Partida Rol por web

Grisel se aparto la mano de su hermana con enfado. Asintio a su tio, pero la bofetada no la iba a olvidar tan facilmente. Habían estado cerca de morir o de hacerse mucho daño y su ultimo recuerdo habria sido a su hermana dandole un tortazo sin razón.

-Estoy bien.- murmuro sin permitir que su hermana volviera a tocarla. Se juro mentalmente que si le ponia la mano encima de nuevo se la devolveria.

Ser Yoren volvió a atacar al caballero renegado, y su espada nuevamente logró superar la defensa del Ander aún a pesar del gran escudo que éste sostenía. Sin embargo, la hoja de la espada del miembro de los Serf no logró clavarse más allá de la armadura de cota de mallas de su rival sin ocasionarle más daño.

Cuando llegó el turno de ser Ander, su espada describió un círculo en el aire con bastante fuerza, golpeando de pleno en su oponente con un duro golpe. Ser Yoren sintió una punzada de dolor y tuvo que retroceder un par de pasos para evaluar el alcance de sus lesiones.

-Rendiros, -dijo el bandido, -sólo os costará algo de oro vuestras vidas, o si no, os mataremos y violaremos a vuestras damas. 

Aquello seguía torciéndose, aunque irio al "caballero" no acabó con el, y ahora que aquello se estaba convirtiendo en una escaramuza Yoren empezaba a pensar en etiqueta y honor, seguramente para restregarle luego el que cayeran en una emboscada.

De todas maneras Corvin se le había echado encima, y tampoco sería muy sano ignorarlo, así que gruñó asintiendo para dejarle confirmar la órden de Ser Yoren. En el peor de los casos al menos le estaban dando tiempo al carro ha alejarse de aquella situación.

Con la fiereza de álguien que no está del todo cómodo en un campo de batalla normal Konrad se lanzó a por Corvin.

Corvin gruño al recibir el golpe de Konrad y soltó una fuerte tos que probablemente había estado conteniendo por minutos. A pesar de sus continuos ataques, no había tosido desde antes de que empezara la emboscada, lo que le había permitido situarse en la retaguardia y caer olvidado. Corvin se recuperó y contraatacó pero, a pesar de que logró superar la defensa de Konrad, su hoja no logró perforar la armadura del vasallo de los Serf.

En ese momento, dos hombres más surgieron de entre los arbustos a ambos lados del camino armados con hachas y gritando que se rindieran. Ambos tenían un aspecto sucio y desaliñado que mucho distaba de la pulcra apariencia de Ser Ander, aún incluso de la de su supuesto escudero Corvin.

Grisel les hubiera dado el dinero, claro que nadie decia que eso garantizara nada. A los hombres del camino debio servirles de poco, igual podian matarles despues de rendirse. Estaba asustada, no sabia que hacer. No era un hombre, no tenia una espada y aun de haberla tenido nada podria hacer con ella ya que no tenía adiestramiento ninguno para usarla.

Bajo del carro en uno de sus arranques. Si iban a morir seria peleando, aunque fuera de una manera estupida e infantil. Grisel empezo a agarra piedras del suelo y tirarselas a los hombres que corrian con las hachas en la mano. Tal vez con suerte alguna le abriera la cabeza o le hiciera tropezar, al menos retrasarle... cualquier cosa menos seguir quieta esperando ser cazada como un conejo.

-¡La casa de Serf no se rinde!.- grito la chica, mas por darse animos a si misma que por otra razón. Era algo que le había oido decir a algunos hombres de su casa, incluso una vez a su padre.

A su espalda, Anselminus podía darse cuenta de que Konrad y Ser Yoren lo estaban pasando mal, y aunque hubiera preferido no verlo, también vio al mayordomo Ártur muy malherido tras la caída.

Si fuese un poco valiente tal vez hubiese retrocedido, al menos para sacar de allí al poder Ártur; pero no lo era, y en cuanto aparecieron más hombres de entre la espesura su instinto se sobrepuso a cualquier otro pensamiento y continuó forzando a la mula a continuar su apresurada huida en pos de ser Normand y las damas.

-¡Calla tonta! -Gritó su hermana en respuesta a los gritos. -Ahora no es el momento. Baja o te va a dar una flecha perdida. -La ordenó al tiempo que buscaba abrazarla confiando en así proteger a su hermana pequeña del peligro. Sabía que el bofetón que le había dado para intentar evitar que se pusiera nerviosa no sólo le había dolido, si no que además había resultado incluso causar el efecto contrario al que buscaba.

Como siempre Grisel logra sorprendernos a todos con su reacción.

Desmonto de mi montura cogiendo el escudo sujeto a la silla mientras le entrego las riendas a Lylian.

– Lylian, tienes que llevarte a Grisel antes de que la capturen. Después montar las dos y alejados, si no sobrevivimos volver a casa. No os detengáis en la posada, por si trabajan juntos.

Avanzo con la espada a punto haciendo de escudo a Grisel esperando que Lylian me haga caso, pero consciente de que no disponemos de tiempo para quedarme debatiendo sobre la mejor opción.

Giro un instante la cabeza hacía Grisel. – Grisel, monta con tu hermana seguro que lo haces mejor que ella.

Anselminus, Normand y las dos damas se reunieron al fin. El maestre llevaba una flecha ensartada en el hombro y sangraba por la herida que se había abierto en su piel empapando su túnica de maestre de sangre. Aunque por fortuna, la herida era menos aparatosa de lo que podía aparentar: la flecha no se había clavado muy hondo y tampoco perdía demasiada sangre, aunque tendría que tratarse la herida cuanto antes y se encontraba en un lugar poco accesible para sus habilidades.

La espantada de los caballos les había alejado del lugar de la emboscada bastantes metros. Allá todavía podían ver desde lo lejos como Yoren y Konrad se defendían como podían de las acometidas de sus rivales, y como dos hombres más se sumaban al ataque. Normand giró el caballo y tomó su escudo, disponiéndose para partir de inmediato en ayuda de los dos hombres que habían dejado atrás. El mayordomo de la casa, todavía yacía tirado en el suelo, donde le habían pasado por encima los caballos y el carruaje.

-No quiero dejaros, sois mi familia.-sollozo Grisel, aunque sabía que aquello era una orden y tenía que obedecer. Había prometido ser buena y maldecia la hora en la que había dicho esas palabras. Hizo caso limpiandose las lagrimas con la manga del vestido.

Ella prefería morir allí con los suyos que escapar pero los Dioses la había hecho mujer y no podía ayudar en un combate.

- No seáis terca, niña - Dijo Anselminus, que había llegado justo a tiempo para ver a Ser Normand volver sobre sus pasos hacia donde se desarrollaba la batalla - es precisamente porque sois familia que quiere que os alejéis de aquí. - Al pasar junto a las dos hermanas sobre la misma montura, el maestre sostuvo las riendas y arreó a la mula para poner a todos en marcha guiando al caballo. No escapaban tan rápido como le gustaría, pero al menos Grisel no haría una de las suyas como dar la vuelta al caballo, algo de lo que la consideraba muy capaz.

Mientras avanzaban la flecha aún se agitaba tras su hombro. No había tenido tiempo de arrancarla, y tampoco se sentía capaz de probar suerte tan cerca del peligro, por lo que decidió dejarla donde estaba a pesar de las mudas punzadas de dolor que sentía cuando hacía un movimiento brusco.

Sin que su rostro exhibiera más que una férrea concentración al tiempo que ignoraba el dolor de la herida, Yoren descargo una fuerte estocada de revés sobre el bandido.

-Esta es mi respuesta! +declaro con fuerza, sabiendo a las claras que de ninguna manera semejante basura respetaría su palabra. De todas maneras intentarían tomar lo que quisieran. Pues bien, se lo harían pagar con sangre antes de dárselo por las buenas. Además, si ganaban suficiente tiempo, las damas probablemente escaparían a ese aciago destino, y era su deber intentar procurar eso…

-Vamos Grisel... No ves que están preocupados por nosotras... -la contestó con dulzura-. Pelearán mejor si no tienen que estar pendientes de nosotras.

Con dificultad por los nervios y porque el caballo estaba muy reticente ante la idea de ser cabalgado la joven acabó por incorporarse a su montura.

-¡Acabad con ellos! ¡Servir para mandar! -Bramó sintiéndose más segura.

Una vez mis dos sobrinas relativamente a salvo le doy unas escuetas ordenes al Maestre.

– Anselminius examinar a Ártur, no podemos dejarlo, así como esta.

Sin entretenerme en ver su reacción desenvaino mi espada larga y me dirijo hacia donde se esta combatiendo.

Puede que cargando con la lanza de caballería hubiera podido empalar alguno de los bandidos y llegar inmediatamente, pero lo mas importante es la seguridad de mis sobrinas.

El ataque de ser Yoren no fue el más espectacular de su repertorio, y ni siquiera fue capaz de producir una devastadora herida en algún punto vital del cuerpo de ser Ander. Sin embargo, el caballero renegado se encontraba demasiado herido y cansado como para poder aguantar otro golpe más. La lanza consiguió doblegar sus rodillas y dejarle tendido frente a Yoren, el brazo bajo y la espada en el suelo.

-Piedad, ser. -Dijo al verse vencido, con los ojos turbios clavados en su rival.

Sin molestarse en replicar, Yoren invirtió la espada y golpeo con el pomo de la misma sobre la frente del vencido, enviándolo a la inconsciencia. No por piedad, ciertamente; precisaría de respuestas más tarde y un muerto no se las daría.

Luego volvió la mirada hacia los lacayos que se aproximaban, con los ojos encendidos. Se habían atrevido a dispararles y ahora parecían querer lo suyo. Muy bien, lo tendrían, pero que no se dijera que no les daba una oportunidad incluso a la escoria.

-Solo necesito un prisionero... +Declaro en tono cargado de tensión, mientras se preparaba a continuar el combate+ Elijan rendirse o morir!

Y en sus palabras no había un asomo de engaño, tan sincero como el filo de la hoja que blandía...

Ser Ander había caído del caballo, sus rodillas flaquearon y pidió clemencia, Yoren se la concedió con un doloroso golpetazo y el caballero renegado cayó al suelo de espaldas completamente inconsciente. Los dos bandidos que se habían sumado a la emboscada tras disparar con sus arcos desde la maleza contigua al camino vieron como su jefe caía por el golpe que Ser Yoren le había propinado en la frente. El caballero errante les dio la opción de rendirse o seguir su suerte y ambos se miraron el uno al otro antes de dar la vuelta y huir por donde habían venido sin pensárselo demasiado.

El único que dudó en huir fue Corvin, pero con la ventaja numérica desperdiciada y con Ser Ander yaciendo en el suelo con un terrible chichón en la cabeza, no le quedaba otra opción. Lamentó su suerte profiriendo insultos contra los que huían y jugando venganza sobre ellos, y después, empujó a Konrad con su escudo en lugar de atacarle con la espada y echó a correr picando espuelas a su caballo.

Desde la lejanía, Anselminus y las damas pudieron ver cómo los bandidos echaban a correr despavoridos, ahuyentados por Ser Yoren y Konrad, y también por Ser Normand que amenazaba con incorporarse a la batalla. Cuando fue seguro que no iban a volver, el maestre guió la montura de las damas de vuelta con sus caballeros protectores, aunque guardando cierta distancia del cuerpo de Ártur, que yacía en una postura extraña. - Ser, ¿estáis herido? ¿y tú, Konrad? - les preguntó a los combatientes cuando se acercaron lo suficiente.

En cuanto los demás se hicieron cargo de Grisel y Lylian, se apartó un momento fuera de la vista tras su mula y se arrancó la flecha entre gemidos ahogados de dolor. Se examinó un instante presionando con unos temblorosos dedos, y aunque le dolía como mil demonios llegó a la conclusión de que la herida no había sido grave, aunque tendría que lavarla pronto para evitar una infección. Una vez sin el impedimento de la flecha se acercó a Ártur y se inclinó sobre él para examinarlo. Él era quien había salido peor parado, pero tal vez la bondadosa Madre le hubiera protegido lo suficiente para conservar la vida.

No se habían alejado mucho cuando decidieron detener la montura con la esperanza de que no fuese necesario huir más. El guerrero les debió escuchar pues insufló a los combatientes de la Casa Serf la suficiente fuerza y habilidad como para terminar aquel combate en apenas unos pocos movimientos.

En la lejanía la joven que aguardaba junto a su hermana sobre la montura que le habían asignado a toda leche percibió cómo los malditos perros ponían pies en polvorsa. 

-Vamos Grisel. Ves cómo han conseguido arreglarlo. Estando allí no hacíamos más que estorbar. -Dijo con palabras de aliento a su hermana al tiempo que ponía en marcha a su montura. Fue entonces cuando se percató por primera vez del aspecto de ésta, de un color azabache que brillaba con las luces que se filtraban entre las ramas.

*Cobardes… Yoren dudo un momento sobre la idea de perseguirlos, pero no valían tanto la pena. Lo prioritario era reagruparse cuanto antes y atender sus propios heridos, junto al capturado. Asi pues, desmonto espada en mano para ocuparse del tal Ander. En eso llego el maestre, al cual saludo con un leve cabeceo.

-Un par de tajos nuevos para mí, nada demasiado serio Anselminus. Podemos verlo después. Ocúpate de Arthur y de ti mismo primero, maestre. +despejo sus preocupaciones, mientras se inclinaba sobre el prisionero.

Lo primero era desarmarlo. El caballero clavo la espada en la tierra a su lado y reviso a consciencia al bandido, no solo quitándole su hoja sino también buscando por dagas u otra arma oculta. Después le quitaría la armadura y cualquier cosa que llevara encima, para reemplazarla por un bonito “atuendo” de cuerda. Llevaría bien atado su prisionero a los señores de estas tierras.