Partida Rol por web

Aún con el recuerdo de su esposa en la mente, Leonard trató de escudriñar en aquella ciudad quién podría ser el líder de la comunidad en aquella ciudad encubierta. Mientras Henry iba subiendo en volandas sobre las manos de los Awás, un topo apareció en lo alto de la pirámide, a través de su acceso, en la cúspide de ésta. Leonard determinó que éste no era sino el líder, dada su vestimenta extravagante, su pelo grisáceo y alargado, y sus dos acompañantres tras de sí (también dos nativos).

Entoces, tras trazar un improvisado plan, Spaulding y Drake dispararon contra los guerreros de plumas sobre sus brazos pechos. Sin embargo, tal vez fuera la distancia hasta la gran pirámide (unos 150 metros desde su posición) lo que hizo que no lograsen acertar. Eso sí: mientras Leonard se cubría en la cámara de piedra que teníais prácticamente delante (Punto 5 del mapa), los dos disparos desafortunados, al menos, hicieron que la población de los Awás se estremeciera, agachara instintivamente y comenzara a dispersarse asustados, emitiendo gritos y alaridos. Poco a poco se diseminaban por la ciudad subterránea. Entonces dejaron a Henry en los peldaños de la escalera, justo en su mitad, y la tanda de guerreros (siete en total) marcharon ahora hacia vuestra posición (o al menos hacia la entrada, hacia el epicentro del ruido). ¡¡BOOOOM!! Woodstock también disparo, pero su dispano resonó y chocó en una de las construcciones de piedra cercana.

Entonces ocurrieron dos cosas:

Por un lado, el grupo de guerreros comenzaron a llegar hasta la posición de Spaulding y Drake. Pasaron de largo por la cámara pétrea donde Leonard estaba escondido (él y su lanza, únicamente), pues no le vieron; ahora pretendían acabar con los dos exploradores, incluyendo a Woodstock aparte de ellos.

Y por otro lado, el propio Theodore levantó su brazo y os alertó de algo.

¡¡La invocación!! ¡¡La invocación!! ¡¡Hay que detenerla!! -Woodstock tenía el brazo levantado, y señalaba con el dedo al sacerdote de la cúspide, colocado justo en la cima, junto a un altar de piedra. Uno de los seguidores que tenía tras de sí se tumbó (o más bien fue ordenado hacer eso), y el otro le sujetó los brazos. Entonces el sacerdote levantó sus manos, y portando algo que era difícil de escudriñar desde esa distancia (y viendo que los guerreros se os acercaban con macanas a toda carrera), lo descargó sobre el cuerpo del sujeto tumbado. Un alarido de terror inundó toda la sala.

La detonación de sus escopetas había dejado un zumbido ensordecedor en sus oídos. Spaulding disparó por su vida sin dejar de pensar que el maldito plan del Drake les había entrerrado a todos. Cuando vio a uno de los guerreros caer agarrándose las tripas era como si viese la escena desde fuera, con un aire onírico. El resto de salvajes le sacó de su estupor, ¡se les echaban encima con las mazas rituales sobre sus cabezas y chillando como posesos!

Drake observó cómo siete guerreros Awás emplumados corrían en su dirección y que no tardarían mucho en alcanzar su posición. Tan sólo eran ellos tres contra aquellos siete salvajes, por lo que el explorador tomó su rifle y disparó contra uno de los guerreros, aunque su disparo resultó totalmente errado de nuevo. Desde luego, ese no era su día de suerte.

Observó que, a su lado, Spaulding efectuaba un efectivo disparo que hacía caer a uno de los guerreros sujetándose las tripas, mientras que Woodstock mencionaba una invocación que había que detener. "¿Más secretos, profesor?" no pudo evitar pensar Drake, preguntándose si Woodstock estaría al tanto de las prácticas que realizaban los nativos en sus rituales.

-Bien hecho, Spaulding -felicitó Drake a su compañero, tratando de ignorar las palabras pronunciadas por el profesor, mientras se disponía a colgarse el rifle a la espalda y tomar el revólver para las distancias cortas, puesto que los guerreros Awás no tardarían en alcanzarles.

Aprovechando la estampida de los nativos y rezando porque mis compañeros puedan contenerles con sus armas de fuego, Leonard sale de su escondite y se lanza a la carrera para liberar al pobre Henry que yace maniatado sobre los escalones de la pirámide, de camino intento hacerme con alguna antorcha, podría ser un arma improvisada y no dejo de vigilar en todo momento al sacerdote y sus dos acompañantes, por si se acercan, con mi lanza a mano. Pero antes de intentar atacar, me aseguro de que Henry esté bien por si pudiera ayudarme, también con la esperanza de que mis compañeros puedan sumarse, sino es así, Leonard sabe que tendrá que hacer un intento arriesgado y quizás fatal para detener ese maldito ritual, ya que por alguna razón no pude quitarse de la cabeza la imagen de aquella monstruosidad grabada en el altar que encontró en el poblado.

Los tres hombres dispararon. El primero que lo hizo fue Spaulding, que apuntó un par de segundos antes de descerrajar un tiro certero. Había apuntado a donde más espacio había: el torso, y concretamente el vientre. Allí colocó su bala, y las vísceras del guerrero entrado en frenesí se desparramaron con una lluvia de sangre en su derredor. El nativo cayó fulminado.

Por otro lado, Drake disparó un par de veces. Su segunda bala* no tardó en hacerse efectiva, alcanzando a uno de los guerreros en su brazo, cerca del hombro. No lo había matado, pero sí lo había herido. Finalmente, el aventurero Woodstock, que también tenía un rifle, disparó después de sus compañeros. ¡¡BANNGGG!! Otro disparo impactado en la cabeza hizo que otro de los soldados cayese al instanta, acabando allí su vida. 

Por otro lado, Leonard, viendo pasar a la multitud de Awás hacia sus amigos, salió de la cámara de piedra y corrió hacia el centro de la ciudad, hacia la pirámide. Ya no había nativos allí, ni multitud alguna que le impidiese continuar. En su trayecto rápido tomó una antorcha sujeta en uno de los edificios y corrió y corrió; en pocos segundos comenzó a ascender la gran amalgama de escaleras. Era muchas, un centenar, por lo menos. Allá arriba, el tipo anciano había clavado ya una especie de cristal o mineral en el cuerpo de uno de sus súbditos. Entonces llegó hasta la posición de Henry, a mitad de la escalera. El muchacho yacía allí tumbado, con vida, pero inconsciente.

Drake observó cómo los nativos huían en desbandada con el sonido de los disparos, aunque aún quedaban cinco de los Awás guerreros, además del anciano sacerdote que estaba llevando a cabo el ritual. Con suerte, Leonard podría librarse del sacerdote o, como mínimo, podría entretenerlo mientras que ellos tres se deshacían de los cinco guerreros contra los que se estaban enfrentando.

Sabiendo que el revólver era más efectivo en las distancias cortas, Drake tomó su arma y disparó contra uno de los guerreros Awás que corría ileso en su dirección y que no tardaría mucho en ascender por el saliente de la roca. Su disparo había llegado a alcanzar de lleno a uno de los guerreros.

-¡Vamos, Spaulding! ¡Podremos vencerlos! -animó a su compañero.

¡Aquellos salvajes estaban fuera de sí! Se tiraban a las escopetas sin otra protección de un taparrabos y su frenesí. Spaulding apenas pudo oír las palabras de aliento de Drake y mucho menos las de Woodstock, el ruido y era ensordecedor, el humo insoportable ¡Los tenían encima! ¡Era el fin! ¡Oh era tan joven para morir, le quedaba tanto por ofrecer! Cerró los ojos y disparó de nuevo.
Otro de los salvajes cayó hacia atrás impulsado por la violencia de las postas de escopeta. 

No quedaba más remedio, Henry sin duda necesitaría atenciones médicas para recuperarse y sus compañeros aún podían tardar en deshacerse de los nativos, por lo que podía ver desde su posición estaba siendo una masacre.

Pero ahora todo estaba en sus manos, y nunca mejor dicho, sería una verdadera ironía que entre tanta fuerza bruta y tanta pólvora fuera una de sus propias lanzas tribales la que acabara con aquel ritual macabro. Lo que fuera dependería del destino al que ahora Leonard tenía que encomendarse. Probablemente no volvería ver a su amada esposa, así que la rabia le daba la fuerza que necesitaba para dejar el miedo y el sentido común de lado. Se apresuro escaleras arriba hasta estar a la distancia adecuada para lanzar su arma contra el sacerdote…

solo le quedaba la antorcha para defenderse.

Woodstock levantó de nuevo su escopeta para disparar. Su dos compañeros de aventuras habían hecho lo mismo, y la situación lo requería. Había acabado alguna que otra vez con algún nativo en sus años de expedición, pero no era su estilo. Sin duda que esos momentos eran los más tensos de su vida, y la misma expedición entera. Disparó contra otro de los Awás.

¡¡¡BBOOOMMM!!! El impacto casi a bocajarro de Spaulding hizo que el cartucho reventara en el pecho del nativo que más cerca tenía (3), y su caja torácica estalló en una amalgama de sangre y vísceras... El guerrero no tuvo tiempo más que para alancear su macana, pero no descargarla contra el aventurero. Por otro lado, Drake hizo lo mismo: el disparo en apenas un metro con su pistola hizo que pudiera encajar la bala entre ceja y ceja a otro de los guerreros (4), antes de que pudiera hacer nada (ni tan siquiera rozar a su opononente). Finalmente, Woodstock apretó el gatillo y, de manera similar, hizo impactar su bala en el cuello de otro guerrero, y éste se llevó una mano al mismo antes de caer y perecer ahogado en sangre (5). Habíais cambiado la proporción de ellos contra vosotros en apenas un instante: ahora estaban en desventaja.

Claro que, más allá, sobre la pirámide, Leonard tardó algo menos de dos minutos para tratar de subir a la cúspide de la pirámide. Cuando estaba casi en la cima, envió la lanza que portaba hacia el sacerdote, pero su proyectil no fue lo suficientemente fuerte ni preciso para empalarlo en ningún sitio. El sacerdote, mientras ya estaba descomponiendo el cuerpo ahogado en voces del sacrificado, hizo un gesto con la cabeza al otro para que descendiera los pocos escalones que quedaban hasta la cima y se encargara del antropólogo. Una lucha mano a mano, bueno... ¡mano a antorcha!

Los efectivos disparos del trío habían servido para acabar con la ventaja numérica que poseían los guerreros Awás, y ahora solo quedaban dos de ellos en pie. Woodstock y Spaulding habían demostrado una excelente puntería, y Drake sabía que ahora tenían una posibilidad de sobrevivir al encuentro con los nativos y rescatar a Henry Robbins.

Armado con su revólver, el explorador apuntó a uno de los guerreros Awás que aún quedaba en pie y decidió dispararle para abatirlo cuanto antes, apuntándole al pecho.

Con la escopeta ya descargada, Spaulding interpuso el arma con intención de parar el golpe con la terrible maza ritual del Awá, que clamaba por despachurrar sus sesos. Imposible recargar de esa guisa sin llevarse un soberano porrazo.

-¡Ay ay ay! -gimió Spaulding y se encogió sobre si mismo moviendo el cañón de la escopeta sobre su cabeza- ¡Los tenemos encima!!

Mientras retrocedía un paso sobrecogido por el embate del fiero Awá, Spaulding vio la salida de la cueva por el rabillo del ojo y tuvo que reprimirse para no echar a correr.

Espero a que el Awá se acerque a mi lo suficiente cómo para atizarle con todas mis fuerzas con la antorcha en la cara, golpeándole de lleno y consiguiendo además prenderle el tocado de plumas.

En este nuevo lance, el explorador Spaulding no tuvo tanta suerte. Trató de disparar al nativo que se le aproximaba, pero logró sólo disparar al aire. El guerrero se acercó con su macana y le golpeó en la cabeza con la macana, abriéndole una brecha bajo su sombrero. Jefrrey gritó por momentos de puro dolor, pues las macanas tenían incrustadas piedras afiladas en el mango.

Sin embargo, mejor suerte tuvo Drake, que logró acertar a otro de los atacantes guerreros con el revolver, ¡Baangg! El disparo impactó en el cráneo de su oponente, provocándole la muerte al instante.

Finalmente, Woodstock disparó su escopeta, fallando estrepitosamente. Aún quedaba un guerrero en pie, pero no se molestaba a huir por su inferioridad numérica: era como si atacaran ferviente y fanáticamente. 

Más arriba, el sujeto que estaba delante de Leonard, también perteneciente a la tribu, le trató de atizar con sus propios puños. El antropólogo trató de zafarse, antorcha en mano, pero las lenguas de fuego en movimiento parecían no ser suficientes. Finalmente, el nativo le endosó un puñetazo en la cara que lo hizo retroceder en la escalera.

Entonces, mientras todos estábais enzarzados en una pelea, el sacerdote de la cúspide de la pirámide levantó sus manos, y comenzó a gritar una letanía en su propio idioma, el Quechua. Era como si estuviera emitiendo un mensaje a toda la ciudad. Sus brazos se levantaban y caían, realizando aspavientos delante del cadáver del hombre al que acababa de sacrificar (su ayudante). Algo ocurría, y a los ojos de Woodstock era grave. Por eso, lejos de seguir disparando al nativo que tenía delante, corrió hacia la pirámide.

Drake había tenido suerte. Su oponente había caído con un certero disparo en la cabeza. No obstante, el último de los awás guerreros aún seguía en pie, ileso y no solo eso, sino que estaba golpeando a Spaulding con su macana, llegando a abrirle una fea brecha en la cabeza.

-¡Spaulding, aguante! -le espetó su compañero, presto para ayudarle.

El indígena se encontraba en clara inferioridad numérica, pero estaba claro que combatiría hasta las últimas consecuencias. Drake suponía que entre los tres no les sería difícil librarse del Awá restante, pero temía que pudiera suceder algo a Spaulding. Por ello, el explorador apuntó con su revólver a la espalda del nativo y efectuó un nuevo disparo, con la esperanza de quitárselo de encima a su compañero explorador.

-¡Woodstock! ¡¿Qué está haciendo?! -exclamó Drake al advertir que el profesor, lejos de permanecer ayudando a Spaulding contra el Awá, había echado a correr hacia la pirámide.