Umm no me da tiempo, ¡suerte entonces!.
Gracias, la voy a necesitar XD.
Sintiendo que no le llegaba la camisa al cuerpo, el bufón se presentó a las puertas de los aposentos del Rey. Llamó con un par de golpes secos y dijo:
-Majestad, soy yo, Enzo. ¿Me habéis mandado llamar?
Si Kurr ha llegado ya, avísame y edito para incluírlo en el destinatario.
Hablar sobre Sir Moore me pone un poco nerviosa, tal vez haya visto más de lo que debiera. Me ruborizo levemente. Afortunadamente estoy a su espalada aflojando el corsé y no me puede ver.
No sé mi señora, no dispongo de los conocimientos suficientes.
Me pregunta sobre Eleanor, pero nadie me ha podido informar nada sobre ella.
Mi señora, no soy consciente de sus desavenencias conmigo, lo lamento. He considerado prudente no enfrentarla directamente y bueno... luego ha venido el accidente y todo se ha precipitado... de hecho me disponía a ir a la cocina a preparar, perdón a ordenar preparar un caldo caliente para Sir Moore, ¿queréis un poco?
Sacudo la cabeza el tema me resulta desagradable.
Mi señora ¿qué os parece vuestro nuevo pretendiente?
Según va aflojando mi corsé me siento mejor, ya puedo respirar más tranquila.
- Entiendo, bueno no os preocupéis, el Maestre sabrá que hacer con él - espero -, en cuanto a Eleanor, sí, habéis hecho bien, mi madre se encargará de ella quizás sean solo tonterías de chiquilla... ¿A por una sopa decís? Bueno en ese caso démonos prisa, no quiero causar más pesares al noble, bastante ha sufrido ya el pobre hombre. Apriétalo un poco, así, ya, gracias, ahora haced un fuerte nudo y estará hecho.
Cuando siento que ha acabado me coloco de nuevo el vestido y me giro hacia ella sonriendo.
- Gracias, no se os da mal. Y con respecto a pretendientes... dudo que llegue a enamorarme de nadie, pero bueno... ¿quién sabe?.
Siguiendo a la criada, Edmund accede a los aposentos. Salvo las apartadas dependencias del servicio apenas ha tenido ocasión de contemplar esas estancias, asi que mira a un lado y otro sin parar, siguiendo a la muchacha por pasillos y salones.
Debido al silencio que ha precedido a mis palabras, imagino que el príncipe no está en su alcoba, ¿no?
En efecto, la habitación se encuentra vacía, no hsy señal alguna de que el príncipe haya puesto siquiera un pie en ella.
Perdona, con tanto mensaje se me paso el tuyo por alto :(
Abro la pesada puerta. La habitación sigue tal y como la dejé yo tras la búsqueda del violín. Parece que el príncipe no ha vuelto aquí al acabar la cena. Suspiro, sin saber muy bien qué hacer. Quizá debería guardar la cama del herido, pero me parece que esa es tarea del Maestre y de su ayudante. Me pasaré de vez en cuando para ver si necesitan algo.
Me paseo por la habitación, limpiándome las manos sobre el delantal, mientras echo un vistazo a lo que hay a mi alrededor, evaluando posibles... objetos que puedan extraviarse. Algo que tenga valor, pero no el suficiente como para que lo echen de menos. Algo como un tintero repujado, o un anillo sencillo, o fíbulas bañadas en oro, con las que se ata el príncipe sus capas. Algo que pueda guardar entre las ropas, y añadirlo a mi colección personal.
Si no hay inconveniente, cojo una o dos cosas muy pequeñas y discretas.
Para nada, sirvete a gusto. Pero en algún momento se advertirá la falta de los objetos, aviso.
El rey permanecía en uno de las tres cámaras contiguas a su dormitorio. Era un salón privado con un par de sillones que daban a una chimenea encendida y un sitio donde reposar los pies y calentarlos. allí estaba Luthor cuando hizo pasar a Enzo su viejo amigo.
-Enzo, menuda has montado, mañana tendrás que redimirte para aplacar a los nobles y no darles más excusas...- dice en tono misterioso pero sin tocar más ese tema- ¿Como has visto a los invitados? creo que todo ha salido bien, ¿Hay algo de lo que creas que debo estar enterado?
En la intimidad, sólos tu y yo me puedes tutear, no me aburras con lo de Majestad.
No ha llegado Kurr.
Me hago un lío con el nudo del corsé pero parece que no queda tan mal y la mujer puede respirar.
Estoy segura de que encontraréis el amor, es el detino. Y decidme alteza, ¿como es vuestra madre? y vuestro padre? es tan severo como parece? yo no llegué a conocer al mio.por desgracia.
El bufón entró y cerró la puerta tras de sí, cambiando su expresión nerviosa por una llena de confianza.
-Deberían estar contentos. Dudo mucho que se les haya ofrecido un espectáculo como éste en su vida.
Mientras hablaba, fue derecho a la cómoda de madera donde el Rey guardaba unas copas y unas cuantas botellas de diversos vinos. Cogió la botella de mistela y se sirvió una generosa copa. El vino normal le desagradaba, pero aquella bebida tan dulce con el punto justo de alcohol le encantaba.
-En cuanto a mis observaciones… La mayoría de los invitados los he visto normales, los típicos lamebotas que desean caerte en gracia para que les colmes de favores. El único cuya actitud me disgustó fue John Moore.
Bebió un trago de mistela y se regodeó en la sensación caliente del dulce alcohol bajando por su garganta.
-Sí, durante la presentación le vi mirar de forma bastante libidinosa a la Reina y la Princesa. Me resultó inadecuado y francamente desagradable. Por eso le elegí como “voluntario” para el lanzamiento de cuchillos. -suspiró un poco- La idea era que el último cuchillo se le clavara entre los muslos, justo por debajo de sus partes menos nobles. Para que le sirviera de advertencia, ya sabes de qué hablo. Pero… No sé si fue mala suerte o voluntad divina, que la cosa acabara como acabara. Eso sí, tienes mi palabra de que no era mi intención herirle. Sólo asustarle un poco.
Bebió otro poco antes de seguir.
-Por lo demás, nada destacable con respecto a los invitados. Recomiendo como siempre el nivel de precaución acostumbrado. No obstante… Hay algo que me preocupa. Cuando estuve a punto de iniciar el truco de los cuchillos, Kurr me ayudó pasándomelos. Pero no me los pasó todos. Vi con claridad cómo se guardaba uno entre los pliegues de la ropa. No sé qué intenciones tendrá, pero si decidí esperar a contártelo en privado es porque no quería montar un escándalo que arruinara a un soldado que ha servido lealmente a la corona tanto tiempo. Eso sí, si hablas con él sobre esto, que no sea a solas Uthor.
Entré con pasos presurosos en los aposentos del monarca e hice una profunda reverencia frente a él. Me sentía extrañado de que me hiciera llamar a esas horas de la noche, por lo que supuse que debía de tratarse de un asunto urgente.
-Majestad, qué puedo hacer por vos? -pregunté, en tono servicial.
Rebusco aquí y allí, buscando objetos de un valor razonable, hasta que me decido por una fíbula de bronce que hace tiempo que no se pone, y por un rosario de cuentas de coral que le regalaron hace un par de años, y desde entonces ha quedado olvidado al fondo de un baúl.
Antes de salir, sin embargo, decido arriesgar un último movimiento y recojo una pluma que hay sobre el escritorio. De pavo real, el plumín está bañado en plata y, grabadas, tiene las iniciales del príncipe. La escondo entre mis ropas, dispuesta a dejarla en la habitación de sir John Moore. Lo siento por él, pero supongo que nadie podría juzgar a un moribundo. Y si se recupera... bueno, esperemos que para entonces yo ya me haya marchado lejos.
¿Puedo trasladarme a la alcoba de sir John Moore?
- Vaya lo siento, al menos ¿conocísteis a vuestra madre?, pues... mi padre antes no era así, el peso de la corona le ha hecho mella por desgracia, ya no es el hombre amable que conocí, cuando era pequeña solía llevarme a caballito, leerme cuentos, le quería muchísimo, pero ahora... es como otra persona, no me confundáis le sigo queriendo, pero entre nosotros todo ha cambiado... En cuanto a mi madre, es una mujer que tiene mi admiración, no solo por aguantar a mi querido padre -sonrío- sino por como actúa a su sombra, con ella sin embargo, si tengo una relación más cercana...
Dejo mi preciado abanico sobre mi tocador, me retoco un poco, y camino hacia la puerta mientras escucho la respuesta de la joven.
- ¿Vamos? El noble estará esperando su sopa.
La habitación del conde Moore esta casi a oscuras y vacía a excepción del convaleciente, que tras el tratamiento del maestre se encuentra profundamemte dormido y no parece que nada pueda sacarlo de su sueño.
Pero una vez en el interior, te das cuenta de que hay alguien más en la estancia. Un hombre joven, con el pelo negro. Va vestido de sirviente pero con tantos años de servicio a tus espaldas reconoces claramente que no es parte del personal del castillo, por lo que ha debido de llegar con uno de los invitados.
Parece que se te habia adelantado, ya que él también esta revolviendo sigilosamente entre las pertenencias del conde. Al reparar en tu presencia se detiene y espera tu reacción, sorprendido.
Por supuesto
Encontrarme a otra persona entrando a hurtadillas en la habitación del sir me sorprende tanto como a ese desconocido. Nos quedamos unos segundos quietos, mirándonos el uno al otro con expresión de absoluto desconcierto, hasta que recuerdo que puede ser un ladrón peligroso, y alargo la mano hacia los atizadores de la chimenea, todavía encendida, y cojo uno fuertemente, esgrimiéndolo como arma.
-¡Quién eres tú! -Exclamo, retrocediendo.