Partida Rol por web

Las voces de los hombres no se aproximan, parecen estar simplemente hablando en la puerta, lejos de veros. Aun así no podéis discernir qué dicen, ni si se trata de una conversación amistosa o no.

Sea como sea, el tiempo corre en vuestra contra. Lázaro, Isidro y Arnau deben abandonar cuanto antes el pilar central antes de que se venga abajo. Recordad que una vez que se caiga el puente quedará intransitable y no podréis cruzar de un lado a otro*.

- ¡Vamos! no habemos tiempo. - Et encamineme al otro lado del puente, a la puerta exterior de la ciudad donde se oían las voces. Y Aunque apresuradamente, lo hice lo más sigiloso que pude...

-Creo que sería mejor salir por el campo como dijimos anteriormente. Volver a la puerta de la ciudad nos hace sospechosos y reforzará las palabras del guardia si llega a pronunciarlas. Ningún bien nos hará el estar presentes en este pozo de cadáveres y el estado en que nos encontramos, algunos heridos, no hará más que dar valor a sus palabras.

Creyó que mejor sería que no pudieran relacionarlos tan fácilmente con el lugar, la hora y los hechos. Alejarse de aquello, a su ver, era lo más sensato.

Arnau espera escasos segundos a ver qué dicen los demás. El puente aguantará poco y deben tomar una decisión antes de que este ceda.

Asiento en silencio. La verdad es que sabía que era la única manera de salir de este atotadero, pero no estaba de acuerdo con las formas de hacerlo. Ojala no me hubiera enrolado en esta disparatada aventura de muerte y traición. Pienso mientras mis pasos se dirigen en silencio siguiendo a mis compañeros.

Adso asiente a las palabras de Arnau. tenía toda la razón y no podían demorar más salir de ahí.

Además ya habían mandado al otro barrio al alarife. Ya no podría acusarlos. Si bien buscarían culpables, él ya no podría dirigir su dedo acusador saobre ellos y eso le tranquilizaba, aunque solo fuera un poco.

- Ràpido, vayámonos ya- dijo subiendo al andamio y, moviéndose con cuidado para no caerse, cominó por él hasta el otro lado.

Tras ver a sus compañeros, Arnau se acerca a Isidro, que es el que está más tocado y parece cansado del esfuerzo, y le ofrece su ayuda para salir de la pasarela. A continuación sale del puente en dirección al campo.

Isidro, apretándose las muñecas aún cansado del esfuerzo, agradece la ayuda ofrecida por Arnau.

- Gracias compañero, salgamos de aquí.

La tormenta no desaparece, pero amaina un poco, como si fuese una especie de música siniestra que acompañaba a la batalla y que se ha calmado ahora, igual que le fragor. Afortunadamente, esto permite que tanto Adso como Ignacio y Gabriel puedan cruzar por el andamiaje hasta la plataforma central sin problemas, y de igual forma lo hacéis ya todos juntos hasta el otro lado.

Llegáis a la torre albarrana de esta mañana. Podéis ver los tablones aún colgado del andamio que cedió bajo los pies de Manuel, el beodo obrero que casi se reune con el Altísimo si no hubiese sido por vuestra rápida intervención. El destino es a veces irónico, trayéndoos de nuevo al mismo lugar donde empezaron vuestros problemas.

Entre la llovizna, ahora más ligera, vais caminando para salir a campo abierto. De pronto Lázaro hace un gesto con el brazo y os indica que os apartéis del camino. Os escondéis tras un arbusto y, siguiendo el dedo del cazador mozárabe, observáis luz anaranjada. Hay dos guardias en las chozas: deben ser los hombres del arzobispo que custodian el puente para evitar el robo de materiales, tal como os advirtió Gabriel.

El desmejorado Gabriel rompe el silencio casi mortal, sólo roto por el barullo de las aguas del Tajo en la distancia, con su voz, la cual es apenas un leve susurro.

-Esta locura está a punto de acabar. Non podemos permitirnos fallar ahora. Observad... -el alarife realiza el mismo movimiento con el dedo que Lázaro hiciera hace un instante- Están mirando hacia afuera. Non esperan ladrones en el interior del puente. ¡Están confiados! ¡Es nuestra oportunidad de salir silenciosamente y evitar más derramamiento de sangre!

Asentíle a Gabriel, pues sus palabras sonáronme cuerdas. - Más credo que debieramos trazar un plan, aunque simple, pues non debemos confiar en la destreza de los seis en lo que a caminar con sigilo se refiere. - Et non ocurrióseme plan alguno en ese momento, salvo quedarme yo apostado, et quizás, otro de los nuestros diestro en el manejo de los fierros, por si acaso poníase la cosa fea al vernos esos guardias. Más non atiné a presentar plan, pues aún seguía mi sesera dándole vueltas al asunto...

La tormenta nos concede algo de tregua. Siento alivio al conseguir cruzar todos al otro lado. El campo abierto no está a muchos metros, pero el avispado mozárabe alertanos con un gesto para que nos apartemos, así que ocultanos todos tras un arbusto. Al seguir la dirección de su dedo vimos una luz anaranjada y en ese momento démonos cuenta de que non estábamos solos.

La propuesta de Gabriel bien podía intentarse y evitar otro enfrentamiento, bastante sangre había corrido ya, mas las palabras de Lázaro me hicieron reflexionar un instante. A fin de cuentas, el que más ruido podría hacer era yo con mi armadura y non quería delatar el grupo en caso de no ser lo suficientemente diestro en estas desconocidas para mi, artes del sigilo.

-Si non pasamos todos juntos se me ocurre otras dos posibilidades:

-La primera es esperar unos minutos aquí escondidos. Seguramente cuando los soldados se percaten del incendio se asomarán et caminarán hacia el puente para saciar la curiosidad que todo ser alberga, poniendo más distancia con nosotros, si bien no deberíamos aguardar mucho porque pronto llegarán refuerzos y comenzarán a ocupar este lugar.

-La segunda posibilidad es que Gabriel les distraiga, ya que es el único que tendría sentido estuviera aquí. Sería lógico que preocupado por la monumental tormenta que ciñose esta noche sobre la ciudad y sus alrededores, llegase corriendo alertado y destrozado al comprobar el estado en que quedó su obra. Si bien esto pudiera pareceros sospechoso -digo mirando a Gabriel- non lo será menos el hecho de que no os halléis en vuestra casa, porque de seguro os irán a buscar para daros la noticia.

Esperé a ver qué opinaban mis compañeros. Habría también que trazar un plan para asegurarnos el cobrar por los inmensos riesgos a los que nos habíamos expuesto.

-T...Temo que no será posible, Arnau. Como bien sabéis la única forma de llegar aquí desde el otro lado del puente es cruzando los andamios. ¿Por qué iba yo a arriesgarme a cruzar por ahí en persona, y más en plena tormenta, sólo para avisar a los dos guardias? Demasiado sospechoso... Non... Habrá que buscar otra solución, et la vuestra primera paréceme más factible. Mas sí que lleváis razón en que debiere, sea como fuere, regresar a casa con premura, pues tamaño fuego non tardará en llamar la atención.

-Lo de quedarse aquí me parece una gran idea- comenta el goliardo quien el sigilo, como cualquier otra habilidad física es una quimera para él.

-Aun así, es factible que busquemos una escusa para que no esté en su casa... aunque puede que a su mujer no le guste. No sé si me entiende- dice con doble sentido-. Pagar a una mujer de esa calaña para que jure que estuvo toda la noche y parte de la mañana con vos, no será difícil. Lo que será difícil es que su esposa le crea y que su vecinos le perdonen- explicó.

Quizás la vida del monasterio me había vuelto un poco simplón, o quizás tanta mentira y triquiñuela se escapaba a mi razón, pero estaba completamente aturdido por la facilidad con la que planeaban argucias y mentiras mis compañeros. No sabía que decir, y tampoco qué hacer. Desbaratada mi primera argumentación de la envidia, no mequedaba más capacidad para mentir.

-Esperemos pues a ver qué acontece -dije tras ver que Gabriel y Adso veían bien esta idea. Pensé en qué podríamos planear para excusarle de no hallarse a cobijo en su casa, junto con su esposa, mas el astuto goliardo trazó un plan en un abrir y cerrar de ojos. No pude más que sonreír por tamaña ocurrencia, que aunque no fuera a ser del gusto de su mujer, era brillante a mi entender.

-Juana sabrá entenderlo, ya habrá tiempo para las explicaciones. Buena idea, goliardo, mas debiéremos procurar que el rumor no se extienda, que uno ha de mantener la suya reputación de omne honrado -susurró de nuevo el alarife-. Confiemos, en cualquier caso, en llegar a casa antes que los omnes de la guardia o del arzobispo...