Partida Rol por web

Yo arreglo, nada más, y luego vendo lo que puedo... -decía el judío Daniel-. Pongo eslabones, limo asperezas de ls cadenas y enderezo collares, todo viejoy desusado y luego a un buen precio los viajeros me lo adquieren, si hay suerte... También arreglo cosas por encargo.

Fernando sonrió, y acto seguido, hizo un gesto con la cabeza para que saliérais de allí. Leví sonreía agradecido por espantar a los muchachos, y volvía a dolbar su espalda insistentemente con alabanzas.

Una vez fuera, el día santo se presentaba, y parecía que habría que patrullar el barrio, pues casi no os habíais internado en él y ya habías hecho "justicia" a un habitante.

Bueno, he de irme ya, tengo que hacer unas gestiones en el cuartel... -dijo el joven alguacil-. Quería mostraros un poco el barrio. No os perderéis, puesto que no es muy grande. Actuad con el brazo de la ley, ahora sois merecedores de ello. Esta noche estaré en el Escudo Verde, cuando acabéis allí, pasáos por el lugar, y tomaremos un vino y comeremos. Buena suerte.

Fernando se atusó la capa que llevaba y comenzó a caminar una vez que se dio la vuelta por la dirección en que habíais venido.

Fuiste el único en vislumbrar en una celosía cercana y sobre la tienda del judío Daniel a una muchacha muy bella, que miraba por la ventana (miraba el suceso de los muchachos y vuestro encuentro con ellos). En cuanto salísteis os miró también y luego se apartó de la ventana.

Mientras empezábamos nuestra guardia, justo tras la marcha de Fernando y tras dejar atrás la casa del viejo judío, caminando por los estrechos callejones del barrio judío de Toledo, atestados de gente durante la mañana, bajé un poco la voz para comentar algo a mis compañeros, que creí que había pasado inadvertido para ellos.

-En casa del judío vi a una zagala. Arriba, en una ventana, justo sobre su casa. Observándonos estuvo desde que llegamos, durante la regañina de Roldán a aquestos ruidosos niños, y allí seguía observándonos cuando al fin partimos del lugar.

Seguía caminando junto a mis compañeros mientras hablaba.

-Era bellísima... -una sonrisa cruzó mi rostro.

-¡JA! Ahora resulta que te nos has enamorado...- Ríe de buena gana Severo ante los encandilados ojos de su compañero. -Oíd, tenemos todo el día, si lo crees pertinente, Tristan, que el buen Daniel nos invite a comer y de paso podrás conocer a dicha belleza.- Le dice a Roldán mientras le golpea cómplicemente con el codo.

-Jajaja, no suena mal desde luego, buen Severo, el plan que decís.

Continué caminando, omitiendo el comentario de que me había enamorado. Desde luego, no era así, simplemente me había parecido una joven muy bella... Pero al fin y al cabo, es algo que podía guardarme para mis adentros.

Esperé alguna respuesta de Roldán mientras girábamos una esquina en la que había un negocio regentado por otro judío, parecido al del viejo Leví.

- Vaya, perdime yo tal belleza por patear culos de mocoso. - Contesté bromeando a Tristán. Si aquella zagala estaba sobre el negocio del tal Leví, probablemente fuera miembro de su familia. Si así era, difícil lo tenía mi buen Tristán si buscaba pretenderla, pues bien es sabido que un judío guarda tan bien a sus mujeres de los cristianos como usura el dinero de estos.

Así avanzaba nuestra jornada, hablábamos tranquilos mientras hacíamos gala de nuestra nueva posición en aquella gran ciudad. Entre broma y broma íbamos conociéndonos mejor. Esos eran mis nuevos y únicos "amigos" en aquella ciudad; Tristán, un mozo de buen corazón pero que llevó mala vida en el pasado, y Severo, soldado mercenario cuyo extraño sentido del humor poco a poco te iba entrando, haciendo de la suya, entretenida compaña. Después de varias horas recorriendo las torcidas e intrincadas callejuelas toledanas, empezábamos a aburrirnos un poco en busca de un poco de "acción" que nunca llegaba. Me entretuve yo mientras, afinando el ojo y oído, a ver si por casualidad daba con mi buen amigo el comerciante. Alomejor nos cruzábamos con él en cualquiera de esas estrechas callejas dándome buena alegría.

No fue con el comerciante con quien me crucé, sino con un vulgar ratero que corría como poseído por el maligno. Pasó delante nuestra sin que nos diera tiempo de reaccionar. Tras el venía un hombre ataviado con delantal de cuero, martillo en mano, al grito de; - ¡Al ladrón! - aquel hombre que parecía un herrero nos había traído por fin la ansiada acción que buscábamos...

El ladrón corría y corría... ¡y cómo lo hacía el desgraciado! Parecía algo cojo, pues era visible la descoordinación de una de sus piernas, y más que correr arrastraba rápidamente su "huesuda pata", que más bien le haría el cortársela que seguir pegada la muy discorde a su delgado cuerpo. Sea como fuere, el tipo huía, ¡y cómo huía! Un herrero con la kipá al igual que el tal Daniel apelaba a la justicia, aparecida de alguna forma, para que alguien le detuviera... ¡Y tres guardias pasaban por allí!

Uhgh... oh... -el tipo jadeaba de lo jocosa de su carrera, pero el herrero sería demasiado viejo como para alcanzarle-.

Haced una tirada de Correr (AGI) (en el caso que queráis salir tras el tipejo)

En cuanto el herrero gritó aquello de al ladrón, empecé a correr como un descosido tras el desgraciado cojo. Estaba emocionado porque era la primera vez que era yo quien perseguía en lugar de ser el que huye, ¡Y me pagaban por ello!

- Los años no pasan en balde... - Pensaba mientras veía como el joven Tristán se alejaba de mi en aquella persecución. Mis piernas seguían fuertes como robles, pero mi pecho no quería seguirlas en aquel frenético ritmo. Sentía como me faltaba el aire tras aquella repentina carrera. ¿Quien lo hubiera dicho? Yo que corría por escarpadas laderas cual cabra montesa infatigable...

- La edad no perdona. - Pensé una vez más, intentando alcanzar al desgraciado ladrón, que para peor humillación, era cojo...

-¡¡VIVE DIOS QUE TE ATRAPARÉ, MALDITO CABRÓN PATIZAMBO!! ¡¡ALTO A LA GUARDIA!!- Severo, pese a su edad, empezó a dar grandes zancadas con paso ligero. Arrancando a correr tras del ladronzuelo como un poseso, alargó la mano para poder darle alcance cuánto antes.

El fulano miraba hacia atrás con más miedo que vergüenza. Ya temía que le cortaran una pata por cojo y la otra por castigo, y maldecía al herrero delator, a la guardia cristiana de la ciudad y a la madre que a él mismo le había parido, todo ello mientras cojeaba intilmente, un "cojeo rápido", como decimos, y no pareciera sino cruento el Señor cuando le mandó nacer y luego hacerle el agravio de la pierna, pues vérselas iba a vérselas con tres bien pertrechados con bonitos jubones y aún más con fieros filos.

Oooh..., ohhh..., ¡que me pillan! ¡la ostia! -decía el degenerado, que por decir eso sería cristiano aparentemente-. ¡Yo no he hecho nada...! -gritaba desesperdo, aunque no por ello dejaba de "correr"-, ¡me oyen!,¡¡ABSOLUTAMENTE NA...!! ¡¡¡¡OUUGGGGHHHHCHHHHHHH!!!!

No es que al tipo pareciera fallarle la pierna, sino que chocó con una mujer que salía de una casa.

¡¡Aaaaah!! -la muchacha jadeó de susto mientras caía, pueto que creía que algún salteador había dado con ella en el momento de salir y pisar la calle. Aparte de que el tipejo estaba más sucio que una cuadra a medianoche, otros tres tipos venían tras de él corriendo, y la joven se encontró "el percal" en sus narices.

Fue en éstas, que llegásteis, Severo y Tristan sin trastabillar, y el Aragonés un poco tambaleando de la rápida y desprevenida escena que se les había presentado. Nada más chocar con la joven, los dos primeros os abalanzásteis sobre él, como podencos sobre perdices, y Roldán llegó segundos después. Ya le teníais agarrado de la pechera (por no decir otras cosas), cuando del mismo edificio que salió la mujer, a la que ayudásteis a levantar y que bien cierto es que era tal que hermosa, salió otro hombre, refiriéndose a la dama y apresurándose a ella. Su aspecto era tan bueno como el de la dama, y lucía buenas ropas, ciertamente.

Pero... ¡¡Lucinda, hija!! -gritó- ¿Qué está pasando aquí?

Miraba al ladrón y a los tres guardias que le tenían ya apresado.

-Perdone las molestias, buen omne. Aqueste hijo de mala madre -dije, dando un pequeño pintapué en la bota al malnacido ladrón- andaba huyendo de la guardia de Toledo cuando un herrero acusóle de ladrón, con tan mala suerte que ha ido a topar con... -no sabía si era su hija, su mujer o su maldita prima- ... con aquesta bella dama. Enseguida nos llevamos aquesta escoria de su presencia.

No daba crédito a lo que veían mis ojos. - ¡Buen Honesto! ¿Os acordáis de mi? ¡Roldán!, ¡el aragonés!. - Exclamé con alegría, extendiendo los brazos en espera de un cálido abrazo fraternal. Poca atención presté a partir de ese momento al cojo ladronzuelo que me había dejado sin aliento, y a quien ahora debía agradecerle aquel reencuentro. Mis compañeros allí presentes darían buena cuenta de él.

Ese buen comerciante al que había perdonado la vida en aquel polvoriento y perdido camino... allí estaba... Casualidades de la vida, así nos reencontramos otra vez. - ¿Tantos años han pasado ya?. - Su hija, apenas una mocosilla de cinco años por aquel entonces, ya era toda una mujer.

¡¡Y tanto que lo era!! Que la zagala andábase recolocando el vestido a la altura de los pechos, puesto que el truhán había acabado por desgarrarle el vestido a la buena moza, y que en tanto que al ladrón se le iba a la vista a donde no debía, que no daba ya cuenta (casi) de que le habían arrestado... que estaba "a lo suyo" (hasta que le dísteis un buen "pescozón" al fulano).

El tipo se extrañó un poco, pues no lo reconocía, puesto que muchos conocían su nombre, y el Aragónes, podía ser uno de tantos esos "muchos"... ¿Ro... Roldán? -dijo entrecerrando los ojos y arqueando las cejas hacia abajo-. Enseguida su rostro cambió, haciéndolo hacia la alegría. Me acuerdo de vos... Y muchas veces... Crei que jamás volvería a encontrarme así... y es la segunda vez que nos encontramos en un asalto... -dijo seriamente para luego continuar riendo mientras dábale un abrazo al ahora "alguacil"-.

La muchacha miraba como embobada al que hablaba con su padre..

- ¡Esto merece celebración viejo amigo! Agora ando en faena, pues como veis, ya no soy aquel harapiento truhán asalta caminos. - Dije señalando nuestro pintoresco jubón al tiempo que soltaba una sonora risotada. - Pudiera invitaros a buenos vinos al acabar el jornal, ¿os place mi buen Honesto?. - Esperaba que aquel buen hombre aceptase. Aunque en un principio le buscaba más por interés que otra cosa, quería que supiera que haberle conocido me había cambiado completamente la vida.

- Buen día bella moza. Regina, si non recuerdo mal os llamabais. - Saludé a la hija de Honesto haciendo una ridícula y fuera de lugar reverencia. - Menos de una vara levantabais del suelo la última ves que os vi. Tiempo ha de aquello. - Miré de reojo a Severo, comprobando que no miraba libertinamente a la muchacha.