Partida Rol por web

Me importa muchísimo mi felicidad, mi objetivo: dejar de ser una criada, dejar de ser un juguete dentro de las conspiraciones absurdas de una corte decadente. Pero también me importa la felicidad del príncipe, el único que se ha preocupado realmente de mí todo este tiempo, sin ningún interés detrás. Y ahora, nuestros destinos parecen combinarse de forma tan obvia, que tengo que hacer lo que sea necesario para que nuestros deseos se hagan realidad. Lo que sea necesario. Y eso incluye contentar a la reina Anne. En el ámbito que ella desee.

Espero que el príncipe pueda perdonarme.

La mano de Anne sigue subiendo, lentamente, hasta situarse entre los muslos de la muchacha.

- Te queda mucho por aprender...
Sólo tienes que dejarte enseñar...

Contengo un respingo cuando siento la mano de la reina entre mis muslos, y definitivamente, dejo caer el cepillo sobre la cama.

-Sí, mi reina -murmuro.

Exhausta, y con su cabello oscuro como el azabache completamente despeinado por las mismas manos que hace tan solo unos momentos lo estaban peinando, la Reina acaricia la espalda desnuda de Ibb, dibujando formas caprichosas con sus dedos sobre la piel de la muchacha.

- Definitivamente, sabes bien cómo has de complacer a tu Reina - dice Anne con una risita.

Pero de pronto se pone seria:

- Deberás ser muy prudente con la misión que te he asignado. Por supuesto, no podrás contar nada a nadie; sé que eso ya lo sabes. Pero, muy especialmente, deberás poner todo tu empeño en no levantar sospechas; si los conspiradores supieran que pretendemos frustrar sus planes, no dudarían en acabar con cualquiera de nosotras, o con ambas.

Me preocupa especialmente la lealtad de Kurr, y por añadidura, el del resto de la Guardia Real. No han dado muestras de deslealtad (por ahora), pero si perdiéramos su apoyo, lo siguiente que perderíamos sería la cabeza - enuncia la Reina, desgranando unos cálculos en los que se nota que ya ha meditado ampliamente - Aunque realmente sólo albergo sospechas sobre Enzo.

La Reina se inclina de nuevo sobre Ibb, mordisqueando suavemente su nuca, mientras siente el cuerpo de la joven estremecerse bajo el suyo.

- Es también de vital importancia vigilar a Eleanor. Es posible que, aunque ella no lo sepa (pues jamás traicionaría mi confianza de esa manera), intenten utilizarla en la conjura - susurra la monarca con sus labios tan cerca del oído de Ibb, que la criada puede sentir la calidez de sus palabras en el cuello.

Lanzo un jadeo al aire cuando siento los labios de la reina sobre mi piel. Aún con el pecho agitado, y con el cuerpo perlado en sudor, me vuelvo hacia ella.

-Mi reina, ¿qué hay de los príncipes? -Pregunto, mientras le retiro con los dedos un mechón de cabello que ha caído, descuidado, sobre su frente- ¿creéis que podrían estar en peligro?

Me muerdo el labio inferior, reflexionando sobre sus palabras.

-Si me permitís la osadía, Majestad... yo no creo que Kurr forme parte de esa conspiración. Creo que es un hombre noble y bueno. -Adelanto la cabeza para acariciar el cuello de la reina con la nariz, para después rozarlo con mis labios- Quizás esté pecando de ingenua, no lo sé. Y respecto a Enzo... creo que jamás le he visto maldad alguna. Si la vida de su Majestad el Rey está en peligro, la amenaza debe venir de alguno de los visitantes. Me cuesta tanto creer que algún habitante del castillo pueda ser un asesino...

Anne sonríe complacida ante el jadeo de Ibb, y deja que sus bocas y sus manos jugueteen durante el resto de la conversación, contemplando a la criada desnuda con ojos lujuriosos.

- Los príncipes... bueno, es evidente que el Príncipe, mi amado hijo, no siente inclinación alguna hacia las artes del gobierno o la guerra. Tanto mejor para él - añade, con un suspiro - Tal circunstancia es útil para preservarle con vida.

- En cuanto a la Princesa; a mi querida Liz bien la creo capaz de regir algún día este país... Pero bien sabes - prosigue la Reina - que tal cosa es impensable hoy por hoy, siendo como es una hembra, y además la hija menor. Afortunadamente, a su capacidad no se le une la ambición. En cualquier caso - sentencia la Reina - no temo por su vida. Ni temo que los conspiradores vayan a intentar volver a los hijos contra su padre.

- Querida... te he permitido mucho más que una osadía hace escasos momentos... y puede que vuelva a permitírtelo antes de que salgamos al palacio - añade con una mirada pícara. Es evidente que, en sus juegos entre las sábanas, la Reina disfruta igualándose con la sirvienta - Verás; aunque los muros de una fortificación sean sólidos, un buen estratega siempre los comprobará antes de resistir un asedio.

- No deja de resultar curioso cómo utilizo las enseñanzas del Maestre durante nuestras partidas de ajedrez, incluso en un tablero tan diferente como es este - se dice la Reina a sí misma.

- Confío en Kurr. Pero, para un conspirador, sería la última barrera de defensa frente al regicidio; por eso, necesitamos conocer sus debilidades, si es que tiene alguna: no dudes ni por un momento de que los conjurados ya estarán intentando conocerlas también. En cuanto a Enzo - y, en este punto, la mujer no puede evitar torcer ligeramente el gesto - le noto raro; no me ha gustado nada el numerito de la daga de hoy, ni me gusta la influencia que parece ejercer sobre Dionysos. No confío plenamente en él - zanja.

Cita:

- ¿Piensas en alguien? Sé que eres demasiado prudente como para acusar a nadie sin pruebas, y yo no te pediría tal cosa; pero, antes de obtener esas pruebas, puedes compartir conmigo tus sospechas...

No puedo evitar soltar un suspiro al sentir las manos de la reina recorriéndome el cuerpo con habilidad, y cierro los ojos mientras ella me cuenta sus tribulaciones y sospechas. Apenas puedo concentrarme en sus palabras.

 En cuanto a la Princesa; a mi querida Liz bien la creo capaz de regir algún día este país... Pero bien sabes que tal cosa es impensable hoy por hoy, siendo como es una hembra

-¿Por qué impensable, mi señora? -Abro los ojos de golpe- ¿Creéis que el rey se negaría? No creo que quiera ver el reino en manos de alguien tan poco preparado como el príncipe. ¿No sería más conveniente que gobernara alguien con mayor capacidad para ello? 

Vuelvo a deslizar los labios por su cuello, mientras rozo uno de sus pezones con la punta de mis dedos. Observo que se le pone la piel de gallina.

-La princesa es tan lista... se parece a vos. Yo creo que podría ser una magnífica reina -murmuro.

Necesitamos conocer sus debilidades, si es que tiene alguna: no dudes ni por un momento de que los conjurados ya estarán intentando conocerlas también.

-Le observaré, hablaré con él. Le conozco de toda la vida, y jamás le he visto dar un paso en falso -reflexiono- pero seguro que hallaré su talón de Aquiles. Y respecto a Enzo... a mí también me sorprendió. Especialmente la frialdad que mostró después; el pobre sir está al borde de la muerte, y no parece preocuparle lo más mínimo. Pero, ¿qué podría tener en contra del noble?

 ¿Piensas en alguien? Sé que eres demasiado prudente como para acusar a nadie sin pruebas, y yo no te pediría tal cosa; pero, antes de obtener esas pruebas, puedes compartir conmigo tus sospechas...

-No, mi señora. No he tenido tiempo de conocer a ningún invitado, todavía. He estado demasiado atareada con... con todos estos acontecimientos. 

Anne parece encenderse ante el halago de Ibb; sus pupilas se dilatan y su respiración se acelera. Queda patente que en su inteligencia medra su vanidad.

Cita:

- ¿Atareada con... qué? Bien pareciera que ibas a decir otra cosa. No quisiera secretos entre nosotras, Ibb.

 ¿Atareada con... qué? 

Oh, simplemente yendo de un lado para otro sirviendo copas, controlando que todo esté yendo según lo planeado, atendiendo al sirviente apuñalado por un juego, estando a punto de la muerte por estrangulamiento, anunciando al rey que la seguridad en su castillo ha fallado, y comunicando al jefe de la guardia el correctivo que desea aplicarles el mismo rey. Nada importante que me robe el tiempo suficiente como para estar pendiente de lo que se cuchichean los ociosos nobles al oído.
Sacudo la cabeza, desechando todos estos pensamientos, antes de responder.

-Lo siento, me refería a todo el trabajo que... simplemente quería encontrar las palabras adecuadas para explicaros que he estado bastante atareada, pero no deseaba sonar desagradecida. Me siento muy honrada de trabajar para la familia real, -me acomodo entre los largos y suaves brazos de la reina, enterrando el rostro en la curva de su cuello- no hay otro lugar donde quisiera estar. 

- Tampoco hay un lugar donde merezcas estar tanto como aquí. Bien sabes que tu esfuerzo y tu habilidad son apreciados - responde Anne, con voz insinuante.

- Vale más que nos pongamos manos a la obra, cielo; nos espera un día largo. No me dan buena espina los juegos que se preparan hoy, no...

- Por cierto, no me has contado cómo fue tu encuentro con el ladrón. ¿Serías capaz de reconocerle?

Las palabras de la reina dejan entrever alguna premura. Lo cierto es que hace rato que el sol ha salido completamente, y que escuchamos a los criados moverse por el pasillo. Sí, hay que ponerse manos a la obra.

Perezosa, me alejo del cuerpo caliente y suave de la reina, para comenzar a vestirme. Tiene razón, a mí tampoco me dan buena espina estos juegos; dejar a la princesa sola, en mitad de un laberinto, cuando hay un ladrón suelto por el castillo... me parece, como mínimo, imprudente.
Como si leyera mi pensamiento, la reina formula una pregunta.

- Por cierto, no me has contado cómo fue tu encuentro con el ladrón. ¿Serías capaz de reconocerle?

-Sí, por supuesto. Entré en la habitación de sir John Moore para comprobar su estado, y le descubrí robándole. Trató de tentarme con el botín, y cuando vio que no podría seducirme con las riquezas de otro, me atacó y trató de estrangularme - y pensar que todo eso había sucedido hacía apenas unas horas...- sir John Dilheen, afortunadamente, escuchó mis gritos pidiendo auxilio y tras llevarse un par de golpes, ahuyentó al atacante, que salió perseguido por los guardias. Aunque escapó, finalmente. 

Avanzo hacia un precioso arcón grabado para comenzar a sacar la ropa interior de la reina. Poco a poco y con delicadeza, la dejo preparada sobre la cama.

-Le reconocí de inmediato: había estado haciéndose pasar por el propio criado de sir John, cuando resultó herido en los juegos de Enzo. 

Entro riendo en el aposento de la princesa. Esto va a ser muy divertido, y encima es probable que nos ayude en nuestro objetivo común.

Espero que me elijas unas ropas bonitas, querida. Piensa que me imagen será la tuya.

En la privacidad de los aposentos, ya no sigo procurando hablar en voz baja para no ser oído.

¿Dónde podríamos obtener una peluca? ¡Vaya! Igual si que necesitamos a Enzo. Él tiene disfraces de mujer para sus actuaciones. ¿Podríamos mandar aun sirviente a hacerle llamar o sospecharán algo?

Entre risas por lo que teníamos entre manos abro mi armario y empiezo a seleccionar los vestidos que mejor podrían adaptarse a mi hermano, dejándolos sobre la cama.

- Por supuesto, te vestiré con mis mejores galas, no te preocupes por ello. Pues... no se que decirte, quizás lo mejor sea salir a buscarle, puedes esperarme aquí mientras te vas vistiendo y regresaré con él si te parece, aunque quizás si me ve padre no me deje volver...

Una vez he sacado unos cuentos empiezo a enseñárselos.

- ¿Qué te parece este?, el color creo que te favorecerá - me río -, y como no tiene mucho escote creo que podría servir.

- O quizás te guste más este...

- Y este tampoco está nada mal...

El verde siempre ha sido tu color. Creo que me quedaré con el verde.

Le digo mientras observo los vestidos.

Empiezo a desabrocharme la camisa mientras continúo hablando.

Sí, si quieres puedes ir a buscar a Enzo. Dudo mucho que te encuentres con padre en los aposentos del bufón. Y sino siempre puedes enviar a un criado. Pero por favor, te necesito de vuelta para ayudarme con el corsé, el maquillaje y la caracterización.

Me río.

- No me refería a encontrármelo allí si no por los pasillos, igualmente, intentaré encontrar a Ibb si Enzo no está en sus aposentos, creo que es de fiar y no levantará ninguna sospecha. ¿Te parece?.

Me acerco al cajón donde guardo la ropa íntima y saco el corsé más grande que encuentro para dejarlo al lado del vestido, también unas enaguas y demás accesorios que hay que vestir antes de ponerse el vestido.

- Tranquilo, no tardaré en volver. Vas a estar deslumbrante.

Le guiño un ojo y me acerco a la puerta esperando su respuesta antes de salir.

Ibb es de fiar, sí, pero no dispone de un baúl con postizos y pelucas. Si no encuentras a Enzo, puedes enviar a algún criado a buscarle por palacio. Al final ellos siempre saben dónde está todo el mundo. Aunque si crees que necesitaré ayuda con el vestido puedes llamar a quien creas - dice con una sonrisa.

Desde luego, Dionysos no era para nada pudoroso, ni tampoco le acomplejaba el hecho de ir a vestirse de mujer. Sus rasgos eran delicados para ser un hombre y la vida palaciega suavizaba su aspecto. Probablemente pasase bien por mujer. Con el maquillaje adecuado, la peluca adecuada y la falta de luz adecuada, al menos.

No esperó a que su hermana saliese de la habitación para seguir desvistiéndose, ya se había quitado la elegante casaca y la camisa con chorreras dejando sólo la camisa interior. Cuando su hermana se disponía a salir de la habitación comenzaba a quitarse los pantalones dejando las calzas y los calzones a la vista. A todas luces no parecía que se fuera a detener hiciese lo que hiciese su hermana.

Ver a mi hermano desvistiéndose no me causaba ninguna incomodez, pues lo había visto desde que era pequeño y no lo veía como a un hombre, era tan solo el niño pequeño que correteaba junto a mi en paños menores.

- Me has entendido mal, quería decir que si no encontraba a Enzo, mandaría a Ibb a buscarle para no levantar sospechas. Y ya que veo que tú también opinas que es digna de nuestra confianza así lo haré de ser necesario. Ve poniéndote todo lo que he dejado sobre la cama, ahora volveré a ayudarte a atar el corsé, seguro que todo esto a Enzo le parece muy divertido, no puedo esperar a ver su cara cuando te vea con esas ropas.

Me río y salgo por la puerta sin dejar que nadie pueda ver lo que ocurre en el interior.

La Reina, sentada aún desnuda en la cama, con una pierna cruzada sobre la otra, escucha el relato de Ibb mientras contempla cómo el cuerpo de la muchacha va cubriéndose de ropa.

- Comprendo - dice al fin - Deberemos mantenernos alerta, por si volviera a aparecer: pagará por lo que te ha hecho.

Dicho lo cual, se levanta y comienza a vestirse.

- Desde ahora, quedas dispensada de cualquier obligación que pudiera distraerte de aquello que te he pedido que hagas; si alguien te importuna, bastara con que le digas que tu Reina te mandó hacer otra cosa. El resto del servicio será informado; ahora mismo se lo diré a Rita y Monique - se refiere a sus criadas.

- Por mi parte - dice, mientras recoge su pelo en un peinado sencillo - hablaré con Sir John Dilheen: será recompensado por su valentía.

En cuanto localice a Rita y Monique, la Reina les imparte instrucciones de que Ibb no sea interrumpida en sus labores, limitándose a explicar que son tareas necesarias para las celebraciones, pero sin entrar en detalles.

También manda llamar a Sir John Dilheen, y pregunta si alguien sabe dónde se encuentra su hija Elizabeth, pues desea hablar con ella.