Partida Rol por web

Estás en la fiesta, disfrutando de la música pero sin atreverte a entrar aún. No está mal, y en realidad son muchas las caras con las que te gustaría empezar a relacionarte.

Es entonces cuando notas un mensaje directo a tu enlace neuronal, pero no hay voz. Es más bien una mirada, con una invitación que parece entretejida con una carta perfumada.

- Hay algo de ti que me interesa ¿Quieres ser parte de mi colección?

Un beso... -reí- Un poco inocente. Un beso es el principio de otro. Pero mejor experimenta tú mismo.

Le guiñé un ojo y miré hacia la dama que se había dirigido hacia mi posición.

La suerte nunca está de más, por mucha experiencia que tengas. Gracias. ¡Y ánimo!

Mi proyección se desvanecía lentamente, ahora era su momento, sin embargo la conexión seguía abierta por si necesitaba llamarme.

Los disfraces holográficos como el que tenía la coleccionista tenían grandes problemas. Uno de ellos, la batería, aunque difícilmente eso llegaría a ser un problema antes de tiempo. Otro, que no eran reales. Era necesario poner una buena parte de disfraz real para que el efecto visual quedase creíble, por lo que la textura de la tela bajo tus manos no creaba conflicto al resto de tus sentidos.

Lo que sí lo hacía era el temblor que has sentido, claramente apreciable al tener a la joven rodeada por la cintura. Delicioso como esperar medio minuto a que un helado de cereza se derrita lo justo antes de darle la primera cucharada. Pues ese era el ingrediente principal de lo que has tomado. Cereza... con algo más. En el momento en el que te has inclinado, acercándote a sus labios, has sentido una vacilación en tu respiración, y ahora que susurras a su oído, con cada palabra hay un nuevo estremecimiento.

Está resultando fácil. Mucho más de lo que esperabas. Su fachada se desmorona aún cuando su disfraz permanece frente al mundo que les rodea.

Aún así, logra reunir el suficiente valor como para dar un largo trago a su propia bebida, liquidándolo de una sentada, y aprovechar tu cercanía para susurrar a su vez en tu oído.

- Cierra los ojos un segundo... y te lo demostraré.

Sonreí suave cuando me comentaba mi acierto con el análisis. En mi interior me gustaba la fuerza y la libertad, así que sin haberlo buscado, había encontrado ya algo en ella que me gustaba.

Sin embargo mi corazón dio un vuelvo al escuchar que era violinista, y es que una parte de mí no quería creerlo... el amor por la música, aunque también explicaría su alma libre. Me costó bastante reprimir una sonrisa bobalicona en mi rostro y tragué saliva.

Lo que iba a ser sólo un segundo para robarle un trago se hizo largo e intenso con nuestras miradas cruzadas. Al terminarse ese momento me ofreció compartir la copa y asentí despacio. La verdad es que no recuerdo haber compartido una misma copa para dos nunca pero me sentía lo suficientemente bien como acceder.

Violín... interesante, realmente interesante.

Mi voz era poco más que un susurro, confidencial, a nadie le importaba lo que estábamos hablando.

¿Acaso no usamos todos disfraces, máscaras, en nuestro día a día? -pregunté- Pero lo verdaderamente importante es... -un momento de silencio antes de llevar mi mano a acariciar con dos dedos desde su oreja hasta su mentón, recorriendo la parte descubierta por la máscara- ¿qué hay realmente debajo de la máscara?

Y entonces, sin separar mis dedos de ella los dirijo hacia su mano para tomarla con suavidad.

Vamos.

Concluí, encaminándome fuera con ella.

Tras tomar un trago de la copa que el habían servido a Aleysia la tomé de la mano y me encaminé hacia otra sala fuera del epicentro de la sala, una sala que estaba marcada con el símbolo de la clave de Sol. Para aquellos que estaban metidos en el mundo de la música de la academia, sabía que era una sala con instrumentos.

Al entrar en la sala, la habían preparado para la fiesta, aunque no tanto como la principal: estaba bastante despejada, un par de mini neveras, una para bebidas con alcohol y para para sin alcohol, y una mesa con algunos entrantes aceptables para no beber con el estómago vacío. La sala estaba bien insonorizada, con lo que era imposible que los sonidos se contaminasen de una sala a la otra.

Bienvenida a este pequeño santuario.

Dije, no sin cierto orgullo, para echarme a un lado y mostrarle, en una zona un poco más elevada, lo que serían los instrumentos del placer.

Solté entonces su mano para tomar el violín y dejarlo sobre una pequeña silla de cuero negro que había, lo dejé con la delicadeza con la que un amante deja sobre el lecho a su amante dormido. Tomé las partituras y las ordené en unos segundos y las dejé a un lado, con menos cuidado. La música había que sentirla.

Es por ello que me senté en el pequeño e incómodo taburete.

No es exactamente mi estilo...

... pero la música son sentimientos, no estilos. Completé la frase en un pensamiento. No más palabras, sólo cerrar los ojos y que mi mente viajase mientras mis dedos se desplazaban con la misma soltura que una persona normal respira. La melodía se formaba in crescendo.

No había letra, no había nada... en estos momentos sólo el piano y yo. Y Aleysia.

Al entrar en la sala pude ver una gran tarima llena de instrumentos. Percusión, cuerda y aire. Era, ciertamente, un paraiso. Erik dejo en el taburete un precioso stradivarius, su precio superaría con creces el alquiler de mi piso por medio año. Lo tomé suavemente entre las manos y me senté en el tabuerte, observando como mi acompañante se disponía a tocar para mi. Era una tierna melodía, suave, delicada. Casi daban ganas de llorar escuchándola... Cuando hubo terminado, tomé un largo trago de la copa, me levanté y me puse a su lado. - Eres un romántico, y no te engañaré, realmente la he sentido... - Puse una mano alrededor de su cuello y me acerqué a su oido susurrándole - Ahora déjame mostrate cual es mi estilo... - me alejé unos pasos y empecé a tocar, canturrenado - Let me tell you a story to chill the bones, about a thing that i saw...

Era real?  Todo esto era demasiado bueno para ser verdad, iba todo demasiado bien, pero lo peor que me podía pasar era que me dejara colgado con los ojos cerrados o que me acabara gastando una broma; por otra parte, existía la opción de que me diera un beso. Si quería el beso tendría que arriesgarme, no tenía opción. Quién sabe, puede que a esta chica le gustaran los frikis….un poco raro, pero podía pasar, no?

Cerré los ojos, notablemente nervioso. Vale….

Noté como Draconica ponía una cara extraña al beber del cocktel que había pedido para el camarero, como si no la gustara o fuera la primera vez que bebía algo así

-Ehh, despacio, si no te gusta, no te lo bebas, no te fuerces.- acto seguido vi como el barman la preparaba otro cocktel incluso con mejor pinta que el anterior. -¡Qué suerte! y otro de regalo, si no te gusta yo te puedo ayudar, me encanta la canela y la vainilla- dije divertida.

-y con respecto a tu pregunta... ¿por qué estamos aquí? es algo que se llevan preguntando los filósofos durante siglos. -solté una carcajada, se podía decir soy de gatillo fácil. -pues creo que lo hacen para darnos un respiro entre tanta tensión que supone ser policía en la corporación. A mi las fiestas no me parecen un descanso ni mucho menos, más bien todo lo contrario, pero es una oportunidad para que pasen cosas interesantes en un contexto en el que la gente pueda justificarse detrás de una máscara o del alcohol. Me expresé sin miedo con Draconica, me sentía cómoda, por eso la elegí a ella, ella parecía diferente a los demás.

La conversación se vio interrumpida por una proyección holográfica.

De repente se apareció ante nosotras "el fantasma" haciendo un gesto un tanto exagerado invitándonos a una sala, pude ver como Draconica se quedaba callada esperando a que dijera algo.

-Oh- di un paso hacía atrás. -Nos has sorprendido, ¡que susto!- me reí. -Hay formas menos bruscas de presentarse ante dos chicas, no se, incluso podías haber venido en persona que estamos al lado-  contesté con voz cómica.

Me parecía un hombre interesante por la forma que tenía de comportarse, además siempre he sentido debilidad por las personas melancólicas, pero había sido todo muy repentino y nos había puesto en un compromiso. Me dirigí a Draconica.

-A mi no me importaría entrar en la sala parece que hay instrumentos musicales, parece divertido y no tenemos nada que hacer. ¿Qué te parece?. Más divertido que la sala virtual ¿no, fantasma? además parece que también va con Alesya.

La vista es uno de los sentidos que más nos engañan. Tanto es así que ahora el movimiento entre tus brazos te parece completamente diferente.

La curva de la cintura en la que apoyas tu mano no está donde debería, y la respiración de la muchacha no la sientes sobre el rostro, sino un poco más abajo. Puedes adivinar, en la cercanía a tu cuerpo, cómo se pone ligeramente de puntillas, e instintivamente inclinas ligeramente la cabeza al notar el roce de su nariz y pómulo contra tu mentón.

Tiene gafas. Un detalle que casi te hace reír, pero que un momento después olvidas por completo, cuando el roce avanza hasta tus labios. Unos labios de un embriagador sabor a cereza que se deslizan sobre los tuyos.

Primero tan sólo se posan sobre los tuyos, para un momento después entreabrirse tiernamente, invitándote a imitarla. Tantea despacio, como si temiese ir demasiado rápido, hasta que notas cómo algo más se abre hacia tí... y la sensación esponjosa de su lengua acaricia una y sólo una vez tus dientes.

Sientes cómo sonríe un instante antes de separarse de ti. Abres los ojos, y donde esperabas encontrar los de ella, te encuentras en realidad con su cuello. La ilusión está ligeramente pixelada al verla tan ce cerca. Ver con los ojos ahora te genera un poco de malestar. Sabes que a la altura de sus ojos no está ella. ¿Cómo habrán visto los demás el beso, entonces? ¿De veras nadie más lo habría visto?

Entonces te susurra - Pocas chicas pueden presumir de haber besado a un esqueleto. Un beso sin labios... - Sonríe de una forma ahora que te recuerda un poco a un depredador. No, no lo hace. Es el disfraz. Maldita sea, la chica que temblaba hace un momento entre tus manos jamás sonreiría de esa forma.

La pareja que hacían el ángel de alas negras y traje gótico y el muchacho disfrazado de esqueleto se alejan hasta una segunda barra donde hay algo más de penumbra. Sobra suponer que no es accidental.

Ambos beben una copa de rojizo licor, jugando con el contraste de sus disfraces mientras se susurran. Finalmente, él parece armarse de valor y se acerca más, pero tras un último susurro cierra los ojos... y baja ligeramente la cabeza, para que ella le de un dulce y casto beso en la frente.

Cuando se separan, la sonrisa de ella es burlona, hasta depredadora. Como si con aquello ya tuviese exactamente lo que quería.

Comienza a alejarse, recuperando el tono normal del habla - Puedes estar contento. Serás un bonito recuerdo para mi colección.

- Drakónica se encoge de hombros - Pensaba que en la sala musical esperaban tener alguna clase de concierto privado. - Ha sido un eufemismo - aclara en voz alta, como si no fuese algo que ya saltaba a la vista.

Mira entonces al holograma que se ha presentado frente a ellas - Nuestros disfraces son sólo máscaras. Eso no debería ser la gran cosa.

Mira a Reed - Pero dices que hacen esto para darnos un respiro. -se encoge de hombros - Lo que tú digas supongo que estará bien.

- Oye... perdona que te pregunte.

Sientes la intrusión directa. Un mensaje que llega a tu chip neuronal, aunque algo te hace sospechar que la persona que te lo manda no está nada acostumbrada al alcohol

- ¿Por qué se supone que debamos conocernos? No es que me molestes en absoluto. Ni, ni nadie aquí en especial. ¿Pero eso qué tiene que ver con hacer bien nuestro trabajo?

- Oye... perdona que te pregunte.

Sientes la intrusión directa. Un mensaje que llega a tu chip neuronal, aunque algo te hace sospechar que la persona que te lo manda no está nada acostumbrada al alcohol

- ¿Por qué se supone que debamos conocernos? No es que me molestes en absoluto. Ni, ni nadie aquí en especial, aunque meter a la mitad bajo el agua para que haga menos ruido estaría bien. ¿Pero eso qué tiene que ver con hacer bien nuestro trabajo?

- Oye... perdona que te pregunte.

Sientes la intrusión directa. Un mensaje que llega a tu chip neuronal, aunque algo te hace sospechar que la persona que te lo manda no está nada acostumbrada al alcohol

- ¿Por qué se supone que debamos conocernos? No es que me molestes en absoluto. Ni, ni nadie aquí en especial, aunque meter a la mitad bajo el agua para que haga menos ruido estaría bien. ¿Pero eso qué tiene que ver con hacer bien nuestro trabajo?

La mujer del disfraz drakónico se queda como pensativa, mirando su copa. Le da un trago y arruga otra vez la expresión, como si aquello fuese alguna clase de mejunje intragable. Lo cual hacía aún más extraño que cada vez le apeteciese más seguir tomando.

Era como si cada trago después del primero fuese más fresco y más dulce.

Deja vagar la mirada por la sala, deteniéndose en varias de las caras que habían allí, antes de responder a Reed.

- ¿Cómo sabe eso... canela? - Mira en la dirección en la que está mirando su compañera. Hasta allí llegaba su inconfundible perfume a chocolate y vainilla. - Creo que nunca lo he probado...

Y antes de que se dé cuenta, el camarero ya había escuchado la solicitud de la dama de largas orejas. Con una graciosa reverencia, pone un nuevo vaso frente a ella, que esta vez remata con una fresa.

Un mensaje neuronal te alcanza.

- He terminado mis compromisos pendientes. si no te gusta la idea del serrín, estoy segura de que habrá otra cosa que te gustaría aportar a mi colección...

Incluso podríamos hablar en privado por esta vía... si lo prefieres.

El tono de la misiva está cargado de sensualidad.

Para cuando los últimos acordes comenzaban a devolverme al mundo real, escuché a la enmascarada hablar y mis ojos buscaron los suyos, escuchando con interés.

Cuando se acercó tanto a mí, con su mano en mi cuello, pude sentir su olor y mi cabeza parecía querer seguirla cuando se separó un poco... pero entonces ella comenzó a jugar con sus dedos sobre el violín y lo escuché. Y al tiempo que lo escuchaba, lo veía.

Fuerza, dolor. Pude ver un alma más rica de lo que parecía a simple vista. Me estremecí.

Está bien...

Mascullé. No sabía hasta qué punto lo que iba a pasar iba a ser bueno, pero desde luego, iba a ser auténtico.

Me dolía mover los dedos, pero la sensación era agradable. Mi alrededor se tornaba poco a poco más frío y el viento cortante laceraba mi rostro sin siquiera ser consciente de ello.

A medida que la música iba avanzando, el dolor ascendía de mis dedos hasta mi pecho, atenazándome. Apreté los dientes... pero no me detuve. Me pregunté siquiera por qué había comenzado todo esto, pero ya no quedaba salida, estaba atrapado y sólo podía continuar. Me habían arrebatado la máscara... y lo que había debajo era horrible.