Partida Rol por web

Uzma sonrió con orgullo cuando las gemelas le felicitaron por recuperar la varita. 

-Fue un trabajo en equipo, que la idea no fue solo mía.-dijo, aunque detrás de sus palabras no podía esconder lo contenta que estaba. Ahora podrían seguir el juego con más facilidad, aunque Uzma ya empezaba a intuir que podrían unir los talentos de cada una para ser más fuertes, listas y hábiles juntas. A Demetérida se le daban bien las pociones, a juzgar por los efectos del crecepelo, y ya sabía del talento de Perséfone en el quidditch. Y aunque las dos estuvieran en Slytherin, Uzma no tenía ninguna duda de que podrían haber sido compañeras suyas en Ravenclaw.

-Sí, deberíamos seguir jugando afuera. ¿Pero estamos seguras de que los monos no harán nada más? ¿Y si roban a otros alumnos, o molestan a los profesores? ¿Y si el juego quiere que los devolvamos a la jungla?-se preguntó en voz alta mientras las seguía, solo deteniéndose un segundo para mirar a su alrededor. A pesar de sus preocupaciones, tenía claro que no pensaba quedarse sola. No se oía actividad humana en el castillo, lo cual le aliviaba y asustaba a partes iguales. 

-Sí, debería ser el turno de Gina. ¿Igual tiene alguna forma de tirar los dados desde dentro de la jungla?-y mientras teorizaban, Perséfone se les adelantó y cogió los dados.-No, espera, antes voy yo.

Pero los dados ya estaban tirados. Uzma se quedo mirando el juego y luego a la chica.

-¿Creéis que el juego se lo tomará como una trampa? ¿O que lo ignorará?

Pero como tal, Perséfone no había hecho nada mal, ¿no? ¿Acaso no se lo tomaría como un turno mal hecho? Así que cogió los dados y volvió a tirar, con la siguiente decepción al ver que su pieza apenas avanzaría.

—¿Qué yo le comuniqué a...? ¡Estás loca! Antes averiguo sobre un encantamiento duplicador y me hago pasar por ti... ¿Se podrá hacer? Déjame ver... —Y, acto seguido, con la cabeza y un brazo metidos en el interior de la mochila, buscó entre sus muchas pertenencias. —La búsqueda de la quintaesencia. Elaboración de Pociones Avanzadas de Libatius. Estos no... Espera que quite el caldero de ahí. —La voz de Demetérida resonaba algo apagada tras el sonido metálico de un caldero y el suave runrún de unos libros. —Transformación, nivel intermedio. Guía de la transformación, nivel superior. El Libro Reglamentario de Hechizos de Miranda Goshawk. ¡Este sí! Mil Hierbas y hongos mágicos de Phyllida Spore. Filtros y Pociones Mágicas de Arsenius Jigger, no. Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos de Newton Scamander tampoco. Traducción de Runas Avanzadas. Jeroglíficos y logogramas mágicos. Diccionario de runas. Diccionario del hechicero. No, no, no y no. ¡Aquí está! Últimos avances en encantamientos. Quizá encuentre algo sobre... —La cabeza de la pequeña bruja reapareció otra vez, con una sonrisa en el rostro y alzando el brazo que sostenía los libros. —Ahora sí —exclamó, triunfal.
Pero la sonrisa se le petrificó y casi se le caen los libros de la mano al ver a su hermana echando los dados a rodar. Y no sólo eso... ¡A Uzma también se le había pegado la "fiebre Jumanji"! Demetérida se restregó los ojos, parpadeó varias veces y volvió a mirar a aquel par de ludópatas, entre confundida e indignada.
Finalmente encaró a su gemela: —¡Por las barbas de Merlín! ¿Pero qué es lo que estás haciendo, Perséfone? ¿Acaso no escuchaste ni una palabra de lo que expuse? Primero fue Uzma, luego Gina, después fue tu turno tú y, finalmente, el mío. Ergo... ¡era el turno de Uzma otra vez! —Mientras hablaba, Demetérida sacudía los libros con los brazos en alto y repetía los mismos gestos teatrales que su padre cuando las regañaba. Tras una pausa, exhaló un largo suspiro. Y, dirigiéndose a la Ravenclaw, preguntó: —Uzma... ¿No podías esperar a ver qué..? —Observó los dados. —Oh, no... ¡Sacaste dobles! ¿Y ahora..? ¿Y si...? —balbuceó, azorada.
Demetérida miró a sus compañeras de desventuras como si estuvieran afectadas por una nueva y extraña enfermedad, "Jumanjitis". ¿Pero qué podía hacer? Lo hecho, hecho está, pensó. Fue guardando los libros en la mochila mientras observaba de reojo a su hermana, con gesto preocupado. Estaba asustada. Perséfone, siempre tan impulsiva, no parecía conciente del peligro. Y Uzma. ¡Había sacado dobles! ¿Desaparecería como Gina? Bueno, quizá no... Perséfone había tirado los dados primero, pero y si...
Tras una pausa, murmuró:
—Bueno, tal vez no hay un orden establecido. Tal vez a Jumanji no le importa quién haga rodar los dados ni cuándo.
Dicho esto, tomó la varita y esperó la reacción del juego...

Cuando la aberrante Perséfone fue a coger los dados estos se movieron hacia las manos de Uzma que fue a la que le tocaba de verdad. La muchacha, que se dio cuenta del detalle del juego, los tomó y lanzó de nuevo. Sacando dos unos:

Uno y uno

Los ojos de la serpiente

Te mueves lenta y no rápidamente

Pero eso son dobles

así que tira, antes de que me arrepiente

Fue extraño ver los dados saltar desde las manos de Perséfone a las suyas. Sin pensarlo más, Uzma los lanzó, viendo con decepción que su pieza poco avanzaría.

-¿Que esperará a ver qué?-preguntó Uzma tarde, sin entender la preocupación de Demetérida.-Oh, es verdad, son dobles.

Así que volvió a tirar, imitando a Demetérida sacando la varita. Esta vez estaría preparada a lo que viniera, que justo fue...

-Otra vez dobles.-y diez casillas extra. La ficha de Uzma volaba por el tablero, en comparación con el resto de piezas. Pero eso no tenía porque ser bueno.

-Recuerdo un juego que mis primos me enseñaron una vez... Como era... Creo que si sacabas tres dobles seguidos, volvías a empezar. ¿Creéis que este también será así?

Recordaba a duras penas la regla exacta, y quizás era mejor así. Uzma soltó una pequeña carcajada, queriendo esconder su preocupación. Porque en ese caso, no sabía si quería seguir jugando. Claro que tampoco es como si el juego le fuera a permitir negarse.

Perséfone se había adelantado a su tirada de dados, dejando a las tres jóvenes con la gran duda de lo que el juego haría a continuación. ¿Se lo tomaría como una trampa o lo ignoraría?

- ¿Que ez lo peorzz que puede pazarme? - Fue la tranquila respuesta de la joven, una duda que quizás sacara de los nervios a su hermana. ¿No había pasado ya bastante? Y no es que la gemela Winland fuera estúpida, tan solo que, por su carácter minimizaba los problemas, creyendo firmemente que todo tenía solución y que en San Mungo cualquier desgracia mágica podría revertirse.

La idea de decirle a sus padres lo que había pasado era una carga que su hermana Demetérida no podía siquiera imaginar, de ahí sus comentarios de hacer un hechizo duplicador antes que dar explicaciones de lo que había pasado - Puzzzzzz... La que no se va a atreverzzzz a hacerlo zoy yo, antezzzz me voy a la laguna de cerca de cazzzzza... ¿Recuerdaz cómo picaban allí loz mozquitos? - No lo decía en serio pero necesitaba  despistar a Deme de su movimiento inquietante de libros y caldero a uno y otro lado, al fin y al cabo, no creía que fuera a revertirla con facilidad, si no, ya lo habría conseguido, su hermana nunca tardaba tanto en solucionar los problemas

Uzma tiró los dados y sacó dobles, apareciendo en la esfera central un nuevo enigma que las dos niñas y la aberrante Perséfone, leyeron.

- ¿Loz ojoz de la zerpiente?... Te muevez lenta... Tira antezzz de que me arrepiente - ¿Eso era que avanzaran y que Jumanji no iba a perjudicarles de una buena vez? - Doz vecez doblez. Es como reírte de la magia. Coge fuerte la varita Uzma, ezperemoz lo peor. Zi ezte juego eztá para hacernoz pazar un mal rato, que zaquez tantoz doblez zeguro que no le guzta...

Su compañera de Ravenclaw ponía entonces una duda razonable. Si sacaba tres veces dobles, ¿sería posible que tuviera que volver a empezar? Perséfone hizo un gesto con el rostro de angustia, aunque con aquel aspecto insectoide era difícil de interpretar hasta que no se lamentó públicamente.

- Ezpero que no. ¿Imagináiz que noz quedamoz azí toda la vida? ¡La zemana que viene tenemoz permiso para ir a Honeydukez! Estoy dezeando tomar cervezaz de mantequilla, azí que tú tira los dadoz y a ver qué paza... - Miró intrigada el tablero, ojalá que aquel infierno acabara ya y a la par, no deseaba que finalizase, sentía ansiedad por seguir jugando.

Y esperó y esperó y...
Nada.
El juego no había reaccionado a la tirada de su hermana. Demetérida suspiró aliviada mientras Uzma arrojaba los dados. Necesitaba calmarse: veía catástrofes por donde mirase. Rebuscó en sus bolsillos y sacó unas ranas de chocolate. Lo único que le levantaba el ánimo cuando sus nervios la traicionaban, aún más que una pócima relajante.
—No será cerveza de mantequilla, pero... ¿Quieres una, Perséfone? ¿Y tú, Uzma? —ofreció a sus compañeras. Luego miró a su hermana. ¿Podría comer una rana de chocolate con esa enorme probóscide? ¿O seguiría prefiriendo la sangre de la Ravenclaw? Se encogió de hombros. Como fuera, ya le conseguiría unas flores para libar si fuera necesario.
—Uno y uno... Los ojos de la serpiente... ¡Bien! ¡Al menos no has desaparecido! —exclamó. Entonces observó la siguiente tirada. —¿Dobles otra vez? Un poco más y te sales del juego. —En todo caso, y llegado el momento, ¿saldría solo Uzma? —Deberías tirar de nuevo, ya sabes... Tira antes de que Jumanji "se arrepienta", sea lo que sea que eso quiera decir —sugirió.
Demetérida se acomodó una guedeja y retrocedió unos pasos en dirección a su hermana, varita en mano.
—¿A quién tienes pensado invitar a Las Tres Escobas cuando salgamos de esto? —preguntó.

Perséfone compartía sus preocupaciones sobre la posibilidad de que salieran dobles una tercera vez.

-Toquemos madera para que no.-dijo enfatizando que tocaba su propia varita, a falta de otro tipo de madera más cercana. Sus primos le habían enseñado esa expresión, y le había parecido muy curioso que ellos, magos, precisamente siempre estuvieran en contacto con la madera.-¿Pero nos dejaran tomar cerveza? ¿No tendríamos que ser mayores de edad?

Sus ojos se abrieron al reconocer el paquete de las ranas de chocolate.

-¿Todavía te quedan? Yo me acabé las mías hace tiempo.-acercó una mano hacía Demetérida, aceptando su ofrecimiento.-Gracias. Lo que sí tengo son chicles superhinchables, por si queréis.

Y la chica propuso que volviera a tirar. Uzma asintió y lanzó de nuevo los dados, por dentro deseando que saliera cualquier cosa menos otro doble. Por suerte, así fue. 

Uzma hizo caso del tablero y ya que había sacado dobles volvió a tirar los dados, sacando dobles de nuevo:

Cinco y cinco suman diez

Ten cuidado con sacar dobles otra vez

La ficha de Uzma avanzó considerablemente por el tablero llegando hasta más de la mitad de las casillas. Quizá si alguien lograse terminarlo, podrían recuperar a Gina y que así volviera todo a la normalidad.

Así que la chica de Ravenclaw lanzó por tercera vez seguida los dados y esta vez lo que sacó fue un ocho. 

Entonces, la esfera que había en el centro del tablero volvió a materializar en el aire unos versos:

De afilados colmillos.

Tu sabor le atrae.

Más vale que corras,

o en sus garras caes

Y despúes un terrible sonido se escuchó a pocos metros de la espalda de ellos:

Cuando miraron hacia atrás, todos pensaron que se trataba de un león. Pero esos animales eran más habituales del mundo de los muggles. Aquello era mucho más terrorífico y peligroso, porque en su cuerpo había alas de águila y una cola de algún tipo de serpiente o mucho peor, de un dragón. Aquel animal mitológico solo lo habían visto en los libros de Cuidado de Criaturas Mágicas, era una quimera y lo habían calificado con XXXXX, es decir, era una criatura mágica muy peligrosa.

¡Y para colmo Gina se había escapado del tablero en el peor momento! La chica había vuelto con su grupo, pero la amenaza que tenía frente a ella era mucho peor del lugar donde venía.

Lo mejor no iba a ser precisamente enfrentarse a él, si no... ¡¡huír!!

Estando con las varitas apuntando hacía el tablero, no se esperaba que la sorpresa de ese turno viniera de sus espaldas. Uzma justo había terminado de leer el mensaje, que ya prometía la aparición de una bestia. A pesar de la advertencia de correr, Uzma se giró, confiando en la efectividad de su recién improvisado plan:

-¡Inmob-!

Pero no llegó a completar el hechizo. Se había esperado cualquier tipo de criatura, pero no esa. El shock de verlo tan de cerca, tan grande e impresionante, hizo que se quedara en blanco, y que las palabras de Jumanji se repitieran en su mente. "Más vale que corras".

Pero ya fuera por su patosidad en los deportes, por lo inesperado de la situación, su orgullo en sus habilidades mágicas o la simple inconsciencia ante aquello a lo que se enfrentaba, no se movió del sitio. Aferró con fuerza su varita y se forzó a si misma a repetir el hechizo.

-¡I-inmobulus!

Su hermana siempre sabía darle lo que necesitaba. Una rana de chocolate era el dulce perfecto para animar a cualquiera - ¡Graziaz Deme! - Comentó animada. Una lástima que su probóscide no le permitiera sacarle el gusto a tan magnífico manjar - Puajjjjjj. ¡Ezto no zabe como debería! - Seguía prefiriendo la sangre de Uzma, de hecho le acarició con cariño el antebrazo, como si de una donante se tratase - Uzma, ¿me dejaz un chupetoncito? - Pidió con educación, al menos su hermana no debería enfadarse por sus modales.

Deme ya conocía el carácter enamoradizo de su hermana, preguntando a quien iba a invitar en las Tres Escobas cuando acabaran el juego de Jumanji, y la joven lo tenía claro.

- A loz gemeloz Zprouze, ¿te imaginaz que pudiéramoz hacer una cita doble? ¿Creez que podría guztarle a uno de elloz? Ez como la verzión invertida de la Bella y la Beztia. Ya zabez, el cuento que mamá nozzzzz contaba de cómo una bruja encantó a un muggle por partirle el corazón y que debía buzcar el amor verdadero... - Narraba ella - Quizáz con un bezo de Zack o Timothy pueda revertirme... - Comentó ilusionada - Pienzo bezar al primer chico que aparezca - Dijo sin ningún pudor.

Daba gusto ver cómo Uzma tiraba los dados, la joven había adelantado un buen trecho, haciendo que en la esfera saliera un nuevo mensaje.

- De afiladozzzzz colmillozzzz... Deme, ezto no pinta bien - El adjetivo afilado junto con la palabra colmillo era ya en sí una clara amenaza - Tu zabor le atrae... Como a mí el de Uzma, ezperemoz que el bicho la prefiera a ella - Miró a su compañera Ravenclaw - No ez nada perzonal pero ez que cualquiera le explica a mamá que ze han comido a Deme... - Razonó con McKree - El juego noz dice que corramozzzzzz.... ¡¡¡¡¡corred!!!!!

Gina acababa de volver al juego, pero eso no era lo más importante en aquel momento, siendo indispensable ponerse a cubierto para evitar ser comidos por una quimera. ¡Una quimera!. Hasta Perséfone con sus patéticas notas en Cuidado de Criaturas Mágicas sabía lo que era, y en su inteligencia entendía con claridad de que ese bicho grande con alas y colmillos afilados estaba seleccionando su cena.

- ¡¡¡Corred!!!...¡¡¡Y zeparaozzzzzz!!! - Repitió haciendo ella lo propio, moviendo el culo vigorosamente hacia la derecha, deseando que la criatura persiguiera a otra de sus compañeras, pues quizás así, si ella tiraba los dados, quizás el bicho se esfumara. Tenía que hacer la prueba, así que con el juego abierto entre las manos cogió los dados y los tiró dentro, rezando porque ese infierno finalizase cuanto antes.

Demetérida puso los ojos en blanco cuando su hermana le solicitó a Uzma un poco de su sangre. Como lo habia sospechado, Perséfone seguía prefiriendo la sangre de la Ravenclaw, aún por sobre una deliciosa rana de chocolate. Definitivamente, quiere desovar, pensó. Lo que la llevó a pensar si acaso eso era posible. Bueno, eso solo sería posible si consume sangre antes. Por otra parte...¡Huevos de un mosquito humanoide alimentados con sangre de una bruja! ¡Aquello sí que sería digno de investigar! Ni qué decir... La curiosidad siempre había llevado a Demetérida por un derrotero a mitad de camino entre el morbo y la pasión por el conocimiento.
—¿Los gemelos Sprouse? Son simpáticos y ambos aman el quidditch. Buena elección. Y si no quieren besarte, ya los convencerás. Eres muy buena para eso —afirmó Demetérida con una sonrisa. O lo hará el Amortentia, agregó para sus adentros. No creía que un beso cambiara la monstruosa apariencia de su hermana, pero no sería ella quien le quitara aquella ilusión. Además, sería muy divertido verlo.
Demetérida estaba distraída en estos pensamientos cuando escuchó un rugido a su espalda. Varita en mano, se giró para encarar a aquella criatura...
¡¿Una quimera?!
La varita casi se le cayó de la mano y puso los ojos como platos cuando Uzma le arrojó un hechizo a aquella bestia. Atónita, no sabía si calificar aquella acción de osada o descabellada.
Suicida, quizá era la palabra más adecuada.
Solo en el mito de Belerofonte y el caballo alado, Pegaso, se hablaba de alguien que derrotara a una quimera. Y que Demetérida recordara, solo una bruja en toda la historia de la magia había logrado calmar a una quimera...
Era tal su estupor que ni siquiera se percató de la reaparición de Gina. Demetérida intentó gritar una advertencia, empujar a Uzma lejos de allí, pero sus piernas, azuzadas por un terror atávico, la arrastraron en dirección contraria a Uzma y la quimera. Correr no era lo suyo, pero tampoco lo era quedarse quieta esperando ser el almuerzo de un monstruo.
—¿Pero qué haces con los dados, Perséfone? ¿No tienes suficiente con una quimera? ¡Busca refugio ya! —exclamó, al tiempo que corría, se tropezaba y volvía a incorporarse buscando donde esconderse de aquella atrocidad invocada por los dados de Uzma... y también de lo que fuera que trajera aparejada la tirada de Perséfone.

Aquello fue toda una sorpresa Gina no esperaba que con sacar simplemente en uno de los dados uno de los números necesario aparecería allí, en cierta forma estaba preocupada por los chicos que había conocido en el otro lado, sin embrago, ¿Qué podía hacer? Lo que si que teína claro es que todo aquello era demasiado extraño y casi que seria mejor detenerse antes de continuar con aquel juego peligroso, sin embargo, el lugar donde apareció hizo que aquella idea se desvaneciera por completo.

¿Pero?

Al ver a aquel ser tan extraño con aspecto de mosca no pudo evitar una mueca de extrañeza y un poco de repulsión, sin embargo, por lo que fue escuchando quizás podría ser una de las chicas, Gina iba a contarles lo que había pasado cuando escucha aquel rugido, y mira en su dirección, se trataba de una quimera.

¿Una quimera? Pero… esto es demasiado

Ella sabia que una quimera no era precisamente una criatura fácil de vencer, ni para un mago completamente preparado para ello, por lo que para unas estudiantes como ellas era algo imposible. Las chicas parecía que intentaban huir, ella observa unos momentos y dice:

¡¡Rápido, al castillo!!

Al igual que hace Uzme cree que lo mejor es tratar de inmovilizar a la criatura el tiempo suficiente como para poder correr ya que esta puede volar y sin duda es más rápida que ellas

Inmobulus

Uzma trató de lanzar un conjuro para inmovilizar a la criatura y se dio cuenta de que aquel ser era demasiado aterrador como para conseguirlo por lo que no surtió ningún efecto. Justo en ese momento, la criatura lanzó un garrazo sobre ella arañándole el estómago y rasgándole toda la túnica. La muchacha empezó a sangrar y comprendió que tendría que haber hecho caso a las palabras del juego. 

Mientras tanto, Perséfone, que parecía vivir en un mundo paralelo al que estaban viviendo decidió lanzar una nueva tirada y justo cuando los dados cayeron sobre el tablero, la quimera le arañó la espalda dejándola gravemente herida y tirada en el suelo.

Demétrida fue incapaz de salir corriendo y más después de ver cómo se habían quedado Uzma y su hermana. Y fue entonces, cuando Gina que había vuelto de donde se hubiese ido, lanzó el mismo conjuro que Gina dejando a la quimera inmovilizada. Pero sabía perfectamente que aquello no duraría mucho tiempo y que o bien salían corriendo ahora, o bien lo lamentarían más adelante.

Y sin que nadie le estuviera prestando atención al juego por la terrible situación que estaban viviendo, un nuevo verso salió de él:

Crecen más rápido que el bambú.

Cuidado que ahora peligras tú.

El suelo del jardín en el que se encontraban empezó a agrietarse a gran velocidad, y cuando se quisieron dar cuenta, Perséfone estaba atrapada por varias raíces. Una de ellas se movió a gran velocidad y lo lanzó al interior de una especie de planta con cabeza y boca. 

La gemela cayó en el interior de ésta. Por suerte las plantas carnívoras no masticaban, tan solo te encerraban y con el líquido de su interior te iban disolviendo poco a poco y parecía que el cuerpo de mosquito era aún más vulnerable. Iba sintiendo como sus apéndices delanteros y el resto de su cuerpo se quemaban con la bilis del vegetal, pero aún tenía su varita y a sus compañeras para salvarla. Aunque la quimera hacía que la situación fuese aún más complicada.

El ataque arranca un grito de Uzma, que se lleva una mano a la zona herida, teñiendose las manos de sangre. Su cara palidece, poco acostumbrada a ver, y mucho menos vivir en su propia carne, heridas así. La quimera decidió abandonarla para atacar a Perséfone, a la que las plantas recién conjuradas atraparon en su interior, como si hubieran confundido a la bruja con una mosca de verdad.

Por suerte, el hechizo de Gina sí había surgido efecto en la químera, dándoles unos segundos de descanso. Uzma sintió una punzada en su interior, una mezcla de alivio y de envidia que no podía terminar de procesar en mitad del dolor y caos a su alrededor. El resto de chicas querían huir, pero Uzma seguía paralizada. 

Uzma no sabía mucho de criaturas mágicas. Si sus digestiones eran lentas, si de verdad no funcionarían sus jugos digestivos con humanos, en general, como de peligrosa era. Solo sabía que no podían dejar a nadie atrás, y la imagen de las plantas reduciéndose de tamaño para liberar a Perséfone cruzó su cabeza.

Así que levanto su varita, teniendo mucho cuidado de que su encantamiento solo acertara a la planta y repitió aquello en lo que tanto confiaba: hacer hechizos.

-¡Reducio!

Y los desastres se iban sumando. Uzma había sido herida por la quimera al intentar inmovilizarla, mientras que Perséfone, tras  tirar los dados para que aquella pesadilla acabase cuanto antes, fue atacada por aquel monstruoso ser. Le alcanzó de pleno en la espalda con aquella poderosa garra y la muchacha, profundamente herida, no tenía fuerzas ni para levantarse del suelo, sintiendo un dolor tan intenso que creía morir.

- Demezzzzz..... Vetezzzzz.... - Le pedía a su hermana, y es que no deseaba que su gemela muriese como consecuencia de aquel maquiavélico juego lleno de maldad y que estaba comprobado, era peligroso - Vetezzzz....

Un nuevo verso salió del juego, señalando que algo que crecía rápido y era peligroso, sería la siguiente "cosa" a la que se enfrentarían. La muchacha con apariencia de mosquito intentó incorporarse, pero no podía, el dolor lacerante de la espalda era más de lo que podía soportar. Winland estaba completamente a merced de las raíces emergentes que surgían desde la tierra, rompiendo ésta, fragmentándola y atrapando a la muchacha.

- ¡Demezzzzzz! - Gritó el nombre de su hermana al sentir que su cuerpo prácticamente volaba hacia una dirección concreta, la boca de una planta carnívora, la cual la engulló, deseando Perséfone, en su fuero interno, ser tan indigesta que pudiera provocarle arcadas que le provocaran el vómito - ¡¡¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhhhh!!!!!.... ¡Ezto quemaaaaaaa! ¡Quemazzzzzz! - Chilló la muchacha comprendiendo que si no hacía algo pronto, iba a convertirse en el almuerzo de aquel maldito vegetal. Sacó su varita y comenzó a pensar en posibles hechizos para salir de ahí.

- ¡Demezzzzzz! ¡Tengo doz noticiaz! ¡Una buenaz y otra malaz!... La buenaz ez que la quimera ya no me come y la mala... ¡Ezto quema!.... - Intentaba no preocupar a su hermana, aunque a decir verdad, ella estaba comenzando a desquiciarse - Necezito que pienzezzzzz una forma de que esto abra la bocazzzzz

- ¿Un alohomorazzzzz?... ¿Cómo era el vomitazzzz babozaz? - Fue su segunda idea, si hacía que la planta tuviera arcadas quizás la expulsara de su cuerpo cuando comenzase a sentir la angustia de la magia. Pero, ¿y si no? - Con la zuertez que tengozzzz zeguro que muero azfixiada y cubierta por babozaz.... - Dijo en voz alta como medio para tranquilizar sus nervios, lo estaba pasando francamente mal - Parece muy reziztente, no voy a poder zalir de aquiz por la fuerza... - Determinó, viniéndole una idea bastante buena que si salía bien sería gracias a su astucia.

- ¡Voy a hacerle cozquillaz! - Chilló para que sus compañeras lo supieran, mientras el dolor del ácido seguía taladrando su piel. Fue así como Perséfone comenzó a hacer cosquillas en la parte interna de la boca de la planta carnívora, con el fin de que ésta fuera abierta. ¿Tendría sensibilidad aquel ser? Una vez más lamentó no ser muy buena estudiante. Si salía de aquella comenzaría a estudiar como nunca, o al menos, hasta que se le olvidase el susto.

Literalmente, el terror se apoderó de Demetérida cuando, al mirar hacia atrás, descubrió la sangre empapando la túnica de Uzma. Pero más aún cuando, instantes después, aquella horrenda criatura le abrió un enorme tajo en la espalda a su gemela arrojándola de bruces sobre la hierba. Muy pronto, sus deformes alas se tiñeron de una sustancia viscosa.
—¡Perséfone! —gritó la pequeña bruja, presa del horror. Solo tenía ojos para su hermana. ¿Por qué Perséfone nunca le hacía caso? ¡Le había dicho que buscara refugio! Ni la había escuchado siquiera, obsesionada como estaba por aquellos malditos dados. Y ahora está... está... ¿mu... muerta? Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Un parpadeo después, su hermana era tragada por otra aberración producto de aquel maldito juego. ¿Juego? Aquello no era un juego, era una trampa mortal y ellas solo meras presas. —Per... séfone —balbuceó bajo un manantial de lágrimas.
Jumanji se había llevado a Perséfone de su lado, para siempre. Y Demetérida había quedado sola y aterrada. 
Muy aterrada. 
Aquello no podía ser cierto, no era real. Sin dudas, era una maldita pesadilla. Su peor pesadilla. La misma pesadilla que venía aterrorizándola desde la muerte de su abuela, años atrás. Un espasmo de llanto sacudió su cuerpo. Si al menos hubiera arrastrado por la fuerza a su hermana, a puntapiés si era necesario, quizá entonces... Su mirada, arrasada por las lágrimas, le impidió ver más allá de su propio dolor, y del miedo que roía sus pies.
Aunque estaba apartada a varios metros de sus compañeras de desventuras, los chillidos de Perséfone la regresaron a la realidad: ¡No estaba muerta! Atrapada dentro de un engendro vegetal su gemela aún tenía energías para arremeter con una retahíla de palabras, unas disparatadas, otras bastante inteligentes.
Oh, Perséfone... ¡Te golpearé! 
Demeterida no necesitó pensarlo mucho. Un chorro de chispas púrpuras brotó de su varita golpeando a aquel horripilante vegetal.
—¡Relashio!
O soltaba a Perséfone o ya vería que mala idea era meterse con una Winland enfurecida...

Por fortuna aunque el hechizo de Uzma no había funcionado el suyo si, pero Gina sabia perfectamente que aquello no les daría mucho tiempo, esperaba que al menos pudieran alejarse lo suficiente como para poder buscar refugio, sin embargo, cuando se estaba girando para empezar a correr algo sucedió, aquel mosquito humano que por lo que estaba escuchando y por intuición debía ser Perséfone había decidido tirar los dados, quizás así la mantícora desaparecería. Sin embrago, aquello no fue así y se vieron con otro problema más, la chica mosquito estaba siendo digerida por una enorme planta carnívora, y Gina estaba segura que el ser ahora un mosquino no seria precisamente algo que beneficiaria aquello.

Chicas, sacadla lo antes posible, yo intentare hacer algo con la mantícora

Decía mientras daba un par de pasos hacia atrás

Bien Gina, has dicho que te ocuparías de la mantícora, pero, ¿Cómo? ¿Qué puedo hacer para ganar algo de tiempo… pero si no desaparece cuando tiramos… seguro que tenemos que acabar con ella… maldito juego…

Fue cuando escucho el hechizo lanzado por Uzma, había sido una muy buena idea, quizás podría hacer lo mismo con la Mantícora, reducir su tamaño y así hacer que no fuera tan peligrosa. Suspira profundamente y apunta con su varita:

Reductio

Uzma intentó saber algo sobre las bestias que tenía delante, pero no era una estudiante muy adepta de aquella materia y no recordaba mucho sobre ellas. Aquello hizo que su conjuro no resultase muy efectivo, por lo que no sirvió de nada. 

Mientras tanto Perséfone gritaba angustiada y de dolor por estar dentro de aquella criatura. Desde ahí intentó ponerse a hacerle cosquillas pero la planta carnívora no sintió absolutamente nada y lo único que hizo fue segregar más y más líquido para disolverla cuanto antes.

Perséfone notaba como su cuerpo ardía más y más. Sabía perfectamente que si no escapaba pronto iba a terminar completamente devorada y no quedaría ni un solo resto de ella. 

Por suerte, Demétrida era suficientemente hábil con la varita y logró lanzar un embrujo de repugnancia que expulsó unas chispas púrpuras e hizo que la planta carnívora sintiese asco por Perséfone y la escupiera cubierta en el líquido gástrico que había segregado sobre ella. La chica con cuerpo de mosquito tenía el cuerpo lleno de heridas provocadas por la quemadura, que además se sumaban a las ya provocadas por la quimera.

Entonces Gina decidió reducir el tamaño de la quimera. La criatura menguó su tamaño, quizá unos centímetros. Pero el animal seguía resultando peligroso. Aquello no significaba que no lo siguiese intentando, porque si lo volvía a hacer quizá lo terminase logrando. Aún así, la criatura abrió la boca y le encajó un fuerte mordisco en el brazo que sujetaba la varita. 

Y aunque Perséfone había sido liberada, la planta carnívora volvió a intentar comérsela. 

¡Los enemigos no estaban aún derrotadas y seguían insistiendo en querer devorarlos!

Definitivamente no era su día de suerte. Encontrar el juego de Jumanji le había parecido como algo muy divertido al inicio, pero conforme más jugaba con aquel endiablado tablero, más se convencía de que era un objeto maldito, uno de esos que vendían en el callejón Knockturn, según escuchó una conversación en casa. Recordaba que aquel día le propuso a Demetérida darse un paseo por aquel lugar, donde las brujas y magos dedicados a las Artes Oscuras se congregaban, pero fue su hermana precisamente quien le quitó la idea de la cabeza, ella siempre la cuidaba, y ahora estaba a una planta carnívora de distancia. Demasiado lejos como para tocarse, y a la par, tan cerca que daba rabia no poder salir del interior de aquella criatura mágica.

- ¡Demez! ¡No funcionaz lo de laz cozquillaz! - Informó lamentándose, estaba claro que la planta no la soltaba - ¡Ezto duele! ¡Cada vez crea máz líquidozzz! - Se lamentaba mientras comenzaba a llorar, por lo visto aún en forma de mosquito no había perdido sus glándulas lacrimales, toda una suerte, ya que los ojos en cámara de los insectos carecían de dichas estructuras - ¡¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhhh!!!!! ¡Corta la planta con un cuchilloz! ¡Haz un Accio cuchillo! - Perséfone sufría por dos motivos, uno por no poder salir de allí, y otro porque su hermana, la más inteligente de las dos, parecía estar bloqueada. Nunca había fallado en su magia. No obstante, seguía confiando en ella, seguro que conseguía salvarla.

Pero irónicamente no fue un Accio lo que salvó a Perséfone de una muerte casi segura, sino un embrujo que provocó que la planta tuviera asco por su persona, como si un ser humano se hubiera dedicado a comer cucarachas como snack, algo más o menos similar. Por supuesto aquello solo podía haberlo hecho su querida hermana.

- ¡Deme! - Tenía lágrimas en los ojos, ya no solo por el dolor que el jugo gástrico provocaba sobre su piel, si no por el hecho de haber vuelto a ver a la persona que más quería del universo, su hermana, su mitad - ¡Me haz zzzzzalvado! ¡Me haz zzzzalvado! - Tan emocionada estaba por haber salido de la planta carnívora que no se percató de que la criatura mágica se revolvía de nuevo contra ella, a esto había que sumarle lo torpe que se encontraba con forma de mosquito, no pudiendo ser apartada a tiempo, volviendo a ser engullida por el ser.

- ¡Mierdaaaaaaaaaaaaaazzzzzzzzzzz! - Uys sí, había dicho un taco, y muy probablemente ahora su querida hermana, mientras intentaba sacarle de nuevo de la planta, tendría tiempo para regañarle y recordarle las normas de cortesía y educación que las Winland habían recibido desde que eran niñas. Si su madre estuviera ahí delante, la criatura mágica sería el menor de los problemas para Perséfone - ¡Voy a morir de dolor y azzzzcoooooo! - Y es que las babas pegajosas se adherían a su cuerpo como los duendecillos de Cornualles a los pelos.

- ¡Maldito bichozzzz! ¡Azí te atragantez conmigo! - Perséfone comenzó a golpear frenéticamente a la planta para que la escupiera de nuevo, sacando una fuerza inusitada de su interior, bullía de rabia y quería salir de allí, aunque fuera como mosquito, y es que en su mente aún estaba el olorcillo agradable de la sangre de Uzma. Un chupito ahora no le vendría mal.