Partida Rol por web

- Me podéis llamar El Amo de la Calabaza - dice entre las risas que le causa la entrañable bajona de Don Moniato mientras le dá unas palmaditas en la cabeza haciendo que se sienta mucho mejor, más animado, el Don Moniato de siempre.

Cuando pone atención en Musculitos le responde: - Llegué hace mucho aquí, ya ni me acuerdo de cuanto tiempo llevo en la entrada de la cueva del tesoro ayudando a quienes se adentran en ella. Durante todos estos años no he visto ningún grupo cómo vosotros... quizás seáis los primeros en conseguirlo!! - parece entusiasmado, ilusionado por conoceros.

Y por último cuando Lobombre le pregunta sobre la comida para Don Moniato, El Amo de la Calabaza le responde sorprendido: - No sé, yo veo bien al chaval no? - Dice dándole una palmada bastante enérgica en la espalda de Don Moniato que le mueve un par de pasos, hasta ese momento no os habiáis fijado que vuestro compañero estaba sonriendo de nuevo - Pero bueno, veré que encuentro por aquí... - se pone a rebuscar por los bolsillos de su túnica y saca una pieza metálica - Ah si! Bueno no es comida pero esto tengo la sensación de que esto os podrá servir de ayuda, no sé muy bien cómo pero creo que os dará algo de luz en vuestra búsqueda...

El Señor de la Calabaza no sabemos cómo había animado por completo otra vez a Don Moniato, solo habían bastado un par de palmaditas enérgicas en la espalda para hacer que el Héroe recobrase su peculiar sonrisa.

-¡Oh! Gazia zeñó Calabaza. Amigo mío es poke quien ayuda mi yo queré.- abraza al viejito en señal de amistad. -Cuando tu quiera a mi caza ven, pofavó. Te cozinaré y jugaremo a coza. Viví yo en Ducado de la Nuez.

¡Qué sonriente Don Moniato! ¡Ha hecho un nuevo amigo!

Cuando el hombre no le da comida el no se enfada ni nada porque es su amigo y no le hace falta regalos. Además tiene un trozo de tarta de manzana entre sus pliegues y quizá algo más del mes pasado. Eso sí, les regala un objeto extraño que para Don Moniato carece de interés y deja a sus compis que lo cojan.

-¡A por el tezoro!- dice mientras jalea los brazos.

Como siempre, con cualquier nuevo misterio que aparece ante ellos, Lobombre se lanzó enseguida a estudiarlo:

- ¿Qué es este objeto? Nos dará luz en nuestra búsqueda… mmm… ¿Una linterna? ¿Algún tipo de farolillo? – Lobombre no podía evitar la excitación de lo desconocido.

En cuanto tuvo el objeto en sus manos entró en su mundo olvidándose hasta de darle las gracias al bueno del Amo de la Calabaza, necesitaba resolver ese misterio antes de avanzar.

Estaría bien saber como funciona ese... ehh... artefacto que nos acaba de dar- dice Musculitos mientras observaba con cierta curiosidad (y recelo) aquel objeto metálico- ¿que hace exactamente? ¿como se activa?

El Amo de la Calabaza se le ve animado en todo momento, con impaciencia os dice:

- Realmente no sé como funciona, eso es cosa de héroes, y yo no soy un héroe, sólo un pobre anciano que quiere ayudaros. - dice encogiéndose de hombros - Seguro que vosotros sabréis cómo usarlo en el momento adecuado... Pero debéis daros prisa, ya estáis cerca del tesoro! - os anima indicandoos la pared de la fábrica. En ella se ve una puerta bloqueada con unas maderas clavadas a la pared.

Mientras Don Moniato jalea los brazos, sus dos compañeros, bastante más inteligentes, siguen haciendo preguntas y hablando con el Amo de la Calabaza. Es mucho más sensato informarse antes de entrar pero como Don Moniato había recobrado todo su ánimo quería marcha.

¡Y qué bien le venía jalear los brazos! Porque ante ellos hay una puerta bloqueada con tablones.

-¡EZTO MÍO EEEEEEEE!- dice mientras se lanza de lleno contra los tablones.

Musculitos seguía intentando sacarle mas información al viejo... pero justo en ese instante su compañero corrió cual poseso hacia la puerta embistiendo contra ella. Negando mientras lanza un suspiro de resignación, se dirige hacia su amigo para saber como se encontraba. Al fin y al cabo, aquel golpe tenía que haberle dolido.

Al no encontrar casi ninguna respuesta, Lobombre decidió guardar el objeto que el amo de la calabaza les había dado y decidió ir justo detrás de Musculitos a ver si Don Moniato necesitaba ayuda. No dejaba de sentir escalofríos por la espalda al saber que cada vez estaban más cerca del tesoro.

-¡VAMO CHICOOOO QUE HUELE A COLIFLOOOOO- grita Don Moniato alentando a sus amigos a continuar lo más rápido posible. Para  él la expresión "huele a coliflor" es como decir "huele a caca" o "tenéis miedo" pero claro dudo mucho que Lobohombre haya olido alguna vez una coliflor o Musculitos, no se les ve a ninguno de los dos demasiado vegetarianos ni cocinillas.

-¡¡VAMOOOO!!

Don Moniato se abalanza contra los tablones y consigue atravesarlo llegando al otro lado dando un par de botes hasta quedar tendido boca arriba en el suelo.

Una vez dentro, encontráis una única estancia con la única luz que entra por el hueco de la puerta que apenas ilumina la sala. Parece estar repleta de trastos inútiles como, restos de máquinas, papeles indescifrables, cajas con componentes metálicos sin valor, etcétera.

Este viejo almacén lleno de chatarra no puede ser la cueva del tesoro, pero no hay equívoco en el mapa, tiene que haber algo escondido por la sala...

Don Moniato derriba la puerta sin más complicación y es que se le da de muerte derribar cosas cuando se lo propone. La decepción viene después cuando tras ella simplemente se encuentra cachivaches y más cachivaches.

-Mi no gustá esto. Malo metal. No comestible es, no vida tiene.- dice enfadado mientras se sienta inamovible en el suelo.

Mira a su alrededor en busca de algo que llame su atención, quizá un microondas o una tostadora. ¡O una sartén! Eso sí que es útil.

-¿Amigos sabe que hacer tenemos?- mira a Lobombre y Musculitos con esperanza en sus ojos.

Musculitos observa la sala mientras se rasca con la cabeza, pensativo. 

Ummm... no se, quizás alguna de las cajas que hay en este sitio nos lleve a algo- dice, dubitativo- o quizás haya en la pared alguna entrada secreta. No perdemos nada por rebuscar por la zona a ver si tenemos suerte. 

Esta sala contiene un montón de objetos que debería analizar - dijo Lobombre visiblemente excitado -. Qué lástima que no tengamos tiempo para parar a estudiar todo esto.

Sus compañeros vieron como a Lobombre se le bajaban las orejas, visiblemente afectado por no disponer de todo el tiempo del mundo para disfrutar de toda aquella chatarra. Simplemente se puso a rebuscar rápidamente con sus compañeros para ver si encontraba algo útil sin pararse demasiado en cada objeto.

Después de pasaros un rato apartando trastos de un lado para otro por fin encontráis una esclusa oculta bajo una pila de cajas y piezas inservibles. Aunque la trampilla de la esclusa estaba dura, la pudistéis abrir sin problemas una vez despejada de chatarra. Bajo ella, desciende un tobogán gigante.

- Vaya, ¡qué suerte hemos tenido! - exclamó Lobombre -. ¡Hay un tobogán, Don Moniato! - le dijo a su compañero -. Dejadme bajar a mi primero por si hay algún peligro, trataré de avisaros si ocurre algo.

Acto seguido, Lobombre se sentó al principio del tobogán y bajó deslizándose a toda velocidad por él. Sus compañeros solo escucharon un "wiiiiiiiiiiiiiiiiii" que cada vez sonaba más lejos.

Don Moniato busca durante un buen rato con sus compañeros, no sabe muy bien el qué pero el lo hace para que no piensen que es un vago hasta que finalmente se sienta a almorzar.

De entre sus pliegues entonces saca el trozo de tarta de manzana que se había guardado en casa de la Señora trompi y cuando se dispone a darle un buen mordisco escucha a Lobombre exclamar su nombre.

¡UN TOBOGÁN!

Y claro Don Moniato a eso no puede decir que no. Se guarda otra vez el trozo de tarta en sus pliegues y se levanta de un buen salto.

-¡TOBOGAAAAN BAJAAA!- grita mientras sigue de un salto a Lobombre sin darse cuenta que quizá con su peso rompa el tobogán o peor, aplaste a su peludo amigo.

-OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHH GUSTA MEEEEEEEEEEE- grita mientras baja feliz y contento sin ningún tipo de preocupación.

Sus compañeros bajan por aquel tobogán recién descubierto, sin tan siquiera comprobar si se veía algo extraño o particular en la habitación recién descubierta. Negando con la cabeza en señal de resignación, Musculitos se sienta en el tobogán y desciende como el resto de sus compañeros.

¡QUE VOYYYYYYY!

El tobogán gigante desciende en un sinfín de vueltas hasta que por fin termináis todos estampandoos contra el suelo de una sala que está completamente a oscuras. Algo desconcertados podéis deducir que estáis a un nivel inferior de la cueva del tesoro. Pero la oscuridad no le gusta a nadie, y menos en un lugar desconocido...

Finalmente nuestros héroes caen en la más absoluta oscuridad. A Don Moniato nunca le ha gustado, él prefiere un día soleado feliz en el campo a una cueva oscura llena de murciélagos. ¡Ah espera! ¡Los murciélagos le gustan!

-¡MUCIÉLAGOS! ¡MUCIEEEEEGALOOOOOS!- empieza a gritar Don Moniato a ver si salen en su búsquedad. Ni que fuese El Flautista Vampirín. Pero bueno, el se pone a buscar por las paredes a ver si encuentra uno al que adoptar.

Pionut asoma un poco la cabecita entre los pliegues de Don Moniato pero en seguida se esconde y es que la oscuridad no le gusta tampoco nada de nada. Será mejor salir cuando enciendan las luces.

- Vaya, estaría bien tener algo de luz - dice Lobombre, constatando lo evidente, mientras se mueve cuidadosamente a ver si encuentra alguna manera de poder iluminar la sala-. Tal vez el objeto que nos dio el Amo de la Calabaza nos sea de utilidad.