Partida Rol por web

-Son del Medio Oeste -dijo Sal, entre dos largas caladas. -Chicago, Detroit, Cleveland... O al menos eso dice Genaro. Por el acento. Son italianos, como nosotros, pero de allí.

La charla en el rato en que estuvieron esperando no había dado para mucho más. Y aquello no quería decir que el tal Verrochio también lo fuera, si bien a nadie le resultaba conocido, al menos por ese nombre, ni entre los mandamases de la familia Masseria ni por supuesto entre ellos cuatro. Se encogió de hombros.

-Parecían muy seguros de sí mismos -reflexionó en voz alta. -Y muy empeñados en que Genaro no pagase a Lucky, casi más que en cobrar; nuestro frutero aseguró que le hicieron un "descuento". Como si quisieran socavar su prestigio. No me extrañaría que estuviesen haciendo movimientos parecidos entre otros protegidos de la familia. Podríamos empezar por ahí. O...

Se quedó pensando, y se vio que dudaba antes de seguir. -O podemos ser más directos. No sabemos si la policía sabe algo de ellos. Podríamos preguntarles...

La frase quedó en suspenso; no estaba claro a quiénes se refería aquella primera persona del plural. Miró a los demás, dubitativo. Luigi no parecía haber salido muy contento del encuentro con Lucky. Filippo no decía nada, y Enzo era siempre una incógnita...

Pues lo mas propio parece que sería tomar las calles con todos los muchachos. Pasearse como si nada, para vigilar de cerca cada tienda y cada lugar, y si se detecta algo, llamar a un telefono que se determine, desde donde sea, para avisar al retén de actuación, por llamarlo de alguna manera, e indicarles donde está ocurriendo lo que sea, el qué está ocurriendo, y el cuando.

Además la imagen que damos si no defendemos a los nuestros ya es un perjuicio en si mismo. No se puede cobrar una protección que no se da, salvo que no te importe el respeto de nadie.

Genaro quería irse a su casa con su familia, no le dejamos. Sinceramente si les hacen algo a ellos, que estuviera Genaro allí no iba a arreglar nada, todo lo contrario, y no podría dar los pocos datos que sabemos.

Por otro  lado, alguien a dicho que fuimos allí en mi cocha. Eso no es correcto del todo... El coche estaba recién arregladito en mi taller y lo cogí prestado... Ahora me gastaré en el todo lo ganado en un año para dejarlo nuevo otra vez, así que les tengo bastantes ganas a esos hombre de Verrochio o como se diga. Alguien ha de pagar este estropicio, y espero no ser yo.

Enzo intervino de vez en cuando mientras le explicaban a Frank todo el papelón, y a medio camino agarró un mueblecito metálico con cajones a lado de la cámara lo rodó hasta el grupo y se sentó, mirando hacia arriba, de un lado a otro. Negó rápidamente a la pregunta de Frank. - No. No son de aquí. La primera vez que los veo. Asintió a las explicaciones de Marrone, que contaba de oídas el origen de esos hombres. - El asunto es extraño. Esos tipos tienen que estar conectados. A Verrochio no lo conocéis, pero lo mismo a su jefe sí. A nadie le entra en la cabeza que cuatro muertos de hambre empiecen algo así creyendo que no os vais a enterar le dijo a Frank. Lo que sea que va a pasar, ya lo esperan. 

Como si fuera un centurión romano, Luigi proponía hacer uso de todos los recursos de la familia y subyugar al enemigo. Pero Frank ya le había dejado clarito a Enzo la posición que tenían ellos en ese entramado, así que miró a Luigi y a Costello alternativamente, y se encogió de hombros. Levantó la cabeza dándose por enterado de que el destrozo del coche era de un cliente y puso cara de “biiuuuuuu, pues vaya tela”.

- Sal lleva razón, puede que pillaran a alguno de los que quedaron atrás y esté en comisaría. Y el fiambre tendrá cartera, y un nombre ¿tenéis algún contacto en la morgue? le dijo a Frank. - Si unos cuantos tipos duros han llegado al barrio últimamente, en Isabella's sabrán algo, dijo esto totalmente seguro del atractivo del prostíbulo de su niñez, y del carácter sumamente emprendedor de sus señoritas en cuanto al intercambio de información. Al fin y al cabo, tendrán que dormir, comer y follar. Y hay demasiados restaurantes y pensiones.

Filippo asintió a las palabras de sus compañeros. Más tranquilo al estar en presencia de Frank, se atrevió a dar su oponión.

-Lo que está claro es que ese Verrochio no trabaja solo. Tiene que haber alguien por encima. O es alguien de "dentro", o es un adversario ¿Maranzano?¿Quién si no? Quien ha hecho esto no está interesado en el dinero del frutero, sino en molestar a Maseria. Pero si quisiera realmente hacer daño habría apuntado más alto ¿no? O habría atacado en más sitios. Podría ser un aviso, pero si fuera así tendríamos claro de quién viene. Entonces ¿por qué? 

La idea de Enzo le pareció buena. Asintió.

-Si es posible conseguir la identidad de alguno de esos tipos, tendríamos una pista para saber de donde viene el ataque.
 

Charlie Lucky Luciano era un tipo que apenas dejaba translucir sus pensamientos. Su mirada fría y tranquila no permitía que se escapara ninguna emoción. Aún así, Enzo se dio cuenta de que todo el asunto de Verocchio le preocupaba, y cuando dijo que avisaría a don Massería en sus ojos asomó, por un breve instante, la sensación de incomodidad que a cualquiera de ellos le vendría al tener que contarle algo así al jefe. La misma que habían tenido ellos momentos antes de hablar con Luciano.

Por alguna razón habían desconfiado de Lucky, habían temido que todo aquello fuera una retorcida trama del siciliano para dar una especie de golpe de estado a costa de ellos. Pero al estar en presencia de Luciano, Enzo comprendió lo absurdo de todo aquello. Charlie era un hombre moderno al que no le importaba ser flexible con las viejas costumbres sicilianas, como por ejemplo trabajar junto a un calabrés como Costello, pero todo el mundo sabía que si alguien pretendía dar un golpe de estado y hacerse respetar después, debía ir directamente a cortar la cabeza del Don y no andar molestando a los fruteros. Enzo se percató también de lo rápido que habían apuntado en la dirección de Luciano y de un complot formado desde dentro, y sin embargo se habían olvidado de amenazas más directas como Maranzano y sus secuaces, quienes podrían estar intentando ganar terreno en el control de negocios a su costa a través de una jugada así. Era ridículo pensar que Luciano tenía algo que ver sin plantearse primero si Maranzano y los suyos estaban detrás. Aún así, los hombres de Maranzano eran conocidos para Luciano, Costello, Genovese y demás, y el nombre de Verocchio les había sonado completamente nuevo.

Tampoco percibió que hubiera ninguna intención oculta en querer hablar con Schilliamini a solas. Probablemente le cantaría un poco las cuarenta por no haberle informado antes del problema, le pediría información sobre los tipos, y arreglaría con él una manera de saldar la deuda, seguramente a costa de endeudarse eternamente con la familia.

-Vacci piano. - Contestó Frank a las ideas de Luigi. - No podemos estar dando palos de ciego. Preocuparíamos a la gente innecesariamente y mostraríamos debilidad. El ragazzo tiene razón. Alguien con más recursos hubiera apuntado más alto, es probable que el enemigo no sea tan fuerte como creemos. Si hubiera atacado a más sitios nos hubiéramos terminado enterando. Pero aún así no lo subestimemos. La idea de Enzo es buena, podemos empezar por ahí.

Frank se fue un momento para hacer una llamada. Había un teléfono cerca, colgado de una pared como si fuera de una cabina telefónica. Probó suerte con sus contactos en la morgue y en la policía. Hizo varias llamadas, y en una de las últimas lo escucharon soltar una carcajada y girarse hacia ellos con gesto divertido. Regresó unos minutos después con una sonrisilla en la boca.

-A ver, ¿a quién de vosotros se le ocurrió lo de estrellar el coche contra el escaparate de la frutería? - Costello se echó a reír. -Santa Madonna, es lo más divertido que he escuchado en mucho tiempo. La policía todavía no entiende lo que ha pasado. Creen que hay una banda de locos sueltos por la ciudad. En fin... No saben mucho. Vuestro amigo debe seguir con vida, o sus compinches lo tiraron a un río para deshacerse de él. Estamos como al principio...

Frank se puso a darle al coco desesperadamente, la cabeza parecía a punto de echarle humo. De pronto chasqueó los dedos, se puso de pie de un salto y señaló a Sal.

-Joder, ¿has dicho el Medio Oeste? Llamaré a nuestros amigos de Chicago. Si algún capullo llamado Verocchio ha dado problemas por allí últimamente lo conocerán. - Y dicho aquello volvió al teléfono.

Mientras esperaban, Genaro Schilliamini se cruzó con ellos tras dejar el despacho de Luciano. Caminaba contento, con una sonrisa en la boca y les saludó animadamente. Aquella imagen contrastaba con la que había tenido al entrar: encogido, cariacontecido, triste como alma en pena. Ahora caminaba como si le hubieran quitado una losa de encima. Incluso les saludó alegremente.

-¿Come va? Ah, ragazzi, ¡Don Luciano é un angelo! - Exclamó haciendo aspavientos exageradamente con la mano buena como solo un siciliano contento podría hacer. -No solo me ha perdonado la deuda, arreglará los destrozos del local. ¡Meravigliosa!

El frutero creía que acababa de cerrar un buen trato con Luciano, y por salvar la vida no estaba mal, pero todos los allí presentes sabían que la cosa no sería tan maravillosa como creía el frutero. La tienda pasaría a ser propiedad de la familia, dejarían que don Schilliamini mantuviera el negocio pero lo utilizarían como tapadera para blanquear dinero, esconderían alcohol en su despensa, se llevarían la mercancía sin preguntar, meterían objetos robados, o puede que descuartizaran la tienda madera a madera para revenderla. Después, todas las perdidas serían de don Genaro, y el pobre frutero, tan contento ahora, quedaría en la ruina.

Pero vivo al menos.

-Voy a ver a Alessandro. Ciao.

-¡Bingo! - Exclamó Costello al regresar. Señaló a Sal y le guiñó un ojo. - Bravo, muchacho. Rodolfo Verocchio, de Chicago. Él y otros siete tuvieron que huir de la ciudad del viento después de contraer una buena cantidad de deudas con Al Capone. Los muy inútiles debían pesar que aquí sería más fácil hacerse un hueco, y tal vez saldar la deuda a nuestra costa. El tal Verocchio es genovés, tiene un primo por aquí, un tal Ricardo Rota. Puede que le esté dando cobijo. Sólo tenemos que encontrar su escondite.

Talleres Rota. Fue el nombre que le vino inmediatamente a Luigi a la cabeza. Un genovés que había comenzado un negocio un par de años atrás, un taller de reparación de vehículos que le hizo competencia a Luigi durante un tiempo porque el muy cabrón puso unos precios demasiado bajos. Finalmente, tras discutir amistosamente con él había logrado que razonara y no habían vuelto a tener problemas desde entonces. La clientela habitual terminó volviendo en su mayoría al taller de Luigi y el negocio nunca flojeó, por lo que Talleres Rota no supuso más piedra en su camino.

A pesar de ello, Luigi lo conocía bien: un taller situado en un callejón poco transitado, en Mott Street, entre Hester y Canal Street. El local tenía una entrada principal con una gran puerta que permitía el acceso a los coches, además de una puerta normal a un lado de ésta que daba acceso al piso de Ricardo Rota y otra puerta trasera. También tenía un acceso a la casa directamente desde el negocio.

Enzo miraba al suelo sentado en el mueblecito, peinándose y con el abrigo de Sal cerrado hasta arriba. Era consciente de la pinta que llevaba. Asintió al oír a Frank, y se quedó esperando con los demás. Al verle volver descojonándose preguntado por el coche, le cambió la cara. Lanzó una miradita irónica a sus compañeros y luego a Frank sonriendo ampliamente. - Los primos tenían prisa dijo con un cabeceo hacia los Bacoli. Al ver pasar a Genaro le saludó. - Me piace Genaro, me piace. Dale recuerdos ¿si? y dile que cuando se recupere, le espero en un concierto. Levantó la mano buena. Ancora la testa nella sabbia pensaba al verle bambolearse hacia la salida.

Costello volvió más serio. Tenía al hijo de puta. Toma. Por algo era el jefe, el mono con el culo más pelado. Pagliaccio, dijo refiriéndose a Verrochio en medio de las explicaciones. A Enzo le parecía genial estar trabajando con el calabrés. Se le notaba relajado. Hizo un esfuerzo pero no le sonaba el tal Ricardo. Negaba en dirección a Frank que esperaba que alguno hubiera oído hablar de él. Pagnotto ya se veía pasando la noche en Isabella’s, preguntando. Hay sitios peores. 

-Bravo Genaro, ¿ve como no iba a ser para tanto?

La sonrisa de Sal era sincera, más allá de posibles planteamientos futuros. Los Schilliamini salvaban el culo y todo proseguía dentro de la armonía de los cuerpos de la que hablaba el papanatas aquel en la escuela; cada cosa en su sitio. Genaro y él tenían algo en común: sabían que su mundo tenía un orden, y el papel que el frutero tenía en él.

Cuando Frank le guiñó un ojo Sal hizo un mohín de perro satisfecho con una caricia del amo. -¿Un baciccia? -replicó, sorprendido y como asqueado; qué coño hacía un genovés metido en esto, en lugar de estar comiendo polenta y recogiendo café en Buenos Aires, o lo que quiera que hiciera esa gente. El tal Rota tampoco le sonaba.

Miró a Enzo, irguiéndose, poniéndose serio, pasándose sin querer la mano por el pelo. Preguntar en el burdel le parecía una idea cojonuda.

Filippo miró a Genaro asintiendo mientras intentaba esbozar una sonrisa, pero no podía evitar sentir lástima por aquel hombre, que parecía contento después de todo lo que le había pasado. Genaro era buen hombre y no se merecía esta mierda, pero así es la vida. Ahora lo tenían "trincado" para siempre.

-Luciano exige lealtad, pero cuida de su gente. Cuídese-dijo Filippo-y tome nota para otra vez, de en quién debe confiar. 

La sugerencia podría sonar a amenaza, pero en realidad era puro pragmatismo. Si hubiera acudido a Luciano desde el principio, las cosas hubieran sido muy diferentes. Se quedó mirando cómo se alejaba. 

Finalmente Costello acabó su llamada y les trajo noticias sobre Verocchio. 

-Bien, si es así, lo suyo sería investigar a Rota ¿no le parece? Si ha hecho algo sospechoso últimamente, si se ha juntado con gente "nueva", si ha alquilado algún local o un piso...

Luigi se sintió obligado a reconocer que la idea de empotrar el coche fue suya. Enzo al fina y al cabo le dijo que acercara el coche para largarse de allí a la carrera, y que si podía se llevara a alguno de esos matones, no que se metiera con él, en  la tienda.

La idea de entrar con el coche fue mia. Ellos tenían el mostrador de protección, así que entrar a la brava hubiera sido un suicidio. Eso no se lo esperaban, y me considero un buen conductor.

Desgraciadamente el coste de tener que reparar ese coche, no me va a permitir competir en la carrera de la semana que viene... Este maldito trabajo me a costado mas de lo que tengo.

Mmmm, Rota... me suena... Sería algo coincidente, pero por empezar a mirar no perderemos nada, salvo que tengamos un rastro mejor.

Conozco a un Rota, desconozco su nombre de pila. Hace un par de años el tipo puso un taller de coches y pretendió hacerse con los clientes reventando precios. Pude reconducir el tema y llegamos a un acuerdo. Se que era genovés. Bien podría tratarse del primo de ese tal Verocchio. Tiene el taller en un lugar discreto, un callejón en Mott Street.

En estas que Luigi vió a Genaro que salía de su reunión con Lucky, con una amplia sonrisa en su cara. El infeliz se creía que las cosas se habían solucionado... Ya nunca estarían como antes, pero no podía abrirle los ojos. No allí, y con eso tampoco conseguiría nada. Al menos salí vivo, y posiblemente todo lo acontecido serviría para que aprendiera la lección. 

Buena suerte Don Genaro, dígale a su sobrino que se mejore. Y recuerde, si piensa vender el coche, mi oferta vuelve a estar en pie.

Esperó a que el hombre se alejara y prosiguió:

Frank, si vamos allí nosotros, y el tipo ese se esconde donde el taller, nos reconocerá y se liará parda antes de poder siquiera entrar... Por otro lado, la familia es la familia, aquí y en cualquier parte del mundo. Cabe esperar que el primo, caso de ser él, no delate al Verocchio este. Tomarla con él, solo va a convertir el problema de un negocio a algo personal.

En un caso como este, que se debe primar?

La cuestión que planteó Luigi, era sincera y abierta. Supongo que los más veteranos en estas lides sabían valorar los pros y los contras de las acciones a tomar... Y esto no era una decisión tomada sobre la marcha como el tema de alunizar con el coche en la frutería, había tiempo para analizar las consecuencias.

Costello asentía satisfecho con las ideas que surgían del grupo, pero especialmente con la información que el mecánico compartió con los demás. Escuchó atentamente y sacudió la cabeza afirmativamente un par de veces mientras Luigi hablaba.

-Genovés, Rota... Muchas coincidencias. Pero aún así lo primero será comprobar que se trata de él. Enzo, ¿puedes preguntar en Isabella´s si las chicas han visto a algún genovés nuevo rondando? Cuando sepamos seguro que Verocchio y los suyos están en ese taller de Mott hablaremos con los jefes antes de hacer nada. Esto es un asunto bastante grave, seguramente don Masseria quiera organizarlo personalmente.

Luigi había contado cosas interesantes, e hizo buenas anotaciones. Sal asintió, mostrando su acuerdo.

Cuando Costello dio sus indicaciones y aludió a Isabella's, Sal miró a Enzo de reojo. -Puedo acompañarlo yo, si quieres...- Era un cometido más agradable, desde luego, que curiosear donde el tal Rota; ni sabía dónde era. -Pero vamos, lo que digáis- añadió, tímido.

Escuchó asintiendo desde su mueblecito a Bacoli y Costello. A este último respondió con un simple - Claro. Salvatore se ofreció a acompañarle pudorosamente. Enzo les dedicó una media sonrisa. Se detuvo en Filippo con expresión juguetona, y luego en su primo. Mala suerte para el bambino. Podía imaginarse las opiniones del mecánico sobre las casas de alterne... decidió no menear el árbol. - Hecho entonces, nosotros vamos a Isabella’s, y vosotros podéis ir a preguntar a tus contactos, le dijo a Luigi, si ese Rota se llama Ricardo, y si hay movimiento en su garaje.

Se miró de arriba abajo teatralmente, - Voy a tener que pasar por la pensión, dijo en un tono totalmente en serio. Hoy es... Jueves... Una cosa era una cosa, el jefe, el otro, el de la moto. Pero era totalmente inconcebible que fuera a Isabella’s sin una ducha y un traje nuevo. ¿estará Matilde?.

- Frank ¿nos vemos a la mattina? ¿o prefieres que le demos unos días?

Veré que puedo conseguir. Creo que se quien podría darnos algún dato más de ese Genovés. Frank, conoces el desguace que hay cerca del muelle?, el dueño suele vendernos a los talleres piezas de vehículos desmantelados para ir haciendo remiendos. Seguramente si le ha hecho algún recibo, sabrá su nombre... Yo pensaba ir para mirar un chasis. Quería hacerme un coche ganador par.. bueno dejemos eso, no es importante. Pero por preguntar no creo que perdamos gran cosa...

El tipo del desguace era una forma de conseguir piezas de recambio en buen estado, mejor de precio, lo cual permitía poder dar mejores precios que los grandes talleres de los concesionarios y tiendas de venta.

Filippo escuchó con atención a los demás. No tenía mucho más que aportar. Parecía que ya estaba todo dicho. 

-De acuerdo pues-dijo Filippo-Parece que tenemos un plan. Puedo hacer algunas preguntas. Creo que conozco a algunas personas que viven por la zona. Les podría preguntar si han visto algo inusual. 

-Bien, estupendo. Manos a la obra, chicos. Vosotros os encargáis de Isabella´s y vosotros dos del taller y de preguntar a los vecinos. Eso es, muchachos, trabajo en equipo. - Dijo Costello animando al grupo y dándole una palmada en el hombro a Enzo, quien tenía más cerca, pero que de alguna manera se hacía extensible también al resto del grupo.

-Esta noche, a las ocho en punto, nos reuniremos aquí, en Scarpato´s, y me contáis lo que averigüéis. No os demoréis, seguramente habrá reunión con los jefes después.

Enzo asentía - Esta noche, Ok. Mierda. Se las había prometido más felices, pero parece que el tema corría  prisa. Salieron sin mucha más discusión y volvieron otra vez hasta el taller. Enzo le comentó a Luigi que lo mejor era que recogiera las sus cosas... bueno ensangrentadas. Una vez allí, Enzo y Sal se despidieron y los Bacoli se pusieron manos a la obra - Allí nos vemos, tened cuidado, eh, y se macharon a pie, dirección Norte.