Partida Rol por web

Genaro hizo memoria, Sal podía notar que de verdad se estaba esforzando a pesar de que el aliciente del dinero no había significado mucho para él. Parecía importarle más le hecho de no enfadar a Luciano que el ganar algunos billetes, por mucho que cincuenta pavos fuera una buena cantidad y más en la situación en la que se encontraba él tras aquella mañana de locos. Pero el frutero sabía que de nada te servía tener todo el dinero del mundo si tenías a gente como Charlie Luciano en contra.

El tema del acento podía ser relevante. A Sal no se le había ocurrido, pero intentó hacer memoria del escaso intercambio de palabras que había tenido con aquellos tipos. Había sido demasiado breve como para detectar su acento, aunque inconfundiblemente eran italoamericanos como él. El frutero que había tenido más contacto con ellos trató de situarlos.

-Eran italianos. Al menos como vosotros. -Dijo en referencia a que él se había bajado del barco siendo joven pero había nacido y se había criado en Italia, mientras que otros, los más jóvenes de aquel mundillo, habían nacido ya en Estados Unidos, aún que el frutero desconocía que Sal había llegado al país en brazos de su madre siendo apenas un retoño. -Pero no sé... puede que de Cleveland, Detroit... puede que Chicago. No sé, del medio Oeste.

Les sonrió con un ligero cabeceo siguiendo el rollo a los mayores. Eran un grupo de monos con el culo pelado, y cada cual más hijo de puta. Le caían bien. Solo hacía falta saber de qué pie cojeaban. - Lo mismo ¡hace mucho que no los veo! hizo un gesto medio quejándose. Rozaba el incide y el pulgar para indicar la falta de dinerito para hacerse con un season ticket. - Me hace falta más tela. Se encendió el pitillo muy torpemente con el brazo malo. - Pero... uuuuuuuufffp y aguantando el humo... ^{como lo encuentre con un bate}... fffffffffffiiiiiiiiiiiiiiiiiiii le abro la cabeza.

- Pensaba habríais oído hablar de él, dijo buscando el cenicero. Tras una pausa, los volvió a mirar por encima del cigarro. - Porque, en fin, se excusó, en el barrio algunos le están pagando una cuota a sus hombres.  Bueno, menos al que hemos dado pasaporte en la frutería... uuffp. Alzó cejas como quitándole importancia y miro a Filippo y Luigi un momento. De nuevo a Vito y Frank. Fiiiiii. El local, destrozado a tiros.

-¿A quién le están pagando una cuota? - Preguntó una voz familiar a sus espaldas.

Allí estaba la silueta serena y elegante de Charles Lucky Luciano que regresaba del baño, su mirada tenía un brillo especialmente peligroso en aquellos momentos aunque tanto su actitud como sus movimientos eran tranquilos. Su presencia infundía el suficiente respeto como para que incluso Frank Costello se pusiera serio, y Vito Genovese y especialmente los otros dos tipos que estaban allí se limitaron a mantenerse callados.

Enzo había tratado de advertir si tanto Costello como los otros estaban intentando colársela al asegurar que no conocían de nada a Verocchio, y sus reacciones parecían genuinas. Enzo pudo ver que a ninguno de ellos les sonaba el nombre en verdad, y que cuando les dio algunos detalles de lo que había ocurrido comenzaron a preocuparse seriamente.

Pero quien tenía peor gesto por las noticias que traían era Luciano. Lucky vestía un impoluto traje claro con una corbata negra y una camisa blanca. Tenía una gallardía que le era natural y no necesitaba lucir las extravagancias en cuestión de vestimenta que otros de similar posición a la suya utilizaban para ser el más elegante de todos ellos. Los pequeños ojillos de Luciano mostraron un fuego contenido cuando Enzo estuvo a punto de responder a su pregunta. Tampoco le había hecho ninguna gracia escuchar que la frutería había sido destrozada a tiros, aunque era difícil saber si le había molestado el hecho en sí o que Enzo lo comentara allí en voz alta con total naturalidad. Luciano alzó un dedo para evitar que Enzo le contestara y señaló la puerta que daba acceso a su despacho para que lo siguieran.

Filippo seguía pendiente de la conversación, en la distancia mientras bebía a tragos cortos de su vaso, cuando una voz familiar sonó desde algún lugar fuera de su ángulo de visión, haciendo que se atragantase y tuviese que contener un ataque de tos. No le hizo falta girarse para saber que se trataba de Luciano, pero lo hizo para observarle. Su lenguaje corporal era de evidente desagrado. Habían liado una buena y algo le decía que no era bueno que los llamase aparte. 

Pero siguió callado mientras cual dulce corderillo seguía las indicaciones de Lucky dirigiéndose hacia su despacho.

Los monos de culo pelado cambiaron de postura al oír que les estaba comiendo la tostada. Fue reconfortarte verlos preocupados. Todos apretaron el culo al oír al macho alpha. Lucky llevaba cara de haber oído suficiente, y Enzo fue a responderle obediente. Con total naturalidad, se desentendía de cualquier responsabilidad en que estuviera molesto. Descuida,  pensaba, lo vais a ver en el periódico. Él también lo estaría si alguien fuera por el barrio pasándose la autoridad de Don Giuseppe por los cataplines. Asintió a sus instrucciones con mucha educación, como siempre, tap, tap, apagó el cigarrillo y con gestos de dolor se incorporó lentamente para seguirle. Viendo el culo ensedado de Charlie “Lucky” Luciano subiendo las escaleras se preguntaba... lo de Verrochio, no te molesta que lo sepan tus hombres ¿no? algo tendrán que hacer al respecto... o no. Sonrió mentalmente. Me gustan estos tipos. Admiraba la clase, la figura impoluta, moderna y exitosa de un Siciliano. 

Cuando llegaron al despacho de Charlie Luciano tras cruzar la despensa y atravesar las diferentes e intrincadas salas del interior del restaurante que conducían hasta la guarida del siciliano, éste se sentó en el butacón tras su escritorio, unió los dedos de sus manos y los miró fijamente, alternando de uno a otro y sin dejar de atravesar con la mirada a ninguno de los tres.

-¿Y bien? ¿Qué ocurrió en la frutería? - Preguntó con tono calmado y tranquilo.

Los 3 fueron detrás de su "jefe", (salvo que Lucky no se fiara de ellos, y los hiciera ir delante suyo, lo cual diría mucho de él).

Al darse la vuelta para seguirle, se quitó la gorra de su cabeza, amarró su bolsa, que no iba a dejar en ningún lado, y saludó a los 4 que dejaban abajo. Apuró su bebida y dejó el vaso en la barra, de camino al despacho.

Biongiorno, Frank, Vito, signiores...

Una vez en el despacho de Lucky, Luigi se mantuvo callado, por el momento. Lo cierto es que Enzo estaba tratando el tema y le pareció bien. Por ahora no hacía falta intervenir, y con asentir lo que decía su compañero, le pareció apropiado.

Eso sí, al ser fusilado por la mirada del "jefe", Luigi le aguantó la mirada sin parpadear. Si se acababa de enfrentar a unos tipos con pistolas, no iba a tenerle miedo a quien se supone debería estar de su parte... Habían hecho cuanto supieron y pudieron, si querian algo más profesional que hubieran enviado a la artillería pesada, que una cosa era enfrentarse a un viejo para cobrarle la "mordida" de seguridad y otra liarse a tiros con otra banda, que por cierto nadie parecía saber nada de ellos...

Por otro lado el recorrido de los ojos de Charly, siguió su curso y entonces fue Luigi el que miró lateralmente a Enzo, dando a entender que volviera a contar lo que había explicado abajo. 

Enzo se sentó, repeinándose. Asintió a Luciano tranquilamente cuando le clavó la mirada. Ni miedo, ni anticipación, todo lo contrario. Para Enzo era excitación. Se inclinó hacia delante ladeando el culo a la izquierda en la silla para mantener el brazo derecho pegado al cuerpo. La camiseta interior sudada. Le hablaba como a su hermano mayor, con respeto y confianza – Genaro estaba escondido. La tienda patas arriba. Nada más llegar, entraron cuatro con revólveres recordándole que él le paga a Verrochio. Y no a ti. Despachamos a uno en el sitio, y sacamos a Genaro a la bravas, antes de que le volaran la cabeza. Lo que le tenga que pasar al frutero... no lo deciden ellos... dijo extendiendo un gesto de deferencia hacia Charlie, que decía “aquí las decisiones las tomas tú”.   

Se reclinó, y se encogió de hombros como si lo que seguía fuera pura especulación. - Por lo que cuenta, refiriéndose al frutero, cometió el error de pagar a esos hombres la semana pasada y no pedirte ayuda. Ayer nos vieron, y hoy le reventaron el local y al sobrino para dejárselo claro. Creo que está en el hospital dijo mirando a los primos. Por eso no quería vernos... gesticulaba con las manos pare dejar claro que en la vida, hay gente así... un uomo con la testaaaaa... neella SAbbia eh con expresión cansada valoraba la necedad de pensar que los problemas desaparecen, así sin más.

Una pausa. Costó que entraran en razón, aclaró sin rodeos. Sin policía. Pero mañana estará en el periódico.

Sal asintió, satisfecho pero ansioso por saber más. -Bravo, señor Schilliamini. El Medio Oeste. Es poco, pero es algo. Si quiere afinar el tiro, ya sabe, la apuesta sigue en pie. Cualquier detalle más puede venir bien y ayudarnos de cara a Lucky. ¿Recuerda si mencionaron algún lugar, aquí en la ciudad? ¿Algún nombre?

Por Dios, Genaro, trata de recordarlo,* pensó, mientras lanzaba vistazos a la puerta. Por alguna razón desconocida comenzó a sentir cierta desazón. El arma cargada que llevaba en el bolsillo se le hizo muy presente. Quizá era el hecho de haber matado a un hombre a sangre fría, y las consecuencias que aquello podía acarrearle. Tal vez es que empezaba a darse cuenta de lo que había hecho. No es que lo sintiera por el tipo, eso no. Ni siquera eran remordimientos, al menos de momento. Era... era una angustia que empezaba a abrirse paso en sus tripas. Angustia por si lo atrapaban. Angustia por tener que temblar y esconderse siempre que viera a un policía. Angustia por si terminaban matándolo como a un perro.

Se palpó el bolsillo de la camisa por inercia, y echó de menos otro cigarrillo. No se atrevió a pedírselo al mismo tipo de antes, y probó con otro que resultó que no fumaba. Maldijo por lo bajo. Estaba empezando a sudar. Se aflojó el nudo de la corbata. Iba a pedir más café, pero optó por darle un lingotazo a palo seco a la petaca. Uno largo.

Reparó en que Genaro lo miraba. Se limpió la boca con el dorso de la manga y respiró hondo varias veces, y hasta fue capaz de esbozar una sonrisa que provocaba más compasión que otra cosa.

Lucky Luciano escuchó todo el tiempo con gesto imperturbable. No interrumpió el relato de Enzo en ningún momento y su rostro no dejó traslucir ninguna emoción, ni buena ni mala, sobre todo lo acontecido.

-Entiendo que no os pagó a vosotros. - Comentó. No era una pregunta, simplemente afirmaba una suposición. - ¿Dónde está ahora? - Esperó a que le dieran una respuesta y después cogió el teléfono que tenía sobre el escritorio y marcó solo un número.* -Frank, ve al café de enfrente a buscar a don Genaro. Sí, les dices que vengan al despacho. Sube tú también luego.

Luciano colgó el teléfono y volvió la mirada hacia ellos. La centró en Enzo puesto que era el que había tomado la iniciativa para hablar con ellos, pero de vez en cuando sus ojos se clavaban en Luigi o en Filippo, buscando confirmación de lo que Enzo le contaba o simplemente observando sus reacciones.

-¿Interrogasteis a alguno de esos malnacidos?

Interrogarles?, No.

Luigi con cara de pocos amigos, pero el tono pausado y respetuoso, contestó al "jefe". Parecía que le importara una mierda que pudieran morir los 4. Prefería 4 valientes tontos muertos antes que 4 novatos listos vivos... Quizás se le torcieron los planes y éramos un grano en su puto culo.

Si yo me encontrara con Frank o Vito y 3 de los chicos, todos con bultos sospechosos bajo la americana, con la posición ganada y Genaro de por medio, no me pondría a interrogar a nadie. Con eso solo hubiéramos conseguido formar parte del malogrado mobiliario de la tienda. Tampoco era nuestro cometido. Salvamos los muebles como supimos.

Esos tipos nos echaron de allí aduciendo que la cosa no iba con nosotros, que ya podíamos abrirnos o lamentaríamos el quedarnos. Y con lo que nos explicó Genaro antes de que llegaran, entendimos la situación e improvisamos.

Una cosa es mandar a unos novatos a cobrar a casa de un viejo y su sobrino, y otra es  enfrentarse en un "campo de tiro" con gente más ducha en estas lides. 

Lo importante era salir con Genaro y llegar a poder explicarte lo que vimos. Si estuviéramos muertos, ni Genaro hubiera pagado la "protección" (que falta le hacía), en un futuro (los muertos no pagan), nosotros no podríamos estar aquí dando explicaciones, y nuestro jefe no tendría ni idea de lo que pasó, con lo cual esos tipos seguirían "levantando" cuotas por el barrio.

Bacoli estaba seguro que a Luciano todo le parecería una excusa. Eso sí, el seguiría con su culo sentado en su sillón "presidencial", mientras enviaba a otros al sacrificio. Desconfiaba de él sobremanera, no le caía bien, y no era por ser un ganster. Al fin y al cabo, Joe Massería también lo era, pero era un hombre de palabra.

Cierto es que eliminamos a uno, al menos cayó al suelo y no pareció levantarse. Hicimos fuego de cobertura y Enzo les "robó" al viejo delante de sus narices, aunque recibió un balazo que bien podría haberlo dejado seco.

Supongo que no te importará demasiado, pero es posible que en estos momentos la familia de ese hombre hayan podido sufrir algún percance, pues lo tenían amenazado con matar a los suyos si no les hacían caso, y el ejemplo se lo dieron con su sobrino. Aunque eso deja bastante mal la "protección" que se da, y no deberíamos de dejar que esto proliferara.

Al menos la mezcla de lejía con salfumán nos sirivió para generar la distracción necesaria para salir de allí. Evitamos a la policía y pasamos por un médico que conozco, el cual no hace preguntas.

Sinceramente Lucky, nos pareció que morirnos en el primer trabajo serio, nos dejaba en mala posición. Para mejorar hay que estar vivo no? 

Meglio usare la testa che la forza.

Luciano fulminó a Luigi con la mirada. Algunas cosas que había dicho no le habían sentado especialmente bien, pero la situación urgía para tomar medidas rápidas y no era momento para aplicar disciplina de ningún tipo. Aún así el mecánico no se libró de recibir una mirada de parte de Charlie cargada de reproches. Tampoco le había gustado a Luciano que no consiguieran obtener más información sobre aquel tal Verocchio antes de acudir a él.

-Obviamente que me importa. - Dijo con tono tranquilo aunque visiblemente contrariado. -Esto es un insulto muy grave. Ten por seguro que responderemos en consecuencia. Pero ya que vosotros no habéis sacado más información de esos tipos, nos llevará más tiempo.

Luciano se encendió un cigarro mientras volvía a coger el teléfono y marcaba un número. No dejó de mirar al grupo mientras esperaba a que le contestaran.

-Agente Hollis, ¿cómo está? Sí, sí, todo bien, gracias. Mire, el sobrino de un amigo muy cercano se encuentra en el hospital. Su estado es muy delicado y me gustaría que nadie le molestara mientras se recupera. Eso es, muy bien. Schilliamini. Sí, el frutero. Su familia está preocupada también, ¿entiende? Bien, me alegra saberlo. Perfecto, tenga un buen día.

Luciano colgó el auricular y miró al resto. El humo del cigarro ascendía lentamente desde su mano al techo del despacho. Se lo llevó lentamente a la boca y le dio una calada mientras parecía considerar la situación.

-Os diré lo que vamos a hacer a continuación. Voy a hablar con Schilliamini en privado. No os preocupéis, se le tratará bien. Él no tiene la culpa de que esos gilipollas hayan decidido extorsionarle, aunque obviamente tendrá una pequeña reprimenda por no haberlo avisado antes. Podríamos haberlo protegido adecuadamente si hubiera avisado. - Dijo mirando a Luigi con su mirada fría y peligrosa recordando lo que acababa de insinuar el mecánico sobre la protección ofrecida al frutero. -Habéis dicho que la tienda está destrozada, ¿no? Bien, ya veremos como arreglamos eso. Vosotros os vais a ir con Frank y vais a intentar averiguar todo lo que podáis sobre esos tipos. Después hablaremos con don Masseria y veremos como proceder.

Instantes después alguien llamó a la puerta del despacho. Era Costello, que venía junto a Schilliamini y Sal.

Genaro Schilliamini no pudo ser más concreto con el tema del acento, todo lo que dijera de más sería simple especulación y aunque Sal sabía que si le presionaba mucho podría decirle cualquier ciudad del Medio Oeste al azar, y eso no les valdría de mucho. Tampoco recordaba ningún detalle más sobre los tipos que pudiera ayudar a localizarlos. Sal sabía que Luciano no estaría contento con que hubieran llegado con las manos vacías en ese aspecto. Si hubieran podido interrogar a uno de los tipos y sacarles información sobre el tal Verocchio sería distinto, pero ahora solo le traían problemas.

Frank Costello entró en el café y les buscó con la mirada. Cuando su mirada se cruzó con la de Sal alzó una mano y les señaló a él y al frutero. La cara de angustia de Schilliamini cuando se dio cuenta lo decía todo.

-Eh, vosotros. Venid conmigo. El jefe quiere hablar con vosotros.

Costello les llevó a Scarpato´s. Luigi, Enzo y Filippo no estaban en la sala principal. Frank los condujo a la trastienda, y de ahí fueron al despacho de Luciano a través del intrincado laberinto de salas y almacenes que ocultaban la guarida de Lucky en el restaurante. Frank tocó a la puerta y entró. Sentado en el escritorio con gesto contrariado y preocupado estaba Luciano y frente a él estaban los demás.

-Frank, - dijo Luciano de inmediato, - que los chicos te pongan al día de lo ocurrido. Vais a buscar información sobre un tal Verocchio. Don Genaro, hombre, siéntese. Póngase cómodo. Tenemos que hablar usted y yo.

Estaba claro que a Luciano, no le gustó lo que Bacoli le dijo. Claro que a Luigi tampoco le gustó que él diera a entender que su obligación era sacar información de unos gansters mejor preparados que ellos mismos. En resumen, no podía decirse que Luciano les hubiera provisto de un entrenamiento adecuado para hacer según que encargos. Luigi era consciente que lo otro hubiera sido perfecto, pero su obligación era cobrar un dinero y averiguar porqué no se cobró, y eso estaba hecho. Si el jefe cambiaba las reglas a su conveniencia era su puto problema. Si no le gustaba como trabajaba, el se volvía a su taller y tan pancho. Maldito el día que le dio por ayudar a  Roberto.

A estas alturas le hubiera gustado ver que le hubiera pasado a él, si el hijo del Gran Boss hubiera muerto un año atrás..., seguro que no estaría tan feliz; pues fueron Enzo, Sal su primo y el mismo que le sacaron las castañas del fuego...

Mi scusi, buon pomeriggio. Don Genaro, ti lasciamo in buone mani, Ciao.

Luigi se dispuso a seguir a Costello para ponerlo en antecedentes de lo ocurrido, y ver como se actuaba en este caso.

Andiamo, andiamo compagni.

Su rostro no dejó traslucir ninguna emoción, ni buena ni mala...*... ¿Dónde está ahora?

Tomando algo con Salvatore en el café de la esquina, por si querías hablar con él. 

¿Interrogasteis a alguno de esos malnacidos?

Enzo resopló, - El asunto llevaba demasiada prisa para andar... hablando. Genaro puede que sepa algo más de ellos... y de pronto Bacoli empezó otra vez a leerle la cartilla al jefe con su característico nihilismo cristiano. Era sorprendente ver como el mecánico seguía vivo en esta organización, pero como siguiera así no sería por mucho tiempo y se llevaría a unos cuantos con él. Lo hacía por bien, pero no se guardaba nada y no se imaginaba callarse, engañar a alguien o apuñalarlo por detrás. Eso lo hacía un hombre que, de inoportuno era peligroso. Tu puta... Joder. Preguntas. Respuestas. Punto. Enzo se puso a negar con la cabeza. Nosotros NO tomamos las decisiones en este despacho. Quejas y paranoias en casa. Alzó una mano inconscientemente como para parar las quejas. Mirando a Luigi y a Lucky alternativamente, se encogió de hombros dijo - El trabajo es el trabajo. Está hecho. Excusándose con las manos dijo añadió  - Nos habríamos llevado a uno, torció el gesto, pero entonces Genaro no lo cuenta. Salimos con su coche dijo en dirección al mecánico mientras nos vaciaban sus revólveres.

Luciano respondió entonces a Luigi y llamó al hospital antes de decirles que iba a hablar con Genaro a solas*. Enzo evitó mirar a los Bacoli pero les hubiera cantado las cuarenta: Como vaya contando esas opiniones vuestras, nos va a faltar tierra para escondernos. Asintió con confianza a Charlie que les mandaba a recabar información - Hecho.  Al ver entrar al gordo y a Sal acompañados de Costello, se levantó dolorido - ghhmmm, y le cedió la silla a Schilliamini diciendo - Venga, venga... ¿está bien, no? El levantarse le puso una mano en el hombro. - Aquí está usted seguro, le apretó el pellejo más de lo normal y le dio un par de palmaditas, pasando de largo en dirección a Costello.

Filippo había permanecido en silencio durante toda la conversación. La presencia de Luciano le imponía sobremanera y la verdad es que Enzo y Luigi se habían defendido muy bien. En cualquier caso, le complació comprobar que veía el asunto más o menos como él. 

Se dispuso a salir de la habitación sin más, para hablar con Frank. Con él la cosa sería más distendida. 

Lo de Sal fue visto y no visto; llegó con Frank y Genaro, saludó a Lucky con la cabeza y a los demás con la mirada, y volvió a salir con los demás y con Frank. Por la cara que puso, le habría gustado quedarse a ver la charla con Schilliamini, pero donde hay patrón... Así que se despidió del frutero ligero y siguió a Costello y al resto como un corderillo.

Volvieron al comedor de Scarpato's, y Sal por fin pudo comprar cigarrillos. Cuando volvió con uno en los labios junto a los otros, ya estaban hablando del asunto.

Salieron del despacho de Luciano pero no regresaron al salón de comidas, sino que se quedaron en la despensa del restaurante, entre cajas de verdura cerca de la cámara frigorífica. Costello les ofreció tabaco a todos, incluyendo a Filippo. Una vez pusieron al día a Costello, la preocupación se instaló en su rostro.

-No podemos descartar que ese tipo tenga a más hombres por ahí intentando cobrar a nuestros negocios. Y si todos son como el frutero y se callan va a ser difícil dar con ellos. Voy a tener que hacer unas cuantas llamadas para ver si algún contacto conoce al tal Verocchio. ¿No tenéis ni una pista sobre él?