Partida Rol por web

Desoyendo la advertencia de Meiar, Sivil alarga la mano hacia una llave azul. Esta se inclina hacia sus dedos, como atraída por algún tipo de magnetismo, lo cuál parece confirmar su teoría para la elección de llaves. Sin embargo, pasa por alto que las llaves de alrededor también se están inclinando hacia él...

Justo cuando toca el cálido metal azul, las llaves saltan de sus enganches y se lanzan por los aires, como si unas enormes manos invisibles las estuvieran removiendo. Sería un colorido espectáculo, digno de admirar, de no ser porque Sivil se encuentra en medio y las llaves lo golpean y arañan a su paso. Cuando todo termina, las llaves se han recolocado en espacios distintos.

Verte de sufrir es divertido, pero esta no es la solución. Hay otra manera. Y creo que se encuentra bajo estas baldosas, o algo por el estilo...

El drow asiente ante tu anotación. Su cuerpo acompaña al movimiento de su cabeza y se desploma boca abajo como si fuera un espantapájaros roto.

ATENCIÓN, ASPIRANTES: PAUSA DRAMÁTICA (SEASON FINALE).

Uno o varios personajes han caído. Sus vidas penden de finos e inexpugnables hilos... Nadie dijo que convertirse en héroe fuese fácil, y mucho menos inofensivo. Los deberes para estas vacaciones: Repasar las sabias palabras de consejo y advertencia que vayáis recopilando, ya sea mediante escritos u oídas de boca de quienes os encontráis en la aventura.

Rematarle... ¿O no rematarle? Esa es la cuestión... No de momento... Y ahora, y mientras agoniza... al lio. Viendo que no hay nada interesante en el suelo, me acerco a la puerta, a examinarla yo mismo...

La sala es rectangular y discurre a lo largo, es decir, de base a base. Tiene unos veinte metros de largo y ocho de ancho. De suelo a techo, en todos los muros, hay llaves de colores colgadas. El suelo es ajedrezado.

Te agachas e intentas mover una baldosa. ¿Lo harás con las manos desnudas?

Primero, me acerco a la puerta, y la miro con insistencia. Después me acerco a Sivil, y rebusco en lo que quede de él su daga

Me acerco rápidamente a Meiar e intento estabilizarla.

Sivil es cogido completamente por sorpresa y no puede esquivar el ataque de las llaves.
-No, otra vez, y delante de Mitius.... Vae cae al suelo como un saco de patatas.

Miro al drow, y digo- liluliluliluliu... vah, descendarás de una raza poderosa, pero lo cierto es tú no eres el ejemplo que se escucha en las leyendas sobre drows. Me has decepcionado, esperaba más de tí -digo mientras postro mi rodilla en el suelo, junto al drow, y acerco mis manos hacia él...

Tienes que tirar SANAR.

Eres masacrado por un tornado de vivos y brillantes colores. Caes al suelo, tu señorial figura ahora reducida a un patético boqueo mientras te desangras sin remedio. Tu cerebro se encuentra tan saturado por el dolor y la agonía que ni siquiera tienes tiempo de maldecirte por desoír las advertencias de tus compañeros...

Elegiste la carrera de nigromante para justificar de algún modo una total falta de respeto por los muertos. Rebuscas entre los sanguinolentos restos del drow y encuentras lo siguiente:

Libro de Conjuros (irrelevante, conocía los mismos que tú)
2 Dagas

Bolsa de cinto
Componentes de conjuros

Petate
Jabón
Odre de agua lleno
Vial de tinta y cálamo

Saqueas el cadáver* y examinas la puerta. Parece que la elfa tenía razón, se trata de un panel decorado y las cerraduras son meros dibujos, no hay ningún orificio sobre el que insertar llaves. Decidido a mirar baldosa por baldosa, no tardas en encontrar una blanca que parece suelta.

Tras guardar todas la pertenencias del drow, uso su daga para intentar hacer palanca y mover una de las baldosas. Y pensar que el drow prometía para mi ejercito... Una pena no haberle sacado los ojos antes de que muriese. Volaréeeeee

Haces palanca en la baldosa y la levantas, respirando los refrescantes aires del triunfo. Por desgracia, vienen acompañados por una vaharada de gas aceitoso e hirviente que va directo a tu cara.

MALTIDA BALSDOSA -digo mientras el vapor me roza la cara...

Al notar el calor desollarte las manos tienes los reflejos suficientes para echarte hacia atrás y evitar en buena parte el chorro de gas. Quycus, sin embargo, no tiene tanta suerte. Resbala de su cobijo entre tus ropajes y cae directo al hueco de la baldosa, perdiéndose de vista.