Partida Rol por web

¡Hay un primigenio en mi sopa!

IV. F.e.B. - A solas con Mahler

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04/11/2021, 14:28
Narrador

Sumido en un repentino estado de confusión musical, Tío Ed se quita un instante las gafas de sol, mirando a cámara.

—Pero un momento... Detengan las rotativas. ¿Acaso no se titula esta escena «A solas con Mahler»? ¿Qué pinta Boccherini aquí?

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04/11/2021, 14:52
Tío Ed

—Je. Habéis picado, you dummies.

*Vuelve a colocarse las gafas de sol mientras carraspea como un auténtico villano decimonónico y moderno*

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04/11/2021, 16:53
Narrador

Regresas a Arkham City abstraído en la melodía que emana de la emisora de música clásica que escuchas con habitualidad mientras te entregas al necesario y sin embargo tedioso cometido que supone conducir un coche. Aunque la casa de invitados que Hershko utiliza para reuniones con clientes o potenciales colaboradores de Return está algo apartada del casco antiguo y eso vaticina un trayecto largo hasta tu despacho en la Universidad Miskatonic, donde impartes clases de tarde en la asignatura Medicina Forense, materia en las que estás considerado por tu alumnado una eminencia y un villano decimonónico y moderno, signifique esto lo que quiera significar.

Lo que más te indigna es que la reunión, esa condenada reunión, se ha alargado de un modo innecesario hasta casi perturbar tu cuidada máscara de fría estabilidad emocional que tanto te ha costado esculpir. Por si no fuera suficiente con los chistes rebosantes de acidez estomacal de Rutherford -ese maldito cabrón-, has tenido que soportar la molesta humareda que levantan los fumetas de Hershko y Corcoran, los exabruptos de ese indio y del detective engreído de Kyle Fucking Angel -«Es un canino, doctor, mimimí»- o las flamígeras miraditas de esa andrógina mutilada de Victoria Liebermann.

Empieza a atardecer, pero te consuela enormemente saber que hoy, y justo hoy, puedes rendirte homenaje y abrir algún cadáver en mitad del aula e ilustrar en tus alumnos sobre las propiedades y peculiaridades del hígado humano, ese gran leviatán.

Oh, sí. Para ti, es un gran consuelo.

Estacionas tu vehículo en el aparcamiento tras recibir el cordial saludo del señor Pembleton, el anciano conserje que parece habitar en el impresionante edificio de piedra que soporta los cimientos del saber en Arkham City desde su misma construcción, hace más de un siglo ahora. Accedes al edificio principal reiterando mentalmente esos bellos acordes de violín cortesía de Boccherini cuando te sobresalta la señora Norris, esa mujer atrapada en el espacio-tiempo en algún punto a determinar en los felices años veinte y que se erige en la secretaria de tu departamento, con su voz atiplada y te ordena que te detengas.

Existe la leyenda de que nadie puede eludir a la señora Norris.

—¿¡Señor Korsgard!? ¡Señor Korsgaaaaaaaaaaaaaaaaard! ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¡He perdido la cuenta de las veces que he tratado de ponerme en contacto con usted! (*)—Está molesta, pero nada que no pueda arreglar algo del morboso y siniestro encanto que atesoras, ¿no crees?

—Hay un tipo esperándole en su despacho —te advierte con un matiz de preocupación en la voz—. He tratado de explicarle que tiene usted toda la tarde ocupada con sus alumnos, pero no ha dado su brazo a torcer. Sinceramente, creo que es un agente de la Ley. Me da un poco de miedo. ¿Ha hecho algo ilícito, doctor? —pregunta sin rastro de humor en sus labios, como si conocer todos tus sucios secretitos fuese parte de su trabajo.

Notas de juego

(*) Si compruebas tu teléfono móvil, verás que tienes 11 llamadas perdidas de la señora Norris.

Vamos a darle caña a mi buen amigo Disco Spu... ^^

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04/11/2021, 22:15
Dr. Kristian Korsgaard

Mientras las cuerdas de Boccherini rasgaban el aire de su coche, el doctor Korsgaard ya estaba pensando en el hígado, tema de su clase de aquella tarde.

—El hígado, señores —dirá más tarde en la clase, a sus alumnos—. Damas y caballeros —rectificará con una malévola sonrisa, como si quisiera decir que todas esas convenciones pseudoprogresistas le parecen una estupidez que sólo mereciera un desdén sarcástico—. El hígado —repetirá mientras introduce una mano en el abdomen del cadáver que tendrá en la mesa de clase y la sacará con un hígado amarilleado por la ictericia—, ese sintetizador de proteínas plasmáticas, ese almacén de vitaminas y glucógeno, ese desintoxicador de nuestros cuerpos. Todos piensan en el corazón como el motor de la vida, pero nadie puede vivir sin un hígado, señores. Damas y caballeros. Iecur, iecoris, señores. Damas y caballeros. Neutro de la tercera declinación. ¿Cuál es el acusativo singular, usted, el pecoso de la tercera fila? Por todos los diablos, apréndanse su latín. Hoy en día ustedes no aprenden nada. ¿Cuánto pagaron sus padres por su absurda educación? Quedarse endeudado por esto, señores. Damas y caballeros. Iecur, señor Pecoso, el acusativo singular es iecur, pues en los sustantivos neutros nominativo y acusativo son siempre iguales.

Hará un gesto de desdén con su mano izquierda, mientras mantiene el hígado en su levantada diestra, que ya habrá empezado a gotear sangre y bilis al suelo, pero nunca a la camisa y la chaqueta que lleva puestas el doctor.

—El hígado —dirá mientras mira ese enfermizo órgano con admiración—. Todos saben que la principal causa por mortandad hepática es la insuficiencia hepática aguda, que podemos definir como el compromiso grave de inicio súbito de las funciones del hígado o necrosis severa de los hepatocitos, en ausencia de daño hepático previo, que se manifiesta por ictericia y, en adultos, por posterior encefalopatía dentro de las ocho semanas del inicio del cuadro —dirá con rapidez, sin molestarse en que los alumnos tengan tiempo de anotar nada—. Esto lo sabe cualquier chimpancé que ha salido con un título de Medicina de las universidades a las que ustedes asistieron. Y salen muchos, créanme —dirá sin un ápice de humor en su rostro—. Quizá alguno esté hoy aquí presente.

Mirará a su auditorio en búsqueda de algún estúpido chimpancé. Quizá todos lo sean. Apretará ligeramente el hígado que tiene en la diestra, sintiendo la blandura de sus tejidos, lo cual le reportará un momento de pequeño placer.

—Ah, el hígado, señores. Damas y caballeros. El hígado.

Pero antes de asistir a su clase, al entrar en el pasillo del departamento, Korsgaard se había cruzado con la señora Norris.

—Señora Norris, señora Norris —le respondió el doctor a la secretaria con una encantadora sonrisa en su rostro, mientras llevaba sus manos a los hombros de la mujer—. Usted bien sabe que mis compromisos superan la cantidad que incluso yo mismo encuentro deseable. Vivimos en un mundo que no deja de girar, estimada señora Norris. ¿No encuentra ese pequeño inconveniente rotativo algo fastidioso de tanto en cuando? ¿No cree que sería bueno que, a veces, aunque fuera por unos segundos, el mundo se detuviera y uno pudiera simplemente dejarse estar, contemplar el vasto y absurdo infinito de la existencia humana? —dijo esto último alzando una de sus manos hacia el techo y llevando su mirada hacia esa mano, como si fuera una especie de actor teatral ensayando un monólogo—. ¿No cree, señora Norris? —dijo volviendo a mirarla.

Se volvió a poner serio, retiró sus manos de los hombros de la secretaria y se estiró el traje con cierta elegancia.

—Algo ilícito, qué cosas tiene, señora Norris —un ápice de sonrisa maliciosa en el rostro—. Dígale al agente de la Ley o caballero que no puedo faltar a mi clase y que ya estoy llegando tarde —dijo mirándose el Patek Philippe Complications de la muñeca—. ¡El hígado, señora Norris! ¡El hígado! —concluyó levantando un elegante y largo dedo con la mayor seriedad.

Se dio media vuelta para evitar pasar por su despacho y empezó a dirigirse hacia el aula, pero entonces se detuvo y volvió a darse media vuelta para decirle algo a la señora Norris desde la distancia.

—Diga a nuestro gentil amigo que le extiendo una amable invitación a mi clase. Quizá aprenda algo interesante. Y podremos conversar al término de la susodicha, por supuesto.

Notas de juego

Jajaja... ay que lloro de la risa... El agente de la Ley puede ir a ver la clase de Korsgaard y abordarle a continuación.

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06/11/2021, 11:21
Narrador

Korsgaard expone con todo lujo de detalles las funciones y bondades del hígado a sus alumnos durante la hora y media que dura su clase, no escatimando en florituras verbales, latinismos avanzados y macabras alusiones a las dolencias más comunes que pueden aquejar a este titán entre los órganos del cuerpo humano. El alumno Pecoso recibe no pocas estocadas dialécticas que terminan por hundir su vocación por la medicina al tiempo que arrojan la sensación de que el doctor Korsgaard parece muy inspirado durante la sesión para el improperio sutil y descarnado, en particular cuando lo profiere en latín. Casi pareciera que está luciendo su oratoria en una lección magistral de esgrima. Especialmente humillante resulta para el alumnado un momento cercano al culmen de la clase, cuando Korsgaard exige un intrépido voluntario -o voluntaria- para exponer las consecuencias de una cirrosis en estado avanzado. Se hace un sepulcral y ominoso silencio que el doctor paladea preparando su abyecta treta. Y así, extiende un dedo-sonda ungido en látex que sobrevuela los rostros lívidos de sus pupilos, para luego ocultarlo cual sable envainado en el bolsillo de su chaqueta. El alumnado contiene el aliento un dramático instante. Saben que el peligro no ha pasado. Intuyen que algo terrible está a punto de pasar. Su cerebro reptiliano primigenio les advierte del peligro inminente. ¡Y así es! ¡Pero están atrapados en el aula con ese sádico médico al que todos llaman, vaya usted a saber por qué, Doctor Degenerado! ¡Y no hay escapatoria posible! 

Cual centelleante acero, Korsgaard desenfunda su arma de selección incisiva, que apunta, cómo no, al alumno Pecoso. «¡USTED!», resuena en la sala mientras el alumno Pecoso, su rostro contraído en una mueca de agonía y terror, maldice por no contar con un asiento reclinable. A buen seguro, hoy soñará que el doctor Korsgaard le extirpa el hígado. Vivo. «El hígado, señor Pecoso. ¡El hígado!».

* * * * *

La clase resulta muy satisfactoria y reparadora para el doctor tras el tedio que ha supuesto la reunión con Hershko y compañía. No solo ha podido palpar un hígado humano y humillar en masa a sus alumnos, también ha podido ver el miedo reflejado en sus rostros. Un miedo que no es otro que el que se profesa a la ignorancia. Es por esta razón por la que Korsgaard tiene la merecida reputación de ser un docente durísimo, espartano incluso. Sus exámenes albergan no pocas trampas lingüísticas y se ha ganado a pulso la fama de que sus pruebas son equivalentes a un maquiavélico juego mental

Aaaah, Korsgaard... Qué cabronazo más entrañable.

Se preguntarán a estas alturas si el buen doctor tiene algún amigo en el departamento. En efecto: No. De hecho, su mayor rival, casi su némesis académica podríamos decir, es otro lumbreras petulante y excéntrico que responde al nombre de William Robert Beaumont, alias Bill Bob Beaumont, alias Bilbo Beaumont. Y sí, conviene no compararle con el hobbit homónimo si no se quiere despertar su temible ira. Una más parecida a la de un nazgul que a la de un nativo de La Comarca.

Resulta que Bilbo Beaumont está agazapado cual morlock caníbal en el umbral de la puerta del aula, acechando a Korsgaard. Desde luego, no estaba ahí cuando empezó el show, pero resulta posible que haya asistido al tramo final de la clase. Su sola presencia hace a Korsgaard bajar la guardia en lo ateniente a la visita del agente que mencionó la señora Norris. Agente que, si ha ido a la clase, se ha camuflado a la perfección, pasando desapercibido para el entusiasmado Korsgaard. Si este insidioso confabulador se entera, podría generar algún que otro dolor de cabeza a nuestro querido doctor en el claustro docente. Ese mamonazo de Beaumont no necesita que la historia sea cierta para hacerla creíble.

Beaumont asalta a su rival como es costumbre en él... Con una risita digna de un taimado rapiñador.

- Tiradas (1)
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06/11/2021, 12:02
Beaumont

—¡Ejeijeijeijei! —Nadie dijo que fuese una risilla agradable.

Beaumont, veterano profesor de las asignaturas Anatomía patológica I y II, se retira las gafas y las limpia con calma con un pañuelo de seda bordado con sus iniciales que extrae del bolsillo de su chaqueta de tweed.

El tipo trama algo. Te basta con solo mirarle a los ojos para intuirlo.

—Una clase interesante, Korsgaard. Quizás algún día me someta voluntariamente a aguantar una sesión entera. Quizás cuando dejes de parlotear en una lengua muerta durante la mitad de la sesión. ¡Ejeijeijeijei! —dice mientras te echa el brazo por el hombro, como de costumbre. Beaumont es muy dado a echar su lardáceo brazo por encima del hombro cuando habla. Es una manía que molesta en especial al gélido Korsgaard, pero el hecho es que ambos lo saben a la perfección. Ahí reside la razón de la tradición. Es, por así decirlo, una forma sutil de Beaumont de indicar que su presencia tiene por único propósito producir una sensación urticante en las gónadas.

—Te hemos echado de menos en la reunión del departamento esta mañana. ¿Puede saberse dónde te encontrabas? He pedido a la señora Norris que te avisase de urgencia, pero no ha podido localizarte en tu móvil. Y además está ese otro tema. Verás... Un tipo algo siniestro ha estado preguntando por ti con bastante insistencia —Beaumont te mira de soslayo con esa risilla que comparten los niños traviesos como los asesinos de Julio César. Sus ojos azules brillan con astucia y malicia—. Si me preguntas, parecía pertenecer a la Policía. Tranquilo, no traía orden de detención contra ti... Al menos, no nos la ha mostrado. Espero sinceramente que no estés en un apuro de esos que acaparan las portadas, Korsgaard... —Esta vez la mirada de Beaumont está investida de ese halo departamental tan característico de los peces gordos de la universidad que sugiere que un escándalo con uno de los activos más excéntricos de la plantilla docente no sería lo más indicado ahora que se dirime con el Cabildo una serie de necesarias reformas en el campus—. 

—¡Ejeijeijei! ¡Seguro que no! —dice apretando la presa con la que tiene agarrado del hombro. ¡El muy mamón te está arrugando el traje! —¡Anda! ¡Por ahí viene! —exclama.

Sientes a tu espalda una presencia implacable y amenazante. Por puro impulso, giras el cuello manteniendo tu temple inquebrantable a pesar de saber que tu hombrera izquierda tiene una molesta e indeseable arruga con forma de manaza de ese aborrecible saquehobbit.

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06/11/2021, 12:25
Rawlins

—¿Doctor Kristian Korsgaard?

El tipo se planta delante tuya con el caminar de una pantera y la impronta de un tipo curtido, de esos que solo pueden catalogarse como cincelados a golpes, difíciles de doblar, imposibles de romper.

Es un hombre alto y robusto, de mirada inquisitiva y rostro sembrado de cicatrices por el paso de la viruela. Habla con voz grave y severa, como si en sus palabras latiese una orden invisible.

—Agente Especial Desmond Rawlins. F.B.I. Tenemos que hablar.

Notas de juego

Guiño, guiño ;-)

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06/11/2021, 12:44
Director

Notas de juego

Lo reconozco. Me he recreado xDDDD

Ahora mismo lo importante de esta escena es situar a Korsgaard en su drama personal. Cuando termine este baile estoy bastante seguro de que saldrás muy reforzado en tu idea del personaje y, sobre todo, en su probable papel en la historia ;-D

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06/11/2021, 22:08
Dr. Kristian Korsgaard

[He encontrado este tema por ahí, con ese título (que por cierto, tiene una errata, pero qué importa) y no puedo dejar de ponerlo en algún momento: este es tan bueno como cualquier otro, jaja]

Hacer sufrir a esos indignos aspirantes era uno de los placeres del día. Indudablemente. El doctor Korsgaard disfrutaba haciendo añicos la vocación de algún que otro débil mental en su camino. La universidad del siglo XXI debía hacer frente a un problema espantoso: la superpoblación. Por supuesto, los degenerados directorios de las universidades la fomentaban como una pomposa forma de llenar sus ya ahítas cuentas bancarias. ¿A cuenta de qué? De llenar las aulas de imbéciles. Había demasiada gente en la universidad y, por una mera cuestión estadística, no podía haber tanta gente inteligente en el mundo. Ergo la universidad estaba llena de idiotas a los que había que sacar de allí antes de que fuese demasiado tarde. En cierto sentido, la actitud hiriente de Korsgaard hacia sus alumnos respondía a criterios que podríamos denominar humanitarios, pues le hacía un bien a la humanidad. ¿Quién puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos? La Gran y Sagrada Tortilla de la Medicina requería, para evitar su lamentable decadencia, que alguien como Korsgaard limpiara las aulas cual chef de hierro. El señor Pecoso fue, simplemente, el huevo del día. El doctor esperaba que, tras haberlo ridiculizado con fervor, no volvería a verlo en su aula. Más le valía a ese inocente imbécil, ciertamente.

Al término de la clase, mientras Korsgaard estaba aún paladeando el buen sabor de boca que la humillación del Pecoso y las espantadas caras de sus compañeros le habían proporcionado, vio alzarse a aquel cabezón de Beaumont entre tanto cerebro juvenil e idiotizado por las pantallas tiktokizadas de sus móviles y otras variedades diversas de degeneración humana. Porque una de las características más notables de Beaumont era, precisamente, el desproporcionado tamaño de su cabeza en relación con el tamaño de su cuerpo.

Korsgaard lo miró con un frío fastidio mientras se dirigía al pequeño lavabo que había a un costado del aula, donde procedió a sacarse los ensangrentados guantes, tirarlos a la basura y lavarse las manos de forma minuciosa. Soportó con estoicismo el brazo de aquel cabezón de desaliñado vello facial sobre su hombro y, sobre todo, sobre su chaqueta.

Nolite mittere margaritas ante porcos, Beaumont. No tiréis vuestras perlas a los cerdos. Creo que estas sesiones te quedarían grandes.

Lo miró con una ligera sonrisa. Una sonrisa que parecía decir «Eres un encanto», pero que realmente decía, ambos lo sabían, «Eres un soplapollas de veinticuatro quilates, Beaumont».

—Reunión de departamento, ¿eh? Creí haberle dicho a mi secretaria que sacara los correos del departamento de la carpeta de Spam. Oh, espera, Beaumont: mi secretaria es la señora Norris. Vaya, debí hacerlo yo mismo. Creo que se me olvidó, no se me dan muy bien esas infames maquinitas. Lástima. La próxima vez será. Sé que tú nunca te pierdes una sola reunión, pues siempre ofrecen unos exquisitos segundos desayunos muy apreciados por tu raza.

Selló esto último con su mejor sonrisa maliciosa mientras omitía el comentario sobre el supuesto agente de la ley que lo había ido a buscar, quien apareció casi de improviso junto a ellos. Mientras escuchaba a aquel hombre presentarse, el doctor se sacudió la arruga del hombro izquierdo, donde segundos antes había estado la mano de Beaumont.

—Agente Rawlins. Bienvenido al Averno de la Sociedad Contemporánea: la Universidad, S. A. Espero que sepa disculparme si lo he hecho esperar demasiado. Soy un hombre lleno de compromisos —dijo, como si aquel corpulento agente no tuviera nada que hacer—, algunos más fastidiosos y otros más placenteros, como el que acaba de presenciar… si es que ha estado presente en la clase, claro. Vayamos a mi despacho, allí podrá contarme lo que desee.

A pesar de que el aspecto de Rawlins podía ser intimidante, Korsgaard estaba acostumbrado a trabajar con agentes, detectives, fiscales, jueces y demás gente del mundo penal. No iba a amedrentarse por la presencia de un agente del FBI.

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10/11/2021, 08:57
Narrador

Sin terciar más palabras con el insoportable Bilbo Beaumont, sabiéndote observado por el insidioso y risueño profesor de Anatomía Patológica y con la inquietante -y aparentemente surgida del outer space- melodía del Dr. Mortem acompasando tus pasos, te adentras seguido muy de cerca por el agente Rawlins por la laberíntica red de pasillos que componen el edificio de la universidad Miskatonic. Tu despacho se halla en la segunda planta, aislado en el ala oeste. Una etiqueta adhesiva de un llamativo color amarillo avisa de que el ascensor no está operativo hasta que el señor Cooke proceda a hacerle una revisión. Toca ascender hasta la sección del edificio dedicada al claustro docente. Afuera ha anochecido y una cálida oscuridad ha abrazado lenta mas inexorablemente la ciudad que se deja encandilar por los misterios. Arkham se ve mecida por una suave brisa veraniega y en el firmamento se yergue orgullosa y desafiante una luna desnuda, sin nubes que reserven sus encantos a la imaginación.

Rawlins camina con ese paso firme que caracteriza a los hombres seguros de sí mismos, quizás incluso hechos a sí mismos. Te da por pensar que hay un propósito, quizás psicológico, en su calculado avance a paso y medio de ti, escorándose hacia la izquierda.

Para cuando alcanzas tu oficina, la señora Norris, aún en su puesto, se levanta azorada dispuesta a comentarte algo que parece urgente.

—¡Doctor Korsgaard! ¡El hombre que preguntó por usted ha desapa...! —Los ojos de la señora Norris quedan desconcertados al tiempo que lleva una mano al pecho al observar como Rawlins accede al interior de la oficina siguiendo tu estela—. Oh. Oh, Dios... Es usted. ¿Ha encontrado al doctor usted solo? No recuerdo haberle dicho dónde estaba... —comenta anonadada con un matiz de suspicacia en la voz.

La señora Norris puede que sea la única persona en todo el edificio que profesa algo parecido a la lealtad británica a tu persona.

Notas de juego

No suelo decirlo, pero cuando un jugador tiene ojo para decorar sus escritos con buena música suelo reconocérselo en secreto escuchando la música que me ha dedicado para replicarle. Este es el caso, amigo Spu ;-)

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10/11/2021, 09:19
Rawlins

Por toda respuesta o aclaración, Rawlins sonríe sin mostrar los dientes.

Deformación profesional, señora. Se me da bien encontrar a las personas. —dispara a quemarropa, avanzando hasta mirar a la secretaria desde las alturas. Su complexión hace el resto al tiempo que ves encogerse de temor reverencial a la señora Norris. Es curioso el efecto inherente de las placas en la gente.

El federal se gira hacia ti con una mirada que parece advertir de la gravedad de la situación, una que desconoces, por supuesto; pero eso no la hace menos urgente a ojos de este siniestro individuo. Entiendes lo procedente de proseguir la conversación con este tipo en tu propio despacho.

Durante todo el paseo una pregunta ha estado martilleando con insistencia en tu cabeza: ¿Por qué viene solo? ¿No los fabrican en parejas? ¿Qué sabe este tipo sobre mí?

Para tu desgracia, para la de toda la humanidad en realidad, el hombre está condenado a hacerse preguntas que es incapaz de responder.

* * * * *

Para cuando tomas asiento ante tu escritorio y te dispones a desvelar qué ha traído a tu presencia al agente especial Rawlins, este se detiene un instante a observar tu despacho. (*)

Tienes la incómoda sensación de que te está analizando. A estos jodidos federales les encantan los perfiles psicológicos. Parece que nacen con un manual de instrucciones sobre cómo detectar pirados bajo el brazo. ¡Como si fuese meritorio percatarse de tu excéntrica genialidad! 

Rawlins, como única variante del prototipo de agente federal, no viste de negro y tampoco lleva gafas de sol graduadas. Debes reconocerle cierta clase a juzgar por su cuidada vestimenta gris marengo. El traje no parece hecho a medida por un sastre competente como el tuyo, pero realza de alguna manera su planta imponente y ligeramente intimidante.

Tras escanear tu territorio con su olfato de sabueso veterano, Rawlins extrae una bolsa de plástico de su chaqueta y la arroja sin mucha ceremonia sobre tu mesa, frente a ti. Ni siquiera te mira mientras se pasea por el despacho, deteniéndose ante la ventana, admirando las afueras del campus mientras pone sus brazos en jarras. El astuto zorro observa tu reacción en el reflejo de la ventana.

—Dígame, doctor Korsgaard. En su opinión profesional, ¿Qué diría que tiene ante usted? —Rawlins no se anda con rodeos. No te decepciona en este sentido.

En la bolsa puedes observar los restos de un elaborado sándwich que, en tu modesta opinión, tendría una suculenta apariencia de no ser por la cobertura de plástico que lo ampara en estos momentos, una que te hace presagiar que la pregunta de Rawlins tiene una macabra trampa.

¿De qué va todo esto?

Notas de juego

(*) Descríbelo con todo lujo de detalles ;-)

Quiero observar tu reacción a los sucesos. Recuerda que siempre puedes utilizar tus habilidades de investigación.

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10/11/2021, 09:47
Director

Notas de juego

Atendiendo a tu buena disposición para extraer sucias pistitas de este inofensivo sándwich...

Consumiendo 2 punto de Medicina Forense y otro más retardado de Biología para que cuadre con la escena, te diré que lo que Korsgaard tiene sobre la mesa, una vez abra el precinto, es un sándwich de un exquisito paté y una desconocida salsa de apetecible aroma e inusual acidez que te cuesta identificar. El pan en el que está untado el paté también es artesanal, de semilla. Es quizás la parte que peor estado conserva. El bocadillo no es fresco, te resulta obvio. Puede que tenga algo más de un día, pero tampoco parece haber perdido potencia en lo que a olor o sabor se refiere.

Lo relevante del sándwich es que el paté proviene de un hígado humano, cosa que me resulta grotescamente hilarante teniendo en cuenta de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde vamos, mi muy querido doctor.

Este juego tiene la peculiaridad de que, si el investigador invierte los puntos, tiene derecho a obtener pistas relevantes. Queda a tu discreción explicar cómo diablos Korsgaard puede concluir esto, pero sí te digo que el punto de Biología estaría bien justificado si nuestro doctor tiene acceso en el campus a un pequeño laboratorio, cosa que considero garantizada ;-)

La utilidad final de esta pista es más narrativa que otra cosa. Considera que Korsgaard va a tener acceso a una parte de la trama que los demás ni siquiera olerán. Lo que se desarrolle esta subtrama queda en buena media a tu discreción y, también, a lo que vaya ocurriendo con los demás. Quién sabe. ¡Igual Korsgaard vive una aventura algo diferente al resto! ;-D

Cualquier duda, aquí me tienes ;-)

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10/11/2021, 20:31
Dr. Kristian Korsgaard

El doctor caminó con seguridad entre los laberínticos pasillos de la Miskatonic, sintiéndose una especie de Caronte que guiaba a las almas hacia el infierno cruzando la laguna Estigia de los diferentes departamentos universitarios que cruzaban. La aparición estelar de la señora Norris hizo que el doctor esbozara una sonrisa de satisfacción por saber que el jodido agente Rawlins no era ningún papamoscas.

—Procedamos —dijo mientras sacaba su llavero para abrir la puerta de su despacho y dejaba que el agente entrara primero.

Rawlins paseó su inquisitiva mirada por cada rincón del despacho, lo cual le daría la oportunidad de descubrir el pequeño pero sobrio museo del doctor. En realidad, la decoración de aquel lugar no era más que una pantomima, un decorado, pues el doctor utilizaba ese despacho únicamente para recibir alumnos y, según parecía, ahora también agentes de la ley. Para trabajar, el doctor tenía los laboratorios, las morgues y su propia casa. Así pues, el despacho estaba pensado como un escenario para espantar a los alumnos.

Nada más entrar, había una placa de piedra colgada en la pared en la que estaba inscrita una frase en latín: Scientia non habet inimicum nisi ignorantem. Cuando los alumnos entraban, sin siquiera responder a su saludo, Korsgaard les obligaba a leer la frase, tras lo cual les corregía su horrible pronunciación («Skien-ti-a, señorita Murphy, skien-ti-a, no shaien-shie. ¡Skien-ti-a!») y les traducía: «El único enemigo de la ciencia es el ignorante. ¿Es usted enemiga de la ciencia, señorita Murphy? Si es así, dese media vuelta y no aparezca ante mi vista nunca más. O de lo contrario…», y esbozaba una sonrisa maliciosa. Korsgaard recordaba que la señorita Murphy había salido del despacho llorando después de aquello y que el director del departamento le había advertido de que se estaba buscando una demanda por acoso, aunque el doctor había recibido aquello con la misma frialdad que si le hubieran dicho la temperatura del día siguiente en una remota región de Bangladesh.

En la pared opuesta había un dibujo enmarcado, de aproximadamente un metro de largo, en el cual había esbozos de anatomía craneal realizados con un realismo inquietante. Los ojos del esbozo casi parecían tener vida propia y —detalle estrafalario— miraban directamente al espectador. No era extraño que los alumnos, después de sentarse en la pequeña e incómoda silla que Korsgaard tenía frente a su escritorio, dirigieran fugaces miradas al lateral, hacia aquel dibujo, pues era difícil no sentirse observado por aquellos dibujados cráneos abiertos.

Finalmente, la joya de la corona estaba justo detrás del doctor: una vitrina de dos metros de altura, con estantes en los cuales se exponían a la vista todo tipo de instrumentos para autopsias. Escalpelos de todos los grosores y longitudes, sierras de hueso, enterotomos para abrir intestinos, martillos con gancho y cinceles para extraer el casquete del cráneo, tijeras especiales para corte de costillas. Algunos de los instrumentos, como una sierra de hueso especialmente brillante, reposaban sobre un fino estuche de cuero abierto, que mostraba un terciopelo morado.

Pero, en fin, antes de que Korsgaard pudiera tomar asiento en su confortable sillón, Rawlins le tiró sobre la mesa una bolsa de plástico con un sándwich y una pregunta directa. El doctor sacó de su bolsillo uno de los pares de guantes de látex que siempre llevaba listos, se los puso y sacó con cautela el sándwich de su bolsa. Lo olfateó cuidadosamente.

—Desde luego, agente Rawlins, no se trata del almuerzo habitual que les dan en el Bureau y no demuestro ser excesivamente perspicaz por imaginar que no se trata de un simple sándwich. Esos no suelen venir en bolsas acompañados de un agente del FBI.

Volvió a observar el sándwich. Lo abrió para inspeccionar los ingredientes con más detalle. Todo en aquel bocado parecía ser artesanal, obra de un exquisito gourmet que posiblemente elaboraba hasta su propio pan… y su propio paté.

—Me gusta el paté, agente. Y este no es un paté comercial cualquiera. Esto es una especie de foie gras artesano, extrañamente artesano. ¿Sabía usted, sin embargo, que técnicamente el foie gras no es un paté? Hay que reconocerles a esos malditos franceses que le han dado un buen uso a la crueldad animal con eso de cebar gansos para tener jugosos y grasientos hígados. Imagino que tiene una idea de cómo se produce ese delicioso untable, ¿cierto?, que ha escuchado hablar de gansos que son cebados de manera forzosa a través de un tubo con una dieta rica en grasas. Embuchado, lo llaman. El propósito de esta alimentación forzosa, a la cual los franceses han dado el nombre de gavage, es inducir una enfermedad en el hígado del animal: esteatosis hepática, más conocida vulgarmente como «hígado graso». Una vez logrado el óptimo estado de esteatosis, se debe desangrar vivo al animal.

Aquí el doctor hizo una pequeña pausa para aclararse la garganta.

—Claro que este foie gras no parece estar hecho del típico hígado de ganso, ¿cierto? De lo contrario, no estaría en esta bolsa y no vendría acompañado de un agente del FBI. Créame, agente Rawlins, puedo ser muy imaginativo acerca de mis sospechas y ahora mismo mi sospecha, que me gustaría confirmar en el laboratorio, es que el hígado con el que se realizó este foie gras debe ser… humano.

Sonrió maliciosamente, pues esperaba que su suposición provocara algún tipo de reacción en Rawlins, aunque aquel hombre parecía impasible.

—¿Se preguntará quizá cómo diablos supongo esto? Por su aspecto extrañamente seco, agente. Los gansos son escogidos para la producción de foie gras porque tienen cierta inclinación natural a la acumulación de grasas en el hígado sin repercusiones negativas en la salud. Sin embargo, este tipo de desequilibrios, en el ser humano, pueden resultar en una cirrosis o en un cáncer. Por ello, un foie gras tan extrañamente poco grasiento implica un origen distinto al ganso. Quizá nuestro chef quería hacer un sándwich bajo en calorías sin dejar de darse el gusto de comer este delicado producto de la cocina francesa. Pero… —Korsgaard se detuvo un momento aquí, mientras levantaba su dedo índice—. Debemos confirmar esta sospecha con la observación directa de los componentes biológicos de este alimento, agente Rawlins. Acompáñeme.

Y, tras depositar nuevamente el sándwich en su bolsa, salió de allí con el agente rumbo al laboratorio, donde comprobarían a través de la observación y el estudio de los microorganismos de aquel paté que, efectivamente, estaba hecho con hígado humano. «El hígado, señora Norris, ¡el hígado!».

—Agente Rawlins —concluyó el doctor con una sonrisilla en la cara mientras confirmaba los resultados—, creo que este podría ser el comienzo de una bonita amistad…

Notas de juego

Let's go! Bueno, pues -2 en Medicina Forense y -1 en Biología. Lo ajusto en la ficha.

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13/11/2021, 15:22
Rawlins

Durante tu elaborada exposición sobre el tratamiento que se profesa al ganso en Francia y las peculiaridades del fuagrás obtenido de él, Rawlins permanece en pie, a unos cuantos pasos de ti. Se limita a escuchar con atención, sin inmutarse demasiado. No parece el tipo de persona al que resulta fácil contentar o fascinar. De hecho, te da la sensación de que es inmune a esa elegante y fría retórica que has perfeccionado martirizando a tus alumnos. Pero cuando arrojas la ineludible conclusión de que el paté del sándwich que reposa sobre tu mesa es de origen humano, el agente especial ni siquiera se esfuerza por fingir y esboza una media sonrisa que exhibe sincera satisfacción.

Incluso aplaude. Un aplauso cauto, ninguna batahola, pero sí un claro reconocimiento a tu discurso.

—Bravo. Confieso que estoy impresionado. Tenía elevadas expectativas sobre su persona, doctor Korsgaard. Francamente, las ha sobrepasado. Supongo que ahora usted me preguntará de dónde sale esta suerte de macabra broma culinaria. La respuesta, por supuesto, es confidencial. Hay una investigación en curso sobre el particular. En cierto sentido, está conectada de un modo tangencial con usted, doctor. Por supuesto, el F.B.I. agradecería contar con los servicios de alguien de su talento para llevarla a buen puerto.

A sus palabras las sucede un comedido silencio que Rawlins aprovecha para extraer del bolsillo de su chaqueta su teléfono móvil.

—¿Reconoce usted a este hombre? —pregunta de repente, mostrándote una instantánea.

Claro que lo reconoces.

Es Abel Hershko. Un primer plano del Rabino fumándose un pitillo.

Rawlins exhibe a continuación otra fotografía.

—¿Y a este?

En esta ocasión se trata de Rex Randall Rutherford, caminando por la calle de punta en blanco. Ese maldito cabrón.

—Verá, doctor Korsgaard —Rawlins se aproxima hasta ti con ese aire de perro de presa que debe compartir con todos los que pertenecen a su gremio—. No soy el tipo de persona que cree en las casualidades —comenta mirándote con fijeza mientras muestra una nueva foto: tú y Rutherford sumidos en una tensa partida de ajedrez en pleno parque del Barrio Francés—. Y tampoco soy el tipo de persona que insulta la probada inteligencia de un posible socio —dice con intención, guardándose el teléfono de nuevo—. Así que no me andaré con rodeos: se encuentra en el epicentro de una inminente tormenta, doctor Korsgaard. Y lamento decirle que no tiene paraguas —comenta dándote una suave palmada en el hombro—. ¿Conoce a un hombre llamado Brian Taker? —pregunta mientras lleva las manos a la espalda y comienza a caminar por el laboratorio como si, de algún modo, fuese él ahora el encargado de dar una ponencia—. Tuvo sus días de gloria en los noventa. Sí... El señor Taker fue el fundador de una secta conocida como La Estirpe del León. Captaba con especial facilidad a jóvenes blancas de familias desestructuradas y las convertía en su harén particular, armándolas con AK-47 y lavándoles el cerebro con sustancias psicotrópicas para hacerlas vulnerables a su venenoso y beligerante mensaje. Hubo un par de hombres en aquellos tiempos que estaban dispuestos a todo para detenerlo. Para devolver a sus casas a las víctimas de aquel megalómano. Aquellos hombres arriesgaron la vida de varios agentes federales cuando cercaron a Taker y a su ralea y no se detuvieron ante nada para enjaularlo. Lo lograron, cierto; pero en el ínterin se perdieron las vidas de buenos hombres y mujeres. Hombres y mujeres del F.B.I. —esto último lo desliza despacio, girándose hacia ti. Rawlins transpira ahora mismo sincero ánimo de retribución—. Creo que a estas alturas ambos sabemos de quiénes estoy hablando. Ahora es cuando usted se encuentra en la encrucijada, doctor.

Rawlins toma asiento frente a ti. Junta las palmas de las manos y su mirada enfatiza lo delicado de tu posición.

—Sé que los individuos cuyas fotografías le he mostrado siguen en activo, tras las nuevas semillas de La Estirpe. Esta vez, no obstante, habrá una sensible variante: no se entrometerán en el camino del F.B.I. Y usted, doctor, va a jugar un papel crucial en ello. ¿Sabe por qué? Porque usted es, como denominamos en el argot... Mi inside man. Quiero que me cuente todo lo que sabe sobre ellos. Quiénes trabajan para esa agencia que dirigen... RETURN. Y quiero que sepa que no tengo por qué amenazarle.

Rawlins baja las palmas de las manos, se reclina en el asiento y cruza las piernas.

—Como he dicho, le considero un tipo inteligente, doctor. Ahora... demuéstrelo.

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13/11/2021, 16:11
Director

Notas de juego

La cosa se pone interesante ;-)

Estoy andándome con ojo con nuestros intercambios porque no quiero abrumarte con datos de la trama. Prefiero ir a lo sencillo y que subsista la tensión XD

Ahora mismo hay algunas cuestiones lógicas que Korsgaard podría plantearse:

a) ¿Cómo diablos sabe Rawlins que Return va detrás de lo que queda de la Estirpe? Pregunta legítima que dejo por aquí para enfocar los temas de diálogo.

b) ¿Qué opciones reales tiene Korsgaard?

¿Si vende a los Returners cómo puede esquivar él la posible vendetta?

Y quizás lo más intrigante ahora... ¿Qué podría hacer Rawlins si Doc no juega para él?

Todo muy emocionante, oiga. Como te dije, tienes mucho en lo que influir en la trama. Ya va a depender hasta qué grado de infamia quieres progresar, amigo mío xDDDDD. Conmigo, ya se sabe que los villanos no tienen techo ;-D

PLAY HARD! COME HEAVY OR DON'T COME!

Extra.- Voy dejando estos mensajes en notas aparte para camuflar que Rawlins está aquí en esta escena. ¡NO DIRÁS QUE NO CUIDO EL ENTORNO INTRIGANTE Y TRAICIONERO! XDDDDDDDDDDDDDD

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14/11/2021, 15:43
Dr. Kristian Korsgaard

Finalmente, Korsgaard consiguió sacar un gesto de admiración a aquella mole incólume. Por supuesto, aquello agradó con moderación al doctor, quien disfrutaba secretamente de sentirse no sólo temido o reverenciado, sino también admirado.

Cuando Rawlins le mostró las fotos de Hershko y Rutherford, su primera reacción fue nula. Mantuvo un gesto impasible. Mantuvo el silencio, para dejar que el agente federal se explayara antes de decir una sola palabra. Ahí estaba él mismo, en otra foto, en una de sus partidas de ajedrez con triple R.

La proposición de Rawlins sonaba interesante. Desde luego, a Korsgaard no le importaba demasiado si Return funcionaba bien o mal, más allá de su propia profesionalidad e integridad física. A diferencia de Hershko, de la señorita Bell, de Liebermann, Bahramí y Angel, el doctor no tenía absolutamente ninguna implicación emocional y personal con los propósitos de Return. A él le daba lo mismo ese Taker y esa circense Estirpe de lunáticos. En su opinión, varios de los recién mencionados no estaban mucho mejor de la cabeza. Aquello era un circo de lo más grotesco.

Tampoco le tenía un apego especial a los componentes de Return. ¿Rutherford? No, aquello era pura conveniencia, ambos lo sabían: una complicidad labrada sobre la necesidad de compartir celda con el propio secuestrador, con el propio chantajeador. Nada más. Incluso podría tener algo que ganar si vendía a Rutherford… siempre y cuando Rutherford no se enterara de que él lo había hecho, claro. Ahí estaba el peligro, que aquel fatuo lo expusiera ante la sociedad. Rutherford: ese maldito cabrón. ¿Cómo escapar a la venganza de aquel hombre si los vendía? Ahí estaba el verdadero problema de Korsgaard: Rutherford.

—¿Le gusta el ajedrez, agente Rawlins?

Lo miró en silencio durante unos segundos. No esperaba una respuesta, pero parecía que estuviera haciéndolo.

—Usted ya sabe que a mí me gusta el ajedrez. Más que el paté. Como sabe, el objetivo final del juego es capturar al rey del rival. En el camino, pueden quedar cadáveres despedazados: peones, alfiles, caballos, torres e incluso damas. Ninguna de esas piezas importa sino por su único propósito: capturar al rey rival y defender al propio.

Hizo una breve pausa dramática, muy breve.

—En todo este jueguecito que ustedes se traen, desde luego, no todos pueden ser el rey. Posiblemente, cierta persona —dijo poniéndose la palma de la mano en el pecho, pues se refería a sí mismo— no pasa de ser un simple peón, en primera línea de batalla, listo para ser sacrificado a la primera oportunidad de una pequeña ganancia. Hay un problema con la pieza del rey, sin embargo: es la pieza más valiosa, pero es inútil. En cuanto quedan solos los dos reyes, la partida se acaba en tablas. Basta un peón, un solo peón en esa ecuación, y un jugador que lo sepa manejar bien, para lograr el mate. Bajo ciertas circunstancias, un peón puede valer más que el rey, como ve. Porque, ¿sabe?, lo que parecía ser un mero peón puede convertirse en la pieza más agresiva y demoledora del tablero: la dama. Nunca se fíe de la aparente inocuidad de un peón, agente Rawlins.

Sonrió maliciosamente al decir esto último. Prefirió seguir con aquellas referencias alegóricas al ajedrez, no quería referirse a sí mismo delante de un federal que podría estar grabando esa conversación.

—Ahora bien —retomó el hilo—, no dejan de venir a mi mente una serie de preguntas. Por ejemplo, ¿por qué necesita usted un peón si, evidentemente, ya ha conseguido cierta información sobre los siguientes movimientos de su oponente, de buena fuente según parece? Parece tener caballos y torres bien posicionados. Incluso, cualquiera podría decir que cierta pieza ya capturada es una de sus torres secretas. Siendo así, ¿qué gana usted con un peón? Y, por otra parte, hablemos con franqueza... ¿Qué gana el peón con usted? Sé muy bien qué gana el peón trabajando del lado de las blancas, pero no me ha quedado del todo claro si la situación del peón mejoraría o, por el contrario, empeoraría si trabaja para las negras.

¿Había en aquellas palabras una referencia al color de piel de Rawlins o simplemente al conocido color favorito de los agentes del Bureau? Sólo Dios o, más bien, el diablo sabían la respuesta. Demasiadas alegorías y metáforas juntas.

Notas de juego

Bueno, avanzamos con cautela y poco a poco XDDD

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15/11/2021, 19:47
Rawlins

Rawlins se permite una tenue sonrisa ante tu lúcida exposición ajedrecística. Este tipo no es de los que interrumpen a su interlocutor. Antes al contrario, da la sensación de que estudia y analiza cada palabra que pronuncias.

—Compruebo que es usted un apasionado del ajedrez, doctor. En mi caso no lo he jugado demasiado. Lo justo para poder seguirle el juego con sus alegorías —comenta como una suerte de broma que avala cierta modestia—. Dicen que es un juego que estimula considerablemente el pensamiento lógico, además de ser uno de los poquísimos juegos ideados por el hombre, si no el único, en el que, iniciada la partida, interviene en exclusiva la habilidad del jugador. Y he ahí el talón de Aquiles de los ajedrecistas, doctor.

Rawlins reposa su cabeza sobre dos robustos dedos de su mano izquierda. Quizás no juegue al ajedrez que tú conoces, pero desde luego tiene la apostura de un despiadado gran maestro en este preciso instante.

—El factor aleatorio que es innato al azar de la vida —sentencia sumiendo su rostro de nuevo en esa mueca pétrea e impenetrable—. Trataré de seguir su símil aplicándole una pequeña capa de incertidumbre. Imagine que usted y yo nos enfrentamos en una partida de ajedrez. Usted blancas. Yo negras —dice sin mácula de ironía en su rostro. Habla con mansa cadencia, como si interpretase el papel del maestro de un alumno aventajado al que ha de templar el ánimo—. ¿Tiene usted buena memoria, doctor? Seguro que puede memorizar cuántas piezas le quedan en el tablero y su disposición exacta, ¿estoy en lo cierto? Imagine que el duelo está igualado y, de repente, ese peón que usted creía blanco, ese peón que defiende a su Rey, resulta ser de un inmaculado y abisal negro eclipse —Rawlins se inclina en su asiento mientras junta las yemas de sus dedos—. Usted protesta. Ha debido tratarse de un movimiento irregular. Usted lo sabe. Es la verdad... ¿No? Pero el árbitro le dice: Ese peón, esa pequeña pieza que está a tan solo una casilla de tornarse Reina, es negra, doctor. Nació negra. Luchó por su Rey Negro. Y conquistó territorio Blanco mientras el resto de sus hermanos peones morían eviscerados como cerdos por el tablero

Rawlins detiene su discurso al tiempo que entrecierra los ojos.

Y su Rey, doctor, solo puede mirar indefenso cómo la nueva Reina Negra va a darle por el culo.

Rawlins se recuesta hundiéndose en el espaldar de su asiento al tiempo que entrecruza sus dedos sobre su rodilla.

—La verdad sea dicha, doctor: Nadie puede ganar a un juego amañado. En un juego amañado no hay blancas o negras. Solo hay tramposos e ignorantes. Dígame, doctor: ¿Qué cree que soy yo?

>> Permítame ilustrarle: Yo. No. Juego. Soy el hombre al que usted eleva su queja. Soy el hombre que dice de qué color es cada pieza. O cada casilla. O cada jugador.

La sombra de la institución a la que representa parece alzarse amenazadora y voraz a espaldas del agente.

Rawlins alza un dedo.

—Usted tiene una primera opción: puede ignorar mi petición, marcharse a su casa y fingir que esta conversación no ha tenido lugar de cara a sus colegas. Le presumo lo bastante inteligente como para no exponerse a sí mismo mencionándoselo, doctor. Claro que podría sorprenderme... Al igual que yo a usted. Cuando salga por esa puerta, en el reflexivo silencio que seguirá a su soledad, dudará si tengo algo contra su persona. Si me guardo un as en la manga, por así decirlo —Rawlins esboza una moderada sonrisa—. Azar, doctor. Azar.

Luego, alza un segundo dedo.

—También tiene una segunda opción: aceptar mi petición. Sé que será un valioso activo en nuestra operación. Si trabaja conmigo, doctor... No será bajo un burdo chantaje. Usted no será un huésped, ni yo un parásito. Habrá simbiosis. Estoy bastante seguro de que conoce el término.

>> Usted, doctor... Usted puede ser la gran esperanza blanca.

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15/11/2021, 20:40
Director

Notas de juego

Menudo badass me está quedando Rawlins... Si convence a Korsgaard va a ser porque lo pinto como un demoníaco ser de lengua de plata xDDDDDDDDD

Como tienes Intimidación muy alta, ni me planteo que este PNJ genere más allá de una tenue incomodidad a Korsgaard, y más por el hecho de que le está poniendo en un brete que otra cosa.

Piensa bien tu jugada, mi querido ajedrecista. El post tuyo era tan brütal que le he dado varias vueltas a este para afinarte los extremos que tienes. Ninguno es fácil, pero si juegas bien tus piezas puedes alzarte inmaculado entre la devastación más absoluta ^^

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16/11/2021, 19:20
Dr. Kristian Korsgaard

Rawlins provocaba cierta incomodidad en Korsgaard. Con otras mentes más débiles, probablemente aquel sentimiento sería más bien el de miedo. Pero el doctor no le tenía miedo, aunque se daba cuenta de que el agente lo estaba poniendo contra las cuerdas. Estaba, por así decir, rodeando a su rey de forma implacable. Korsgaard disimuló esta incomodidad con una media sonrisa, mientras aguantaba el símil sodomita-ajedrecístico de Rawlins.

—Oh, todos sabemos que no tengo nada que esconder, agente Rawlins.

Mintió descaradamente, pero con una convicción inapelable. Posiblemente, Rawlins tenía pruebas de que estaba mintiendo o, de lo contrario, no estaría jodiéndole como le estaba jodiendo. Pero eso no importaba.

—Aun así, he de confesar que su propuesta suena convincente… a pesar de que, si me permite una pequeña corrección, a la reina en realidad preferimos llamarla dama. Y una dama, agente Rawlins, nunca se rebajaría a tan sodomitas inclinaciones como usted ha insinuado, desde luego.

Se atusó ligeramente el pelo con las palmas de las manos y después se ajustó las mangas de la chaqueta.

—Habla usted de simbiosis, del griego sym-biosis: vivir conjuntamente. Sin embargo, y aunque confieso que me gusta la idea que propone, me gustaría más bien ilustrar nuestra relación con otra expresión, si me lo permite: Hic est locus ubi mors gaudet succurrere vitae. Es latín, agente; se trata de un lema que está escrito a la entrada de muchas morgues: «Este es el lugar en el cual la muerte se deleita en ayudar a la vida». Siguiendo con el juego de símiles, digamos que no seremos dos vidas conjuntas, sino que yo seré la muerte y usted será la vida: me proporcionará cierto placer y satisfacción poder ayudarlo, agente.

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19/11/2021, 09:17
Rawlins

—Si usted considera prudente llamarla Dama, adelante. A mí francamente me parece una Zorra —concede Rawlins con un leve encogimiento de hombros.

Desde luego, este tipo es un virtuoso del humor deadpan.

—Apruebo su decisión, doctor. Antes de marcharme, quisiera preguntarle sobre un asunto en particular... Hace aproximadamente tres semanas hubo un incidente en Carson, una pequeña localidad cercana a Nuevo México. En los medios lo tildaron de guerra de bandas, pero no fue tal cosa. No técnicamente. Quizás usted esté al tanto por su colaboración con RETURN. Se trataba de La Estirpe del León. Querían borrar del mapa a otra secta... Una de carácter familiar.

Rawlins echa una ojeada por la ventana del laboratorio. Afuera ha oscurecido y parece soplar una brisa veraniega y fresca, propia de estas latitudes en esta época del año. Mantiene su vista en el exterior mientras prosigue.

—Parece ser que buscaban a una niña que responde al nombre de Alexandra Collins. Con la particularidad de que Collins no es su apellido de nacimiento, si mis sospechas son correctas. La niña estaba al cuidado de la Policía Local de Oklahoma City en el Hospital Mercy cuando apareció un abogado escoltando a una mujer dispuesta a hacerse con la tutela de la pequeña Alexandra. Luego, desapareció. La tutora legal responde al nombre de Victoria Liebermann. Dígame, doctor: ¿Voy bien encaminado?

Rawlins te dirige una mirada inquisitiva y penetrante.

—La misma noche que Alexandra Collins abandona el hospital en Oklahoma City, se produce un incidente en unos campos de maíz próximos a la salida 54. Aparecen varios muertos con la iconografía propia de La Estirpe. Parecen haber sido abatidos por fantasmas. Dígame, doctor Korsgaard: ¿Sabe algo de este asunto? ¿Participó RETURN en este suceso? ¿Quiénes formaban parte de la operación?