Partida Rol por web

Tras la respuesta del alarife, Arnau planteó otro asunto:

-Preguntábame si tendríais algún encargo en la ciudad. Si así fuere, podría haceros ese favor con gusto, a cambio de unas monedas. Así no tendríais que ausentaros que aqueste lugar ni alejar vuestra presencia de estos importantes menesteres.

Escuché las palabras del alarife en silencio y con atención. Sin embargo presté especial atención a su expresión corporal y tono de voz, pues demasiado seco y cortante, aunque educado, fue en su respuesta.

Adso miró al maestro alarife y le dijo.- Buen camino le lleve Dios, buen home. Yo lo de portar piedra y trabajarla no es que se a muy ducho, pero soy muy buen escriba, ¿no necesitaría su merced uno que le llevase las cuentas de los andamios?...ya sabe usted, para facer recuentos y mandárselos al obispo con buena mano y que entienda que se necesitan tantos para una buena causa, y no que a simple vista resultan confusos, caóticos, como si más que permitir que los trabajadores se muevan por entre las obras, estuvieran reforzando zonas que, en un principio, parecen ya concluidas... no sé si me explico- dijo Adso mirando de soslayo al alarife.

Vaya, yo no tenía casi idea sobre construcción, pero al escuchar las palabras de Adso me fije en lo que decía acerca de los andamios. Aquel muchacho si debía ser ducho en lo que a ese tipo de trabajos se refería, porque ciertas eran sus palabras. Ahora que me fijaba aquel andamiaje era bastante caótico.

Intrigado esperé la respuesta del alarife.

El rostro impasible no te dice nada más que lo que ya sabes a simple vista, que se trata de un hombre bien educado, que sabe lo que hace y que trata de ser cortés con vosotros.

El rostro impasible no te dice nada más que lo que ya sabes a simple vista, que se trata de un hombre bien educado, que sabe lo que hace y que trata de ser cortés con vosotros.

-¿Qué patrañas son esas? -el rostro impasible hasta ahora de Gabriel cambia de pronto, como si aquellas palabras del goliardo le hubiesen sorprendido... Aunque, a vote pronto, no sabríais decir si para bien o para mal- Los andamios están perfectamente. Se trata de un nuevo sistema que he inventado yo mismo y que triplica la eficiencia de los trabajadores...

Isidro apenas hubo hecho alguna que otra chapuza en el caserón donde trabaja, por ello todo lo que tenía organizado Gabriel le parecía extraordinario. Pero en cuanto Adso se permitió aconsejar al maestro de la obra, para gusto del joven siervo, éste reaccionó de forma un poco exagerada hacia el goliardo. Isidro no obstante se limitaba, de nuevo, a mirar y sonreír.

El joven Adso me pareció muchacho de buena sesera desde que le conocí. Algo debió ver en aquel andamiaje que no le gustaba, más no creí de cualquier manera que puediera saber más en ese campo que un maestro alarife encargado de tamaña obra. Obra encargada ni más ni menos por el azobispo de Toledo. - Disculpe al mi compañero don Gabriel, lo último que faríamos sería poner en duda sus modos. - Me disculpé ligeramente, pues al fin y al cabo poco nos importaba aquello, pues no parecía haber faena allí para nosotros. Más valia al menos que el maestro alarife conservara buena opinion de nosotros. Nunca se saben las vueltas que da la vida...

Ninguno podéis observar nada extraño en las palabras de Gabriel ni en su reacción. Sólo veis que es un hombre entendido en el tema.

-Non se preocupe, granadino. Curiosas me ha resultado las palabras de su amigo, non todo el mundo es tan suspicaz con mi trabajo. Al contrario, al contrario... Disculpen si mi reacción ha sido algo exagerada.

El alarife parece ahora mucho más interesado en vosotros. Os echa un vistazo de arriba a abajo a todos, mientras con su mano derecha se mesa la barba.

-Son todos extranjeros, ¿verdad? ¿Acaban de llegar aquí a la magna Toledo? Permítanme que les de la bienvenida a la ciudad. Disculpen mis modales, señores -mientras os ofrece la mano uno a uno, Gabriel se presenta formalmente- ¿Serían tan amables de recordarme sus nombres?

- Lázaro, para servirle. - Contesté omitiendo mi apellido. Aunque mi acento era evidente, no era necesario dar más detalles. Estreché con firmeza la mano del alarife.

Al escuchar las palabras de Lázaro el alarife se relajó. Tras disculparse por su reacción su tono fue más cordial. Estrecho con decisión su mano cuando me la ofrece.

-Sí, acabamos de llegar, buen hombre -digo con una sonrisa.- Mi nombre es Arnau.

-Un placer conocerle hermano. Mi nombre es Ignacio Martinez. Procedo de la Abadía de Fitero, en Navarra. Parece que tiene montado un buen tinglado.

Dije con una sonrisa en los labios intentando darle un tono más distendido a la conversación.

Limpiando el polvo que ha adherido la capa que porta entre tanta obra, el joven se presenta al maestro realizando una ligera reverencia. 

- Isidro de la Hoz, para servir.

-Un placer, un placer. Verán, amigos... Ahora que sé que son extranjeros et han mencionado el tema del andamiaje, quizá sea hora de que les cuente la verdad...

Un desgarrador grito seguido de un estruendo interrumpe el arrebato de sinceridad del alarife. Los gritos de los trabajadores del puente pronto empiezan a surgir de todas partes. A varios pasos de donde os encontráis, se ha roto la sujeción que mantenía en píe a varios andamios, y el ebrio trabajador que os recibió al llegar al puente cuelga del vacío sujeto tan solo con una mano de una traviesa.

El resto del personal de la obra empieza a correr hacia allí para socorrer al desgraciado, pero aún tardarán en bajar de sus andamios y llegar hasta el lugar. Vosotros y Gabriel sois los que os encontráis más cerca.

Un grito seguido de un estruendo, interrumpe nuestra............. comprometida conversación. Levanto la mirada para ver lo sucedido, y descubro que es nuestro ebrio peón colgando de una de las vigas del andamiaje. iiiiiiiivirgen santa!!!!!!!!!!!!!! sale una exclamación de mi boca. Corramos o ese insensato caerá.

Pero mis pensamientos iban más rápido que mis actos, y cuando iba a empezar a correr en dirección al desdichado que trataba de afanarse con dificultad a la viga del andamio, la parte baja de mi sotana se enredó en mis pies, haciendo trastabillar. Hinqué la rodilla en tierra para que mi caida fuera lo menos burlesca posible, y tratando de componer la poca dignidad que me quedaba, intenté llegar lo antes posible al lugar.