Partida Rol por web

 Nadie ha hablado de eso. Lo que os estamos preguntando es ¿por que el chico debería volver a su casa?-dijo sentenciando la reina ardite.

Artin volvió a mirar a la reina, a la cual correspondió con un respetuoso asentimiento de cabeza cuando defendió a su chamán. Escuchó la conversación con el enano, y decidió intervenir de nuevo.

- ¿Y porqué no debería hacerlo, majestad? - Preguntó, a su vez. - Independientemente del interés que vos y el Rey tengan en el joven, hay un padre que le espera, herido y preocupado. Y son muchas las razones que nos hacen suponer que efectivamente el chico se encuentra aquí, empezando por ese interés. ¿Porqué os molestaríais sino en darnos a entender que el joven no quiere volver? ¿Para qué molestarse en sembrar la duda sobre si el chico se encuentra aquí o no, de no ser así? 

Artin se detuvo un instante, como tomando aire, mientras miraba a ambos monarcas. Algo no estaba bien, pero no acababa de saber el qué. ¿Por qué tanto interés en el joven? Midió con cuidado sus siguientes palabras.

- No queremos causar más problemas, majestad, pero hemos venido aquí para ayudar a ese muchacho. Si es cierto que no quiere volver con su señor padre, que sea él quién nos explique el porqué. Personalmente no veo ninguna razón por la que el joven no pueda presentarse aquí y hacer su alegato por sí mismo.

La Reina y Kamalda miraron al Rey ardite en silencio. En ese momento os disteis cuenta, el rey ardite, algo mas alto que el resto de los ardites, confuso mirandoos con curiosidad pero sin llegar a decir nada como si no entendiera muy bien que estaba pasando... ¡Él era el joven Lucente!

Kamalda se acercó a la reina y cuchichearon unos segundos en voz baja. Después la reina volvió ha hablar.

-No, si haces eso no tendremos un rey. ¡Estariamos perdidos!-dijo severa

alaina sentia cierta empatia por esas criaturas y decidio ofrecer una solucion.

si nos contais lo que aqui acontece intentaremos ayudar a solventar vuestro problema y asi redimiremos nuestro fallo.

alaina dio un par de pasos y con una dulce y sincera sonrisa hablo directamente a la reina.

Solo toda la informacion podra salvarnos a todos!!

igual logramos que tanto el padre del joven y vuestra cultura salen bien parados de esto!!!

Mis ojos se abren como platos al ver que el rey ardite es Lucente.

-Pero ¿qué...-consigo decir despues de tragar saliva.

Trato de controlar mi corazón que de repente se ha desbocado.

-Creo, joven, que debería contarnos algo, pues su amable padre está llorando la perdida de su hijo y reculta que su hijo parece estar aquí voluntariamente-mi tono cada vez parece más seco, pero me doy cuenta y rápidamente vuelvo a mi acostumbrado tono dulce y amable-. Porque... estais aquí voluntariamente ¿verdad?

Al darse cuenta de quien era realmente el rey Ardite, Gog quedó perplejo. Cualquier palabra que fuera a decir, se congeló en la boca del enano, que ya no sabía como enfocar el asunto. Por suerte para él, sus amigos y compañeros reaccionaron rápido ante tal revelación. Así que el guerrero quedó a la espera que los ardites contestaran a las preguntas y sugerencias de estos.

 El rey Ardite, los miro con los ojos bien abiertos y despues miro a la reina sin comprender lo que ocurria. Parecía estar muy confuso. La reina sin embargo habló.

-Si os llevais a nuestro rey será nuestro fin, no tendremos un rey que nos dirija.-dijo indignada- No, no puede ser.

De mozalbete, me enamoré de una actriz ambulante, una elfa del norte de porte regio, de modo que me uní a su compañía el tiempo que duró el idilio, interpretando pequeños papeles. De golpe y porrazo, aquel giro dramático me ha traído a la memoria mi estreno sobre el escenario.

Sobreponiéndome a la sorpresa, me atrevo a encajar algunas piezas cerca del oído de nuestra amiga mística:

-Son gente desvalida, me temo, que sólo en la figura de un rey encuentran propósito. ¿Viste la momia del mediano, en el piso de abajo, tratada con devoción? A ese desdichado atraparon en el pasado y lo obligaron a reinar. Creo que ese colgante dorado que el muchacho luce tiene mucho que ver.

Artin se ha mantenido en silencio, observando la situación, cavilando. Respondió al Bardo con un asentimiento de cabeza: Estaba claro que el joven Lucente no estaba allí por propia voluntad, y tal como había señalado Mircea, no parecía ser el primero, ni posiblemente fuera el último. La pregunta era... ¿Porqué?

- Majestad, sabréis disculparme, pero hay algo que debo preguntaros. ¿Porqué tiene que ser él el Rey? - Artin, con un ademán de lo más teatrero, enfatizaba sus palabras con movimientos de sus manos. Cuando le nombró, señaló al Joven Lucente directamente, señalandole. En su dedo descansaba un aparentemente basto y extraño anillo hecho de hilo de cobre, enrollado en espiral. Agachó la cabeza, como apenada, antes de continuar hablando. - ¿Por que no puede ser un Ardite quién gobierne a los Ardites?

 La criatura se quedó pensativa.

-¿Y quien podría ser? no veis vosotros mismos que él es perfecto. Su magnificencia deja en entredicho la de los otros ardites, todos lo saben. ¿Teneis alguna propuesta mejor? No lo creo, pero en cambio entrais en nuestra casa y nos atacais....

A menudo Artin se preguntaba a sí misma porqué rara vez ejecutaba sus conjuros de forma abierta, y tendía habitualmente a camuflarlos entre capas y capas de gestos cotidianos u oportunas reacciones. Rara vez había llegado a una respuesta firme y honesta, quizá por que para ella, su magia, era una herramienta más: una daga escondida en el cinturón, un dardo en la manga. Y por ello, a lo largo de los años, había desarrollado un montón de estrategias sutiles, como por ejemplo, ¿para qué iba a llevar guardado en un rincón de un bolsillo el foco que necesitaba para conjurar la comunicación silenciosa? Era obvio que sería mucho más sospechoso rebuscar el pedazo de cobre que necesitaba para ello que si lo empleaba, oportunamente, como un triste ornamento... Y cuantas veces eso les había salvado el pellejo...

Aún sin estar muy segura de si lo que se proponía iba a surtir efecto, tenía que intentarlo. Quizá la palabra del Rey significara realmente algo para los Ardites... si lograban despertarlo.

Así pues, sin dejar de señalar a Lucente después de su teatral interpretación, y con la cabeza gacha en un fingido gesto de pena para que ni el chamán ni la reina la vieran, activó el discreto y silencioso hechizo, vocalizando escuetamente palabras sin sonido. 

- Joven Lucente, ¿Podéis oírme? ¿Os llega mi voz? Despertad, Lucente. ¡Despertad y atenderme, por favor, es importante!

 En ese momento el rey ardite, Lucente, se agito en sus sitio y miro a su alrededor como si hubiese visto algo. Sus ojos negros recorrieron la estancia como si buscasen algo y dijo las primeras palabras que habias escuchado suyas en el tiempo que llevabais alli.

-¿Eh? ¿Que eres? ¿Quien me habla? ¿Que quieres?-dijo alterado y confuso. Ninguno de vosotros sabeis a que se refiere. A su vez la reina y el chaman lo miran con los ojos abiertos, sorprendidos de su repentina reacción.

Cuando Lucente habla, Artin levanta la cabeza, tan "sorprendida" como los demás, y tras mirar "estupefacta" a la reina y al chamán se gira hacia sus compañeros, como si quisiera corroborar con ellos lo que estaba pasando. Uno por uno repasa sus caras, y cuando estos la miran, guiña un ojo, disimuladamente. Si tienen memoria, sin duda atarán cabos sin necesidad de decir nada.

Vuelve a girarse, todavía con cara de sorpresa, y se lleva las manos a la cara, tapando su boca,  en un gesto de profunda incredulidad.

Una vez con el conjuro en marcha, Artin se apresta a disimular. Ya no necesita señalar al joven, por lo que ahora todo se trata de hacer saber a sus compañeros qué está pasando para que se preparen. No puede ser muy descarada, pero espera que la experiencia y pasadas ocasiones les den la pista como para saber qué está ocurriendo y la cubran.

Al girarse nuevo, oportunamente tapando la boca, vuelve a vocalizar palabras que sólo el joven podrá oír.

- Soy vuestro libre albedrío, Lucente. Soy la voz que os mantiene cuerdo, soy la voz que os ayudará ser vos mismo. ¡Liberáos, Lucente! Sois prisionero de aquellos que os idolatran como a un rey mientras que vuestro padre agoniza de preocupación. ¡Liberáos, Lucente, y luchad contra un destino que os han impuesto y no habéis escogido!

 Lucente no para de mirar a todos los lados.

-P-pero... como... ¿Que esta pasando? ¿Quien sois y quien es toda esta gente?-dice alterado levantandose de su trono.

-Mi rey, ¿que te ocurre?-le pregunta la reina preocupada- Kamalda, ¿que es lo que le esta pasando? Haz algo, rapido.

A decir verdad no solo Lucente parece aturdido. Algunos ardites se han llevado las manos a la cabeza, entre ellos Kamalda y tienen los ojos entrecerrados como si escucharan un sonido muy agudo que les hace rechinar los dientes.

Artin sigue observando la situación, exagerando más si cabe la cara de sorpresa cuando Lucente se levanta. En favor de la Reina Ardite cabe decir que tiene razón: el joven resulta imponente con la cota de malla que le han puesto... si lo comparas con los ardites, claro.

Sin abandonar su pose de "¡Oh, Diós mio! ¡Oh, Dios mio!", Artin vuelve a la carga.

- Quitáos ese colgante que con el que os subyugan, Lucente, y prestad atención: todos estos seres que os rodean os consideran su Rey, y ahora mismo todavía tenéis poder sobre ellos. Quitáos el colgante para que no coarten nuevamente vuestro raciocinio, pero esgrimid vuestra autoridad. Los guerreros que véis han venido a ayudaros, pero no es necesario luchar si podéis impedirlo. ¡Dáos prisa, Lucente! ¡Quitáos el colgante y actuad, pues vuestra vida corre peligro!

 ¡Calla!-grito Kamalda mirando a los lados.

Pero  el rey seguia hablando, mirando hacia el resto de los ardites y los aventureros, tratando de encontrar algo.

Pero el colgante...es mio...es bonito... ¿Por que me haces esto?¿Que quieres?... no se... Q-quien s... ¡No entiendo nada!-dijo confuso girando sobre si mismo, observando la sala.

Artin contuvo el instinto de chasquear la lengua, y en su lugar, mantuvo su pose asombrada. Se le estaba yendo de las manos, y lo sabía, pero ya había conseguido lo más difícil: que Lucente despertara. Era consciente de que quizá apuntaba muy alto al esperar que el joven se espabilara y reaccionara, pero no iba a rendirse por ello. En el peor de los casos, acabarían recurriendo al plan favorito de Gog, pero ella todavía tenía esperanza en evitar el conflicto directo.

- Dejad de buscar más allá de vos, joven Lucente, pues estoy dentro de vos, soy vuestra propia fuerza, soy vos mismo. Mirad en vuestro interior, recordad quién sóis y que ha pasado, y sabréis que es verdad. Debéis daros prisa, debéis actuar para defender vuestra propia vida. Nada más importante que eso está aquí en juego, y sólo vos podéis hacer algo. ¡Creed en vos! ¡Creed en vuestro padre y defendéos! ¡Quitáos el colgante y reaccionad, Lucente! ¡Tenéis que salvaros!

Algun tipo de echizo que te suene? parece encantado o drogado con hierba del sueño!!!

le susurra Alaina a Artin

Tras eso mira al rey y le habla

Estimado rey ¿ que peligro atenaza a tu pueblo ? bonito collar seguro que tiene un buen precio en el mercado negro

podemos ser de mucha ayuda......somos fuertes y versados en el combate creo que nosotros podriamos contra  todos ellos!!

Observo con seriedad la reacción de Lucente y de algunos de los ardites que nos rodean. Mi rostro empieza a descomponerse pues Lucente parece pasarlo realmente mal ante aquella situación y a mi no me gusta ver a los demás sufrir.

-Pero... ¿qué ocurre?-pregunto con absoluta incredulidad.

Me siento repentinamente angustiado y asustado, pero la sensación de impotencia es más grande por querer ayudar a ese chico y no poder hacerlo.

-Tenemos que hacer algo-les digo a  mis compañeros con voz angustiada.