Partida Rol por web

 Entro a donde están todos acompañados de mis esclavos. Ponedme cómoda por favor,  necesito mi baño de leche de cabra. Camino de manera elegante, alzando el menton y con arrogancia.  A Roma los romanos, definitivamente. Me acuesto en un lugar muy cómodo mientras mis criados me abanican.

Miro a un hombre guapo que me gusta. Hola Cesar. Le pico el ojo,  esclava hacerme un masaje en mis pies,  son muy delicados para estas diligencias.

Egneo Pompeyo Magno llega subiendo por uno de los pasadizos que dan a la mansión. Su rostro muestra un ceño fruncido en desaprobación. -Roma cae bajo los bárbaros y vosotros seguís manteniendo vuestro hedonismo hasta el último instante- dice mientras toma su espada.

-Los soldados de Roma me han oído y los centuriones tratarán de cortar el cerco, más he prometido que no nos quedaríamos aquí esperando un rescate.- y levanta su espada. -Todos aquellos que podáis empuñar una espada, seguidme. Vosotros esclavos- dice señalando con el filo a uno de los servidores.

-Esperadme en la entrada principal. Yo mismo saldré, aunque deba hacerlo solo, para enseñarles a estos bárbaros que los políticos de Roma saben algo más que hincharse de vino y banquetes- y luego se gira, con aspecto severo.

-Y quien se precie de ser hijo de Roma, saldrá conmigo aunque deba dar la vida...- exclamó.

-Si, amo.

Gaia siguio a Herodes hasta la despensa, donde estaban guardados todos los viveres, el agua y el vino.

- Por Jupiter. Pompeyo también se encuentra aquí. – Bruto miro a su alrededor con nerviosismo. Se movió unos momentos, desorientado antes de dejarse caer en un sillón. Apoyó su cara en una mano tapándose los ojos – Dioses, tantos grandes de Roma en un solo lugar. Cercados por la muerte, sólo puede significar una cosa. -

Egneo Pompeyo..¿crees que sería util abrir un cerco de un sitio protegido, donde se tiene víveres y resistiría el fuego?,¿abrirías una brecha en la mansión para que los bárbaros si entraran y nos masacraran?... - dice con aprension hacia Egneo Pompeyo -

Dentro de estas solidas paredes de momento estamos a salvo, abrir una brecha para demostrar su actitud para el combate, no solo seria una insensatez, que si no tambien abriría un paso para que los del exterior entraran, he sido militar, estratega, he luchado en muchas guerras en el pasado, lo que dices de hacer nos masacraria aqui dentro, relajate, tus hombres, los hijos de roma, el grueso ejército de roma ya se ocuparan del problema, no quieras reunirte con Ares antes de tiempo -dice con tono educado, pero con cierta recriminación hacia Pompeyo el grande -

Vorena, puedes estar tranquila, sientate ...- dirige su mirada y voz hacia Quintus Pompeyo -..es un placer verte aqui Quintus Pompeyo... -al poco ve como Brutus se sienta algo preocupado en un sillon -...entiendo tu preocupacion, el que todos nos hayamos reunido en esta mansion, ya dista mucho de que sea obra de los Dioses, sino de un mal peor,alguien de manera estratégica nos ha reunido aqui a tantas celebridades de Roma, entiendo tu preocupacion...- con tono tranquilo dirige sus palabras a Egneo Pompeyo -

Egneo Pompeyo, guarda tus energía, ya que posiblemente, el peligro este más cerca de lo que creemos, mejor que conserves esa furia y energía, para los días siguientes, algo me dice que esto de que nos reunamos tanta gente importante en esta Mansion, no es casualidad... -dice pensativo Porcio -

Marco Antonio habia regresado de la tarea que Cesar le habia encomendado y se encontro con la sorpresa de ver al nuevo refugiado Nobles, senadores y ahora lo que nos faltaba...Pompeyo, cuantas serpientes se pueden juntar bajo el mismo techo Saludos Pompeyo, es una suerte contar con un militar tan calificado como usted entre nosotros..

Gran Cesar, he revisado como el sector como pediste. Quieres que veamos algo mas antes de que el sitio comienze?

Servilia se había vestido con elegancia, no en vano es una de las mujeres de Roma más importante y con mayor peso. También es la que tiene más... rencores acumulados. Aunque claro, sus preparativos se habían visto interrumpida por los acontecimientos en la ciudad. Una invasión bárbara. Más, lejos de salir huyendo como una mujerzuela cualquiera, Servillia había mantenido la compostura, terminado de coger las cosas de más valor y fácil de llevar y esconder y sacrificó a sus esclavos y criados para que la condujeran a un sitio seguro.

"La Diosa siempre provee y esta vez no será distinto" se dice a sí misma mentalmente.

Servillia hace su entrada, sonriendo enigmáticamente. El hecho de que hubiera tenido que refugiarse de la entrada de los bárbaros como una vulgar campesina no tenía importancia, ella tiene que hacer su entrada con estilo y elegancia, como debe hacer cualquier hija de una familia noble.

-Parece que el día se está complicando, no creen señores y señoras?- inclina la cabeza, con un gesto leve, conservando toda la calma de la que es capaz.

-Y que están haciendo exactamente para arreglarlo?- mira con frialdad a todos los que están supuestamente al mando.

-Porcio Caton, por los dioses, yo he estado en batalla también, mucho más que quienes se precian de tomar las riendas de Roma- dice mientras no se mueve de su sitio. -Y se por experiencia que lo inesperado es un factor que podemos usar.- dice mirando hacia las ventanas.

-Nuestros soldados mueren dando su vida por romper el cerco. Hermanos e Hijos de romanos que han depositado sus esperanzas en nosotros. Les daremos tiempo. Podéis tapiar tras de mi vuestro refugio, y yo mismo iré hasta que no pueda respirar ni un instante más...- proclama con seguridad -Vosotros podéis esperar aquí a que la vida o la muerte toque a las puertas de este refugio-

-Porcio Caton, por Minerva que he llegado aquí bajo órdenes. Si de mi dependiese estaría allá afuera en la batalla. Y aunque me temo que el sitio que llamase hogar esté consumido por las llamas, me preocupa más la suerte de roma y sus habitantes, que mi vida misma...- no envaina su espada ni por un momento. -Si vuestra cobardía es tan grande, entonces iré yo solo. Tu esclava... Dame tu nombre...- dice mirándole fijamente.

-Bien Gaia, reúne a otros como tu. Quiero que estéis preparados, saldré por la puerta principal y os daré el tiempo para que la cerréis tras de mi, dejando a vuestros amos en esta claustrofóbica prisión de politiquería y comodidad- anuncia con fuerza.

-Que toda Roma se entere de quienes no moverán un dedo por su destino...- dijo frunciendo el ceño.

Bruto respiró profundamente al ver entrar a Servilia. Se levantó para recibirla – Madre, gracias a Jano estás viva y a salvo. No te preocupes, Cesar está aquí y también Pompeyo, pronto vendrán sus legiones a librarnos de este sitio.-

Servillia se gira para mirar a Bruto a los ojos. Sonríe amorosamente y acepta su recibimiento.

-Gracias a Hera! Mis ojos se alegran de ver que estás vivo, hijo mío- Servillia sonríe afablemente a su hijo.

-Esperemos que las tropas de Cesar sean lo bastante rápidos y lleguen a tiempo- sonríe enigmáticamente -Sabemos algo más respecto a la posición de sus tropas? Están cerca de la ciudad? No podemos dejar que la capital del imperio caiga en manos de una banda de salvajes...

-No madre. Por cierto, hace rato que no vemos a Cesar por aquí. Esperemos que no le haya ocurrido nada. Disculpa madre, pero debo acompañar a Pompeyo. No he de permitir que salga a dar su vida por Roma y que habiendo un miembro de la familia Junio presente este no haga lo mismo.-  Se dirigió entonces a la joven exclava – Vorena, ¿podrías atender que no le falte nada a mi madre mientras no estoy? –

Y cogiendo un gladius se plantó junto a Pompeyo. – Aunque tenga razones para odiarte no se dirá que te dejé morir sólo hijo de Roma.-

Tras observar la situación en la ciudad desde un lugar elevado regreso a la sala común

 Mi querida Servilia, las legiones están al llegar, sin embargo, tendremos que esperar un poco mas de tiempo para que purguen la ciudad. Por el momento lo que tenemos que hacer es resistir y esperar...

En pocos instantes la situacion parece haberse descontrolado, observa como Caton y Egneo Pompeyo discuten sobre salir al exterior o no. Ciceron alza las manos llamando a la paz y a la calma. -Hermanos, ciudadanos de Roma, calmaos.- Alza la voz para que se le escuche. -Pompeyo el Grande eres el general mas valiente que he conocido, y tus acciones aqui lo demuestran, pero por los Dioses valora la situacion. En el interior de esta casa se encuentran nobles caballeros de Roma, Senadores y representantes de las grandes casas patricias, muchos somos ya viejos para blandir espadas, otros nisiquiera son guerreros y quieres aprovechar su fervor por la Republica para hacer que los masacren, por que eso ocurrira, y no le estaras haciendo ningun favor a nadie. Ni a los Romanos ni a Roma aprovechara la muerte de Egneo Pompeyo el grande... -Lanza una mirada alrededor antes de continuar.

-Debemos ser fuertes y resistir aqui dentro, lo suficiente para que lleguen refuerzos, una vez aqui podras ponerte al mando y llevarlos a la gloria, pero hasta entonces quedemonos en el interior, no dispersos por unas calles inseguras donde poco podras hacer... atiende a mis palabras Pompeyo, envaina esa espada y usala en caso de que sean esos barbaros los que quieran entrar a esta noble casa.

Acaba mirando a todos y cada uno de los que se encuentran en la habitacion, y guarda silencio.

 Tus palabras son sabias Ciceron. Por algo los hijos de Roma reconocen tu nombre.

 Me levanto coqueta hacia el Cesar. Lo miro con inteligencia. mmm este hombre tiene todo bien puesto, como me gusta.

Como soberana de visita a vuestro imperio, creo que es mejor que busquemos una salida a esta penosa circunstancia, sí deben caer cabezas,  deben caer...mis sacerdotes predijeron la desgracia, pero también una luz al lado del camino...

Sí osan ponerme un dedo alguno de esos impropios os juro que lo pagareis...  

Debi regresar a mi pais, eso es seguro, pero en cambio estoy al lado de estos "romanos", el único que vale la pena es Cesar... pero en la cama. Una guerra podra  causar todo esto, y no se sí los romanos deseen eso, mi gente es más poderosa de lo que ellos creen.

Tomo la mano de cleopatra suavemente, y la mantengo a prudente distancia

 Mi querida reina de egipto, a mi lado no tendrás que temer. Pues yo mismo te protegeré con mi espada que sera tu espada, mi escudo que será tu escudo, y mi nombre, que será tu nombre....

Desde la salida de mi amo tras las primeras noticias de invasión me he escondido en la despensa presa del pánico. Hace rato que siento voces y pisadas, no me atrevo a salir por miedo que sean los bárbaros. No pasará mucho hasta que arrasen con todo y comience el saqueo, uno de casualidad dará conmigo y... no quiero ni pensarlo ¿En qué momento se me ocurriría esconderme aquí?

Oigo como vienen, en un momento estarán aquí. No hay forma de que un viejo como yo pueda zafarse de un guerrero, lo único que puedo hacer es encogerme más y rezar a los dioses.

Servillia onríe fríamente ante la marcha de su hijo, el sacrificado y no deja de cruzarse por su mente, cierto grado de preocupación. A veces no entiende como ha podido salirle un chiquillo tan atolondrado... Sólo esperba que éste fuera más capaz de sobrevivir que el resto de la familia. Espera por unos minutos que la tal Vorena aparezca pero al ver que no lo hace decide dar una vuelta por la sala y hacer su propia prospección acerca de los presentes, no sin olvidar que cuando aparezca esa esclava no se iba a librar de ser azotada por incumplimiento de sus tareas.

"Habrase visto semejante desfachatez por parte de una esclava, ni siquiera se presenta ante sus amos!".

Despertando de mi profundo sueño, abro los ojos y estirándome en la cama...

¡Esclava preparadme mi baño de esencias!

Me levanto y retirando el cabello de mis hombros, veo como se cuela la poca luz que acompaña a estos días opacos y llenos de incertidumbre. Pienso en mis hijos y como habremos de salir de la amenaza Bárbara, pero sobre todo como la situación abra de interferir en mis propósitos….

Después del baño, cubro mi cuerpo con mis mejores prendas y me dirijo al salón principal…. Pienso; debo poner mis oídos y palabras a conveniencia…. Mientras entro al gran salón.

Con voz firme, mientras estiro el cuello;

¡Esculapio ayude a mis ojos para que no topasen más nunca con supuesta señora tan distinguida!

Mirando inconmoviblemente a servilla, mientras una pequeña sonrisa hipócrita se dibuja en el rostro.