Partida Rol por web

Historia de un Asesino

Capítulo 1. Atravesando el Desierto.

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01/08/2019, 15:56
Ben-Jezheri

Los camellos avanzaban contoneando sus cuerpos a través de las dunas. Tres de los hombres de Ben tiraban de ellos mientras que el mismo Ben y Asteirm montaban sobre estos. Isidore caminaba junto al camello de Asteirm, ya no tanto por estar cerca de su maestro y protector sino por cubrirse con la sombra de aquel inmenso animal. Uno de los hombres de Ben marchaba unos pasos por delante de la expedición, su trabajo era explorar el terreno en busca de posibles peligros, y al final del grupo marchaba el último de los matones, protegiendo la retaguardia.

Aquel desierto no era tan duro como Asteirm recordaba su hogar. Hacía calor y el sol era penetrante y quemaba la piel, pero aún se podía respirar sin dificultad en aquellas dunas. Lo cierto es que las quejas de Isidore y el aparente cansancio de los hombres de Ben le parecían patéticos al asesino del norte. Él había superado retos mayores que ese y aquel desierto no supondría ningún problema.

- Lo cierto es que aún no hemos llegado al desierto puro Milord. Desde aquí hasta Sundalla el calor es agobiante pero aún así se puede llegar sin demasiados problemas. Este lugar es conocido como “el Desierto Blanco”, lo de blanco debe venir por sus finas arenas, pero lo cierto es que debería llamarse “el Desierto Blando” por lo moderado de sus temperaturas. – Rió Ben-Jhezeri.

Tras las doce primeras horas de camino el grupo se detuvo a comer protegidos tras la sombra de unas dunas cercanas. Isidore estaba deshidratado y cuando los camellos se detuvieron el joven se desplomó sobre la arena. Los hombres de Ben estaban agotados al igual que el niño y se sentaron a reposar el calor. Bebieron agua y almorzaron de las provisiones que Ben había dispuesto. El joven Isidore no se levantó pero los hombres de Ben se encargaron de colocarle a la sombra y de mojar sus labios con el más ansiado de los líquidos, que al menos en aquella región era el agua.

- Dígame, ¿Es acaso su hijo? – Preguntó Ben haciendo referencia a Isidore.

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01/08/2019, 15:58
Asteirm

- Muchas preguntas, demasiadas para mi gusto. Pero le diré que no es mi hijo, tan solo un muchacho sin sitio donde caerse muerto que ha visto en mi una especie de mentor. Me sigue por todo donde voy. – Respondió desganado Asteirm.

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01/08/2019, 15:59
Ben-Jezheri

Con Isidore ya repuesto emprendieron nuevamente la marcha. Esta vez el niño viajaría subido en el tercer camello. Se habían compadecido de él por fin pese a que la absurda idea de que un niño atravesara el desierto había sido suya y sólo suya. Por fin acabó una jornada agotadora para el joven Isidore y el resto de la expedición. Estaban agotados, hambrientos y sedientos pero Ben-Jhezeri no dejaría aún de dar órdenes.

- ¡Abda, Badr, Essâm, motad el campamento, dentro de nada empezará a hacer un frío de muerte! – Gruñó Ben. – ¡Husain, Keled, vosotros asegurad la zona, no quiero sorpresas durante la larga noche! – Siguió ordenando el guía.

En pocos minutos el campamento ya estaba listo, y todos los hombres estaban en sus tiendas. Y arropados con sus gruesas mantas de invierno. El desierto nocturno era tan misterioso como durante el día, si el sol reinaba el calor sofocaba la piel y cuando las cuatro lunas se alzaban en el cielo un frío intenso congelaba hasta el último de los cabellos de los habitantes del desierto.

La hoguera colocada en el centro del campamento servía tanto de estufa como para calentar las provisiones que sirvieron de cena esa noche. Isidore engulló como un pato, estaba claro que la ración que no había comido al medio día la iba a sobrepasar esa noche y con creces.

- Mis hadis son un tanto huraños, mírales a todos sentados juntos, apartados de nosotros. Pero son de lo mejor que se puede encontrar en este desierto. Si tuvieran cierta capacidad de organización ya le habrían plantado cara a ese tipo que se hace llamar Emperador… - Ben seguía hablando con Asteirm, no se daba cuenta que poco le importaba al asesino lo que un aldeano tuviera que contarle, pero probablemente, a Ben tampoco le importaba si le escuchaban o no.

A la mañana siguiente el grupo retomó la macha, aún no había amanecido del todo pero las horas entre el alba y la coronación del sol en lo alto del cielo eran las mejores y más provechosas para la marcha. Nada más despertar Ben salió al exterior y observó el cielo, tenía un tono rosado que no auguraba nada bueno. Cuando Asteirm salió de su tienda Ben abrió de nuevo su boca.

- El cielo no augura nada bueno mi buen contratante. Habrá tormenta y se derramará sangre hoy. Espero que no sea la nuestra… - Dejó caer el guía.

El grupo avanzó como el día anterior, uno de los hadis exploraba el terreno, tres tiraban de los camellos y el restante marchaba en retaguardia. El primer camello de la hilera portaba a Ben, en el segundo estaba Asteirm y finalmente Isidore montaba el último. El viento era violento esa mañana y no dejaba ver ni a dos metros más allá de su situación. Pese a que Ben le había dicho a Abda que no se alejase mucho del grupo, el joven hadi no hizo mucho caso y pronto le perdieron de vista.

Tras el paso entre dos dunas encontraron un cuerpo tirado a varios metros de distancia. Ben descendió de su montura y sacó su cimitarra, Keled que tiraba de su camello sacó sus dos dagas y el resto se quedó rodeando a los camellos con sus armas en alto. Los dos avanzaron hasta el cuerpo inerte y Ben se agachó junto a él. Keled permaneció de pie expectante.

- ¡Maldita sea, es Abda! – Gritó Ben.

Uno de los hadis que se cerraban en formación alrededor de los camellos gritó de ira. Y salió corriendo hacia el cuerpo de Abda.

- ¡Badr, quédate quieto, no pierdas la calma, tu hermano no volverá…! – Gritó otro de los hadis.

Cuando Badr se encontraba a mitad de camino algo impactó contra él y le derribó. Se movía contorsionándose de dolor en el suelo. Asteirm localizó de inmediato a los agresores de Badr. Un grupo de humanos vestidos con blancas túnicas se escondían agazapados entre las dunas en un lateral del grupo. Quizás estuvieran rodeándoles pero eso no lo sabía y debía tomar una decisión. Si los asaltantes de esa tierra eran iguales que en la suya, primero atacarían y luego harían preguntas.

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01/08/2019, 16:02
Asteirm

Asteirm bufó de impaciencia ante esta repentina intromisión. No deseaba pelear, no ahora. No es que no fuera capaz de vencer a sus adversarios, era solo que no quería ver interrumpida su marcha hasta Sundalla. Pero esos tipos habían abatido a dos de los hombres de su guía - lo cual no decía mucho a su favor, por otro lado - y ahora parecían prestarse a las armas con tal de rodearlos. Frunciendo el ceño bajo la capucha, desenvainó la daga que pendía de su cinto y la dejó caer al suelo, hundiendola en la tierra a los pies de Isidore.

- Muéstrame qué sabes hacer con eso... - le sugirió mientras bajaba tranquilamente del camello de un salto. Una vez estuvo de pie, observó a los enemigos, calculando cuantos podrían ser y cuanto tiempo pasaría antes de que alguno llegase a tocarlo. Movió los dedos de la mano izquierda, preparándose para lo peor, mientras que la mano derecha se cerraba sobre la empuñadura de su espada.

Tensando todos los músculos del cuerpo, se lanzó contra uno de los adversarios arrastrando la punta de la espada sobre la arena, trazando una linea, y mientras cargaba contra él, una daga apareció en la palma de su mano izquierda. Cuando estuvo cerca, levantó la espada y con ella un puñado de arena que lanzó a los ojos de su contrincante, acabando con destreza el movimiento mientras le hundía la daga en un costado. Antes de que cualquiera de los otros pudiera reaccionar, Asteirm movió de nuevo la mano izquierda, dos veces hacia un segundo adversario, y dos dagas más volaron hasta el sorprendido contrincante. Cargando contra un tercero mientras volvía a levantar una nube de arena a su alrededor de una patada, atacó con la espada, luego con una daga que llevaba en la mano izquierda y nuevamente con la espada para acabar el trabajo con un golpe de daga.

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01/08/2019, 16:04
Narrador

Antes de que nadie pudiera reaccionar una flecha surco el cielo e impactó contra el cuerpo de Keled. Gracias a los dioses tan solo le ocasionó un leve rasguño en el brazo con lo que pudo seguir en la lucha.

Isidore recibió un arma de su maestro y como azuzado por mil demonios salió corriendo hacia uno de los asaltantes empuñando firmemente el metal con ambas manos. Su golpe fue en vano ya que se perdió en el aire. No así la reacción de su oponente que con gran habilidad desenfundo una de sus dagas y la clavó en el torso del joven Isidore. La herida era profunda pero el niño no se daba por vencido y la rabia inundó su pensamiento.

Ben-Jhezeri era un gran maestro con la cimitarra y lo sabía, estaba seguro de poder golpear con gran facilidad a cualquiera de esos oponentes de pacotilla. Corrió con todas sus ganas hacia uno de ellos y con un rápido movimiento descendente golpeó en el cuello a uno de los enemigos. Sangraba mucho y se taponó la herida con una mano mientras que con la otra devolvía el golpe a Ben con su cimitarra. La herida de Ben era tan solo superficial pero le dificultaba los movimientos ya que el tajo fue en una pierna.

Asteirm cabalgaba las dunas corriendo hacia otro de los bandidos, la nube de polvo y la arena que levantó para cegar a su oponente no fueron tan rápidas como esperaba ya que aquel tipo logró desenvainar su alfaljón y asestarle un golpe en la espalda antes de que él pudiera clavarle la daga. Con un rápido movimiento trató de hundirla en el torso de este, pero solo se topó con la armadura de su rival.

Asteirm no desesperó y siguió con su táctica, de su mano surgieron dos dagas, las lanzó contra un oponente que tenía cerca y una de ellas se clavó en su hombro derecho haciendo una profunda y desgarradora herida. Dejando atrás a sus oponentes corrió hacia un tercer objetivo.

Husain y Essâm llegaron ante los dos últimos bandidos de las arenas, todos se miraban desafiantes y todos ellos estaban armados con cimitarras. Los primeros en atacar fueron los bandidos, Essâm logró esquivar el golpe de su adversario, no así Husain que recibió un corte en la mejilla que por poco le sesga el cuello.

El combate continuó ya con las parejas de baile establecidas. Uno de los asaltantes se estaba batiendo con Keled, trató de golpearle con su cimitarra y lo consiguió hundiéndola varios centímetros en la carne del hadi. Pero Keled supo reaccionar y pese a que el primer golpe con una de sus dagas erró, el segundo hizo un tajo en el estómago de su adversario.

Isidore muy enfadado trató de clavar la daga en el corazón de su enemigo abalanzándose de un salto sobre él. Pero este supo reaccionar golpeando duramente con su daga en la cara al chiquillo. Una profunda herida se abrió en la mejilla del bronceado rostro de Isidore que cayó de bruces al suelo tiñendo la fina arena de rojo. Pero lejos de asustarse Isidore se levantó nuevamente para proseguir con el combate.

Mientras tanto Ben-Jhezeri seguí a lo suyo con su enemigo. Su cimitarra volvió a impactar duramente contra aquel que tenía enfrente y esta vez su enemigo reaccionó tímidamente y no acertó en su contraataque.

Una flecha surcó el cielo y se clavó en la arena junto a Keled, el arquero había fallado en aquella ocasión pero Keled sabía que era bueno con el arco ya que con anterioridad ya le había acertado nada más comenzar el combate.

Asteirm corrió a ayudar a su joven aprendiz que sólo estaba recibiendo palos de su contrincante. Trató de golpearle primero con la espada pero su cimitarra paró el golpe, su daga no logró darle en la segunda intentona y la cimitarra fue nuevamente el destino de su espada. Aquel tipo se defendía bien, pero el cuarto ataque fue fructífero ya que la daga de Asteirm se clavó en el hombro de aquel matasiete causándole una profunda herida. Sin embargo el tipo del alfaljón no se había olvidado del asesino y corrió hasta él cargando con su portentosa arma y la hincó nuevamente en la carne del extranjero. En el rostro de aquel tipo se veía la satisfacción por su acción.

Mientras tanto Husain y su adversario seguían en su particular duelo, ambos acertaron en esta ocasión pero las heridas del hadi fueron más importantes que las del bandido. En cambio Essâm si supo defenderse y además golpeó duramente a su enemigo en el estómago.

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01/08/2019, 16:07
Asteirm

Había iniciado el ataque a gran velocidad, más de lo que sus adversarios esperaban. Se lanzó al ataque contra uno de ellos intentando levantar una nube de arena. Pero la arena de aquel lugar era más pesada y gruesa que las finas dunas de su patria, por lo que su intento de cegar al oponente falló y este detuvo su ataque. Sin dejarse amilanar por este simple fallo, de su mano surgieron dos dagas. Apuntó a ciegas, recordando donde estaba el enemigo y calculando que no se hubiera movido. La primera daga había fallado, lo que significaba que se había movido de la posición en la que estaba, pero la segunda acertó y eso sirvió para que el guerrero descubriera su nueva posición mientras se desentendía del hombre del alfajón y corría hacia el muchacho, que era el que peor lo llevaba. Tan solo el último golpe acertó en el enemigo.

¿Acaso perdía facultades? ¿Acaso había perdido práctica? Solo había acertado dos golpes, aunque bien dolorosos para sus oponentes. Se estaba oxidando. Tanto tiempo en el mar, tanto tiempo sin poder pelear habían entumecido sus músculos. Tendría que entrenar de alguna manera, si esto le hubiera ocurrido delante de su objetivo, si este simple fallo hubiera ocurrido cuando encontrase a su objetivo, seguramente la habría perdido y esta hubiera escapado con vida, volviendo a repetirse la misma historia y volviendo a perseguirla por medio continente y quien sabe si tendría que volver a embarcarse por si ella decidía huir a uno nuevo.

La aparición de aquellos asaltadores de caminos le serviría para entrenarse. Apenas había dado uso a sus nuevos guantes y aún tenía que acostumbrarse a sus propiedades. Era fácil su manejo, no tanto el acertar a sus adversarios.

Absorto en tales cavilaciones, recibió un tajo en la espalda. Apretando los dientes, separó la mano izquierda del hombre al tiempo que la daga que había clavado en su hombro desaparecía. Siempre lo hacían, y Asteirm nunca se planteó el porqué. Tomó la espada con ambas manos y se giró para golpear al hombre del alfanjón con todas sus fuerzas, un tajo oblicuo de arriba a abajo. No habiendo terminado el movimiento, invirtió la trayectoria en un golpe ascendente siguiendo la misma línea del golpe anterior. Sin esperar a que su golpe hiciera efecto, invirtió la espada y trató de hundirla en el hombre herido que había dejado a su espalda.

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01/08/2019, 16:09
Narrador

Aquella cimitarra volvió a golpear a Keled con suma dureza. Esta vez había provocado un profundo tajo en el brazo derecho del hadi con lo que le sería mucho más difícil responder a su adversario con la misma moneda. Así fue, trató de incrustar una de sus dagas en el cuerpo del asaltador de dunas, pero con suma agilidad desvió de una patada el golpe. Pero al hacer eso cometió un fallo ya que descuidó su lado diestro y Keled no lo desaprovechó rasgando la piel de su enemigo con la daga que portaba en su siniestra.

Las dagas de Isidore y su adversario se tanteaban primero fue el joven quien amenazó con un rápido movimiento que su enemigo esquivó saltando un paso atrás y escondiendo su estómago. Rápidamente reaccionó para no parecer temeroso del chiquillo y con un hábil movimiento trató de rajar el cuello de Isidore. Con suma velocidad el niño se agachó dejando pasar el brazo de su enemigo sobre su cabeza.

Mientras tanto Asteirm luchaba a la espalda del adversario de Isidore, quein era priori el más peligroso de los saltantes. Su manejo del alfaljón era cuanto menos prodigioso y un arma como aquella en unas manos tan entrenadas era mortal. Pero al ser un arma de tanta envergadura se hacía difícil defenderse de alguien tan veloz como aquel asesino. El primer golpe de Asteirm impactó contra el metal de su enemigo pero el segundo si se clavó en la clavícula del mercenario. La sangre manó de aquella herida a borbotones anunciando una muerte segura si seguía peleando, pero no se rindió. Asteirm se veía en el compromiso de ayudar a aquel chiquillo que pretendía seguirle a donde fuera necesario y con un veloz ataque, que casi fue un acto reflejo, incrustó su arma en la espalda del enemigo de Isidore.

Pese a sus terribles heridas, el asaltante que estaba en duelo personal con Asteirm, agarró con fuerza su alfaljón y le atacó. Su golpe casi partió el arma del asesino, y al ser desviada no seccionó le brazo pero si le arrancó un buen trozo de piel y una herida peligrosa asomó en el brazo izquierdo del contratante de los hadis.

El arquero enemigo cargó una nueva flecha en su arco y tras tensar la cuerda y apuntar contra Ben-Jhezeri la soltó. La saeta se clavó en la arena muy alejada de su objetivo. Sin percatarse de nada Ben atacó con su cimitarra a su enemigo dando una acrobática vuelta sobre su eje que despistó por completo a su rival. La cimitarra se clavó nuevamente en el costado derecho del asaltante que tan solo reaccionó tímidamente devolviendo un golpe con su arma, que, sin problemas, fue interceptada por la cimitarra de Ben.

Husain y Essâm luchaban espalda contra espalda en un lento combate, los aceros de sus enemigos golpearon contra sus armas pero el de Husain acertó en su adversario, no así el de Essâm que iba a necesitar ayuda para librarse de su enemigo si las cosas seguían así.

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01/08/2019, 16:12
Asteirm

El tipo estaba siendo duro. Apretando dientes, el extranjero movió la espada en un falso amago para desviar la atención de su enemigo hacia el lado derecho, mientras movía los dedos de la mano izquierda para comprobar que no había cortado ningún tendón. Una vez estuvo seguro, se concentró en la mano, donde una nueva daga apareció en ella. En dos rápidos movimientos clavó tres veces la daga en el costado del hombre mientras usaba la espada en la diestra para desviar el enorme alfanjón.

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01/08/2019, 16:13
Narrador

El combate entre las dos dagas de Keled y la cimitarra de su adversario seguía siendo muy igualada. La cimitarra del asaltante pasó a varios centímetros de su rostro cortando un mechón de pelo del hadi. Sin duda se arma estaba afilada.

El primer golpe de Keled volvió a clavarse en el aire pero su mano izquierda volvió a arañar el cuerpo de su enemigo, que poco a poco y a un ritmo constante recibía más y más golpes. Eran no más que pequeños picotazos, pero si seguía así acabarían con su vida.

Mientras tanto Isidore y su adversario seguían andando en círculos el uno pendiente del otro con las miradas fijas y la tensión a flor de piel. Isidore aún no había dañado a su enemigo pero este no se fiaba del chiquillo. De pronto lanzó un zarpazo sobre el niño que este esquivó con rapidez tratando a la vez de hincar su daga en el cuerpo de su enemigo. Los dos ataques fallaron.

Pero era el turno de Asteirm. Por fin iba a demostrar el gran nombre que se había forjado en su continente natal. Logró cegar a su enemigo con un nuevo truco y con dos rápidos movimientos se deshizo de el bandido que acosaba a Isidore. Este cayó sobre la fina arena fulminado. No acabó allí su acción, dándose media vuelta una nueva daga apareció en su mano y esta fue a parar directamente al cuello del sanguinario bárbaro del alfaljón que también se derrumbó contra el desértico suelo.

Por otro lado Ben-Jhezeri esquivó el ataque de su adversario agachándose casi hasta tocar el suelo con sus posaderas y en ese mismo movimiento golpeó duramente en las piernas de su enemigo que se derrumbó encima suyo. El movimiento de Ben fue doblemente útil ya que el arquero que estaba disparando contra él erró en el tiro y clavó su flecha en la espalda de su compañero.

Ben se levantó y empuñó su arma en busca de un nuevo objetivo a abatir. Mientras tanto el ya vencido pedía clemencia arrodillado a los pies del triunfador.

El duelo personal entre Husain y Essâm se saldo de nuevo con pocos cambios, el golpeteo del metal contra el metal era continuo y tan solo Husain, de nuevo, pudo rasgar las carnes de su adversario.

En clara inferioridad numérica y con graves heridas en dos de los cuatro asaltantes que aún quedaban en pie. Uno de ellos habló por el resto.

- ¡Invoco el Alhija! - Dijo bandido del arco.

- ¡Señor, pide un trato! - Le comentó Ben-Jhezeri a Asteirm acercándose hasta su posición.

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01/08/2019, 16:15
Asteirm

La daga se disolvió con el último golpe, desapareciendo como siempre hacían una vez finalizado el ataque. El extranjero observó cuantos enemigos quedaban en pie y descubrió que quedaban bien pocos. Fastidiado, invocó una nueva daga en la palma de su mano, pero el grito de uno de los asaltantes detuvo momentáneamente el lanzamiento. Aún con sus armas en las manos y en la misma actitud de amenaza, preparado para un nuevo ataque, miró a su guía.

- ¿Un trato? - preguntó extrañado. Torció el gesto con desagrado, mientras envainaba su espada. Miró al tipo de arco y movió la mano izquierda contra él hasta tres veces, saliendo tres dagas de sus manos listas para impactar contra él. - No hago tratos con aquellos que han intentado matarme - siseó con frialdad. Luego miró a Ben. - ¿Quién nos ha atacado y por qué? - aunque al parecer estaba desarmado, nada más lejos. Movió los dedos de las manos y en sus palmas se convocaron dos nuevas dagas, listas por si alguno de aquellos infelices osaba atacarlo.

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01/08/2019, 16:17
Ben-Jezheri

El arquero logró esquivar dos de las dagas que volaron hacia él. Pero la tercera se clavó en su pecho haciéndole caer contra el suelo junto a un agonizante grito de dolor.

El asombro de todos los presentes se hizo eco con un asombrado murmullo. Aquel tipo había roto el Alhija, y parecía que era algo que les molestaba a la vez que les asustaba.

- Señor, no debería haber roto la tregua. Los dioses del desierto castigan a aquellos que no respetan el Alhija. - Dijo Ben al oído del asesino. - Mis hombres son creyentes y respetan las tradiciones. Además estoy seguro de que estos bandidos pueden sernos de utilidad en el futuro. Estoy convencido de que se pondrían a nuestras órdenes si usted se lo reclama. - Concluyó Jhezeri.

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01/08/2019, 16:18
Asteirm

El asesino hizo desaparecer las dagas de sus manos con un movimiento tranquilo, mientras le hacía señas a Ben para que les diera la espalda al resto del grupo. Disimuladamente, lo agarró de la pechera de sus vestiduras mientras apuntaba con una de sus dagas invocadas al cuello del guía.

- Nadie que se atreve a atacarme, merece segur viviendo. El desierto, amigo Jhezeri, es mi vida, mi hogar... mi elemento. Los dioses no tienen dominio sobre los mortales y dudo que alguien que ataca a un grupo de viajeros en pleno desierto, respete o incluso se atreva a respetar a alguna deidad - soltó al guía y la cuchilla se desvaneció en el aire. - Así que presumo que deberíamos matarlos a todos.

Se giró de nuevo a los asaltantes, mientras el guía trataba de recomponerse del susto y se acariciaba el cuello nervioso. Él extranjero pagaba, pero Ben no estaría dispuesto a dejar que los dioses cayeran sobre ellos por una ofensa a su cliente.

- Sin embargo, espero que estos señores, por su bien y por el de los dioses, nos acompañen hasta el otro lado del desierto y nos protejan durante el camino de los posibles asaltantes. Si no... - alzó una mano con una grácil floritura y una daga de hoja roja brilló amenazadora. - ... no serán los dioses los que acaban con ellos.

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01/08/2019, 16:19
Ben-Jezheri

Ben-Jhezeri sonrió tras las palabras de Asteirm. Era un tipo orgulloso pero había entendido que si faltaba al Alhija las consecuencias serían nefastas. Ben no era el más devoto de los seguidores de las tradiciones del desierto, pero si sus hombres. Con la ayuda de siete nuevos soldados del desierto les sería mucho más fácil atravesarlo y nadie atacaría a un grupo tan numeroso.

- Mi señor acepta el Alhija. Por favor no tengan en cuenta la rotura de la tregua. Mi señor no es de aquí y no conoce nuestras costumbres. El vencedor pide al vencido su ayuda en la tarea de atravesar el desierto. – Anunció Ben-Jhezeri.

El guía asumió el mando de la expedición, explicando a los asaltantes que el extranjero no conocía las costumbres del lugar. El hombre hizo desaparecer la daga de su mano lanzando una última mirada de advertencía a Ben. Él no debía pedir disculpas por lo que había hecho; por que él no había atacado a un grupo de viajeros. 

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01/08/2019, 16:20
Ghâlib el-Dûm

- Y los vencidos responden a los vencedores positivamente. – Dijo el hombre que había sido herido en última instancia por la daga de Asteirm. – Mi nombre es Ghâlib al-Dûm estos y mis hombres son Ziyâd, Yâsîn, Naced, Mussaffaq, Rabah y Saqr. Estamos a su servicio hasta que el desierto ya no se encuentre bajo nuestros pies. – Concluyó el líder de aquella banda.

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01/08/2019, 16:21
Narrador

Essâm se encontraba junto a Bard. La flecha que había iniciado el combate se le había clavado en el cuello y se estaba desangrando. El hadi logró sacar la flecha del cuello de su compañero y taponar la herida rápidamente. Más le costó a Mussaffaq tratar a sus dos compañeros caídos, Nâzed y Rabah, pero finalmente logró que no murieran esa mañana.

Isidore aún tenía la daga de Asteirm en la mano y cuando este se acerco, aunque más bien le pillo de camino hacia su montura, el chico le tendió el cuchillo como si le estuviera entregando una ofrenda a un dios. El extranjero recuperó su arma y la colocó en la vaina del cinto, dando una palmadita en la cabeza del chico que este interpretó como un "Buen trabajo".

La marcha se reanudó sin más demora. Al extranjero no le gustaba la forma en que las lealtades habían cambiado rápidamente. Unos habían asaltado a unos viajeros y los viajeros les permitían ir con ellos. Las lealtades cambiaban con la misma facilidad que en su tierra. De ahí que estuvieran continuamente en guerra. Los heridos montaban sobre los camellos y Asteirm compartía montura con isidore. Ben-Jhezeri marcaba el camino junto con Ghâlib. Mientras el resto marchaba atrás escoltando al contratante.

Nuevamente cayó la noche sobre el desierto, pero hoy no dormirían a la intemperie. Los asaltantes le habían llevado hasta unas montañas rocosas que venían de camino. Decían que estaban repletas de cuevas y que era allí donde vivían junto a sus familias. Y decían la verdad. Lo que parecían unas simples montañas deshabitadas eran unas cuevas que cubrían prácticamente todas las necesidades de sus pobladores. Ya en la cena Isidore se sentó junto a Asteirm y a su izquierda Ben-Jhezeri y Ghâlib el-Dûm mantenían una conversación.

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01/08/2019, 16:22
Ben-Jezheri

Ghâlib el-Dûm… ¿Sabes que tienes nombre de monarca? – Preguntó Ben-Jhezeri.

¿Nombre de monarca yo? ¡Menuda tontería! Dime, ¿Por qué crees eso? – Preguntó el líder de los asaltadores.

Mi padre sirvió a la familia real cuando su linaje aún reinaba en occidente. Antes de que el Emperador arrasara con todo. El murió en aquella guerra… Mi madre me dijo que el hijo del rey había sobrevivido. Que había sido enviado a un lugar donde no pudiera ser encontrado nunca. El linaje el-Dûm es linaje real. Nunca creía del todo las historias de mi madre, pero podrían ser ciertas. – Contó Jhezeri.

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01/08/2019, 16:23
Isidore

¿Te ha gustado mi forma de pelear esta mañana? – Le preguntó Isidore a su maestro.

Mientras tanto Asteirm estaba más centrado en la conversación de Ben con Ghâlib que en lo que le tuviera de decir aquel niño.

 

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01/08/2019, 16:24
Asteirm

Acamparon al resguardo de unas cuevas donde vivían las familias de los asaltantes. Sumido en su mutismo particular, el extranjero estudió el lugar con ojo crítico, como solía hacer siempre que llegaba a un nuevo lugar y debía pasar la noche allí. Los hogares de los caminantes de dunas estaba lo suficientemente habilitados para que pudiesen vivir cómodamente. Por supuesto, la mitad de cosas que allí habían debían de haber pertenecido a los viajeros que cruzaban el desierto.

Llegó entonces la pregunta de Isidore, quien se encontraba al lado del extranjero, pegado, como siempre, a su sombra. Asteirm masticaba distraído parte de su cena, escuchando a su guía y al líder de los nómadas hablar sobre la posible sangre real de este último.

Eso no era pelear, era lanzar golpes al aire con la esperanza de acertar alguno... - contestó el extranjero al muchacho una vez estuvo seguro de que la conversación no le concernía lo más mínimo.

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01/08/2019, 16:31
Isidore

- ¡Pero si logré golpearle! - dijo convencido. Asteirm suspiró para no lanzarse sobre el muchacho. Este se cruzó de brazos y arrugó la frente, mirando detenidamente al hombre. Luego se relajó. - Y... ¿dónde escondéis todas esas dagas que lanzáis? - preguntó al cabo de un rato. Era obvio que el chico lo había estado pensando todo el tiempo.

 

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01/08/2019, 16:31
Director

- Aquí - dijo Asteirm levantando la mano. Isidore contempló la mano de su maestro como intentando ver más allá del guante. Asteirm chascó los dedos y en la palma de su mano apareció una pequeña daga, que entregó a un Isidore tan sorprendido, que su mandíbula casi tocaba el suelo. La tomó con cuidado y la estudió. Era más pequeña que una daga normal, sin guarnición, y más fina y afilada. El mango era de hueso oscurecido y la hoja era negra con un intrincado dibujo de nervios de color rojo que brillaba como la sangre. - Ten cuidado - advirtió el guerrero. - Su hoja... es peligrosa - demasiado tarde Asteirm apartó la mano del chico cuando este acarició el filo con sus dedos, pinchándose. Al instante siguiente la daga desapareció y el joven empezó a marearse y cerrar los ojos. - Tsk... te lo dije - se quejó el extranjero tomando al joven y tumbándolo a su lado.

- ¿Qué... qué me pasa? - preguntó medio inconsciente.

- Nada, simplemente la hoja te ha debilitado. Su efecto pasará en unas pocas horas - explicó poniéndole una manta por encima. - Ahora duerme y calla o te pincharé con otra daga.

Obediente, el chico cerró los ojos y se durmió. Asteirm se fijo entonces en su guía y el asaltador de caminos, que seguían charlando animadamente. Se dio cuenta de que su vaso estaba vacío y buscó con la mirada la jarra para servirse, pero antes de poder hacerlo, una jovencita aparecida de la nada le llenó el vaso dedicándole una sonrisa. Tenía el pelo oscuro y brillante y los ojos negros y profundos. Asteirm oyó las risas flojas de algunas mujeres que los estaba mirando y vio como la muchacha se sonrojaba y apartaba la mirada. Secamente, Asteirm murmuró un sombrío gracias y bebió. La mujer se marchó demasiado avergonzada para contestar.

- Si lo que Jezheri insinúa es cierto, deberías probar a recuperar tu reino en vez de vivir asaltando caminantes en medio de tormentas de arena - dijo el extranjero al el-Dûm. - ¿Qué hubiera ocurrido si yo no hubiera aceptado la tregua? Simplemente habrías muerto en pleno desierto y entonces... ¿Quién cuidaría de todos ellos? - sermoneó. Le fastidiaba tener que sermonear de esa manera cuando le importaba un ardite lo que allí ocurriera. Él solo necesitaba llegar hasta Sundalla. A su lado, Isidore se revolvió rumiando en sueños. - Algún día vendrán gentes menos comprensivas y os mataran a todos. Luego vendrán aquí a forzar a vuestras mujeres y a vuestras hijas, y se llevarán a vuestros hijos para venderlos como esclavos - explicó tranquilamente, sin nada de pasión en sus palabras. - Y entonces, ¿dónde estarán esos dioses para castigar a los traidores del Alhija? Aunque supongo, que todo eso ya lo sabéis... - se encogió de hombros.

Aquello ni le iba ni le venía. De hecho él solo estaba de paso. Dejó el vaso a un lado y miró distraidamente a un lado. No se sorprendió al encontrar a la muchacha que le había servido el vaso mirándolo con atención. Demasiada atención. A su lado, Isidore dio un respingo murmurando entre sueños que mataría a aquel desgraciado. El extranjero se levantó y salió de aquella cueva, dejando al guía y el destronado rey para que hablaran de lo que tuvieran que hablar, mientras sentía la mirada de la mujer sobre su espalda.