Partida Rol por web

Bacoli, tras comprobar que el primer hombretón pelirrojo, no llevaba nada de valor ni de información relevante encima, asintió a la demanda de Sal.

Andiamo!!! metamos a estos dos adentro, no vayan a congelárseles las pelotas ahí a fuera... No hemos venido a causar víctimas eh? - dijo en un tono jocoso a su compañero Sal.

Buen trabajo Carisi.

De mientras ayudaba a Sal, vió como el joven Filippo, tomaba la palabra en el interior de la caseta... Era un chico educado y intentó tranquilizar a los parroquianos...

E vero signori, estos dos descerebrados iniciaron las hostilidades. Mala idea... Al mio amico -señalando a Amadeo- non le è piaciuto. 

A Carisi le pareció buena idea la idea de su compañero y se apresuró a "descargar" a los dos matones como si fuesen un par de sacos de patatas. El hombro todavía le molestaba, pero intentó que no se notase demasiado.

—Parece que no a todo el mundo le sienta bien la famosa hospitalidad italiana. ¿Les damos la "bienvenida" a los de dentro también? —preguntó con una siniestra sonrisa.

El crujir de los nudillos del gigante resonó por todo el local.

Sal se encargó de registrar al otro matón que Carisi había enviado al mundo de Morfeo por la vía rápida, pero no encontró nada en sus bolsillos salvo algunos objetos personales y un par de pavos. Ninguno de los dos tenían armas, sin duda confiaban en su corpulencia para defender el local de los sindicalistas irlandeses, aunque habían sido incapaces de prever que alguien todavía más corpulento que ellos llegara para dejarlos inconscientes de un par de puñetazos. No se les podía culpar, nadie hubiera sido capaz de imaginar a alguien como Carisi salvo quien ya lo había conocido. Y a ese se le aparecía el Gigante en pesadillas. 

Luigi ayudó a Sal a meter a los dos en el interior del local para evitar que, además de llevarse un ojo morado, la nariz rota y perder un par de dientes, les fuera a dar también una hipotermia. Sal y Luigi cargaban con uno de ellos, agarrándolo uno por los pies y el otro por las axilas, mientras que Carisis agarró al otro del cinturón y como si fuera un sacó de patatas lo cargó hasta el interior del local. 

Allí los sindicalistas, bastante asustados ya tras la irrupción de Filippo, estuvieron a punto de mearse en los pantalones cuando Luigi les señaló al Gigante Carisi, especialmente cuando el ex-boxeador habló de la hospitalidad italiana y les miró con una siniestra sonrisa crugiéndose los nudillos. Uno de los sindicalistas, un tipo delgado con gafas y una barba que le daba un aire intelectual se apresuró a hablar con voz temblorosa. 

—N-no hay necesidad de más vi-violencia. Di-diganos qué desean y... y les ayudaremos en lo posible. 

-En realidad no había necesidad de ninguna violencia, pero sus camaradas de fuera no quisieron entenderlos-dijo Filippo encogiéndose de hombros-Vamos, tómese otra o haga lo que le haga falta para tranquilizarse. Tenemos que hablar de cosas serias y en ese estado va a ser imposible.

Filippo se sentó con despreocupación y sirvió en los vasos. 

-Vamos, ¿a qué esperan?

Filippo llevaba la voz cantante, manejando la situación con elegancia, así que Sal se tomó su tiempo para recolocarse la corbata. Miró la otra habitación con curiosidad y entró en ella con pasos lentos, cautos. Enseguida empezó a hojear las octavillas, interesándose por todo aquel material propagandístico. Pero también buscaba otros libros, contabilidades, actas, diarios, agendas... Inspeccionaba activamente cualquier otra cosa que hubiera allí. Puertas y ventanas, armarios y posibles trampillas en el suelo o techo, sin dejar de abrir ningún cajón ni paquete. Un registro en toda regla.

Al ver que el joven Benedetti parecía llevar muy bien la parte de las "relaciones públicas", el Gigante dejó que se llevase el protagonismo mientras se quedaba a su espalda. La figura de un gigante como Carisi serviría como un altavoz perfecto y en caso de que a algún temerario se le ocurriese hacer un movimiento en falso.

Luigi, viendo que todo estaba controlado, sacó su cajetilla de tabaco y se encendió un pitillo.

Ehhh, irlandeses, aqui todos somos católicos no?

Y les brindó su paquete por si alguno quería fumar... La intención era "relajar" la tensión y que así fuera más fácil conversar, cosa que su primo estaba haciendo de maravilla... Desde que Enzo había volado del nido, el pequeño Filippo fue cogiendo las riendas en estos menesteres... y ya no era ni tan pequeño ni tan inocente...

Sal echó un vistazo al otro cuarto mientras Filippo y los demás se encargaban de los sindicalistas, allí había sobre todo propaganda sindicalista de todo tipo y con los clásicos eslóganes que ya había visto por algunos muros de la ciudad, y especialmente en la zona portuaria. Había un libro de cuentas pero parecía de lo más normal, lo poco que sabía Sal de contabilidad le bastó para ver que en apariencia todo estaba en regla en ese sentido. Registró lo demás, pero no había nada que fuera extraordinario.

En la sala de reuniones, a la orden de Filippo, los sindicalistas se sentaron. Tomaron la copa que el muchacho les ofrecía casi por obligación mientras miraban de reojo a Carisi, quien evidentemente les tenía acojonados. Rechazaron el tabaco que Luigi les ofrecía aunque uno de ellos estaba tan nervioso que le hubiera ido de perlas fumarse un pitillo, en los ojos se le notaba que un fumador empedernido.

El tipo delgado de gafas se mostró como el más valiente del grupo, a pesar de que él en todo su conjunto sería igual de grande como un solo brazo de Carisi. Más calmado, hasta se mostraba indignado por las formas del grupo de recién llegados.

—Asaltan nuestro local de estas maneras y ahora quieren parlamentar, bien, pues parlamenten ustedes. ¿De qué quieren hablar?

-¿Que hemos asaltado qué? Nos hemos acercado pacíficamente para hablar con ustedes y esos dos gorilas de fuera nos han despachado con menos educación que capacidad para disuadirnos. Y por si no lo saben, los italianos funcionamos muy mal cuando nos faltan al respeto. Con ese recibimiento, no creo que tengan motivo de queja.

Filippo sonrió y miró a los tres sindicalistas.

-Sea, yo soy más de solucionar las cosas "por las buenas". Espero que ustedes también.

Buscó entre los panfletos que estaban por allí alguno en el que saliese la lista de la candidatura a las elecciones y buscó los nombres de los candidatos.

-¿Alguno de ustedes está en la lista?¿Usted? Apuesto que sí.

Sal volvió a la mesa de Filippo tan lentamente como se había ido. Se sentó, se sirvió un vaso de alcohol y esperó la respuesta de los irlandeses, paciente.

—Está bien, está bien —dijo el de la barba alzando las manos y ladeando la cabeza en tono conciliador—. Por supuesto que nosotros queremos solucionar esto por las buenas.

El tipo mantenía como podía la integridad, aunque todavía estaba algo asustado. Aún así no era ni comparable a como temblaban y la cara de miedo que tenían sus dos compañeros. El de la barba asintió a la pregunta de Phillipo.

—Sí, yo estoy en las listas. También ellos, aunque yo encabezo la candidatura.

La sonrisa de Filippo se hizo más grande al escuchar las palabras del típo de barbas, que claramente era el que llevaba la voz cantante. 

-Así que tu eres...

Y leyó el nombre que aparecía en el planfleto en primer lugar, recordando las palabras de Luciano "A los que tienen que votar no les toquéis ni un pelo. Pero hacedles saber a quién tienen que votar. A los otros escarmentarlos. Y cuando digo eso ya deberías entender a qué me refiero"

Miró hacia atrás, a sus compañeros como dándoles a entender que era hora de actuar. 

Tras captar la señal de su compañero, Amadeo se abalanzó como un toro contra el estirado irlandés que afirmaba encabezar las listas. Rotó la cadera para darle un potente directo en el brazo. El crujido resonó como la primera y ominosa nota de una ominosa obertura. Como bien solía decir su entrenador cuando el Gigante percutía su primer golpe: "La ópera acaba de empezar".

El segundo fue menos espectacular, pero igual de doloroso para el pobre diablo que lo recibió. Carisi todavía tenía el hombro dolorido, pero eso no le impediría hacer la parte que más disfrutaba de su trabajo.

Esta vez se nos iba a conocer por no cumplir con nuestra palabra... Filippo era joven y estas cosas son por falta de experiencia... Corrió demasiado diciendo que a él le gustaba arreglar las cosas hablando y negociando... Y la realidad le explotó en la cara... Ahora o cumplía su palabra delante de esos irlandeses que poco a poco fueron aceptando sus palabras, o cumplía la orden de Luciano... Estaba claro que iba a hacer...

Maldita sea, primo... la palabra hay que respetarla porque si no lo haces nadie te va a creer, ni de los otros ni de los tuyos...esto correrá como la pólvora...

Luigi, a sabiendas de que esos 3 pobres diablos difícilmente saldrían adelante, después de que Carisi les pusiera la mano encima, fue moviendo la cabeza de lado a lado y le dijo a Sal:

Oye porqué no vamos aligerando, ahí afuera he visto un bidón de esos que sirven para encender algo de fuego y calentarse las manos... Llevemos esas cuartillas allí y prendamos una buena fogata... No hace falta quemar el local, creo que con esto entenderán el mensaje... Amadeo se sabe explicar claro, conciso y contundentemente... y una botella de wiskey prende rápido...

Los dos golpes que soltó el Gigante fueron tan rápidos que el pobre sindicalista ya estaba inconsciente y cayendo al suelo antes de que le llegara el segundo de ellos. A la mañana siguiente, cuando despertara con la nariz amoratada y los ojos sanguinolentos, le preguntarían si sabia lo que había ocurrido y él afirmaría con rotundidad que le había atropellado un trolebús. 

Cuando cayó al suelo de espaldas, totalmente desplomado, los otros dos sindicalistas, que habían recuperado algo de color antes de aquel par de salvajes puñetazos, volvieron a palidecer y se echaron a temblar. Uno de ellos incluso hasta se tiró al suelo de rodillas. 

—Por favor, no nos hagan nada, por favor. Haremos lo que quieran. 

La silla de Salvatore cayó bruscamente por tierra cuando el ataque furibundo de Carisi lo hizo saltar hacia atrás como un resorte. Se volvió a ajustar la corbata sin quitar los ojos del irlandés, las gafitas retorcidas a dos metros, casi tan pálido como los sindicalistas que quedaban en pie.

Titubeó al responder a Bacoli. -Estás seguro de eso, Luigi? No se te irá de las manos...

Alzó la cabeza de repente, como dándose cuenta de algo. Miró la puerta. No la habían cerrado y nadie vigilaba. Sal se apresuró hacia ella, echó un fugaz vistazo fuera asomando la nariz y luego cerró por dentro.

A ver, digo de eliminar esa propaganda en ese bidón para que el fuego no se lleve por delante la caseta ni a estos pobres, que total, a lo que a mi respecta, ya han recibido lo que se merecen... Insisto en que los muertos ni aprenden ni dejan de aprender nada... simplemente ya no cuentan... Estos más les vale retirar su candidatura, o lo de hoy va a ser un simple entremés...

Luigi, cogió una caja y la lleno de esas cuartillas. Era papel, ardería rápido y en un lugar sin peligro...Pero antes se guardo un fajillo de papeletas... Estaba seguro que Luciano querría ver una de ellas y posiblemente el contacto del puerto tambien...

-Lamentablemente, caballeros, se han metido con quien no debían-dijo Filippo levantándose de la mesa para dejar campo libre a Amadeo y cogiendo de paso un buen montón de folletos-Me hubiese gustado que fuese de otro modo. En realidad querría que me hubiesen ayudado a localizar a los tipos que figuran en la candidatura para romperles las piernas, pero esto me pone las cosas mucho más fáciles.

El plan de Luigi le parecía bueno. Con los tipos apalizados y los folletos destruidos, creo que tendrían bastante, así que los vació en el bidón. 

—¡Que le jodan a O´Connor! —dijo de pronto uno de los sindicalistas que no había dejado de poner oreja al a conversación de los italianos—. Yo me retiro de la candidatura. No merece la pena, ¿verdad, Brian? 

El otro tipo estaba demasiado asustado para contestar y solo se limitó a mirar de hito en hito a su compañero y luego asentir cuando éste insistió de nuevo. Ambos insistieron activamente en que no se presentarían, y estaban convencidos de que su amigo, que yacía en el suelo inconsciente, tampoco lo haría cuando se despertara mareado. Uno de ellos hasta aseguró que se piraría a Boston de inmediato. 

Mientras los chicos cogieron los folletos y los arrojaron a un bidón para pegarles fuego. Fuera no había nadie, todo estaba tranquilo en los muelles. Un barco descargaba algo más allá y la acción se concentraba allí, la zona donde estaba la caseta de los sindicalistas irlandeses permanecía tranquila. Fueron metiendo al fuego toda la propaganda hasta que les dejaron limpia la habitación. 

Eso eso, andiamo a Boston. Ese es un buen lugar para vosotros. El puerto de esa ciudad "pisaverde" y señoritinga os va como anillo al dedo. Me parece una gran idea que vayáis allí. Seguro que os espera mucha prosperidad en esa ciudad... Joder muchachos, si esto es América, hay sitio para todos...

Ale ale, coged a vuestro colega y un buen bistec de carne sobre el morado, un poco de este mejunje que tomáis y mañana como nuevo.

Aqui el tono de Luigi cambió a seco y rasposo...

Pero tened claro esto, si no os vais, os presentáis, u otros lo hacen en vuestro lugar... será una declaración de intenciones... muy malas intenciones... y no nos lo tomaremos a bien.