Partida Rol por web

Habéis llegado a la ciudad de Mélvont, que se alza en la orilla noroeste del mar de la luna. Mélvont es conocida por ser un lugar repleto de peligros e intrigas, y lleno de potencial para la riqueza y la fama. Lleváis con vosotros el sello de la casa Nanzher, del propio Woarsten Nanzher, patriarca de una poderosa e influyente familia noble de Mélvont.

El sello os ha proporcionado entrada gratuita a la ciudad, aunque no sin ser inspeccionados antes por la guardia de la ciudad (que parece particularmente suspicaz).

Una vez dentro, observáis que Mélvont es una ciudad sucia y con calles y callejones laberínticos, aire cargado de humo y ciudadanos malhumorados.

Algunos han estado en la ciudad durante unos días, mientras otros recién llegan, pero finalmente son cinco los que han respondido el llamado urgente de la casa Nanzher, con el dinero que ellos poseen, es sorprendente que tan pocos lo hayan hecho!

... Y ahí se encontraban cinco personas variopintas, esperando en el gran salón de la Mansión Nanzher, una gran mesa capaz de albergar una veintena de comensales hecho de fina madera de roble, y las sillas finamente decorada con cjines envueltos en seda; los candelabros de oro puro se esparcían a lo largo de la mesa y los cubiertos servidos en seis lugares cercanos, seguro cenarían con el señor Nanzher mientras les explica de que se trata la invitación; pero por ahora estaba algo demorado....

La armadura de piel de dragón llamaba la atención, más que su portador, que miraba a su alrededor sin saber como comportarse ante tanto lujo como el que veía a su alrededor

Más nervioso de lo que quería reconocer se acercó a su compañero, la enorme masa de músculos que respondía al nombre de Alrik - Estás seguro que debemos estar aquí? No se si estoy preparado para acompañarte en... no se en que nos estamos metiendo -

- Mira a nuestro alrededor. Un elfo... o quizás dos. Y también ese humano. Crees que lo que sea que debamos hacer lo deberemos hacer juntos? O quizás podremos trabajar solos, como hasta ahora? - Las palabras de Ozymandias, aunque pronunciadas en voz baja resultaban audibles para cualquiera que estuviese cerca - Y van a pretender que los trate como amigos? Aunque no los conozca... no lo sé. Mírales las caras. Te dan la sensación de que se puede confiar en ellos como confiamos entre nosotros? -

- Esto va a ser muy difícil - completó mientras miraba al suelo, meneando la cabeza y reacio a, incluso, mirar a quienes lo acompañaban en el salón.

 La figura de un elfo, delgada y esbelta, pero con unos músculos bien definidos allí donde el inmaculado camisote de mallas o las elegantes ropas de cuero de intrincados gravados con motivos naturales no lograban cubrir toda su piel, se mantenía sereno en un rincón del salón, de pie, cerca de una ventana posando si mirada en el exterior.

 A pesar del buen estado en el que se conservaba su equipo parecía en cierto sentido... viejo. Muy usado. A la vista quedaba un broquel que colgaba de un lado del ancho cinturón que ceñía la cintura del camisote y del que también colgaba una espada larga, de vaina estrecha y larga. Un arco junto a un carcaj, estaban guardados juntos en su espalda.

 Contrastando con la figura del elfo de caballeroa larga de color negra, reluciente como el azabache, había un cánido. Una especie de perro de formas esbeltas, de denso y largo pelaje, ataviado con una barda de cuero también decorada con intrincados motivos florales. El can, a pesar de que se mantenía sentado a la vera del elfo, paciente, se le notaba el vigor y la energía fruto de un animal joven, mirándolo todo y olfateando el aire, identificando olores.

- No te preocupes, la paga es buena y no parecen mala gente. Ya sé que la mala gente nunca parece mala gente, pero estos no parecen de esos tampoco. Además si queremos conseguir el dinero para encantar mi arma y comprarte ese anillo mágico, tendremos que hacer algo, y trabajar para los ricos suele ser más rentable.

​El enorme humano tenía una voz profunda, muy profunda, casi gutural. Una voz que hacía pensar en demonios de profundas simas o en asesinos procedentes de más allá del velo de la muerte. Su aspecto, con esa armadura negra plagada de púas y ese casco coronado con cuernos, no limaba en lo más mínimo esa impresión de amenaza que producía siempre. Cuando le preguntaban, lo que no era muy común, solía responder que los perros pequeños también ladraban a los perros grandes aunque estos no los amenazasen, y él era un perro muy grande. 

Por una vez, Alrik parecía sentirse a gusto moviéndose por el salón, el techo estaba muy alto, y eso le permitía caminar completamente erguido, algo que no siempre le resultaba posible, y encogerse cuando uno estaba enfundado en acero era, cuando menos, incómodo.

Gregory miraba a su alrededor, dos elfos y dos tipos raros, uno mas espinado que la sopa de pescados de la tia y otro con una armadura igual de vistosa. Echa una mirada a los candelabros, caros, se podrian vender bien, luego dirigio su mirada a Degonas y a su perro, sonrió sutilmente al ver esas decoraciones florales, "pobre perro", pensaba Gregory, desde luego él nunca seria tan cruel de hacer vestir a un perro de esa forma.

Gregory permanecio en silencio, no tenia nada que decir.

Arenas se mantenía sentado, enfundado en su armadura completa, con el casco sobre la mesa y un enorme arco aposentado sobre las piernas.

Levantó la ceja ligeramente cuando escuchó el comentario sobre la compañía que hizo el de la armadura de dragón. Chico, cualquiera diría que solías frecuentar los burdeles cormytas con el difunto Azoun... le respondió.

Hizo un gesto de saludo con la cabeza a los otros tres posibles candidatos para la misión para la que se les requería.

- Espero tengas razón - consensuó con su amigo - Entonces debería incluirlos en mi... eh... nada. Aún no - murmuró para si antes de mirar a su alrededor y observar con curiosidad al perro. Por un momento estuvo tentado de tocarlo y se acercó como para hacerlo, dudando si extender la mano o no, cuando escuchó el comentario del elfo del arco y la armadura

- Burdeles? Porque? - preguntó curioso sin saber a que se refería. Repentinamente se dió cuenta que estaba hablando con un desconocido e intentó, a su manera, entablar conversación - Y porque no te presentas antes de decir eso? Yo soy Ozymandías - aclaró mientras se acercaba y extendía su mano y la retiraba rápidamente, antes de saber si la misma sería estrechada y poco dispuesto a ser despreciado

- Un burdel es un lugar donde entrenas con la espada- dice Gregory sonriendo maliciosamente- el señor Nanzher no creo que te contrate si no le dices que has estado en muchos, ya que nadie cree que puedas ser un gran guerrero si no lo haces.

De hecho, a día de hoy me suele gustar ir una o dos veces por semana al menos para no perder la práctica. dice Arenas, con una media sonrisa, siguiendo la chanza del humano. Y ya que lo preguntas, me llaman Arenas.

- Entonces quizás sea mejor que no nos contrate -intervino Alrik poco dispuesto a que le tomasen el pelo a su compañero- Porque no tengo el menor interés en luchar al lado de alguien con ladillas.

Era difícil saber si había intentado hacer un chiste, con aquel rostro poco expresivo y aquella voz gutural. El comentario estaba acompañado de una especie de sonrisa, así que probablemente sí era un intento de humor. 

Bufff, no sé en qué lupanares habrás andado, amigo, pero en Cormyr más de uno te acuchillaría por insinuar que sus prostíbulos tienen ladillas. siguió sonriendo el elfo de la armadura completa.

Entonces se giró y miró alrededor. ¿No nos va a traer nadie una cervecita o algo para tomar?

La vista de Ozymandías va de uno a otro de sus compañeros sin terminar de entender de que hablan, pero sin motivos para desconfiar de ellos - Entonces, Sr. Arenas, las ladillas son armas? Supongo por lo que escucho, que deben ser armas poco dignas - pregunta curioso antes de mirar al otro humano - Y vos, señor, habeis practicado mucho con ellas - preguntó con la inocencia de quien no sabe de que le están hablando

- Por cierto, vuestro nombre es... -

- Mi nombre es Gregory Reaper, Greg para abreviar, y no practico con ladillas, soy un hechicero. -dice haciendo una leve reverencia- Especialista en los colegios de ilusion y encantamiento, y tampoco se me dan mal las adivinaciones.

- Yo soy Alrik, aunque mucha gente me llama Montaña. A mí me da igual.

 Escuchando como los hombres se presentan, y presumiendo que compartirá aventuras y riesgos con ellos, cuando hay una pausa se, se presenta.

 - Un saludo, caballeros.- Dice dándose la vuelta, mirándoles a los ojos.- Creo que compartiremos objetivos durante un tiempo. Aprovechando que se presentan, haré lo propio. Mi nombre es Espadarcana, Degonas Espadarcana.

La voz del hombre, a pesar de sonar musical, propio del acento élfico, suena un tanto seco. Posando una mano en la cabeza del mastin añade.

- Y este cachorro, se llama Sakesh. A pesar de que suele portarse bien, a veces se muestra un poco demasiado curioso, como cualquier cachorro. Espero que no les inoportune.

El elfo sonreía mientras continuaba la conversación con el ingenuo tipo en la armadura draconiana. ¿Armas? Bueno, sí, se podrían considerar armas teniendo en cuenta que las ladillas han hecho caer más de un imperio y un par de dinastías...

Miró entonces a su compañero. ¿Montaña? Casi me esperaba algo más del estilo Pequeño Alrik... Por cierto, ¿de dónde has sacado a tu compañero? ¿Acaso le crió el mismísimo Elminster en alguna dimensión aislada?

Greg, Espadarcana, Sakesh. fue saludando a medida que el grupo se iba presentando. Lo que está claro es que Nanzher necesita algo urgente y serio para haber juntado un nutrido grupo de aventureros...

- Me gustan los perros, aunque no siempre les gusto a ellos, me encuentran un poco... amenazante. Además mi armadura les impide jugar conmigo o simplemente olisquearme. 

- Respecto a mi compañero... es un tanto... rústico, y no es un gran conversador tampoco, pero es buen amigo cuando lo conoces, leal, y un combatiente realmente peligroso. Yo nunca he sido muy... popular. Soy un poco peculiar, así que no me cuesta demasiado entender como se siente. Para mí es muy valioso tener un amigo como él, no os podéis imaginar la cantidad de líos de los que me ha sacado con su peculiar forma de combatir.

- Un hechicero, como los dragones - por un momento a Ozymandías se le ilumina el rostro antes de seguir escuchando al resto del grupo

- Un cachorro. Que agradable, se lo puede tocar? - pregunta acercándose al animal y esperando la respuesta del elfo de voz musical mientras escuchaba al elfo de la armadura y fruncía el ceño - Tu quédate con tus ladillas y ese Elminster, sea quien sea... Yo me quedo con mi red y mi tridente - agregó a la defensa que le había hecho su amigo

- Y no le hagáis demasiado caso - agregó señalando a "la Montaña" - Quizás es, como el dice, peculiar, pero si necesitáis alguien que mantenga una posición es el mejor. Yo prefiero esconderme en un techo para atrapar a quien haga falta con mi red y pincharlo con mi tridente... o machacarlo con mi martillo... el solo los abraza - se encogió de hombros - y los deja en peor estado de lo que puedo yo puedo intentar -

 El elfo asintió ante las presentaciónes. Cuando aquel peculiar hombre ataviado con una armadura de piel de dragón preguntó acerca de Sakesh asintió.

 - Le gusta que le acaricien detrás de las orejas.- Dice pasando su mano enguantada por ese sitió y arrancando un placentero estremecimiento al perro.

Woarsten Nanzher entra en la habitación, con un aura imponente que resalta ante las demás personas, propio de los grandes nobles y gentes importantes; a su espaldas un escuadrón de sirvientes cada uno cargado con bandejas de comida: Queso, pan, pasteles, frutas exóticas, un cerdo entero asado, jarras de aguamiel y vino, un barril de cerveza importada, agua, y un plato de un pequeño faisán relleno para cada comensal, sirven pudientemente en cada puesto con vajilla de plata y cubiertos relucientes e impecables, copas de cristal y vasos de vidrio templado.

El noble aparece apoyándose en pesadamente eb un bastón de marfíl rematado con oro, con el mango en forma de cabeza de león. Tiene una apariencia algo desaliñada como la de un hombre que no ha dormido en varios días, aunque viste finas sedas de colores vivos, y es capaz de esgrimir una sonrisa.

-Señores -Empieza, cortando con el tenedor el faisan y llevándose un gran bocado a la boca, bajándolo con un gran trago de vino tinto -Soy un hombre de pocas palabras y de hechos concisos, así que iré directamente al grano; Estoy dispuesto a pagaros 1.000 monedas de platino para que encontréis a mi hijo, Oral. -Traga un bocado de pastel, unos frutos y vuelve a pasarlos con vino, dejando unos instántes de silencio para que los presentes pudieran digerir la noticia recién asignada. -Aunque ya tiene edad de un hombre y no sigo sus actividades diarias, nadie le ha visto desde hacce cinco días, Demasiado tiempo!! -Su rostro se torna algo sombrio, resaltando sus demacrados rasgos faciales.
-Para empeorar las cosas, hay rumores de que otros jóvenes nobles han desaparecido también, he agotado todos los recursos de investigación prudentes, pero con el aumento de las incursiones orcas y las crecientes tensiones originadas por las desapariciones entre las familias nobles, no tengo mucho mas que ofrecer...

Su rostro refleja algo de tristeza que le acongoja el corazón, pero intenta en vano mostrarse recio y fuerte, sigue comiendo, expectante de lo que puedan decir sus invitados.