Partida Rol por web

Emma, desde su posición, bien reguardada para que la quimera no tuviera la posibilidad de alcanzarla, lanzaba chispas con su varita deseando llamar la atención del enorme monstruo.

"Por una vez vendría bien que el inútil de Hagrid estuviera aquí" pensó mientras volvía a lanzar chispas rojas desde su varita.

-¡Eh, eh, quimerita! Estoy aquí-decía mientras se movía para asegurarse que la quimera se perscataba de su posición.

Desde dónde estaba pudo ver el intento de vuelo de ambos compañeros.

"Vamos, vamos, vamos" pensaba para sus adentros sin perder de vista al monstruo.

Emma pudo ver como la quimera se centraba en ella mientras se dedicaba a lanzar unas simples chispas rojizas. El plan estaba surtiendo efecto, pues Crabbe se dedicaba a dar vueltas en busca del tablero escondido. Sam, tardó un poco más, pero al final se unió a su compañeros remontando el vuelo y pudiendo así seguirle. Seguramente, cuatro ojos vieran más que dos, así que podrían encontrar el tablero, y tampoco habría que olvidarse de la varita que los monos habían arrebatado.

A pesar de la nulidad de Crabbe como buscador, pudo ver el tablero de juego junto a uno de los postes de los aros del campo de quidditch. Emma tenía distraída a la quimera, por lo que si no hacía demasiado ruido, podría llegar hasta el tablero, cogerlo y volver por donde había venido. Pero debía ir con cuidado, si la quimera les descubría, podría ser su final.

Emma no podía evitar sentir miedo al ver a esa cosa fija en ella, pero se mantenía bien resguardada. Lo suficiente para que esa bestia viera las chispas y se mantuviera fija en ella.

De vez en cuando intentaba ver a Crabbe y a Sam, pero le daba demasiado miedo descentrar su vista de aquella criatura.

Además estaba ese pensamiento profundo que le hacía desear que no viniera ningún profesor.

Se mantenía así, lanzando chispas, llamando la atención de esa enorme criatura.

Crabbe divisó el tablero muy cerca de los postes de los aros del campo de quidditch. Por desgracia, no había ni rastro de la varita. Pero no le importó. "Los problemas de uno en uno" se dijo, mientras volaba en la escoba.

Suponiendo que Emma no podría entretener a la quimera eternamente y temiendo que la quimera pudiera percatarse de su presencia si volvía la vista atrás y lo veía volar, el Slytherin de quinto año decidió descender de la escoba y, sujetándola aún en su mano derecha, echó a andar lentamente por el césped, tratando de hacer el menor ruido posible mientras se dirigía hacia el tablero de Jumanji.

Ya que Crabbe parecía dirigirse hacia el tablero, Sam intentó localizar la varita entre todos esos monos inquietos. No era cosa fácil, pues una varita entre tanto animal movido era como buscar una aguja en un pajar.

Si la encontraba, el joven pensaba utilizar algún hechizo atrayente para robársela a los macacos, pero primero había que saber dónde estaba.

Se concentró para verla con todas sus fuerzas.

Crabbe no tardó mucho en ver el tablero y tratando de volar en el máximo silencio posible descendió hacia él y lo tomó con la mano opuesta a la que sujetaba el palo. Mientras tanto, Sam pudo ver que uno de los monos muertos aún tenía la varita de Crabbe agarrada. Ahora tan solo debía dirigirse hacia ella para cogerla evitando hacer el menor ruido posible. 

Emma no sabía cuán efectivos estaban siendo sus compañeros, pero al menos seguía distrayendo a la quimera, lo cuál podría darles una considerable ventaja. Así que era importante que se mantuviera en esa línea.

Pese a que estaba deseando poder tener su varita a mano, Crabbe sabía que la prioridad era poner el tablero del juego a salvo para continuar la partida, por lo que decidió dejar que fuera Sam quien se ocupara de recuperar su varita mientras él se encargaba del tablero.

Cargando con el tablero en una mano y la escoba en la otra, el matón comenzó a retroceder sobre sus pasos, tratando de atravesar a pie el campo de quidditch y regresar frente al castillo. Desplazarse en escoba era demasiado peligroso, por lo que Crabbe se decidió a no usarla hasta que estuviera lo suficientemente cerca de las ventanas del castillo.

Con un poco de suerte, Emma seguiría distrayendo a la quimera.

La varita se veía en la mano del mono muerto por la quimera, y Sam trató de dirigirse hacia ella. Rogó a todos los dioses del universo que el monstruo no se percatase de su presencia, porque no quería acabar de merienda de ese ser tremendo.

Acercándose, procuró concentrarse para lanzar el hechizo Accio, para lograr que la varita fuese atraída a sus manos. Muchas veces quiso ponerlo en práctica, aunque lo había ensayado en multitud de ocasiones. Ahora parecía el momento más propicio para que funcionase.

Cuando eres un alumno de quinto, entrado en kilos y con una dote para el sigilo bastante pésima, y decides ponerte a andar por el campo, ocurren precisamente estas cosas.

Crabbe descendió de la escoba y tomó entre sus manos el juego, se puso a andar con tan mala pata que pisó un palito que había cerca de donde se encontraba. El sonido apenas se escuchó, pero la quimera, un ser mágico compuesto de varios animales, algunos de los cuales mitológicos, dio la vuelta a su oreja, pues aún seguía distraída con Emma, y escuchó al joven Slytherin.

Mientras tanto Sam vio la varita de Vincent y gritó: ¡Accio! Aquello hizo resoplar a la quimera, se dio la vuelta y mostrando sus grandes fauces se lanzó a toda velocidad contra ambos alumnos. Era el momento de salir corriendo y volver a las ventanas del castillo, o la quimera les terminaría devorando.

Finalmente Emma no logró cumplir su objetivo adecuadamente. Algo había sucedido. Algo llamó la atención de la quimera, que resopló, se giró y se marchó volando a toda velocidad. A lo lejos podías ver a Sam volando sobre su escoba con la varita de Crabbe en la mano, y a este último, andando en el suelo, con una mano sujetando el juego y con la otra su escoba.

Sin duda, la quimera les había oído y estaba dispuesto a comérselo.

Los peores temores de Crabbe se habían hecho realidad. La quimera había captado su presencia y la de Sam y ahora corría a toda velocidad en su dirección.

El matón montó en su escoba, manteniendo el tablero del juego agarrado bajo el brazo.

-¡Arriba! -le indicó Crabbe a la escoba, intentando que se alzara en vuelo, en dirección hacia las ventanas.

-Mierda-susurró más para si misma que para el exterior.

"Piensa, Emma, piensa" se dijo a sí misma mientras veía como la quimera se giraba para ir a por ellos.

Trató de enfocarla con sus ojos a la quimera y trato de pensar si sería posible lanzarle algún hechizo, pero mientras pensaba veía como la quimera se alejaba y se acercaba cada vez más a los chicos. Así que sin pensarlo mucho más, lanzó un hechizo, el primero que le vino a la mente.

-¡Incarcerous!

-¡Corre, Crabbe! -Sam avisó a su amigo, aunque no hizo falta. Ya estaba poniendo pies en polvorosa antes de su alarma.

Como no se bajó de su escoba, el chico pudo seguir un vuelo pretendidamente esquivo con la quimera, buscando algún lugar a salvo en el que guarecerse mientras se dirigía al castillo en el peor de los casos.

Sus padres siempre le inculcaron el valor de tener un plan B ante emergencias inesperadas, y eso procuraba hacer siempre.

Sam se había hecho con la varita de Crabbe pero la presión a la que se vieron sometidos al ver a la quimera dirigirse hacia ellos, fue brutal. Por eso se dieron media vuelta y se marcharon a toda prisa rezando porque no les alcanzase. Cuando miraron hacia atrás, pudieron ver que sus alas se habían visto enganchadas por una cuerda que Emma había invocado. 

El ser sobrenatural no tardó en deshacerse de ella, pero aquellos segundos habían sido suficientes para darles ventaja a ambos niños y lograr alcanzar la ventana por donde habían empezado.

Emma no tardó mucho en reunirse con ellos, por fin Crabbe tenía su varita y todos tenían el tablero para volver a tirar y seguir continuando aquel macabro juego. Por desgracia, en el exterior aún seguía la quimera vivita y coleando.

Crabbe respiró muy aliviado en el momento en que se vio por fin a salvo entre los muros del castillo de Hogwarts. Cuando Sam y Emma lo vieron acercarse a ellos, se hallaba aún un tanto nervioso, incapaz de creer que había escapado con vida de la quimera. Presionaba el tablero del juego contra su pecho, poco dispuesto a dejarlo tirado de nuevo.

Esperó a que Sam se acercara y depositó el tablero en el suelo, ya que era el turno del Slytherin de segundo año. Luego, recogió la varita de manos del pequeñajo.

-Esto... Gracias... -dijo el matón, de mala gana. Por una parte, estaba agradecido de que su joven compañero hubiera recuperado su varita, aunque era demasiado orgulloso para reconocerlo abiertamente-. Es tu turno, Lewis. La partida debe continuar.

Emma sonrió alegre al ver como las cuerdas frenaban a esa enorme quimera. Aunque tenía una tensión enorme consiguió entrar al castillo sana y salva y reunirse con ellos antes de que la quimera decidiera irse a por ella.

Emma sonrió a sus compañeros, pero en seguida, dejó de hacerlo. Era bastante fría con el resto y no se quería permitir ser amable con ellos.

-Sigamos-dijo a modo de orden-. De nada ¿eh? Yo también hice mi parte-le dijo al grandullón sin cortarse.

-Claro -le respondió Crabbe a Emma, con una especie de sonido gutural que pareció un gruñido-. No lo habríamos conseguido sin ti.

El matón, poco dado a dar las gracias a la gente, se sentía un tanto avergonzado. No les había salvado la vida un Slytherin de séptimo año, sino una novata de primer curso. "Espero que Draco nunca se entere de esto, o seré el hazmereír de toda la clase" pensó para sí, mientras se guardaba la varita en un bolsillo.