Partida Rol por web

Cuando Emma vio caer a ese mosquito se alegró en lo más profundo pues, las picadas dolían horrores y se sentía algo mareada. La situación estaba empezando a ser escabrosa y, aunque no tenía ningún espejo, sabía que algo raro había posado en su cuerpo. Se giró a tiempo de ver como dos de aquella criaturas atacaban al de quinto. Con su varita en mano apuntó a uno de ellos y de nuevo trató de lograr que quedara petrificado. 

-Petrificus totalus-dijo de nuevo deseando que surtiera el efecto deseado.

Con la visión cada vez más reducida, Crabbe sabía que sus posibilidades de derrotar a los insectos eran cada vez menores, y los hechizos que dirigía contra ellos habían fallado, uno tras otro. Pero el juego debía continuar, por lo que, haciendo un esfuerzo por resistir las picaduras de mosquito, el muchacho tomó los dados y los arrojó sobre el tablero.

-Un nueve -murmuró, con voz débil. Después, agitó su varita para lanzar un nuevo hechizo sobre uno de los mosquitos, con la esperanza de que fuera suficiente para vencerlo, y pronunció las siguientes palabras-: ¡Petrificus Totalus!

Las esperanzas le fallaban. Todos sus recursos eran inútiles, todo lo que era capaz de pensar era un fracaso.

Como era la primera vez desde que empezaron a jugar que estaba realmente quieto, notó cómo en su túnica algo se movía. Mordisqueaba y arañaba levemente, y logró sacarlo levemente de su letargo provocado por el pánico.

-Marky... Marky... -rebuscó con urgencia entre sus ropas, y el ratoncito se abrazó a su dedo, como siempre que quería que lo sacase de paseo.

Era marroncito a la luz del día, pero en ese momento Sam solo pudo recordarlo. La oscuridad era tan densa que no podía ni verlo a un palmo de su nariz.

Sentir sus patitas en su mano le calmó de nuevo un poco, pues era una presencia conocida y querida, y ya no se sentía solo.

-Marky... Tú que ves bastante bien en la oscuridad*... ¿Cómo puedo salir de aquí? -sabía que el ratón no lo entendería, pero quizás sí su urgencia y su pánico, y ayudarle.

Los animales son extremadamente listos.

Solo, se había quedado solo. La oscuridad lo envolvía todo y ya nadie le acompañaba, Terry se sentía muy solo en el inmenso castillo. Empezaba a entrarle una gran sensación de agonía por dentro, como si algo le corroriera el estomago. No se sentía muy bien.

-Chicos donde estáis?- preguntó con voz un poco trémula.- Que pasa, porqué está todo oscuro, habéis podido leer que ha pasado con el juego? Que está pasando?! - cada vez se sumía más en la desesperación de buscar a alguien y huir de la oscuridad. 

Intentó buscar a alguien, pero al girarse lo único que encontró fue su pero pesadilla. La visión de Cerbero cerca de el le paralizó por completo. Siempre les había tenido pánico a los perros, pero eso le superaba y por más que lo intentase no lograba moverse o hablar.

Finalmente Emma y Vincent pudieron acabar con los dos mosquitos que quedaban. Ambos conjuros de petrificación conviertieron a los insectos en piedra y al caer al suelo terminaron hechos añicos. Con los enemigos abatidos, Crabbe optó por tomar los dados, pues era su turno y lanzarlos.

Una nueva imagen con sus respectivas palabras se materializaron ante los ojos de los niños:

Cuidado con el suelo que ahora pisas.

Es peor que las arenas movedizas.

Sin estar tan preparados como otras veces, Crabbe notó como el suelo que había bajo sus pies empezaba a tragarle, y antes de que pudiera reaccionar ya le había tragado por encima de las rodillas. 

Sam pudo sentir a su ratoncito entre sus manos, pero era incapaz de comunicarse con él. Pero esa sensación de tranquilidad le hizo recordar una cosa. Un día en el comedor había oído una conversación a los alumnos mayores de su mesa. Habían tenido una clase en Defensa Contra las Artes Oscuras. Habían hablado de "Una Boa" ¿era realmente así el nombre? Habían comentado que aquella criatura que vivía dentro de los armarios o de los sitios oscuros era capaz de materializar los miedos de cada uno, era un ser maligno que se alimentaba del miedo, pero cuyo conjuro para destruirlo era muy sencillo. 

El problema de ese conjuro es que se impartía en tercero, y Sam aún estaba en segundo. Y lo malo de todo es que no veía a ninguno de sus compañeros para poderles pedir ayuda, tampoco les oía, pero ¿realmente seguirían allí?

El miedo empezó a apoderarse de un Terry que ya de por sí estaba muy malherido y empapado, el veneno de los mosquitos se extendía por todo su cuerpo y le dificultaba sus acciones. L

De haberse podido ver en un espejo, habría contemplado que su cabello empezaba a tener un mechón blanco por culpa del terror que tenía el pobre chaval.

-¡Maldita sea! -exclamó Crabbe, al verse absorbido por aquella especie de arenas movedizas.

A esas alturas, tenía la vista medio nublada por el veneno que le habían inoculado los mosquitos, y apenas podía ver mucho más allá de su posición, aunque sus ojos se clavaron de inmediato en Emma. O mejor dicho en la criatura insectoide que era ahora la Slytherin de primer curso.

-¡Emma, ayúdame! Tiene que haber algo a lo que pueda agarrar -suplicó el grandullón, incapaz de creer que estuviera rogándole ayuda a una chica cuatro años menor que él.

Sabiendo que no podía perder mucho tiempo, Crabbe apuntó a sus rodillas con la varita y se apresuró a pronunciar las palabras de un nuevo hechizo, con la esperanza de que funcionara:

-¡Finite Incantatem! -exclamó, a la desesperada.

Terry se encontraba aterrado, no sabía que hacer. El miedo se apoderaba de su cuerpo y intentaba encontrar algún rastro de lucidez para reaccionar. Intentaba pensar en como huir de allí, pero sus piernas no se movían, intentaba lanzar algún hechizo, pero apenas podía balbucear las palabras. 

Que este juego infernal acabase ya -pensaba.

-Si seguís allí, seguid tirando. Acabad ya!!! - dijo con desesperación, mientras se cubría para protegerse de Cerbero.

Emma vio con agrado como esos mosquitos por fin desaparecían y dejaban en paz a su compañero de casa. Pero la tranquilidad duró poco, pues el grandullón tiró los dados y pronto comenzó a hundirse en lo que parecían unas arenas movedizas.

Rápidamente giró su rostro en busca de algo que pudiera ayudarle. Corrió y alargó lo que debería ser una mano para poder ayudarlo a salir de allí sin caer ella misma en esas arenas.

¡Agárrame la... mano! ¡Rápido!-dijo la muchacha más autoritaria de lo que le hubiera gustado sonar.

Todo le estaba empezando a resultar traumático.

-¡¿A quién le toca?! ¡Qué tire los malditos dados!-dijo desesperada por terminar aquello.

Desesperado y sintiendo que las arenas movedizas seguía tragándole, Crabbe extendió la mano que tenía libre para tratar de agarrar la mano de Emma con sus regordetes dedos.

-Maldita sea... ¿¡¡Cómo era!!? Una boa no... ¡UN BOGGART! ¡Eso es! -Sam seguía hablando solo, contestándose a sí mismo.

Recordó lo del conjuro, y lo que comentaban los mayores. Le gustaba mucho poner la oreja cuando hablaban de asignaturas y cosas que aprendían, lamentando siempre el no estar en cursos más avanzados para poder aprovechar esas clases que parecían tan divertidas, mientras los demás solo se quejaban de ellas.

Lo del boggart le había llamado la atención porque oyó que para vencerlo había que transformarlo en algo que les causase gracia, y transformar el miedo en carcajadas. Se contaban cómo habían convertido a terribles monstruos en payasos saltarines y en coloridos animales disfrazados.

Ahora le tocaba a él. No conocía el conjuro. ¡Lástima ir en segundo! De todos modos, vencer a su miedo es algo que había estado intentando desde que la oscuridad y el silencio le envolvieron, y no tuvo buenos resultados.

Había probado a hablar con sus amigos sin respuesta, y pensó que no le oían pero... ¿Y si seguían ahí? ¿Y si era él el que estaba aislado, pero podían verlo?

-¿HOLA? ¿ME OÍS? ¡¡ESTOY SIENDO VÍCTIMA DE UN BOGGART!! 'NECESITO QUE ME LIBRÉIS CON EL CONJURO! YO NO SÉ HACERLOOO

De todos modos... Quizás no le oían. Así que pensó en cosas que le hacían gracia. Visualizó a su amigo Harper en Halloween, vestido de pollo asado. Recordó aquella serie que le hacía tanta gracia, donde un muggle* bailaba peor que el profesor Flitwick..

Y sí, empezó a reír.

Era el turno de Sam, solo él podía continuar con el juego ahora mismo, y por lo que pareció anunciar a los demás, estaba atrapado por el maleficio de un terrible Boggart, solo sus compañeros podrían ayudarles, pero Crabbe estaba siendo atrapado por las arenas movedizas y a pesar de que Emma trataba de ayudarle no lo lograba y cada vez estaba más y más abajo. Sentía como sus piernas tocaban en al agua de la planta inferior y empezó a sentir como el agua empezaba a cubrir la superficie en la que se hallaban. 

Ahora la única posibilidad de seguir con ese juego la tenía él, pues Emma no era lo suficientemente mayor para eliminar al Boggart que tenía atrapado a Sam y probablemente a Terry. Aún tenía una mano libre para lanzar el conjuro.

Además, el agua ya empezaba a cubrir la superficie y al ritmo que subía o lograban terminar el juego ya o el agua terminaría ahogando al Crabbe atrapado por las arenas movedizas.

Sam intentó reírse pero el boggart se alimentó de las pocas esperanzas que le quedaban al joven Slytherin absorbiendo su poca energía interior y dejándole completamente inconsciente debido al terror y al trauma. Él ya había logrado dejar el mensaje a sus compañeros y tras ese último esfuerzo ya todo quedaba en mano de ellos. Si lograban salvarle lograrían acabar el juego, sino, aquel juego les terminaría consumiendo para siempre...

Terry no era capaz de ver a sus compañeros pero sí que fue capaz de escuchar a Sam que parecía hablar de un boggart. El joven era demasiado pequeño para poder librarse de él, pues aún no conocía el conjuro necesario para eliminarlo. Pero Terry sí, aquella clase la había impartido en Defensa contra las Artes Oscuras en el tercer curso. No debía suponer mucho esfuerzo lanzar el hechizo pues tan solo había que pensar en algo gracioso y apuntar con su varita a la causa del miedo diciendo la palabra correcta.

Pero claro, la tensión del momento no era algo fácil de gestionar, y a pesar de que Sam le había dado la respuesta al mal que estaba sucediendo quizá su varita y su cabeza no terminase de ir como debería pues el pánico cada vez llenaba más el interior del corazón del joven.

-No llego-dijo Emma con los dientes apretados alargando todo lo que podía la mano.

El agua comenzaba a cubrirles y veía en serio peligro al grandullón de quinto.

-Crabbe, trata de pensar, eres de quinto, seguro que sabes algún conjuro que pueda ayudarte. Sé que es difícil, pero mantén la calma, dicen que las arenas movedizas te engullén antes si te mueves-intentó alentar al grandullón mientras pensaba en algo que pudiera hacer.

En silencio maldijo el momento en que tiraron los dados de ese maldito juego.

Que? Que era eso que decía Sam? Un boggart, como no se había dado cuenta Terry después de todas las clases de Defensa contra las artes oscuras que había recibido, si era uno de sus fuertes... Se le había olvidado por completo a causa del miedo.

Ahora tenía que hacer lo contrarió a lo que estaba sufriendo: reír. O al menos eso recordaba.

Quería que esta pesadilla se acabase ya, el miedo le acosaba y quería deshacerse del boggat con el hechizo que conocía. Así que con un gran esfuerzo saco su varita y pronunció el hechizo, por mucho que supiera la teoría nunca lo había puesto en práctica.

Ojalá funcione.

-Riddíkulus.

Crabbe asintió ante las palabras de Emma, consciente de que la chica llevaba razón. Según tenía entendido el matón, las arenas movedizas te hacían hundirte antes cuanto más se moviera.

Debido a esto y sabiendo que él era el único que podía hacer algo por ayudar a Sam frente al boggart y guardando la esperanza de que el pequeñajo consiguiera una buena tirada, el grandullón se concentró en pensar en la imagen más disparatada y ridícula que se le venía a la cabeza: Lord Voldemort con nariz de elfo doméstico bailando claqué.

Si iba a morir engullido por unas arenas movedizas, Crabbe esperaba que al menos lo último que viera fuera al mago más poderoso del mundo mágico bailar frente a él de la forma más ridícula imaginable, aunque se tratase de un boggart. Agitó su varita con la mano que aún le quedaba libre y exclamó:

-¡¡Riddíkulus!!

-Vamos... vamos... vamos... -Sam intentaba mantenerse despierto, pero sus fuerzas eran ya escasas.

Pensaba en sus amigos, evocándoles en lo posible a ver si se inspiraban para poder ayudarle. Pensó en sus padres, qué pasaría si él moría. ¡Pero no, no estaba dispuesto a hacerlo!

Aunque cada vez esa oscuridad le daba más sueño, y tenía tantas ganas de quedarse dormido...

Terry había practicado muchas veces ese conjuro, pero olvidó lo más importante. Si quería librarse de la imagen aterradora que se había aparecido ante él tendría que pensar en una mucho más graciosa y divertida en la que convertirlo. Se olvidó de ese último detalle por lo que el conjuro no surtió efecto. Era normal, pues debido al pánico que le había creado ese perro de tres cabezas...

Por suerte para él y para Sam, Vincent que estaba siendo atrapado por unas arenas movedizas aún tenía una mano libre. Emma no era capaz de lanzar ese conjuro, pues aún no había asistido a dicha clase. Por eso, el grandullón de Slytherin lanzó el conjuro Riddikulus y convirtió la oscuridad de Sam y el cerbero de Terry en un lord Voldemort, perdón, El Que No Debe Ser Nombrado, en un ser de apariencia élfica vestido de claqué que empezó a bailar a un ritmo muy divertido.

Las risas de los niños debilitó al Boggart que en apenas unos segundos volvió a refugiarse en el interior del juego de mesa. Sam yacía en el suelo con el pelo totalmente blanco por culpa del terror sufrido. Estaba semiinconsciente y apenas podía moverse. Sentía en su cuerpo el agua que estaba inundando el piso, pero si Emma, con su cuerpo de niña-mosquito, le llevaba el tablero, podría hacer su tirada, y si era lo suficientemente alta, acabaría, y de no ser así, tendría que ser ella y Terry quien se enfrentase a lo que saliera. Pues el pequeño Sam apenas tenía fuerzas para continuar, y el enorme Crabbe estaba atrapado por unas arenas movedizas que cada vez le absorbían más su cuerpo.