Los tres de la lista

A pesar de la continua presencia policial, apenas pasaron un par de días del incendio de la caseta de los sindicalistas irlandeses cuando volvieron los incidentes en el puerto. El local de los sindicalistas comprados por la familia Massería corrió la misma suerte en venganza. La escalada de violencia no hacía más que incrementarse, y los irlandeses parecían tan tercos como los propios italianos. 

Anastasia llamó directamente a los cuatro muchachos para que se reunieran con él inmediatamente y les pidió que se reunieran con él en su despacho, situado en la ciudad pero relativamente cerca de los muelles. Allí lo encontraron muy enfadado, muy lejos de la fría y peligrosa tranquilidad de Luciano. Anastasa era un tipo obeso pero a la vez corpulento, alto y con un carácter bastante impulsivo, carente del don de la palabra y con una educación que brillaba por su ausencia, especialmente cuando las cosas se ponían mal, como era el caso. 

Anastasia les ordenó que tomaran las medidas necesarias contra los líderes sindicales para terminar con aquel asunto de una vez por todas. Los quería a todos fuera de circulación en un par de días, lo suficiente para que el resto se lo tomaran en serio y se replantearan sus intenciones. Les puso delante una lista con tres nombres clave, los mismos que aparecían en el folleto que habían tomado de su primera visita a la caseta de los irlandeses, aunque aquel al que Carisi había dejado seco de un golpe, el tal O´Connor, llevaba desde entonces en coma en el hospital y no hacia falta preocuparse por él. Los otros tres eran: Mike O´Brien, Ken Parrigan y Anthony Pearson. Junto a cada nombre aparecía una dirección. 

—Quiero un trabajo rápido y eficaz —decía nervioso Anastasia—, tras eliminar a estos tres, les dais un escarmiento a un grupo de sindicalistas. Cuando los tres estén muertos os dirigís a un bar llamado Corinto, que es el centro de encuentro de estos bastardos, así que no habrá muchos que no se lo merezcan por estar ahí metidos, y si no, mala suerte por haber estado allí en el momento menos indicado. Además, el bar está cerca de los muelles y la Familia no lo controla, así que a la mierda, un motivo más para hacer limpieza...

Amadeo sonreía como un niño al enterarse de que al día siguiente llegaba la navidad. Al fin podían dejarse de medias tintas y pasar a la acción, aunque el numerito en los muelles había sido ciertamente espectacular y había dejado patente que el Gigante era la sartén, pero Luigi era sinónimo de brasas.

—La limpieza es nuestra especialidad, no se preocupe.

Los días posteriores al incendio fueron movidos. El tercero fueron convocados por Anastasia. Órdenes claras y pertinentes. La situación se estaba calentando y era el momento de rematar la faena. Salvatore asintió mientras cogía la lista, leyendo atentamente nombres y direcciones. Unas fotos hubieran ido bien.

-No hay problema señor Anastasia. Nos ocuparemos.

A Filippo Anastasia no le inspiraba la mitad de respeto que Costello o Luciano. La proximidad afable del primero y el caracter hosco y serio del segundo, contrastaban con la falta de modales y la ordinariez de Anastasia. Se cuestionaba incluso si debía obedecer sus órdenes. Pero no era ese el momento de cuestionarlo. 

-Se hará lo que haya que hacer, señor Anastasia. Déjelo de nuestra cuenta. 

Luigi acudió a la cita, naturalmente, pero torció el morro cuando recibió las ordenes que recibió, por parte de quien las recibía...

No dijo ni mu... Solo jugaba con un mondadientes en su boca mientras escuchaba... Tenía claro que antes de todo quería tener la certeza de los "jefes" de que Anastasia podía ordenarles directamente... De hecho fue Luciano quien les envió allí para ayudar a Anastasia, pero también fue él quien dijo que quería que se hiciera... Ahora la cosa cambiaba un poco...

Al salir de aquel despacho, Luigi les dijo a sus compañeros...

Vamos a ver que quiero tenerlo claro para no  meternos en problemas... Anastasia puede darnos ordenes directamente y más de esta índole? Realmente yo estoy aquí porque Luciano nos lo ordeno. El quería que ayudáramos a Anastasia a reconducir las cosas y nos dijo como hacerlo, y eso hemos hecho...

Creo que sería preciso preguntarle a Luciano, si debemos de hacer caso a todo y absolutamente a todo lo que nos pida Anastasia, o mejor se lo comentamos a el o a Frank primero... Mirad, este tipo es rudo, un zoquete... No creo que lo suyo sea pensar... Ni por asomo creo que sea capaz de discernir las cosas como lo hacen Costello o Lucky... Que os parece a vosotros?

Al principio nadie pedía muertos, al final ha habido alguna baja colateral por culpa del incendio, pero ahora se nos pide que liquidemos a unos tipos...Mi opinión es informar antes... Podemos hacerlo de manera que no se nos vea dudar... Ejemplo:

Buenas, Luciano, Costello... venimos a informaros de que vamos a cargarnos a tal tal y tal antes de dos días. Es lo que nos ha pedido Anastasia. Veníamos a por material. Aquí Carisi es capaz de partir cabezas como melones, pero el resto necesitamos de "utensilios" que nos ayuden, ya que estos irlandeses son tan tercos y cabezotas que pueden enfrentarse a nosotros...

Filippo asintió a medida que su primo expresaba sus mismos pensamientos.

-Por eso he contestado que se hará lo que ha de hacerse. Que no es lo mismo que decir que haremos lo que nos mandó. Nos debemos a Luciano y a él y solo a él le rendimos cuentas. Lo último que necesitamos es vernos en medio de un pulso entre dos capos. Que llegado el momento, si tengo que elegir bando, este mequetrefe no le llega a la suela de los zapatos a Luciano. Vayamos por el restaurante y ya sea Luciano o Frank, nos dirán qué hacer.

Sal miró sorprendido a los dos primos. Evidentemente a él no se le había ocurrido pensar en ese matiz. La parecía claro que Luciano estaría de acuerdo. Se limitó a encogerse de hombros y seguir al grupo.

El grupo dudaba de la autoridad que Anastasia podía tener para ordenarles el asesinato a sangre fría de tres sindicalistas, y no era para menos, ya que era sabido que era impulsivo y de gatillo fácil. Pero era un jefe, y también sabían que no podían cuestionar sus órdenes abiertamente, aunque estuviera en la organización por debajo de Luciano y Costello. Tampoco sería sencillo cuestionar las órdenes de un jefe delante de otro, por lo que Luigi ideó una manera retorcida pero efectiva de decir lo que querían sin que sonase a qué ponían en duda la autoridad de Anastasia.

Por otro lado, Filippo reconoció las calles que venían apuntadas junto a los nombres de los irlandeses. La de O’Brien, el primero de la lista, estaba situada en el Bronx. Pero sobre los tipos en sí no tuvo mucha idea, sus nombres salían en los folletos que quemaron a los irlandeses pero no les sonaban de nada más.

En el restaurante se encontraron a Frank Costello tomando café con algunos de los chicos, cuando les vio llegar les hizo un amistoso saludo y les preguntó que tal iban las cosas por el puerto. Al preguntarle, siguiendo la estratagema de Luigi, por utensilios que pudieran utilizar para realizar el encargo, Costello les recomendó visitar la zapatería de Nestor Macchetti, apodado Mac, que regentaba un negocio bastante corriente salvo por el depósito clandestino de armas que guardaba en la trastienda y que Sal, Luigi y Filippo ya conocían de cuando acompañaron a Gatillo Luppo a cargarse a Verocchio y los suyos. Costello no dio ninguna muestra de que cargarse a los tipos estuviera fuera de lugar, aunque por supuesto no habló directamente de asesinatos sino que se limitó a decir dónde conseguir las mejores herramientas para hacer un buen trabajo.

Amadeo saludó respetuosamente a Costello. Era todo un espectáculo ver al gigante amilanarse ante alguien, especialmente después del destrozo que había provocado en los cuerpos de aquellos irlandeses.

Cuando les indicaron la dirección de las herramientas, Carisi se decantó por algo pequeño pero efectivo: un reluciente Astra 400.

—Si me diesen a elegir, preferiría usar mis puños —explicó mientras revisaba el arma con sorprendente delicadeza—. Pero no está demás tener una de estas encima para un trabajo más rápido. Por suerte, cuando hice el servicio, aprendí a usar estas pequeñas.

Filippo saludó afablemente al grupo cuando entraron en el restaurante y participó de la pantomima para dejar caer a Costello el plan de Anastasia. Al ver que a Frank no le importaba demasiado lo que quisiese hacer Anastasia se quedó un poco desconcertado. En definitiva, tendrían que hacer el trabajo con todas las consecuencia. Pues no se hablase más. El aval de Frank a Anastasia valía para Filippo más que una sentencia dictada por un juez. Así que manos a la obra.

Filippo salió del restaurante cogiendo aire.

-Pues sí que estamos bien. Bueno, después de todo, tendremos que ir a por ese material.

En la trastienda de la zapatería de Macchetti había un buen arsenal, pero Sal solamente cogió munición en abundancia, un par de docenas de balas que se echó a los bolsillos del abrigo. La visita a Costello se había mostrado innecesaria: las próximas horas o días les tocaría matar. Una tarea que, a pesar de no ser la primera vez, era un mal trago para el jugador, y se le notaba.

-Elegid al primero. Al que queráis. A mí me da lo mismo -dijo, con cierta amargura.

No queremos demorar mucho el tema Frank. Anastacia ya sabes de su temperamento. Vamos a por el material y a ayudar a esos tipos a visitar el campo sagrado. Cuanto antes actuemos antes nos olvidamos...

Esperamos estar a la altura y que Luciano apruebe nuestro hacer... Esta vez no nos acompaña nadie, así que toca dar un paso adelante chicos!!! No necesitamos niñeras eh? aprendimos lo que teníamos que aprender.

Salieron del bar camino de la zapatería. El arsenal de ese hombre era interesante, pero no tenia nada que le ayudara a mejorar su mediocre puntería, así que insistió con su Lupara. Se pilló una caja de cartuchos y se santiguó a la Virgen.

Saliendo de la zapatería de Nestor Machetti dijo a sus compañeros:

Chicos, a mi la indiferencia de Frank me vale, aunque tampoco nos a dicho exactamente que asesinemos, no se si se lo hemos dejado suficientemente claro, por tanto, ahora toca actuar y mejorar nuestros argumentos para veces venideras, porqué lo conseguiremos, si señor!!!

Mike O'Brien era el primero de la lista, y gracias a la dirección anotada por Anastasia también fue al que primero localizaron. Su casa estaba situada en la zona de Bronx, en uno de los característicos edificios unifamiliares de aquella zona, concretamente en el tercer piso. Así que cogieron un coche y se dispusieron a cruzar el puente de Brooklyn para subir por Manhattan y sus altos edificios, cruzar toda la isla dejando atrás la vasta extensión verde de Central Park, cruzar el río Harlem, sobrepasar el Yankee Stadium, y finalmente llegar al Bronx. Un recorrido de casi hora y media por culpa del criminal tráfico que reinaba en la ciudad.

La zona de vivía O'Brien era un lugar tranquilo y agradable, lleno de parques y zonas verdes, donde los niños jugaban en las anchas aceras de la calle. Alejada del lugar que dominaban los italianos en el barrio, y también de la zona sudeste donde la pobreza empezaba a arraigar y causar problemas bastante peliagudos. La zona donde vivía aquel sindicalista cabrón era bastante bonita, a decir verdad. La casa, pese a haberse concebido como unifamiliar, estaba dividida por plantas para diferentes inquilinos siguiendo la costumbre habitual de la zona.

A ver, si podemos urdir un plan que no levante tantas sospechas como liarnos al estilo del viejo wester...

Sabemos si tiene coche y cual es? Escuchad si este tio vive aquí, posiblemente usa un 4 ruedas para desplazarse... dejarlo sin frenos debería de ser fácil y mas discreto. Luego un poco de acoso, le hará aumentar la velocidad y parará con los dientes. Si aun sigue vivo, Carisi le parte el cuello y parecerá un accidente...

Es que lo otro sería entrar en su casa, pero no me gusta. Esto parece un barrio muy tranquilo. cualquier follón llamará la atención, además puede haber crios. Los niños no deberían de ver estas cosas no creeis?

Filippo sonrió. Un brillo en sus ojos denotaba que el plan le parecía magnífico.

-Vale, ¿puedes hacerlo? Echemos un vistazo. Sal y yo podemos crear una distracción para darte tiempo y Carisi quedaría en reserva por si hay problemas. "Amañas" el coche y luego lo seguimos. Y cuando intente acelerar para darnos el esquinazo habrá cavado su tumba. 

Sal escuchaba a los primos, y cabeceaba. 

-Esperad un momento. No sabemos cuál es el coche del amigo O'Brien, si es que tiene. No sabemos ni qué cara tiene, ni si tiene familia, ni si su señora será de esas modernas que conduce y lleva a los críos a la escuela...

Fruncía el ceño y se rascaba la cabeza, tratando de pensar.

-Habría que esperar aquí a que salga para reconocer el coche. Sí queréis subo a su casa para identificarlo. Me hago pasar por vendedor o predicador o cualquier cosa así. Hola, buenos días, vendo... Coches de juguete, tiene usted hijos? O algo así. 

No parece mala cosa, Sal, pero por si han dado nuestra descripción o han estado en la caseta o vete tu a saber, mejor te haces algo, no se... péinate distinto, déjate bigote, disfrázate con una sotana, lo que sea ok? Y ya puestos para disimular, un vendedor no va directo a un solo piso... Así que tu plan me gusta pero no se si lo de pasar por varios pisos de modo y forma que no levante sospechas podría ser de ayuda...

Si son Irlandeses deben ser católicos... Un hombre de Dios vendiendo juguetes o algo así, para recaudar dinero para una parroquia, o centro de acogida...? no se que os parece...

Carisi parecía conforme con el plan. Sabía que con su cuerpo le resultaba difícil pasar desapercibido. Se sentía un poco decepcionado porque el plan no incluía usar sus puños para machacar a los irlandeses, pero coincidía en que trucar los frenos era mucho más eficiente y discreto.

Cuando Salvatore propuso acercarse para comprobar la identidad del objetivo, el Gigante sintió.

—De acuerdo, Sal, pero me quedaré cerca por si te pillan y necesitas algo de músculo extra para salir por patas.

Filippo dudó al oír las palabras de Marrone. Tenía razón, pero la idea de que se expusiese de esa manera...pero al final asintió.

-Está bien. Tienes razón, pero ándate con cuidado ¿vale? Esa gente ya sabe de qué somos capaces. No creo que se deje engatusar fácilmente. Mientras nosotros podemos mantener el sitio bajo vigilancia. Busquemos un lugar para ello y esperamos a que Sal haga su magia.