Partida Rol por web

Historias de Ultratumba: El Ritual

I. El Paseo de los Reyes.

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06/12/2021, 12:47
Remo Williams

Remo sentía como si una manada de elefantes hubiese decidido desfilar a través de su cráneo. Cuando despertó le costó enfocar, como quien ajusta un lente defectuoso de una cámara rota. Finalmente logró volver a la realidad. Le habían pegado bastante en poco tiempo y se moría de ganas de devolver el golpe.

Observó la valentía de Prue, y luego la de Von Haus, con furia e impotencia. No habían podido hacer nada, y tampoco habían averiguado que había sobre ellos. ¿Más víctimas? ¿futuros muñecos que respiran? ¿ese sería su destino? ¿Los dejarían secar en aquellas cruces y los convertirían en juguetes siniestros? ¿O algo peor? El mejor escenario que se le ocurría era que los mataran rápido. Le daba la sensación de que a Prue no la matarían, habían dicho primero en subir. Von Haus no tenía mucho tiempo.

Aguardó a que se fuera el grueso de la comitiva. Sólo le había dedicado una intensa mirada a la vieja que decidía todo. No tenía sentido hablarle, nada de lo que dijera le haría cambiar un ápice sus decisiones, y seguramente esperaban que les rogaran, como muchos otros antes. No le daría esa satisfacción.

Remo se sentía orgulloso de su pasado en el boxeo. No era que tuviese un record tan prometedor, pero las nociones básicas, la experiencia y el ritmo no lo habían abandonado. Se había deshecho los nudillos contra bolsas de arena que parecían de cemento, y había recibido golpes en la cabeza que hubieran derribado a un hombre no entrenado. Le había costado mucho, pero con el tiempo había desarrollado la técnica para recibir golpes. Había sitios donde no convenía recibirlos, y otros que eran más resistentes, donde un puño podía hacerse mucho daño si golpeaba sin guante. Esos sitios utilizaría.

- Pues a mi no me tomarán vivo, cavernícola, ¿me entiendes? Prefiero morir en mis términos -le dijo al bruto que los vigilaba.

Y acto seguido comenzó a golpearse la cabeza contra la pared. No lo hizo en el lado que había recibido el golpe anterior, sino del otro. Golpes medidos, que parecieran brutales, en lo posible que sacaran sangre.

Si la treta funcionaba, no caía desmayado y el vigía se acercaba a detenerlo, intentaría rodear su cuello con la cadena, y apretar como si le fuera la vida en ello. Porque era verdad.

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06/12/2021, 21:30
Rainer Maria Holtzmann

Había sido un S.O.S. nítido y claro, pero pronto fue ahogado por innumerables ruidos y rasguños. Si era Tak, no estaba solo y no debía estar pasándolo mejor que ellos. Remo se llevó un puñetazo que lo dejó doblado y el sueño hizo lo mismo con los demás. Cuando Rainer despertaba en una suerte de duermevela, veía trozos de carne cruda y agua de un poco apetecible color marrón. Prefirió no comer ni beber, aunque su estómago le pedía a gritos un descanso. Poco bien le haría aquellas vituallas.

Pero tras varias horas entre el sueño y la vigilia, Prue los despertó a todos con sus gritos, alertándolos de que había llegado la hora. A Rainer le extrañó la forma en que trataban a Prue: a pesar de que ella se había ofrecido como primera víctima, no la consideraron como tal, sino que el que debía subirse a la cruz sería Von Haus, no Prue. Cuatro cruces: Von Haus, Remo, Rainer y Tak. Prue no sería sacrificada. Prue era la puerta, la sacerdotisa quizá. Si eso era así, ¿había algo realmente que temer?

Tened fe. Tened esperanza —susurró Rainer a Prue y Von Haus cuando salían, reforzando así las palabras que el mismo Von Haus le había dicho a la joven.

Cuando se quedaron solos Remo y él con el cazador, el texano empezó a darse de pronto cabezazos contra la pared, como si fuera un desequilibrado. Pero quizá... Quizá fuera un truco para atraer la atención de aquel animal. Rainer esperó, se preparó, estaba dispuesto a ayudar a Remo. Puso el ojo en el único objeto contundente que había allí y que no estaba en manos del bruto: el tazón del agua. En cuanto aquel hombre le diera la espalda, Rainer (que no estaba atado) agarraría rápidamente aquel tazón y trataría de abrirle la cabeza al cazador.

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08/12/2021, 00:29
Director

No ayudaron a Von Haus cuando trató de ponerse en pie. Tuvo que ser Prue quien, colocando el brazo de él por encima de sus hombres, se acopló para convertirse en su muleta. El contacto de su piel fría y temblorosa no se parecía en nada a ninguno de los sueños e imaginaciones que había tenido Von Haus días atrás. Prue estaba asustada. Las palabras de ánimo de todos no hicieron más que mella en ella.

—Pero yo no…yo…solo soy yo. Simplemente yo —confesó, cansada, aturdida como el erudito que tras dar varias vueltas a un teorema decide darlo por imposible.

Ser ella misma no tenía valor para Prue. No entendía de donde nacían aquellas esperanzas puestas en ella. La conexión que hubiera habido entre ellos la noche pasada se había licuado en una fosa séptica de dudas, miedo y terror. La muerte había llamado a su puerta y ahora pasaba a recogerlos con la guadaña, pero primero se llevaría su coraje, su dignidad, sus tesoros más preciados.

Perdieron de vista a Von Haus, a Prue y a la anciana y su séquito.

—No esperar mucho, volver ahora —dijo la mujer rubia.

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08/12/2021, 00:29
Director

Remo no esperó más que unos momentos de cortesía, lo suficiente para asegurarse de que el cortejo se había alejado lo suficiente para no poner en riesgo su plan. Empezó a golpearse la cabeza. La parte dura del cráneo contra la pared. Una buena actuación que le dejaría un chichón o dos en la frente. El cazador corrió hacia él, apremiado por lo que veía. Quizás no había entendido las palabras de Remo pero había visto la decisión en sus ojos, y aquellos actos primitivos de violencia estaban incluidos en el lenguaje que comprendía. Llegó a Remo dispuesto a impedir su suicidio. No era allí donde se suponía que debía morir.

El camionero fue rápido, fintó a un lado, arrastró la cadena con él y la enrolló alrededor del cuello del cazador. La tensó. El bruto empezó a moverse, descubierto el ardid, como un pez en una red. Remo se pegó a él, colocó las rodillas en la espalda cuando fue alzado del suelo. Fue zarandeado a un lado y a otro. La cadena quemaba en las manos. Le escuchó gruñir. Tenía la fuerza de un toro. Resoplaba por la nariz, furioso, mientras agitaba el garrote tratando de alcanzar a Remo. El camionero, que había estado en más de una pelea, sabía que no iba a aguantar, que en cualquier momento saldría despedido contra la pared y entonces esa bestia con forma de hombre le reduciría.

Apareció Rainer. Él no sabía tanto de peleas. Era un erudito, un hombre de fe. Un pensador. En su mano llevaba el tazón del agua. Usó todas sus fuerzas para golpear la cabeza del bruto quien, tras el primer impacto, miró incrédulo a Rainer. Remo tiró más de la cadena, el académico colocó un segundo golpe en la cabeza del bruto. Un hilillo de sangre brotó de ella. El cazador apretó los dientes. Rainer estrelló el cuenco contra su cabeza por tercera vez, rompiendo el cuenco en pedazos. Un último estertor, la mirada furiosa apagándose, tornándose blanca. El coloso se resistía a caer.

Rainer saltó sobre la espalda de aquel hombre para ayudar a Remo a domeñarlo. Tras unos tensos segundos el cazador dejó de moverse. Muerto o inconsciente, lo mismo daba. Estaba fuera de juego. Ambos hombres estaban sudando, jadeaban. Especialmente Remo. Aquello no había sido una lucha a brazo partido contra un hombre, aquel tipo era una bestia. Un animal. Y había más fuera.

Rainer salió a echar un vistazo* mientras Remo se reponía. Subió por las escaleras hasta llegar al piso bajo. Echó un vistazo. La primera salita era una especie de recibidor, sin puertas, donde se encontraba el armero. El armario, con puertas de cristal, se encontraba cerrado. Tanto el candado de las puertas de cristal como la cerradura del mueble de abajo tenían un grabado antiguo de un sabueso. Rainer solo se asomó un poco, no quería ser visto. Más allá del armero se encontraba el salón de aquella cabaña. Una habitación amplia con una mesa enorme. Había restos de comida, chaquetas y velas. Y dos cazadores. Uno de ellos de espaldas a él. Otro de frente. De asomarse, de querer acercarse al armero, el segundo lo vería sin duda.

Aparte, no sabía si había más hombres en el salón que él no pudiera ver ya que desde su posición era incapaz de controlar toda la sala. Sí que pudo ver la puerta de salida y una de las ventanas. La tarde moría, el crepúsculo resbalaba con tonos anaranjados sobre las copas de los pinos. Habían hecho fogatas fuera, enormes fuegos. Le pareció escuchar como entonaban una especie de canción ritual.

La otra opción era subir al piso de arriba. Allí, al menos, no había guardias.

 

 

Notas de juego

*Adelanto un poco para que sepáis lo que hay y podáis hacer un turno en consecuencia.

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08/12/2021, 00:30
Director

Prue temblaba con cada paso. El miedo se había ido filtrando en ella como el agua dentro de la tierra, llenando grandes acuíferos de terror, ahogando todo valor, toda decisión. Lo único que podía hacer era caminar, igual que un reo de camino al patíbulo. Von Haus podía sentir o no miedo, lo que si sentía era dolor. Prue no era la mejor muleta, lo que hacía que ambos se tambaleasen contantemente. Cada nuevo paso era una temeridad, un desafío a la verticalidad.

Salieron de la cabaña. La noche aún no se había coronada soberana. La tarde agonizaba, su cadáver despertaba luminosas auroras de color naranja tras los pinos.

Aquello era una enorme explanada cercada por pinos. La mayoría de esas extrañas gentes se encontraban allí, mirando al bosque, la mirada perdida y devota a partes iguales, entonando unas siniestras canción. Era un ritual.

Había hogueras aquí y allá, del tamaño de un hombre, colocadas estratégicamente para iluminar el camino hacia las cuatro cruces. Espantaban el frío, llenaban de calor y desesperación a los condenados. Los tres brutos que los acompañaban fueron uniéndose a sus compañeros, alrededor del fuego, mirando siempre hacia el bosque, hasta que solo las mujeres y Von Haus siguieron caminando.

—Va a venir ¿Verdad? Esta vez no será un sueño. Esta vez será real. Real —la respiración entrecortada de la chiquilla era tan trágica como las incipientes lágrimas que asomaban en sus ojos —. No me dejes, ¿Vale? No me dejes sola —estaba aterrada, su voz era una súplica.

Ya no había rebeldía, orgullo o testarudez, solo miedo. El miedo de una niña. Le apretó la mano con fuerza.

—No me dejes…hasta el final. Quédate conmigo.

El paseo se hacía cada vez más pesado. En un momento Prue tropezó con una de las rocas del camino y cayó de bruces. Con ella, Von Haus. La anciana los contempló como quien contempla a dos  perros callejeros fornicando en la calle, con una mezcla de asco, curiosidad y desprecio. La mujer rubia dio una orden. Uno de los brutos corrió hasta ellos. Levantó a Von Haus como si no pesara nada. Empezó a gritarle, a escupirle en la cara bramando en aquel dialecto entre lo humano y lo animal. La mujer rubia le increpó.

Prue se puso en pie. Su blanca túnica se había manchado de barro. La anciana dijo algo, sonriente.

—Te querrá igual, sucia o no —tradujo la mujer rubia —. Ropa no durar mucho de igual forma —añadió, de su propia cosecha.

El cazador se convirtió en el nuevo apoyo de Von Haus. Olía a tierra y a bosque, a animal. También a sangre seca y carne cruda. Cuando llegaron ante las cuatro cruces arrojó a Von Haus al suelo. El alemán se tomó unos momentos para tratar de centrar sus pensamientos. El dolor empezaba a crecer por la pierna herida. Por la otra trepaba el miedo, igual que una araña peluda con más de ocho patas.

Las cruces no era como se había esperado. Había sangre en ellas, así como restos de algo que bien podía ser piel o materia gris. Las cruces no eran planas, una de sus caras estaba cubierta de gruesas estacas de madera o grandes clavos de metal oxidado. Comprendió que allí era donde iban a clavarle, pero no iban a ser los cazadores quienes lo hicieran. Su mente recordó al ciervo.

Algo se movió en el bosque. ¿Había temblado el suelo o había sido el vuelco que había dado su corazón? Un grupo de árboles se agitó suavemente.

—Ya viene.

La noche caía, la oscuridad se desprendía del cielo como brea. Todas las miradas estaban puestas en ese punto del bosque. Era el momento. Von Haus lo vio. Prue, acostumbrada a escapar, a aprovechar la oportunidad, también. Nadie la estaba mirando a ella. No tenía grilletes. Ningún ojo estaba vigilándola. Von Haus vio como la muchacha giraba su cuerpo para echar a correr. Puede que la alcanzasen. O puede que no. Si echaba a correr tenía una oportunidad. La única. Mejor intentarlo que quedarse esperar. Estaba dispuesta a correr como nunca antes lo había hecho. Miró a Von Haus quien comprendió lo que ella iba a hacer, alentándola quizás.

Y entonces Prue cesó en sus intenciones. La oportunidad, el momento, se desvaneció. Por mucho miedo que tuviera no podía dejar atrás a Von Haus. La mujer rubia no tardó en darse cuenta de aquella posibilidad y tomó a Prue de la muñeca. Su presa era de hierro, igual que la de cualquiera de los hombres allí presentes. Ahora ya no podría escapar.

La anciana le ordenó algo al cazador. Cerca de una de las cruces había un saco con algunas herramientas que había utilizado para confeccionar aquellas cruces, como martillos o serruchos. También el bastón de Von Haus. Se lo entregaron al alemán y le obligaron a ponerse de pie. Le indicaron que debía caminar. Le empujaron, esta vez sin intención de derribarle. Al alemán pasó por delante de Prue, era la única que lo miraba, separándose de aquel grupo unos pocos pasos. Entonces notó lo solo que estaba.

Delante, el bosque se alzaba como un dios cruel y antiguo. El suelo volvió a temblar. Una sacudida. Los árboles más cercanos a uno de los lindes del bosque se agitaron con violencia mientras una enorme silueta pugnaba por salir a su encuentro.

 

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09/12/2021, 00:41
Rainer Maria Holtzmann

Tras aquella dura pelea, Rainer jadeaba y miró a Remo.

Voy a echar una ojeada ahí arriba mientras te recuperas. Buen trabajo —le dijo mientras le daba una palmada en la espalda, en reconocimiento por el trabajo hecho.

Habían conseguido sortear a uno de esos brutos, pero todavía había más. Además, el armero estaba cerrado con candado, así que deberían romper los cristales para hacerse con las armas. Improbable. La salida parecía expedita, como también las escaleras de subida al piso donde debía estar Tak, o lo que fuera que hubiera arriba. Así pues, sin pensárselo dos veces, subió a piso superior con intención de buscar a Tak o a quien hizo la señal de S.O.S. Debía ser Tak. Tenía que ser él.

Esperanza. Esperanza. A pesar de que el canto ritual continuaba fuera, Rainer tenía la esperanza de que aquello no terminaría en una tragedia, de que Prudence tenía la clave, aunque no lo supiera, de que todos ellos, los cinco, estaban conectados y eso sería su salvación. Si salían los cinco, si se volvían a unir, aquello sería su salvación.

Pensando esto, subió las escaleras en busca de Tak.

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09/12/2021, 17:13
Remo Williams

Mientras recuperaba el aliento, Remo sonreía.

Tal vez aquello no hubiera servido de nada, pero al menos se había llevado a uno de aquellos bastardos con él. Cuando dejó de moverse, se aseguró de seguir apretando la cadena todo lo que pudiese, no quería arriesgarse. Sólo deseaba que fuese alguien cercano a la bruja que los tenía ahí.

Rainer fue a inspeccionar, y Remo revisó al hombre, sus bolsillos, lo que pudiese encontrar. Desde ya que tomaría el palo que tenía, era mejor que nada. Nunca había sido muy creyente, pero si encontraba fósforos o un encendedor haría una peregrinación a donde fuese. Miró si el calzado le entraba, aunque por el tamaño de aquella mole lo dudaba mucho.

Se asomó con sigilo, aprovechando que estaba descalzo, y miró lo que pudo. Un armario cerrado. Intentó ver desde una posición segura si tenía armas adentro. Luego seguiría los pasos de Rainer hacia arriba, a ver que encontraban a quien había pedido auxilio.

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11/12/2021, 01:54
Albert Von Haus

- Lo siento piequegna... no podgrë sialvagrte... siolo podgrän hacegrlo Gremo y Grainer. - Dije mientras caminaba cargando mi peso sobre ella. No quería que me viese así, yo, su salvador, rendido y humillado por el dolor y el mono. Cada paso que daba con mi pierna dolorida, notaba como Prue se resentía al meter mi peso sobre ella. Al final acabaríamos en el suelo. - Ten fe en ellos.

Pero al salir fuera y ver lo que había, perdí mis esperanzas por completo. Eran demasiados para dos hombres solos. Aún armados con esas escopetas, solo ellos lograrían huir. A nosotros dos nos matarían antes de convertirnos en una amenaza, algo que para nada éramos en aquel momento. Yo menos, que cada vez sentía más dolor, tenía más necesidad de mis pastillas y empezaba a ver la muerte como la mejor salida de todo aquello. Aparté mi mirada de Prue pues no quería que se diese cuenta de que sentía eso.

- Sï, cgreo que viendgrä a vegr el sacgrificio pues es piagra ël. Y no, piequegna, no te diejagre sola. - Y en ese momento en lugar de apoyarme mi gesto fue más de un abrazo en sí que a penas duró un segundo. El que necesité para volver a mover mi maldita pierna inútil y dolorida. En ese momento ambos caímos al suelo, ni sé lo que pasó, solo que uno de aquellos salvajes me levantó como si fuese un muñeco de trapo, me gritó y me escupió y la mujer rubia salió en mi defensa.

No entendía la actitud de aquella mujer. Nos quería muertos, como los demás. Disfrutaba con ello. ¿Qué más le daba ya la humillación a la que nos sometiesen? Me limpié las babas del asqueroso aquel con la manga y vi como Prue se levantaba, para escuchar a la rubia hablar. Sus palabras no me gustaron nada. Había leído suficiente sobre rituales satánicos y ocultismo para conocer algunas cosas, de hecho ahí estaba la película "La semilla del Diablo", donde reflejaban parte de un ritual satánico.

¿Acaso pensaban hacer eso con Prue? ¿Hacer que esa cosa la violase y la preñase? Eso no era posible. Necesitaba un cuerpo humano para poder realizar esa acción. Quizás pudiese poseerla como podía matar, pero estaba claro que su simiente no sería compatible y no podría engendrar hijo alguno con ella. ¿Por eso la marca en la frente? ¿Por que ella era la elegida para ser la madre de lo que saliese de esa cosa o quien engendrase la vida para que ese ser pudiese nacer como humano?

Muchas preguntas, ninguna respuesta.

Y de nuevo fue uno de aquellos salvajes el que me llevó hasta las cruces, las cuales vi y miré con horror. Más dolor, pero ellos no sabían que estaba en el umbral del mío y que pronto perdería la consciencia. Pero lo que no me esperé era que me entregasen el bastón y me hiciesen caminar hacia el lugar de donde venían los pasos. Prue anunció su llegada. La había visto con la clara intención de huir y no lo hizo, no entendí el motivo y ahora seguiría formando parte de aquello.

Cuando la di alcancé rocé mis dedos con los suyos sin detenerme y solamente la dediqué una sonrisa. No quería que se llevase como último recuerdo el terror que sentía en aquel momento, pero sin duda tampoco intenso, como para no notarlo a causa del dolor. Y avancé al tiempo que aquella cosa venía hacia mí. Sabía lo que pasaría ahora. Era su presa, me daría un cabezazo y del impulso me dejaría clavado en una cruz.

La vieja mintió. No me quedaría colgado muriendo de hambre.

Cansado y dolorido me detuve a esperar a que aquella bestia asomase. El miedo era cada vez más intenso. No quería morir, pero no podía hacer nada para evitarlo. Cerré los ojos sintiendo como la naturaleza vibraba a cada paso de ese ser y se me ocurrió la idea. Solo esperaba que entendiese mi idioma.

- ¡Espegra! ¡Ya së como piodemos hacegr piagra ganagr tiodos! - Exclame al bosque. - ¡Tü has estiado en la mïa cabeza! ¡Tü viste el accidente! ¡Viste que lo cgreö! ¡No piegrdï el contgrol del coche! ¡No se cgruzö un animal! ¡Tü les oïste amenazagrme tgras miatagr a mi familia! ¡Son piodegrosos y eso quiegres tü piagra ti! ¡Mäs piodegr! ¡Te gusto! ¡Segrë un gran gueggrregro! ¡Piegro imagina ellos! ¡Yo puedo traëgrlos! - Los pasos seguían, mi adrenalina se disparaba y el miedo me hacía dudar, pero no podía dejar de hablar, no ahora.

- ¡Solo diebo volvegr a casa! ¡Cogegr el diagrio de mi piadgre y violvegr con algunas cosas! ¡Ellos se quedagran hasta que yo vuelva pogrque volvegrë! ¡Y dejagräs a mis amigos igrse de aquï a sus casas! ¡Yo me quiedagrë y hagrë que vengan y podgrë igrme cuando les tengas! ¡Ademäs, si me llievo mis cosas, mi cämagra y griabadogra, hagrë todo püblico y viendgran mäs cugriosos a este liugagr! ¡Todos quiegran vegr al vegrdadegro segnor del bosque! ¡Y tü tendgäs mäs mogrtales! ¡Cinco vidas! ¡Cinco vidas a cambio de segres que jamäs han iestado a tu alcance y miäs visitantes! ¡Sales ganando! - Y el dolor no pudo más conmigo y caí de rodillas al suelo y alcé mi cabeza al sentirle tan cercano. Ya casi le veía.

O quizás era mi mono jugando conmigo en algún hospital de Estados Unidos o todo era un mal viaje por el peor colocón de mi vida. Pronto lo sabría.

Si no me entendía, al menos esperaba que la rubia lo hubiese hecho y traducido todo a los demás, porque no se me ocurría nada para sacar a todos de aquella situación, salvo dejarles un tiempo allí y volver yo para ocupar el lugar de todos hasta que pudiese no solo entregarle aquellas cosas a ese ser, sino que además descubrir que ocultaba mi padre en su diario y vengarme de la muerte de mi familia.

- Tiradas (1)
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13/12/2021, 00:14
Director

La puerta no estaba cerrada. Rainer la empujó lentamente, evitando hacer el mayor ruido posible. Remo, tras él, se asomó también para echar un vistazo. Lo primero que percibieron fue el olor. Denso, compacto, a tumba. Una tumba que no ha permanecido silenciosa, sino que ha visto corretear innumerables escarabajos y gusanos, de un lado a otro alimentándose de carne seca y decrépita. Olía a marchito, a asilo desatendido, a hospital de campaña de Vietnam sin el aroma artificial de los medicamentos flotando en el aire. Olía como una herida abierta y gangrenada en un cuerpo en descomposición.

Era un lugar sucio, iluminado tenuemente por un sinfín de velas que había en los aparadores de los laterales. Había bancos, dos hileras, que dejaban un camino abierto hacia un altar. El altar presidia la escena. Ya habían visto otro similar. Un cuerpo, de momia, de miembros desgastados, chupados, con el torso hendido por el tiempo, descompuesto, la cabeza ladeada,, sin ojos, con la lengua carnosa colgando entre una boca sin labios. Respirando, más claramente que el primer altar que encontraron, hinchando el pecho destrozado, desinflándose.

El cuerpo estaba atado a una estaca de madera y sobre esta se erguía, a modo de corona,  una cornamenta de ciervo de tamaño descomunal, abriéndose en una docena de ramificaciones, como dos enormes manos de hueso, fundidas en un único cuerpo, que quisieran abarcarlo todo.

No era el único cuerpo. Todos los bancos estaban ocupados. El nivel de putrefacción y decrepitud no era tan grande como el cuerpo del altar. Algunos aún tenían algo de carne en sus combados huesos, otros mantenían rasgos de su rostro; pelo, jun ojo, dientes, labios. Su piel era amarillenta, llena de manchas, apergaminada. Algunos habían perdido un brazo, una mano o las piernas. Se encontraban sentados, igual que en una iglesia, contemplando el altar, exhalando palabras inaudibles entre sus labios agrietados. Una treintena, pueda que más.

Había dos figuras erguidas, dos cuerpos envueltos en harapos y en los jirones de su piel. Alguno se movía de vez en cuando. Daba un paso tambaleante y se quedaba quieto, clavado en el suelo.

El sonido que producían los cuerpos era repulsivo. El aire escapaba de sus pulmones por más de un agujero, recorriendo sus tejidos putrefactos, sus huesos carcomidos por la enfermedad y el tiempo. Al algunos arañaban la madera de los bancos con dedos descarnados, otros movían los pies en un vano intento de volver a caminar. Ya no lo harían. Sus fuerzas se habían desvanecido. Todos poseían un aspecto antiguo y demacrado. ¿Cuánto tiempo llevaban sobreviviendo esas personas?

En las paredes había grabados, dibujos hechos con el hollín de una hoguera o grabados con un cuchillo. Un gran ciervo otorgando un regalo brillante a un grupo de hombres. Unos hombres fuertes, bravos, conquistando a sus enemigos. Una celebración. Y luego, esos mismos hombres, degenerando, envejeciendo hasta el fin de los tiempos. Pues no podían morir. El regalo de aquel ser era la vida eterna. Pero el cuerpo no podía durar eternamente. Por eso no podían discernir la edad de sus captores, de la mujer rubia o de la anciana. Habían burlado a la muerte pese a que, a lo larga, sus cuerpos les traicionarían y les postrarían en uno de sus bancos.

Aquellos eran antiguos cazadores, puede que de hace cien años, puede que más, que habían aceptado el regalo. Y ahora, aún enfermos, devotos, adoraban a su dios ante aquel altar. ¿Y quién era la joya de aquel altar? El más antiguo de ellos, el que había abierto camino.

Recordaron la primera cabaña. Allí la iglesia estaba vacía pero el altar seguía en pie. La momia que había golpeado Remo era uno de aquellos hombres. De los primeros que había aceptado el regalo. Tras esos rostros hundidos había mentes, quizás enloquecidas por la situación, quizás quedas, quizás devotas.

No vieron a Tak.

Había además otro elemento discordante. Apartado en una esquina había una gruesa silla y en ella, atado de pies y mano, otro de esos cuerpos. Los huesos doblados y rotos, el rostro hundido convertido en un amasijo de oscuridad, dientes y materia gris. Le habían arrancado las uñas y sus tripas, ya secas, colgaban por sus costados, los cuales le habían abierto con una herramienta dentada. En su piel cuarteada se veían quemaduras, cortes y cicatrices. Un ojillo enrojecido parecía flotar en la cavidad que poseía el cráneo.

El ojo les miraba directamente a ellos. Sus movimientos eran torpes, lentos. Trató de mover los brazos, pero las cuerdas se lo impidieron. Entonces, empezó a golpear los pies contra el suelo. Muy débil, pero suficiente para que se le escuchase. Tres golpes largos, tres golpes cortos. Y así, sucesivamente hasta que los dos hombres entendieron el mensaje. Cuando reconocieron a su amigo, el cual sin duda estaba cuerdo, éste dejó de golpear el suelo. Logró calmarse y con un dedo nervioso, logró señalar la única petición que podía requerirles. Una vela. Fuego. El fin, la salvación.

En ese momento escucharon un disparo, fuera, en la distancia. Los hombres de abajo gruñeron, gritaron algo. Abrieron un armario y salieron corriendo dando un portazo. Ninguno de ellos era experto en armas pero reconocieron el tipo de disparo que habían escuchado; uno que solo podía hacerse con un rifle o escopeta de gran calibre, como para matar elefantes. El mismo que oyeron la noche en la que mataron a Ralph y en la que perdieron a Tak.

Notas de juego

Remo no encuentra nada en los bolsillos del tipo.

En el armero hay armas, rifles de cazador. No son armas modernas, rifles estilo de la Primera o la Segunda Guerra mundial.

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13/12/2021, 00:14
Director

Von Haus habló, propuso. Quizás porque era lo único que podía hacer salvo mantener la verticalidad con la ayuda de su bastón. Había fuerza en sus palabras, una promesa cargada con un poco de bilis. Una última oportunidad. La mujer rubia soltó una risa, breve pero contundente, golpeó al alemán igual que hubiera hecho un martillo.

—Tú no entiendes. Tú hablar sin saber. No todas vidas mismo precio. Tu vida vale más de cien, más de mil otras vidas. ¿No comprendes? Tú guardián, tú ser del otro lado —trataba de encontrar las palabras, las expresiones, pero el idioma que una vez su lengua natal se había ido desdibujando de su mente poco a poco —.  Ella elegida. Ella superviviente. El tiempo, atrás, siempre misma batalla. El bien contra mal. Luz contra oscuridad. Muchos años guerra. Tiempo acaba. Solo un ganador. Mi señor pelea bajo la sombra de la oscuridad. Ella ser heraldo, ella ser campeón de luz. Y tú su guardián, su perro, su caballero. Tú valer mil vidas. Tú no marchar. Tú morir. Como amigos tuyos. Mucho valor. Ella ser uno de nosotros. Ella ser puerta a victoria.

La anciana se estaba impacientando, increpó a la mujer rubia.

—Tu sufrimiento dar fuerza. Tú vivir por su regalo. Tu agonizar en cruz con tripas abiertas. Tú ver el final de tu luz y comienzo de oscuridad nuestra.

Los ojos de ella brillaban como los de una demente. La anciana volvió a increparla. El bruto, a su lado, exclamó algo, señalando a la espesura. Pero no allí por donde debía aparecer la criatura, sino cerca. Y había un ruido de fondo. Algo familiar que empezó a poner nervioso a la anciana.

—Es…un motor —susurró Prue —. Es un coche. ¡Un coche!

Todos esperaban ver dos ojos ardientes a través de la espesura. En su lugar, con la noche cayendo lentamente, visualizaron dos faros artificiales que parecían pelear contra los árboles. Y tras un par de rodeos y el vehículo, un Jeep adaptado para la montaña salió de las entrañas del bosque. Los árboles aún seguían meciéndose. La esperanza que aquel nuevo visitante hubiera podido traer se desvaneció cuando vieron aparecer una cornamenta entre los árboles. A más de ocho metros de altura. Aquello les heló la sangre.

Un tipo orondo se bajó del Jeep. Era un hombre barbado, con un traje militar bastante desgastado. En sus manos portaba un largo fusil de dos cañones. A pesar de la distancia parecía un arma grande, de gran calibre. Von Haus no recordaba haber visto nada parecida. El hombre clavó la rodilla en el suelo, apuntó y disparó. Sonó como la rabia del trueno, llenando la noche con algo más parecido a una explosión que a un disparó. La cornamenta retrocedió.

Ya habían escuchado algo similar antes. La noche en la que murió Ralph y en la que perdieron a Tak. El mismo disparo salvador, la misma arma.

El hombre dejó el arma apoyada contra el coche. Sacó otra de dentro, un rifle con una mira. Se tomó unos momentos para alzar una mano y hacerles señas.

—Ha venido a buscarnos…—masculló Prue —. Tenemos una posibilidad. ¡Podemos hacerlo!

La mano de la mujer rubia aún estaba cerrada sobre su muñeca. Prue se agachó, cogió algo de tierra, quizás una piedra, y lo arrojó contra la cara de la mujer.

—Suéltame, ¡Perra! ¡Nos vamos de aquí!

Fue tan imprevisto que la mujer fue derribada. Arrastró a Prue. Las dos mujeres empezaron a pelear. Von Haus observó con atención como las dos mujeres se debatían, rodando por el suelo, en igualdad de condiciones. Curioso ya que la mujer rubia le había parecido tan dura como el resto de cazadores. Y habían noqueado a Remo con facilidad.

La anciana empezó a dar órdenes. Estaba nerviosa, alterada. El bruto que estaba con él sacó un largo cuchillo de caza y se acercó a Von Haus. No habría cruz para él. A la vez, otros hombres salían de su ensimismamiento y empezaban a reaccionar más atrás, aturdidos por lo que estaba ocurrido. Aquello no era parte del ritual.

El cazador con el cuchillo dio dos pasos hacia Von Haus. Resultaba tan intimidante que el bastón escapó de las manos del alemán. Al momento, otro disparo. Calibre normal, pero con precisión de cirujano. El tipo grande que tenía delante de él se desplomó con un agujero en el pecho. La anciana seguía gritando, maldiciendo, hablando en su lengua muerta. Ya no reía de forma afable.

Todo parecía ocurrir a cámara lenta delante de los ojos de Von Haus. Los otros cazadores corriendo hacia su dirección, solo unos pocos pues el resto parecían aturdidos, atrapados por el ritual. El dios del bosque, aún entre bambalinas. La anciana, soltando espumarajos por la boca. Prue peleando a brazo partido contra la mujer rubia, perdiendo terreno, pero peleando. Soltando palabrotas y golpes bajos. La Prue que conocía.

El bastón, a sus pies, sobre la tierra. Ante sus piernas, fuertes, capaces de soportar su peso. Sin dolor. Recordó el sueño, lo bien que se había sentido al correr por el bosque, la fuerza de sus músculos, la potencia de su cuerpo. Era la misma sensación, solo que esta vez era real.

Notas de juego

El Jeep estará a unos cien metros. La cabaña a unos cuarenta, en la otra dirección. Entre la cabaña y las cruces, donde estáis vosotros, se encuentran los otros salvajes. Entre vosotros y el Jeep solo hay tierra. Nuestro amigo cornudo se encontraría en el bosque, a unos noventa metros, ligeramente a vuestra izquierda. Si necesitas datos más precisos, házmelo saber ;-)

No pienses que me he ablandado, eh?

Veo que al final eres capaz de encontrar fotos del doctor Haus para cualquier caso, tienes que saberte de memoria la serie ;-)

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14/12/2021, 00:35
Rainer Maria Holtzmann

Rainer entró en aquella sala y la visión que encontró allí le espantó. Aquellos cuerpos. Terribles. Inmortales. Eternamente agónicos. Como el ser que habían encontrado en la cabaña, pero ahora en distintas fases de su desintegración. Aquello era una especie de templo del horror. Hablaban, no sólo respiraban. Hablaban. Pero sus palabras eran ininteligibles: las palabras de una vida sin muerte o, mejor dicho, de una muerte eternamente viva.

Rainer se acercó a los grabados de las paredes con absoluto pasmo. Aquello era impresionante. El temor que sentía se mezclaba a la vez con fascinación académica. Había viajado por el mundo entero conociendo religiones, conociendo culturas recónditas, conociendo figuras sacerdotales y cultos. Pero esto iba más allá de todos aquellos mitos: esto era REAL. Esta vida eterna no estaba en un más allá, esta vida eterna era física, terriblemente física.

Al fin, Rainer se fijó en el hombre o ser del SOS, mutilado y suplicante: pedía que les prendiera fuego, que pusieran fin a su miseria. Rainer vio la vela que aquel hombre señalaba a duras penas. Fuego. Pero el disparo les sacó momentáneamente de aquel lugar. Los hombres de abajo habían abierto el armero y habían salido. Rainer miró a Remo:

Armas. Armas. Armas. Y fuego. Prendamos fuego a todo esto y hagámonos con unas armas.

Esa era la intención de Rainer. Quizá fuera un académico. Quizá aquello fuera una curiosidad más allá de toda fascinación, pero debían salvar a Prue y Von Haus. Se dirigió hacia la vela para acabar con el sufrimiento de aquel pobre hombre antes de volver al armero a por armas.

Lo siento, amigo, siento tu dolor, siento la vida de sufrimiento que has debido pasar. Ya te voy a liberar, ya te voy a liberar. Buen viaje —le dijo antes de tomar la vela en sus manos y prenderle fuego a aquel lugar.

Notas de juego

¡Fuego y armas!

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14/12/2021, 13:42
Remo Williams

La escena era dantesca. Remo se quedó petrificado por un momento, con la urgencia de encontrar algo útil para la huída por un lado, y la mezcla de fascinación y asco que le provocaba lo que veía.

Se acercó a los bultos, porque no podían llamarse cuerpos, aunque sin tocarlos. Comprendió lo que había hecho en la cabaña y no se arrepintió de sus actos. Luego Rainer y él se acercaron a quien pedía auxilio. Remo esperaba encontrar a Tak, y aunque lamentaba profundamente el destino del aquel desgraciado, le alivió que no fuera el oriental que había conocido. ¿Sería Clark? ¿Alguno de sus compañeros? Daba igual, estaba claro lo que pedía, y si fuese él, hubiera querido lo mismo. Intentó confirmarlo.

- Uno para si, dos para no -indicó.

Señaló la vela.

- ¿Quemamos todo este maldito lugar y a ti el primero?

Si la respuesta era si, la cosa estaba clara, y lo harían.

Escucharon los ruidos de abajo, era una ventana de oportunidad. Tal vez no tendrían otra en el resto de su corta vida, debían aprovecharla. Dedicó una última mirada de respeto y despedida al desdichado, asintiendo con solemnidad mientras Rainer provocaba el fuego. Remo se tomó un último momento para buscar algo contundente y asegurarse de que quien ostentaba el lugar de privilegio de aquella corte macabra no tuviera oportunidad de eludir su destino. Golpearía su cabeza con fuerza con lo que encontrara, y luego si encontraba otra vela, o con la de Rainer, se aseguraría de que si alguno sobrevivía al fuego, no fuera él. O ella. O eso.

Cuando el fuego comenzara a hacer su trabajo bajarían con cautela, esperando encontrar el armario de las armas abierto. Si era así se aprovisionaría de ellas, y escrutaría el camino hacia afuera. Se encontrara con quien se encontrara que no fuesen Prue, Tak o Von Haus, no dudaría una milésima de segundo en dispararle.

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15/12/2021, 06:44
Albert Von Haus

En aquel estado me costaba entender las palabras de la mujer. Entre ella que había perdido vocabulario y mi mono, ya no sabía si yo era un alma milenaria que luchaba en el lado del cornudo o del lado de Prue, siendo su fiel perro. Tampoco sabía quien era del lado de la oscuridad ni quien de la luz, pero todo aquello me daba igual. Quería vivir y quería que los demás lo hiciesen. Quizás fuese mi único acto altruísta desde la muerte de mi familia, pero por otro lado puede que sirvierse para redimirme de mis pecados cometidos desde entonces. Sobre todo el adulterio.

Y cuando me rendía ante lo evidente, apareció aquel coche.

No me lo creía. Sentía cada vez más que me había colocado de verdad y que aquello era todo efecto de las drogas, porque cada vez era más loco, más irreal. Hasta Prue se animó con ello. Pobre. Inducida por mi colocón...

Y los faros me deslumbron y lo siguiente que pude medio ver fue a un tipo mal alimentado y seguramente con problemas de coresterol y azúcar, bajando del jeep. Clavó la rodilla en el suelo y disparó. Sonido que reconocí de inmediato. Los habíamos escuchado la noche anterior, cuando aquella enorme bestia dejó de perseguirnos, cuando nos dimos cuenta de que habíamos corrido en círculos.

Vi sus señas y oí a Prue decir que nos llamaba.

Pensé en los otros. ¿Cómo dejarles? Pero de golpe no había otros. Solo Prue y la rubia peleándose y un cazador enorme que venía a por mí con un cuchillo en la mano. Ya estaba. Aquel era mi final. Le miré a los ojos, los cuales estaban vacíos de emociones. Solo me quedaba el dolor y el deseo de la muerte.

Pero no fue así. El tipo del rifle se cargó al cazador el cual se desplomó a mi lado. Me volví y miré a Prue, peleando con la rubia y la cantidad de hombres que venían. No podía salvarlos a todos. Cogí el cuchillo y cuando fui a coger mi bastón me di cuenta de que mi pierna volvía a estar sana. Prue no se había dado cuenta ni yo tampoco. Al llegar el hombre, despertó la esperanza en ella y volvió a obrar el milagro.

Ahora me tocaba a mí devolvérselo.

Si yo era el perro del Heraldo de Luz y debía caer, así sería, pero Prue saldría de allí victoriosa esta vez y esa batalla milenaria, debería acabarla y vencerla sin mí. Además me sentía vivo, me sentía con fuerzas, con muy mala leche, sin dolor, sin mono y tenía un arma en mi mano. No podía pedir más.

Aún sin necesitar mi bastón, lo cogí y lo colgué de mi cinturón para no perderlo. En mi mano el cuchillo y mi mirada fija en la rubia. Nos quedaríamos sin traductora, pero iba ganando la pelea... no podía dejar a Prue perder en manos de esa estúpida mujer con el cerebro lavado. Aunque si la cortaba las manos, aún podría hablar. Pero debía darme prisa, los hombres estaban cada vez más cerca.

Y alcancé a ambas mujeres y cogí del pelo a la rubia y tiré de ella con fuerza hacia arriba. En mi mano el cuchillo reflejaba la luz de las hogueras y su filo brillaba con un tono rojizo a causa de las mismas. Nada más poético que eso para comenzar una matanza con él. La arrojé al suelo con una fuerza que no reconocía como mía y la doblegué bajo mi cuerpo. - Pgrue, cogrre hacia el hombgre y no migres atgräs. - Le dije a la joven que aún seguía tirada a mi lado.

Luego centré mi vista en la mujer que estaba bajo mi cuerpo, con su mano inmobilizada por la mía. Los hombres cada vez estaban más cerca y la vieja más desesperada. Quería matarla, pero tendría que esperar... - Diemostgraste empaïa y compiasiön, piegro no volviegräs a sujetagr a nadie. - Le dije entonces a la niña perdida que había sido criada por aquellos salvajes antes de lanzar el cuchillo hacia ella y amputarle una mano.

Sabía perfectamente donde golpear. Solo había que ver si el cuchillo estaba lo suficientemente afilado como para que cumpliese con su cometido y con mi mano lo suficientemente alejada del lugar donde pretendía cortar, lancé el tajo...

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Como no sé si es destreza o fuerza para pelar (entiendo que destreza) pero ambas están en 50 pues... en 50 queda porque me imagino que hará falta.

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17/12/2021, 00:17
Director

Von Haus tenía muchos pecados que pagar. El dolor de sus pierna había sido, durante toda su vida, una penitencia que cumplir, el karma devolviéndole la jugada. Ahora que ya no sentía esa carga en su cuerpo, tampoco la sentía en su alma. Y sin embargo algo se revolvía en sus entrañas, como una anguila expulsada del mar, como si esperase algo más. Como si nada de lo que había pasado hasta ahora fuese suficiente y aún tuviera que pagar un importante montante de lo que creía que debía.

Hace no mucho no había dudado en utilizar una piedra para abrirle el cráneo a Prue. Ahora, corría en su ayuda. Entonces, había asesinado a un monstruo. O a una parte de él. Una mentira. Lo sabía ¿Verdad? ¿O había deseado matar a Prue igual que ahora deseaba salvarla? Lo mismo daba. Su fuerte mano tomó a la chica rubia, la levantó y la apartó de Prue. Estaba sucia, llena de barro y de mugre, el pelo revuelto. Solo su mirada, clara, de hechicera, seguía limpia. Sus ojos, y sus almas, conectaron un momento más. Él le pidió que corriera. Ella pensó en decir algo pero, por una vez, no era el momento de replicar, sino de agachar la cabeza y obedecer.

Von Haus se giró hacia la mujer rubia. Prue empezó a correr mientras el alemán utilizó el peso de su cuerpo para doblegar a la mujer. Era fuerte y se rebatía, no podría contenerla durante mucho tiempo. Alzó el cuchillo, terrible, brutal. Un arma para arrancarle la piel a tirar a los animales del bosque y hacerse un buen par de botas. Entonces, algo cayó sobre con Von Haus.

La anciana se había subido a su espalda, desequilibrándolo. Sus nudosos brazos se entrelazaron alrededor de su cuello tratando de asfixiarlo, práctica que seguramente no era la primera vez que ejercía. La mujer rubia aprovechó para golpea a Von Haus en el estómago. Un golpe débil, bien encajado por él, mal lanzado por ella. Aún seguía debajo de él cuando la anciana se cayó al suelo, incapaz de seguir aferrada a Von Haus. Balbuceaba palabras en su lengua, mezcla de palabrotas y oraciones.

El Jeep se acercaba a su posición. El terreno estaba lleno de barro y a pesar de la tracción a las cuatro ruedas era evidente que no quería arriesgarse, ya que conducía con precaución. Pero era imparable.

—Ya llegó —dijo la mujer.

Dos enormes cornamentas asomaban por encima de los árboles. Percibió los temblores que producían sus pisadas en la tierra que había bajo sus pies ¿O la tierra que hollaba estaba dentro de su corazón? El último actor de la obra, el villano, entró en escena. Dos manos vetustas, fuertes, de cuatro dedos lanudos y grises apartaron los últimos árboles. El señor del bosque asomó su rostro…pero ninguno se atrevió a mirar a sus brillantes ojos*.

- Tiradas (2)

Notas de juego

*Si lo miras, tira por voluntad o te quedas paralizado en el sitio.

Para pelear, por cada acción, haz una tirada de Fuerza o Destreza según corresponda. Fuerza para cualquier ataque que implique fuerza bruta, Destreza para algo que requiera más técnica o usar el arma.

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17/12/2021, 00:24
Director

Un golpe, eso significa que sí. La víctima, el traidor, no buscaba otra cosa que la oscura tranquilidad de la muerte. Sus compañeros, esos sacos pellejudos de huesos molidos que balbuceaban oraciones con lenguas que se resquebrajaban, vivían en el éxtasis. La inmortalidad, un regalo de un dios. Antaño sus cuerpos habían sido longevos, fuertes. La vida había sido para ellos mucho más fácil y sencilla. El bosque había sido su hogar hasta que sus cuerpos se habían ido desmoronando. Algunas de esas mentes estaban hechas picadillo. Pero otras seguía alimentando con su fervor aquella enfermiza religión.

Rainer prendió fuego al desdichado mientras Remo se desquitaba con aquel que presidía el altar. El miembro más antiguo, uno de los primeros en aceptar el regalo prohíbo, de caer en sus mentiras. Remo lo tumbó, cogió otra vela y ayudó a esparcir el caos.

La llama prendió con facilidad, devorando con avidez la piel cuarteada y rasgada. Trepó por sus brazos, reptando hasta su rostro hundido. En un parpadeo la víctima se convirtió en una llameante antorcha de carne y huesos descompuestos. Las llamas se propagaron pronto saltando a la madera, de la madera a los penitentes, de los penitentes al suelo, al techo. Al altar. El fuego corrió libre, un diablillo liberado que mordía aquí y allá, creciendo.

Hubo gran revuelo. Los cuerpos trataron de escapar. Se movieron, agitándose torpemente. En vano. Eran almas marchitas atrapadas dentro de su fe podrida. Emitieron sonidos de queja; voces muertas que reverberaban en sus gargantas huecas, palmearon la madera tratando de encontrar asidero. Empezó a hacer calor. Se desató un infierno. El altar se prendió igual que otros cuerpos. Los que estaban erguidos empezaron a desmoronarse. A morir. La muerte tenía prisa por reclamar aquello que se le había privado desde hace tiempo.

En la silla, atado y erguido, el rebelde ardía en completo silencio. Solo cuando las llamas, especialmente vividas en su cuerpo aún con reservas de grasas, termiaron por consumir su cuerpo, se escuchó un suspiro de alivio, macabro pero que en cierta parte escondía un pedazo de paz.

Cerraron la puerta tras ellos. La planta baja estaba despejada, el armero abierto. Había dos cinco rifles Enfield de cerrojo de la Primera Guerra Mundial, un arma confiable pero lenta al recargar.* Armados y decididos, se asomaron al exterior.

 

La noche había acuchillado a la tarde. El cielo carecía de estrellas, estaba tan muerto como la mirada vidriosa de un ciervo empalado a diez metros de altura. Una franja luminosa, el agónico sol que aún pugnaba por permanecer, se perfilaba en el horizonte. Era roja como la sangre. Teñía los rostros de aquel macabro cónclave otorgándoles una apariencia aún más salvaje.

Rainer y Remo se encontraban en la puerta de la cabaña. Delante de ellos se extendía una planicie de barro y de hierba. Había varias fogatas, todas ellas entre dos y tres metros de altura, vivaces, intensas. Alrededor de las mismas se encontraban los miembros de aquel grupo de cazadores, todos corpulentos, de rostros atemporales, malditos por la semilla que había comido del bosque. Allí estaban los acólitos, los que se habían dejado engañar por una promesa de inmortalidad. Algunos en trance, entonando versos oscuros, contemplando las llamas. Algunos despiertos, agitados, desubicados, como si les hubieran despertado de un sueño para caer en una pesadilla. Solo unos pocos corrían hacía delante, donde había conflicto.

Los dos hombres armados que estaban en la cabaña se encontraban de espalda a Rainer y a Remo, aún indecisos en su determinación**. El espectáculo tenía algo de sagrado, de misa negra profanada. Delante de las hogueras, a cuarenta metros, encontraba Prue forcejando con la chica rubia y Von Haus, de pie y sin bastón. Había recuperado su fuerza. Ellos mismos notaban como sentían un renovado vigor, un calor intenso que calmaba sus miedos y atemperaba su pulso. De nuevo, Prue, la puerta, su ángel. Ella les necesitaba.

El lugar estaba rodeado por el bosque. Dos cientos metros más delante de donde peleaban a brazo partido Prue y Von Haus, había un Jeep. Sus dos faros encendidos, la luz artificial, era el único elemento de cordura en aquella barbarie. El Jeep se movía lentamente. Las zonas de barro podían suponer una trampa para su tonelaje pese a la tracción a las cuatro ruedas. Aun así su trayectoria era inequívoca: iba en dirección a Prue y Von Haus. Vieron al alemán pelear con la chica rubia, apartarla de Prue. La joven empezó a correr hacia el Jeep mientras el alemán seguía debatiéndose contra la mujer rubia. Y la anciana.

El infierno se había desatado en el piso superior de la cabaña. Era cuestión de tiempo que los cazadores percibieran el calor y con ellos a Remo y Rainer.

Tampoco se les escapó el hecho de que en el linde derecho del bosque los árboles se agitaban como si algo enorme estuviera pasando entre ellos. Dos enormes cornamentas asomaban por encima de los árboles. Percibieron los temblores que producían sus pisadas en las tierra que había bajo sus pies ¿O era en sus corazones? El último actor de la obra, el villano, entró en escena. Dos manos vetustas, fuertes, de cuatro dedos lanudos y grises apartaron los últimos árboles. El señor del bosque asomó su rostro…pero ninguno se atrevió a mirar a sus brillantes ojos*.

Notas de juego

*Cada arma tiene cinco disparos. Un disparo por turno. Cada vez que disparéis, tirada de destreza para ver si sabéis recargar el arma. Si la pasáis, podéis volver a disparar en el siguiente turno, sino, en el siguiente turno no podéis disparar.

**Están de espaldas y van armados (son los únicos armados). Para disparar, tirada de destreza. Y para recargar también.

***Si miráis al monstruo, tirada de voluntad u os quedáis en el sitio.

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17/12/2021, 17:41
Remo Williams

Remo se aseguró de ver que todo ardía como correspondía, esperando que alguno de aquellos engendros fuese alguien cercano a las mujeres que los habían apresado.

La divina providencia, Elvis, el árbol de Rainer o quien fuera les había regalado el milagro de que el armario estuviese abierto, y no había que desaprovechar la oportunidad. Remo tomó dos de ellos* y verificó que estuviesen cargados. Llevaba uno en cada mano cuando salió de la cabaña.

Al observar la escena se preguntó quien sería quien conducía el jeep, pero más que cuestionar correspondía agradecer. Y aprovechar.

Miró a Rainer, quería evaluar la determinación de su compañero. ¿Tiraría del gatillo? Remo no tenía dudas, lo habían golpeado, estaba frustrado y furioso, convencido de que iban a matarlos, y si no eran ellos, sería al revés. No, Remo no dudaría ni un segundo. 

- Puedes hacerlo -le dijo. No me falles, nuestras vidas y las de aquellos dos dependen de nosotros.

Entonces apareció esa criatura salida directamente de sus pesadillas. Prefirió no mirarla, y agradeció no habersela cruzado cuando soñó con ella. Sea lo que fuese, había que huir de ella a toda costa, si había posibilidad, pero no había tiempo que perder, fuese lo que fuese dudaba que los disparos fueran muy efectivos, debían llegar al jeep.

Se acercó a los hombres, corroborando que Rainer fuese con él. Lo suficientemente cerca para no fallar, pero tampoco que los escuchasen. Tenía la ventaja de que iba descalzo. Dejó uno de los rifles en el suelo. Asintió cuando pensó que ambos estaban listos, apuntó y disparó. Si fallaba, él o Rainer, no se demoraría en recargar sino que se agacharía y dispararía con el otro.

- Tiradas (2)

Notas de juego

*tomando que fuesen 5 rifles y no 2, porque no me quedó claro.

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17/12/2021, 22:13
Rainer Maria Holtzmann

No había tiempo que perder y, aun así, Rainer se quedó mirando por un instante cómo aquel templo ardía. No fue sino hasta que sintió un calor excesivo que vio a Remo tomando fusiles del armero. Hizo lo mismo, pero agarró únicamente uno. Él no tenía habilidad con las armas como para andarse con florituras.

Remo lo miró con suspicacia y Rainer asintió a sus palabras de ánimo.

Sí, eso espero. Por ellos. Prue y Von Haus. Te sigo.

Rainer sabía que era el momento de seguir a Remo y tratar de imitarlo, el momento de ser algo distinto de lo que realmente era. Se aproximaron a los dos hombres que les daban las espalda. Ambos prefirieron no alzar su mirada al monstruo que asomaba en el bosque.

Remo levantó su arma y apuntó; Rainer lo imitó y, por primera vez desde que había empezado esta extraña aventura, le rezó a Dios para que les sacara de allí. Apretó el gatillo sólo un poco después que Remo mientras una oración salía suavemente de sus labios.

- Tiradas (2)

Notas de juego

¡Vamos! Esta vez los dioses están de nuestra parte.

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22/12/2021, 06:14
Albert Von Haus

Tenía a la arpía rubia a mi merced, cuando sentí que algo saltaba sobre mí y me intentaba ahogar. La puta vieja no pudo estarse quieta y corrió a socorrer a su pupila. Al menos Prue me hizo caso y se alejó corriendo, pude verla alejarse cuando logré quitarme a la apestosa vieja de mi espalda.

Sabía que debía huir yo también, pero aquellas mujeres eran fuertes, más incluso que yo si lo miraba bien. Las dos podrían sostenerme el tiempo suficiente para que llegasen los refuerzos si no era rápido y, a pesar de haber recuperado unas fuerzas que jamás pensé que volvería a tener, mi cuerpo estaba desgastado por mi cojera y mi dolor. No era el cuerpo que tuve, de un joven deportista en la universidad. Y la edad no ayudaba. Reí tendido en el suelo por ello.

O puede que mis limitaciones mentales me estuviesen frenando con todo lo que podía hacer realmente ahora que sabía quien era en vida y en espíritu según ellos. Un milenario guerrero condenado a morir una y otra vez en una lucha eterna porque ellos jugaban con la ventaja de saber quien era quien. Prue lo dijo, jugaban con una baraja trucada. Ellos sabían quienes éramos cada uno en esa baraja y como eliminarnos para ganar siempre.

Solo que esta vez les iba a costar, porque si podía llevarme a la vieja conmigo, perro con perro de cada amo, sería una victoria. Sin duda algo que no habían visto en siglos y sí, sería una verdadera victoria.

De hecho, si la vieja caía, Prue tendría más esperanza, liberaría más poder y eso sería bueno para nosotros y perjudicial para ellos. Por lo tanto, igual que un perro escarbando en la tierra, usé mi mano para lanzar arena al rostro de la rubia y dejarla fuera de juego unos instantes, para luego ir a por la descolocada vieja desdentada que disfrutaba tanto con nuestra muerte y ahora empezaba a tener miedo.

El cuchillo permanecía firme en mi mano. Ya había matado antes, a aquella falsa Prue. Ella jamás me hubiese acusado de matar a mi hijo. Podía ser muchas cosas, pero no era tan cabrona como para eso. Ese era yo. Yo era el cabrón sin escrúpulos en aquel grupo, en aquel mundo. Así que si creí matar ya a una persona que sabía que no era tal, no me resultaría difícil matar a otra que quería hacer lo mismo conmigo. La diferencia era que ella usaba a sus lobos contra mí, el Perro del Heraldo.

Me gustaba ese título. Si salía de esta me lo tatuaría en el cuerpo. Era una promesa.

No me había hecho un tatuaje en mi vida, pero ya era el momento de hacerme uno. Tenía edad suficiente para ello y dudaba que doliese más que mi pierna. Y con la velocidad que mi cuerpo me dio en aquel momento y la fiereza que guardaba, el cuchillo buscó el cuello de la vieja bruja. Si lo rebana se acabaron sus voces, sus insultos, su poder y quizás hasta le doliese a su señor, el cual sentía a mi espalda y temía mirar, pues no estaba preparado para semejante visión...

Nunca estaría preparado para ver aquella cosa frente a mí.

Y es que yo solo era el perro. Era el heraldo quien debía estar preparado para ello. Era Prue quien debía estar lista para enfrentarse a aquella cosa y debía lograr darle algo más de fe, para que entendiese de una vez cual era su papel en todo esto. Pues como adolescente que era, estaba perdida... hasta yo lo estaba... pero el instinto de supervivencia era más fuerte que todo aquello y eso era lo que me movía, lo que me hacía peligroso de verdad... al igual que sentirme como hacía años que no estaba, como antes de la muerte de mi familia.

- Tiradas (2)
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24/12/2021, 03:02
Director

Matar a un hombre era un acto brutal. Le quitabas todo lo que tenía y todo lo que podría tener. Remo apretó el gatillo sin dudar. La adrenalina lo hizo por él. Le habían golpeado, insultado, escupido, humillado. Le habían prometido muerte. Sabía que de no actuar con igual contundencia que sus captores, no vería un nuevo amanecer.

La negra muerte se abatió sobre los cazadores como nunca antes se había abalanzado sobre ellos. Ellos cazaban, despellejaban, destripaban. En la pirámide de poder de aquel ecosistema ellos estaban por debajo del rey y por encima de todo lo demás. Incluso el tiempo había dado por perdido echarles el lazo.

El primero de los abatidos no entendió que estaba pasando ni cuando palpó su pecho y lo encontró todo ensangrentado. La bala del fusil de Remo había penetrado por la ancha espalda y traspasado la caja torácica hasta salir por el pecho. El hombre miró su mano ensangrentada mientras se palpaba el orificio que le había dejado el proyectil. Cayó de rodillas, aun resistiéndose al sueño eterno. Terminó por desplomarse de bruces, igual que un muñeco sin pilas. El tiempo podía obviarles, pero la muerte siempre encontraba un camino para cazar a sus presas, aunque fuera un poco más largo.

Su compañero reaccionó al instante. Subió el arma mientras se giraba. Un movimiento para el que no tuvo que pensar. En ellos era una reacción automática; memoria muscular sumada a su instinto asesino. Lo natural en hombres que se comportaban como bestias. No llegó a pulsar el gatillo. El disparo de Rainer le dio en el pecho, justo encima del corazón, provocándole una muerte tan generosa como inclemente. Otro cazador reaccionó al momento, saliendo de su ensueño igual que su largo cuchillo de la funda. A la carrera, soltando espumarajos por la boca, se acercó a su posición solo para ser interceptado por el segundo disparo de Remo. No se andaba con chiquitas.

Rainer acarició el cerrojo del rifle como si fuese un acto natural, lo bajó y tiró de él haciendo que el arma escupiese un  casquillo dorado y humeante. Volvió a colocar el cerrojo en su sitio; dos movimientos bruscos y precisos, como si lo hubiera hecho toda la vida. El arma volvía a estar cargada. EL rifle Enfield era un arma antigua pero eficaz y sencilla, la más adecuada para los soldados novatos.

 

Algunos hombres mataban solo bajo circunstancias extremas, cuando les rompían por dentro, cuando les obligaban. Era un impulso, supervivencia, rabia. Había un motivo detrás, algo que tocaba lo irracional y una faceta oscura que muy pocos conocían de si mismos. La mitad oscura. Von Haus hacía tiempo había abrazado esa mitad de él. La oscuridad se había esparcido por su corazón como tinta derramada sobre un pergamino. No era un asesino, pero dentro de sus pensamientos lógicos, matar era una opción más. Con sus consecuencias y beneficios, pero una opción. El cuchillo en su mano no temblaba, tampoco le pesaba. Sabía lo que quería hacer. Cada instante contaba, reaccionó.

Von Haus arrojó arena sobre los ojos de la mujer rubia mientras se abalanzaba sobre la anciana. La mujer se defendió de su treta. Con sus reflejos, su cuerpo fibroso, sus movimientos de pantera, pudo haber detenido a Von Haus. Pero no lo hizo. El alemán clavó el cuchillo en el cuello de la anciana, incapaz de defenderse. Su gritó se transformó en un gorgoteo cuando Von Haus la abrió la garganta en un movimiento tan sangriento como preciso. Los ojos de la anciana se abrieron de par en par, se llevó las manos al cuello tratando de detener la vida que se le escapaba. Una vida larga, llena de vivencias, de historias. Una vida a lo largo de los siglos, una vida llena de poder y muerte. Una vida que, como todas, terminó ante los ojos de otro. La anciana se desplomó igual que un castillo de arena que se hubiera deshecho. Su mirada vidriosa reflejaba la oscuridad del cielo sin estrellas.

La rubia lo miró, satisfecha.

—Ahora yo jefa.

No se enfrentó a Von Haus pese a que ella poseía mejores reflejos y era más fuerte, incluso más grande, que el alemán. No iba a arriesgarse ahora que había conseguido lo que quería. Así que escapó, corriendo hacia las hogueras, gritando y señalando a Von Haus para que otros lo matasen en su nombre.

 

Los cazadores empezaron a despertar de su letargo. Apartaron los ojos de las llamas y de sus promesas de carne y sangre. Empezaron a gritar, sacaron sus cuchillos, tomaron sus hachas de mano. La mayoría corrían hacia Prue. En mitad de aquel caos, ni el resto de prisioneros, ni la anciana, ni la mujer rubia, nadie, nadie era más importante que Prue. Unos pocos si corrían hacia la pareja recién salida de la cabaña mientras que un tercero corría hacia Von Haus.

El cielo había ganado cuerpo, presencia, como si se encontrasen debajo de un enorme animal de oscuro pelaje que amenazaba con matarles. La fina luz del horizonte se perfilaba roja como la sangre, allá, por encima de las copas de los árboles. El bosque podía sentirse, con el viento gemebundo pasando entre sus ramas, con el crujido de su madera, el crepitar de la tierra. Igual que si estuviera vivo.

Y en mitad del caos y las miradas asesinas, el Jeep, como un elemento anómalo, un corredor de ojos iridiscentes, artificiales, que había venido a ponerlo todo de patas arriba.

En medio de aquel caos el Jeep frenó unos instantes antes de atropellar a Prue. La muchacha se quedó contemplando los potentes focos del vehículo, como recordando algo. La voz grave del hombre de dentro le gritó que subiera. Así hizo, ocupando el asiento del copiloto. El vehículo estuvo parado unos tensos momentos en los que se escuchó a Prue gritar y hacer aspavientos, señalando a sus compañeros. El hombre cedió. El Jeep volvió a ponerse en movimiento. Daría una vuelta por el terreno. Recogerían a Von Haus por el frente, era el más cercano, e irían virando para recoger a Rainer y a Remo. Ideal, si es que esos salvajes no les cazaban antes.

Presidiendo la escena, desde su imponente altura, el hombre ciervo, el dios olvidado y doblemente maldito, les habló directamente a sus corazones.

Notas de juego

Para situarnos.

Está la cabaña. Enfrente de ella Remo y Rainer.  Más allá, las hogueras, los cazadores. Y pasados estos se encuentra Von Haus. El jeep estaría rodeando esta escena. Y nuevo amigo el cornudo igual, pero por el otro lado.

Remo tiene los rifles sin cargar. Hay dos acciones por turno. Puedes cargar un rifle y disparar ese rifle o cargar los dos y no disparar ninguno.

Rainer y Von Haus también tienen dos acciones por turno.

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24/12/2021, 03:03
Director

—Rainer.

La voz resonó dentro de su cabeza igual que si un relámpago negro le hubiera abierto el cráneo. Ya sabía quién era. Esta vez no había máscara. Las podridas palabras fueron vomitadas dentro de su mente, ahogando cualquier otro pensamiento, sofocando todas las emociones salvo el miedo. Le dijo algo que ya sabía. Algo que no quería creer, que aún no había aceptado, pero que sabía en su fuero interno que era la Verdad.

—Yo soy la Puerta, Rainer. Ella está aquí, conmigo. No hay más camino, no hay más Verdad. Prue solo te lleva a una guerra. Yo te ofrezco el Descanso. Yo te ofrezco cruzar la Puerta. Soy el único que puede darte lo que quieres.

Su fe no se tambaleó. Prue tenía algo, lo había sentido. Pero su primer instinto al llegar al bosque y hablar con los árboles había sido el acertado. El bosque era la Puerta. Bianka estaba detrás de ella.