dónde Encontrarlas" sabía perfectamente que pocos se habían enfrentando a una Quimera y habían salido con vida. Pues Adam, no solo había vuelto de a saber dónde, si no que había vuelto con las pilas cargadas y había ejecutado el encantamiento petrificador a la perfección.

Cuando apareció de nuevo en los jardines del colegio y salió corriendo para que la qumiera no lo atrapase, logró lanzar un petrificus totalus que convirtió al ser mágico en una estupenda y magnífica estatua idéntica a lo que había sido en vida. 

Había salvado la vida de Timothy, cuyo idéntico hermano se acercó hasta él para lanzar el conjuro sanador que lo recuperó de sus heridas, recuperando así la consciencia. 

Zack se mostró emocionado al comprobar que su hermano continuaba con vida, recuperando la consciencia. Su hechizo había servido para ayudarle a sanar sus heridas, aunque Zachary apenas podía creer que Timothy hubiera sobrevivido.

-¡Estás bien, bro! -exclamó Zack, dándole un fuerte abrazo a su hermano, sin darle mucha importancia a que aún pudiera sentirse dolorido-. ¡Pensé que esa quimera te destrozaría!

En esos instantes, lo único que le importaba es que su hermano estaba con vida. Aunque no podían perder más tiempo. El juego debía continuar y ahora le tocaba a él tener que tirar los dados. Por ello, se apresuró a aproximarse al tablero de juego y sopló a los dados, como si pretendiera que eso fuera a darle suerte, y después los arrojó para comprobar cuál era ahora el resultado.

No lo podía creer, se había dado de alguna manera por vencido y aquello si que dolió en lo más profundo del alma. Timo había cometido un gran error, uno que por osadía casi se saldó con la vida en cuestión de segundos. Así que con algunas lágrimas en los ojos, se abrazó a su hermano porque lo ayudó a curarse y más allá del dolor, él se encontraba bien, sano. 

—Bro, pensé que no podía. Lo siento, no más tonterías—confesó en un tono preocupado—. Te debo mi vida, eres lo más hermanito. Gracias. 

Luego al incorporarse, también le agradeció a Adam por le hecho de haber conjurado un bestial petrificus que le salvaría prácticamente la vida. No podía negar que esto era un nuevo comienzo, así que en cuanto su gemelo decidió continuar con el juego, se puso a su lado a la espera de ver hacia donde los llevaría aquella tirada. Tranquilamente y en primera persona pudo comprobar que este juego podía matarte, lo cual ya no era muy esperanzador. 

Aún así, se prometió no hacer una tonterías más.