Partida Rol por web

Artin no había tenido tiempo ni de reaccionar. Apenas la pequeña pícara había abierto la puerta todo había ido rápido, demasiado rápido para su gusto. Como solía ocurrir.

Apenas había tenido tiempo de afirmar su lanza en una posición defensiva, indecisa entre echar mano de la ballesta o lanzar rápidamente un conjuro cuando el grito de Mircea pareció marcar un antes y un después: uno de los ardites estaba en el suelo, muerto, y el otro se alzaba ante ellos firme... pero visiblemente reacio a ello.

Sin soltar la lanza, Artin habló.

- Dices que tu Rey quiere vernos, ardite, pero, ¿Para qué quiere hacerlo? ¿Sabe porqué hemos venido? Y de ser así, ¿cómo podemos saber que garantizará nuestra seguridad? Comprenderás que nos sabemos en terreno enemigo, y por lo tanto, reacios a desarmarnos. Así que danos una buena razón para proceder como nos pides.

 La criatura entorna sus negros ojos y se queda unos segundos pensativa. Despues vuelve ha hablar.

-Rendios. El rey quiere veros, no entendemos por que nos atacais. Nos defenderemos si nos haceis daño. Nuestro Rey quiere veros. Explicaos ante él.

Me he retirado del combate hasta un rincón para examinar la herida, mi muslo izquierdo sangra con profusión por la cara exterior, barrunto que este corte necesitará puntos. ¿Qué pasa, por qué mis compañeros no han despachado ya a este monstruito? Mostrándole la dentadura, le espeto:

-¡Sois unos secuestradores! ¿Dónde está el humano al que arrebatasteis en la superficie? ¡Dejasteis lisiado a su padre!

Pero una punzada de dolor me hace sorber el aire, uso la espada a modo de bastón.

Gog escuchaba observaba inquieto lo que sucedía a su alrededor. Con el hacha fuertemente agarrada, esperaba el más mínimo señal para saltar sobre aquella criatura.

Aun con todo permanecía atento a como se desarrollaba la situación, a lo mejor sacaban algo claro de aquella conversación, aunque no estaba convencido de aquello.

- Maldición! Gruñó para si mismo. - Necesito un maldito trago...

Mantengo mi arco en alto preparado para disparar en caso de que fuera necesario. Me doy cuenta que Mircea se ha apartado un poco. Me fijo que todos están atentos a lo que ocurre y me acerco despacio a él.

-Déjame echar un vistazo anda-le digo mientras hecho un ojo a la herida que le han hecho.

Después de mucho mirar la herida comienzo a vendarle con cuidado de no hacerle excesivo daño.

-Poco más puedo hacer, compañero. Sólo vendártelo un poco y esperar a que puedas descansar-le digo amablemente-. La verdad es que estás teniendo muy mala suerte en esta aventura, pero no te preocupes, todo saldrá bien, se te curará.

Dicho esto me alejo un poco y vuelvo a levantar mi arco y me vuelvo a poner en guardia por si tengo que soltar alguna flecha.

-Gracias, Reithar. Tengo escuchado que en algún imperio del árido sur existe la costumbre de envolver con vendas los cuerpos de los difuntos. Qué calamidad, en una de esas momias acabaré convirtiéndome… -le he susurrado al explorador.

 De pronto un gran grupo de Ardites aparece por el tunel y os rodean. Todos os apuntan con sus lanzas pero no os atacan, de nuevo su voz suena al hunisono como un coro infernal.

-Rendios, nuestro rey quiere veros.

Alaina piensa durante un instante en la situacion actual y en un segundo llega a una conclusion.

Un rey de lo que sea tiene que estar forrado!!! dinerito para mi pobre y vacía saca!!!!

Estamos dispuestos a parlamentar con vuestro rey siempre que se asegure nuestro bienestar y aclaremos la situacion del otro joven humano!!!!

Alaina mira a sus compañeros esperando que no se enfadaran mucho por su costumbre de poner en su boca palabras que no dicen.

Total si no estan de cuerdo que ataquen!!!!!!

Gog miró a su alrededor algo sorprendido, pero una sonrisa se dibujó debajo de su poblado mostacho.

- Ahora si, ahora si que merece la pena rendirse. Y con ojos vivarachos miró a sus compañeros. - Hubiera sido todo un deshonor deponer las armas frente a una insignificante alimaña. Ahora, por el contrario, esa opción no parece tan descabellada.

El enano adoptó una posición arrogante y decidida. - Aunque si lo preferís, estimados camaradas, podemos vender muy cara nuestra piel.

Me mantengo sin bajar el arco y con la cuerda tensa con una flecha preparada para ser disparada en caso de que sea necesario.

-Amigos, no debemos olvidar que estas criaturas capturaron al hijo de aquel buen hombre... y no parecen querer decirnos dónde está-les digo recordando el estado de aquel pobre hombre.

No es que quiera poner resistencia, pero realmente no me fío en demasía de estos pequeños seres que parecen simplemente ser dirigidos por su rey.

-Podemos ir a ver a su rey... pero mi arco vendrá conmigo vaya dónde vaya-les aseguro.

Artin, lanza en Ristre, escucha a sus compañeros en silencio. Al igual que ellos tiene la sensación de que hay gato encerrado en este asunto, de que no es muy natural que aquellas criaturas estén a la defensiva y les exijan una rendición prematura para ir a parlamentar con un rey del que no tenían noticia.

Sin embargo... ¿Qué otra cosa podía ser? Chasqueó la lengua, desagradada.

- Llevadnos hasta vuestro rey, Ardites. No soltaremos las armas, pero tampoco las esgrimiremos en vuestra contra si no nos dais motivo para ello.

Y para demostrarlo, baja la lanza, adoptando una postura menos amenazadora aunque en guardia. Sospechaba que si las pequeñas bestias seguían insistiendo en que se rindieran, más temprano que tarde acabarían lanzándose al ataque...

"Esto puede ponerse feo..." - piensa, mientras tanto, echando mano de una de las bolsas de su cinturón. De ella, con toda parsimonia, extrae un pedacito de cuero curado. Sin dejar de observar a los ardites, se concentra un instante y empieza a murmurar algunas palabras, mientras que se frota el brazo que sostiene la lanza con la mano del otro, como si tuviera frío. La fuerza del conjuro se arremolina un instante antes de empezar a envolverla con su protección. - "Toda precaución es poca"

Gog asintió, aunque a regañadientes, ante las palabras de Artin, pues también tenía cierta curiosidad de hacia donde les llevaría aquel encuentro.

Con ceño fruncido guardó su hacha, y cruzándose e brazos, esperó, si aquellas criaturas tenían a bien, que les condujeran ante su rey.

- Por mis barbas que necesito una maldita copa, mejor dos malditas copas. Murmuró algo malhumorado.

 Al ver a la maga murmurar y acto seguido un remolino plateado ceñir su cuerpo los ardites se empiezan a poner nervisos. Muchas voces se interrumpen las unas a las otras a su alrededor, incluso alguno de ellos amenaza con la lanza ha Artin sin llegar a pincharla. 

-No, armas no. Vosotros podeis atacar a nuestro rey. Vosotros le habeis matado-dicen al unisono de nuevo mientras algunos señalan el cadaver del ardite al que mato el enano.

Estoy bajando el arma cuando de repente todos comienzan a levantar sus armas contra Artin sin llegar a herirla. Rápido comienzan a hablar y comentar. Bajo mi arco y miro a mis compañeros después de ver el cuerpo inerte del ardite en el suelo.

Artin no ha hecho más que protegerse, pero parece que esos seres no están acostumbrados a la magia.

Interrogo a mis compañeros con la mirada.

-Gog, tendrás tus copas cuando salgamos de aquí, porque saldremos de aquí-le susurro al enano.

La algarabía que se ha montado en un instante a su alrededor supone la gota que colma el vaso en la paciencia de Artin. De algún modo, aquella cacofonía de voces diciendo lo mismo al unísono puede con ella...
Con un gesto desdeñoso aparta la lanza que más se había acercado a ella, y responde al movimiento empuñando de nuevo la suya y señalando con ella al mocoso que un instante antes estaba solo, y que había decidido tratar como cabecilla del grupo por el momento.

- Escúchame bien, mequetrefe, por que no voy a repetirlo: puedes llevarnos ante tu rey y hablaremos pacíficamente con él o puedes acabar tú y los demás como él. Nosotros estamos dispuestos a hablar, pero será bajo nuestras condiciones, así que escoge: o nos acompañas hasta tu rey, o encontramos nosotros mismos el camino por encima de vuestros cadáveres.