Partida Rol por web

[HLdCn] Asesinato en el Orient Express

Trayecto Estambul - Belgrado

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21/10/2014, 19:57
Phineas Poirot Lansbury

Como si se encontrase acomodado en su palco de primera fila en una noche en la ópera, el detective se recompuso sobre su asiento aderezando su espalda y descansando el peso de su barbilla sobre los nudillos de un puño sin cerrar. Los actores estaban sobre el escenario y se deleitaba con cada uno de ellos. La niña reprimida, la impertérrita institutriz, su escandaloso compatriota replicando de fondo y para todo el vagón y el aristócrata arrogante y pretencioso.

De pronto, una tímida y mal reprimida sonrisa se bocetó en sus labios aleteando divertida hasta soltarse en una sonora carcajada cuando Abbey liberó su mordaz réplica que tanto disgustó, no exenta razón, a la mujer de los hábitos al servicio de Dios. Ni la reprimenda ni pertinente la censura supieron restarle recreo, más al contrario, rió libremente antes de añadir en voz baja su propio y desapercibido comentario: -Pues yo seré el más pecador de esta sala.- Levantó la mano en un intento de atraer al maître para pedirse una buena copa y ser, en pocas horas quizás, el más borracho de la sala. Pero, antes de que esta siquiera se solicitase, se acercó al bar el joven Catedrático quién, con claras aunque estériles artimañas, pretendía embaucar y distraer a la institutriz.

- Lo soy.- Replicó tras esperar que concluyesen las viejas rivalidades y clases de historia entre la inglesa aristocracia. –Y, me veo con la obligación, por mi parte, de declinar su invitación, dado que lamento enormemente no encontrarme dentro de “su categoría”. Soy poco más que un triste “nuevo burgués” y un “americano en busca de esclavos” muy afortunado. Afortunado, así es. No le quepa duda. Puesto que, si bien tengo a lo largo de Europa, e Inglaterra, distintas acciones y propiedades, no me avergüenzo en absoluto de mis territorios y mis cultivos en mi “nuevo continente” natal. –Aclaró con una sonrisa ancha y aprieta, lo cual la hacía poca amistosa. –En cuanto a mi esposa, my lord - Si bien la indumentaria pulcra pasaba por la de un inglés su voz y su marcado acento le delataban. - …es libre para ir a donde se le antoje, sea sola o acompañada. Si ella acepta esa cena o no, me temo que eso ya es cosa suya. Esto no es un campo de polo donde debamos enfrentarnos, ni hay una pelota de madera que llevarnos a marcar un tanto, y de serlo dudo que nos encontrásemos aquí, puesto que soy un pésimo jinete.– Terminó, mientras su atención se hallaba dispersa con la escena de fondo: Rottenmeier despachando a su “pretendiente” y arrastrando a la pobre pequeña a una mesa.

Segundos después él mismo afrontaba sus propias decepciones al ver ante sus narices un agua con gas que él no había pedido, pero que sabía quién lo había hecho. Suspiró y lo aceptó deshinchado como un globo que pierde su orgullo a la vez que su espíritu guerrero. –Gracias, querida.- Aceptó con cierta ironía y a regañadientes, dedicándole una mirada contrariada en cuanto a ese postrero comentario propinado antes de alejarse.

Notas de juego

¡¡M!3%&ª!! XDDDDDDDDDDDD Voy a ataros los dedos XDDDDDD Ahora edito para acomodarlo al nuevo post. ¬¬

Y___Y

Editado. XDDDDDD

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21/10/2014, 20:27
James R. Otterbourne.

Mientras intentaba disculparse ante la joven noble de origen inglés, consiguió captar de manera totalmente inesperada para el la atención de la Institutriz. Rápidamente se recompuso y respondió a ésta.

- Bueno, (hice un gesto para quitarle importancia) terminé mi cátedra hace 6 meses, Fraulein. Ahora dispongo de un permiso para visitar distintas partes del mundo y poder ampliar los pequeños y esenciales detalles históricos de las principales ciudades del mundo que no se pueden aprender en los libros y así mostrar al alumnado la excelencia que quiere trasmitir mi Universidad.... y esa es mi historia, seguro que usted tiene otra como mínimo igual de interesante, me equivoco?

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21/10/2014, 21:28
Andrew Lowell

El señor Lowell obersva la escena desde su mesa, la pobre niña le da algo de pena, sin duda si ese hubiera sido él, esa poco agradable institutriz habría sido destituida de inmediato por semejante insolencia hacia la persona por la cual obtiene su sustento.

El resto de conversaciones le parecen los suficientemente vanales como para mantener su mirada en el periódico, los caballeros allí presentes (si es que se les podía llamar así a todos), no parecían poder tener una conversación interesante según sus criterios y en lo referente las damas allí presentes, Lowell pensaba que respecto a la religiosa su familia ya habñiua contribuido de forma generosa a la creación de una pequeña capilla en no se que lugar con niños huérfanos, y una mujer que fuma hayase visto costumbre más horrible en una chica decente.

Lo único que le había agradado de momento había sido la habilidad del camarero para servirle el café justo en su punto..

-Es tan difícil encontrar un buen servicio....-pensó hacía sus adentros.

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21/10/2014, 21:42
Ferdinand Friedman Götze

Incluso con la incipiente sordera que la edad me brinda,me es inevitable oir los cacareos de las dos señoras que me llaman para que me siente con ellas, entre desorbitados aspavientos. Suspiro para mis adentros pero pienso que, al menos, la que no viste el hábito habla con ancento centroeuropeo, lo cual ya es mucho decir entre tanto inglés y tanto americano.

Además, el sitio que me ofrecen es mucho mejor que el que yo había elegido, así que no se hable más.

- Buenos días, señoras, se agradece el ofrecimiento. ¿Me permite? -me pongo y me saco el sombrero para saludar adecuadamente a la vez que, como quien no quiere la cosa, me hago sitio junto la ventanilla. Una vez bien aposentado inicio una cortés conversación que no dudaré en finalizar en cuanto me quede amodorrado con el traqueteo del tren.- ¿También van ustedes hasta Londres, o nos privarán de su agradable presencia antes de llegar al fin del trayecto?

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21/10/2014, 22:01
Ada Birdwhistle

A Ada no le sorprendió que su institutriz no respondiese sus preguntas y entablase conversación con aquel hombre. Tampoco le molestó. Estaba acostumbrada a ser la única niña entre adultos en las reuniones que su padre organizaba en casa y sabía de sobra que la mayoría de la gente no prestaba atención a los niños. 

Cuando Abbey se sentó a su mesa frente a ella, Ada no pudo evitar que se le fuesen los ojos tras la taza de chocolate que portaba la mujer. Y al escuchar sus palabras la miró primero con incredulidad, como si no pudiese concebir que alguien estuviera demasiado lleno como para tomar chocolate, y después, al comprender sus intenciones, sus labios se estiraron en una sonrisa de gratitud. 

Miró de reojo a la institutriz antes de extender las manos para coger la taza y llevársela directamente a la boca para beber un buen trago ahora que no tenía que estirar el chocolate al máximo. Un bigote de chocolate se dibujó sobre su labio superior sin que ella se diese cuenta y sus ojos contemplaron a Abbey con adoración. - Muchas gracias señorita. - Dijo con educación antes de que su curiosidad infantil se desatase al saberse libre al menos temporalmente de la vigilancia de la institutriz. - ¿Va usted a Londres? Nosotras vamos allí a quedarnos para siempre. ¿Es bonito? Nunca había salido de Estambul, ¿sabe?

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21/10/2014, 22:50
Fraulein Rottenmeier

- Las historias de una dama no pueden ser interesantes, señor mío. He sido institutriz de las semillas más prometedoras de la aristocracia europea. Algunas ya actuales y otras futuras baronesas, vizcondesas, una duquesa y varias condesas, inglesas, prusianas y francesas. Siempre he salido bien recomendada de mis servicios. A parte de eso, no hay mucho más que añadir.

Parecía que, por un instante, la contrita faz de la institutriz se relajaba para mostrar un tímido destello de una sonrisa incipiente, abortada nada más nacer, que habría chocado contra la imposibilidad de algún músculo atrofiado por el desuso. Quien sabe si esa extraordinaria reacción se debiera a que le agradaba la compañía del caballero o a la oportunidad de vanagloriarse de su palmarés profesional en público. Sea como fuere, al ojo de un observador paciente y atento, esa leve transformación en la cara de Fraulein Rottenmeier había revelado una hermosura inesperada, por un instante fugaz que se convirtió de inmediato en un recuerdo borroso, al regresar la faz contrita al rictus serio y agrio de institutriz recta y severa.

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21/10/2014, 23:07
Jhon Stinson

Señorita... Rottenmaier ¿Verdad?. En este viaje estaremos un tiempo todos juntos, así que cualquier historia, por insulsa que sea, sirve de entretenimiento. Digo sonriendo

También he oído que os dirigís a Londres, yo he estado allí y es un lugar que merece mucho la pena visitar. Y si no le parece una pregunta inapropiada ¿Qué motivos las llevan a vivir en Londres?

Y dado que todos parecéis haberos presentado, haré lo propio: como ya he dicho mi nombre es Jhon Stinson, procedo de Ámerica y soy inversor, uno de los principales inversores de este tren, ese es el motivo por el cual viajo tanto, y es que esa es una de mis pasiones, conocer mundo y explorar los rincones de nuestro mundo. ¿Qué puede haber más intersante que eso?

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21/10/2014, 23:25
James R. Otterbourne.

Mr Otterbourne sornrie, quien mire la escena desde fuera no sabrá si es por la respuesta de la institutriz o por la cara de satisfacción de la niña, pero una cosa estaba clara, el profesor se sentía muy contento por esta pequeña perla que le estaba dejando el día.

- Es un palmares ciertamente impresionante, cuando pregunté me imaginaba algo interesante, pero por lo que cuenta ha tenido que ser espectacular. (hace un ademán así como abriendo los brazos mostrando grandeza) Debe de ser usted un prodigio dentro de su campo, tan joven y con esa trayectoria...oh, no me mal interprete mal, no pongo en duda sus palabras, sus palabras, gestos...(enfatiza) su porte, dan buena cuenta de sus andanzas. ¿me equivoco?

Notas de juego

Edit: "·$!$·$"!·$"$ agggg se me han adelantado, editaré de nuevo si no procede algo XD

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21/10/2014, 23:31
François du Vermont

El maître hizo tintinear unas copas para captar la atención del pasaje.

- Mesdames et messieurs. Les gruego me dislcupen la integrupsión, pego me plase infogmagles que el gestaugant estará listo para segvig la sena en dies minutos. Pog supuesto, no es nessessaguio que senen aun si no lo desean, el gestaugant estagá abiegto hasta las diés de la noche y pueden ir cuando gusten. El menú pginsipal consta de un entgante de ostgas, godaballo en salsa vegde y púding de chocolate*. También disponen de una completa cagta de platos que cosinagá nuestgo chef paga ustedes si así lo desean, así como una extensa bodega de vinos de todo el mundo paga satisfaseg los más exquisitos paladagues.

Más allá de la mitad del vagón restaurante se extendía la verdadera zona restaurante. Allí las mesas estaban agrupadas en mesas de cuatro comensales y mesas de dos, dejando entre unas y otras el espacio necesario para abrir un pasillo que atravesase cómodamente la estancia.

Notas de juego

*Este es el menú base que se servía en la época en el Orient Express, según lo expuesto en el museo de la estación Sirkeci de Estambul.

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22/10/2014, 00:29
Edward Carmichael

El vagón restaurante se iba llenando y a medida que llegaban nuevos pasajeros los saludaba cordialmente, así como cuando éstos se presentaban. En especial, a parte de la encantadora niña, la monja con la que ya había hablado y alguien que parecía ser un compositor afamado se percató también en la encandiladora pareja en la que varios había reparado. Sin duda, pensaba que hacían una bella pareja y no pudo evitar pensar en tiempos más felices, tiempos que no volverían a suceder dado que la muerte no tenía remedio y su mujer no podría volver a la vida.

Pero no fue solo la juventud y entereza de la joven lo que le atrajo. El marido había hablado de América, su palabra favorita, y no pudo evitar saludarle antes de irse a cenar. Él, a pesar de ser un empresario adinerado, no le importaba hablar con lo que la sociedad llamaba burgueses. Él era del tipo afable que no juzgaba a las personas por su posición. Era cierto que se había adaptado a una forma de vida lujosa, y eso hacía que se codeara principalmente con personas de su entorno, pero nada le impedía entablar una conversación con cualquier persona que le agradara.

-Buenas, noches, señor...- recordó que su esposa se había presentado- Lansbury. Es agradable ver otro americano por aquí, la mayoría de las personas que conozco son demasiado cómodas como para cruzar el océano. Es un gusto encontrar a un compatriota- en realidad conocía poco a aquel personaje, ni siquiera si había vivido demasiado en el país del que él se enorgullecía. Aún así, para él todo el que había nacido en su país y viajaba por el mundo en busca de negocios o propiedades ya era un compatriota- Tiene una esposa encantadora, como ya le han dicho, cuídela- otra vez un oscuro recuerdo le vino a la mente. Afortunadamente, ya lo había superado todo cuanto podría hacerlo nunca.

Era momento de ir a cenar. El lujo de los platos era sobresaliente y aunque las otras no era su plato favorito el resto le pareció bastante apetitoso. Se despidió de Lansbury antes de ir a cenar.

-Disculpe, a veces empiezo a hablar y no paro, la edad nos hace así, y si no ya lo verá. Pero le dejo, la cena está servida, y tiene aspecto de ser un majar. Ya nos veremos en otra ocasión,  si quiere hablar con otro americano solo tiene que decírmelo.

Tras decir eso fue a ordenar la comida. Se contentaría con el menú del día, eso de escoger alimentos no le iba demasiado, casi todo le parecía apetitoso y nunca sabía por qué decantarse. Por lo que así estaría bien.

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22/10/2014, 01:20
Richard Lancaster III

Visiblemente complacido con saber que no estaba obligado a cenar con todo el mundo como si fueran cerdos que acuden a por su rancho, Richard continuó en la barra degustando su ginebra, permitiéndose observar quién seguía la corriente, quién era el pastor, y quién las ovejas. El rato que llevaba en el bar del tren había aprendido varias cosas: de entre los pasajeros, había un grupo que gustaba de parlotear sin importar quién era su interlocutor, como si estuvieran la necesidad de demostrar que tenían la facultad del habla; otros preferían ser observadores en la distancia y otros, como el marido de la señorita de lengua afilada que no temía en hablar sin tapujos de las figuras divinas frente a una religiosa, gustaban de prestar oídos a todo y a todos y lanzar afiladas impresiones que habrían matado a más de uno si hubiera tenido forma de puñal.

Volviendo a mojar sus labios con ginebra, sonrió para sí cuando la joven Ada habló de Londres.

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22/10/2014, 11:34
Elga von Hollard

Visiblemente emocionada porque Herr Friedman se siente en su mesa Elga sigue parloteando sin cesar

-ah ¿como puede no conocerle? es un gran compositor, un genio de nuestro tiempo. El difunto Herr Hollard y yo no nos perdiamos ni uno de sus conciertos en viena. Nos encantaba. Que pena no tener aquí ninguno de sus libretos, me hubiera encantado tener uno dedicado-

El anuncio de que se abre el vagon restaurante para las cenas es recibido con cierta expresión de culpabilidad -vaya, y yo acabo de comerme un chocolate. Creo que cenaré un poco mas tarde-

Tras este corto inciso vuelve a la carga entusiasmada con el músico -Scham, pero mi trayecto acaba en Paris, ni se me ocurrio que usted viajaría a Lodres en este mismo tren. ¿Es cierto que va a estrenar su última opera en Londres?¿porque? si en Viena le adoramos-

 

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22/10/2014, 11:43
Fraulein Rottenmeier

- Discúlpenme. - Les dio como toda respuesta a los dos hombres que hablaban con ella. Se giró hacia la mesa donde estaba Ada, con su bigote de chocolate, una taza enorme ante ella y una cara de satisfacción tan sincera como luminosa. La mirada de disgusto de la institutriz fue aplastante. - Pero... ¿cómo? - Entonces, al recordar quién había pedido chocolates y ver quién de ellas tenía una taza delante y quién no, rápidamente dedujo lo sucedido.

- ¡Límpiese la cara, señorita! - Exclamó apretando los dientes. En cuanto la niña, cohibida, agarró la servilleta que su institutriz le tendía, se giró hacia Abbey Lansbury. - Señora Lansbury, le informo que esta niña está bajo mi tutela y responsabilidad, soy yo quien debe decidir qué toma y qué deja de tomar, qué debe hacer y qué no. Espero que no volvamos a tener malentendidos de este tipo en el futuro. - Sin esperar respuesta, se giró hacia Ada. - Es hora de cenar.

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22/10/2014, 13:39
Sor Lorenza

Escucho con atención la conversación entre la Sra. Hollard y el Sr. Götze. Son bastante interesantes, la primera por los conocimientos que debe albergar en su interior y el segundo porque siempre es interesante un buen compositor, un buen artista.

Cuando el hombre pregunta por sus destinos procuro contestar -Si Sr. Götze, viajo hasta Londres para dar una conferencia a unas novicias. Soy española pero me dedico a viajar bastante como buena misionera que soy y entre tanto doy alguna conferencia.- siempre sonriente me sigo interesando por su próximo concierto. Quizá si sigo por Londres asista a el.

Es entonces cuando somos llamados al vagón restaurante, aún no me había acabado mi bebida así que espero a que mis dos acompañantes decidan cenar. -Si gustan podemos seguir la conversación mientras cenamos. Me gustaría que me hablara más sobre sus composiciones.

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22/10/2014, 14:25
Abbey Lansbury de Kent

Miré de arriba abajo al hombre que me importunaba en mi particular ritual del chocolate, y lo sonreí con algo de desdén.

Caballero, los aristócratas de Londres se toman la Historia como una biografía propia— respondí, ladeando la cabeza—. Claro que estoy versada en historia. Mi institutriz fue muy severa con esa materia— y dirigí una mirada de soslayo hacia la maestra de la niña que tenía en frente de mí. Me recordaba tanto a la mía. Me preguntaba de vez en cuando qué sería de ella.

Sonreí con picardía cuando vi que la dueña de la pequeña se distraía con el catedrático, y guiñé un ojo a la muchacha, apuntando con mi mentón la taza enorme de chocolate, instándola a tomar siempre que pudiera alguna que otra cucharada.

Toma lo que quieras— murmuré, mientras encendía otro cigarro, de manera distraída.

Miré al barón, hijo de conde, hijo de todo, y ensanché mi sonrisa ante su invitación y sus elogios. Con suficiencia, miré a Phineas, y asentí.

—Sí, por supuesto, barón— respondí con una inclinación de cabeza, como si fuera todo un honor—. Será estupendo cenar con tal ilustre persona, y hablar sobre todo lo que nos rodea— pestañeé varias veces, mostrando mi máscara de condescendencia—. Phineas— dije, chascando los dedos para llamarle la atención—, tenemos una cena con este caballero un día de estos. ¡No le eches nada al agua!— lo señalé con un dedo admonitorio, previniéndolo.

Hice un gesto de la mano, quitándole importancia al asunto, y me centré en la niña que tenía delante.

Disfrútalo— susurré, fingiendo mirar la punta de mi cigarro, roja y brillante, mientras, de soslayo, miraba el rostro angélico de la muchacha—. Si quieres otro, no tienes más que decírmelo.

Di una calada a la boquilla, y miré a la muchacha, sonriente.

—Londres, ahora mismo, es un pozo miserable— murmuré, bufando—. La gente se infla como pavos orgullosos de lo que tiene en sus bolsillos. Y se aferran a recuerdos que la guerra se ha llevado como un torrente de agua. Los tiempos cambian, y Londres sigue siendo oscura y fría— hice una pausa, y miré a la niña—. No me hagas caso. No es mi cuidad favorita, como puedes observar.

Me levanté del asiento, contemplando a la niña, y le guiñé un ojo divertida.

Miré a mi alrededor, y me acerqué a Phineas. Tomé su vaso, y lo olfateé mientras lo miraba con algo de desconfianza. Alcé una ceja, despectiva, y lo miré, torciendo el gesto.

—Sigue así— murmuré, posando mi mano sobre su hombro—. Durante la cena, te permito una copa de vino.

Di una calada de nuevo al cigarro y miré al hombre que anunció la cena. Sonreí de manera abierta a Phineas, y lo cogí de la mano, dirigiéndonos hacia una de las mesas que tuviera una gran ventana para poder observar el paisaje.

Me interrumpí en mi camino cuando se acercaron para hablar a Phineas, y me entretuve mirando a la institutriz, quien había descubierto la pequeña trampa.

Oiga usted, señora— dije, apuntándola con el cigarro de manera admonitoria—, esa niña puede hacer lo que quiera. Cuando sea más mayor, tendrá que enfrentarse a reuniones aburridas, a normas de etiqueta, a fiestas pomposas y frívolas. Déjela disfrutar de su tierna de edad— entorné los ojos—. Sea su amiga, y no su hermana mayor de la que querrá huir en cuanto comprenda que ganará más lejos de usted que permaneciendo a su lado.

La mantuve la mirada hasta que mi estómago me pidió comida. Me giré de nuevo, guiñando un ojo a la pequeña antes, y tomé el brazo de Phineas.

Vamos, querido. Me muero de hambre— indiqué. 

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22/10/2014, 18:03
Fraulein Rottenmeier

- ¡Señorita! - Replicó cuando la llamaron "Señora"

Giró la cara refunfuñando, como toda respuesta final a la señora de Lansbury. Se acercó a Ada y la apremió para que se diera prisa y fueran juntas a las mesas del restaurante.

Una vez allí, tuvo mucho cuidado de seleccionar una mesa lo más apartada posible de Abbey Lansbury, una de las que son sólo de dos comensales, y pidió dos menús, uno para Ada y otro para ella. Agua para las dos.

- Esa señora es el vivo ejemplo de lo que nunca se debe llegar a ser. No hay nada peor ni más execrable que una persona de alta cuna maleducada. ¡Toda una dama como ella comportándose de ésa manera! No hay más que ver cómo trata a su marido, sin ápice de respeto, cuando es a él a quien le debe su posición. - Todo esto se lo decía a la niña en un tono reservado, pero cualquiera que aguzase el oído podría escuchar perfectamente sus palabras, gracias a la acústica tubular del vagón. - A partir de ahora, ni mirarla. Sólo sería una mala influencia en vuestra educación.

Dicho esto, llegó el primer plato y comenzaron a comer, niña e institutriz, con modales exquisitos las no menos deliciosas ostras.

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22/10/2014, 18:21
Director

Conforme los viajeros se iban sentando a las mesas, los diligentes camareros les servían con prontitud lo que tenían a bien pedirles. El menú se servía con más presteza que los platos de carta, pero todo era igualmente exquisito. Los vinos no se quedaban atrás y, en general, el restaurante del tren facilitaba a sus comensales, por exigentes que fueran, un aura de satisfacción complaciente.

Al fondo del vagón, un piano de pared comenzó a ser tocado por un pianista con frac, otorgando una atmósfera acogedora y exclusiva a los viajeros.

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22/10/2014, 18:31
Phineas Poirot Lansbury

Se consoló con un trago de la triste agua con gas, que no conseguiría diluir su estado de nerviosismo y ansiedad provocados por la ausencia de actividad, y adrenalina, que solían proporcionarles los ejercicios de su ocupación.

Observando el creciente bullicio, se sintió, de pronto, ansioso por volar fuera de aquél vagón. Relajó el vaso sobre la barra y buscó ávidamente su pipa entre los bolsillos de su chaqueta, cuando de nuevo se le acercaron.

Esta vez aquél compatriota grandullón que pregonaba a los cuatro vientos, con cada gesto, con la autoridad de voz y aspecto, acentuando su considerable estatura al elevar su cabeza, que su vida eran sus empresa e inversiones. -Buenas noches.- Respondió cortesía con cortesía a la vez que le dedicaba una sonrisa muy medida. -Mismo digo.- De hecho, hacía días que no encontraba a alguien de su continente, así que no estaba faltando a la sinceridad.

Escuchó el cumplido extendido a su esposa y respondió lacónicamente. -Gracias. Así lo procuro.- A la vez que hacía caso omiso respecto aquella cena que uno rehusaba y otro prometía al barón. -Creo que olvidé mi pipa en nuestro compartimiento. ¿No tendrá usted algo de tabaco, y la amabilidad de compartirlo, verdad?

No sabremos si iba a entregarse a una relajada conversación cuando el maître anunció la cena, y como quedaba abierto el restaurante de forma oficial, pero ante la presurosa partida de su dialogador le dedicó una mirada larga y sostenida justo antes de reírse. -Tendrá que perdonarme, señor...- Phineas no recordaba que aquél caballero se hubiese presentado. -Pero creo que en cuestión de edad le aventajo. No se disculpe, es un error frecuente cuando mi esposa me acompaña con su juventud.- Por lo que podía percibir, y deducir, aquél hombre no era mayor que él, mas estimaba superarle en años por un lustro, poco más o menos.

-Tendré en cuenta su oferta. Nos veremos.- Su esposa tiró suavemente de su mano, la cual recogió y depositó sobre el brazo que él le ofrecía, despidiéndose a su vez del aquél hombre que, según destilaba el detective, debía de ser viudo, por el anillo deslustrado, la mirada opaca y triste, sumado a la pajarita mal ajustada, y una infinidad más de indicios. 

-No voy a cenar con ese barón engreído que no sabe cuidar ni de sus negocios.- Le susurró mientras ocupaban una mesa y dedicaba una mirada a la carta.

En cuanto copas refería, bebería todas las que se le antojaran. Lamentablemente Abbey lo sabía, y quizás era lo que había tratado de evitar.

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22/10/2014, 19:54
Frank Heath

Observaba desde mi lugar como algunos pequeños conflictos empezaban a aflorar en el viaje, pero parecia que nadie se encargaba de detenerlos o contenerlos. Algo que no entendia siendo facil distinguir las causas de las cuales se originaban. Pero suponia que era algo que el elegante servicio de tren no tomo en cuenta, al contrario de lo que Frank habria hecho parecian ignorar las tensiones entre los pasajeros.

Igualmente prefirio no meterse tampoco, ya que no era su hotel y no tenia autoridad alguna sobre estas personas. Acercandose a una de las mesas para cenar tranquilo y en solitario. 

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22/10/2014, 20:08
James R. Otterbourne.

Cuando ví como la Institutriz se daba la vuelta hacia la niña, me giré en ese momento a por mi vaso de Whisky a dejar que toda la tormenta se calmara...porque habrá tormenta seguro. Luego ya me giré a ver quien se quedaba allí, mientras bebía y observaba el trayecto.