Partida Rol por web

Al escuchar los disparos y ver la bengala en el cielo me quedaría un rato mirando hasta comprender lo que aquello significa. – Jolín, pero mira que puedes llegar a ser gafe –Le reprocho a Austin por dar en el clavo  - Ya estamos otra vez… - Protesto con el ceño fruncido, mirando al cielo con la esperanza de que esta vez sea otra cosa, ahora que empezaba a gustarme este sitio…  no puedo tener siempre tan mala suerte...  sin embargo el destino parece no opinar lo mismo.  

Cuando escucho el sonido de las naves halcón pongo pies en polvorosa. -Papá, mamá- Voy gritando mientras les busco entre el gentío, todos corren y no les veo. Entre toda la gente veo a los críos aprovechando para largarse. No puedo evitar sonreír mientras los veo largarse -Chicos listos -Pienso mientras sigo con lo mío.

A ver Lin, cálmate, por partes. La cosa pinta mal pero no veo a mis padres, de momento hay que luchar, luego les buscaré. Lo primero es recuperar mi katana. -Pienso al escuchar al militar decir que nos van a dar armas. Me voy corriendo hacia allí justo a tiempo para recuperar mi preciada espada antes de que algún crápula le ponga las manos encima.

Cuando mi padre me obligó a ir a clases de kendo estuve un mes sin hablarle. ¿Quien iba a pensar que jugar con espaditas de bambú serviría de algo? - Me pregunto mientras hago un molinete con la espada, sintiéndome cómoda con su tacto.  -Minipunto para papá.

Meto en mi mochila varios cócteles molotov y estoy tentada de agarrar ese fusil-lanzagranadas o el lanzamisiles, pero cambio de idea rápidamente. -Ya pillé un bazooca de esos la otra vez y tuve que dárselo a Hank porque pesaba mucho. Me gusta ir ligera, sobre todo si hay que escapar.   

Empiezo a buscar un mechero o algo con lo que pueda prender los cócteles pero al ver las naves acercarse abro los ojos y empiezo a retroceder aterrada. -Joder- Maldigo mientras me tiro al suelo instintivamente pero justo entonces explotan dos edificios derribando una de ellas. Me quedo mirando boquiabierta al verla pasar la nave sobre nosotros, cayendo en picado y la sigo con la vista hasta que se estrella.

Esto...  teniente general...   la nave…  -Digo señalando la nave caída, podrían quedar bichos vivos, habría que examinarla o algo pero nadie me hace caso y a nadie parece importarle. Me quedo mirando hacia la nave, deseando ir hacia allí para examinarla pero no pienso ir sola. Sin armas de fuego tampoco esque vaya a ser de mucha ayuda apoyando al coronel y allí podrían haber aliens muertos, armas alienígenas o...    nada, claro, también es una posibilidad. Me quedo mirando, esperando a ver si hay alguien que quiera acompañarme para investigar la nave estrellada.    

Etain tomo el pañuelo que alguien le tenida de forma mecánica, sin ser consciente apenas de lo que debía hacer con él. Sabía que a su alrededor estaban discutiendo, se hablaba de los niños y de los aliens, pero lo cierto es que apenas estaba prestando atención. Le resultaba difícil concentrarse en algo diferente al rostro de Amber, cuyas facciones se habían relajado y casi parecía estar durmiendo plácidamente aunque estaba extremadamente pálida.

Fue entonces cuando empezaron las explosiones y los gritos de alarma. La gente corría de un lado para otro y unos militares sacaron un montón de armas para que la gente se armara, cosa que fueron haciendo todos los que había a su alrededor de forma rápida.

Por unos instantes se pregunto que era lo que debía hacer ella, a donde debía dirigirse, pero al parecer nadie allí iba a ninguna parte, todos se preparaban para enfrentarse a aquellos seres y comprendió que eso era lo que se esperaba de ella en aquel momento. Su cuerpo se activó por fin y corriendo se aproximó hasta el montón de armas desechando rápidamente todos los fusiles que parecían increíblemente pesados y complejos. Agarro con ambas manos el revolver mas grande que había visto en su vida, y al ver lo que hacia el resto, cogió un buen puñado de balas de una caja, que esperaba fuesen validas para ese arma, intentando guiarse por el tamaño y se las metió en el bolsillo de la chaqueta.

A continuación echo a correr en la misma dirección en la que iban la mayoría de las personas armadas, procurando permanecer agachada y buscando sitios donde cubrirse de cualquiera que pudiera dispararles. Hasta ese momento había procurado huir de cualquier clase de enfrentamiento, corriendo siempre en la dirección opuesta a los disparos, pero aquello no parecía posible en la situación actual, así que no quedaba otra que pelear, aunque fuese la primera vez que disparaba en su vida.

Tras debatirlo entre todos, el coronel tomó la decisión más obvia, largarse de allí echando ostias ante la posibilidad de un inminente ataque. Todos juntos se encontrarían vendidos ante avanzada de naves halcón, o peor, un  maldito behemot. En la mente del chico se pasó a cámara rápida imágenes de los putos aliens destruyendo ciudades, grande y pequeñas, imágenes grabados a fuego.

Recuerdos pasados de no hace mucho, pero no obstante, fue toda una eternidad donde el mundo dejó de serlo para convertirse en su totalidad, un campo de batalla donde la gente moría y perdía todo de forma irremediable. Por fortuna, o por desgracia, Lau no perdió nada, tampoco tuvo nada que perder, y lo poco que alguna vez llegó a tener relevancia para él, desapareció de su vida mucho antes de que toda aquella mierda comenzara.

Una caravana de vehículos dispares abandonó el refugio con el temor de ser borrados del mapa. Lo jodido fue que en mitad de aquello la previsión se cumplió. Las alarmas sonaron y el caos empezó después del primer ataque. Y el chico, al igual que sus compañeros de supervivencia, se habían envueltos en medio de un campo de batalla.

Dudó de que algunos fuese militar, o soldado, muchos de ellos no tenían pinta de aquello, pero es lo que tocó, enfundar las armas y luchar, luchar por sus vidas. El temor de morir fue grande, pero el joven se armó de valor y raudamente sus pasos le llevaron a las armas, a recoger equipamiento empujado por la adrenalina.

Su mirada nerviosa omitió los cascos, a fin de cuentas él ya tenía uno que lo ajustó en la carrera tras las órdenes del coronel. En mitad de la repartición de armas algunas naves enemigas caen para alivio de muchos. Quizás tuviesen alguna posibilidad y todo. Quizás.

Analizó de forma crítica y ansiosa cada una de las armas de fuego restantes, todas ellas de largo alcance. Así que pilló una de ellas, munición, y un cuchillo para defenderse a corto alcance. Comprobó el peso del mismo. – Me servirá. – Masculló el chico. Titubeó un poco, pero cogió las granadas acordes al fusil escogido. Sin embargo, notó demasiado peso. - Mierda. - No le quedó otra que deshacerse de algo para ir con el peso justo. La decisión fue fácil. La cuerda. Así que la dejó junto al resto de cosas por si alguien quería agarrarla. Aún así tenía más peso para ir ligero, no obstante, la munición se gastaría relativamente más rápido.

Una vez completamente equipado salió a toda pastilla de allí y se puso a cubierto detrás de una barricada.  La respiración casi detenida y el corazón desbocado. – Ostias. Vamos a morir.....pero al menos que sea luchando. – Dijo más para sí en un intento de tener control sobre su cuerpo, sobre sí mismo.

Citando las leyes de un pseudo profeta del siglo XXI, - Si algo puede salir mal, saldrá mal - Por absurda, infantil y ramplona que sea esa afirmación, ahí llegan las naves halcón para darle la razón al tonto de Murphy.

Muchos empiezan a correr algo que en ningún momento me planteo. El día que llegue mi hora abrazaré con ganas a la dama de la guadaña, hace tiempo que acepté mi muerte y cuando la aceptas ya solo te queda esperarla.  Ni siquiera me encojo cuando las naves nos disparan, en lugar de eso acudo a donde reparten armas.

Aún tengo la pistola que me dieron la primera vez y no necesito mucho más pero parece que sobran muchas buenas armas que nadie quiere, descarto el aparatoso lanzamisiles, no tengo fuerza para llevar ese chisme a rastras.

Suspiro haciéndome a la idea mientras agarro un fusil y compruebo que el cargador esté lleno antes de colgármelo del hombro. Pesa horrores pero espero poder manejarlo, agarro algo de munición extra y me dirigía hacia la línea que está intentando organizar McKnigth cuando veo a una joven asiática mirando en babia hacia una de las naves.

Cielo, los aliens vienen por el otro lado y ahí quedan armas muriéndose de la risa.- Le digo al llegar a su altura. -Medusa podía, pero dudo que tú tengas la habilidad para matar a los aliens mirándolos con cara de anchoa – Comento mientras enciendo un cigarro y se lo pongo en la boca. -Toma, procura que no se te apague- Le digo señalando los coctels molotov esperando que pille la relación entre el cigarro y el fuego que necesita para encenderlos.

Ya en la línea respiro hondo. -Pulsa el gatillo despacio. Sujeta el arma con fuerza. Que no te sorprenda el disparo -Voy recordando lo básico mientras apoyo el fusil contra el hombro. Con la pistola no me fue mal, esto solo es una pistola más grande.  

Hic et nunc.

Me había parecido escuchar a la chica asiática hablar de la nave, pero no le preste atención por los disparos y que en realidad vendrían del frente hasta que escuche a Sam y sentí el olor del cigarro me recordaban a alguien que parecía una chimenea de tanto fumar. "Jp" Me voltearía mirando a la nave- Mierda... ¿Sam recuerdas a los perros? ¿abran salido de la nave?- Cuando paso estaba muy absorta pensando en sobrevivir, y luego en que habían matado a uno de los nuestros, pero tenía sentido que salieran de ahí o cerca-Por amor a dios, que alguien mantenga a la vista nuestra retaguardia- "Ja! y yo que pensaba que jamas usaría esa palabra con significado" -No quiero ver a esas bolas de pulga sin pelos y muchos ojos-  Una parte de mi quería mirar hacia atrás todo el tiempo pero la batalla ahora estaba en el frente así que me dedicaría a disparar hacía el frente, y rezaría por dentro para que alguien me hiciera caso y mantuviera los ojos en nuestras espaldas

Mierda...— es lo único que soy capaz de pensar cuando de pronto mi predición da en el clavo. Tenía toda la lógica del mundo que nos atacasen, de hecho lo más probable es que el asesinato solo tuviese la intención de asegurarse, llegados a cierto punto, de que no podíamos huir a tiempo.Pero ahora poco importa lo que yo haya dicho o dejado de decir, no importa nada más que el estruendo de la muerte.

Cuando nos dicen de armarnos me quedo bloqueado unos segundos, pero después sé lo que tengo que hacer, así que tan rápido como puedo termino por enfundarme en brazalete y acudo junto a la caja de las armas. Debido al brazalete he perdido algo de tiempo, y para cuando llego ya a penas quedan aramas de fuego, tan solo un fusil. Por un momento llevo las manos hacia él, pero después pienso que otro le dará mejor uso, así que me armo con uno de los cuchillos y una granada. Pienso también en el cóctel Molotov, pero su uso es mucho más peligroso. Un fallo en su uso, un disparo, acercarse al fuego y podría explotar antes de tiempo, además de que es un arma improvisada, mientras que las granadas están hechas precisamente para eso. Si los cócteles fuesen más efectivos que las granadas, el ejército no se hubiese planteado fabricarlas.

Y ahí estoy, armado únicamente con un cuchillo y una granada, vestido con unos pantalones ya gastados y algo sucios, al igual que una camisa beige, unas zapatillas de deporte cómodas y un extraño brazalete en el brazo derecho que ocupa casi todo mi antebrazo.

Sabedor de que no puedo hacer gran cosa mientras los aliens se acercan, opto por acudir junto al resto de mis pertenencias, tomar la mochila, meter alguna lata de comida si la veo y acudir ya pertrechado al frente, dispuesto a... no sé bien a qué estoy dispuesto, porque no estoy preparado para morir, pero a menos que ocurra un milagro, los aliens no pararán de enviar refuerzos hasta que caigamos.

—Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción— murmuro para mi mismo como frase de ánimo repitiendo aquella frase de Isaac Asimov.

No importa que no haya opciones, lo único que podemos hacer es luchar, tener suerte y sobrevivir. Que así sea.

Cuando hace un momento llevado por el calor de la situación dije que quería luchar no me esperaba que fuéramos a luchar ya.

Quería luchar para devolverles la jugada a los aliens, no morir como atrapados en una ratonera, pero es lo que hay.

Suelto un taco en voz baja mientras me acerco hacia las armas. Tengo la escopeta, coger otra arma larga no tendría mucho sentido así que pillo el lanzacohetes y cuatro granadas sueltas que quedan por ahí.  

Me acerco a Cass y le doy un fugaz beso, puede que no tenga otra ocasión para despedirme de ella. -Allá vamos- Digo tratando de infundirme ánimo mientras me encaro con los aliens.

Las criaturas avanzan hacia vosotros como una manada de bestias a la carga. Corriendo a cuatro patas las criaturas alcanzan una velocidad sorprendente, saltando sobre vehículos y trepando sin problemas por los edificios.

Apunto con cuidado pero mi ineptitud con ese arma se hace patente al disparar a tan larga distancia. Esta arma en buenas manos podría causar mucho daño pero en mi caso la ráfaga solo sirve para desperdiciar munición sin darle a nada.

Frustrada por el fallo dejo caer el fusil al suelo, me siento incómoda con tan pesada y aparatosa arma. En un rápido movimiento saco la pistola y apunto con ella, tendré menos alcance y daño, pero puedo disparar más veces, ya tengo algo de práctica y me siento mucho más confiada.

  El terror permanece como una bestia, enroscada sobre si misma, una serpiente tan dañina como poderosa. El temblor persiste, y el miedo congela el rostro pálido de un hombre que no ha nacido para la guerra. El profesor respirar entrecortadamente en un suspiro resignado.

 Mira a su alrededor. Los demás le alientan con su resiliencia. Con su coraje y su temeridad audaz. Está rodeado de héroes, de personas excepcionales capaces de coger un arma luchar, de preocuparse por investigar en una situación así, curiosos y deseosos de vivir y de aprender.

 Inspirado, Vincent nota la espada de Damocles sobre su cabeza. A punto de decapitarlo. No puede sino pagarles con la misma moneda. ¿Cómo callar ante aquella sensación? La dicotomía que se encontraba en aquella guerra, esa descarga eléctrica que recorría sus músculos y sus venas en el recorrido de la adrenalina que el corazón, alzado, bombea para sobrevivir.

 Alcé la voz entonces, sin poder evitarlo. Mirando al frente, mirando al destino a los ojos. Mirando al abismo.

 - ¡Hemos derrotado a otros como estos! - espeté gritando con una fiereza sólo alimentada por la presencia de mis semenjantes, empoderado únicamente con su fuerza y su coraje. - ¡Pueden morir! ¡Pueden sangrar!

 ¡Sabemos que pueden ser derrotados!

 ¡Atacan a la desesperada! ¡Como animales sedientos de una victoria que les arrebatamos y les arrebataremos SIEMPRE!

 ¡HOY luchamos unidos como jamás pensamos que podríamos hacerlo!

 ¡Demostremos a esos seres que se han EQUIVOCADO de planeta! 

 Alzó a duras penas el rifle, muy pesado siendo de la naturaleza que era, y preparándose justo después para disparar, escondido discretamente tras el coche, apuntaba con los párpados forzados, sin saber muy bien cómo hacerlo, pero teniendo muy claro que hacía. 

 Luchamos por Todo.

 Resiste.

 Preparé la munición, coloqué unas balas sobre el suelo, cargué el rifle y apunté al enemigo. Sólo sigue los consejos que David te dio...

Puedes hacerlo...Podemos, hacerlo.

Ante la marabunta de oscuros aliens que venían en estampida hacia nosotros, me quedo anonadada mirando. Flashes del ataque de trífidos me vienen a la mente, y por un momento temo perder la cordura y salir corriendo. Pero aquelló ya pasó. Sobreviví. Ahora es ahora. Estamos todos aquí... y podemos luchar.

Miro a mi izquierda para encontrar a Jon, armado y con la mirada perdida al frente. Seguramente estará pensando lo mismo que yo... Un poco más allá puedo ver a Austin. Me alegro que estén aquí... sujeto con mayor firmeza el arma y entonces a mi derecha se incorpora... Jakie (Chapman). La miro con los ojos abiertos y ella me responde  con una sonrisa, y yo asiento con la cabeza. No duda, coge su arma y apunta. McKnight a su lado hace lo propio.

De repente me lleno de una convicción que me hace apuntar como apuntaba en la casa de campo... A lo lejos, como apuntando las latas sobre la valla de madera cuando era pequeña. Apunto al primero que sea capaz de ver frente a mí, embistiendo en mi dirección como un toro salvaje.
Con el corazón en la boca, cojo aire lentamente... *estamos todos aquí... luchando. Juntos. ... Tenemos que protegernos. Hay que matarlos a todos antes de que nos alcancen. - y soltando el aire con calma, aprieto el gatillo emitiendo un sonoro disparo que lanza la bala hacia el bravo monstruo.

Etain siempre se había mantenido a la mayor distancia posible de cualquier conflicto, o de la presencia de aquellos seres que habían invadido su mundo. No recordaba haber visto antes tan de cerca a aquellas criaturas y a duras penas era capaz de contener el terror que le producía la situación. Sin embargo era muy consciente de que las alternativas que tenia ante ella eran rendirse y esperar a la muerte o intentar luchar por su vida. De haber estado sola, probablemente habría bajado los brazos a la espera del final, pero por algún motivo, estar rodeada de todas aquellas personas dispuestas a luchar hasta su ultimo aliento la empujaban a hacer lo mismo. Tal vez la vergüenza de sentirse menos que los demás era lo que la empujaba a disparar un arma por primera vez, no lo sabia, pero el caso es que allí estaba.

Al no tener experiencia alguna, lo único que pudo hacer es recordar películas en las que alguien decía lo que tenia que hacer para disparar un arma, pero rápidamente dejo de lado cosas como aguantar la respiración, acariciar el gatillo, y se limitó a intentar hacer coincidir el cañón de la pistola con la aterradora silueta del alien que corría hacia ellos. Aunque se lo esperaba, tremendo retroceso del arma la sorprendió y a duras penas logró mantenerla firme para realizar dos disparos mas, ninguno de ellos con éxito.

Durante un momento absurdo se imaginó al resto del grupo volviéndose hacia ella e increpándola por no ser capaz de acertar a un bicho tan grande, pero rápidamente apartó tales ideas y afianzando el arma sobre el vehículo con el que se cubría, se dispuso a afinar la puntería.

Trago saliva al oír los bramidos de las criaturas cargando como si fueran una manada de búfalos. Recuerdo haber visto videos de YouTube en las que manadas de animales, mucho menos mortíferos que estos, arrasaban cuanto había por delante. Dios…, pero la superioridad de los alienígenas me otorga cierta tranquilidad, supongo que la del que se sabe muerto.

Me coloco bien el casco en la cabeza y con mi mano derecha saco el arma de su funda, una parecida a la que encasquillé contra los trífidos hace unos días. Miro a un lado y a otro y veo en algunos casos caras decididas y en otros resignadas, todos intentan rebuscar un arma y apuntar. Por un lado tenemos a los militares quienes con gestos mecánicos y efectivos apuntan y disparan, algunos también bastante hábiles como Emma y en el otro extremo estamos los menos duchos con las armas.

Había conseguido que algún militar me enseñara lo básico en el disparo, estaba mejor que cuando salí por primera vez de expedición pero no mucho mejor. Creo que están un poco lejos, no sé muy bien como apuntar estando a tanta distancia, ¿llegará? – supongo que sí, así que intento acertar al más próximo.

Disparo una vez, no veo ningún sectoide que se detenga en su avance así que intuyo que he fallado. Vuelvo a disparar agarrando el arma firme con las dos manos… y vuelvo a fallar. De reojo miro a mis compañeros a ver si tienen más fortuna temiéndome que lo peor está por venir.

Me sentía un poco cargada de mas, quizás si veía que alguien la precisaba entregaría el arma que acababa de agarrar, entre mis manos estaría mi vieja compañera, mi primer disparo fue con ella y que Dios me perdonara pero le había agarrado cierto cariño ya.

Respiraría hondo sintiendo el gatillo contra mi dedo antes de presionarlo, como si mi vida dependiera de ello , y la verdad es que lo dependía en cierto sentido.

La locura comienza antes de que uno pueda darse cuenta. Todos corremos al frente y pronto los alienígenas están corriendo por nosotros. La tensión se palpa en el ambiente y veo como a mi lado mucha gente está disparando con sus armas. El ruido es ensordecedor y todo es tan caótico que las piernas están próximas a fallar.

Instintivamente me llevo las manos a la cintura para coger el fusil de asalto que durante todo el tiempo que estuvimos fuera llevaba encima pese a mi escasa destreza con ella. Pero ahora no es el momento de portar un arma por el mero hecho de sentirme seguro. No sé usarla, y no tengo instinto para ella, así que mucha otra gente hará mejor uso que yo del arma que no he tomado.

Una vez en mi posición me tomo unos segundos para respirar y pienso si ir a cubrirme a uno de los coches, pero en tal caso seríamos una conglomeración lo suficientemente grande como para ser un gran objetivo para un explosivo, así que descarto la idea y me ajusto bien el brazalete a mi antebrazo derecho y miro al frente.

— ¡Que nadie se adelante, no puedo controlar el área de este arma! — exclamo para la gente que hay a mi alrededor y justo después me centro todo lo que puedo mientras extiendo mi brazo hacia el frente.

El brazalete empieza a emitir un pequeño ruido y de pronto una tremenda onda de choque sale disparada hacia el frente.

Una vez no tengo que mantener tanto nivel de concentración escucho las palabras del prepotente Vincent... Cuanta razón tiene, no están atacando de forma organizada, podrían bombardear y quitarnos de en medio, pero probablemente no tengan tropas suficientes y atacan con lo que tienen a mano, así que podemos repelerlos, podemos enseñarles cuanto se han equivocado respecto a nuestro planeta, y cómo podemos vencerles por primera vez.

Ante sus ojos resignados, una marabunta de aquellos monstruos se mostró ante él y sus compañeros. Quizás el no encontrarse abrumado por la soledad, o quizás por la nula posibilidad de escape, su cuerpo no tembló lo más mínimo. Al menos, si la dama de la muerte vendría a por él, sería luchando con todo. 

Respiró con profundidad, su pecho se encogió por tal acción como respuesta, y con firmeza, los dedos juguetearon con el arma hasta hallar la palanca del cambio de modo, a modo de controlar el disparo. La munición terminaría por acabarse, la necesidad le obligó a controlarla, racionarla hasta el extremo.

Su severa mirada se clavó en un objetivo, el más cercano, con la única idea en mente de aniquilarlo cuanto antes. El cuerpo del chico se movió con celeridad, el gatillo fue apretó sin titubeo, no obstante, el disparo realizado pasó cerca, pero no lo suficiente. - Mierda. - Masculló cabreado consigo mismo. El único culpable de haber fallado, no hubo nadie más. La inexperiencia con aquel trasto, le pasó factura. El bajo control no le permitiría realizar otro, y la falta de costumbre le hizo temblar ligeramente el pulso.

En la espera, rezó, maldición, y blasfemó. Tuvo sus reservas de que no habría bajas, y no pocas por no decir que ante tal asalto, nadie sobreviviría.

¿Cara anchoa? - Contengo la respiración roja de puro enfado cuando la mujer pelirroja que viene de cara se mete conmigo. Cierro la boca y me giro dispuesta a replicarle mordazmente, pero la tipa se enciende un piti y me lo mete en la boca.

- Puaj,  qué?- Protesto mirándola muy chinada hasta entender para qué es el pitillo -Ah! fuego. ¿pero de que va?  ¿A quién llamas cara anchoa? -Pregunto indignada.    

Me quedo mirando con rencor a la vieja bruja mientras se aleja sin hacerme ni caso- Maldita momia menopáusica ¿De qué va? -Voy refunfuñando en voz baja mientras ocupo un sitio cerca del general - Seguro que tiene celos porque acaparo la atención de los tíos y a ella que es una vieja asquerosa nadie la mira- Ni la cercanía de los sectoides hace que deje de farfullar indignada.

Tengo el odio de quien no perdona y el rencor de quien no olvida. Me las pagará, como todos los que se meten conmigo. -Pienso con rencor aunque el caso es que la mujer tiene razón, han quedado armas y ahora mismo no tengo con qué hacerles daño a los aliens. -Tsk, vieja listilla. -Pienso con desprecio.  

A la velocidad que se mueven los bichos dudo que pudiera atinarle a uno con un cóctel molotov pero calculando la velocidad a la que se mueven lanzo el cóctel muy cerca de nosotros calculando la posición que ocupará el bicho si sigue en línea recta.

Los aliens empezaban a rodearnos, todo ocurrió tan rápido que dejaron a David desconcertado, sin saber muy bien qué hacer, no obstante, al tener a esas cosas tan cerca su sangre se enervó, encaró la escopeta hacia el monstruo más cercano y disparó.

Muerete, joder -  El disparo iba bien dirigido, sin duda un excelente disparo a juzgar por el grito del bicho, no lo sabía con certeza pero creía haberle hecho daño. Con expresión ruda, no pareció del todo satisfecho con el resultado, especialmente viendo la marea de enemigos que venían hacia nosotros.

Esperando tener la misma fortuna preparó el lanzacohetes buscando algún apiñamiento, un sitio con muchos aliens donde poder dispararles.