Partida Rol por web

El hombre levanta su arma en cuanto oye ruido, tras las primeras palabras de Duncan parece relajarse aunque mantiene las distancias y no deja de observar los alrededores.

- Willis Ashford Lent, Almirante Willis Ashford Lent. Aunque los rangos ya no sirven de mucho puesto que no existe la marina de Estados Unidos.

Mira al submarino durante unos instantes, como recordando lo sucedido o pensando en lo que acaba de decir.

- Ahí dentro no queda nada, hijo. Ni siquiera cadáveres que enterrar. Lo más valioso sería el armamento nuclear, si no fuera porque ahora no sirve de nada sin un presidente que autorice el lanzamiento.

Camina aceleradamente hacia los vehículos y se agacha momentáneamente para observar quién está dentro de los coches.

- El mensaje del Tritón se grabó mucho antes de saber lo que nos esperaba, confiábamos en que Anchorage estuviese a salvo. O al menos no tan mal como el resto del mundo. - levanta la cabeza para mirar la ciudad que comienza a vislumbrarse con el alba - Al menos sigue en píe...

Sin mediar palabra abre el maletero y deja allí la pesada bolsa.

- No conozco este lugar, pero también tengo claro que debemos irnos. Hay una base aérea en la zona y un cuartel no muy lejos, como he dicho no se llegar pero espero que alguno de vosotros sí. ¿Habéis podido contactar con alguien del ejercito? ¿Sabéis si quedan supervivientes entre la población?

Trago saliva al escuchar eso de que la marina no existe. Por sus palabras, parece que este tipo sabe bastante más que nosotros sobre lo que está ocurriendo.

- ¿Qué...? - empiezo a preguntar, titubeando. - ¿Qué está pasando? ¿Qué es eso de que la marina no existe, que no hay Presidente? ¿Sabe qué ha ocurrido en otras ciudades? ¿En... en Maryland? - pregunto con un nudo en la boca de mi estómago.

Me fuerzo a darme la vuelta incluso antes de escuchar su respuesta, en parte para que no pueda ver las lágrimas en mis ojos y en parte para obligarme a moverme. Empiezo a contestar yo a sus preguntas.

- Estuvimos en una base militar, pero allí no había nadie. Los únicos civiles que hemos visto son presos fugados... No la mejor compañía que puedas imaginar - digo recordando cómo nos miraron a Yu-ri y a mí en la puerta de la prisión. - Pero estamos unos cuantos civiles aquí. El ejército no responde a ninguna frecuencia de radio y lo único que hemos visto son una especie de medusas transparentes voladoras y unas criaturas humanoides grises. La gente es como si se hubiera esfumado... - digo, sabiendo que es probable que realmente se hayan convertido en esas cosas que vimos en el puerto.

Vuelvo junto a mis compañeros y me paro a poca distancia del lugar en el que estaban. - Este es el Almirante Lent - le presento, con mi corazón latiendo con fuerza esperando la respuesta sobre el estado de mi ciudad donde aún se encuentra, espero, mi mujer.

No me gusta la idea de integrar a otro más en el grupo, menos siendo un tipo que acaba de tener un accidente con nada más y nada menos con un submarino. ¿Y si ha sido él el que la ha liado? De hecho es el único que sale de ahí.

-¿Estáis seguros que esto es una votación popular? Yo no me fío, joder, mirad lo que acaba de pasar… - No tenía ni idea de lo que tenían éstos en la cabeza, o cerebro defectuoso o directamente serrín.

Yo sigo oculto mientras el recogedor de perros abandonados, Duncan, se acerca al canoso para averiguar algo sobre él y admitirlo en el grupo aunque sea un asesino en serie. No consigo captar muy bien lo que dicen desde la distancia, así que habrá que esperar a su regreso y cuando lo hace me presento y busco respuestas.

- Steve Evans, ahora… ¿nos va a contar que está pasando en el mundo? Aunque también me gustaría saber cómo se ha provocado el accidente del submarino. 

Mientras os preparáis para abandonar el puerto el almirante va contestando a vuestras preguntas sin abandonar su rictus marcial y su tono militar.

- Como todos sabéis hace dos días perdimos las comunicaciones por satélite a nivel global, las culpables eran esas llamaradas solares. Después llegaron los meteoritos, una lluvia constante sobre puntos estratégicos demasiado precisa como para ser fortuita. Me sorprende que Anchorage no esté reducida a cenizas como casi todas las ciudades grandes del país, bueno, del mundo, es a nivel global.

Vuestras miradas se alternan entre el militar y los alrededores, incluso alzáis la vista hacia el cielo por si aparecen más medusas.

- Me temo que Maryland ha corrido la misma suerte que el resto del planeta. Sabemos que hay muchas poblaciones pequeñas que se han salvado, incluso hay supervivientes en los grandes núcleos, pero todos han tenido que enfrentarse a nuevas adversidades. Esas criaturas de las que habláis están por todas partes.

Subís a los vehículos pese a la desconfianza de Steve, los enemigos seguros son ahora más peligrosos que los enemigos posibles.

- Ya no hay cadena de mando que seguir, no hay ordenes de superiores y el gobierno ha caído. Nuestras flotas han sido destruidas por "algo" que ha invadido el mar. Recogimos a varios supervivientes hace un día, mientras nos dirigíamos hacia aquí, y las cosas se complicaron a bordo. Toda la tripulación enloqueció y se produjo una matanza, digamos que mis hombres dejaron de ser humanos. Por lo que habéis contado en tierra las cosas no han sido muy distintas, creo que la mejor opción es abandonar la ciudad. Puede que siga siendo un objetivo de lo que sea que está detrás de todo esto. Si el cielo estuviese lleno de platillos volantes podríamos decir que se trata de una invasión, pero ahora mismo todo indica a que no es más que un genocidio masivo.

Danny asiste al devenir de los acontecimientos con un sentimiento de ansiedad. Las habilidades sociales de Duncan superan a las suyas sin lugar a dudas. Y en cierta forma, se siente más a salvo cerca de Sarah, en segundo plano. Escucha la puesta al día que hace el almirante. Por mucho que no haya cadena de mando, es "El Almirante".

Las noticias son malas. Muy malas. Si los gobiernos no han podido hacer nada y es algo a nivel global, ¿qué opción tiene un variopinto grupo de civiles contra algo de tal magnitud? Por un instante, Torrance piensa en aquel viejo libro, La Guerra de los Mundos, donde el planeta era finalmente salvado por la acción de los microorganismos. No le tranquilizaba para nada dejar el destino de su vida en manos de la E. coli.

Una frase del almirante le devuelve a la realidad. ... Digamos que mis hombres dejaron de ser humanos —había dicho.

Inmediatamente, la imagen de Aaron, congelado e inerte en la parte trasera de la furgoneta, pasa por su cabeza.

—Almirante —dice con respeto—, ¿tenía su tripulación este aspecto? —añade, señalando el cuerpo de su amigo.

"Maryland ha corrido la misma suerte que el resto del planeta". A partir de ese momento no pude escuchar nada más. Sue. ¿Se encontraba mi mujer entre los supervivientes o también ella se había convertido en una de estas criaturas? El nudo en la boca de mi estómago ascendió hasta mi garganta, impidiéndome hablar, mientras las lágrimas se deslizaban por mi mejilla.

Miro a mi alrededor; el mundo se ha ido a la mierda y yo sigo aquí. Sé lo suficiente de estadística como para saber que es todo pura casualidad, pues carezco de las habilidades más básicas de supervivencia. ¿Qué hago realmente aquí? Tenía que haber rechazado la misión en Fairbanks, haberme quedado en mi casa con mi esposa. Tal vez ambos habríamos muerto, pero al menos habría sido juntos. Aquí... aquí sólo estoy rodeado de desconocidos, de gente a la que sólo le importa seguir adelante, incluso si eso significa dejar atrás a todos los demás. Personas que tienen más madera de supervivientes que yo y para las que sólo resultaría una carga.

Sue. Noto cómo los brazos me pesan demasiado y caen casi inertes a los lados de mi cuerpo. ¿Cómo voy a salir adelante sin ella? ¿Qué voy a hacer? Unas palabras, creo que dichas por el almirante se abren paso hacia mi consciencia. "Abandonar la ciudad". Es la única solución lógica, pero ¿qué haría yo lejos de la civilización? Claro que después de esto, parece evidente que la civilización ya no existe. Aún así... Sue. Si estuviera a mi lado podría enfrentarme a cualquier cosa, intentaría salir adelante en los bosques de Alaska, pero sin ella... ¿Qué sentido tiene todo esto?

Observo a los que se han convertido en mis compañeros. No estamos juntos por elección sino por mera casualidad. ¿Destino? No, nunca he creído en eso. Espero en silencio, abatido, esperando su decisión pese a no tener claro si seguir con ellos por inercia o sencillamente dejarme caer y esperar a que llegue mi hora. Nunca he sido un hombre religioso, pero tal vez esa sea la única oportunidad de reunirme de nuevo con mi mujer.

Lent observa el cuerpo de Aaron y hace ademán de tocarlo, aunque finalmente opta por no acercarse más.

- No, pero ojalá fuera esto lo que hubiera pasado. Se volvieron locos y empezaron a luchar entre si.

El almirante detiene su relato de repente, todos habéis escuchado un ruido no muy lejos. Algo ha golpeado la alambrada que rodea parte del recinto. Unos segundos después veis una de esas criaturas grisáceas caminar torpemente hacia vosotros, desde la rodilla izquierda hacia abajo su pierna está girada de una forma antinatural. Eso provoca que sea más lenta ya que sus dedos tropiezan con el talón del otro píe.

- Debemos marcharnos de inmediato. - evidencia John.

Os preparáis para abandonar el puerto pero Ducan no parece tan preparado, su mirada está perdida a cientos de metros bajo el suelo y su cuerpo no hace el más mínimo intento de moverse.
El almirante se acerca y lo coge del brazo.

- ¡Hijo! ¡Muévete! - tira de él para acabar de meterlo en uno de los coches.

- Almirante, ¿no puede hacer nada? - pregunta Sarah señalando su arma.

- Si disparo vendrán todos los que no han sido alertados por el choque, las personas huyen de los disparos pero esas cosas no son personas.

Dejáis atrás el puerto a tiempo para ver acercarse por la carretera media docena de criaturas procedentes de la ciudad, por suerte los vehículos son mucho más rápidos y no tardáis en perderlos de vista. Conducís alejándoos de la ciudad para evitar nuevos encuentros.

El Sol ya ha ganado altura y se empieza a ver con claridad. Las lineas del cielo han avanzando durante este tiempo y se está dibujando una más, ésta casi encima de vosotros.
De repente los dos coches fallan al mismo tiempo y los motores se detienen, estáis a punto de chocar pero por suerte se frenan mucho antes de colisionar. Cualquier intento de arrancar el motor fracasa, no es un problema de gasolina ni mecánico, las baterías no funcionan.

Os encontráis en mitad de la carretera, al noroeste de la ciudad pero por suerte no muy lejos. A vuestro alrededor solo hay bosque y montaña, tras el bosque el mar.
El ánimo del grupo está por los suelos, la única esperanza de ser evacuados se ha desvanecido y las noticias de la situación a nivel mundial no han hecho más que destruir cualquier expectativa positiva.

Edwards se baja de su camioneta y comienza a rebuscar en la parte trasera, saca una brújula de aspecto militar y os la enseña sin decir palabra alguna. La aguja no señala el norte, en su lugar está girando alternativamente de un lado a otro.

Escucho el testimonio del almirante y  noto que me entran un calor bochornoso en el cuerpo, sudoración y opresión en el pecho. Estoy acojonado, no me lo puedo creer pero lo estoy. Yo, precisamente yo. Y es que no es para menos después de enterarme que posiblemente todo se haya ido a la mismísima mierda, que los cielos están minados de esas criaturas y que la gente parece convertirse en esas masillas grises y matar todo lo que se encuentren por delante. La Tierra se había convertido en el mismísimo infierno.

—¿Locos sin más? ¿No se volvían de un color… grisáceo? Nos hemos enfrentado a unas criaturas humanoides de color gris, y por dentro estaban como corrompidos o algo así. — quiero intentar darle un sentido lógico a toda esa historia pero creo que a estas alturas es imposible.

—Como eso… — murmuro a la par que veo venir hacia nosotros una de esas “masillas” andantes. No discuto lo siguiente que dice de marcharnos, todo sea por sobrevivir pero Duncan parece no moverse, como si de pronto se le hubiesen acabado las ganas de vivir.

Durante el recorrido me dedico a observar por las ventanillas sin decir nada, y Duncan tampoco parece hacerlo, sigue manteniendo un aspecto lastimero. Parece que por fin se ha dado cuenta de que lo tenemos realmente perdido, o eso es lo que pienso. El cinturón me salva de darme con las narices en la silla del conductor cuando éste da un frenazo violento.— ¿Qué coño ha pasado? — miro por la ventanilla para asegurarme que no haya ningún peligro y salgo del vehículo portando el machete en la mano. Me acerco a Edwards cuando nos muestra lo que está haciendo la brújula y le miro a la cara con extrañeza. Algo debe estar afectándole, y nada bueno. — ¿Duncan? Vamos, tú entiendes de esto. — me acerco al coche donde él está y golpeo un par de veces en la ventanilla por si no ha salido todavía. — Tenemos que movernos de aquí.

Con absoluta apatía, sigo a mis compañeros hasta el coche. A penas escucho lo que dicen, pero algo en lo más profundo de mi mente recuerda a la gente volviéndose local por la lluvia azul antes de que apareciesen esas cosas grises. La sustancia parecía tremendamente volátil, porque a la mañana siguiente no quedaba ni rastro de ella, pero es posible que se filtrase de alguna forma hasta el agua, puesto que aparentemente llegó a afectar a la gente de un submarino. Sin embargo, si en algún momento llego a ser consciente de esos pensamientos, no me molesto en exponerlos.

Realizo el viaje con la mirada perdida. Sin Meryland, sin Sue, no tengo muy claro que merezca la pena luchar. Ni siquiera sé si tengo fuerzas para seguir respirando o si sencillamente prefiero echarme a dormir y dejarme morir en cualquier sitio. El coche frena de golpe y, afortunadamente, alguien se había acordado de ponerme el cinturón de seguridad al subir.

Escucho golpes en la ventanilla junto a mí y veo a Steve llamándome desde fuera. Una lágrima desliza por mi mejilla y se pierde en la barba, más descuidada aún de lo normal. Inspiro con fuerzas, intentando darme ánimos. Incluso sin Sue, esta gente parece que me necesita de alguna forma. Cierro los ojos un momento para tomar fuerzas y abrir la puerta.

- Un EMP - digo en voz baja tras hacer una deducción. - Pulso electromagnético - traduzco. Es sólo una hipótesis, pero en estas circunstancias, una bastante probable. - Si alguien fuera a atacar la Tierra es lo primero que tenía que haber hecho... Claro que de alguna forma la llamarada solar fue un EMP a lo bestia - comento con apatía.

Miro el capó abierto mientras tratan de poner en marcha los vehículos y niego con la cabeza. - Los coches actuales tienen demasiada electrónica - comento. - Es probable que la mayor parte de los circuitos electrónicos se hayan quemado. Un vehículo antiguo podría seguir funcionando, seguramente - digo encogiéndome de hombros, pero sin siquiera acercarme a la parte delantera de la furgoneta. - Las bujías estaban unidas al árbol de levas...

Me dispongo a seguir a mis compañeros, pero sin aportar mucho más. Yo no dejaría atrás la gasolina, pues, como he dicho, motores puramente mecánicos, como los de un generador, tal vez puedan funcionar. Pero, si vamos a tener que caminar por el bosque y las montañas, no tengo ni idea de cuánto peso podemos llevar, así que me ahorro cualquier sugerencia. De todas formas, en estos momentos a penas me importa.

Cojo la mochila. El portátil estaba apagado, así que probablemente no se hayan quemado sus circuitos, pero del móvil me puedo despedir. Pese a mi desgana, enciendo el walkie para comprobar si aún funciona. Si no es así, tal vez algún transistor se haya quemado, así que cojo las pilas para probarlas con una linterna. Las baterías usan energía química, que produce una corriente contínua, así que un EMP no debería haberlas afectado.

Los acontecimientos se suceden uno tras otro sin demasiado sentido. Y cada vez peor. La esperanza parece haberse evaporado y la información que reciben del almirante es absolutamente desalentadora. Esas criaturas grises son enemigos poderosos. Al menos existe la posibilidad de evitarlos y huir de ellos evitando un enfrentamiento innecesario.

Avanzan por la carretera con una inercia por la supervivencia que no promete durar demasiado. De repente, los vehículos se paran y están de nuevo en tierra, discutiendo detalles de qué puede ocurrir o qué no. Danny se siente arrastrado por la desesperanza y la falta de energía.

En ese momento recuerda a los motoristas. Aquellos que pasados de cierto punto de la carretera fueron despedazados por una energía intangible y letal. Enigmáticamente dice:

- No creo que podamos seguir adelante. No nos dejarán salir de aquí.

Se almirante responde a Steve mientras revisáis los vehículos en busca de algún problema que se pueda solucionar.

- No soy psicólogo, pero parecía un brote psicótico o algún tipo de paranoia que los hacía volverse violentos. Fue a partir de evacuar a varios civiles, puede que sea un virus o algo así, aunque buscar explicaciones a todo lo que ocurre no nos ha ido muy bien hasta ahora.

Señala los coches detenidos y el cielo lleno de lineas para poner dos ejemplos a su última frase.

Tras un par de minutos confirmáis que los coches están muertos, la electrónica falla y eso también afecta a los avanzados walkies que portáis y por supuesto a los teléfonos. No ocurre así con la linterna, una de las pocas cosas que funcionan.

Edwards va a la parte trasera de su camioneta y coge una enorme mochila, parece que estaba preparado para todo.

- Hace treinta años se puso de moda comprar terrenos y construir cabañas y casas de campo por esta zona, antes hemos pasado un camino de tierra y apuesto a que lleva a alguna de esas casas.

El Sol sigue ascendiendo, las lineas continúan su avance y tras diez minutos siguiendo el difuso camino llegáis a una pequeña cabaña. Apenas tiene un dormitorio y una sala principal además lógicamente de un aseo, para vuestro gusto posee demasiadas ventanas.
En la parte trasera encontráis un generador eléctrico de gasolina, aunque es bastante viejo parece en buen estado.
Dentro hay escasos muebles, una cama de matrimonio, una mesa con cuatro sillas y un sofá con la tapicería destrozada.
La chimenea es pequeña pero acorde con la casa.

En los alrededores de la cabaña solo veis bosque, el camino de tierra desciende hasta la carretera aunque no podéis ver el asfalto debido a la curva que hace.
No parece que haya vecinos y la fauna local no ha hecho aún acto de presencia.

- ¿Realmente esto es más seguro que el bunker del viejo? - pregunta Henry - Si aparecen esas cosas grises esto será peor que el Alamo.

- No sabemos por qué Anchorage ha sobrevivido hasta ahora, - responde Lent - pero si acaba como el resto de ciudades importantes un bunker civil no será suficiente para sobrevivir.

Una vez dentro Sarah se sienta en una de las sillas y hunde la cara en sus manos, está claramente cansada en todos los sentidos.

- ¿Cual es el plan? ¿Quedarnos aquí hasta que todo pase? ¿Esperar "más" ayuda? - pregunta al aire la chica no sin cierta desesperación.

Bien, bien, Duncan se había vuelto a activar y empezó a soltar su verborrea científica que tanto le caracteriza cuando le quería dar un sentido a las cosas. Yo no entiendo muy bien lo que dice pero allí había otro friki más como él y esta ‘subraza’ humana se entiende entre ellos.

Atendí a lo que me estaba diciendo el almirante pero después de todo lo que había pasado no creía que hubiera ninguna razón mundana para que todos esos tipos se volviesen locos. Todavía me sentía ridículo pensar que todo era a causa de esos alienígenas porque siempre fui un tipo extremadamente agnóstico en todos los sentidos, hasta que vi con mis propios ojos esas masas grises andantes y el maldito pez volador.

El camino no me ha resultado muy cansado por las ganas que tenía de llegar a un lugar a salvo pero… ¿durante cuánto tiempo? Tendríamos que pensar una manera de que nuestra supervivencia no fuese meramente temporal. Lo peor de todo es que yo empezaba a ponerme nervioso, necesitaba desahogar tensiones de alguna forma y la que se me ocurría solo podía perjudicarme.

No me quejé del interior de la cabaña, era excesivamente pequeña para los que éramos pero me conformaba con poco y aquello era de lo mejorcito que había visto en muchísimos años. —Creo que a estas alturas no hay nada seguro pero es lo que hay. — dije de manera tajante apoyándome en una de las paredes. Señalé a la mujer porque yo mismo me hacía esas mismas preguntas. — ¿Siguiente paso? Duncan, genio, ¿no hay manera de arreglar los walkies? Estamos aislados completamente y muy jodidos si ya  no podemos contactar con nadie por radio que pueda ofrecernos un lugar más protegido. Yo paso de resignarme y esperar mi muerte. 

Usando la escopeta que comparto con Yu-ri a modo de bastón, sigo a mis compañeros por el bosque hasta la cabaña. Me mantengo en silencio cuando preguntan si este lugar es más seguro que el sótano, o el búnker, o lo que fuese, en el que habían estado antes. No sé cómo de aislado estaba ese lugar, pero realmente tampoco tengo muy claro cómo están procediendo en otras ciudades. En caso de un ataque convencional, una población poco importante o una casa aislada no suele ser un punto estratégico para un ataque, pero tampoco tiene ninguna defensa si se encuentra con tropas enemigas... Claro que esta invasión tiene poco de convencional.

- Ese generador debería funcionar - digo señalando el motor. - Aunque sugeriría no utilizarlo hasta que sea completamente necesario.

Entro en la casa y dejo la mochila y la escopeta a un lado mientras recorro el lugar. La lógica me dice que debería acostumbrarme a llevar el arma siempre encima, pero sencillamente no me siento con ganas de hacerlo ahora mismo. Cuando vuelvo a la sala principal Steve pregunta por los walkies y me encojo de hombros.

- Depende de lo que se hayan estropeado... - comento. - Si se han quemado los circuitos, me temo que no voy a poder polarizar silicio para hacer nuevos transistores... - Pretendía ser una especie de broma, pero obviamente Steve no va a entenderla, así que me interrumpo a la mitad. - ¿Tenéis una brújula? - pregunto. Dependiendo de si lo que ha quemado la electrónica ha sido realmente un pulso o si es una especie de inhibidor de grandes dimensiones, los campos magnéticos podrían seguir siendo inestables, por lo que tampoco serviría de nada intentar arreglarlos.

Abro la mochila y cojo mi vieja navaja suiza. A unas malas me puede servir de destornillador, pero prefiero buscar algo más útil por aquí. - ¿Alguien me echa una mano a buscar cosas útiles en esta casa? Herramientas, con suerte algún voltímetro o aparato de medida... - Si la casa la han hecho a mano, como sugería Edwards, es probable que tengan cosas de ese estilo por algún sitio. - Salvo que llevases ese equpo en tu furgoneta... - comento mirando al presentador de radio.

Danny se siente absolutamente inútil en esta situación. Hombre de letras, escritor venido a menos, con experiencia nula en supervivencia a campo abierto. No había formado parte de los boyscouts y le desagradaba la idea de llenarse las manos de tierra. ¿Una brújula? ¿Un destornillador? Daría lo que fuera por una pluma y una libreta. Así al menos podría dejar registrado y por escrito el devenir de los acontecimientos. Aunque igual ni para eso servía.

Sarah estaba derrotada. Y no solo por el cansancio físico. La visión de las líneas en el cielo le causaba a él una desesperanza única. ¿Cómo demonios iban a enfrentarse a eso?

Hay que afrontar los problemas de uno en uno. De momento ahora, lo prioritario era asentarse en el lugar y defenderlo en lo posible. Desde luego, con el arrogante de Steve no cuadraba. Le molestaba especialmente el modo despectivo con el que se dirigía a Duncan, el único del grupo al que Danny consideraba verdaderamente útil. Así que cuando le oyó pedir ayuda para inspeccionar el lugar, no lo dudó.

- Yo te ayudo. Igual hay alguna trampilla que conduzca a algún sótano o almacén.

¿Habrían visto Posesión Infernal? —sonrió para sus adentros.

Os acomodáis como podéis en la diminuta casa, casi no hay asiento para todos y os repartís entre la mesa y el sofá.
En la mesa intentáis devolver a la vida los walkies, Edwards vuelve a mostrar la brújula y ésta sigue girando cual péndulo como si alguien estuviese pasando potentes imanes a su lado.

- ¿Como nos afecta esto? Quiero decir, esas lineas tienen alguna utilidad y apuesto a que están provocando esto, pero ¿para que sirven? ¿Están terraformando el planeta para habitarlo?

- Si todo esto lo están haciendo esos supuestos extraterrestres ¿por qué no hemos visto todavía a ninguno? Ni siquiera he visto un platillo volante o algo parecido, solo esas cosas, esas medusas. Y no parecían tan inteligentes como para conquistar un planeta. - dice Henry.

El almirante, que está de píe observando a través de la ventana, responde sin quitar la vista del exterior.

- En la guerra moderna ya no ves a tu enemigo cuando te ataca. Cuando usamos drones nadie los ve, solo escuchan la llegada de misil. Nos han diezmado, nos han incomunicado y destruido nuestra infraestructura. Solo les queda desfilar victoriosos, a no ser que todo esto no sea por ampliar su territorio y su única intención sea eliminarnos...

Duncan resucita el walkie talkie, o al menos eso deducen todos los presentes cuando el aparato comienza a escupir estática. El kit básico de herramientas de Edwards ha sido suficiente.
La señal se interrumpe intermitentemente, puede que sea un fallo del walkie o un efecto de inhibición de señal externo.
La primera frecuencia que probáis es la del hombre en el bunker casero, Howard.

- A todo el que pueda escucharme, estoy en el parque Margaret Eagan Sullivan, mi casa está en el extremo Oeste, tiene una enorme antena en el jardín. Tengo un refugio en el sótano, es seguro.

Sarah, que está escuchando desde el sofá, niega con la cabeza.

- He visto ese refugio, no es mucho más grande que esta cabaña y no creo que resista si lanzan una bomba o un meteorito o lo que sea que estén usando.

La chica mira a Danny buscando corroborar su teoría.

Duncan no me dio una respuesta que me satisfaciera, porque obvié ese comentario que interrumpió por no entender una mierda de lo que empezaba a decir. El caso es que estábamos jodidos y eso era fácil de comprender en nuestra situación. Preguntaba si teníamos una brújula y yo negué con la cabeza para luego señalar a Edwards que era el que la tenía y ya habíamos visto que su aguja daba vueltas sin cesar.

— Creo que están allanando el terreno antes de bajar ellos. Creo que eso que desciende del cielo vuelve loca a la gente. — expuse lo que pensaba sobre la razón por la que no habíamos visto ningún alien. El almirante dio una respuesta más completa y deprimente, pero no dejaba de ser verdad. Me acerqué rápidamente hacia Duncan cuando el puto genio volvió a hacer magia con sus conocimientos de ingeniería y hacer funcionar el Walkie pudiéndose así escuchar la transmisión del tío del bunker.

— Si lo que dice ella es verdad — dije señalando a Sarah — es mejor que nos quedemos aquí, y si este tío quiere compañía que venga para acá él. No nos conviene movernos después de encontrar un refugio aunque no sé cuánto nos va a durar. — me doy la vuelta y me pongo a buscar por el suelo si milagrosamente hubiese una trampilla o algo tal como dijo Dany antes, por lo que si hubiese alguna alfombra la iba retirando.

Les dejo a mis compañeros el walkie con el mensaje del tipo de la radio. A estas alturas casi parece un cebo para llevar allí a los pocos supervivientes que puedan escucharles, pero no es algo que me importe especialmente. Cojo mi segundo walkie y lo vuelvo a sintonizar en la baja frecuencia que nos permitió localizar a esas medusas voladoras. Luego me levanto y busco el un tercer receptor, el que le dimos a Aaron, cuyo cuerpo se ha quedado finalmente atrás en la furgoneta, seguramente para alivio de Steve.

Cuando vuelvo a conectar el tercer aparato, realizo otro barrido de frecuencia: esa onda electromagnética que ha frito los circuitos electrónicos aún sigue activa, por lo que se puede ver en la brújula, y tal vez nos dé algo de información sobre los que la han generado. De entrada, necesita una gran potencia para poder sobrecargar la electrónica, pero no es eso lo que me interesa: seguramente, esos extraterrestres, también necesiten comunicaciones electromagnéticas, así que habrán tenido cuidado de proteger las frecuencias que ellos utilizan de las interferencias de su EMP. Levanto la cabeza y miro al militar: seguramente es lo que él llamaría buscar información del enemigo a través de sus armas, pero es la única opción que tenemos ahora mismo para encontrar algo que pueda servirnos para enfrentarnos a esta invasión.

Por otro lado, mantener mi cabeza ocupada en algo, aunque sea un estudio de radio-frecuencia, es lo único que me permite no dejarme llevar por la apatía y, si quieremos sobrevivir de alguna forma para poder irnos de aquí y buscar a más gente, tal vez esta sea nuestra mejor oportunidad.

Escuchar al viejo militar era de todo menos reconfortante. Aunque en el fondo se agradecía esa dosis de realismo. Ayudaba a tener los pies en la tierra y a hacerse a la idea de lo que podría ocurrir. En la cabeza de Danny habían algunas incógnitas más sin resolver. Entre ellas, la más importante era discernir si el supuesto escudo de energía que cubría a la ciudad e impedía escapar de ella sin ser triturado era cierto o no. Se retrotrajo a aquella autopista, en compañía de Aaron... aquellos motoristas que perdieron literalmente la cabeza cuando avanzaron más de lo debido. Ellos iban en un camión de basura: grande, pesado e imponente. ¿Habrían tenido alguna oportunidad de escapar? Aún así, sabiendo que el problema era de escala mundial, ¿qué era exactamente eso de escapar? ¿Cuánto podría sobrevivir un tipo bohemio e intelectual como él en la naturaleza? Se moriría de hambre, de sed o de frío. Se moriría de angustia.

La voz de Howard le devolvió al presente. Danny tomó el walkie inmediatamente. A pesar de que lo que decía Sarah era cierto —el antro del viejo era pequeño— no dejaba de ser verdad que el tipo parecía estar bastante bien organizado.

—Hola Howard. Soy Danny. Danny Torrance. Y Sarah... Sarah también está aquí.

Miró al aparato de comunicación buscando en su memoria alguna película bélica que le sirviera para mejorar el lenguaje a través de este tipo de aparatos. Finalmente añadió—: Corto y cambio.

Steve revisa para la cabaña, por su contenido parece un lugar donde pasar el fin de semana no demasiado alejado de la ciudad. No descubre nada extraño a excepción de una caja fuerte escondida en el suelo, parece tener algunos años y posee la clásica rueda numerada para introducir el código de apertura.

Ducan por su parte usa el segundo walkie a modo de detector de medusas, el pequeño altavoz solo devuelve una suave estática indicando que no hay peligro.
El walkie restante efectúa un barrido de frecuencias, vuele a detectar al hombre del bunker y poco después sintoniza una señal que todos reconocéis como código morse.

Lent se acerca rápidamente y comienza a hacer marcas en la mesa a medida que el walkie emite pitidos, mira la frecuencia y niega con la cabeza.

- No es una frecuencia militar, no se quién está emitiendo esto pero debe creer que el enemigo nos escucha y además nos entiende. Son coordenadas, y no parece que sea muy lejos.

En la mesa veis grabado de forma torpe los números: 61.175832, -149.989356

Mientras tanto Danny habla con Howard, el hombre del bunker, que parece alegrarse de oír una voz familiar.

- Oh, estáis vivos, gracias a Dios. ¿Que ha ocurrido con ese tipo trajeado? ¿Está muerto?

- Más quisieras viejo enfermo... - responde Henry pese a saber que no puede oírle.

- Sigo solo en mi refugio, nadie más ha respondido a mi señal. El suelo ha temblado un par de veces, como si algo pesado lo hubiese golpeado. No me atrevo a salir fuera. ¿Estáis a salvo?

Miro las coordenadas y niego con la cabeza.

- Esto con GPS y Google era más fácil... - comento. - ¿Hay algún mapa por ahí? - pregunto, rebuscando entre las cosas útiles que he encontrado en casa. - Tardaré un rato en localizar esas coordenadas, me temo.

Mi portátil sigue teniendo su batería, pero no me atrevo a encenderlo después del pulso electromagnético. Al menos no hasta que la brújula deje de dar vueltas como loca. Así que cojo una libreta y empiezo a hacer cuentas. Estoy algo oxidado por culpa de los ordenadores y calculadoras, pero aún sigo siendo capaz de resolver unas cuantas divisiones. Triangular los números será algo más complicado, sobre todo porque la geometría esférica que me hace falta incluye funciones trigonométricas. - Mmm. ¡Series de Taylor! - exclamo cuando se me ocurre cómo resolverlo. - Sería más fácil si estuviéramos cerca del cero... ¡Pero, tonto! Siempre puedes redefinir el origen - digo mientras sigo llenando una página realizando un cambio de coordenadas.

En un momento que levanto la mirada para pensar miro a Danny. No quiero entrometerme en su conversación, pero le señalo el walkie en el que hemos encontrado el código morse, por si quiere decirle la frecuencia a la que está sincronizado al tipo del refugio.