Partida Rol por web

Hogwarts: Génesis

Prólogo. ¡Bienvenidos a Hogwarts!

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10/10/2015, 14:16
Agrona Gleann

Aun ya lejos, se podía escuchar resonando en sus oídos el alboroto de los cientos de duendes que gritaban y proliferaban a pleno pulmón el mismo derecho que el que Della acababa de haber recibido. Llevar una varita no sólo servía para canalizar la magia y realizarla, sino que también daba un estatus. Una varita era la extensión de la mano del mago, y los duendes lo sabían. Ellos también querían disfrutar de algo así.

Aunque, también habían ocupado el callejón Diagon con otro propósito más mundano: el oro. Las finanzas eran algo que manejaban muy bien los duendes, y tanto los magos como ellos lo sabían. Si ya tenían el poder sobre el oro y la economía mágica, los magos conservadores no pensaban darles más poder.

Sin embargo, tales pensamientos perturbaron la mente de la niña. La consideración de criatura mágica y humano era una distinción no sólo biológica, sino también con trascendencia para poder vivir en el mundo mágico. Della aún no lo entendía del todo, pero con los años se daría cuenta de lo importante que era vivir como humana, y en una familia mágica.

Cuando Della entró en la casa buscando a su padre, se la encontró recién limpia, donde el olor a lavanda impregnaba cada rincón de la casa. Pero había un total silencio. En contraste con el callejón Diagon su casa era muda.

Avanzó por los pasillos de la casa hasta dar con el despacho de su padre, y, al abrir la puerta, tras informar de la noticia, encontró a una de las criadas. Sonrojada, ésta bajó la cabeza, y salió solícita de la habitación.

—Tu padre no está— informó una voz a la espalda de Della.

Cuando ésta se giró pudo ver a su abuela, con una ceja levantada, y la barbilla algo alzada.

—Recibió una carta del Colegio, y se ha marchado para preparar las cosas para el curso que viene— indicó ella, haciendo brillar un anillo enorme que tenía en su dedo.

Miró a Della de arriba abajo, como quien evalúa un caballo que se va a comprar, y reparó en la caja que tenía agarrada.

—Vaya— musitó, sonriendo—. Conque ya tienes tu propia varita, ¿eh?— ensanchó la sonrisa, y se acercó a Della—. ¿Cómo es?— preguntó, ladeando la cabeza, realmente curiosa. 

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10/10/2015, 14:16
Rewel Ollivander

Aun ya lejos, se podía escuchar resonando en sus oídos el alboroto de los cientos de duendes que gritaban y proliferaban a pleno pulmón el mismo derecho que el que Olli acababa de haber recibido. Llevar una varita no sólo servía para canalizar la magia y realizarla, sino que también daba un estatus. Una varita era la extensión de la mano del mago, y los duendes lo sabían. Ellos también querían disfrutar de algo así.

Aunque, también habían ocupado el callejón Diagon con otro propósito más mundano: el oro. Las finanzas eran algo que manejaban muy bien los duendes, y tanto los magos como ellos lo sabían. Si ya tenían el poder sobre el oro y la economía mágica, los magos conservadores no pensaban darles más poder.

Sin embargo, pronto esos pensamientos dejaron la mente del muchacho para ocupar su cabeza otros: ¿dónde estaba su familia?

Ante sus gritos, sólo acudió la ardilla enorme que tenía desde hacía tiempo, quien, solícita, en cuanto escuchó la voz de Olli, bajó presurosa para llegar a su alcance, y verlo. También porque tenía algo de hambre, como la pequeña ardilla que siempre revoloteaba por el pelo del muchacho.

La casa estaba inusualmente en silencio, y temió por que hubiera pasado algo. La revuelta se estaba sucediendo a escasos metros de distancia, y los temblores de las explosiones casi podían sentirse en los cimientos de la casa. Las ardillas ladeaban las orejas cada vez que escuchaban un murmullo lejano.

—¿Olli?— preguntó una voz conocida, subiendo unas escaleras—. ¿Estás aquí?

Su tío Rewel hizo aparición, y tenía un aspecto realmente desmejorado desde que lo había dejado hacía escasos minutos tras abrazarlo, y compartir aquellas palabras sinceras.

—Olli, tienes que subir hasta arriba. Están allí también tus hermanos— indicó su tío, acariciando de manera distraída la cabeza de la ardilla Sirius—. Es peligroso estar ahora mismo en la tienda.

Sus ojos no mostraban miedo, pero había algo de nerviosismo en ellos. No era la primera revuelta que los duendes llevaban a cabo, pero sí la primera en la que tenían magia en bruto. Y la incógnita era de dónde la habían sacado.

—Yo estoy con tu padre, abajo, tratando de proteger la entrada a la tienda. Esos— dijo en tono despectivo, no por lo que eran, sino por los estragos que estaban ocasionando— terminarán frente a la puerta exigiendo que les dé varitas.

Apretó los brazos de Olli de manera suave, y lo miró a los ojos.

—Hazme caso. Sube arriba, y cuida de tus hermanos— dijo, con un leve brillo en la mirada. 

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11/10/2015, 23:42
Molly Blackcap

El aire limpio de las montañas llenó los pulmones de Molly con la fragancia de los altos pastos. Por lo que pudo deducir, debía estar cerca del medio dia, pues el sol despuntaba ya por encima de los afilados riscos del Ben Macdhui, oculto solo por algunos cumulos grises que anunciaban tormenta. 

Algo no iba bien y Molly lo sabía. Se lo decían las vetustas rocas de los Durmientes (también conocidos como Cuatropiedras por los lugareños) ahí arriba en las lomas, donde la niebla se enredaba entre sus matojos medio desnudos, y se lo decían también los pájaros que habían dejado de trinar. 

Sin moverse de donde el viejo mago le había hecho aparecer, la niña frunció el ceño, echando un vistazo a su alrededor aun con la varita en la mano. Por un segundo, le pareció que el viento arrastraba una risita burlona que no supo identificar y sin darse cuenta sus mejillas salpicadas de pecas se encendieron como brasas candentes. ¡Alguien le estaba observado!. Pero no como cuando por casualidad, pasaba por la plaza del pueblo y las ancianas apostadas tras los visillos se dedicaban a juzgar si llevaba bien puesto el mandil. Quien quiera que fuese, la estaba observando con tal intensidad, que de repente le pareció que el chal que llevaba sobre los hombros no era lo suficientemente recatado. Rápidamente se lo colocó mejor, cruzandose de brazos con una mezcla de vergüenza, desconcierto y enfado. Sacudió la cabeza con la intención de librarse de aquella sensación de falta de control y echó a correr hacia su casa en cuanto escuchó la voz de su abuela llamarla. 

- ¿Sabías que volvería? - Preguntó la niña, echando un vistazo furtivo, desconfiada y suspicaz, hacia la linde del bosque, antes de cerrar la puerta tras de sí. 

Tras colgar el chal en un perchero y sacurdirse las botas, siguió el olor del puchero hasta la cocina, donde esperaba encontrar a su madre y a su abuela. Una vez allí, se subió a una silla y, de rodillas,  alcanzó un panecillo de un cuenco. - No me ha gustado nada la ciudad, me han dado esto y me han explicado que tendré que estudiar mucho. - comenzó a contar Molly, dejando su varita sobre la mesa y dandole vueltas al panecillo con aire pensativo, preocupada. - Pero tienen un problema con sus duendes, de repente aparecieron muchos, muy maleducados. Chillaban, rompían cosas sin razón... Querían hacer daño a la gente. Creo... Mamá ¿Como van a enseñarme a hacer magia gente que no sabe tratar con duendes? -

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12/10/2015, 16:13
Niall

El muchacho corría y corría realmente azorado. Gritaba el nombre del profesor Slytherin con todas sus fuerzas pero en el Colegio no parecía que hubiese nadie. Qué extraño... en los últimos días Niall había visto todo un verdadero trasiego de preparativos para lo que debía de ser el inicio del curso. Y sin embargo ahora ni un alma...

De pronto aquella figura grotesca surgió... ¡de la nada. Niall tuvo la primera impresión de que se trataba de algo muy  parecido a aquellos malditos duendes que asaltaban los comercios de los magos legítimos allá en el Callejón Diagón. ¿Podría el pequeño enfrentarlo? La pregunta se le cruzó durante unos instantes por la cabeza... los suficientes como para crear cierta duda. Si ahora Niall era un mago o, como poco, un aprendiz de mago, ¿se esperaba de él que combatiese a aquellas despiadadas criaturas? Con esta diatriba en la cabeza y con los ojos como platos por la estupefacción pasaron unos pocos segundos hasta que aquel ser comenzó a hablar. Parecía que la primera sospecha del muchacho de que aquel duende le hubiese seguido a través del hechizo de Myrddin, podría descartarse definitivamente. Ese duende no venía del tumulto creado en las calles... parecía vivir allí en el Castillo y ser un simple sirviente. Alguien que se encargaba de que todo estuviese listo y a punto... limpio. Que procuraba comida y bebida a sus amos... ¡un momento! ¿Acaso Niall estaba entendiendo bien y le trataba a él como si fuese alguien a quién servir? La idea era una locura en sí misma. Pero una mirada traviesa atravesó los ojos grisáceos del irlandés que decidió que bien valía la pena probar suerte.

- Er... sí. Sí. ¿Se puede saber dónde esta todo el mundo? Necesito que encuentres por mí al profesor Slytherin. Y... y... - el rostro blanquecino de Niall se tiñó de un tono carmesí, - ... y la verdad es que tengo algo de hambre.

Por muy aprendiz que fuese, Niall no había aprendido a mandar. Quizá nunca lo hiciese... o quizá simplemente había pasado demasiado poco tiempo desde que fuese él quién recibía las ordenes.

- Por favor... - rubricó a su petición de alimento.

En aquel momento, casi por ensalmo, el rostro del duende pareció volverse menos antinatural a ojos de Niall que lo observaba con curiosidad. En verdad, no eran tan parecido a aquellos otros que sembraban el caos en la ciudad. Pero, claro... tampoco podía entrar en la cabeza del chico que hubiese todo un mundo de seres esperando ser descubiertos por él. Y no todo eran humanos y duendes.

La referencia a la varita hizo que Niall volviese a ponerse en guardia. Efectivamente la historia de que aquella varita había sido codiciada por el profesor Slytherin se contrastaba y aquello era algo que no terminaba de dar buena espina al muchacho.

- Bueno... pues no le digas al profesor Slytherin nada de esta varita, ¿entiendes? Ahora es mía. El artesano me lo dijo. Ella me ha elegido a mí y a nadie más. Además... ¿qué hacía un duende en un taller de varitas? Tengo entendido que a los duendes no les permiten acercarse a ellas, ¿no es cierto?

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12/10/2015, 16:26
Adelaide E. Gleann (Della)
Sólo para el director

El despacho estaba vacío, bueno a excepción de una criada limpiando que se fue presurosa antes que Della pudiese preguntarle por su padre, la niña se extrañó de la huída hasta que oyó una voz detras suyo. Un escalofrío recorrió su menuda espalda y el corazón volvió a acelerarsele, cuatro simples palabras que consiguieron que se sintiese tres años menor. Intentó recuperar la compostura antes de girarse y 'enfrentarse a su abuela', no es que fuese mala con ella, es que ambas sabían que no eran familia y había falta de calidez en su relación.

Asintió ante la explicación, el año anterior Taranis también se había ido, pero que fuese justo mientras ella no estaba y no haberse podido despedir la entristeció. Ensimismada en su pérdida no se dió cuenta de la mirada evaluativa que le dedicó Agrona, pero sí que oyó sus siguientes palabras y el roce del vestido al acercarse la dama. Elevó la mirada para ver la sonrisa en esa cara perfecta y pareció perder parte de su miedo, en realidad admiraba a esa mujer que tanto había conseguido estando sola y quería que se sintiese orgullosa de ella, que la llamase nieta con orgullo.

-Sí. -contestó mientras con dedos un poco titubeantes abría la caja y apartaba la delicada seda azul -Es de olmo. -dijo como si la madera de la varita ya lo dijese todo.

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14/10/2015, 08:14
Marshmallow Bowen

Su cabeza le decía que debía reflexionar sobre lo que acababa de ver pero simplemente estaba demasiado excitada como para que su cerebro se centrara en un atajo de duendes pedigüeños. Si tenían razón o no, si los magos les iban a dar varitas o no, era algo que, por aquel entonces, ni siquiera se le antojaba un motivo de preocupación. No cuando entre sus manos portaba aquella varita, aquel motivo de esperanza que había vuelto a sembrar la semilla de la ilusión en su vida.

Por supuesto, allí estaba Mamá Pig para devolverla a la realidad con sus maneras desagradables de costumbre como si la presencia de clientes fuera indeseado y, para más inri, culpa de la muchacha.

- Pero, Mamá Pig, un segundo...

Haciendo oídos sordos se marchó, dejando a la Marshmallow mirando su tesoro con cierta desolación. Aún era demasiado pronto para separarse de él, no podía dejar de pensar que en cuanto lo hiciera, aquello desaparecería y se convertiría en uno más de sus sueños que morían con la aurora. Así que, temerosa de que aquello sucediera, se metió la caja por la cinturilla de la falda y la tapó con la camisa, saliendo poco después para dedicar la misma mirada seria a la que tenía acostumbrados a los clientes. Aún era demasiado pronto para ella para sonreír con la misma facilidad que Mamá Pig.

Se acercó a la matrona, tomando la lavanda y enrollándola en un fino papel para entregársela a la clienta, aprovechando el momento para, con la cabeza gacha, atreverse a preguntar.

- ¿Lo sabíais? ¿Vos...lo sabíais?

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14/10/2015, 20:00
Geert Ollivander "Olli"

  No había sido un sueño. Ni el simple producto de una imaginación demasiado desenvuelta. Geert lo sabía por la varita a la que se agarraba como si fuese el único asidero que le impidiese caerse por un precipicio, y también lo sabía por los gritos y las explosiones que llegaban apagadas al interior de la casa. Debía de ser un ruido ensordecedor ahí fuera, aun podía recordar con pánico cuando casi se vio enterrado por los cascotes. Las ardillas inquietas y ladeando de un lado a otro la cabeza terminaban de confirmar su certeza, no abriría los ojos de pronto y descubriría que todo había pasado. Aquello era real y si bien no era la primera vez que aquellos seres reclamaban derechos de forma violenta entre las calles atestadas de escobas y sombreros picudos, al ver estado ahí y ser testigo en persona lo hacía completamente distinto. Los magos y las brujas siempre eran gente muy cuidadosa con sus costumbres y su magia “había que ocultarse y protegerse del mundo muggle”, lo decía con frecuencia su abuela, de la misma forma que lo obligaban a ocultar a Sirius en casa o tenía explícita y tajantemente prohibido hablar de magia en la tienda de muebles y tallas. Pero, con el ruido que estaban causando esos duendes, se planteó sino estaría todo Londres asaltando ya el callejón Diagón para ver qué ocurría. Seguramente, las criaturas del mundo mágico tenían sus sortilegios para salvar esas situaciones, pero de eso Olli nada sabía, en ese instante hacía lo que creía que debía hacer: ir a la tienda de varitas a avisar a su tío.

  Pero Rewel, lo encontró a mitad de camino y él al oír su voz lo llamó. Verlo tan agitado no ayudó a calmarse, así que soltó lo que le vino a la cabeza sin filtrar sus emociones:

  —Quieren varitas, y magia y no-sé-qué-de-no-ser-considerados-como-criaturas-mágicas- comenzó a decir atropelladamente y sin entenderlo al completo. —Y él, él… Se ha ido, ¡se ha ido! Nos protegió cuando la pared se vino encima pero luego me ha dejado y se ha ido. ¿No debería estar aquí y luchar con nosotros? ¿No deberían todos los magos proteger la tienda?- Obviamente se refería a Myrddin. Cuando les salvó la vida le había parecido un mago muy poderoso, y lo habría admirado en lo más profundo a pesar del terror que lo congeló, pero en ese instante no entendía porque los dejaba atrás con aquella batalla. ¿Huía? Ese pensamiento no solo lo incomodaba sino que le restaba valor.

  Escuchó lo que su tío tenía por decirle.

  —¿Están todos arriba?- Quiso subir de inmediato también, dejar el problema a los mayores y olvidarse, refugiarse como tantas veces en la oscuridad y esperar que la amenaza desapareciera simplemente por dejar de verla o ignorarla. Pero eso no ocurriría. No esa vez.

  Entonces cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza. Tenía una varita, era prácticamente un mago, también tenía responsabilidades, y al ser consciente de ello, algo del “antiguo Geert” asomó:

  —Pero, puedo ayudar- protestó con un brillo en los ojos. —Ahora tengo varita, es como ser otro adulto. ¿No? Iré contigo y con padre, y juntos los pararemos. O… o también podemos hablar con ellos. Lo verán. Lo entenderán y se irán- propuso.

  —¿Verdad?-

  Leyó la respuesta en el mismo brillo en los ojos del fabricante de varitas y comprendió que su tío lo necesitaba y que le estaba encomendando otra misión de igual importancia y en la que no podía fallar. Así que, al final, asintió e hizo dar media vuelta a la ardilla sin ser capaz de apartar la mirada mientras giraba y preguntándose si lo veía por última vez.

  —Cuidaré de ellos.

  Se obligó a ser valiente y reprimir una lágrima.

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15/10/2015, 13:06
Mordag Blackcap

Mordag y su hija estuvieron discutiendo acerca de la suerte de su nieta e hija, respectivamente. Creían que iba a ser una gran bruja, y también buena persona, aunque Mordag dudaba un poco de esto último pues no hacía falta ser buena persona para ser una gran bruja. Muriel quería discutir aquello, pues lo que no iba a consentir era que su Molly fuera una dama de hierro como Mordag, pero se detuvo en cuanto vio a Mordag mirar hacia el vacío.

Se quedó con una fina línea en los labios, y contemplaba algo más allá que ni siquiera Muriel podía entender. Se fijó en el punto en que los ojos de su anciana madre miraban, pero sólo vio unas cuantas arrugas de la madera de la pared de la casa.

—Ha llegado— musitó Mordag con la voz algo ronca.

Muriel ni siquiera había oído nada, pero aquello le bastaba para sonreír, y dar una palmada de ilusión. Molly había llegado desde Londres, y tendría ya lo necesario para ir al Colegio.

Fue Mordag, sin embargo, la que se levantó más rápida, y fue hacia la puerta, oteando el horizonte, y allí la vio. Su nieta, con el pelo pelirrojo-castaño ondeando bajo la suave brisa que regalaba el verano, acercándose a la casa.

Sonrió, contemplando a su nieta, y asintió a sus palabras, pero no dijo nada. Se limitó a echarse a un lado para dejarla pasar hacia el interior de la casa, y contempló su varita, satisfecha.

Miró de nuevo hacia el campo, y notó un frío helador que la envolvió. Frunció el entrecejo, e iba abrir la boca para preguntar si Molly había tenido frío, pero el calor del sol volvió de la misma manera repentina que se había ido. El entrecejo de la abuela de Molly se frunció un poco más, y terminó cerrando la puerta con aún más fuerza, resonando el portado por toda la casa.

—¿Te ha visto alguien?— preguntó algo brusca Mordag—. Dime, niña, ¿te ha visto alguien aparecerte?

No quería parecer nerviosa, y, de hecho, tampoco era que lo estuviera, pero temía por la respuesta. Habían vivido muchos años tranquilas y en paz, lo último que quería Mordag era que esa paz se viera rota en el momento en que Molly tenía que abandonar aquella casa para irse al Colegio. Si vivían allí era por una muy buena razón.

Relajándose un poco más, miró a su hija, y le indicó con un gesto de la mano que fuera a preparar algo de té.

—Bueno, Molly, ¿qué tal por el Callejón Diagon?— preguntó Mordag, sentándose donde momentos antes hablaba con Muriel—. Grande, ¿verdad?

Aunque la abuela lo intentara, obviar que algo le inquietaba le era harto difícil, y ni siquiera para Molly le pasaba desapercibida su inquietud. 

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15/10/2015, 13:07
P-Remmy

Aquel muchacho despertó la curiosidad latente de Remmy. Después de haberse ofrecido voluntario para limpiar toda aquella planta para que dos compañeros pudieran descansar después de haber arreglado el jardín durante la noche por orden de Slytherin, decidió que debía ser buen compañero, y permitir que sus compañeros descansasen después de la paliza que se habían pegado.

Sin embargo, lo último que esperaba era escuchar los gritos de un muchacho rubio que iba corriendo por unos pasillos que acababan de ser fregados con esmero. No le importó demasiado que el muchacho entrara, y viera cómo limpiaba, pero supuso que aquello no les gustaría a los Fundadores. Una de las finalidades de su especie era que no debían ser vistos, ni sentidos, ni notados siquiera, como si por arte de magia las ventanas aparecieran limpias, los pasillos pulcros, y la ropa lavada y doblada de la noche a la mañana. Sin embargo, también quería algo de reconocimiento, y sacó pecho al ver al muchacho, como si esperara algún tipo de elogio por su parte.

No obstante, el pecho de Remmy se fue desinflando al ver que el muchacho sólo hablaba del Fundador Slytherin… y de que tenía hambre.

—No os preocupéis, señor— dijo Remmy, inclinando la cabeza, casi en una reverencia—. El Fundador Slytherin ha salido a hacer un recado, pero no creo que tarde— o eso le había dicho que dijera si preguntaban por él—. Es un hombre ocupado, y no sólo es Fundador de esta escuela, también…— pero se cortó justo a tiempo. Si quería que se supiera todo lo que Slytherin hacía, lo hubiera dicho él mismo—. Hace muchas cosas— se corrigió, y bajó la mirada, claramente arrepentido de lo que iba a decir, y de lo chismoso que podía llegar a ser.

Chasqueó los dedos en ese momento, quizá para distraer al niño de los pensamientos que pudieran llegar a surgirle por su desliz, y apareció en la palma de su mano unos cuantos bollos recién hechos, humeantes, y que desprendían un olor delicioso a canela y vainilla.

—Comed, si lo deseáis, señor— dijo, ofreciéndole la bandeja para que se sirviera.

Los ojos inquietos de Remmy volvieron a la varita, y Niall notó su interés. La protegía con su gesto, y Remmy no quería dar la sensación de un vulgar ladrón.

—Oh, sí, sí, lo sé— aseguró la criatura, sonriendo—. Sé que la varita elige al mago; es por ello que el Fundador Slytherin se puso furioso. No podía tenerla, y eso le hacía muy difícil… Bueno…— volvió a interrumpirse, tosiendo de manera profusa, y se rascó la nariz.

Miró hacia los cristales limpios, deseando poder sacar un nuevo tema de conversación, pero lo hizo el muchacho por él.

—¿¡Qué!?— se escandalizó ante las palabras de Niall—. Vos me confundís, señor. Yo no soy un duende, soy un elfo doméstico— se presentó, haciendo otra reverencia—. Remmy, para serviros.

Duende…, pensó, poniendo los ojos en blanco.

—Sirvo a los Fundadores y a todo aquel que lo necesite, señor— indicó—. Aquel día, el Fundador Slytherin me dijo que acudiera con él. Yo me limito a cumplir órdenes. 

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15/10/2015, 13:07
Agrona Gleann

La noticia de que había una nueva revuelta de duendes la supo Agrona en cuanto la congregación de aquellas criaturas comenzó a hacerse notar. Estaban siendo controlados por un cuerpo creado para tal fin que informaba al Consejo de sus movimientos, y Agrona maldijo entre dientes cuando el mensaje le llegó por las vías convencionales.

Sin embargo, cuando iba a marcharse para hacer frente a aquella situación, escuchó los gritos de su nieta. Quiso también vocear para indicarla que en aquella casa no se gritaba, y que había que respetar el silencio poderoso, pero se negó a caer en la ironía. Fue por ello que se desplazó ella misma hacia el origen de los gritos, y no se sorprendió al ver a su nieta en el despacho de su padre.

La miró de arriba abajo, como siempre hacía cada vez que la veía de nuevo, como si esperara que algo cambiara en ella, como si hubiera descubierto algo totalmente increíble, pero se conformó con verla con el vestido limpio.

—¿De Olmo?— repitió a su vez, extendiendo una mano, esperando que Della le diera la varita para que ella misma pudiera examinarla—. Qué bien— dijo, aunque no había ningún entusiasmo en su voz.

Contempló la varita moviéndola entre sus finos y largos dedos, y la evaluó como si supiera más incluso que el maestro que la había fabricado, aunque no fuera así. Agrona había sobrevivido gracias al arte de fingir más cosas que nadie, aunque no tuviera ni idea. De momento, le había salido bien, y esperaba que nadie se atreviera a cuestionarla.

—La mía también es de olmo— dijo con cierto orgullo, y miró a Della con una mirada nueva, rejuvenecida, casi con un deje de satisfacción en su rostro—. Te irá muy bien. Cuídala.

Se la devolvió con un suave movimiento de la varita, de donde aparecieron un par de volutas de humo violetas, parecidas a las mismas que habían salido en la tienda de varitas, y se giró, dándole la espalda a su nieta.

—He de irme, Della— informó, casi en un tono aburrido—. Ha habido una revuelta de duendes, y he de ir a sofocarla junto con otros magos—. Volveré pronto.

Sin ni siquiera mirarla de nuevo, y sin decir más, desapareció dejando una fragancia de lavanda en la estancia. 

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15/10/2015, 13:08
Mamá Pig

La cadera de Mamá Pig ya no era lo que antaño, y le dolí horrores cada vez que iba a cambiar el tiempo. Aquel día era uno de los peores, y justo era el día en que Myrddin tenía que llevarse a la niña para decirle que era una bruja, y que ingresaría en el internado. Ella no lo había necesitado, y le había ido estupendamente, por lo que no entendía por qué Marshmallow debía de hacer lo mismo, aunque, en el fondo, muy en el fondo, le sentía feliz por que no compartiera su mismo destino. Si bien Mamá Pig consideraba que su vida había sido satisfactoria, había dejado sueños sin cumplir, y no quería que Marshmallow, después de todo lo que había pasado ya a su temprana edad, le pasara lo mismo.

Fue por ello  que no le dio una tunda cuando apareció, y, simplemente, se limitó a pedirle la ayuda usual que solía brindarle la niña.

Las clientas parecían nerviosas, casi como si pudieran sentir algo extraño en el ambiente. Muchas pedían los típicos remedios caseros para el dolor de tripa, la cabeza, y los dolores mensuales de las mujeres, pero había otras que estaban yendo más allá, y pedían a Mamá Pig un remedio para provocar el aborto, o una pócima para poder enamorar a alguien. La consideraban una clase de bruja de esas que la Iglesia tachaba, pero que permitía, y hacía la vista gorda.

Mamá Pig no tenía reparo alguno en vender todo lo necesario para satisfacer los deseos de sus clientas, y mucho menos tener luego la conciencia intranquila por lo que podía llegar a suceder en el caso de que alguno de sus remedios llegara a surtir efecto adverso. Le daba poco igual. Sólo quería ganar dinero para aguantar un día más… y poder dar un mendrugo de pan tierno a esa niña.

Escuchó sus trémulas palabras cuando la clienta de la lavanda se marchó, y la escrutó con la mirada, casi desafiándola a que dijera algo más. Sin embargo, Mamá Pig se limitó a resoplar por la nariz, a evitar la mirada de Marshmallow, y a seguir quitando las hojas a una rama de laurel.

—Si sabía ¿qué?, niña— espetó de pronto, sin dejar de deshojar la rama, casi impaciente. 

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15/10/2015, 13:08
Rewel Ollivander

Cuando se escuchó la gran explosión, lo supo. Volvían. Otra vez. Rewel había terminado tomándoselo con calma, pero le hervía la sangre cada vez que los veía ante los cristales protegidos esperando que saliera para repartir varitas entre la marabunta.

No podía hacerlo por ley. El Consejo de Magos del Wizengamot lo tenía terminantemente prohibido: sólo había varitas para ser humanos, y no para criaturas que tuvieran una inteligencia semejante a la humana, por muy mágicas que fueran. Rewel no entraba en detalles si le parecía justo o injusto, pero lo que sí sabía era que su tienda terminaba sufriendo graves destrozos por culpa de aquellas revueltas, y estaba cada vez más cansado de que no pudieran hacer nada para evitarlo. Aquella aristocracia formada por magos poderosos no podían poner fin a aquellas revueltas, y estaba claro, pues éstas continuaban. En opinión de Rewel, terminarían por hacer que la gente se tomara la justicia por su mano, y odiara aún más a aquellas criaturas que sólo pedían un derecho que los humanos tenían de manera innata, pero eso no se vería: se verían los destrozos, la magia en bruto que habían conseguido de manera clandestina, y la cantidad de heridos que habían ocasionado.

Realizó los encantamientos pertinentes junto con su hermano a la tienda para protegerla de los ataques, cuando escuchó los gritos de Olli. Miró a su hermano, y éste le hizo un gesto para que subiera él, pues no podía interrumpir el hechizo que estaba invocando.

Subiendo las escaleras de dos en dos, se encontró a Geert sobre su ardilla enorme, y respiro de alivio al ver que estaba a salvo.

Escuchó sus palabras atropelladas al tiempo que Rewel levantaba las manos a la altura de los hombros para que se tranquilizara. Lo último que necesitaba era tener a un crío más nervioso.

—Tranquilo, Geert, ¿vale?— trató de decir con voz calmada Rewel—. Myrddin no puede hacer nada desde aquí. Es un mago muy poderoso. Ni siquiera está en la Wizengamot pues, como él mismo dijo cuando le propusieron entrar: “inclinaría demasiado la balanza”. No se mete en estos asuntos. Los evita si puede, y, sin considera que es necesario, interviene— explicó de la manera más sencilla que pudo, pues había rumores que confirmaban otras versiones, pero no quería entrar en detalles, ni liar una mente de once años.

 Señaló con el mentón las escaleras para que las subiera, y se encontrara con el resto de sus hermanos, pero al ver que Olli se negaba, él también hizo lo propio.

—No, Olli, no puedes usar la varita fuera del Colegio— informó Rewel, sin comprender cómo se le había olvidado a Myrddin decir aquello—. Está prohibido, y pueden llegar a expulsarte del Colegio. Sólo puedes usarla en caso de extremo peligro y en defensa propia, pero no en una situación como esta— quiso dejarlo claro. Olli debía de subir arriba—. Además, eres demasiado pequeño e inexperto. No puedes— finalizó con un gesto de la mano, tajante.

Se arrepintió en seguida de ser tan duro con el muchacho, pero no podía perder más tiempo siendo su niñera en un momento como ese. Normalmente, Rewel disfrutaba como el que más de la compañía de Olli, pero no era la mejor situación como para entablar más relación familiar. Debía obedecer.

—Olli, tus hermanos te necesitan— dijo en un hilo de voz, claramente preocupado. No era la primera vez que los duendes habían conseguido penetrar en la casa, pero Olli ni siquiera había nacido. Es más, no había nacido ninguno: Rewel tenía menos edad que Geert, y Solomon era un muchacho algo engreído que creía que podía combatirlos.

Apuntó con un dedo calloso arriba, y miró a Olli.

—No dudo de que los cuidarás— respondió a su vez, y se incorporó tras estar algo agachado para ponerse a la altura de Olli—. Venga, ve.

Contempló cómo enderezaba a la ardilla para encaminarse hacia las escaleras, y dio media vuelta para bajar, y ayudar a su hermano en la tienda. 

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15/10/2015, 15:28
Marshmallow Bowen

Esperar respuesta de Mamá Pig era, por supuesto, como permitir que a una le cortaran con un cuchillo. Era someterse al dolor de forma voluntaria. Pero a veces, la respuesta desagradable bien valía la pena si con ello se obtenía información interesante.

Aquella, por desgracia, no fue una de esas ocasiones en que las palabras de la mujer accedían a arrojar luz sobre sus interrogantes.

- Que yo tenía magia - insistió, ahora dirigiéndole una mirada ceñuda en un acto de valor que de nada sirvió, pues Mamá Pig no parecía prestarle la más mínima atención -. ¿Quién la puso en mí? ¿Fuisteis vos?

Aquello de la magia seguía pareciendo algo misterioso. ¿Se compraba? ¿Se heredaba como un objeto o como el color de los ojos? ¿Se necesitaba de otra bruja para que la iniciara? ¿O era contagiosa? quizás la cercanía con Mamá Pig había sido demasiado y la magia simplemente había traspasado de una a otra. Quizás, sin darse cuenta, se la había robado.

Muchas preguntas otra vez y, como siempre, las respuestas parecían eludirla aunque tal vez la diferencia radicaba en que esta vez ella estaba dispuesta a pronunciarlas.

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15/10/2015, 15:44
Molly Blackcap

Molly miró a su abuela, pero no respondió inmediatamente. En lugar de eso, bajó las piernas dejando que sus botas colgaran con gesto pensativo, meditando la respuesta apropiada.

- No he visto a nadie – Admitió – Pero me parece que había alguien mirando, puede que en el bosque, o… tal vez incluso más lejos.  – Añadió cruzándose de brazos. No preguntó si eso era posible o no, su instinto le decía que de algún modo bien podría ser así, y Molly se fiaba siempre de su instinto. Si ese viejo la había encontrado con tanta facilidad en la inmensidad de sus montañas, ¿por qué no iban a hacerlo otros? Incluso vigilarla a muchos kilómetros de distancia. Se dio cuenta que esa idea le molestaba. No le gustaban los intrusos en la que consideraba su tierra.

Observó a su abuela mientras cambiaba de tema, sintiendo la presencia de su madre a su espalda preparando un té, o más bien fingiendo centrarse en el té, porque Molly estaba segura que aunque no dijera ni una palabra, tenía los oídos bien abiertos.

- Grande y … aromático – fue la descripción más ajustada que se le ocurrió. Por lo visto todo Londres olía a pis, aunque a sus gentes no parecía importarles mucho. –Ese hombre dijo que alguien pagaría todo el material que pudiera necesitar, incluyendo la varita. No se si debería aceptarlo. Debe ser muy caro y me parece que no está bien. – Comenzó a explicar la niña. La idea de deberle un favor a un desconocido no le agradaba, le hacía sentir vulnerable. – Quise decírselo a ese mago, pero después de lo ocurrido con los duendes, antes de que me diera cuenta ya me había traído de vuelta. –

Molly nunca había sido muy buena con las charlas triviales así que una vez hubo dado las explicaciones que le parecieron pertinentes se volvió para mirar la espalda de su atareada madre y después otra vez a su abuela. Algo le rondaba la cabeza, pero no acertaba a adivinar que podría ser.  - ¿Qué está pasando? – Preguntó sin rodeos y con expresión decidida. No pensaba bajarse de esa silla hasta que le contara la verdad.

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17/10/2015, 14:21
Geert Ollivander "Olli"

  En la conversación precipitada, que en susurros agitados o gritos preocupados habían mantenido tío y sobrino a mitad de camino de la tienda de varitas, se habían dicho cosas que Olli no entendía completamente. Si sabía lo que era el “Wizengamot” lo había olvidado por completo, y en aquél instante de estrés era incapaz de precisar de qué le sonaba ese nombre pues tenía que reconocer que no era la primera vez que oía. Así que no podía discutirlo, menos aún sabía lo de la varita, pero reflexionó que si aquello era como decía su tío… ¿No era aquello un caso de extremo peligro y en defensa propia?

  Pero Geert no replicó la autoridad de Rewel, no solo por el tono y la expresión corporal con que éste ilustraba sus palabras e imponía obediencia, sino porque el joven de las ardillas no solía rebelarse a lo que mandaban sus mayores. Era parte de su forma de ser. Así que, como ya hemos leído, pronto hizo dar a Sirius un giro sobre sí y se despidieron cada uno encaminándose a su propio cometido y su propia cita con el destino.

  En dos grandes saltos volvieron de nuevo a la planta baja y giraron en el recibidor donde año atrás Cronos y Aquiles se habían peleado por un escarabajo, allí mismo se encontraban las escaleras de subida a la planta superior. La gigantesca ardilla negra se movía con la misma sencillez que si lo hiciese saltando de una rama a otra en la copa de un árbol, conocía la casa al milímetro pues eran muchas las horas que en ella pasaba dado que salir a la calle supondría un riesgo para los Ollivander, pues cantaba que no era una ardilla normal y una acusación de brujería, incluso antes de que se constituyese la inquisición, podía costar la muerte a toda la familia.

  Subieron los escalones a saltos ágiles, Olli se aferraba con su única mano válida, a un tiempo a la varita y al pelo sedoso y abundante de su montura.

  Allí en el rellano, dispuesto a descender escalones, toparon con un chico pequeño de mira resoluta.

  —¿Aquiles? ¿Qué haces? ¿No sabes que es peligroso?- preguntó sin conseguir recapacitar al joven que con puños cerrados después de la última explosión bajaba dispuesto a presentar batalla sin ser consciente de sus posibilidades.

  Por suerte, Sirius ocupaba prácticamente toda la anchura del pasillo y el más pequeño no pudo avanzar hacia el desastre. Eso lo entretuvo tiempo suficiente para que llegase, segundos detrás de él, Janelle, quien era la madre de ambos:

*

  —¿Cómo voy a proteger a nadie si os escapáis?- regañó a Aquiles justo antes de ver a Geert.**

  —Íbamos a seguir comprando las cosas para la escuela de magia con ese mago… Myrddin, cuando atacaron los duendes. Me ha dejado aquí. En casa. Iba ayudar pero tío Rewel dice que suba para cuidaros.- Explicó con ingenuidad Olli e intentando resumirlo todo lo mejor que pudo a su madre.

Notas de juego

*

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**Como no sé cómo está todo arriba, me he tomado la libertad de hacer hablar la madre y presuponer que estaría cuidando de la abuela Edita, de la prima Glinda y mis hermanos. Si tienes otros planes, te doy (o devuelvo XD) la libertad plena que te corresponde por derecho de cambiarlo :P

Máster Edit: Te corrijo las negritas, Cuervito ^^ Y ni te preocupes en tomarte la licencia: de hecho, te actualicé bastante mal, y apenas te adelanté ^^U Sorry. 

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17/10/2015, 17:41
Mamá Pig

La presencia de Marshmallow hacía que Mamá Pig siempre estuviera no tensa, pero sí algo extraña, como si pudiera ocurrir algo en cualquier momento, y es que así de verdad lo creía. La niña había llegado sin saberse cómo ni por qué, y aunque Mamá Pig siempre fingía que poco le importaba la vida anterior de la muchacha, y lo único por lo que se preocupaba era por que ella cumpliera todo lo que la vieja le mandaba sin rechistar, no podía olvidar que algo rodeaba a la pequeña. Algo demasiado mágico como para que Mamá Pig llegara a comprenderlo.

Ante las palabras de la pequeña, Mamá Pig no pudo evitar bufar sonoramente, y casi consiguió reprimir una sonora carcajada que pugnaba por salir de su interior. Contempló a Marshmallow con una mirada inteligente, y casi como evaluándola, y negó con la cabeza, finalmente.

—No, yo no— respondió, incorporándose de nuevo, notando a su cadera darle pinchazos—. Uno nace con magia, niña— le indicó, casi como si la regañara—. No tienes ni idea, Marshmallow.

Miró hacia la tienda, por si había algún cliente cotilleando por la puerta hacia el interior, preguntándose si entrar o no, como muchas veces sucedía, sobre todo a los que iban por primera vez, y miró de nuevo a Marshmallow.

—Tu familia debió de ser mágica para que tú también lo fueras— dijo la vieja—. Tus padres, uno de ellos, o alguno de tus antepasados tenían sangre mágica, codiciada por todos, aunque oigas lo contrario.

Y era cierto. Aunque muchos muggles decían que temían a las brujas y a la magia, casi, a veces, miraban con adoración a las mujeres que iban a quemar a la hoguera.

—Quizá en el Colegio puedas descubrir quién eres, niña— dijo, y sintió una pequeña punzada de dolor: sentía lástima por Marshmallow, aunque no lo reconocería nunca delante de ella—. Pregunta por ahí.

Iba añadir alguna cosa más, pero en ese momento, entró un hombre a la tienda. Caballero por lo que parecía su armadura, entró mirando cada rincón de la tienda como si fuera algo totalmente extraño para él, y como si no terminara de encajar allí.

Miró tanto a la anciana como a la niña, y sonrió de soslayo, mostrando una mirada inquina y cruel.

—Buenos días— saludó con una fría voz—, ¿sois vos esa a la que llaman Mamá Pig?— preguntó, aunque ya sabía la respuesta. 

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17/10/2015, 17:43
Muriel Blackcap

Miraba de vez en cuando por la ventana, y trataba de hacer algo con sus manos para que no se notara su nerviosismo, pues lo había sentido. De nuevo. Hacía tiempo que no lo notaba, pero aquel día, esa misma mañana… Sí, estaba por allí, y no tenía ni idea de qué querría aquella vez.

Miró a su hija Muriel, y se llevó la mano a la barbilla para escuchar con suma atención a lo que su nieta tenía que decir de la experiencia. Quería alegrarse por ella, pues comenzaba su camino como bruja, y pronto se convertiría en alguien digna de temer, pero no quería adelantar nada. No serviría de nada.

—¿Mirando?— logró casi balbucear Mordag, y le hizo un gesto a su hija para que mirara por las ventanas.

Notó que la boca se le secó, y que el corazón le daba un vuelco. Habían pasado años desde que aquella tierra oscureció, y no quería volver a pasar por ello. No otra vez. Y mucho menos Muriel. Aunque Mordag temía por su vida, fue Muriel quien pasó el peor momento.

Muriel corrió las cortinas de cada una de las ventanas, y miró a su anciana madre, pensando que aquello no era necesario, pues si ya las había encontrado, de poco serviría un gesto como aquel. Pero Mordag quería cierta oscuridad allí dentro, y se sintió algo más arropada.

—No importa— terminó diciendo, y fingió despreocupación—. Mi nieta acaba de llegar de Londres, y quiero escucharlo todo. Dinos, Molly— invitó su abuela, mirándola con ansia.

Escuchó las palabras de su nieta, e hizo un gesto con la mano cuando habló del dinero. Negó con la cabeza, y fue su madre, sin embargo, quien contestó a Molly.

—Los Fundadores se encargan de la manutención de sus alumnos— indicó Muriel, dejando el té sobre la mesa—. Cuando paséis la Selección, son ellos quienes se ocuparán de vosotros. La varita, el caldero, los libros, los ingredientes, y todo lo que necesitéis lo sufragan ellos. Sin embargo, has de saber que hay unos Fundadores que miman más a sus alumnos que otros— inclinó la cabeza, sonriendo—. Helga es muy buena, y los trata con dulzura. Sin embargo, Salazar los pone a prueba de manera continua. Tendrás que hacerte con ellos cuando sepas a qué Casa perteneces.

La explicación podía ser complicada, pero Muriel sonrió de tal manera que casi podía despejar una tormenta del cielo para que el sol volviera a aparecer.

—No te preocupes por eso— dijo, finalmente, dándole una pequeña taza de té a su hija—. Ha sido siempre así.

Pero su abuela estaba más intrigada por lo que lo había dicho Molly acerca de los duendes.

—¿Ya están otra vez los duendes con sus absurdas ideas?— preguntó Mordag, suspirando, al tiempo que soplaba su taza de té humeante—. Qué ridículos son con esas teorías estúpidas de que tienen los mismos derechos que nosotros. Suficiente que les dejamos que controlen el dinero mágico, y su cambio con el muggle— y negó con la cabeza, pensando que, incluso eso, era demasiado.

Fue entonces, sin embargo, cuando el ambiente, relajado ahora, volvió a ponerse tenso, con la pregunta de Molly. Muriel y Mordag intercambiaron una mirada. De complicidad o de culpabilidad, Molly no llegó a saberlo, pero algo no iba bien.

—Es mejor que no sepas, niña— le espetó Mordag con un gesto de la mano—. Calla y bebe tu té.

Pero Muriel no compartía la opinión de su madre. Si había llegado el momento de saberlo, ella no era quién para contradecir los designios del destino.

—Molly, ¿recuerdas o sabes algo de tu padre?— preguntó sencillamente Muriel, sentándose en una butaca vacía, y mirando a su hija con la mirada brillante. 

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17/10/2015, 17:48
Janelle Ollivander

Cuidar de tantos hijos había sido duro para Janelle, pero después de parir en una época peligrosa para las mujeres parturientas, sacar adelante a sus vástagos era una heroicidad. Y ella lo sabía, por eso se consideraba fuerte, y paciente a la vez.

En cuanto la revuelta saltó, cogió a todos sus hijos, a su sobrina, y los subió a todos hacia el último piso de la vivienda familiar para dejar que los más poderosos magos de la familia se encargaran de las posibles repercusiones de la revuelta.

No podía tener miedo, pues todos confiaban en ella, y no podía permitir que sus hijos percibieran inquietud en su madre, pues el halo de tranquilidad que había tratado de crear, se destruiría en mil pedazos como lo haría una copa de cristal contra el suelo.

—Silencio, silencio— rogó a sus hijos, llevándose un dedo a los labios—. No me dejáis oír lo que pasa abajo.

Pero aunque reinara un absoluto silencio en aquella habitación, el estruendo que venía del exterior era tal que apenas se lograba escuchar nada entre ellos mismos que andaban a escasos metros los unos de los otros. Fue por ello que se llevó un susto cuando vio a Aquiles dirigirse decidido escaleras abajo. Su madre gritó, asustada, pues conocía de sobra cómo era el tercero de sus hijos, y lo último que quería era que se pusiera en peligro.

Lo siguió de manera decidida hacia las escaleras, tratando de atraparlo aunque fuera por los pelos del cogote. Fue entonces cuando, ahí en las escaleras, ocupando todo el ancho, vio a la gigante ardilla, y su hijo Olli sobre ella.

—¡Olli!— gritó Janelle, suspirando de alivio, y mirando hacia el techo, como si estuviera agradecida, y se arrojó hacia su hijo—. Menos mal. Creía que os había pillado de lleno la revuelta— dijo, ayudando a Olli a bajar de la ardilla con cuidado una vez volvieron a la habitación, con Aquiles bien controlado. 

Escuchó la explicación de Olli, y miró con dulzura a su hijo. Poco le importaba el porqué, la cuestión era que estaba a salvo.

—Olli, ¿los has visto? ¿Has visto a los duendes?— preguntó un muchacho inquieto, llegando a su altura—. ¿Cómo son?— inquirió—. ¿Crees que son malos o sólo incomprendidos?— dijo de manera tan inteligente que ni él mismo se dio cuenta—. Yo, sir Aquiles de Ollivander, protegeré a todos los que haga falta con valor y coraje— añadió con voz profunda, aunque no dejaba de sonar infantil.

Detrás de él, su hermano más mayor contemplaba la escena con un deje de aburrimiento en su semblante, casi parecía que estaba hastiado por aquella situación.

—Yo lo que no entiendo es por qué tenemos que aguantar esto siempre— apoyó su rostro en sus nudillos, al tiempo que escrutaba por la ventana algo empañada—. Que los del Wizengamot vengan, Avada Kedavra, y se acabó todo. ¡Puf!

En ese momento, dos muchachas emitieron un gritito ante lo que acababa de decir aquel muchacho.

—¿Cómo puedes ser tan cruel, Cronos?— preguntó una muchacha pelirroja, casi mirándolo con odio—. Así no se arregla nada. Sólo conseguirías crear más odio.

—Eso— corroboró una niña de pelo castaño, y mirada decidida—. No sabes nada, niño— añadió, sabiendo lo mucho que le molestaba a Cronos ser llamado y tratado como niño.

—¡Basta!— gritó finalmente la madre, mirándolos a todos—. Se acabó, ¡callad!

Miró a Olli de nuevo, y le sonrió.

—Deja a tu ardilla ahí, Olli— le indicó, señalando un rincón de la habitación donde había agua y comida en sendos cuencos de madera.

Se acercó a la ventana, y ahogó un grito.

—Cronos, creo que te han escuchado— musitó su madre. 

Y bien cierto, pues se pudo ver a una mujer con la mirada fría, una sonrisa burlona en sus labios, frente a un grupo de magos con capas carmesíes, y las varitas dispuestas.

—Es Agrona Gleann— infirmó Janelle—. Jefa Suprema del Wizengamot. 

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19/10/2015, 10:13
Adelaide E. Gleann (Della)

Las palabras, y el tono, usado por Agrona hicieron que a Della se le cayese el alma a los pies. Con dedos temblorosos, que la niña esperaba fuesen achacables a la emoción y no al miedo a la decepción, cogió la varita y se la ofreció a la mujer. Observó detenidamente como la madera rodaba entre los elegantes dedos y estuvo atenta a todas las expresiones de ese rostro severo, no presagiaba nada bueno.

Lo siguiente que escuchó llenó de alegría su pequeño corazón y, aunque puso todo su empeño en intentar que no se le notase demasiado, se permitió una leve sonrisa y un asentimiento de cabeza mientras respondía con su voz aguda.

-Sí abuela.

Quiso decir algo más, preguntarle por el núcleo y otras mil cosas, pero no se atrevió y el momento pasó. Al ver salir el humo de color, tan parecido al que ella misma había hecho salir casi sin querer, se reprendió por no haber hablado antes pues ya no tuvo ocasión. Agrona le devolvió la varita y se giró tan rápidamente como elegante. El que ella misma fuese a sofocar la revuelta que Della acababa de ver hizo que la niña sintiese temor por lo que le pudiese pasar, esos duendes eran muy peligrosos.

-Tenga cuidado. -susurró.

Aunque no supo si fue escuchada pues ya la esbelta figura se desvanecía dejando tras de sí el aroma de la mujer. Della se quedo por unos momentos allí, de pie en la entrada del despacho, mirando a su alrededor el esplendor y el silencio de aquella casa, y se preguntó como había soportado su abuela tantos años sola. Se giró y salió de la estancia cerrando la puerta, con pasos presurosos se dirigió a las cocinas. Preguntaría por su tía y si no estaba en la casa ella se quedaría allí, a su abuela no le gustaba que "se relacionase" con los empleados pero la niña no soportaba el silencio de esas grandes estancias.

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19/10/2015, 15:12
Marshmallow Bowen

Las palabras de la vieja la volvieron a dejar sumida en uno de sus silencios retraídos aunque en esta ocasión no se debiera al temor de haberla molestado lo suficiente como para que por fin la echara. No, era el saber que su magia era una herencia familiar, otra tan única como el anillo que aún poseía sólo que este regalo, este don, era mucho más importante que un anillo del que nada sabía. ¿Quién sería su familiar mágico? ¿Su padre o su madre? ¿Quizás ninguno de los dos?

No podía parar de pensar en aquello, saboreando las palabras de Mamá Pig que aunque tan parcas como siempre esta vez llevaban algo consigo que no era capaz de identificar. Tal vez una promesa que algún día descubriría o quizás era la llama que había prendido el fuego que siempre había habitado en su interior.

Lo que estaba claro es que fuera cuál fuera su pasado o el origen de su magia un nuevo mundo de posibilidades acababa de abrirse ante ella, uno que apenas comprendía y del que nada sabía. ¿Qué conocimientos le aguardarían su nueva vida? Se sentía impaciente y ansiosa por descubrir lo que estaba por venir.

Estaba pensando cómo seguir abordando todos aquellos misterios cuando entró un hombre, uno que podría haber pasado por apuesto sino fuera por esa horrible mirada que le indicaba a Marshmallow que era momento de retirarse a un segundo plano. Bajó la mirada, intentando que aquel hombre reparara lo menos posible en ella, esperando el instante en que los dos adultos iniciaran la conversación para marcharse a la trastienda.