Partida Rol por web

MacReady no era un soldado violento y, aunque no había dudado en tomar el botellín roto para asestarle un golpe al marinero del cigarrillo, no podía evitar darse cuenta de que Gwendolyn ofrecía una solución pacífica al conflicto entre los soldados y los marineros. Esperaba que sus compañeros también vieran la oportunidad de solucionarlo todo sin llegar a los puños. No le hacía mucha gracia tener que finalizar sus 36 horas de permiso en una celda.

-Mira, como dicen las sagradas escrituras, todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios -intentó convencer al marino de que no debía resolver el problema con los puños. Depositó el botellín roto sobre la barra. Hablaba con voz firme y educada, casi como si fuese un predicador-. Y más que eso, todos son honrados americanos que luchamos todos por nuestro país. No debemos dar pie a esta trifulca. Creo que deberíamos hacer caso a la señorita y resolver esto de una mejor forma: con cerveza.

- ¡Menuda panda de soplapollas! - Pensó Penwater.

Y es que acababan de perder la oportunidad de vivir una pelea de bar contra orangutanes de la marina. Era una verdadera pena, pues hubiera sido divertido y hubieran tenido una muy buena historia que contar. Sólo esperaba que no trataran de ganar la guerra a los japos, con cerveza, besos y versículos de la biblia, porque de ser así, el mismo se uniría al enemigo por tal de no vomitar de asco.

- Pues nada... - Se encogió de hombros. - Toca beber cerveza, ¿no? 

Aunque desde luego no iba a competir en ese juego por conseguir a la chica. Si se besaba con cualquiera, incluida una mujer y se sorteaba entre matones de bar en un concurso de bebedores de cerveza, a él no le interesaba. Quizás Abrahams pudiera llevarse el trofeo, él si parecía que iba a postularse en aquel concurso con el premio de ver las estrellas junto a esa mujer ligera de cascos.

Los marineros parecieron relajarse, no sabía si por el calentón al ver a Gwen y Roberta, las palabras de la primera o las de MacReady, pero el caso es que bajaron sus brazos y se acercaron a la barra uno detrás de otro.

En poco tiempo, parecía que hubiese una reunión de ejércitos y que el mismísimo MacArthur estuviese allí.

-Está bien. Beber cerveza es mucho mejor que bañarse en ella. Eh, barman. Ponga una fila de vasos y brindemos por la marina -pidió el marinero, mientras los demás se acercaban.

A Sam no es que le gustaran las peleas.

Es que no sabía vivir sin ellas. Al ver a las dos chicas, se olvidó momentáneamente de ellas, pero eso no significaba que se abandonara, así que cuando aquel capitán se acercó y dijo eso de beber cervezas, miró a su compañero y sonrió.

-Claro, bebamos cerveza, pero mejor te zambulles tú antes -exclamó, mientras le soltaba un puñetazo enorme a Penwater que lo lanzaba contra las mesas, cayendo encima de Oddball y dejando a ambos practicamente fuera de combate.

Kansas no estaba muy convencido, así que en cuanto vio a aquel orangután golpeando al capitán, no se lo pensó dos veces y le lanzó un derechazo al estómago... que el pequeño muchacho ni siquiera sintió.

Nada más tocar su estómago, alzó la cabeza lentamente, para encontrarse con una sonrisa de superioridad.

-Solo estaba probando tu resistencia, grandullón -dijo, sabiendo lo que no tardaría en recibir.

Los otros dos marineros no reaccionaron con rapidez, pero lo que si que tenían claro era que su líder había reiniciado la pelea. Aquello tenía pinta de volver otra vez a armarse, por lo que se alejaron de la barra, se arremangaron las camisas y se prepararon para golpear.

La pelea estaba servida.

El veterano sargento se había mantenido a la expectativa. No iba a hacer nada que pudiese comprometer a su Capitán, pero si había que pelear pensaba pelear más fuerte que nadie. Igual que en aquella maldita playa.

En cuanto vió a Penwater salir despedido por el puñetazo fue suficiente para tomar una decisión. Ni todas las chicas de Hawai en cueros le convencerían de lo contrario.

Sin más, apretando los labios con fuerza cerró su mano en un puño, el cual envió con todas sus fuerzas hacia la mandíbula de Sam el mariero.

Que demonios....

No habia forma de salir de alli ilesa, asi que tenia que escoger un bando. La verdad preferia al ejercito a esos brutos de la marina, los oficiales podian ser otra cosa, pero los marineros.... vaya.

Yo podia beber cerveza, podia pilotear varios aviones y habia disparado algunas armas aunque nunca estaria en combate, que mas daba. 

Agarre la primera silla que tenia cerca y la lance contra el marinero que tenia mas cerca aunque con nervios de romper algo mas, luego pondria cara de "yo no fui".

MacReady creía haber conseguido pacificar la situación, convenciendo a uno de los marineros de que era mucho mejor arreglar las cosas con cervezas que con puñetazos. Sin embargo, aquella mole de músculo que respondía al nombre de Sam estaba muy lejos de ser convencida, soltándole un puñetazo al capitán y lanzándolo contra una de las mesas.

Ya no había forma de salir indemnes de aquella pelea, por lo que MacReady tomó ejemplo de sus compañeros y le dio un puñetazo con todas sus fuerzas a uno de los marineros que tenía más cerca.

-Perdón. Nos toca en bandos opuestos... -se disculpó, antes de asestar el golpe.

Penwater, todavía aturdido por aquel improvisto golpetazo, se puso en pie aún mareado abandonando la dudosa comodidad de la mesa de billar, y es que se había clavado unas cuantas bolsas en la espalda. Aquel puñetazo le había dejado tocado y en cualquier otra situación hubiera sido el final de la pelea. Pero no en esa ocasión y es que sus compañeros habían salido en su defensa y estaban ya intercambiando puñetazos.

Meneó la cabeza de lado a lado tratando de centrar la mirada. Algo que le resultó imposible. Tambaleante avanzó con el puño en alto en dirección a ese tal Sam. Su puño voló cerca de su rostro, pero aquella mole descerebrada se apartó a un lado y los nudillos del capitán acabaron por impactar contra un cuadro de la pared haciendo que saltaran cristales por todo. Por suerte al menos no se había cortado. 

- ¡Joder! - Se quejó amargamente. 

Las chicas se quitaron de en medio. Bueno, Gwen para nada. Ella agarró una silla y la rompió sobre la cabeza de uno de los marineros, dejándolo completamente inconsciente en el suelo, rodeado de astillas y fragmentos. Mientras eso ocurría, Abrahams y Penwater lanzaban sendos puñetazos hacia Sam, que acababa de recibir una caricia de Kansas en el vientre, y que soportaba el ataque sin amilanarse.

Otro de los marinos se lanzaba sobre Kansas, dándole un sonoro puñetazo que lo lanzaba haca atrás y conseguía hacerlo trastabillar, pero sin hacerle caer. 

Los otros dos marieros se lanzaban contra MacReady, sin conseguir darle, y a continuación uno de ellos miraba a Gwenn preguntándose si no habría equivocado su objetivo.

Seguramente por eso, Roberta se lanzó sobre la espalda de uno de ellos y empezó a apretarle el cuello entre gritos.

Aquel puto marinero era duro de pelar. Abrahams sabía que su puñetazo había golpeado perfectamente, pero apenas parecía haberlo notado.

Alzando ambos puños en posición de guardia, trató delanzar un nuevo golpe, esta vez al cuerpo para tratar de dejarle sin haliento, si bien acabó siendo un puñetazo bastante blando.

Al parecer era mucho mejor con una silla que con mi cuerpo, aun asi lance una patada al hombre del que se habia colgado Roberta. Mi intencion era darle entre las piernas pero creo que erre.... horriblemente.

Rhys veía que sus compañeros estaban muy cercanos a ganar el enfrentamiento, en parte por el apoyo que les estaban dando también algunas de las Avispas. Pese a ello, la mayoría de los marineros todavía continuaban en pie. El joven soldado sabía que aquellos hombretones debían ser tipos duros, por lo que agarró un taburete cercano a la barra para descargarlo por la espalda contra el marinero que estaba golpeando a Kansas.

-Lo siento de verdad... -se disculpó, puesto que él no quería que se hubiera iniciado aquel enfrentamiento.

La situación volvió a ponerse complicada, pero yo no era de los que abandonaba a mis compañeros, sobre todo cuando tenía tan claro que éramos mejores, por lo que me metí de lleno en la pelea.

Las astillas de la silla que cayó sobre la cabeza de Jack, me llenaron por todas partes, y cuando me volví, fue para encontrarme con un maldito puñetazo de alguien, que esquivé a duras penas. Con lo que no contaba fue con el taburete que uno de ellos estampó contra mi espalda, haciéndome caer al suelo.

-Sois unos cerdos. Odio la gente que juega sucio -le dije, deseando que se me hubiese ocurrido a mí antes.

- ¿Qué jugamos sucio? - Preguntó Penwater antes de lanzar un puñetazo en dirección al bueno de Sam. - ¿Y el puñetazo a traición que me he llevado yo para acabar en la mesa de billar? 

Thomas golpeó duro contra la mandíbula de uno de los marineros. Los nudillos le dolían, pero esperaba haberlo noqueado y que uno menos diera por saco. 

El puñetazo de Abrahams sí que dio esta vez en el blanco. Quizás el cuerpo de Sam estuviese preparado para cualquier cosa, pero su mandíbula no tanto, y el golpe del bravo sargento consiguió hacer retroceder a Sam un palmo, y que agitase la cabeza, sorprendido, dolorido y momentáneamente confundido.

Mientras eso ocurría, Gwen levantó una silla para golpearle con ella, sin darse cuenta del charco que había en sus piernas. Sus pies se deslizaron rápidamente por su superficie, como si estuviese en una pista de hielo, haciendo que cayese de espaldas con un sonoro y doloroso golpe que la dejó completamente fuera de combate e inmóvil.

MacReady hizo lo propio con uno de los marineros, golpeándole con una silla aprovechando la ventaja de estar a su espalda, y este cayó sonora y desesperadamente, quedando también fuera de la pelea. A su lado, Penwater golpeaba en la cara al marino que tenía a la chica cogida de su cuello, haciéndole caer a los dos.

Por último, Kansas también estaba demostrando por qué era de Brooklyn. Su puñetazo lanzó al marinero que quedaba contra la barra, haciendo que este se deslizara a todo lo largo de la misma y se quedara como un postre recién servido.

En esos momentos, Sam, el gigantón, era el único que se encontraba en pie.

Fue entonces cuando escuchasteis todos silbatos, las puertas se abrieron y entraron varios miembros de la policía militar, corriendo y esgrimiendo sus porras.