Partida Rol por web

Pasó un rato desde que Kadlo había entrado por la puerta y por el silencio reinante se podría decir que las cosas le estaban yendo mejor que al anterior candidato.

Astinius esperaba pacientemente su turno. Su decisión era firme, sería el mejor piloto que el Imperio iba a conocer o, por lo menos, se dejaría la piel en el intento.

Siguienteeeeee!!!

El grito del oficial Pinaza puso fin a la espera. El recluta Tin se acercó de forma marcial hasta la puerta. Con paso firme y seguro. Nada le haría retroceder...

Cuando entró por la puerta descubrió al alienígena sentado en un asiento enmedio de la sala y con dos aros de energía sujetándolo por las muñecas. Frente a él el oficial Pinaza sostenía el fajo de cuestionarios y empezaba a buscar el correspondiente al recluta que acababa de entrar, a un lado zumbaba el droide de interrogatorios.

En cada una de las paredes montaba guardia un soldado de asalto con el bláster a la cadera.

Bien, bien.... Sr. Cipher, es usted todo lo que este ejército necesita para propagar el mensaje del Imperio a través de toda la galaxia. Su cuestionario es impecable, sin duda alguna su ingreso en la academia hará mejor la promoción.

Y ahora su primer servicio al Imperio.... El apestoso alienígena acaba de confesar que es un espía rebelde con la deleznable misión de fomentar la deserción entre nuestras filas...- le tendió la mano con una pistola bláster.-Acaba con él.

Tin recogió la pistola bláster y saludó con superba disciplina a su superior. Luego viró hacia el alienígena. Era el durosiano que hacía unos segundos había formado junto a él. Aunque sólo habían transcurrido unos segundos, la presión de la decisión a la que se enfrentaba comenzaba a notarse en el joven recluta...

- ¡¡No lo conoces de nada!!...- le decía su conciencia. Era la primera vez que tendría que matar a alguien, y su mente no lo tenía cien por cien claro, pero cuando estaba a punto de claudicar, razonó de forma avispada...

La soldadesca era un oficio basado únicamente en cumplir las órdenes que se recibían. Abstinius era un simple recluta recién llegado, y aquel alienígena un maldito terrorista rebelde detectado por sus superiores... ¿Quién era él para enjuiciar dicha orden?

Poco a poco fue apretando más y más fuerte el mango de la pistola. Durante ese minuto que transcurrió tan lento como una hora, el recuerdo de su padre, un héroe imperial abatido por un maldito hijo de granjeros, ocupó todo su pensamiento. Ya no había lugar para ese muchacho cuyo entrenamiento militar era como un juego de niños. Esto era en serio. Ahora debía dar un paso al frente y convertirse en el hombre que sabía que albergaba en su interior.

Sin dilación, su rostro se encurtió. Adoptó un gesto demasiado severo e incluso cruel. Sentía rabia por lo que la Resistencia le había arrebatado, pero ese Skywalker lo pagaría con su muerte.

Apuntó hacia el durosiano y apretando los dientes comenzó a accionar el gatillo...

Abstinius ni siquiera lo dudó. Un atisbo de duda había asomado por un nimio instante, pero fue enterrado por la determinación del joven. Con el recuerdo de su padre muy presente no había lugar a dudas, los rebeldes no eran más que terroristas agitadores que debían ser eliminados. Levantó el arma y presionó el gatillo...

Por su parte, Kadlo representó su papel a la perfección. Sus enormes ojos enfocaban sin apartarse toda la escena y ni si quiera pestañeó cuando el recluta Tin levantó el arma apuntándole. El oficial Pinaza era un hijo de puta redomado pero no sería capaz de una tropelía de ese tipo... O sí?

Nada... no ocurrió nada. El arma de Abstinius no se disparó y Kadlo no recibió disparo alguno...

Bravo!!! Bienvenidos al Ejército Imperial. Esto no ha hecho más que empezar pero si siguen con esa actitud llegarán lejos... Largo de aquí!!!

Los aros de energía que aprisionaban a Kadlo se disiparon y la puerta se abrió...

Abstinius miró al durosiano mientras una sonrisa nerviosa se dibujaba en su cara. Aquella prueba había estado a punto de quebrar su determinación, pero su linaje estaba compuesto de soldados. Soldados que habían entregado hasta el último de sus alientos para que la galaxia fuera un lugar mejor, un lugar sin terroristas ni insurgentes dedicados a opositar frente al avance de la sociedad. El pasado de la República había declinado con un estruendoso fracaso, dejando paso al todopoderoso Emperador y sus huestes para mantener el equilibrio en las miles de sociedades conocidas.

Por unos segundos, el joven Tin pensó que tal vez, su compañero alienígena tendría alguna cosa que reprobarle, pero... ¡¿Qué?!...

Mientras su misión era administrar un blasterazo, la de su compañero durosiano era recibirlo,... ¡¿Qué tipo de reproche cabía esperar?! Ambos habían cumplido sus órdenes y gracias a ello, habían sido aceptados por el oficial instructor más severo de toda Carida. Aun así, el humano se acercó hasta Kadlo y tendiendo su mano dijo...

- ¡¡Bien soportado!!... Te aseguro que he creido a pies juntillas que eras un miembro de la resistencia.- comentaba con una sonrisa en su cara. - Te has mantenido firme en tu posición sin demostrar la más mínima emoción...- El recluta humano no tenía muy claro si ese déficit de sensibilidad era por un carácter rayano a la valentía o porque tal vez su xenoespecie estuviera privada de una vivacidad emotiva. Sea como fuere, Abstinius intentó estrechar lazos con el ser que no le hubiera importado matar.

- Ya. - fue la escueta respuesta del alienígena, mientras le tendía la mano a Cipher- Cada uno teníamos nuestras órdenes, ..., pero, ....., y si hubiese sido al revés? - dejó la pregunta para la reflexión.

Pero no había tiempo para reflexiones ni para granjearse enemigos de buenas a primeras:
- Pero bueno, hemos cumplido las órdenes y estamos dentro, ...., tenemos que alegrarnos, no? - dijo mientras dibujaba lo más parecido a una sonrisa de su propia raza alienígena.

El silencio imperante hizo que lo que habían parecido unos breves instantes se convirtieran en largos y tensos minutos... Después de mucho esperar llegó el ansiado momento...

Siguienteeeeee!!!

Y el noble y orgulloso Talram Byncekass avanzó sin temor hacia la puerta. No temía lo que hubiera detrás sino si sería capaz de afrontarlo y salir victorioso.

Atrás quedó Erasmus, preguntándose por enésima vez si no se habría equivocado en su elección....

El ex-senador se adentró en la sala con paso firme. En cada una de las paredes un soldado de asalto montaba guardia con el bláster empuñado a la altura de la cadera. En el centro de la sala una silla. En el lado opuesto había otra puerta y junto a ella el oficial Pinaza ojeaba unos papelotes mientras el droide de interrogación zumbaba a su lado y emitía pequeños ruiditos...

A ver que tenemos aquí.... Hummmmm un senador de noble cuna.... Tome asiento, por favor. Dígame, buen señor, qué es lo que pretende alistándose en el Ejército Imperial? Su vida de contemplación en el Senado le aburría? Quiere dar emoción a una existencia pomposa y acomodada?

En ningún momento levantó la vista de los papeles y su tono de voz era desapasionado, como si ya hubiera representado aquel papel en algún otro momento del pasado.

Erasmus esperaba su turno con paciencia, una virtud esencial para según qué negocios que había sabido cultivar con el paso de los años. Pero en aquel momento todo lo aprendido no le servía de nada. Su misión no era transportar mercancía alguna por rutas peligrosas.... O sí? Qué podía haber más peligroso que tratar de llevarse reclutas del Imperio y atraerlos a la causa de la Rebelión?

Cuando la agente de la Rebelión le reclutó no se imaginaba que tendría que "alistarse" en el Ejército Imperial... Y quizá si no fuera por el último negocio que mantuvo con el Loto Negro, un desastre de enorme magnitud que le costó la nave y en un futuro muy cercano también le costaría la vida, Erasmus le habría entrado la risa al recibir los detalles de su misión.

Así que allí estaba. Esperando engañar a un oficial cabrón de que amaba el Ejército Imperial y quería acabar con los rebeldes a toda costa... Y esperar su oportunidad de llevarse a unos pocos consigo y si podía ser alguna nave...

-Siguiente!!!

Aquella palabra empezaba a resonar en su cabeza. Ya no quedaba nadie delante de él, y su turno se aproximaba, más de lo que habría deseado.

Intentaba aplacar los nervios. Si seguía la estrategia, no debería tener ningún problema. Si lo pillaban, intentaría dar la vuelta al asunto, convenciendo (si podía) al comandante de que era un contrabandista huido de sus temibles "jefes".

Pero de pensarlo a hacerlo, había un trecho. Y esperaba poder superar ese trecho.

El Oficial, flanqueado por el droide siniestro, ojeaba a buen seguro las respuestas que antes el joven Byncekass había transcrito, mientras le volvía a preguntar la razón de su presencia allí. Bien que los papeles respondían a aquello, pero Talram sabía que como todo organismo oficial, las cosas solían hacerse por duplicado o incluso triplicado. Sin molestarse en absoluto por repetir respuestas, se colocó frente al oficial, y con todo su buen hacer de orador y su noble porte, habló:

- Nada más lejos de la verdad, señor. Mi labor como Senador Imperial - comenzó con orgullo - siempre me produjo satisfacción, tanto personal como colectiva, y a pesar de las dificultades con las que a veces había de lidiar, nunca me pareció un cometido tedioso. Si abandoné aquello fué porque me di cuenta de que el dialogo y la mayéutica ya no servían contra la fanatica radicalidad de los Rebeldes. Aquí Talram adoptó un semblante grave y serio. - Los Separatistas del Conde Dooku bien nos enseñaron lo nefasto que puede ser un conflicto a escala galactica, y puesto que en su dia se creó este Ejercito para salvaguardar la integridad de la Republica, y ahora del Imperio, me veo en la obligación de luchar por esa integridad de la forma necesaria. Ya que los Rebeldes se obcecan en su falsa creencia de tener la razón, y antes de vernos abocados a un nuevo escenario de guerra global, prefiero convencerlos por la fuerza de las armas, ya que, como dije antes, la oratoria ha fracasado.

El joven y antiguo senador se relajó visiblemente, pues declamando y exponiendo sus ideas se encontraba a la sazón. Por ultimo, apoyando la mano izquierda en el pomo de su fabuloso sable, dijo:

- No busco ninguna clase de gloria personal, señor. Ni estoy aquí huyendo de la supuesta "comodidad" que se me atribuye. Mi posición me obliga a cumplir con mi deber, y este es servir con todo lo que tengo al Imperio. Quiero un Imperio grande y libre, y quiero luchar por ello. Pos eso estoy aquí, señor.

Al finalizar, el muchacho se volvió a poner en tensión, pues era su constumbre hacerlo mientras esperaba una replica o una respuesta.

El oficial Pinaza levantó la mirada lentamente de los cuestionarios y la fijó duramente en el joven noble.

Un discurso muy emotivo. Muy digno de altas esferas y círculos exclusivos.... pero aquí no hay sitio para tanta chorrada y palabrería... El que viene aquí lo hace para obedecer a todo lo que se le ordene, la disciplina es vital para el buen funcionamiento de la bien engrasada maquinaria de guerra que el Imperio Galáctico ha lanzado a la conquista de las estrellas. Y usted no está familiarizado con la disciplina, ni está acostumbrado a recibir órdenes sin rechistar. Su sitio no está aquí. Márchese.

Y volvió a bajar la mirada hacia los papelotes....

Por suerte para él, el oficial volvió a bajar la mirada a sus papeles, y así no pudo ver la expresión de perplejidad, y aun de rabia que se formó en el rostro patricio de Talram. Lo estaba echando? Así, sin más? Todo por pertenecer a una clase alta y auna familia de posibles? No lo podía creer... No, no lo iba a permitir. De ningun modo. Sosegandose por dentro, acudiendo a las enseñanazas de sus tutores de oratoria, que lo instaban siempre a guardar las formas en cualquier situacion, el joven Byncekass inspiró y volvió a hablar.

- Disculpe, señor, pero creo que se equivoca. Cierto que he vivido casi siempre en un ambiente de superioridad, no lo voy a negar. Pero mi señor padre siempre fue muy estricto en relación a los deberes de cada uno, y siempre se me ha inculcado una rigida conducta disciplinaria en lo referente al cumplimiento de esos deberes. Ahora mi deber es servir al Imperio en el ambito militar, y por eso me someto a su disciplina y a seguir las ordenes que se me dicten sin cuestionarlas. Esto no es un capricho, señor Oficial, es un deber que debo cumplir. Y que ese deber me lo haya impuesto yo mismo no le resta valor alguno. - el noble garosano rezumaba convicion por los cuatro costados, y esperaba que su voz así lo reflejase. - Está en su derecho de expulsarme de aquí si muestro poca aptitud, o si no alcanzo los baremos que sean los que definen a un soldado... - y aquí decidió arriesgar su futuro jugandoselo todo a la carta del desafio - ... pero no puede echarme por presuponer falta de disciplina, o insubordinacion. Acataré lo que se me ordene, y seré uno más, sin importar de donde proceda. Tiene mi palabra de honor, si eso vale de algo aquí, señor.

De repente, el oficial lanzó los papeles furiosamente al suelo...

Cállese!!! Usted no sabe nada!!! ¿Quiere jugar a los soldaditos? Bien... le dejaré jugar a los soldaditos pero a la más mínima muestra de desobediencia, una mirada extraña o un gesto que me desagrade, y te mando con tu querido padre a la pocilga de la que sois señores. ¿Está claro?

Y ahora, apártese de mi vista.... Por cierto, deberá dejar el disfraz, espadita incluida, a buen recaudo mientras esté aquí....

Talram tuvo que morderse los labios hasta hacerlos sangrar para no replicar a aquel insulto a su planeta natal. Luego, volviendo a recurrir a sus enseñanzas en materia de sosiego y templanza, se serenó, se cuadró lo mejor que supo, que no era mucho, y saludó ligeramente con la cabeza.

- Si, señor - dijo en tono neutro. Y acto seguido se retiró de la sala con toda la dignidad de la fue que capaz, tratando de no hacer aspavientos ni alardes de ninguna clase.

Siguiente!!!

Ya no había momento para las dudas.... le tocaba a él y sabía que en aquella habitación se jugaba la vida. Lentamente se acercó a la puerta, la abrió y entró.....

La sala era cuadrada. En cada una de las paredes un soldado de asalto montaba guardia con el bláster empuñado a la altura de la cadera. En el centro de la sala una silla. En el lado opuesto había otra puerta y junto a ella el oficial Pinaza ojeaba unos papelotes mientras el droide de interrogación zumbaba a su lado y emitía pequeños ruiditos...

Su cuestionario, sr. Kruehguer, es un montón de estiércol de bantha! No me creo ni media palabra de lo que ha escrito, tiene cinco minutos para explicarse.

Y ahí estaba lo que se había temido. 

No había tenido mucho tiempo con los rebeldes para trazar un plan a la hora de ser descubierto. Aureos, un capitán de la sexta flota rebelde le había dedicado unas palabras poco antes de partir:

-Si te descubren, móntate una historia de las tuyas, como que estás huyendo de algún asesino u otro contrabandista, pero ni se te ocurra largar sobre nuestro plan, porque no solo peligrarás tú, sino todos los rebeldes que están haciendo tu mismo trabajo en diferentes academias. 

Tócate los cojones. En pocas palabras:

-Chaval, búscate la vida ahí dentro, pero sal airoso de allí sin enmarronar a nadie.

Cada vez odiaba más el trato con los rebeldes, pero es lo que había si quería vivir un poco más de tiempo. Y Erasmus apreciaba demasiado su vida.

Erasmus estudió la situación. Era realmente una situación desesperada. Si le descubrían, el pelotón de fusilamiento sería quizá una muerte rápida. Pero era el imperio, y en el imperio todos sabían que había gente con mucha imaginación en el arte de matar. Pensó en contar alguna de las historias que había comentado con Aureos, pero se le antojó demasiado "típica". Así que por una vez pensó en contar las cosas como le habían ido hasta ese momento, con la salvedad de momento comprometedores, como su paso por la Rebelión. Por una vez iba a contar la verdad sobre su vida.

-Es cierto oficial. He mentido. Al menos en parte. Conoce a los Hutt? Pues una vez trabajé para ellos, pero alguien de su entorno no tragaba a los de mi especie, y decidió dar rienda suelta a su blaster, dejándome huérfano a los diez años, y con un dedo menos.-Dijo mientras se quitaba el guante y enseñaba su mano.- Estuve doce años trabajando en unas minas de Skolza para esos Hutt, y a la que tuve la oportunidad, maté a los guardias y me escapé. Desde entonces he estado huyendo de ellos, haciendo pequeños trabajos de contrabando para subsistir, pero poco a poco, me iban estrechando más y más el circulo. Hasta que llegué a Tatooine hace un mes. Debía entregar unos hiperimpulsores robados en un taller, y cuando cobré, me dirigí a la cantina. Allí conocí a un exsoldado del imperio. Ebrio como estaba, se le iluminaron los ojos con una extraña luz cuando mencionó al Imperio:

-Muchacho, eso si que es vida. Sirves a un bien común. Te dan comida, alojamiento y una paga. Ojalá tuviese tu edad para volver a alistarme.

-Y me habló de las academias de reclutamiento. Así que tal y como estaba mi situación, no me parecía mala idea el alistarme. Además, según me dio a entender, en el Imperio valoran mucho a gente con mis "aptitudes". Eso es todo. Mentí en el cuestionario debido a que pensaba que no e agradaría el estilo de vida que había llevado anteriormente. Y menos después el tipo de gente que me encontré en las filas. Gente de bien, con vocación para esto. Se me ocurrió ser un poco ambiguo a la hora de contestar debido a ellos. Me sentía......como siempre me he sentido. Fuera de mi lugar. Así que entenderé que quieran echarme a la puta calle como el perro que soy, pero agradecería que me diesen una sola oportunidad. No me queda nada ahí fuera, salvo la muerte a manos de unos asquerosos alienígenas...............

El oficial Pinaza se quedó mirando fijamente al recluta Kruehguer, los ojos inyectados en sangre y el rictus serio e implacable. Lentamente extrajo un pequeño aparato electrónico y lo alzó en el aire mientras lo apretaba. Erasmus pudo ver como el droide de interrogación se posaba lentamente en el suelo y se apagaba. También captó una serie de movimientos en las esquinas del techo y al fijarse vio como unas portezuelas se cerraban sobre unas minúsculas oberturas. Su función estaba clara para el contrabandista, eran cámaras de grabación.

Dejadnos, por favor.- se dirigió el oficial Pinaza a los soldados de asalto, que acto seguido abandonaron la sala. En cuanto hubieron salido fijó su mirada en Erasmus, que mascaba la tragedia.- Dígame, sr. Kruehguer.... ¿Por qué cree que nadie que haya estado bajo mi instrucción en los últimos años ha superado la prueba? Sea sincero....

Algo en la actitud del oficial había cambiado, su tono era conciliador, no parecía tan enfadado como antes... Pero podría ser una postura para desmontar su tapadera... Todo era tan complicado.... Tendría que andarse con cuidado.

Erasmus sopesó por unos momentos aquella situación un tanto peliaguda para él. Todo le apuntaba a que aquel oficial, se haría una bolsa con el forro de sus huevos si flaqueaba lo más mínimo, así que decidió contestar sin adulaciones. Se inclinó hacia delante en su silla, cruzó las manos sobre sus rodillas, miró a los ojos de Pinaza y comenzó ha hablar en tono sosegado:

-Porqué lo creo? Pues bien. La idea que tengo en mente posiblemente acabaría en este instante con mi reclutamiento, pero como usted bien ha dicho, seré sincero. Es usted un cabrón sin escrúpulos. Deduzco que sus entrenamientos y procesos de selección son de los más exhaustivos y concisos, por no decir perros y asfixiantes. No da cuartel a sus novatos, intentando que caigan por ellos mismos. Puede que me equivoque, pues no soy adivino, pero lo dudo. Lo que aún no acabo de entender es el motivo por el cual ha apagado usted todo y ha mandado salir a la gente. Quiere que le cuente algo que no le he contado? Cree que me he dejado algo en el tintero? Esta bien. Uso un cuarenta y tres de calzado y mi color favorito es el rojo. Es lo único que le he ocultado en el cuestionario. Por lo demás, mi vida ha sido bastante plana, como ya le he contado. Si no me cree, use ese robot suyo para averiguar lo que quiera. No se que pretende, pero le aseguro que me trae sin cuidado. Me alisté en esto por casualidad. La casualidad de encontrarme con alguien en un momento dado. Si mi instrucción acaba aquí, será una lástima, pero nadie se muere por no entrar al servicio del Imperio. La única pega será volver a escapar de esos apestosos Hutt.

Erasmus se reclinó nuevamente sobre su silla, intentando mantener la compostura. Acababa de quemar su última baza.......

El oficial Pinaza ni se inmutó ante el repentino arranque de Erasmus, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su cara cuando el contrabandista hubo acabado...

Vaya, parece ser que tiene huevos.... pero para venir aquí, tratar de hacer desertar a unos reclutas y salir indemne hace falta más que huevos.... se necesitan inteligencia, saber estar y un plan.... Cuál es tu plan, Erasmus Kruehger? Con qué tipo de triste preparación te metieron en este brete?

El oficial se movía de un lado para otro con paso suave y acompasado, tenía la típica actitud de un maestro de escuela dando la lección...

Te has preguntado por qué he apagado todo y he mandado salir a los soldados.... y te voy a responder. En cada promoción de los últimos tiempos he cogido la costumbre de escoger una putita... una que hará lo que yo diga sin rechistar y que será el blanco de todas mis iras....

En ese momento se paró ante Erasmus y se le quedó mirando fijamente a la cara...

Y esa putita suele ser el agente que la Rebelión en el Ejército Imperial... Y seguramente te preguntarás por qué, verdad? Pues también te lo voy a explicar...

Soy el oficial más cabrón e hijo puta que ha tenido el Imperio jamás, les hago ver a los reclutas que esta vida no es para ellos, que el ejército es cruel, despiadado y horrible.... Les enseño la verdad sobre lo que les espera, la verdad que se oculta tras esa máscara pomposa que reflejan los grandes desfiles... Les llevo al límite tanto física como mentalmente para que se den cuenta que su elección es errónea... Y en los últimos años he tenido éxito en mi misión.... Ninguno de mis últimos reclutas han superado mi instrucción....

¿Adivinas qué ha sido de ellos?