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Investiga la leyenda II - El Ojáncanu

El Ojáncanu

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14/12/2017, 11:00
Fausto Godoy

La casa estaba definitivamente abandonada. Si no lo estaba, si había tenido un uso extraño, lo que se hubiera hecho allí no podía implicar de ninguna manera al caso de Luis. Todo indicaba que no era más que un refugio para otra cosa. Más bien una zona de paso.

Lo cual era bastante curioso. Si el panadero entraba por la puerta principal con el único objetivo de llegar al jardín, es que allí tenía algo de interés.

Salió y cerró la puerta, dejando el alambre como antes. Brazos en jarra, sin moverse de ahí, miró alrededor.

...qué quieres del jardín...

Fausto se preguntaba qué objetivo podría tener el panadero para ir a ese patio trasero desordenado. Se le ocurrían tres opciones: la primera era esconder algo ahí. No olía a marihuana y cualquier planta sería claramente identificable. Quizá hubiera algo enterrado por allí. El cobertizo no contenía nada de interés.

La siguiente opción es que el panadero espiaba a alguien desde ahí. Quizá a alguna vecina cuya ventana del baño o del dormitorio se pudiera ver desde ese patio. Quizá a Luis. ¿Se veía su casa desde ahí? Otra alternativa es que el patio fuera un punto de reunión secreta. ¿Con quién?

Por último, cabía la opción de que el patio no fuera un destino, sino un tramo más de la zona de paso. Por algún motivo, el panadero prefería entrar por la puerta principal, atravesar la casa, llegar al patio, saltar el muro y, desde ahí, dirigirse discretamente a otro lado. ¿Hacia dónde, para qué y con quién?

No había ninguna prueba de que ese hombre hiciera nada ilegal. De momento. Con cuidado, Fausto se paseó por el patio, atento y silencioso, para buscar cualquier indicio que, por lo menos, le confirmara o le negara la primera suposición. ¿Había algo escondido?

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15/12/2017, 19:08
Equidna - Narradora

Durante casi 45 minutos buscas, utilizando la linterna, cualquier cosa fuera de lo común en aquel jardín. Pero no encuentras nada que te llame la atención.

El muro es demasiado alto y, aunque hay casas, todas las ventanas parecen cubiertas con cortinas o son de casas no habitadas con los postigos cerrados. No parece que haya nada interesante que observar. 

Plantas había un montón pero ninguna parecía de las que dan algún tipo de droga. Que en realidad eran casi las únicas que conocías porque tú eras de ciudad y de plantas no sabías demasiado. De todas maneras les echaste un ojo. Todas parecían silvestres o malas hierbas menos esa cosa que parecía algún tipo de gramínea de esas que dan alergia o trigo o algo así.

El suelo estaba cubierto, en su totalidad, de plantas. Si alguien había enterrado algo allí, fue hace mucho y no había vuelto a sacarlo después.

Y la opción de ruta de paso tampoco acababa de cuadrarte. Te habías fijado en el lugar donde acababas de saltar y se notaba cómo se habían aplastado las plantas. Si alguien estuviera saltando en algún punto de ese muro, para salir afuera, se tendría que notar en la hierba. Pero no era así. Allí todo estaba igual de asalvajado, excepto el trozo aquel del trigo.

Notas de juego

Haz una tirada de Sabiduría. Si te sale menos de tu valor (10) descubres algo antes de marcharte.

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15/12/2017, 19:26
Fausto Godoy
- Tiradas (1)

Motivo: Sabiduridarl

Tirada: 1d20

Dificultad: 10-

Resultado: 4 (Exito)

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26/12/2017, 20:48
Equidna - Narradora

Miras hacia los lados buscando algo que sabes que está allí pero que no encuentras. Y es entonces, cuando el haz de luz de tu linterna ilumina las espigas, cuando te fijas. 

No eres alguien de campo. Pero en la clase que os dan sobre drogas, se mencionaba algo de esto y tienes algún recuerdo. 

Te aproximas y arrancas un par de espigas. Sí, no tienes duda, es cornezuelo, un hongo con algún tipo de alcaloide.

Revisas la zona donde está la planta. Ese es el lugar con menos malas hierbas y eso no tiene sentido. Alguien las está quitando. Alguien tiene esto aquí plantado a propósito.

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29/12/2017, 17:18
Fausto Godoy

...cultivando LSD... malnacido...

El panadero sabía lo que tenía ahí. Cultivaba cereal contaminado de cornezuelo, a sabiendas.

...qué hijo de puta...

Usar el cornezuelo para colocarse no era nada común. Nada de nada. De hecho, era muy peligroso. Fausto recordaba su formación en la académica y después en la científica. Recordaba que ciertos alcaloides del cornezuelo causan alucinaciones y viajes y que están directamente relacionados con el LSD. Recordaba que durante milenios sus efectos se asociaron a rituales, visiones y brujería. Pero también a una enfermedad fatal, el ergotismo. Actualmente, colocarse con cornezuelo era una ocurrencia de flipados y neopaganos. Había drogas mucho más efectivas y «seguras» que ese hongo.

Fuera lo que fuera que pretendiera el maldito panadero, estaba jugando con fuego. Literalmente, además. El «fuego de san Antón» no era cosa de broma. Si para pagarse un viaje lisérgico corría el riesgo de abrasarse las carnes, era más imbécil de lo que parecía. O era más hijo de puta.

Fausto fotografió las espigas. Buscó por los bolsillos alguna de las bolsitas de pruebas que solía llevar encima, sin éxito. Tomó un clínex, lo abrió como un sobre, arrancó una espiga contaminada y la guardó en su interior. Quizá pudiera mandarlo a analizar, aunque a cualquier botánico o especialista solo le haría falta un vistazo para confirmarlo. Recordó al doctor Ortiz, el forense de Santander.

... el informe toxicológico...

Tuvo un relámpago de intuición. Quizá... quizá Luis no viera a ningún ojáncanu en los riscos. Pero quizá si creyó verlo.

¿A quién le das tu pan mohoso, cabronazo?—susurró.

Lo que hiciera el maldito panadero con el cornezuelo podría estar relacionado con el caso de Luis. ¿Explicación mítica? ¿Duendes de los bosques?

...mis cojones...

Era hora de salir de allí. Hizo algunas fotos más, saltó el muro y se dirigió al hostal.

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01/01/2018, 17:06
Equidna - Narradora

Comprobando que  nadie observa el lugar donde te encuentras, saltas de nuevo el muro para abandonar esa casa. Aunque sólo sean las nueve, es noche cerrada ya. El silencio, aún mayor que cuando llegaste, solo es roto por algún silbido del frío viento que parece bajar entre las montañas.

Cuando, de vuelta al hostal o casa rural o lo que fuera, atisbas entre dos viviendas, el monte aparece ante ti ligeramente iluminado por la luna que está abandonando ya su fase de llena. En una lejanía demasiado cercana, se impone, casi como faro, sobre el pueblo. Aunque no está muy elevado puesto que el propio pueblo está ya a una altura considerable, la sensación es que se yergue aún más elevado de lo que es realmente. 

Cuando cruzas el umbral del bar o restaurante o lo que sea, un agradable calor sale a recibirte. No es sólo la temperatura, es la conversación de las personas sentadas en la mesa o la barra.

Al fondo, el anciano que esta mañana te dejó a mitad de una explicación abre los ojos con emoción y te hace señas para que vayas hasta donde está. 

 

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04/01/2018, 14:07
Fausto Godoy

Fausto entró en el comedor, dándole la espalda a la oscuridad y siendo recibido por la calidez.

Buenas noches. Qué aproveche—dijo, saludando con un gesto de la mano a unos y media sonrisa seria a otros.

Vio que el vejete de antes estaba abierto a conversar. Tal y como había señalado Arturo el camarero, parecía que por la noche la puerta de ese umbral que era la mente del abuelo se abría durante un rato. Le hizo un gesto de aviso al camarero para indicarle que iba a hablar con el viejo, que no pasaba nada. Se acercó a él con una sonrisa educada.

Buenas noches, don Marcelo.¿Se acuerda de mí? Soy Fausto, hablamos un rato esta mañana. ¿Cómo está usted?

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08/01/2018, 20:31
Marcelo

"Acá vuelve el palanca éste, que mucho quiere saber y se larga a sabe Dios qué mientras le cuento algo"

-¡Anda, chavaluco! Siéntate de una vez, ¿Qué fuiste a churrar o qué? No sé qué sería eso tan importante a lo que tuviste que marchar pero ya era hora que volvieras ¿no? A ver, te contaba que el Sete se le encabezonó que alguien del pueblo era el Ojáncanu. Y yo, la verdad, al principio pensé que estaba para el veinte. Pero luego le estuve dando vueltas y no era ninguna tontería, no. El chaval decía que quien fuera igual ocultaba algo en el monte, algo que anduviese ajuntando o algo así, y lo vigilaba. Y si pillaba a alguien que lo descubría, pues lo mataba.-

Me cuesta pensar un poco. Me está dando sueño. "¡Puta mierda vejez!" Pienso cabreado cuando las palabras no me salen como yo querría y los pensamientos se entremezclan en mi cabeza

-¿Por dónde iba? ¿Qué te iba a contar ahora?... ¡Anda, coño, sí! Que estuve pensando y le dije al chico que ni se le ocurriera ir al monte. Que si había matado a otros, podía hacerle algo a él. ¡Babión de los cojones! ¡No podía hacer caso, no!- grito dando un golpe en la mesa. Todos se vuelven a mirarme -¡Cada uno a lo suyo, carajones!- Mi nieto me recrimina desde la barra. ¡Como si me importara! Yo le llamo lo que quiera a quien quiera.

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14/01/2018, 15:28
Fausto Godoy

A don Marcelo le parecía que había un ojáncanu en el pueblo. Es decir, justo lo que Fausto estaba barajando: no es que hubiera un monstruo mitológico por ninguna parte...

...obvio que no...

...sino que algún garrulo del pueblo estaba implicado en cosas turbias. Como en todos los pueblos. La diferencia es que este parecía haberse pasado de la raya. Matando, para ser más precisos.

De momento no eran más que suposiciones, aunque también era lo más evidente. Donde hay un asesinato hay un asesino, y partiendo del hecho de que no existen los duendes, quedaba saber qué espécimen de Homo sapiens sapiens era el responsable.

—Así que un ojáncanu. Buena forma de llamar a un tipo malvado, don Marcelo. Entonces la cuestión es que Luis fue a donde no tenía que ir y se encontró con lo que no debía. Le pudo la curiosidad, ¿no? Qué lástima acabar así tan joven. ¿O fue por otra cosa? ¿Por qué cree usted que el chaval hizo eso? ¿Cree que Luis sabía quién era el cabronazo que dice?—no solía hablar así con desconocidos, pero sabía que meter un poco de discurso informal ante cierto público ayudaba a generar confianza.

No estaba claro si el abuelo deliraba o no. Es decir, Fausto no sabía si cuando mencionó al ojáncanu don Marcelo pensaba en el bicho mítico de verdad, o si era una forma de hablar sobre una persona. Como lo que dijo el amigo de Luis sobre el panadero aquella tare. Pero lo que el viejo pudiera decir, aunque estuviera velado por un filtro de la demencia senil, podría sugerir algún camino interesante.

...el dónde, por ejemplo...

—¿Y sabe dónde subió Luis? Hay mucho monte aquí. ¿Es algún sitio en concreto?

 

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16/01/2018, 20:32
Marcelo

-Bueno, yo no digo que sea el Ojáncanu porque sea malvado. ¡Que cabrones hay en todas partes! Pero digo yo que él querrá que creamos que lo es, que es el Ojáncanu, si se dedica a matar gente en lo alto del monte a escondidas ¿no? Y encima, como los mata... que los deja destrozaos por lo que dicen. Que yo al chico no lo vi, pero esto es un pueblo y aunque no quieras que te chusmeen, siempre viene alguien para contarte lo que no quieras oír.- Le comento al policía que, la verdad, parece menos sorprendido de lo que yo me creía que iba a estar. ¡A que ya se olía algo el chavaluco...! Igual resulta que esta vez nos han mandado a uno espabilao

-Yo no sé seguro por qué fue el chico por allí. No me contaba todo, yo sólo le interesaba porque soy el único lo suficientemente viejo como para recordar todos los muertos que traía apuntados. A mí sólo me dijo que iba a subir a ver si veía algo raro, algo que le ayudase a tener más claras las cosas. ¡A saber qué esperaba encontrar ahí arriba! Por que el chiquillo no tenía ni idea de quién podía ser pero sí tenía una idea de por dónde buscar. Me estuvo contando que todos los muertos habían sido, más o menos, por una zona. Todos los muertos estaban en una zona de como 25 hectáreas más o menos. Vamos, que se recorre en unas horas. Supongo que él quiso ir a ver si encontraba algo allí. ¡Ya ves! ¡Después de tantos años! ¿Qué iba a encontrar? Pero sí, parece que como usted dice sí que encontró lo que no debía...- con la mano temblorosa, saco un pañuelo y me lo acerco al ojo para secar el agua que cae -¡Mierda de vejez! Todo el puto día llorando como si fuera un mocoso-

Luego señalo el monte con el dedo, que también tiembla

-Si fue donde dijo, anduvo por la parte final del camino forestal. La que va desde donde acaba el camino hasta el barranco, por un lado y hasta la cortada que está al otro lado- comento dibujando un triángulo imaginario sobre la vista del monte.

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23/01/2018, 23:46
Fausto Godoy

El abuelo no tenía un pelo ni de tonto ni de loco. Al menos en aquellos paréntesis en los que su mente aterrizaba en el mundo real. A Fausto le dio lástima, porque veía en el esa vieja sabiduría que cada vez era menos común y más despreciada.

Miró el lejano y oscuro monte, pensativo.

—Voy a tener que ir, don Marcelo. Lo sabe, ¿verdad?

Don Marcelo le había dado más información relevante que todos los demás durante el resto del día. Al menos, tenía algo que decir. Quedaba por ver que lo que había contado tuviera cuerpo, sustancia. De momento, parecía verosímil.

Luis tenía curiosidad por las muertes y, por lo que se veía, había elaborado una compleja teoría. Era un alivio ver que no se trataba de un delirio sobre criaturas mágicas. Luis sabía que estaba tratando con un humano y lo del ojáncanu no era más que una mascarada. De hecho, podría ser algo que solo estaba en su imaginación, y que ningún asesino estuviera intentando esconderse detrás de un mito. Pero asesino había. Eso sí, o era muy precoz o de edad avanzada.

—Dice que solo usted recuerda aquellas muertes. Que yo sepa, se remontan a los años 80. Hace casi cuarenta años de eso. Sea quien sea, debe tener una edad ya, ¿no? Algunas muertes se declararon accidentes, aunque hay un par de agresiones. ¿En todo este tiempo nunca se sospechó de nadie? ¿Qué me dice de eso?

Cogió un pedazo de pan de una cesta en la mesa y lo mordisqueó.

—Esta tarde conocí al panadero. Un tipo raro, la verdad—dejó caer. Quizá el viejo supiera algo de ese imbécil o de su familia.

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29/01/2018, 05:58
Marcelo

Me encojo de hombros cuando me dice que tendrá que ir 

-Bueno, pues usted sabrá que ya es un muchachuco adulto ¿no? ¿O quiere que le diga yo que no vaya?- pregunto con cierto recochineo
Cuando me pide que haga memoria, me río un poco y me da tos

-¡Ay, perdone! Es que recordar no es mi fuerte. A veces fallo. Bueno pues... veamos... No, ninguna sospecha, que yo sepa. Usted es el policía, usted sabrá si sospecharon de alguien o no ¿No tienen archivadores o carpetucas donde escribiesen las cosas? Aquí, en el pueblo, no se ha hablado mucho de esas cosas. Y todo el mundo ha pensado siempre que era más bien porque el monte es duro ¿sabe? Además, como muchas veces era gente que no sabía del monte y todo transcurría siempre en la oscuridad, de noche... No es raro que alguien que no sabe del monte, incluso los que sí saben, tengan un accidente allí cuando sólo está la luna. Yo, si no fuera por que el chico vino a preguntar, ni me lo habría planteado.-

El policía, entonces, me coge una rebanada del pan. Pienso en decirle algo pero ¿para qué? Si casi no tengo dientes para masticarlo... 

-¿El panadero? Un tipo raro sí, pero igual es por la vida que ha llevado ¿sabe? El hombre no ha tenido mucha suerte, no. Sus padres no eran sus padres, le adoptaron. Y todos creemos que lo hicieron más para que fuese burro de carga que por que quisieran un hijo- rectifico un poco, sobre la marcha, que tampoco quiero que piense lo que no es -Bueno, al hombre nunca le faltó para comer, ni nada de eso ¿eh? Y antes todos trabajábamos para ayudar, en el campo o donde fuera, no como ahora que los chavales son unos holgazanes. Pero es verdad que el panadero nunca salía a jugar, por ejemplo. Y, alguna vez sí que le vi con un ojo morado. Ya sabe... de algún golpe "corrector". Y, luego... bueno, no ha tenido suerte de encontrar una buena mujer tampoco, que eso, lo de formar una familia, le habría ayudado. La gente le respeta, pero no le aprecia. Supongo que porque, tan grande como es, impone, da algo de miedo. Y luego, que él tampoco se esfuerza mucho por ser agradable-

Pienso unos segundos en el panadero. ¿Que el policía pregunte por él significa que sospecha de él?

-Oiga, yo creo que...-

Se oye la puerta que se abre y me vuelvo a ver quién entra. "¿Es Blas? No. ¿Dónde andará? ¿No quedamos que teníamos que me iba a acompañar a arreglar el cercado?" Miro hacia delante y hay un señor ahí, observándome. "¿Y este qué mira? ¡Bah! A mí me da igual. Yo tengo que arreglar el cercado"

Intento levantarme aunque parece que ando algo torpe hoy

-¿Alguien sabe donde anda Blas? Llevo un rato esperándole pero el cercado no se va a arreglar solo. Si le veis, le decís que he ido ya, que se junte conmigo allí-

El camarero sale de la barra y viene rápido donde estoy. Me pide que me siente y que espere a Blas. Bueno, vale, unos minutos no van a ningún lado. Le esperaré aquí, sentado, un poco más

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01/02/2018, 22:26
Fausto Godoy

Se fue. Fausto se sorprendió de lo rápido que ocurrió, pero no hizo nada. No intentó recuperar a don Marcelo. Sabía que iba a ocurrir, nada más. Se echó atrás en el asiento, pensativo, mirando a la oscuridad más allá de la ventana.

El viejo había aportado su grano de arena. Fausto no sabía mucho más del panadero ni de las sospechas del pueblo. Pero sí sabía algunas cosas interesantes. Luis era un niño curioso que había metido las narices donde no debía. ¿Qué había descubierto? La respuesta estaría en el monte, al que tendría que subir tarde o temprano.

Temprano, más bien. Era el previsible siguiente paso, el del día siguiente si nada se interponía. Pero en aquel momento la jornada se acababa y ya no tocaba investigar nada más. Solo descansar y, temía, aburrirse un rato.

Se levantó y se despidió de don Marcelo, buscando otra mesa donde sentarse solo y pedir la cena. Tomaría algo ligero y se iría a la habitación, porque poco más podía hacer en un lugar como aquel. Le hizo una señal al camarero. Ya tenía hambre.

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11/02/2018, 18:22
Equidna - Narradora

Con un gesto leve, te despides del anciano y te alejas hacia una mesa vacía. El joven que atiende el hostal y nieto del hombre no se ha separado aún de él. Tarda un rato en acercarse hasta tu mesa, pues se esfuerza por asegurarse que el viejecillo está bien y que no tiene intención de marcharse.

Te ofrece una cena ligera, marmita de bonito o un plato de rabas.

Cenas en silencio, sin ser molestado por las personas que, poco a poco, a medida que avanza la hora, van dejando el local. La tele es el único sonido de fondo que te acompaña. El telediario escupe un montón de noticias nefastas y desesperanzadoras y, entre otras, la de la muerte de Sete. Apenas le dedican 1 minuto. Quizás sea mejor así, que no escarben demasiado. Lo visten de muerte imprudente y lo acompañan con las estadísticas sobre las personas que fallecen, en un año, en los montes y montañas.

Cuando terminas de cenar, te retiras a tu habitación. Este pueblo, no tiene mucho ambiente que aprovechar. En tu cuarto, con la wi-fi y una conexión de fibra que no te esperabas, el mundo rural parece olvidarse y se crea la ilusión de estar en una gran ciudad.

Una larga y solitaria noche. De esas en las que las tentaciones se disfrazan de amigas fiables.

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17/02/2018, 08:41
Fausto Godoy

Había pasado un día. ¿Había descubierto algo? Sí, pero poca cosa. Lo normal en cualquier caso, porque ninguna investigación se resuelve en un día.

Lo que sí tenía claro es que en aquel pueblo había más de un misterio por resolver. La plantación de LSD «receta de la abuela» era uno de ellos. La muerte de Luis, otro. ¿Estaban conectados? Eso no estaba claro.

Para ir avanzando, sacó del bolsillo el pañuelo en el que había guardado la espiga que, para él, era claramente cereal infectado de cornezuelo. La puso sobre la mesilla sobre el mismo pañuelo, para que el blanco del clínex hiciera de fondo de contraste. Sacó de su maletín de pruebas una regla plegable y la colocó junto a la espiga, para la comparación de tamaños. Y, finalmente, le sacó una foto.

No era lo más ortodoxo pero no pretendía convertir aquello en una prueba, sino en un indicio con el que poder preguntar a un colega de profesión. Samuel Domínguez, catedrático de Botánica adscrito al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid, estaba especializado en enteógenos. A él no le costaría nada confirmar las sospechas.

Le mandó la foto con un mensaje: «Adivina qué».

Guardó la espiga en una bolsita de pruebas, para conservarla mejor. La etiquetó y la metió en el maletín. Encendió el ordenador mientras se desvestía. Con suerte habría algo de interés en el correo. Era pronto, sin duda, para tener los informes de toxicología. Los análisis llevan su tiempo. Pero quizá hubiera suerte o algún preliminar.

Notas de juego

Y si no hay más, a dormir.

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20/02/2018, 20:40
Equidna - Narradora

Pese a no ser horario laboral, no tardó en llegar un mensaje, casi antes de que el ordenador llegase a arrancar.

¡Coño! ¿De donde lo has sacado? XD ¡A ver qué vas a hacer con esto! ¿eh? ;) Claviceps purpurea, también llamado Cornezuelo. Pero eso parece una espiga de trigo ¿no? Es raro, normalmente sale en el centeno. Aunque no imposible ¿Dónde lo has encontrado? Si hay mucho habría que avisar para que lo quemasen.

 Al encender el ordenador, también te llegó el aviso de un nuevo correo electrónico. Era de Lucas Ortiz, el forense que habías conocido el día anterior. Contenía un resumen con los resultados de las analíticas. En resumen, no había drogas en el cuerpo del muchacho pero sí tenía restos, muy leves, en las manos. Como si hubiera tocado algo que tuviese restos. La droga había sido identificada con dudas puesto que la cantidad era muy pequeña pero, aparentemente, se trataba de LSD-25, un derivado del ácido lisérgico.

Un mensaje de Sandra después ("¿Todo bien? ¿Te aburres mucho? Igual voy con Marta a cenar para no cenar sola en casa") estabas en la cama.


La noche fue tranquila. En ese lugar no había ruidos y eso, a la hora de dormir, el cuerpo lo nota. Te levantaste descansado y con el olor del café y tostadas o algún tipo de bollo recién horneado, subiendo por la escalera.

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26/02/2018, 23:25
Fausto Godoy

Era una suerte tener cierto enchufe, porque las analíticas volaban. En otras circunstancias era usual tener que esperar por lo resultados. Pero no allí ni para él. Luis era un caso prioritario para el jefazo, y eso se notaba.

Y lo mejor es que cantaba bingo. Manos sucias de LSD-25, derivado del lisérgico. Blanco y en botella. Luis era un curioso y había metido las narices donde el propio Fausto esa tarde: donde el cornezuelo. Había visto demasiado y le habían visto viendo demasiado. Solo podía ser una persona. El panadero.

Indicios, indicios, indicios. De claridad ya (casi) meridiana. ¿A qué andaba el panadero cultivando cornezuelo? ¿De verdad le hacía falta semejante disparate? Hay drogas más seguras y efectivas, más fáciles de conseguir, trabajar y vender. Incluso si era para consumo propio le salía más a cuenta buscarse unos monguis por el bosque. Por allí no faltarían las setas alucinógenas.

Fausto empezaba a verlo con mucha claridad. Confirmadas las dos sospechas, solo quedaba establecer un hilo.

...la escena...

La del crimen. Es posible que el panadero siguiera a Luis en alguno de sus paseos y lo pillara desprevenido. Pero también era posible que en la zona del crimen hubiera algo más. Una plantación mayor, quizá. Algo por lo que mereciera la pena matar, si es que alguna vez merecía la pena. Porque, ya puestos, ¿de verdad era necesario asesinar a un chaval por tocar unas espigas? Era improbable que Luis supiera lo que era el cornezuelo, era muy improbable que le llamaran la atención unas espigas de cereal en un patio. A no ser que alguien se lo hubiera dicho o enseñado. ¿El propio panadero?

Pero a los asesinos no se les buscan las razones.

...mucho tarao... la gente está fatal...

Hay muchos que van por la vida con anteojeras, como mulos. Y cuando uno de esos tiene alma de asesino, poco pretexto necesita para dar rienda suelta a sus instintos. ¿Era necesario matar a Luis por unas espigas? No. ¿Era lo razonable para el panadero? Eso parecía.

Meditaba sobre esa sinrazón mientras se aseaba. El día empezaba de nuevo. Miró por la ventana, maravillándose de la sencilla belleza de aquel paraje, tranquilo y evocador, verde y fresco, silencioso y aromático, donde los perfumes de la hierba segada, el rocío y los sobaos recién horneados se envolvían para envolverte.

Un paraje de ensueño donde pasar unos días con Sandra, perfecto para recuperarse y volverse a conocer. Salvo porque en ese oasis bucólico un hijo de puta había machacado a un chaval. Fausto nunca podría volver a aquel lugar sin recordar aquello. La comarca estaba emponzoñada para él.

Eso pensaba mientras le daba vueltas a la cucharilla en el café, ya abajo. Sintiéndose un desgraciado porque su trabajo le manchaba allá donde fuera. Un trabajo que le tiraba a la cara lo que para todo el mundo era invisible.

...mierda todo... asco de mundo....

¿Qué tocaba? Darse un largo paseo hasta la escena del crimen.

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01/03/2018, 19:50
Equidna - Narradora

Preguntaste a Arturo, el dueño del establecimiento y nieto de Marcelo, por dónde podías llegar hasta donde encontraron al chico. Lo cierto es que se llegaba bastante fácil. Por lo que te contó, se llegaba por un camino forestal, algo que te había comentado el propio Marcelo también, el día anterior. Te dijo que tardarías unas 2 horas en llegar a lo alto porque el camino daba varias vueltas. No era un trayecto complicado pero había que hacerlo andando porque no era lo suficientemente ancho para un coche y, además, en algunos puntos la pendiente era demasiada.

Te preparó un bocadillo "para el camino" dijo. Y pudiste ponerte en marcha bastante pronto.

Al principio no parecía más que un camino normal que discurriese entre prados. Pero, a medida que subías, las vegetación se hacía más agreste y el suelo más rocoso

Entendiste entonces porqué no se podía llegar en coche.

No tenías muy claro el punto exacto que buscabas pero supiste que te estabas aproximando cuando, de repente, en el lateral del camino todo lo que se veía era una caída hacia el barranco, un barranco estrecho y profundo.

Notas de juego

Haz una tirada de astucia. 1d20, si te sale menos de lo que tienes, exito y te cuento

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01/03/2018, 20:20
Fausto Godoy
- Tiradas (1)

Motivo: No contaban con mi astusia

Tirada: 1d20

Dificultad: 13-

Resultado: 6 (Exito)

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03/03/2018, 16:36
Equidna - Narradora

Desde donde te encontrabas veías el fondo del barranco. Pero este era alargado. La caída podía haberse producido en cualquier punto. Por otra parte, el camino era igual hacia delante, estrecho y con un lateral en cortada. ¿Qué podía haber allí que le interesara a nadie? ¿Qué encontró Sete?

Tú sabías algo que no sabía la gente que había encontrado los cadaveres antes. Sabías que todos se habían topado con "algo" en esa zona. ¿Sería una persona? ¿Una planta?... ¿Qué? 

Comenzaste a recorrer el camino fijándote con atención en el lateral derecho. Casi todo él de piedra blanca y, en algunas partes, cubierto de zarza y plantas trepadoras. La primera vez, en el recorrido de ida, lo pasaste por alto. Pero diste la vuelta y volviste a mirar, con más atención. Y fue entonces cuando lo encontraste. Estaba como a medio camino. Un enorme hueco en la roca, una especie de cueva, toda tapiada por las zarzas y la hiedra. Pero que, si se sabía buscar, dejaba al descubierto un hueco por el que entrar dentro.

No tendría más de 3 metros cuadrados y no llegaría a 2 metros de alto. Estaba muy oscuro dentro y olía a suciedad, putrefacción y moho. Sacaste la linterna. Había algunas manchas ennegrecidas, en las paredes, que bien podrían ser de sangre. Y en el suelo restos de algún tipo de pan del que unas cuantas hormigas estaban  aprovisionándose.