Partida Rol por web

- Maestre. Soy yo, abridme.

Si nadie contesta, la Reina empuja la puerta con precaución.

La puerta se abre al empujarla, ya que no estaba cerrada. En aquella planta de la torre se encuentran Artai, Jarre y Eleanor, escuchando al Gran Maestre, que parece que les esté echando una bronca. Cuando entra la Reina el anciano enmudece y se adelanta unos pasos hacia ella, bajando la cabeza en una reverencia - ¡Majestad! Temo que no podremos continuar nuestra partida esta noche. Ha ocurrido algo terrible. Lady Eleanor - señala hacia la dama - ha entrando en la torre buscándome, y ha descubierto que alguien se ha colado en mi laboratorio y ha robado uno de mis frascos. He vuelto a cerrar todo con llave, y me dirigía ahora mismo a informar al rey junto al novicio Artai y a Lady Eleanor como testigos - el viejo maestre espera a que su Reina procese el grave asunto que le acaba de comunicar.

- ¿Qué contiene el frasco, Maestre?  Y, ¿cuándo sucedió el robo? - añade la Reina, preocupada ante la posibilidad de que se trate de algún tipo de veneno.

En estos momentos, el ajedrez ha pasado a ser la menor de sus preocupaciones. ¿Qué hacía Eleanor en el despacho del Maestre? ¿Buscándole, para qué? ¿Y cómo ha descubierto el robo... acaso ha venido aquí más veces?

No puede evitar clavar su mirada en la joven Eleanor, pese a que sus palabras no van dirigidas a ella. Pese a no encontrarse vestida como acostumbra, sino con ropajes mucho más humildes (se diría que como una criada), la Reina mantiene su porte altivo y sereno mientras habla con estos súbditos.

- Y decidme también - y ahora sí mira al Maestre - Si cuando Eleanor ha entrado, el robo ya se había producido, decidme pues, ¿a quién reconveníais y por qué?

En cualquier caso, la Reina permanece en la puerta, dispuesta a no permitir que nadie salga sin su previo consentimiento.

La muchacha da un pequeño respingo al ver abrirse la puerta. Ante ella se vislumbró la imagen de la reina, poderosa e imponente. Eleanor se apresuró a hacer una reverencia como saludo. 

-Majestad -dijo, una vez el maestre había terminado de relatar los hechos, para intentar responder a las preguntas de la monarca- con vuestro permiso. Vine a reunirme con el maestre para tratar un pequeño asunto. Llamé, pero no respondió nadie. Pero, al ver la puerta abierta, decidí entrar por si el hombre no me había oído. Antes de que me diera tiempo a salir, el propio maestre y Artai llegaron, así que me apresuré a mostrar mi presencia.

El rostro de la joven se veía apenado y grisáceo. No quería verse manchada por la sospecha, justo ahora que su majestad había decidido adoptarla en su séquito. 

El Maestre está visiblemente nervioso debido a lo sucedido. aunque intenta aparentar tranquilidad ante la Reina - El robo debió de suceder o bien durante el banquete, o bien mientras me encontraba ausente tratando la herida del conde Moore. Han sido los únicos momentos en los que he estado ausente de mi torre. Con tanta gente hoy en el castillo, no recuerdo bien quién ha entrado y salido del salón principal, y luego todo ha sido aún más caótico a causa del número del bufón. En cuanto al contenido del frasco...

El Maestre se acerca a la Reina para comunicarle aquella información en privado.

El Maestre se te acerca y te habla al oído para que nadie más se entere - No puedo estar seguro o no de sí era lo que buscaba el ladrón o sí tuvo prisas y no sabía bien que buscar pero... ha desaparecido de mis estantes un potente afrodisíaco - las últimas palabras son pronunciadas con cierto toque de vergüenza.

La Reina omite una risita, y tratando de parecer seria, prosigue su interrogatorio.

- ¿Para vos, Maestre... o para otro... u otra?

- Vaya, de modo que el viejo también tiene apetitos carnales - piensa Anne. - Me pregunto con quién los satisface, o en quién piensa mientras lo hace.

- A todo esto, ¿qué hacía aquí Eleanor? ¿"Pequeño asunto"?

El Maestre se aparta un segundo, sorprendido por las palabras de la Reina - ¡Oh, no, Majestad! Yo ya estoy viejo para esos trotes, a mi edad el llamamiento de la carne ya hace tiempo que se ha apagado. Pero tengo ese tipo de sustancias en mi haber por si acaso algún día me son pedidas - no especifica por quién pero obviamente solo puede referirse a miembros de la familia real - El caso es que no podemos estar seguros de sí de verdad el ladrón buscaba eso o si se equivocó y en realidad quería robar algún veneno. Temo que alguien pueda correr peligro.

La Reina contempla al Maestre con seriedad.

Después de un momento de silencio, voltea ligeramente la cabeza hacia Artai y Eleanor.

- El Maestre y yo necesitamos hablar a puerta cerrada. Ahora.

-Por supuesto, alteza -asintió ante las palabras de la mujer. Esperó a que Artai se pusiera a su altura para agarrar su brazo y salir del despacho del Maestre. La seriedad de la reina daba a entender que el contenido robado era algo importante, quizá hasta peligroso. 

-Esperaremos fuera. -anunció- Mi señor -se despidió del Maestre con una inclinación de cabeza; luego, dedicó una reverencia a Anne, como había hecho al principio. -Majestad. 

La Reina sigue con la mirada a Eleanor cuando la joven pasa a su lado para salir, sin alterarse, en cambio, ante la presencia de Artai.

Pareciera que está conteniendo la respiración, hasta que ambos jóvenes han abandonado la estancia y cerrado la puerta.

Una vez se cierra la puerta a sus espaldas, Anne toma aire, y lanza un profundo suspiro, antes de adelantarse unos pasos, y tomar al anciano por el brazo.

- Maestre - comienza la Reina, acercando su rostro al del viejo, y bajando la voz - debemos hablar. No sé a quién acudir, y tengo miedo... ¿Podemos hablar aquí?

La Reina mira a su alrededor, temerosa, por si hubiera alguien más escuchando.

El Maestre pone cara de preocupación ante la necesidad de privacidad de la Reina, expresión que solo se agrava al oír tus palabras - Por supuesto, Majestad. Podéis hablar tranquila en mi torre, nadie más que yo escuchará vuestras palabras, y podéis contarme como uno de vuestros más leales confidentes. ¿Qué es lo que os aflige en tal mesura?

- Es el Rey, Maestre - dice, tragando saliva. - Ha perdido el juicio. Uthor ha enloquecido, Maestre. Ha perdido la razón, temo por mi vida y la de mis hijos, y quién sabe quién más pudiera estar en peligro... - ahoga un sollozo - ... Y tengo pruebas de lo que digo.

Anne se yergue, y, con cuidado, alisa sus ropas sobre su figura, todavía sugerente pese a su edad. Vuelve a tragar saliva, y respira hondo, antes de proseguir.

- Antes, durante la comida, os he mandado acercaros por un motivo: Uthor estaba maldiciéndoos por estar sentado tan lejos - explica.

- Últimamente lo hace a todas horas, ¡está paranoico!  Teme a la traición tras cada gesto, y ve conspiradores en cada rincón - expone la Reina, hablando y gesticulando cada vez más deprisa, pero sin alzar la voz. - Algunos días jura que ejecutaría a toda la Corte, Maestre. Comienza a despotricar, a hablar de forma errática, para sí mismo incluso aunque esté conmigo o haya criados presentes, con la mirada perdida... ¡Es mi esposo y mi Rey, y le amo, mas juro por Dios que en esos momentos me aterra su presencia!

- Por eso, cuando le escuché hablar de vos en ese tono, en el mismo tono que en esas ocasiones... temí por vos, Maestre; temí por vuestra vida. Por eso pedí que os acercárais a nuestra mesa: para protegeros de su desconfianza.

- Y, ¿qué me decis del numerito de Enzo? - añade -  Un bufón acuchilla a un noble, ¿y nada le sucede? ¿No es castigado, ni siquiera reprendido?  Uthor hablaba, desde hace tiempo, de ese John Moore. Decía que era demasiado ambicioso, un arribista: y es por todos sabido que el padre de Sir John Moore quiso desposarle con nuestra hija Elizabeth - añade dando a entender que, en efecto, es cosa sabida públicamente -  Sospecho que Uthor ordenó a Enzo que lanzara el cuchillo, públicamente, contra Sir John Moore.

- ¿Y esa forma de responder?  "Llevaos al chaval: está manchando mi suelo de sangre". Como si fuera... ¡un bárbaro! ¡Un salvaje!  Él jamás fue así, jamás... - A Anne parecen faltarle el aire y las fuerzas.

Pero se recompone, alza de nuevo su esbelta figura, y mira fijamente al Maestre con sus grandes ojos oscuros.

- El Rey se ha vuelto loco, Maestre, y el Reino está en peligro.

A medida que el Maestre va escuchando la narración, su semblante se vuelva cada vez más sombrío. De vez en cuando asiente ante tus palabras, como manifestando su acuerdo, aunque más para sí mismo que para otra cosa - Desde luego, se trata de un asunto terrible - murmura, tan bajo que casi no lo oyes, pero a partir de entonces vuelve a hablar con un tono normal - Es cierto que su Majestad anda más irascible desde hace algún tiempo, un asunto que hasta los príncipes parecen haber notado, pero lo había atribuido a la edad y a las dificultades del gobierno.

El anciano hace una reverencia pronunciada hacia tí al escuchar de tu intervención - Os agradezco vuestro gesto, Majestad. Jamás habría imaginado que pudiera llegar a tal grado de suscepribilidad... - el Maestre, pensativo, empieza a dar pasear en círculos por la estancia mientras se explica - Todo cuando decís sobre el pobre conde es cierto, y es verdad que nuestro bufón demostró una excelente puntería en todos los lazamientos, como ya ha hecho otras veces en el pasado. Fallar de tal modo con el último cuchillo... Pero no consigo imaginarme al Rey tramando un asesinato de manera tan descarada...

Por fin se detiene y se planta de nuevo frente a tí - Salvo buscar entre mis libros algún bebraje que sirva para tratar de calmar sus ánimos, no se me ocurre como ayudaros, Majestad...

- ¡Es más! - añade la Reina, al escuchar al Maestre alabar la puntería de Enzo - ¿Acaso no se dirigió el bufón en primer lugar a Sir John Moore, de entre todos los presentes?

- Pensándolo bien, colocaba al joven conde entre la espada y la pared: de rehusar, hubiera sido considerado un cobarde, más si cabe teniendo en cuenta que sólo se trataba de un juego. Y, en caso de que aceptara prestarse al divertimento, era una oportunidad para acuchillarle de forma impune.

- No he venido buscando brebajes, Maestre. Uno de vuestros potingues sin duda podría calmar a Uthor, pero, ¿puede la Corona sostenerse en un monarca adormilado?  Los enemigos del Reino no duermen, bien lo sabéis vos, y son muchos.

- No, Maestre: he venido buscando vuestro consejo.

- Un buen trago de ese veneno vuestro calmaría a ese puerco con el que engendré a mis hijos, sin duda - se dice Anne para sus adentros -, mas no seré yo la que os proponga tal cosa: de hacerlo, quizá el próximo collar que mi esposo me regalaría fuera una cuerda de cáñamo.

- Cuando un tirano pierde la chaveta, queda una solución obvia, vejestorio, y la conoces tan bien como yo: un magnicidio. Lo primero es el Reino, la Corona; y luego ya si acaso, la mollera que la sostiene: nunca al revés.

Mas la Reina, prudente como todo monarca debería ser, se guarda para sí estos pensamientos, mientras aguarda a los consejos del Maestre con la esperanza de que sean aquellos que ella desea escuchar.

El Maeste se esfuerza por pensar una solución que pueda calmar tus ánimos, pero esta claro que le cuesta, se esta hablando de la figura del Rey, después de todo - Es cierto que son muchas coincidencias para que sea casualidad... Y si entre los invitados empieza a correr el rumor, podría despertarse recelo entre la nobleza... Pero aún así, su Majestad es el Rey, después de todo, y mientras lo sea, es él quién toma las decisiones y asume la responsabilidad de lo que suceda en elreino. Sin duda, no veo lo veo abdicando en muchos años. Ha sido un Rey de mano dura, sí, pero ha gobernado justamente todos este tiempo. Y no es ningún secreto que el Príncipe Dyonisos no alberga amor alguno por las labores del gobierno... - finaliza, casi en un susurro.