Partida Rol por web

El lugar era un bar simple y atestado de gente, en un soportal abandonado en el cual parecía ser el único comercio que hubiera sobrevivido a una debacle postapocalíptica, ahi dentro os esperaba vuestra cita.
Camináis a media luz por los soportales de donde emanan los olores de efluvios humanos bien aposentados durante meses. Las paredes están decoradas por grafitis y los cristales de los comercios que siguen de una pieza, que no son muchos son prácticamente opacos por la cantidad de mierda que han acumulado a lo largo de los años.

Os extraña que pese a todo, haya gente y que no veaís pandilleros ni dueños del local, la gente que llena el bar parece gente normal en contraposición a lo que os habéis encontrado al acercaros, pandilleros que os miraban de reojo, evaluando cuanto podíais llevar o cuanta diversión pudieráis darle, pero al final os dejaron marchar sin mayores problemas que una ligera incomodidad por sus miradas y sus tentativas claras.

Mientras se acerca por el callejón al lugar de encuentro, Kranken va caminando firmemente, dándose coraje con cada paso. En otra época muy pasada, las chicas creerían que saldrían vampiros. En otra temerian encontrar un yonki o un violador. Hoy por hoy, esa gente está en las calles pobladas. Aqui, en estos barrios, están los que son incluso peores.

Entra en el local, pensando irónicamente que ha tenido que hacer alguna operación a corazón abierto en sitios incluso mas sucios e insalubres. Es simple: Aqui venimos los que estamos MUERTOS. No tenemos más que perder. Y por tanto tenemos mucho por ganar. Si sobrevivimos, claro.

Entonces cree reconocer un rostro particular "Vaya... ¿Felipe? ¿Asi que tu me llamaste aquí?" reconoce al hombre tan resuelto.

"Vaya, si es Helmet" dice mirando al barbudo

"¿Tu tambien has venido a... lo mismo?"

 Miro a la mujer, que parece una enfermera, y luego a Felipe:

 - ¿La conoces?.

Os alejasteis de la zona de la comisaría caminando cuando fátima torció la esquina argumentando que tenía hambre y que había un local al otro lado de la esquina que sevian unos fideos riquísimos.

La verdad es que la calle que tomó llena de bajos comerciales abandonados, sepultados por capas y capas de grafitis y con la mitad del mobiliario urbano  destrozado no te parecio la mejor idea para pasear, pero no te llego a escuchar, antes de que tus protestas nacieran en tu garganta, la mujer ya te estaba dejando atrás, caminaba con seguridad como si conociera la zona y la forma en que un pandillero que tenía mala pinta evito mirarla directamente te resulto extraña, en cambio contigo el pandillero no tuvo la misma consideración, notaste su mirada en tu nuca bastante tiempo tras haberle perdido de vista.

El lugar al que os dirigiais era un bar simple y atestado de gente, en un soportal abandonado en el cual parecía ser el único comercio que hubiera sobrevivido a una debacle postapocalíptica.
Camináis a media luz por los soportales de donde emanan los olores de efluvios humanos bien aposentados durante meses. Las paredes están decoradas por grafitis y los cristales de los comercios que siguen de una pieza, que no son muchos, son prácticamente opacos por la cantidad de mierda que han acumulado a lo largo de los años.

Por la calle se aproximan dos personas algo notorias dado el ambiente, ambos los dos van con ropa limpia y bien planchada, de la que se compra en los centros comerciales de west hill.

Un hombre y una mujer, la mujer vestía con un vaquero ceñido, de cintura baja que se adaptab como una segunda piel, unas botas de piel con flecos, una cazadora de piel torera y un top morado, su pelo caoba lacio y bien peinado acompasaba el movimiento de sus caderas al andar, parecía andar decidida en una dirección.

Sentada de espaldas a la barra, con ambos codos apoyados en esta se encuentra Kranken. Algunos la conocen ya, y los que no, con poquito que se la acerquen notarán el olor característico. Olor a desinfectantes, olor a anestésicos, olor de esas personas que salvan vidas y que no las salvan. A todas luces se ve que esta chica es una matasanos.

La chica cuida bastante su imagen y elige bien su vestuario, Sabe lo que se lleva, y donde conseguirlo: Aunque no es la mas guapa del lugar, si que sabe como presentarse para impresionar, vestirse para matar, y desde luego sabe como distraer la atención de cualquiera con la mirada. Lleva una camisa plateada sobre unos pantalones ajustados de cuero, y con botas a juego. Una chaqueta de un verde muy oscuro (A todas luces blindada, el estilo no esta reñido con el sentido comun)

Aun así, está analizando a todos, como radiografiando a cada uno en la sala. Juaríais que si pasais un rato con ella, sabría que os aqueja y como curarlo... por un precio, claro.

Le ha disparado unas cándidas sonrisas a Felipe Alvarado y a Helmet, a quienes conoce de antes.

Observo atónito a la doctora, puede que sea el tiempo que no he visto a una mujer así, pero me parece un ángel entre los mundanos del local, aún más considerando la delicadeza de sus cuidados y sus primorosas manos, una maravilla contar con sus cuidados, aunque esperaba no tener que repetirlos.

Miro mi chaqueta, de tonos cromados pero no muy llamativos, los pantalones vaqueros con lineas deliberadas y estudiadas de desgaste, no destacan entre los presentes, sigue la tendencia y no hace destacar sobre el resto de la gente, quien me conoce ya sabe lo que hago. También mantiene oculta la pistola por si hay problemas, casi parece un adorno más entre los bolsillos, formas y pliegues de la chaqueta, cualquiera cree que uno puede ser inofensivo hasta que ve el cañón del arma apuntándole entre los ojos.

Aunque no es raro, es extraño que saque el arma, habitualmente en esos momentos se pierde clientela y se cierran puertas, es mejor dialogar, y si no es posible, amenazar o intimidar, no es la primera vez y desgraciadamente no creo que sea la última.

Deathstroke me saca de mis ensoñaciones.

- La conozco, es una excelente doctora, si no hubiésemos estado tan lejos antes, sabrías lo que son unas manos delicadas.

le comento al mercenario en voz baja.

La doctora me desarma con su candidez. Sin duda es una gran mujer y sabe cómo hacerse valer.

-Hola doctora, encantado de volver a verla, su presencia sin duda alegra el lugar y llena de luz cualquier apagado día.

Antes de quedar con la doctora, me habría pasado por algún lugar que conozca de confianza para poder conseguir los chips de baile para ella. Sin duda, quedar bien con quien te puede salvar la vida es una buena elección. ¿tengo los chips?

 La figura oscura no dijo nada, acentuando su aspecto amenazador. Era una especie de Ninja blindado, que vestía combinando el estilo clásico de lo que se esperaba de uno de ellos, con un tono militar moderno: Sin duda no era el típico mercenario grande, musculoso y bocazas que estabas acostumbrado a ver.

- La conozco, es una excelente doctora, si no hubiésemos estado tan lejos antes, sabrías lo que son unas manos delicadas.

 Ante las palabras de su interlocutor, respondió, con una voz fría y metálica, que no reflejaba la menor emoción, como si no las tuviera o simplemente se esforzase en ocultarlas:

 - Estoy seguro...

Los comentarios de Alvarado casi le arrancan una carcajada a Kranken, pero la disimula en una risilla como buenamente puede.

"La luz y la candidez se fueron de vacaciones en Night City hace mucho. Pero en su lugar estamos unos buenos sucedaneos, y hacemos el apaño"

La mirada se desvia hacia el origen de esa voz metálica. "Curioso. Parece que esta hecho para esquivar las balas, o hasta para cortarlas" piensa viendo al Ninja. "¿Es tu guardaespaldas?"

Está atenta a la sala. A quien puede esconderse, quien les está mirando, quien les está vigilando... y donde pueden esconderse.

Y claro, hay "Algo" que llama su antención. Y por el momento lo cataloga como "Algo" y no "Alguien"

"¡Menudo elemento!"  La mayoria de los mercenarios cyberpsicopatas solo piensan en ponerse blindaje y más blindaje, hasta ser capaces de parar un misil ¡Si hay una historia de uno que se murió con los pulmones aplastados, de no poder respirar bajo tantas placas de acero!

A Alvarado ya le conoce. Sus armas son astucia, encanto, la pistola, y sobre todo el tener un plan B, C y D. No parece el tipo de persona que quiera que una sobredosis de acero le carcoma el encanto.

Asi pues usa su ojo clínico para analizar al ninja ¿Cuanto metal llevará? ¿Y parece de fiar, o la cyberpsicosis está a punto de tragarselo entero?

Le devuelvo la sonrisa a la doctora, sin duda la alegría se contagia y mejor estar alegres y disfrutar del momento, que tristes y agobiados culpando al mundo de penas.

- El señor Deathstroke es un trabajador de la seguridad, recientemente he necesitado de sus servicios, pero no es mi guardaespaldas, ahora tenemos o eso creo, un trabajo en común.

Con las palabras de la doctora me fijo detenidamente en la figura del mercenario, sin duda que impresionaba, aunque en ocasiones era mejor pasar inadvertidos, no ser un bocazas como otros era un punto a su favor, aunque a veces se antojaría que debería hablar un poco más.

Un vistazo por los alrededores para quedarse con las caras, clientes, proveedores, .........
 

Alfred miró un instante divertido a Fatima. Sin duda cada vez estaba más segura de sí misma, y eso era bueno. Aunque había que hacer algo con esa manía suya de meterle en antros como este. Con ese pensamiento en la cabeza observó el local, que era realmente un lugar lleno de decadencia y suciedad. 

Alfred resaltaba en ese lugar como una IA en un viejo ordenador de antes del Hielo. Vestía con un traje artesanal, color tostado suave, y que parecía realizado en lana. Aunque a pesar del tacto suave estaba realizado en Durawabe. El traje se ajustaba al cuerpo del ejecutivo, porque eso era Alfred, como si lo hubieran hecho a medida. Y probablemente así era. 

El señor Lockstone tenía un indudable encanto personal*. Era evidente que no se había limitado a gastar una enorme cantidad de dinero, había algo real en su atractivo, y se movía con estilo, elegancia y pulcrosidad. Había algo cercano en él, a pesar del dinero, algo que aseguraba, en esta era del metal, empatía y cercanía: la capacidad de escuchar y entender. Unos tatuajes en cuello, y manos, poco visibles pero que no pretende ocultar, rompen en algo su imagen de "perfecto chico corporativo". 

Al llegar al bar mira a los presentes, y observando en la barra a una matasanos le saluda con una ligera y cortés sonrisa, pensando, quizás falsamente, que tiene tan poco que ver con ese ambiente como él mismo. Luego se acerca a la barra con la joven que le acompaña y cuando el camarero le mira le sonríe

- Me han dicho que los fideos de este sitio son extraordinarios

Los 5 extraños coincidieron en el mismo lugar y aunque no lo sospechaban todavía mas tarde o más temprano descubrirían que sus caminos estaba entrelazados por hebras final y delicadas, pero quedó en evidencia ese hecho cuando la chica que acompañaba al hombre que expresó su admiración por los fideos del local cuando un conocido de todos salvo de uno de ellos redeó con sus brazos sus hombros desde detrás, en un gesto particularmente tierno.

Cuanto que no venías a verme ¿Te ha entrado nostalgia? le dijo un oriental algo bajito con el pelo de color muy vivo que cambiaba de tonos rojizos a azules en este momento. Vestía de traje negro, camisa blanca y corbata estrecha y llevaba unas gafas de sol que parecían unas gafas inteligentes.

Morimasa abrazó a aquella chica por los hombros durante un segundo en que intercambiaron unas breves palabras antes de que la soltara.

Casi me sentía más seguro entre los pandilleros...

Yo era un tipo sencillo al que le gustaban las cosas simples (las motos, las armas, las chicas...). Nunca me fijaba demasiado es si iba vestido para la ocasión o no, simplemente me ponía mi traje de motorista y poco más. Antes de entrar al bar me di cuenta que iba un poco despeinado (mirando mi sombra), suponía que seria por el casco de la moto... me pase la mano (aunque no solucionaba el problema) y entré.

Al entrar miré alrededor mientras que me rascaba la larga barba. Buscaba alguna cara conocida, ya que había quedado aquí con un par de "compañeros". Vi que no estaba el oriental... a saber donde andaría... Por suerte si que estaba el señor Alvarado, aunque al principio me sorprendio que conociera a la medico-bailarina, pero luego le vi cierto sentido y sonreí.

Me acerqué a la barra para pedirme una cerveza, respondí al saludo de la chica con un gesto con la mano y (ya con la cerveza) me acerque al grupo.

-Hola.- Dije sin más -Ya estamos aquí, a ver que sorpresas nos trae nuestro comun amigo...-les comente por decir algo.

Necesito de tu ayuda, quiero saber más de dos personas y tú nunca me has dejado tirada, siento que sea ese el motivo por el que halla vuelto... dijo fátima, al principio con autoridad y dureza, luego su tono se apaciguó para acabar con una disculpa sentida, la verdad es que ambos los dos habíais dejado a mucha gente detrás en vuestro camino dentro de la empresa.

Era inevitable perder el contacto con unos o con otros y aunque siempre se pensaba que estaría bien retomar ciertos contactos no siempre llegaban a mas que unas bellas intenciones.

Las palabras de fátima hicieron mella en el hombre que dejó caer sus brazos en un gesto de derrota y abatimiento.