Partida Rol por web

Isidro se presenta realizando una elegante reverencia - Mi señora - El joven se inclina hacia ella en pos de besar su mano*, totalmente anonadado por la elegancia de una mujer que nada más sus atuendos se podía ver que tenía una vida harto acomodada. - Por más que lo intente, jamás podré mostrar la gratitud suficiente a nuestro señor por la suerte que estamos teniendo, su bondad et hospitalidad serán recordadas por siempre en nuestro corazón, buena señora. - Agarra la mano de Juana - Pero su belleza... Su belleza es mucho más que suerte, se trata sin duda de un regalo divino. - Dicho esto plasma un beso en la mano de la señora.

-¡Oh, truhán! -Juana se sonroja ante la actitud del joven Isidro, pero su sonrisa no desaparece de su cara, en absoluto- ¡No son necesarias tantas palabras aduladoras!

Ibrahim, que, de nuevo y sin os hayáis percatado había desaparecido, baja las escaleras y se queda de pie, detrás de Juana.

-Ya debe estar todo preparado. Sigan a Ibrahim, que yo les voy a servir un almuerzo de rechupete.

La mujer del alarife se encamina a la cocina. Vosotros seguís a escaleras arriba. Pasáis de largo la segunda planta, donde se encuentran las habitaciones privadas y los cuartos de la familia, y llegáis a la última, una especie de buhardilla en la que pueden acomodarse hasta seis personas con tranquilidad.

Tras acomodaros y poneros algo más cómodos, la voz de Juana os llama de nuevo para bajar. En el salón comedor encontráis una opípara comida: migas con torreznos, chorizos y pimientos, acompañadas de un buen vino riojano para acompañarlas. Todo un manjas, sin duda.

-¡Pónganse las botas, señores, que esto está de muerte! ¡Todo es poco para nuestros invitados de honor!

Al ritmo por el que baja la escalera, el rico olor de la comida ya abre el apetito de Isidro, un olor que maravillaría a cualquier rey, ¡Qué manjar! Ya oliéndolo, el joven estaba disfrutando como si allí mismo lo degustara. 

Y no era para menos, cuando se asomó al comedor observó que en aquella mesa había mucha comida, y por tanto mucho dinero invertido. De nuevo con la jovial sonrisa se dirige personalmente a Juana.

- Mi señora... "Gratitud" es una palabra que se queda corta. Que Dios bendiga esta casa, esta mesa y esta comida. Usted nos ha dado reposo en la bohardilla y ahora asiento en esta mesa.

El joven comienza a rodear, al ritmo al que habla, una silla colocada cerca del vino riojano, ahora con un toque un poco más atrevido se lanza a preguntar.

- Somos sus invitados, pero dígame, ¿Qué nos hace ser invitados de honor? Le hemos tendido la mano a un borracho sin equilibrio, -Comenta, quitándole hierro al asunto de que la dirección de su marido en la obra era pésima - creo que cualquiera hubiera hecho lo mismo.

Rápidamente y lampando, hace señas para que los demás también tomen asiento, ¡Vamos, que esto huele que alimenta!

-Han salvado la vida de un trabajador de mi marido sin que nadie se lo pidiese et sin pedir nada a cambio, ¿le parece poco, buen omne? Cualquier otro forastero habríase desentendido del asunto y marchado sin más. No sé de donde vienen, pero aquí en Toledo, no todos los días se cruza una con buenas et desinteresadas gentes.
 

La simpatica Juana retira un poco las sillas, para que toméis asiento.

Le sorprendió bastante la confianza del saludo de la mujer del alarife, pero no sería él quien pusiera pegas. Su atención se centraba en el aroma que provenía de la cocina. Aquellas viandas compartidas junto al puente no habían saciado su estómago, y deseaba con ansia que les ofrecieran comer en esta casa.

Asintió ante las palabras de Lázaro, a él tampoco le gustaba dar más información de la necesaria, y sonrió ante las palabras de Isidro y la respuesta de la mujer. Sonaba extraño a sus oídos ser los "invitados de honor" pero no era cuestión importante en esos momentos, la comida tenía una pinta bien sabrosa.

-Gratitud, señora. El honor es nuestro por poder degustar estas exquisitas viandas.

Se acerca a una de las sillas que ha retirado Juana y espera a que los demás también tomen asiento, antes de lanzarse a comer.

Adse abrió desmesuradamente los ojos al ver aquella mesa repleta de viandas. Cuando se acercó, se sentó en una silla y santiguándose y rezando una pequeña oración en bajo, comenzó a comer. Al darse cuanta de que era el único que había comenzadoa  acomer dijo.

- Yo empiezo, que sería una pena et un falta de respeto que esto enfríase, con lo que le fabrá costado a nuestra anfitriona prepararlo todo- y sin más se puso a comer.

-Sabias palabras Adso, mala cosa sería no hacer aprecio de tanta amabilidad dejando enfriar las viandas.

Al ver que el goliardo hincaba el diente a la comida decidió acompañarle. Miró a los demás invitando con la mirada a hacer lo mismo. Estaba ahora pensando en las palabras de la mujer.

-Así pues, señora, ¿cómo son las gentes de Toledo? qué nos podría contar de esta formosa ciudad? -dijo con amabilidad y cierta curiosidad mientras devoraba el plato que tenía delante.

Esperé a que primero probaran bocado y bebida mis incautos compañeros. Tanta amabilidad, ese despilfarro invitando a cinco desconocidos a comer sin privación de ningún tipo. ¿Acaso nos alimentarían de tal manera durante todos los días de nuestra estancia? Ni un loco despilfarraría tantos dineros si no tuviera un importante motivo, por tanto inquietante para mi. Aquello seguía sin gustarme, aunque esta vez me guarde la opinión para mis adentros. - Gratitud doña Juana. - Fueron mis únicas palabras antes de llenar la panza después de ver a mis compañeros comer. - Non parecen emponzoñadas aquestas viandas... -

No encuentras nada extraño en el sabor. De hecho, el plato está delicioso.

Mirando a mis compañeros de viaje que empezaban a comer como si no hubiera un mañana. Carraspeé ruidosamente para tener su atención. Una vez la obtuve, levanté los brazos, y con voz solenme salmondié:

- Señor, bendice los alimentos que vamos a tomar, y bendice también a estas buenas gentes, que en tu generosidad, has tenido a bien cruzarlas en nuestro camino, para proveer nuestro reposo. Amen.

Me senté solemnemente en la vieja silla de mimbre, y empecé a comer después de mis compañeros. Poco a poco, notaba como mi cuerpo empezaba a recuperar su temple, mientras mi ánimo empezaba a ser el de antes.
 

-Nada, nada, no son necesarios tantos agradecimientos -dice modestamente Juana, mientras ella también hinca el diente a la comida-. Venga, Carmencita, come de una vez -Las dos hijas pequeñas se sientan junto a su madre, quien les sopla un poco la cuchara antes de acercársela a la boca.

-Poco puedo contarles de Toledo que no sea mejor que descubran ustedes mismos. Yo nací en una población cercana, en Sonseca, et maravillada quédeme por su magia cuando me casé con Gabriel, que ya face diez años el mes próximo. Pero no se engañen, aquí habemos gente buena et gente menos buena, como en todos lados.

Juana se sonroja, pero esta vez por motivos bien distintos, cuando su pequeña abre la boca para preguntar: "¿Como Tomás de Silva, madre? Padre siempre dice que es mala persona."

-Anda, vaya con la niña, qué discreta me ha salido -la madre y esposa echa a reír-. Nunca hay que fiarse de un niño para que guarde un secreto, ¿saben?

Se ríe mientras busca un poco de tela para taparse la boca y procurar no parecer un gorrino masticando mientras ríe.

- Carmencita es muy perspicaz, pero no ha de preocuparse Juana, creo que ninguno acá sabemos quién es tal. 

Isidro se fija en cómo la inocente pequeña sigue con la sopa sin inmutarse del comentario que ha soltado.

- Ha salido a usted Juana, pequeña, tiene su exacta sonrisa y sus mismos ojos, tan oscuros como la misma noche... - Parece que Isidro divaga mentalmente cuando de forma abrupta lanza una pregunta, inclinándose al lado de la mesa donde se sentaba la anfitriona y sus retoños- Dime, Carmencita ¿Es muy malvado ese Tomás?

Realmente era un manjar lo que nuestras bocas llenaba. No sólo era bella mujer, era también buena anfitriona y mejor cocinera. Envidia sentí del maestro alarife.

Una señal de alarma se disparó en mi cabeza cuando escuche a la zagala nombrar a un tal Tomás de Silva. Aunque la intriga apunto estuvo de hacerme preguntar indiscretamente por aquel nombre, me mantuve callado continuando con aquel banquete.

- Tomás de Silva. - No obstante intenté no olvidar aquel nombre.

-Entonces, será mejor tratar de no entrometerse con ese tal..... Tomás. Respondí con tono indiferente, ya que lo que en verdad requería toda mi atención, era ese estofado con esa salsa que cada vez me pedía con más insistencia ser rebañada con un gran trozo de pan de hogaza casera.

- Y qué es lo que ha hecho ese hombre para ser portador de tal calificativo?
 

Dudé si la mujer se había sonrojado por la indiscreción de su pequeña o por la mención de ese hombre en concreto. Casi me atraganto al escuchar la directa pregunta de Isidro a la hija de Juana. Está claro que los niños dicen las verdades. Tras una leve tos, seguí comiendo mientras mis compañeros seguían interesándose por ese tal Tomás de Silva.

-Nada, nada, no hagan caso a la chiquilla -Juana empieza a recoger la mesa con ayuda de Ibrahim cuando todos habéis terminado-. Verán, Tomás es un alarife... "rival" de mi marido, por decirlo de forma educada. Es omne envidioso que no hace más que despretegiar a mi buen Gabriel desde que el arzobispo le eligiera a él en lugar de a Tomás para llevar a cabo las obras del puente, et para colmo tiene a la mitad del gremio en el bolsillo mediante sus sobornos. Seguramente la niña nos haya escuchado hablar de él alguna vez... ya saben cómo son los zagales.

Juana se retira a la cocina cargada de platos junto al esclavo.

-Aprovechen la tarde para conocer Toledo, si quieren -la mujer vuelve al salón con un paño sucio en las manos-. Gabriel volverá para la hora de la cena. Les rogaría que fuesen puntuales.

Estamos en 1390, hasta donde yo sé aun faltan casi 100 años para que se termine (las últimas aportaciones góticas se dieron en el siglo XV cuando en 1493 se cerraron las bóvedas de los pies de la nave central, en tiempos de los Reyes Católicos).

- Nada mujer, no te preocupes. Los niños responden como escuchan sin tener el razonamiento de los homes mayores- dice el goliardo sonriendo, enseñando la barbilla sucia llena de grasa y con comida en las comisuras. Aunque como dice el refrán los niños et los locos no dicen mentira. Pensó para sí.

- Lo que sí le pediría es que un zagal nos acopañara y nos dijera dónde está situado los edificios insignes de aquesta ciudad y, que nos traiga de vuelta, claro- terminó sonriendo